ANTONIO ARNAO (1828-1889)

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas



VII

EL CANTO DEL CISNE

Si las cuerdas del arpa lastimera
baña la lluvia fría,
no más producen, aunque el vate quiera,
suspiros ni armonía.

¿Cómo tú, dulce amiga, pretendiste
sentir mi rudo canto
si están las cuerdas de mi lira triste
empapadas en llanto?

Mas ah ! no sabes hasta dónde alcanza
El rigor de mi pena:
Ves brillar en mis ojos la esperanza ;
Ves mi frente serena;

Jamás oyes salir del labio mió
Querellas de amargura,
Y juzgas que mi llanto es llanto impío
Agravio a mi ventura.

Mi pobre corazón, oh tierna amiga,
Herido está de muerte;
Mas la fortuna ingrata y enemiga _
Más grande lo hace y fuerte.

Abrigo una esperanza tan hermosa,
Que es mi mayor tesoro:
Y en medio del dolor que en mi rebosa,
Sin lamentarme, lloro.

Bien sabes tú que el corazón doliente
Logra la mejor palma.
¿Qué conoce del mundo quien no siente
La tristeza en el alma?

Por eso ya no puedo en mis pesares
Robar al arpa mía,
Cual en tiempo de júbilo , cantares
De insensata alegría.

Hora si el arpa entre mis manos gime,
Exhala flébil canto;
Voz que rebosa de dolor sublime
Y arranca triste llanto.

Voz que arrebata al alma en raudo giro
De la región del mundo.
Es el último canto, es el suspiro
Del cisne moribundo.

Si así quieres oír doliente y pura
Mi'cantiga sencilla,
Óyela, pues, y llanto de ternura
Bañará tu mejilla.

Mas si buscas tal vez en mis canciones
Placer, júbilo vano,
Pídelos a felices corazones...
El dolor es mi hermano.

ANTONIO ARNAO


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VIII
EL ADOLESCENTE

¡Ah! ¿No le veis? ¡Cuán hermoso!
¡ Cuán hermoso está el mancebo!
La aurora baña su frente
Con purísimos reflejos;
Sus guedejas de oro fino
Flotan a merced del viento;
Sus ojos que fe respiran
Son del azul de los cielos...
Por vez primera en su alma
Arde del amor el fuego;
Sus mejilla^ lo publican,
Publícanlo sus lamentos.
¡Oh! ¡Cuán hermoso es su rostro!
Parece un ángel, ¿no es cierto?

Niñas, niñas inocentes
Que buscáis amor sincero,
Amadle, pues no es del mundo
La llama que ardí en su seno.
Como el sol que se remonta
A inflamar el firmamento,
El sol de la adolescencia
Le inflama en divino fuego.
Rico de luz, a sus ojos
Brilla un horizonte inmenso :
Su corazón lleva el germen
De lo grande y de lo bello.
. ¿Cuál será la venturosa
Que gane su amor primero ?

Entrando va por la vida
Como en un vergel risueño
Por la pureza alumbrado ,
De blancas rosas cubierto.
Ya las pasiones se aprestan
A mancharle con su aliento:
Id vosotras, dulces niñas,
Y sed sus ángeles buenos.
Dichosa la que le entregue
Su corazón puro y tierno:
Un amor como el de un ángel
Llevará la hermosa en premio.
¡ Ah! Como dulce su rostro
Es generoso su pecho.

ANTONIO ARNAO


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IX.
LA ADOLESCENTE.

La niña Luz que inocente,
Con infantil alegría,
Feliz há poco reía ,
Recóndita pena siente.

Sus propias cuitas ignora ;
Mas conoce que es estrecho
Para el corazón su pecho ,
Y desconsolada llora.

Cuando alegre el sol despunta
Sale a cantar con las aves:
Oye sus trinos suaves
Y «¿qué decís? » les pregunta.

Va a la fuente , y en el agua
Su rostro afanosa mira;
Y, sin voluntad , suspira ,
Y mil quimeras se fragua.

Con ternísimos cantares
Saluda al sol en ocaso
Mirándole paso a paso
Hundirse triste en los mares.

Y al ver volar una hoja,
O al sentir el son del viento,
Indefinible tormento
Su corazón acongoja.

Unas veces de atan llena,
Triste mirando a la luna,
Sin conocer pena alguna
Le refiere extraña pena ;

Otras al susurro blando
Del céfiro en la enramada,
Como si fuese llamada
Respóndele suspirando;

Y si escucha los concentos
De algún cantar apacible ,
Luz , con afán indecible ,
Prorrumpe en dulces lamentos.

¿Qué vaga melancolía
Siente esta niña hechicera,
Esta niña que ayer era
Todo juegos y alegría?


¡Miradla! ¡Allí va! Murmura
Tierna oración misteriosa:
Hada parece en lo hermosa :
Es un ángel en lo pura.

