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“Encuentro con Kenneth Goldsmith” por Jorge Carrión (La Vanguardia, 03-09-2018)
“En mi infancia no pasó nada”, me dice el poeta norteamericano Kennet Goldsmith, los ojos claros mirándome a través de sus quevedos, antes de hacer una pausa dramática. Vivían en un barrio residencial a veinte minutos de Nueva York. Su padre -comerciante judío de abrigos de mujer- y su madre -florista-, como el resto de matrimonios del vecindario, habían optado por aquellas casas todas iguales, con jardín delantero y el segundo coche en la entrada del garaje, porque garantizaban la tranquilidad y la seguridad: “Era todo muy aburrido, yo no hacía más que mirar todo el día la televisión, todo aquel aburrimiento me condujo a las drogas en la secundaria, por supuesto”. ¿Y qué leías? “Pues no lo recuerdo, la verdad, era -eso sí- el lector más rápido del colegio, leía más cantidad de libros que nadie de mi edad, nunca me interesó la calidad”,
La respuesta está a la altura de la leyenda. El autor de Inquieto (La Uña Rota), un poemario sin lirismo que narra con pulcritud forense lo que hace un cuerpo durante las trece horas diurnas un 16 de junio, Boomsday; o de Capital New York, Capital of the 20th Century (Verso) , un remake del Libro de los pasajes de Walter Benjamin confeccionado a partir de decenas de citas sobre aspectos de la capital americana del siglo XX; o de Escritura no-creativa: la gestión del lenguaje en la era digital (Caja Negra), el ensayo emblemático sobre la postproducción en poesía, el reciclaje de materiales lingüísticos en nuestro mundo sin espacio para la idea de genio ni la de originalidad, no podía responder a mi pregunta sobre las lecturas fundamentales de su adolescencia con un canon convencional. Vio mucha tele, se drogó mucho, leyó mucho: así fue su formación de antipoeta.
¿Te sientes igual de cómodo con la idea de ser un escritor que con la de ser artista?, le pregunto: “Ahora ya sí, pero ha sido un largo proceso; yo quería ser arquitecto, pero el profesor me pilló fumando hierba y me expulsó de la clase, de modo que me refugié en el taller de artes y comencé con la escultura; estudié en la escuela de diseño de Rhode Island y durante varios años me pensé como un escultor, mi obra estaba hecha de texto, eran obras acumulativas, un poco al estilo de Arman”. Durante algún tiempo se identificó con los artistas del “arte povera”, porque también él trabaja con la basura de la información, con el spam del lenguaje: “Pero un día vi una gran exposición sobre ese supuesto arte pobre y me di cuenta de que esos artistas cultivaban el viejo mito romántico, vivían en el glamour, eran cualquier cosa menos pobres”. Tras publicar más de diez libros de literatura conceptual, “desde que pasé de los cincuenta me siento a gusto tanto en mi condición de artista visual como en la de poeta”.
Como primer poeta laureado del MoMa, en el 2011, tuvo la oportunidad de invitar a trescientos poetas para que recitaran en el museo de arte contemporáneo y de conocer a Obama: “Fue una gran experiencia, es un tipo realmente inteligente...Fue un honor, un honor que se multiplica por mil cada día de la presidencia de Trump”. ¿Escribirás sobre Trump?, le pregunto. “No, no creo, todo el mundo lo está haciendo”, responde subiéndose los quevedos con el dedo índice, “pero te confieso que me interesa la escritura de Trump en Twitter, recuerda a la de Pound, es muy modernista; y también me interesa mucho toda la cuestión de las noticias falsas, de la manipulación del lenguaje, de la dialéctica negativa: hay mucho que pensar sobre el fenómeno Trump a partir de lo que aprendimos de la Escuela de Frankfurt”.
En los últimos meses ha bajado el nivel de actividad de Goldsmith en la red social. Se debe precisamente a la presencia caníbal de Trump: “No me siento cómodo compartiendo ese espacio con Potusl”.
