POESÍA SOCIAL
PUERTO RICO
FERNANDO GONZÁLEZ ALBERTY (Fte.- PROJETO EDITORIAL - BANDA HISPÁNICA. Autor: DAVIDCORTÉS CAVÁN)
"González Alberty nació en 1908 en Yabucoa, Puerto Rico, y murió en la ciudad de San Juan el 14 de febrero de 1997. Debió haber tenido veintiún años cuando se unió al movimiento atalayista, uno de los movimientos de vanguardia más importantes de la poesía puertorriqueña de finales de la década del 20. Entre sus fundadores se encuentran los poetas Graciany Miranda Archilla, Clemente Soto Vélez, Alfredo Margenat y Antonio Cruz y Nieve. Fue Miranda Archilla quien sugirió la idea del grupo y le dio nombre y coherencia al atalayismo, estableciendo las bases y directrices del movimiento. Buscaba, como me contara una tarde el mismo Miranda Archilla en su apartamento de Queens, en Nueva York, “remover las frondas de la poesía puertorriqueña”. Es decir, crear un movimiento innovador que rompiera con la pesada carga de la tradición lírica del momento y hacer una poesía nueva y diferente cuyo lenguaje estuviera más acorde con las poéticas de las vanguardias europeas y latinoamericanas. Pese a esta actitud innovadora hay que reconocer, sin embargo, que en sus comienzos las composiciones de estos poetas estaban matizadas de imágenes modernistas y de un de léxico que todavía necesitaba más depuración de los elementos que buscaban impartir a sus obras. Pero a medida que el movimiento se afirma, van apareciendo en los periódicos y revistas del país poemas que contrastan con el enfoque y la visión de la poesía que se estaba escribiendo en ese tiempo. En sus poemas, cuentos y manifiestos literarios los atalayistas se manifestaban como los portadores de la nueva vanguardia puertorriqueña. De una vanguardia que hoy día hay que ir definiendo a la luz de sus logros literarios y de las situaciones sociopolíticas que estos poetas reflejan en sus textos.
Sobre el atalayismo, sus intenciones y su significación en la poesía puertorriqueña véase, por ejemplo, al crítico y poeta Luis Hernández Aquino miembro del grupo y en cuyo libro, Nuestra aventura literaria (San Juan, Editorial UPR, 1966), nos ofrece un importante capítulo sobre el origen de la Atalaya, la amistad y relación de estos poetas, y la naturaleza y proyección de este movimiento. González Alberty es uno de los poetas, juntamente con otros pintores y músicos, de los que primeramente se unen al grupo atalayista o la Atalaya de los dioses, como originalmente se llamó. Su poesía se distingue por la vitalidad de sus imágenes y el tono novedoso de su expresión creadora, aunque algunos de sus poemas muestren a veces cierto hermetismo ocasionado quizás por el mismo afán de novedad que guiaba al poeta. Hay en Grito una visión de la realidad social, y otra que parece desatenderse del entorno para sostener un diálogo con el cosmos. El título puede interpretarse como una protesta social y como el compromiso de un poeta que quiere hacer sentir una voz diferente entre las nuevas generaciones. Desde el comienzo de la lectura “Vestíbulo” sirve de punto de partida para guiar el mensaje del libro. En esta nota introductoria González Alberty se presenta como un poeta que encarna un nuevo “ritmo” lírico, es decir, un pensamiento novedoso capaz de renovar el lenguaje y los temas poéticos de su tiempo: “soy una antena cósmica atenta al ritmo nuevo de la época”, nos dice; para luego enfatizar: “En mis hilos se enredan las voces del siglo—el grito fuerte de la revolución ideológica—”. Ese “grito fuerte” no es el grito de la angustia o la desesperación sino el grito que reclama, por un lado, justicia y equidad para el pobre y oprimido y, por otro, proclama la nueva estética atalayista, esto es, una nueva sensibilidad respecto al lenguaje. Así cuando el poeta menciona el “sonido trece en el pentagrama de la moderna estética”, de lo que nos está hablando es de la experimentación con el léxico y los temas vanguardistas que estaba llevando a cabo en su poesía.