¡Miradla! ¡Cuán hechicera!
¡Cuán leve y suelto su talle !
¿Es tan gentil en el valle
La cimbradora palmera?

Yaga por sus labios rojos
Fresca , inocente sonrisa :
Es su voz como la brisa ;
Son cual la noche sus ojos.

Corona de tiernas rosas
Ciñe sus negros cabellos,
Y entretejidas en ellas
Parecen muy más hermosas.

Siéntase a la sombra amiga
O De aquel álamo frondoso ,
Y presto en dulce reposo
Su afán el sueño mitiga.

¡Cuán hermosa está! Ni el viento
Sus trémulas alas mueve,
Porque a turbar no se atreve
Tan celeste arrobamiento.

Mas ¡ay! ansiosa respira...
Su mejilla palidece...
Hablar su labio parece...
¿Habla tal vez? — No , suspira.

Sueña que amante la nombra
Un ser de ternura lleno ;
Quiere estrecharle a su seno,
Mas solo estrecha una sombra.

Despierta , y triste gemido
Exhala desconsolada.
Mira en redor... no halla nada.
¡Sueño cruel! Le ha mentido.

¿Sabéis qué melancolía
Siente esta niña hechicera,
Esta niña que ayer era
Todo juegos y alegría?

ANTONIO ARNAO


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X.
EL UNO PARA EL OTRO.

Alegraos , tiernas niñas *
Rendid a sus plantas llores:
Por fin felices se hallaron
Dos leales corazones.

Gentil es él: solo alienta
Con sueños y puros goces ;
Mas ya en su pecho inocente
Late el corazón del hombre

Hermosa es ella : aun la vida
Con trémulo jubilo recorre,
Y ya siente su alma pura
El fuego de los amores.

Halláronse en el camino
De sus castas ilusiones...
— ¿Veis las cuerdas que. en el arpa
Siempre unísonas responden?

Así sus almas ardientes
Se respondieron acordes...
¡Nunca el amor de estos ángeles
El mundo mancille torpe !

ANTONIO ARNAO


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XI
EL SUELO NATAL.


Por ti, risueño valle,
Suelo de bendición , fértil llanura
Donde en florida calle
Fortunado Segura
Manso derrama su corriente pura ; /

Por ti, patria amorosa,
Donde gocé, entre sueños de inocencia
Mis años de oro y rosa,
Antes que la experiencia
Me diese el fruto de su amarga ciencia:

Por ti mi pecho siente
Férvido amor, que en ti mi gozo veo
Y con suspiro ardiente,
• En alas del deseo,
Volar dichoso a tu regazo creo.

¿Quién como tú en el mundo
Puede ostentar la ’mágica riqueza
Con que, en amor profundo,
Madre naturaleza
Benigna ornó tu celestial' belleza?

Así yo, desterrado
De tus preciadas márgenes , te lloro;
Y con dolor sagrado,
Perdido tu tesoro,
En el tropel del mundo más te adoro.

Te adoro; y cual risueña
Hada gentil que en venturoso día
Me acarició halagüeña,
Te ve mi fantasía
Y los suspiros de su amor te envía.

Los que en ansias mortales
Este mundano vértigo devora
No saben cuánto vales ,
Oh tierra encantadora!
Bella con la belleza de la aurora.

¿Sabéis lo que es un cielo
En que desparce el sol fúlgida llama,
Como abrasado velo
Con que en júbilo inflama
A la modesta virgen a quien ama ?

¿Sabéis qué es una bella
Ciudad gloriosa que, entre ricas flores
Está como doncella
De encantos seductores
Arrullada por céfiros y amores?

Allí, vergel pomposo,
Do apenas toca la aterida mano
Del invierno rugoso,
Ni el cierzo en soplo insano
Apaga el blando fuego del verano;

Allí frondosos crecen
Al grato riego del sereno río
Arboles que parecen
Destilar en estío
Refrigerante lluvia de rocío.

Allí, en rico tesoro
De blanco azar, naranjo y limonero
Muestran fruto de oro,
Cuyo aroma hechicero
Difunde el aura en soplo lisonjero.

Y sin que ser alguno
Su gentileza mágica avasalle,
Ni su vigor moruno,
Reina del ancho valle,
La palmera oriental irgue su talle.

¿Cómo olvidar mi mente
Tus tibias noches, tus alegres días,
Tu vaporoso ambiente,
Las vagas armonías
Que en alas de los céfiros envías?

No los tiempos atajen
Tu sagrada memoria en que me inflamo;
Ni en mí borren la imagen
De cuantos seres amo,
Y en el tropel del mundo en balde llamo.

¡Nunca será! Mi pecho
Que en estas tierras áridas, espira
Como en ámbito estrecho,
Por ti, por ti delira
Y en sueño eterno de placer te mira.

¡ Así en mi amante lucha,
Al exhalar mi acento dolorido,
El viento que me escucha,
De amor enternecido,
Lleve a ti mí canción y mi gemido!