En su paso por Barcelona habló de Andy Warhol como inventor de internet; después partió hacia París, donde protagonizó una performance en el Louvre y aprovechó la excursión europea para encontrarse con su hijo de dieciocho años, que vive en Suiza: “Salimos por los clubs de Barcelona, me encanta volver a esta ciudad”.
Goldsmith es el gran dj de la literatura del siglo XXI. No es solo pinchadiscos y poeta de remake, también da clases de uncreative writing en la universidad de Pennsylvania y es el editor de Ubu Web, la plataforma de poesía, vídeo y sonido experimental, que se nutre de materiales hispanoamericanos a través de conexiones con Ciudad de México y con el Macba y Eduard Escofet: “Un gran tipo, también conozco a Reinaldo Laddaga y a Eduardo Lago, porque viven en Nueva York, y sé que el escritor mexicano Heriberto Yépez me odia, porque he visto que me llama poeta trumpiano en Twitter, pero mi relación es más fuerte con la poesía brasileña que con la hispanoamericana. Conocí a Haroldo de Campos y he estudiado la poesía concreta, que es fascinante”.
En toda trayectoria de un gran creador hay un momento de crisis, que tus enemigos aprovechan para dar salida a su bilis acumulada. El de Goldsmith fue el 13 de marzo de 2015, cuando leyó en la Universidad de Brown el poema El cuerpo de Michael Brown, una apropiación del texto de la autopsia de la víctima negra de un policía blanco. La polémica fue feroz, alimentada por la gasolina y la hoguera de las redes sociales: “Nunca se trató sobre el problema racial, fue cuestión de carreras, hay muchos poetas que no soportan que yo haya aportado algo nuevo, que mi obra sea innovadora, y aprovecharon la oportunidad para atacarme. Lo raro fue que al final sí que se volvió una cuestión de raza, porque sacaron mi condición de judío, hablaron de mi nariz, de mi barba, que si era o no hasídica, fui yo finalmente la víctima racial”.
El Pueblo del Libro. “Nunca había pensado en tu obra desde esa perspectiva”, le digo, “y es cierto que el modo en que tu obra se relaciona con el lenguaje se puede ver desde la luz de la cabala, del culto al texto, de esa tradición”: “En efecto, tanto mis primeras esculturas como mis obras más recientes, en que he impreso textos encontrados por internet, tienen una dimensión hebrea”,
Está casado con la reconocida artista conceptual Cheryl Donegan. Tiene dos hijos. Me pregunto si ellos también recordarán su infancia como un espacio aburrido. “Una última pregunta”, le digo: “Cuando antes me has hablado de las lecturas de tu juventud, la droga, la tele, la lectura a mil por hora, ¿eras sincero?. Me responde, con media sonrisa en los labios, antes de despedirnos: “Toda entrevista es una performance, ¿o no?”.
Jorge Carrión (La Vanguardia, 03-09-2018)
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Pasajes del libro “Fidget” de Kenneth Goldsmith ( http://www.vallejoandcompany.com/fidget-de-kenneth-goldsmith/ )
El traductor Carlos Bueno nos hace entrega de algunos pasajes del libro Fidget (Inquieto), del estadounidense Kenneth Goldsmith, publicado en español por la editorial La Uña Rota.
10:00
Párpados abiertos. La lengua cruza el labio superior al desplazarse de izquierda a derecha de la boca siguiendo el arco del labio. Traga. La mandíbula aprieta. Rechina.
