"HIMNOS Y QUEJAS"
AL PARTIR A ITALIA.
{Al joven pintor D. José Pascual Valls.)
¡Cuán presto, dulce amigo,
vas a partirte de la patria hermosa!
Ya por oriente matizado el cielo
de nácar y de rosa
colora el pardo lino
del alta nave que a surcar se apresta
el férvido elemento,
arrostrando el revuelto torbellino
de crespas olas y'sañudo viento.
Bien pronto, ay Dios! desde la estéril playa,
viendo la blanca y espumosa raya
que irá dejando en pos, mis tristes ojos
llorando te darán su adiós postrero......
Tú en tanto en voz doliente
también dirás: ¡ adiós! y en la sonora
mar, perderáse, y tu bajel velero
en las brumas que arrolle el sol naciente.
¿Quien de la madre patria
cruel te arranca y de mis tiernos brazos?
¿Por qué ese infausto anhelo
de quebrantar tan deliciosos lazos?
¿Será que el fuego que en tu pecho ardía
habrá trocado en desamor y hielo
la ingratitud, como la muerte, fría?
—Ah ! no: brillar en tu pupila miro
el ansia noble que de ardor te llena:
sí; parte do te llama
esa voz que en tu espíritu resuena,
que tu fogoso corazón inflama.
Parte veloz: no ya del pecho mió
saldrán gemidos, ni clamor doliente:
mis ojos ven lo por venir: ¿ no vuelas
en pos de dulce gloria?
Ve, que tu altiva frente
será ceñida en lauro de victoria.
Italia! Italia! A tu florido seno,
bajo tu cielo azul y rutilante,
parte mi amigo de esperanza lleno.
Murmuradora brisa
sobre el tranquilo mar su nave impela,
como cándido cisne
que rozando las ondas raudo vuela.
Italia, en ti la inspiración ansiada
eterna resplandece,
por cielo y mar y tierra derramada:
tierna le acoge: su alma generosa
con tus celestes rayos ennoblece!
¡Vuélvele vencedor, Italia hermosa!
¡Feliz yo si su aroma regalado
cual tú, mi amigo, respirar pudiera!
Al sentar nuestra planta en aquel suelo
do florece perenne primavera;
inflamados del fuego misterioso
que infunde el almo cielo;
trémulo el pecho amante,
lanzáramos al viento himno glorioso
de paz y amor, en la sagrada tumba
del puro Rafael, y sacro Dante.
Mas ah ! que no me es dado
partir cual tú do con amor ferviente
las dulces Artes, de sus nobles hijos
ciñen la altiva frente.
No ves? Ya por su oriente
tu suspirado sol radiante asoma:
parte a beber sediento
la inspiración en la preclara Roma;
mas nunca olvides que la madre patria
de ti corona inmarcesible espera:
ve, y que su imagen que ante ti sonríe
brille en luz lisonjera
que al vencimiento fúlgida te guíe.
Adiós, adiós ! Cuando la rauda nave
que al piélago se lanza,
al sosegado puerto que abandona
torne feliz en plácida bonanza,
tú, que partes oscuro
la frente alzando de laurel ceñida
rendirás como ofrenda tu corona
ante las patrias aras, y yo en tanto,
sintiendo el alma de entusiasmo henchida,
consagraré a tu fama altivo canto.
FEBRERO— 1850.
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