***
Pero hoy, en esta
bendita noche, irradiaba yo mismo, el lobo estepario Harry, esta
sonrisa, nadaba yo mismo en esta felicidad honda, infantil, de
fábula; respiraba yo mismo este dulce sueño y esta embriaguez
de comunidad, de música y de ritmo, de vino y de placer
sexual, cuyo elogio en la referencia de un baile dada por
cualquier estudiante había escuchado yo tantas veces con un
poco de soma y con aire de pobre suficiencia. Yo ya no era yo;
mi personalidad se había disuelto en el torrente de la fiesta
como la sal en el agua. Bailé con muchas mujeres; también que
nadaban conmigo en el mismo salón, en el mismo baile, en la
misma música, y cuyas caras radiantes flotaban delante de mi
vista como grandes flores fantásticas; todas me pertenecían, a
todas pertenecía yo, todos participábamos unos de otros. Y
hasta los hombres había que contarlos también; también en
ellos estaba yo; tampoco ellos me eran extraños a mí; su sonrisa
era la mía, sus aspiraciones mis aspiraciones, mis deseos los
suyos.
Un baile nuevo, un fox-trot, titulado Yearning, se apoderaba del
mundo aquel invierno. Una y otra vez tocaron este Yearning, y
no dejaban de pedirlo nuevamente; todos estábamos
impregnados de él y embriagados; todos íbamos tarareando su
melodía. Bailé sin interrupción con todas las que encontraba en
mi camino, con muchachas jovencitas, con señoras jóvenes
florecientes, con otras en plena madurez estival y con las que
empezaban a marchitarse melancólicamente: por todas ellas
encantado, sonriente, feliz, radiante. Y cuando Pablo me vio
entusiasmado de este modo, a mí, a quien había tenido siempre
por un pobre diablo muy digno de lástima, entonces me miró
venturoso con sus ojos de fuego, se levantó entusiasmado de su
asiento en la orquesta, sopló con violencia en su cuerna, se
subió de pie encima de la silla, y desde allí arriba soplaba
hinchando los carrillos y balanceándose con el instrumento
fiera y dichosamente al compás del Yearning, y yo y mi pareja le
tirábamos besos con la mano y acompañábamos la música
cantando a grandes voces. “¡Ah —pensaba yo entretanto—, ya
puede sucederme lo que quiera; ya he sido yo también feliz por
una vez, radiante, desligado de mí mismo, un hermano de
Pablo, un niño!”
cont
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