Se estira. Traga. La cabeza se alza. El brazo derecho doblado desliza la almohada bajo la cabeza. El brazo se endereza. Gira en el sentido contrario de las agujas del reloj con el codo hacia el techo. La lengua abandona el interior de la boca pasando entre los dientes. La lengua vuelve al interior de la boca. La palma se mueve en espiral. El pulgar se estira. Los otros dedos envuelven. Aprietan. El codo se dobla. El pulgar se acerca al hombro. La articulación del pulgar toca el bíceps. El codo gira hacia arriba mientras los nudillos del puño se apiñan en el cuello. La mano derecha se aprieta. El pulgar frota los nudillos. Puño al hombro derecho. El codo derecho empuja. Los nudillos tocan un lado del cuello. Las manos se despliegan. Los dorsos de las manos se aprietan contra la nuca. Las bases de las manos aprietan la mandíbula. Los codos se alzan. Los dedos envuelven el cuello. Los pulgares se pliegan. Las manos se acercan a la mandíbula. Tapan las orejas. Las yemas de los dedos raspan un lado de la cabeza. El pelo cosquillea las yemas de los dedos al pasar. Los pulgares van a la zaga de los dedos. Los brazos se extienden. Los dedos se despliegan. Los hombros se estiran. Brazos hacia fuera. Las piernas se doblan por las rodillas. La pelvis empuja a la derecha. La rodilla izquierda se echa sobre la cama. La rodilla derecha se echa sobre la cama. La pierna izquierda se extiende. La mano derecha agarra. El codo se acerca a la nariz. Toca. Los dedos se abren. El aire de los pulmones es expulsado a través de la nariz. El pulgar y el índice pellizcan limpiando la mucosidad sobre el labio. Mocos acumulados en el orificio nasal derecho. Se limpian. El dedo índice bloquea la salida del orificio nasal derecho. Exhalación. Los mocos salen por el orificio nasal derecho. El codo se extiende. Los dedos se abren. El índice acaricia el exterior del pulgar. Respiración. La mano derecha se retuerce. El pie derecho impulsa el cuerpo hacia delante. La cadera derecha se estira. La rodilla derecha cae, casi toca la cama. Los músculos del muslo derecho y del glúteo izquierdo se estiran. Los mocos bajan por la nariz hasta el fondo de la garganta. La lengua junta saliva y mocos. Traga. La mano derecha se acerca a la nariz.
Rededea. Estornudo y cruz. La longitud del dedo limpia libre. Mano triste. Corre por debajo del muslo, desojado. Pantorriblado. Movimientos periféricos que se narran. Una respiración fresca abajo a la derecha. La mandíbula encuentra los dientes apretados. La parte exterior del colmillo inferior rechina fortísimo, rechina va, viene. De camino es imposible alcanzar la encía. Desde allí nace el colmillo derecho. Sin embargo, frota poco. Sin embargo, lo más probable es que sea más pequeño. Abajo el desfiladero. La saliva requiere cierta atención. La boca en general. La lengua relampagueante. Palmada. Los nudillos con los pulgares. Los nervios rebotan, arriba y abajo, arriba y abajo. En un movimiento vertical, los movimientos son verticales. Movimiento horizontal, aquellos de origen nervioso en particular. Sobresalen. Los dientes ya no se relajan. Dientes no se tocan. Los paladares están abiertos. La sobremordida, claro. Los dientes inferiores vuelven a ponerse sobre los superiores. Jamás golpean las encías, siempre golpean detrás. Los dientes jamás van a tocarse si no es porque caen. La caída nace de las encías. Esto no sucede. Sobresalen frente a la fila superior. Hurra, la formación superior de encías no lo va a permitir. A la inversa, desde atrás desde delante. Y aun así, nada sucede. Raspa la mano. Ahora se estira. A rodillas. Eructa. Dentro de la profundidad del beso la nariz. Hecho detrás. Para el azote en las nalgas. Alivio. Sigue el tragar. En algún lugar entre los dos paladares. No llega al cielo de la boca. Y flota con los dientes. Entrando. Lo rascaron dos. Pulgar hacia arriba, le gusta, sí. Vuelve al regazo. Cero derecho y dedo gordo, juntos. Atrapados en el zapato. Tomado y reemplazado. Viene a la cara y ajusta a negro. Resbala poco, hace ruido y lo lleva a la mano izquierda. Así articula palabras el índice. Pela la cresta afilada. Forzado y simétrico y el último al sonido. Deja que los movimientos sigan su curso. Voltea el borde plateado y plano mientras está en el sitio. Cabeza dedo y dedo índice. La liviana mano ociosa.
