Aires de Libertad

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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:26

    ***
    20



    En efecto, tuvimos que racionarla. Nuestra provisión no podía durar
    más de tres días. De eso me di cuenta en el momento de la cena.
    Desagradable perspectiva: había pocas esperanzas de encontrar algún
    manantial en aquellos terrenos de la época de transición.
    Durante toda la jornada del día siguiente, la galería desarrolló ante
    nosotros sus interminables arcos de bóveda. Caminábamos casi sin decir
    palabra. Iba ganándonos el mutismo de Hans.
    La ruta no ascendía, al menos de forma sensible. A veces, incluso,
    parecía inclinarse. Pero esta tendencia, por lo demás poco marcada, no
    debía tranquilizar al profesor, porque la naturaleza de las capas no variaba,
    y el período de transición se afirmaba cada vez más.
    La luz eléctrica hacía centellear espléndidamente los esquistos, las
    calizas y las viejas areniscas rojas de las paredes. Podría pensarse en una
    zanja abierta en medio de Devonshire, la región que dio su nombre a este
    género de terrenos. Especímenes de mármoles magníficos revestían las
    paredes, unos de un gris ágata con vetas blancas caprichosamente
    acusadas, otros de color encarnado o de un amarillo manchado de placas
    rojas; más adelante, muestras de mármoles de manchas carmín y colores
    sombríos, en los que las areniscas destacaban con matices vivos.
    La mayoría de aquellas piedras contenían huellas de animales
    primitivos. Desde la víspera, la creación había hecho un progreso evidente.
    En lugar de los trilobites rudimentarios, percibí restos de un orden más
    perfecto: entre otros, peces ganoides y esos sauropteris en los que la
    mirada de paleontólogos ha sabido descubrir las primeras formas del
    reptil. Los mares devónicos estaban habitados por gran número de
    animales de esta especie, y los depositaron por millares en las rocas de
    nueva formación.
    Estaba claro que remontábamos la escala de la vida animal, cuya cima
    ocupa el hombre. Pero el profesor Lidenbrock no parecía prestarle
    atención.
    Esperaba dos cosas: o que un pozo vertical se abriera ante nuestros
    pies y le permitiera seguir su descenso, o que un obstáculo le impidiese
    continuar por aquella ruta. Pero llegó la noche sin que tales esperanzas se
    vieran realizadas




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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:29

    ***
    El viernes, tras una noche en la que comencé a sentir los tormentos de
    la sed, nuestro pequeño grupo se hundió de nuevo en el laberinto de la
    galería.
    Después de diez horas de marcha, observé que disminuía
    singularmente la reverberación de nuestras lámparas sobre las paredes. El
    mármol, el esquisto, la caliza, la arenisca de las paredes dejaban paso a un
    revestimiento sombrío y sin brillo. En el momento en que el túnel se
    volvía más estrecho, me apoyé sobre su pared de la izquierda.
    Cuando aparté mi mano, estaba completamente negra. Miré más de
    cerca. Estábamos en una hullera.
    —¡Una mina de carbón! —exclamé

