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“Mañana de San Juan”, por Daniel Fernández (La Vanguardia, 25-06-2019)
La noche más corta del año -dicho sea sin entrar en precisiones astronómicas- es esa noche de San Juan que la tradición, con sus ribetes de superstición y rito ancestral, quiere mágica. Ayer tuvimos de nuevo verbena, con o sin petardos, con o sin baile, con o sin familia y amigos, con o sin entoldado… No debería faltar, en cualquier caso, alguna hoguera, por modesta que sea, algún ritual de fuego, otro de agua, por qué no ver salir el sol frente al mar, y el perfume de alguna de las plantas medicinales o aromáticas de San Juan, como la aufàbrega del poema homónimo de Joan Maragall: “Aquesta mata olorosa / de la nit de Sant Joan /llença flaire, silenciosa, / entremig de la bravada / de la nit incendiada / per tants focs que es van alçant”. Noche rara, ahora que somos ya mayores y hemos quedado casi excluidos del juego de buscar leña y muebles viejos para la hoguera, como en la canción de Serrat. O digámoslo con Sisa: “La nit de Sant Joan, és nit d’alegria / estrellat de flors, l’estiu ens arriba”.
Noche también de ausencias y de recordar a tantos que ya se nos han ido, pero noche y -sobre todo- mañana de resurrección. Los días se harán más cortos, y en el corazón del verano palpitan la decadencia del otoño y la sombra de la muerte, del invierno, pero esta de hoy es mañana de vida renacida y milagros. El mayor de todos, el del amor que consiga permanecer o colarse, empezar o seguir entre terrados y plazas, playas y campos. Podemos acudir también al romancero y a todos sus poemas donde brilla la mañana de San Juan: “Yo me levantara, madre, / mañanica de San Juan: / vide estar una doncella / riberica de la mar”, que sigue siendo una noche pagana, pues hasta en en su celebración se impone el sacramento del amor carnal: “Mañanita de San Juan, / mañanita de primor, / cuando damas y galanes / van a oír misa mayor. / Allí va la mi señora, / entre todas la mejor (…) / el que cantaba en el coro / en el credo se perdió; / el abad que dice misa / ha trocado la lección; / monacillos que le ayudan, / no aciertan responder, non, / por decir Amen, Amen, / van diciendo Amor, Amor”. Lo mismo encontramos la ventura que “hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan”, que es uno de los mejores romances de todos, dicho sea con permiso de Menéndez Pidal...
Hay también un rastro antiguo de poemas en los que los caballeros o los moros justan o echan lanzas para impresionar a las damas en la mañana de San Juan. Flores y cabriolas y caracoleo de caballos para celebrar la vida, pues de eso se trata. Y aunque en Menorca se tengan por únicos y especiales en ello -típico de cualquier isla, y todo lugar lo es más cuando te aíslas-, sus rituales de caballos encabritados y multitudes hunden sus raíces en ese devenir de los días y las estaciones, bajo ese mismo cielo que todos compartimos, con unas pocas noches y alguna mañana que nos recuerdan a un tiempo que somos mortales, pero que el ciclo continúa. Y que veremos otro verano más, un verano más. Esa es la promesa de esta mañana…
Daniel Fernández (La Vanguardia, 25-06-2019)
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“Mañana de San Juan”, por Daniel Fernández (La Vanguardia, 25-06-2019)
La noche más corta del año -dicho sea sin entrar en precisiones astronómicas- es esa noche de San Juan que la tradición, con sus ribetes de superstición y rito ancestral, quiere mágica. Ayer tuvimos de nuevo verbena, con o sin petardos, con o sin baile, con o sin familia y amigos, con o sin entoldado… No debería faltar, en cualquier caso, alguna hoguera, por modesta que sea, algún ritual de fuego, otro de agua, por qué no ver salir el sol frente al mar, y el perfume de alguna de las plantas medicinales o aromáticas de San Juan, como la aufàbrega del poema homónimo de Joan Maragall: “Aquesta mata olorosa / de la nit de Sant Joan /llença flaire, silenciosa, / entremig de la bravada / de la nit incendiada / per tants focs que es van alçant”. Noche rara, ahora que somos ya mayores y hemos quedado casi excluidos del juego de buscar leña y muebles viejos para la hoguera, como en la canción de Serrat. O digámoslo con Sisa: “La nit de Sant Joan, és nit d’alegria / estrellat de flors, l’estiu ens arriba”.
Noche también de ausencias y de recordar a tantos que ya se nos han ido, pero noche y -sobre todo- mañana de resurrección. Los días se harán más cortos, y en el corazón del verano palpitan la decadencia del otoño y la sombra de la muerte, del invierno, pero esta de hoy es mañana de vida renacida y milagros. El mayor de todos, el del amor que consiga permanecer o colarse, empezar o seguir entre terrados y plazas, playas y campos. Podemos acudir también al romancero y a todos sus poemas donde brilla la mañana de San Juan: “Yo me levantara, madre, / mañanica de San Juan: / vide estar una doncella / riberica de la mar”, que sigue siendo una noche pagana, pues hasta en en su celebración se impone el sacramento del amor carnal: “Mañanita de San Juan, / mañanita de primor, / cuando damas y galanes / van a oír misa mayor. / Allí va la mi señora, / entre todas la mejor (…) / el que cantaba en el coro / en el credo se perdió; / el abad que dice misa / ha trocado la lección; / monacillos que le ayudan, / no aciertan responder, non, / por decir Amen, Amen, / van diciendo Amor, Amor”. Lo mismo encontramos la ventura que “hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan”, que es uno de los mejores romances de todos, dicho sea con permiso de Menéndez Pidal...
Hay también un rastro antiguo de poemas en los que los caballeros o los moros justan o echan lanzas para impresionar a las damas en la mañana de San Juan. Flores y cabriolas y caracoleo de caballos para celebrar la vida, pues de eso se trata. Y aunque en Menorca se tengan por únicos y especiales en ello -típico de cualquier isla, y todo lugar lo es más cuando te aíslas-, sus rituales de caballos encabritados y multitudes hunden sus raíces en ese devenir de los días y las estaciones, bajo ese mismo cielo que todos compartimos, con unas pocas noches y alguna mañana que nos recuerdan a un tiempo que somos mortales, pero que el ciclo continúa. Y que veremos otro verano más, un verano más. Esa es la promesa de esta mañana…
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