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“Encuentro con Kenneth Goldsmith” por Jorge Carrión (La Vanguardia, 03-09-2018)
“En mi infancia no pasó nada”, me dice el poeta norteamericano Kennet Goldsmith, los ojos claros mirándome a través de sus quevedos, antes de hacer una pausa dramática. Vivían en un barrio residencial a veinte minutos de Nueva York. Su padre -comerciante judío de abrigos de mujer- y su madre -florista-, como el resto de matrimonios del vecindario, habían optado por aquellas casas todas iguales, con jardín delantero y el segundo coche en la entrada del garaje, porque garantizaban la tranquilidad y la seguridad: “Era todo muy aburrido, yo no hacía más que mirar todo el día la televisión, todo aquel aburrimiento me condujo a las drogas en la secundaria, por supuesto”. ¿Y qué leías? “Pues no lo recuerdo, la verdad, era -eso sí- el lector más rápido del colegio, leía más cantidad de libros que nadie de mi edad, nunca me interesó la calidad”,
La respuesta está a la altura de la leyenda. El autor de Inquieto (La Uña Rota), un poemario sin lirismo que narra con pulcritud forense lo que hace un cuerpo durante las trece horas diurnas un 16 de junio, Boomsday; o de Capital New York, Capital of the 20th Century (Verso) , un remake del Libro de los pasajes de Walter Benjamin confeccionado a partir de decenas de citas sobre aspectos de la capital americana del siglo XX; o de Escritura no-creativa: la gestión del lenguaje en la era digital (Caja Negra), el ensayo emblemático sobre la postproducción en poesía, el reciclaje de materiales lingüísticos en nuestro mundo sin espacio para la idea de genio ni la de originalidad, no podía responder a mi pregunta sobre las lecturas fundamentales de su adolescencia con un canon convencional. Vio mucha tele, se drogó mucho, leyó mucho: así fue su formación de antipoeta.
¿Te sientes igual de cómodo con la idea de ser un escritor que con la de ser artista?, le pregunto: “Ahora ya sí, pero ha sido un largo proceso; yo quería ser arquitecto, pero el profesor me pilló fumando hierba y me expulsó de la clase, de modo que me refugié en el taller de artes y comencé con la escultura; estudié en la escuela de diseño de Rhode Island y durante varios años me pensé como un escultor, mi obra estaba hecha de texto, eran obras acumulativas, un poco al estilo de Arman”. Durante algún tiempo se identificó con los artistas del “arte povera”, porque también él trabaja con la basura de la información, con el spam del lenguaje: “Pero un día vi una gran exposición sobre ese supuesto arte pobre y me di cuenta de que esos artistas cultivaban el viejo mito romántico, vivían en el glamour, eran cualquier cosa menos pobres”. Tras publicar más de diez libros de literatura conceptual, “desde que pasé de los cincuenta me siento a gusto tanto en mi condición de artista visual como en la de poeta”.
Como primer poeta laureado del MoMa, en el 2011, tuvo la oportunidad de invitar a trescientos poetas para que recitaran en el museo de arte contemporáneo y de conocer a Obama: “Fue una gran experiencia, es un tipo realmente inteligente...Fue un honor, un honor que se multiplica por mil cada día de la presidencia de Trump”. ¿Escribirás sobre Trump?, le pregunto. “No, no creo, todo el mundo lo está haciendo”, responde subiéndose los quevedos con el dedo índice, “pero te confieso que me interesa la escritura de Trump en Twitter, recuerda a la de Pound, es muy modernista; y también me interesa mucho toda la cuestión de las noticias falsas, de la manipulación del lenguaje, de la dialéctica negativa: hay mucho que pensar sobre el fenómeno Trump a partir de lo que aprendimos de la Escuela de Frankfurt”.
En los últimos meses ha bajado el nivel de actividad de Goldsmith en la red social. Se debe precisamente a la presencia caníbal de Trump: “No me siento cómodo compartiendo ese espacio con Potusl”.
En su paso por Barcelona habló de Andy Warhol como inventor de internet; después partió hacia París, donde protagonizó una performance en el Louvre y aprovechó la excursión europea para encontrarse con su hijo de dieciocho años, que vive en Suiza: “Salimos por los clubs de Barcelona, me encanta volver a esta ciudad”.