Los poemas que aparecen en esta nueva edición son los mismos que González Alberty publicó en las revistas más importantes del país a finales del ‘’28 y comienzos de la década del ’30, y los que componen la totalidad del libro. Grito fue publicado bajo el sello editorial de la Atalaya de los dioses y es – pienso- el más representativo de los tres poemarios atalayistas publicados en los años 1930 y 1931. Me refiero a Responsos a mis poemas náufragos (1930) de G. Miranda Archilla, y Niebla lírica (1931) de Luis Hernández Aquino. Conviene recordar, que en la evolución creativa de estos poetas, y me refiero ahora sólo a Graciany Miranda Archilla y Clemente Soto Vélez, sus libros más importantes y reveladores serían escritos y publicados más tarde, algunos fuera de Puerto Rico, lejos ya de aquella primera exploración y el ambiente de pasión poética que fue el atalayismo. Doy como ejemplo a Escalio (1937), Abrazo interno (1954), Árboles (1955) y Caballo de palo (1959) de Soto Vélez o Himno a la Caballa (1971) y Hungry Dust (1988) de Miranda Archilla todos publicados en el exterior (de éste último véase la nueva versión bilingüe documentada del crítico y traductor Orlando José Hernández, Hungry Dust: Polvo hambriento: Lima, Ed. El Santo Oficio, 2004).
En Fernando González Alberty encontramos un poeta que encarna un sentido moderno de la imagen poética y una actitud nueva de lo que quería que fuera la poesía. Publica un solo libro y luego no sabemos qué circunstancias lo alejan de la escritura (si es que alguna vez estuvo alejado), o por qué no continúa escribiendo y publicando. Grito, su único libro, refleja la conciencia de un joven poeta que es capaz de intuir en el lenguaje sus propias exigencias o las que representaban su escritura en ese momento para el público lector o para el grupo atalayista mismo. Su libro nos ofrece dos dimensiones que se complementan: una se centra en el entorno social y otra, de matiz más hermético, se proyecta dentro de una armonía cósmica. Por eso al entrar en los temas de su poesía hay que destacar estas líneas divisorias que se proyectan e intercalan creando varias posibilidades interpretativas de su obra.
En la primera sección se agrupan poemas como “Mesalina”, “El limpiabotas” y “Tienda de amor” que describen una dolorosa realidad social. Son poemas que transmiten lo que el poeta siente y observa. Mesalina es un símbolo de esa realidad como lo es también el limpiabotas: “Mesalina derrama su hisopo de caricias / y fija precio yanqui / a su materia ajada”, señala el hablante proyectando la silueta de un cuerpo consumido por la fatiga del deseo carnal y víctima de la lujuria de los hombres. El poema “El limpiabotas” representa otra imagen social. Es también la estampa humana de un humilde oficio que aún persiste en nuestros países. Un personaje que busca sobrevivir en un ambiente de carencia y opresión: “El duro lecho del zaguán / golpea el abdomen vació / que aúlla su apetito / e implora la anestesia del sueño”. Sólo la muerte lo rescata del vacío y la indiferencia. Otro poema representativo de un ser agobiado por la rutina abrumadora del oficio es “Policía de tráfico”. Casi parece la escena teatral de un escenario que no descarta el humor. En esta misma sección encontramos poemas que buscan fundir la vida del poeta con el cosmos. Poemas como “Duelo cósmico”, “Ritmo astral”, “Astronomía espiritual” contienen al libro elementos evocadores del espacio y los astros. El poeta tiende la mirada hacia los astros para sentirlos como materia o lenguaje vivo del ritmo de las constelaciones. No ve en el espacio un refugio sino una forma de conocimiento: “Aprende, / cual lección de astronomía, / el poema de color del horizonte—”, nos dice en “Ritmo astral”. Y más adelante: “Escucha la canción / de las sopranos luminosas / de las constelaciones—”. Aquí el hablante poético se proyecta hacia un plano vertical buscando en el espacio una especie de unidad y conocimiento que refleje también su realidad y la del ambiente de sus textos. Encontramos en estos poemas la configuración de elementos astrales y de imágenes que presentan a veces una mayor dificultad de interpretación. En “Duelo cósmico” el cielo estrellado de la noche se convierte en un duelo nocturno de dimensiones infinitas. La noche estrellada es todo un inmenso acontecimiento de sombras y luces que dan la bienvenida a una estrella que nace como un reflejo de la frágil condición humana: “Estrellita lejana / --símbolo de almita blanca-- / proyecta su tragedia prematura / en el cinema de la eternidad—”. Allí están los querubes, las “flores del cielo” y las nubes como “monjas vestidas de elegía” con sus “salterios de negros aljófares” para con las “compasivas constelaciones” acallar el dolor. Porque en el fondo “Duelo cósmico” es una imagen universal del dolor humano; refleja al planeta y al universo entero como elementos contemplativos de una humanidad trágica. Por eso en la escala más alta de ese espacio las constelaciones arrojan su luz solidaria y consoladora del destino humano. Otro poema, “Erotismo geométrico” proyecta el juego erótico de dos aves que en el paisaje crepuscular se funden en un amoroso y colorido vuelo. En “Autonomía espiritual” la vida se convierte en sustancia del universo. Un universo que contiene una visión evocadora que cristaliza el sentimiento de libertad del poeta: “Mi alma, entonces, / radiará el mensaje: / --desmadeja de cofre esférico—”; y este sentimiento es también una imagen visual de su interioridad.