Y sin que ser alguno
Su gentileza mágica avasalle,
Ni su vigor moruno,
Reina del ancho valle,
La palmera oriental irgue su talle.

¿Cómo olvidar mi mente
Tus tibias noches, tus alegres días,
Tu vaporoso ambiente,
Las vagas armonías
Que en alas de los céfiros envías?

Preciosa identificación de patria con terruño... sin grandilocuencias vanas.

ANTONIO ARNAO


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XII


A UNA CAMPESINA,

Campesina , tú que vives
En tan gratas soledades,
Con el corazón más puro
Que el lucero de la tarde,

No dejes la pobre choza
Donde murieron tus padres,
Ni estos campos solitarios
Que la paz dichosos hace.

No dejes tu dulce vida,
Más dulce que tus cantares,
Aunque te llame el estruendo
De las soberbias ciudades.

Yo que triste en ellas vivo
Vengo a respirar el aire
De estas alegres colinas,
De este floreciente valle.

Las penas que en ellos paso,
Las penas y los afanes
Díganlas mis tristes ojos
Y mi marchito semblante;

Dígatelas la sonrisa
Que amarga a mis labios sale
Para anunciar la tristeza
En que el alma se deshace.

No trueques tu humilde choza,
Ni tus humildes sayales,
Ni tus blancas ovejuelas,
Ni tus palomas torcaces,

Por los soberbios festines,
Por las danzas y los bailes,
Por el oro y el brocado,
Por los palacios reales.

Más vale ese corderillo
Que tu mano amiga lame,
Y ese perro que a tus plantas
Fiel espera que le halagues ,

Que las casas de los reyes,
Tan ricas y deslumbrantes,
Donde en cadenas de oro
Vive el alma miserable.

Mira que yo te lo digo,
Mira que tú no lo sabes;
Díganlo sino mis ojos,
Dígatelo mi semblante.

ANTONIO ARNAO


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AMOR DE LOS TRISTES.

Ayer cuando en nubes de fuego y de oro
El sol sepultaba su regio esplendor,
Sentado a tus plantas, oh hermosa que adoro
Bañaba mi mano tu angélico lloro
De paz y de amor.

Las tristes cadenas del alma rompía
Que esclava la tienen en cárcel mortal,
Y en plácido vuelo triunfante subía
Allá donde nunca se extingue del día
La luz celestial!

Llorando apacibles tus ojos dijeron:
« Ve en paz , astro puro, ve en paz a morir.
«¡ Cual tú, de mi alma las dichas huyeron!...
« ¡ Vendrás tú mañana, mas ellas se fueron
«A nunca venir...!»

« También mi ventura — dijeron mis ojos —
< Murió sepultada del mundo en el mar...
«¡ Esclava es el alma de angustias y enojos...!
« ¡Sus campos de flores en campos de abrojos
«Ha visto trocar!»

Entonces con hondo suspiro de anhelo
«¡ Amémonos siempre!» clamamos los dos:
«Los tristes ¡ ay ! tienen el dulce consuelo
« De amarse en la tierra y amarse en el cielo
«.Delante de Dios.»

ANTONIO ARNAO


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XIV.

LA MUERTE DEL ANCIANO.

LOS NIÑOS.

Abuelo ¿ porqué sonríes
Y suspiras á la par?
¿Porqué suenan tus palabras
Con más amor y piedad
Cuando dos lágrimas tristes
Tu rostro surcando van ?

EL ABUELO.

Esta sonrisa que veis
Llena de amor y de paz
Es porque siento en el alma
Esperanza celestial;
Mas mis lágrimas os dicen
Que os quedáis en soledad.

LOS NIÑOS.

No nos digas , pobre abuelo,
Que pronto a dejarnos vas,
Porque nunca de tu lado
Nos querremos apartar.

Así en derredor del lecho
Los niños diciendo están,
Mientras humilde a sus plantas
Duerme su perro leal.

EL ABUELO.

Yo quisiera, prendas mías,
Que quedáis en orfandad,
Al emprender el viaje
Para nunca más tornar,
Abrir, abrir vuestros ojos
A la luz de la verdad,
Y enseñaros lo que el tiempo
Muy tarde os enseñará.
Vendrá un día en que veréis
Como soles despuntar
Mil quimeras, que a seguirlas
Tal vez os arrastrarán:

Más dulces que las sirenas
Cuando cantan en la mar
Dirán : « Venid » , mas vosotros
No las escuchéis jamás.

Así dice el triste anciano ,
Lleno de amoroso afán,
Cuando la luz de sus ojos
Comienza a faltarle ya.

LOS NIÑOS.

¿Por qué no sigues , abuelo?
¡No vuelvas a suspirar!
Suspendido de tus labios
Hasta el pequeñuelo está.

EL ABUELO.