Goldsmith es el gran dj de la literatura del siglo XXI. No es solo pinchadiscos y poeta de remake, también da clases de uncreative writing en la universidad de Pennsylvania y es el editor de Ubu Web, la plataforma de poesía, vídeo y sonido experimental, que se nutre de materiales hispanoamericanos a través de conexiones con Ciudad de México y con el Macba y Eduard Escofet: “Un gran tipo, también conozco a Reinaldo Laddaga y a Eduardo Lago, porque viven en Nueva York, y sé que el escritor mexicano Heriberto Yépez me odia, porque he visto que me llama poeta trumpiano en Twitter, pero mi relación es más fuerte con la poesía brasileña que con la hispanoamericana. Conocí a Haroldo de Campos y he estudiado la poesía concreta, que es fascinante”.
En toda trayectoria de un gran creador hay un momento de crisis, que tus enemigos aprovechan para dar salida a su bilis acumulada. El de Goldsmith fue el 13 de marzo de 2015, cuando leyó en la Universidad de Brown el poema El cuerpo de Michael Brown, una apropiación del texto de la autopsia de la víctima negra de un policía blanco. La polémica fue feroz, alimentada por la gasolina y la hoguera de las redes sociales: “Nunca se trató sobre el problema racial, fue cuestión de carreras, hay muchos poetas que no soportan que yo haya aportado algo nuevo, que mi obra sea innovadora, y aprovecharon la oportunidad para atacarme. Lo raro fue que al final sí que se volvió una cuestión de raza, porque sacaron mi condición de judío, hablaron de mi nariz, de mi barba, que si era o no hasídica, fui yo finalmente la víctima racial”.
El Pueblo del Libro. “Nunca había pensado en tu obra desde esa perspectiva”, le digo, “y es cierto que el modo en que tu obra se relaciona con el lenguaje se puede ver desde la luz de la cabala, del culto al texto, de esa tradición”: “En efecto, tanto mis primeras esculturas como mis obras más recientes, en que he impreso textos encontrados por internet, tienen una dimensión hebrea”,
Está casado con la reconocida artista conceptual Cheryl Donegan. Tiene dos hijos. Me pregunto si ellos también recordarán su infancia como un espacio aburrido. “Una última pregunta”, le digo: “Cuando antes me has hablado de las lecturas de tu juventud, la droga, la tele, la lectura a mil por hora, ¿eras sincero?. Me responde, con media sonrisa en los labios, antes de despedirnos: “Toda entrevista es una performance, ¿o no?”.
Jorge Carrión (La Vanguardia, 03-09-2018)
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Pasajes del libro “Fidget” de Kenneth Goldsmith ( http://www.vallejoandcompany.com/fidget-de-kenneth-goldsmith/ )
El traductor Carlos Bueno nos hace entrega de algunos pasajes del libro Fidget (Inquieto), del estadounidense Kenneth Goldsmith, publicado en español por la editorial La Uña Rota.
10:00
Párpados abiertos. La lengua cruza el labio superior al desplazarse de izquierda a derecha de la boca siguiendo el arco del labio. Traga. La mandíbula aprieta. Rechina.