    —Una mina sin mineros —respondió mi tío.
    —¡Quién sabe!
    —Yo lo sé —replicó el profesor en tono seco—, y estoy seguro de que
    esta galería horadada a través de las capas de hulla no ha sido hecha por la
    mano del hombre. Pero sea o no obra de la naturaleza, poco me importa.
    Es hora de cenar. Cenemos.
    Hans preparó algunos alimentos. Yo apenas comí, y bebí las pocas
    gotas de agua que constituían mi ración. Todo lo que quedaba para apagar
    la sed de tres hombres era la cantimplora del guía medio llena.
    Después de la cena, mis dos compañeros se tumbaron bajo sus mantas
    y encontraron en el sueño reposo para sus fatigas. En cuanto a mí, no pude
    dormir y conté las horas hasta el alba.
    El sábado, a las seis, iniciamos de nuevo la marcha. Veinte minutos
    más tarde llegábamos a una vasta excavación: reconocí entonces que la
    mano del hombre no podía haber perforado aquella hullera: las bóvedas
    hubieran estado apuntaladas, y realmente sólo se sostenían por un milagro
    de equilibrio.
    Esta especie de caverna tenía cien pies de ancho por ciento cincuenta
    de alto. El terreno había sido separado violentamente por una conmoción
    subterránea. El macizo terrestre, cediendo a algún empuje poderoso, se
    había dislocado, dejando aquel amplio vacío donde por primera vez
    entraban habitantes de la Tierra.
    Toda la historia del período hullero estaba escrita sobre aquellas
    sombrías paredes, y un geólogo podía seguir fácilmente sus diversas fases.
    Las capas de carbón estaban separadas por compactos estratos de arenisca
    o de arcilla, y como aplastadas por las capas superiores.
    En esa edad del mundo que precedió a la época secundaria, la Tierra se
    recubrió de inmensas vegetaciones debidas a la doble acción de un calor
    tropical y de una humedad persistente. Una atmósfera de vapores envolvía
    el globo por todas partes, privándole aún de los rayos del sol.
    De ahí la conclusión de que las altas temperaturas no provenían de ese
    nuevo foco. Quizá el astro del día aún no estaba dispuesto para jugar su
    papel resplandeciente. Los «climas» no existían todavía y un calor tórrido
    se difundía por toda la superficie de la Tierra, igual en el ecuador que en
    los polos. ¿De dónde procedía? Del interior del planeta.

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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:30

    ***

    A pesar de las teorías del profesor Lidenbrock, un fuego violento
    anidaba en las entrañas del esferoide; su acción se dejaba sentir hasta las
    últimas capas de la corteza terrestre; las plantas, privadas de los
    bienhechores efluvios del sol, no daban ni flores ni perfumes, pero sus
    raíces extraían una vida poderosa de los terrenos ardientes de los primeros
    días.
    Había pocos árboles, sólo plantas herbáceas, inmensos céspedes,
    helechos, licopodios, sigilarias, asterofilites, familias raras cuyas especies
    se contaban entonces por millares.
    Y precisamente a esta exuberante vegetación debe su origen la hulla.
    La corteza todavía elástica del globo obedecía a los movimientos de la
    masa líquida que lo recubría. De ahí las numerosas fisuras y hundimientos.
    Las plantas, arrastradas bajo las aguas, formaron poco a poco
    considerables acumulaciones.
    Entonces intervino la química natural; en el fondo de los mares, las
    masas vegetales primero se hicieron turba; luego, gracias a la influencia
    de los gases, y bajo el calor de la fermentación, sufrieron una
    mineralización completa.
    Así se formaron esas inmensas capas de carbón que, sin embargo, un
    consumo excesivo debe agotar en menos de tres siglos, si los pueblos
    industriales no tienen cuidado.
    Estas reflexiones venían a mi espíritu mientras consideraba las
    riquezas hulleras acumuladas en aquella porción del macizo terrestre. Sin
    duda, nunca habrán de salir a la luz. La explotación de estas minas remotas
    exigiría inversiones demasiado considerables. Además, ¿para qué, si la
    hulla todavía está desparramada, por así decir, por la superficie de la
    Tierra en gran número de comarcas? Por eso, cuando llegara la última hora
    del mundo, aquellas capas estarían tal como yo las veía ahora, intactas.
    Mientras tanto, seguíamos caminando, y yo era el único de los tres que
    olvidaba la longitud de la ruta para perderme en consideraciones
    geológicas. La temperatura seguía siendo sensiblemente la misma que
    durante nuestro paso entre las lavas y los esquistos. Sólo mi olfato estaba
    afectado por un olor muy acusado de protocarburo de hidrógeno. Reconocí
    inmediatamente la presencia en aquella galería de una notable cantidad de
    ese fluido peligroso al que los mineros han dado el nombre de grisú, y
    cuya explosión ha causado tan a menudo catástrofes espantosas.
    Por fortuna estábamos iluminados por los ingeniosos aparatos de
    Ruhmkorff. Si por desgracia hubiéramos explorado imprudentemente
    aquella galería antorcha en mano, una terrible explosión habría puesto fin
    al viaje suprimiendo a los viajeros.