Pronto , niños de mi alma,
De arriba me llamarán;
Mas antes que a vuestras voces
Ya no pueda contestar,
Os diré que cuando entréis
En vuestra florida edad
Encontrareis dos caminos
Por que podréis caminar.
Uno de lozanas flores,
Otro de abrojos será .. '
Aquel lleva al infortunio.
Este a la dicha y la paz.

En esto de su alma herida
Sale un suspiro mortal.
Y al escucharlo los niños
Sienten su llanto brotar.

LOS NIÑOS

¿Porqué te callas , abuelo?
¿Porqué no nos miras ya?
¿Quién te llama desde arriba
Que arriba mirando estás ?
¿Porqué se cubre tu rostro
De una palidez mortal?
¿Porqué tus ojos se cierran
Con un sueño tan tenaz?
¿Porqué tus manos heladas
No estrechan las nuestras ya ?
¿Nuestras lágrimas, abuelo,
No te pueden despertar?

En esto el perro, doliente
Lanza un aullido mortal...
No le llaméis, tiernos niños..
¡ Ya no os escucha! ¡ Llorad!

ANTONIO ARNAO


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XV.

AMA A TU MADRE.

Niño que viniste al mundo
Con la sonrisa del ángel,
Derramando, en tus vagidos
Dos lágrimas celestiales;
Tú que en el regazo duermes
De quien su seno le abre,
Como gota de rocío
De la azucena en el cáliz ;
Si has de pagar con usura
Su puro amor inefable,

Suspira cuando suspire,
Sonríe cuando te llame...
¡ Oh niño , niño inocente ,
Ama a tu madre!

Hermosa joven que alegre
La felicidad soñaste,
Y la ves, al ir tras ella ;
Como sombra disiparse;
Que abriste al amor un tiempo
Tu corazón palpitante,
Y no encuentras la ternura
Que en tus sueños esperaste ;
Da rienda libre a tu llanto,
Da consuelo a tus pesares,
En los brazos cariñosos
Que su abrigo anhelan darte...
¡Oh joven, cándida joven,
Ama a tu madre!

Mancebo , a ti le engañaron
Lisonjeras vanidades,
Y en el fuego de la gloria
Tu corazón abrasaste.
Esa diosa que te halaga
Es aroma de un Instante...
Esas hermosas quimeras
Como el humo se deshacen.
Cuando busques puerto amigo
Que en la borrasca te ampare
Busca un corazón que tierno
Como los ángeles ame...
¡Si quieres hallarlo entonces,
Ama a tu madre!

¡Madre! ¡Nombre de los cielos,
Alivio de nuestros males ,
Iris de nuestras tormentas,
Freno de nuestros afanes!
¿Quién no siente al pronunciarlo
Su corazón, embriagarse
En una santa ternura
Que en el corazón no cabe ?
Él nos despierta a la vida
Lleno de amor inefable.
Él morirá en nuestros labios
Cuando la muerte nos llame.
¡ Dios te bendijo en la tierra ,
Nombre de madre!

ANTONIO ARNAO


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XVI.
INVOCACIÓN.

Si dulce y clemente, cual eres hermosa,
Compadeces del triste el dolor,
Derrama en mi pecho, que en llanto rebosa,
Tu apacible sonrisa de amor.

¡ Oh virgen! resuene tu plácido acento
Que en mis penas anhelo escuchar;
Celeste suspiro que pueda un momento
De ternura inundarme en un mar.

Si quieres que tornen mi dicha y mi calma ,
Tu mirada dirige hacia mí;
Y un iris de rosa por fin verá el alma
Misterioso brillar ante sí.

¡Mi lira no suena! Ven tú, casta y pía,
En sus cuerdas tu mano a posar,
\ en blandos acordéis de paz y alegría
Sentiré mi tristeza calmar.

Aurora del mundo, tu lumbre derrama
En los tristes consuelo y amor :
Por eso anhelante mi pecho te llama
De ternura espirando y dolor.

¡ Ven , santa paloma ! ¡Tu voz de consuelo
En mi vierta dulzura y solaz !
¡Tú al ver nuestro llanto desciendes del cielo!
¡Oh! ¡Bien vengas, angélica Paz!

ANTONIO ARNAO


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XVII.

LOS ESCLAVOS.
(A TÍ, PABLO ORTIGA REY.)

¡Miradlos allí! Miradlos
A la sombra que les presta
Aquel plátano soberbio
Que los aires señorea.

Por fin respiran felices
En las regiones amenas
Que desde el cielo sin nubes
El sol con sus rayos quema

Él duerme, pero a su lado
Está la fiel compañera,
Que de ternura embriagada
Su cansado sueño vela.

Cielo de noche sin luna
Son sus facciones, y en ellas
Brillan cual fuego sus ojos ,
Y sus dientes como perlas.

¡Felices ellos! No lía mucho
Doblegaban su cabeza
Bajo el peso ignominioso
De la bárbara cadena,

Mas hora libres respiran,
y en la soledad se encuentran :
Por dosel tienen el cielo;
Tienen por lecho la tierra.