Estos temas le confieren a la poesía de González Alberty nuevas vías imaginativas que va mucho más allá de lo que comúnmente se estaba escribiendo entre los poetas de su generación. Sus composiciones rescatan nuestra mirada del ámbito terrenal para transportarnos a otro escenario, a otro plano donde el espacio representa un lenguaje que determina una visión de dimensiones cósmicas que nos trasmite una impresión humana y diferente del universo.
En la segunda sección se reiteran situaciones y motivos de temática social. Se enfatiza la conciencia de un hablante que se identifica con el dolor y la explotación del prójimo. Son poemas escritos en un lenguaje más directo que nos habla de la carencia y el dolor humano, y la indiferencia de algunos ante las condiciones socioeconómicas que vive el país. En el poema “Grito”, que señala además el título del libro, se denuncia un ambiente donde impera el conformismo, la explotación y la desigualdad social. El poeta siente que se vive artificiosamente y que esa actitud ante la vida necesita trasformarse: “La boca de la historia / dispara el grito bélico / por las calles cuajadas / de servilismo y hambre”; dice, expresando una visión negativa del ambiente. En el poema “Hostos” critica el sentimiento de indiferencia y la falta de voluntad y de compromiso de varios sectores de la población para apoyar las ideas progresistas del patriota: “…perros de presa aullaron / a tu locura libertaria / y acosándote hasta la costa / te echaron del mapa de la patria”. En “Ilotismo” presenta un cuadro del estado marginal del obrero, y de las condiciones que lo oprimen y lo despojan de su humanidad. Es una denuncia para que éste reaccione y enfrente su realidad: “inyecta subversión a tu mansedumbre”, le dice en un verso. Y en “Protesta”, como el título mismo señala, se habla de la explotación y la vida sufrida del obrero ante la actitud de un patrón transformado por el afán de las riquezas y la avaricia: “Su Majestad E Dólar / prende el carbón de la codicia / en la conciencia patronal”, dice el hablante sugiriendo la causa de una deshumanización que es producto del materialismo de quienes controlan los medios de producción. González Alberty reconoce que la única forma de lograr un mundo más justo y humano es a través de una toma de conciencia. Por eso sus poemas se identifican con los más humildes y vulnerables y describen unas condiciones sociales que deben ser transformadas para lograr una sociedad justa y equitativa. De ahí que, en cierto modo, su visión poética esté arraigada a lo terrenal, en las preocupaciones y realidades de la vida.
En el poema “Isla de Cabra” el poeta mira hacia un pasado que le señala la dureza del mundo. Las imágenes del poema se contraponen a la imagen del “huerto” en una expresión dolorosa del infortunio humano: “Isla de las patas del Diablo / Huerto de carne podrida”, le llama a la isla en un lenguaje que en cierto modo es también una censura contra todo lo que oprime y denigra al ser humano. Su visión de la vida busca crear una conciencia de cambio y de equidad social. En el poema “Labor” nos da una impresión de las penosas condiciones de trabajo que consumen la existencia del obrero. Su vida pasa como un relámpago que se desvanece en el horizonte. Y es que Grito de González Alberty nos comunica una innegable realidad: las situaciones sociales y políticas determinan el destino y la vida de los pueblos. Sus palabras no ocultan el desamparo y el sentido doloroso de la vida: “El jornalero almático / forja multíplices ensueños / --alcázares de espuma / que se proyectan verticalmente, / y al rozar con los astros / se evaporizan en la nada—”; destaca en un lenguaje que nos hace reflexionar y sentir que el poeta quiere mostrar la realidad tal como es, convencido de que las luchas pueden darle a la vida un sentido más humano. Porque en fin, el sentido singular de este libro no está solamente en el aire de novedad de sus imágenes sino en la intuición de que la auténtica poesía debe asumir una conciencia de la vida en el plano de la tierra y del espacio. "
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