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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:31

    ***
    Aquella excursión por la hullera duró hasta el atardecer. Mi tío apenas
    podía contener la impaciencia que le causaba la horizontalidad de la ruta.
    Las tinieblas, que seguían siendo impenetrables a veinte pasos, impedían
    calcular la longitud de la galería, y yo comenzaba a creerla interminable
    cuando de repente, a las seis, un muro se presentó inopinadamente ante
    nosotros. A derecha, a izquierda, por arriba, por abajo: no había ningún
    pasaje. Habíamos llegado al fondo de un callejón sin salida.
    —¡Tanto mejor! —exclamó mi tío—. Al menos sé a qué atenerme. No
    estamos en la ruta de Saknussemm, y sólo nos queda volver atrás.
    Tomemos una noche de descanso, y antes de tres días habremos llegado al
    punto en que se bifurcan las dos galerías.
    —Sí —dije yo—, si tenemos fuerzas.
    —¿Y por qué no?
    —Porque mañana nos quedaremos sin agua.
    —¿Y también te quedarás sin valor? —preguntó el profesor
    mirándome con severidad.
    No me atreví a responderle.




    21



    Al día siguiente partimos muy temprano. Había que darse prisa.
    Estábamos a cinco días de marcha de la encrucijada.
    No insistiré en las penalidades de nuestra vuelta. Mi tío las soportó con
    la cólera de un hombre que ya no se siente el más fuerte. Hans, con la
    resignación de su naturaleza pacífica; yo, lo confieso, quejándome y
    desesperándome: no podía tener ánimo ante aquella mala fortuna.
    Como había previsto, el agua se acabó al final del primer día de
    marcha. Nuestra provisión líquida se redujo entonces a la ginebra, pero ese
    licor infernal quemaba el gaznate, y yo no podía siquiera soportar su vista.
    La temperatura me parecía asfixiante. El cansancio me paralizaba. Más de
    una vez estuve a punto de caer falto de movimiento; entonces se hacía un
    alto y mi tío y el islandés me reconfortaban lo mejor que podían. Pero yo
    veía ya que el primero reaccionaba penosamente a la extremada fatiga y
    las torturas motivadas por la falta de agua.
    Finalmente, el martes 7 de julio, arrastrándonos sobre nuestras rodillas
    y manos, llegamos medio muertos al punto de unión de las dos galerías.
    Allí permanecí como una masa inerte, tendido sobre el suelo de lava. Eran
    las dos de la mañana.
    Hans y mi tío, recostados en la pared, trataron de masticar algunos
    trozos de galleta. Largos gemidos se escapaban de mis labios tumefactos.
    Caí en un profundo sopor.
    Al cabo de cierto tiempo, mi tío se acercó a mí y me levantó entre sus
    brazos:
    —¡Pobre muchacho! —murmuró con verdadero acento de piedad.
    Me conmovieron estas palabras, por no estar habituado a las ternuras
    del huraño profesor. Cogí sus manos temblorosas entre las mías. Él se dejó
    hacer mirándome. Sus ojos estaban húmedos de lágrimas.








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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:32