El desierto es su morada;
La libertad su existencia.

Ella con ardiente beso
Cariñosa le despierta,
Y al abrir al sol sus ojos
El con delirio la estrecha.

ELLA.

¿Por qué , vida de mi vida,
Suspirabas con tal pena ?
¿No eres libre? ¿No descansas
En mi seno tu cabeza ?

ÉL.

¡Ah! Lloraba, hermana mía,
Porque he soñado que llegan
Esos tigres a cargarnos
Otra vez con su cadena.

— No te atormentes creyendo
Que traidores nos acechan:
Libres somos; pura dicha
Lejos de ellos nos espera.

— ¿Somos libres? Pues crucemos
Las soledades inmensas
Hasta que hallemos morada
Donde nuestro amor no tema.

Allí no podrán seguirnos
Esas despiadadas fieras,
Que con látigo de hierro
Á esclavitud nos condenan.

¿ Por qué han de tener derecho
De verter la sangre nuestra?

Al confín del horizonte
Nube de polvo se eleva:
Sordo rumor de caballos
En el desierto resuena.

«¡Allí vienen!” ambos claman.
Y el terror su sangre hiela.
Quieren huir, mas no pueden,
Y se desploman á tierra.

Al fin se levantan. Ciegos,
Por abrasadas arenas
Huyen.... ¡Es en vano! ¡Pronto
Llegarán! Ya están más cerca...

Suenan confusas las voces...
Raudos los corceles vuelan...
Ya entre el polvo se distinguen...
Ya se adelantan ... Ya llegan...

¡Pobres esclavos! ¡Ay! Vedlos
Postrados contra la tierra
Con sus lágrimas regando
Del amo feroz la huella.

« ¡Señor, piedad!” A su grito
Crudo el látigo contesta
Dejando en su humilde rostro
Honda ráfaga sangrienta...

Bárbaros hombres , ¿quién nunca
Os dio su vida en herencia?

No dejes tu dulce vida,
Más dulce que tus cantares,
Aunque te llame el estruendo
De las soberbias ciudades.

Yo que triste en ellas vivo
Vengo a respirar el aire
De estas alegres colinas,
De este floreciente valle.


Estos versos le encantarían a mi "cuñao" Fernando.

Besos.

ANTONIO ARNAO


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XVIII

TE VI LLORAR
(de lord byron.)

¡Te vi llorar! En tus azules ojos
Se detuvo una lágrima brillante,
Cual cristalina perla de rocío
De la violeta en el humilde cáliz.
Y te vi sonreír, y del zafiro
El resplandor purísimo eclipsaste ;
Que no pudo vencer de tu mirada
Los amorosos rayos celestiales.

Así cual baña en los tendidos cielos
A las nubes el sol con luz suave
Que las cercanas sombras de la noche
Velan con pena por los vagos aires,

Así en el alma triste tu sonrisa
Infunde con amor dicha inefable;
Y deja tu mirada una luz pura
Que en el doliente corazón se esparce

ANTONIO ARNAO


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XIX.
¡TRISTE ESTA MI ALMA!
(»EL MISMO.)

¡ Triste está el alma mía!
Pulsa el arpa de amor, y sus sonidos
Harán brotar torrentes de armonía
Que encanten mis oídos.
Si en mi doliente corazón existe
Una vaga esperanza de ternura,
Despertará a sus tonos; y si triste
Una lágrima brilla
Detenida en mis ojos, brote luego,
Y surcando la pálida mejilla
No abrasará mis párpados su fuego.

Mas no quiero escuchar alegre canto.
No, no; quiero que brote
Una música tierna y dolorosa .
Pues va a estallar, si no prorrumpe en llanto,
Mi corazón que en lágrimas rebosa.
Largo tiempo sus males ha nutrido,
Y en perpetua vigilia y en silencio
Sus males ha sufrido.
Llegó, llegó la hora
De morir a tan bárbara agonía,
O de volver al júbilo que llora
Al eco celestial de la armonía.

ANTONIO ARNAO


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XX.
EL PAJE.


I.
Ya salen los caballeros
Y pecheros;
Ya se parten , ya se van,
Tras los moros que a la guerra ,
Y en su tierra,
Provocándoles están.

Allí marchan cien galanes
Capitanes, ,
Vencedores del infiel;

Esforzados adalides
Que en las lides
Ciñeron verde laurel.

Coronan los miradores
Sus amores
Por ver a todos partir;
Pensando desconsoladas
Las cuitadas
Cuántos ¡ ay ! verán venir.

Entre- bélicos sonidos
¥ gemidos
De la hirviente confusión ,
Al compás del ronco estruendo,
Van saliendo
De los muros de León.

Y después de unos instantes,
Donde antes
Bullía la multitud,
Vuelve a reinar un reposo
Doloroso,
Melancólica quietud.

ANTONIO ARNAO


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XX.
EL PAJE.



