TOMO II
Tercer período: Madurez
La sirena del norte
(cont.)
De aquel mar la Sirena melodiosa
Es nuncio de consuelo;
Cuando ella canta, el pescador reposa,
Huyen las nubes... se serena el cielo.
Vésela entonces parecer ligera
Cual niebla de verano,
O en los bosques vagar de la ribera,
O surcando la espuma del Océano.
Luce a veces cual raudo meteoro,
Sobre el oscuro monte;
O allá, cayendo el sol, cual nube de oro,
Asoma sobre el líquido horizonte.
Ora se asienta en el escollo alzado,
Que el huracán azota;
Ora sobre un bajel abandonado,
A la merced de las tormentas flota.
Busca la vista alguna vez en vano
Dó resuena su acento:
Otras también la voz del Océano
Su voz asorda, o se la lleva el viento.
Yo la vi un tiempo en mi natal ribera
De la noche a deshora,
Tender fulgente en la estrellada esfera
Ráfaga hermosa de boreal aurora.
De allí sus alas cándida agitaba
Cual cisne en su laguna,
Y en el arpa de nácar que pulsaba,
Vibrar me pareció rayo de luna.
Lejano empero a mi sentir huía
Su remontado acento;
Tal vez allá lograban su armonía
Los globos percibir del firmamento!...
Mas tendió al fin su pavonado manto
La noche; y más vecino
Fueme ya dado interpretar su canto,
Y su concierto comprender divino.
Pasado había el áspero bramido
De equinoccial tormenta;
Era ya el tiempo en que el flotante nido
Sobre las ondas el alción sustenta.
La atmósfera brillaba transparente,
Melancólica y pura,
Cual siempre brilla en la estación doliente
En que su último adiós dice natura.
Chispas brotaba de argentada lumbre
Fosfórica la playa,
Y allá se veía en la enriscada cumbre
La hoguera relucir de la atalaya.
Sobre la mar las barcas vagarosas
Del pescador se mecen,
Que ora cruzan cual sombras silenciosas,
Ora con mil antorchas resplandecen.
Y el fruto de su afán de cuando en cuando
Cual ufano guerrero,
Sobre el marino caracol soplando,
A las playas anuncia el marinero.
Al pie solloza de la vieja ermita
El búho sus congojas:
La ráfaga de otoño el bosque agita,
Y arrancadas volar se oyen las hojas.
Entonces fue cuando elevó su acento
La escondida Sirena:
Yo no la vi; no revoló en el viento;
No apareció en las ondas, ni en la arena!
Allí sonó do escombran la ribera
Religiosas ruinas;
Allí rústico templo un día fuera;
Allí oró el pueblo fiel de las marinas.
Minó la mar sus frágiles cimientos
Al altar de la aldea;
Las ondas derribáronle y los vientos,
Y cubrirále en breve la marca.
Allí se oyó en voz; allí el sonido
De su arpa soberana;
Dulce cual melancólico gemido,
Solemne como el son de la campana.
Eran sólo infelices pescadores
Los que su canto oían;
Del puerto los tranquilos moradores
Del primer sueño en la quietud yacían.
(cont.)
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