    ***
    Le vi entonces coger la cantimplora colgada a su lado. Con gran
    asombro por mi parte la acercó a mis labios.
    —¡Bebe! —dijo.
    ¿Había oído bien? ¿Estaba loco mi tío? Le miraba con aire alelado. No
    quería comprenderlo.
    —Bebe —repitió.
    Y alzando su cantimplora la vació completamente entre mis labios.
    Y alzando su cantimplora la vació completamente entre mis labios.
    ¡Oh, goce infinito! Un trago de agua vino a humedecer mi boca
    abrasada, uno solo, pero bastó para devolverme la vida que ya escapaba.
    Di las gracias a mi tío juntando mis manos.
    —¡Sí —dijo—, un trago de agua! ¡El último! ¿Oyes bien? ¡El último!
    Lo había guardado como un tesoro precioso en el fondo de mi cantimplora.
    Veinte veces, cien veces he tenido que resistir mi horrible deseo de
    beberla. Pero no, Axel, la reservaba para ti.
    —¡Tío! —murmuré, mientras dos gruesas lágrimas mojaban mis ojos.
    —Sí, pobre niño, sabía que al llegar a la encrucijada caerías medio
    muerto, y he guardado mis últimas gotas para reanimarte.
    —Gracias, gracias —exclamé.
    Aunque mi sed se hubiera aplacado muy poco, había recuperado sin
    embargo algunas fuerzas, y la inflamación de mis labios se había
    suavizado. Podía hablar.
    —Veamos —dije—, ahora sólo nos queda un partido que tomar;
    carecemos de agua, hemos de retroceder.
    Mientras yo hablaba así, mi tío evitaba mirarme; bajaba la cabeza, sus
    ojos rehuían los míos.
    —Hay que retroceder —exclamé—, y tomar de nuevo el camino del
    Sneffels. ¡Que Dios nos dé fuerzas para subir hasta la cima del cráter!
    —¡Volver! —dijo mi tío, como si se respondiera a sí mismo más que a
    mí.
    —Sí, volver, y sin perder un instante.
    Se produjo un silencio bastante largo.
    —Entonces, Axel —continuó el profesor en tono extraño—, ¿esas
    pocas gotas de agua no te han devuelto el valor y la energía?
    —¡El valor!
    —Te veo tan abatido como antes, y diciendo todavía palabras de
    desesperación.
    ¿Con qué hombre tenía que vérmelas y qué proyectos formaba todavía
    su audaz espíritu?
    —¡Cómo! ¿No quiere…?
    —¿Renunciar a esta expedición en el momento en que todo anuncia
    que puede triunfar? ¡Jamás!






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    JULIO VERNE (1828-1905) - Página 25 Empty Re: JULIO VERNE (1828-1905)

    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:33

    ***

    —Entonces, ¿hemos de resignarnos a perecer?
    —No, Axel, no. Vete. No quiero tu muerte. Que Hans te acompañe.
    Déjame solo.
    —¿Abandonarle?
    —Déjame, te digo. Yo he comenzado este viaje y lo llevaré hasta el
    final o no volveré. Vete, Axel, vete.
    Mi tío hablaba con una sobreexcitación extrema. Su voz, hacía un
    instante tierna, se volvía dura, amenazadora. Luchaba con una sombría
    energía contra lo imposible. Yo no quería abandonarle en el fondo de aquel
    abismo, y, por otro lado, el instinto de conservación me impulsaba a huir
    de él.
    El guía seguía esta escena con su acostumbrada indiferencia. Sin
    embargo, comprendía lo que pasaba entre sus dos compañeros. Nuestros
    gestos indicaban suficientemente la vía diferente por la que cada uno de
    nosotros quería arrastrar al otro; pero Hans parecía interesarse poco por
    aquella cuestión en la que su existencia se hallaba en juego, dispuesto a
    partir si se daba la señal de partir, resuelto a quedarse a la menor voluntad
    de su amo.
    ¡Y que en aquel instante no pudiera yo hacerme entender por él! Mis
    palabras, mis lamentos, mi acento habrían dominado aquella fría
    naturaleza. Yo le habría hecho comprender y tocar con las manos aquellos
    peligros que él no parecía sospechar. Y quizá los dos juntos habríamos
    convencido al obstinado profesor. Llegado el caso, le habríamos obligado a
    dirigirse hacia las alturas del Sneffels.
    Me acerqué a Hans. Puse mi mano en la suya. Él no se movió. Le
    mostré el camino del cráter. Permaneció inmóvil. Mi cara jadeante hablaba
    de todos mis sufrimientos. El islandés movió suavemente la cabeza y,
    señalando tranquilamente a mi tío, dijo:
    —Master.
    —¡El amo! —exclamé yo—. ¡Insensato, no, él no es el amo de tu vida!
    ¡Hay que huir! ¡Tenemos que llevárnoslo de aquí! ¿Me oyes? ¿Me
    comprendes?
    Yo había cogido a Hans del brazo. Quería obligarlo a levantarse.
    Luchaba con él. Mi tío intervino.