II.
En ademan dolorido,
Pero erguido,
Cruzando las calles va

Un mancebo en cuya frente
Brilla ardiente
El genio del héroe ya.

Trémulos sus labios rojos
Y sus ojos,
Que como la noche son,
Dicen en tales momentos
Los tormentos
Que rasgan su corazón.

En su pálida mejilla
Ya no brilla
La ventura y el placer;
Pues otro más vivo fuego
Se ve luego
Bajo su párpado arder.

Como la palma del valle
Es su talle
Por lo suelto y lo gentil;
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] en su boca aun se divisa
La sonrisa
De la ternura infantil;

Mas ya va diciendo osada
La mirada
Su denuedo sin igual; .

Y revela su alma ardiente
En su frente,
En su apostura marcial

Mientras la ciudad gloriosa
Que reposa
Cruza con seguro pié,
Su siniestra el pomo halaga
De la daga
Que en su cinturón se ve.

Trascurrido breve espacio,
A un palacio
Ansioso llega por fin ;
Cuyas dos ferradas puertas
Pronto abiertas
Ve el futuro paladín.

¿Quién es el doncel apuesto
Que tan presto
Siente arder su corazón ?
—Es el paje preferido
De un temido
Hijo-dalgo de León.

Don Alendo partió a la guerra
De su tierra,
A él partir quiso también :

Pero no logró su empeño,
Pues su dueño
Rechazóle con desdén.

Y hora ciego de coraje
Torna el paje
Al alcázar del señor,
Abrigando una esperanza
De venganza,
Para saciar su furor.

ANTONIO ARNAO


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XX.
EL PAJE.



III.

Pasa un año. De las lides
Como Cides
Van los bravos a volver;
Y toda León ansia
Ver el día
En que su entrada han de hacer.

Las damas, que de amor mueren,
Verse quieren
En brazos de su galán :
Solo Elvira a toda hora
Triste llora,
Presa de creciente afán

¿Qué tiene la hermosa Elvira
Que suspira, Que suspira
con dolor?
¿Es su llanto de ventura ,
O amargura ? —
¡Sus lágrimas son de amor!

Vedla allí bajo el ramaje,
Junto al paje,
Sollozando en el jardín;
Corno pálida azucena
De amor llena,
Cual soñado serafín.

En su lánguida mirada
Retratada
Vese férvida pasión :
A los ojos del mancebo
Hoy de nuevo
Asoma su corazón:

El aroma de las llores
Sus amores
Embriaga de placer:
El aura tibia que vaga
Les halaga
Haciendo su frente arder.

Y con soplo dulce y blando,
Columpiando
Los árboles al pasar,
Deja a un rayo de la luna
Importuna
Sus delirios alumbrar.

ELVIRA.

Jamás con cruel desvío,
Fortun mío,
Pagas mi cariño fiel...
Si me olvidas morir quiero
Ten tu acero;
Mátame, Fortun, con él.

FORTUN.

Oh Elvira del alma mía!
Nunca el día
De mi olvido llegará;
Que el amor en que me abraso,
Paso a paso
A morir me acerca ya.

Yo que he visto tu hermosura
Brillar pura
Con tierno llanto de amor;

Yo que acaricié tu frente
Dulcemente
Con mi labio abrasador;

¿Cómo apagar loco y ciego
Este fuego
De mi cariño podré?
Pues que te di mi albedrío,
Dueño mió,
Amándote moriré.

Y en esto en plácido giro
Un suspiro
Por las auras murmuró;
Y su blanquecino rayo,
Con desmayo.
Triste la luna veló.

ANTONIO ARNAO


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XX.
EL PAJE.



IV.

Por fin tras luenga agonía
Rayó un día
De gozo para León ;
Y a los bravos que vencieron
Recibieron
En alegre confusión.

Y las leonesas galanas
Sus ventanas
Ornan llenas de placer;

Porque tras tantos afanes
Sus galanes
Ven triunfadores volver

¿Mas quién es aquel guerrero
Que altanero
Cabalga en bravo alazán,
Atrayendo las miradas
Asombradas
Con su bizarro ademan?

Es Don Mendo el esforzado
Que ha ganado
Cien trofeos al infiel,
Y a su alcázar ostentoso
Vuelve ansioso
De rendir tanto laurel.

Imagina que le espera
Placentera
Su castellana leal...
Mas, ¡ay! pronto el desengaño,
Por su daño,
Le herirá en golpe mortal.

Ya del alcázar las puertas
Halla abiertas
A recibirle tal vez...

Mas ¿qué tiene doña Elvira
Que lo mira
Cubierta de palidez...?

ANTONIO ARNAO


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XX.
EL PAJE.





V
Al rayo de su mirada
Prosternada
La infeliz esposa está...
Mientras él con amargura
Le murmura:
«Pronto el infiel morirá.