Se estira. Traga. La cabeza se alza. El brazo derecho doblado desliza la almohada bajo la cabeza. El brazo se endereza. Gira en el sentido contrario de las agujas del reloj con el codo hacia el techo. La lengua abandona el interior de la boca pasando entre los dientes. La lengua vuelve al interior de la boca. La palma se mueve en espiral. El pulgar se estira. Los otros dedos envuelven. Aprietan. El codo se dobla. El pulgar se acerca al hombro. La articulación del pulgar toca el bíceps. El codo gira hacia arriba mientras los nudillos del puño se apiñan en el cuello. La mano derecha se aprieta. El pulgar frota los nudillos. Puño al hombro derecho. El codo derecho empuja. Los nudillos tocan un lado del cuello. Las manos se despliegan. Los dorsos de las manos se aprietan contra la nuca. Las bases de las manos aprietan la mandíbula. Los codos se alzan. Los dedos envuelven el cuello. Los pulgares se pliegan. Las manos se acercan a la mandíbula. Tapan las orejas. Las yemas de los dedos raspan un lado de la cabeza. El pelo cosquillea las yemas de los dedos al pasar. Los pulgares van a la zaga de los dedos. Los brazos se extienden. Los dedos se despliegan. Los hombros se estiran. Brazos hacia fuera. Las piernas se doblan por las rodillas. La pelvis empuja a la derecha. La rodilla izquierda se echa sobre la cama. La rodilla derecha se echa sobre la cama. La pierna izquierda se extiende. La mano derecha agarra. El codo se acerca a la nariz. Toca. Los dedos se abren. El aire de los pulmones es expulsado a través de la nariz. El pulgar y el índice pellizcan limpiando la mucosidad sobre el labio. Mocos acumulados en el orificio nasal derecho. Se limpian. El dedo índice bloquea la salida del orificio nasal derecho. Exhalación. Los mocos salen por el orificio nasal derecho. El codo se extiende. Los dedos se abren. El índice acaricia el exterior del pulgar. Respiración. La mano derecha se retuerce. El pie derecho impulsa el cuerpo hacia delante. La cadera derecha se estira. La rodilla derecha cae, casi toca la cama. Los músculos del muslo derecho y del glúteo izquierdo se estiran. Los mocos bajan por la nariz hasta el fondo de la garganta. La lengua junta saliva y mocos. Traga. La mano derecha se acerca a la nariz.
(pg.17-18)
19:00Rededea. Estornudo y cruz. La longitud del dedo limpia libre. Mano triste. Corre por debajo del muslo, desojado. Pantorriblado. Movimientos periféricos que se narran. Una respiración fresca abajo a la derecha. La mandíbula encuentra los dientes apretados. La parte exterior del colmillo inferior rechina fortísimo, rechina va, viene. De camino es imposible alcanzar la encía. Desde allí nace el colmillo derecho. Sin embargo, frota poco. Sin embargo, lo más probable es que sea más pequeño. Abajo el desfiladero. La saliva requiere cierta atención. La boca en general. La lengua relampagueante. Palmada. Los nudillos con los pulgares. Los nervios rebotan, arriba y abajo, arriba y abajo. En un movimiento vertical, los movimientos son verticales. Movimiento horizontal, aquellos de origen nervioso en particular. Sobresalen. Los dientes ya no se relajan. Dientes no se tocan. Los paladares están abiertos. La sobremordida, claro. Los dientes inferiores vuelven a ponerse sobre los superiores. Jamás golpean las encías, siempre golpean detrás. Los dientes jamás van a tocarse si no es porque caen. La caída nace de las encías. Esto no sucede. Sobresalen frente a la fila superior. Hurra, la formación superior de encías no lo va a permitir. A la inversa, desde atrás desde delante. Y aun así, nada sucede. Raspa la mano. Ahora se estira. A rodillas. Eructa. Dentro de la profundidad del beso la nariz. Hecho detrás. Para el azote en las nalgas. Alivio. Sigue el tragar. En algún lugar entre los dos paladares. No llega al cielo de la boca. Y flota con los dientes. Entrando. Lo rascaron dos. Pulgar hacia arriba, le gusta, sí. Vuelve al regazo. Cero derecho y dedo gordo, juntos. Atrapados en el zapato. Tomado y reemplazado. Viene a la cara y ajusta a negro. Resbala poco, hace ruido y lo lleva a la mano izquierda. Así articula palabras el índice. Pela la cresta afilada. Forzado y simétrico y el último al sonido. Deja que los movimientos sigan su curso. Voltea el borde plateado y plano mientras está en el sitio. Cabeza dedo y dedo índice. La liviana mano ociosa.
(pg. 101-102)
Kenneth Goldsmith, Inquieto, Trad. Carlos Bueno Vera, Ed. La Uña Rota, Segovia, 2014, 159 págs..
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