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    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:34

    ***

    —Calma, Axel —dijo—. No conseguirás nada de este servidor
    impasible. Por tanto, escucha lo que voy a proponerte.
    Me crucé de brazos, mirando a mi tío directamente a la cara.
    —La falta de agua es el único obstáculo para el cumplimiento de mis
    proyectos —dijo—. En esa galería del este hecha de lava, de esquistos, de
    hullas, no hemos encontrado una sola molécula líquida. Es posible que
    seamos más afortunados siguiendo el túnel del oeste.
    Moví la cabeza con profunda incredulidad.
    —Escúchame hasta el final —continuó el profesor forzando la voz—.
    Mientras tú yacías ahí sin movimiento, he ido a reconocer la conformación
    de esta galería. Se hunde directamente en las entrañas del globo, y dentro
    de pocas horas nos conducirá al macizo granítico. En ella debemos
    encontrar manantiales abundantes. Así lo quiere la naturaleza de la roca, y
    el instinto está de acuerdo con la lógica en apoyo de mi convicción. Ahora
    bien, lo que tengo que proponerte es esto: cuando Colón pidió tres días a
    sus marineros para dar con las nuevas tierras, su tripulación, enferma y
    espantada, accedió a su demanda, y él descubrió el Nuevo Mundo. Yo, el
    Colón de estas regiones subterráneas, sólo te pido un día. Si transcurrido
    ese tiempo no he encontrado el agua que nos hace falta, te juro que
    volveremos a la superficie de la Tierra.
    A pesar de mi irritación, quedé conmovido por aquellas palabras y por
    la contención que mi tío empleaba para hablar con semejante lenguaje.
    —¡Bien —exclamé—, que sea lo que usted desea, y que Dios
    recompense su energía sobrehumana! Sólo tiene usted unas pocas horas
    para tentar al destino. ¡En marcha!





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    Mensaje por Maria Lua Hoy a las 08:35

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    Reemprendimos el descenso, esta vez por la nueva galería. Hans
    marchaba delante, según su costumbre. No habíamos dado cien pasos
    cuando el profesor, paseando su lámpara a lo largo de las paredes,
    exclamó:
    —¡Son terrenos primitivos! ¡Estamos en el buen camino! ¡Adelante,
    adelante!
    Cuando la Tierra se fue enfriando poco a poco en los primeros días del
    mundo, la disminución de su volumen produjo en la corteza dislocaciones,
    rupturas, contracciones. Aquel pasadizo era una fisura de este tipo, por la
    que en otro tiempo se derramaba el granito eruptivo. Sus mil recovecos
    formaban un inextricable laberinto a través del suelo primordial.
    A medida que descendíamos, la sucesión de capas que componían el
    terreno aparecía con mayor nitidez. La ciencia geológica considera este
    terreno primigenio la base de la corteza mineral, y ha reconocido que se
    compone de tres capas diferentes, los esquistos, los gneis, los
    micaesquistos, sustentados en esa roca inquebrantable que se llama
    granito.
    Pero jamás mineralogista alguno se había encontrado en circunstancias
    tan maravillosas para estudiar la naturaleza en directo. Lo que la sonda,
    máquina inteligente y brutal, no podía sacar a la superficie del globo de su
    textura interna, íbamos a estudiarlo nosotros con nuestros ojos y a tocarlo
    con nuestras manos.
    A través del suelo de esquistos coloreados por bellas irisaciones
    verdes, serpenteaban filones metálicos de cobre y de manganeso con
    algunos rasgos de platino y de oro. Pensaba yo en aquellas riquezas
    hundidas en las entrañas de la Tierra, de las que la avidez humana nunca
    podrá gozar. Estos tesoros los enterraron las perturbaciones de los
    primeros días a tales profundidades que ni la piqueta ni el pico podrían
    arrancarlas de su tumba.
    A los esquistos sucedieron los gneis, de estructura estratiforme,
    notables por la regularidad y el paralelismo de sus hojas, luego los
    micaesquistos dispuestos en grandes láminas realzadas a la vista por los
    centelleos de la mica blanca.
    La luz de los aparatos, reflejada por las pequeñas facetas de la masa
    rocosa, entrecruzaba sus chorros de fuego desde todos los ángulos, y yo
    me imaginaba viajando a través de un diamante hueco, en el que los rayos
    se quebraban en mil destellos.











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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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