«¿Así la fe que juraste
«Me pagaste
« En premio de tanto amor ?
«Lave tu sangre mi afrenta
«Pues la cuenta
«Ese vasallo traidor.»
•
Y cuando la aguda daga
Fiero halaga
Para herir su corazón,
«¡Tened!» le grita violento
Rudo acento
Cual rugido de león.

« Si a doña Elvira infelice,»
Ronco dice,
«Osáis airado tocar...! »
Y al mismo tiempo desnudo
Hierro agudo
Ve ante sus ojos brillar

«Contra el bárbaro agareno,
«Como bueno,
«Quise partir yo también;
«Mas vos, de orgullo cegado,
. «Vuestro lado
«Me negasteis con desdén...»

En esto un sordo rugido
Comprimido.
Por la estancia resonó,
Y después de choque horrendo
Con estruendo
Un cuerpo en tierra cayó.

Sonó un suspiro cortado,
Y apagado
Otro se oyó contestar:
Y con funeral reposo
Misterioso
Volvió el silencio a reinar.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas




XX.
EL PAJE.



VI.
Cuando en el siguiente día
Parecía
La aurora del nuevo sol,
Tiñendo la excelsa cumbre
Con la lumbre
De su fúlgido arrebol,

Un mancebo en cuya frente
Penitente
Surcos de dolor se ven,
En traje de peregrino
Su camino
Emprendió a Jerusalen.

Finalmente llegarás a conocer a Antonio Arnao, mejor que muchos hijos predilectos de Murcia. Estoy aprendiendo de él con tu trabajo.

Gracias, amiga mía.

No sé si llegaré a conocerle del todo, pero sí es cierto que aprender, estoy aprendiendo de él, o, cómo digo, intentándolo.
Es bueno, querido Pascual, debe ser que es de Murcia.
Gracias siempre.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas



XXI.

LA PUREZA.

Toma, niña, la azucena
Que he cogido cuando el alba
Sus rayos de azul y oro
Por el valle derramaba.

Pálida y bella crecía
Al amor de tu mirada,
Ostentando su hermosura
Debajo de tu ventana.

La noche vertió sus perlas
Sobre su cáliz de nácar,
Tan puras como ese llanto
Que en tus mejillas resbala.

La fuente de la campiña
Besó tímida su planta;
Mas el céfiro inconstante
No osó nunca acariciarla.

Toma , niña, esta azucena ,
Que es la pureza del alma,
Y dale en tu casto pecho
Más cariñosa morada.

Ponla que sienta el latido
Del corazón, y su llama,
Que si son cual ella puros
No le faltarán sus galas.

Mas ¡ay de ti, si algún día
Marchitas sus hojas hallas!
La pureza que se pierde
Tarde o nunca vuelve al alma.

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



EL AMOR DE LAS FLORES

(A Isabel)


Dicenme que tus amores
solo cifrados parecen
en cultivar unas flores
que con sus ricos primores
tus jardines embellecen.

Y que así que la mañana
serena en Oriente asoma,
Tú, cual tus flores galana,
te asomas a la ventana
para respirar su aroma

Y que al verlas tan fragantes
Ostentar su gentileza,
Mezclas lágrimas amantes
Con las perlas rutilantes
Que coronan su belleza.

¿Es justo, niña, que llores
Al ver su gracioso encanto?
¿Es el amor de las flores,
O serán otros amores
El origen de tu llanto?

¡ Ah! o es muy fácil, por cierto,
Que tus ilusiones ciñas
A ver las flores de un huerto ,
Cuando hay otro amor abierto
Para el alma de las niñas.

No sé si llamarlo amor,
Pero mucho me asegura
De tu mejilla el color;
Pues dice mucho el rubor
En una mejilla pura.

Y añaden, niña donosa,
Que suspirando doliente
Sueles cortar afanosa
La más encendida rosa
Para engalanar tu frente.

¿Suspirar una doncella,
Y no querer? Duda implican:
Así por tu mala estrella
Tales ayes, niña bella,
Hondos misterios publican.

Si hay otro amor que es tu encanto
Y no es amor de las flores,
¿Por qué ya ocultarlo tanto,
Si como tu puro llanto
Son tan puros tus amores?

Di, ¿no tienes la azucena
Que ante tus ojos se mece
De pureza y amor llena,
Y para calmar tu pena
Su aroma puro te ofrece ?

¿No tienes la sensitiva
Que florece solitaria,
Y, para que firme viva ,
La constante siempreviva,
La amorosa pasionaria?

Copie tu amor, niña hermosa,
Copie de tales modelos,
Y para el alma gozosa
Será el amor dé una rosa
Sin la espina de los celos.

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



XXIII.

LA LMÁGEN.
(Á LA MEMORIA DEL .JOVEN POETA D. JOSÉ GOMEZ NORIEGA.)

¿Es ilusión de la mente
Esa sombra que me mira,
Y como visión de un sueño
Ante mis pasos camina ?

¿ Es suyo ese acento vago,
Esa voz tan dolorida,
Que en mis oídos no suena
Y dentro del alma vibra?

Ella apacible me nombra
Y a su seno me convida ,
Como un alma que parece
Ser hermana de la mía.

Si miro el sol en ocaso,
En sus nubes se divisa;
Si miro rayar la aurora ,
Entre su púrpura brilla ;

Si en la soledad reposo,
Me acompaña compasiva ;
Si deliro en mis ensueños,
Ella conmigo delira.

¡Bella ilusión de mi alma!...
No viene ante mi benigna...
— Es que vive en mi memoria
Y en mi corazón se abriga.

Arde en sus ojos el fuego
De la dulce poesía...
El trémulo amante labio
Soplo misterioso anima...

Como símbolo de gloria
Lleva la frente ceñida
Por una corona bella
De laurel y siemprevivas...

Lleva la lira en sus manos,
Y entre sus cuerdas la brisa ,
Como en las arpas eolias,
Henchida de amor suspira.

— ¡ Ay! Es la sombra de un vate
Que pasó por esta vida
Como la nube de oro
Que el cierzo helado disipa.

Esa música que el viento
Lleva en tierna melodía,
Es el recuerdo apacible
De sus cantigas divinas.

Su voz que amante me nombra ,
De inmensa ternura henchida,
Es el acento de un alma
Que es hermana de la mía.

En buen hora, blanca sombra,
Como mi sombra me sigas,
Y en la muerte me acompañes
Cual yo te seguí en la vida.

Nuestros tiernos corazones,
En que un mismo fuego ardía,
Aún más allá del sepulcro
Se han de amar con fe infinita.

Como cruzan la pradera
Dos alegres avecillas,
Como suelen en el valle
Crecer dos palmas unidas, '

Así seguirán amándose
Mientras duraren mis días ,
A' después mi triste sombra
Será por siempre tu amiga.

A tu memoria consagro
Los acordes de mi lira,
Mi tierno amor y mis horas
De dulce melancolía.

Ven a reinar en mi pecho,
Que leal amor te brinda,
Y a revelarme los tonos
De tus canciones sencillas...
¡ Ven a unirte con mi alma ,
Triste hermana de la mía!

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



XXIV

EN LA AURORA

¿Ves cual sube el sol hermoso
de las cimas de los montes?
¿Ves cual brilla el ancho cielo
con sus vivos resplandores?
¿Ves las nubes denegridas
que al confín de ocaso corren,
y cual perlas derramaron
el rocío de la noche?

Así, virgen ¡nocente,
Hace el sol de los amores
Que el claro azul de tus ojos
Su apagada luz recobre.
¡ Cuántas lágrimas vertieron
En tus negras aflicciones
Esas nubes que han pasado
Y tal vez mañana tornen!

ANTONIO ARNAO


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XXV.

BAJO LOS SAUCES.

Deten tus pasos, buen peregrino,
En este valle de tu camino
Que el astro angélico
Baña en su luz;
Y si percibes algún lamento
Bajo los sauces que halaga el viento,
Cual triste símbolo
Mira una cruz.

Alma de un padre que allí reposa,
Verás su imagen vagar medrosa,
Mientras un cántico
Le llora fiel:
Si el duelo sabes que un hijo siente
Cuando respira su amor ausente,
Mira mis lágrimas,
Ruega por él.

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



XXVI

SU SOMBRA

¿Quién eres tú, que a mí vienes
cuando triste muere el sol?
¿Conoces tú, blanca sombra,
mi negro dolor?
Sí lo comprendes, pues miro,
como signo de aflicción,
brillar en tus dulces ojos
dos lágrimas, dos…
¿Eres infelice
también como yo?

Recuerdo del bien perdido,
Del bien de mi corazón,
Sé mi dulce compañero,
No me dejes, no...
Ya que no pudo la muerte
Sofocar tanta pasión ,
Vélame bajo tus alas
Cual ángel de Dios...
¡Oye cuál te llamo
Muriendo de amor!

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



XXVII
LA TARDE EN EL MAR.
(BARCAROLA.)

Ya el sol desciende
Tras de los montes ,
Y en fuego enciende
Los horizontes.
Boga, barquero,
Corta ligero
Las claras ondas del ancho mar.

La fresca brisa
Que en torno vuela,
Con blanda risa
Llene tu vela :

Voga, que el alma
que está sin calma
quiere en los mares libre gozar.

Al son del agua
que agita el viento
quimeras fragua
mi pensamiento;
y en la alegría
mi fantasía
se eleva en alas de la ilusión.

En esas nubes
de azul y rosa
con los querubes
sueña gozosa;
Y el mar que gime
con voz sublime
calma las penas del corazón.

Tienda su velo
la noche triste
que el ancho cielo
de luto viste;
en sus estrellas
que lucen bellas
soñemos ambos lo porvenir.

Nuestro dolores
adormiremos,
¥ en sus fulgores
Gozar creeremos
La dicha inmensa
Que el alma piensa
Y el labio apenas puede decir.