Ésa era la última etapa de nuestro viaje terrestre. Hans nos había
guiado hasta allí con inteligencia, y yo me sentía más tranquilo pensando
que todavía debía continuar acompañándonos.
Al llegar a la puerta de la casa del rector, una simple cabaña baja, ni
más hermosa ni más confortable que las vecinas, vi a un hombre herrando
un caballo, con el martillo en la mano y el delantal de cuero a la cintura.
—Saellvertu —le dijo el cazador.
—God dag —respondió el herrador en perfecto danés.
—Kyrkoherde —dijo Hans volviéndose hacia mi tío.
—¡El rector! —repitió este último—. Parece que este buen hombre es
el rector, Axel.
Mientras tanto, el guía ponía al kyrkoherde al corriente de la situación;
éste, suspendiendo su trabajo, lanzó una especie de grito que sin duda
debía ser familiar a caballos y chalanes, y al punto una enorme arpía salió
de la cabaña. Si no medía seis pies de alto, poco le faltaba.
Yo temía que viniera a ofrecer a los viajeros el beso islandés; pero no
fue así, e incluso no puso muy buena cara al introducirnos en su casa.
La habitación para forasteros me pareció la peor del presbiterio,
estrecha, sucia e infecta. Tuvimos que contentarnos con ella. El rector no
parecía practicar la hospitalidad antigua. Todo lo contrario. Antes de
finalizar el día, vi que teníamos que vérnoslas con un herrero, con un
pescador, con un cazador, con un carpintero, y no con un ministro del
Señor. Bien es verdad que estábamos en día laborable. Quizá se desquitaba
el domingo.
No quiero hablar mal de estos pobres sacerdotes que, después de todo,
son muy desgraciados; reciben del gobierno danés un sueldo ridículo y
perciben la cuarta parte de los diezmos de su parroquia, lo que en total no
llega a sesenta marcos corrientes
[11]
. De ahí la necesidad de trabajar para
vivir; y pescando, cazando y herrando caballos se termina por adoptar los
modales, el tono y las costumbres de los cazadores, de los pescadores y
demás gentes algo rudas; aquella misma noche me di cuenta de que
nuestro huésped no tenía la sobriedad entre el número de sus virtudes.
Mi tío comprendió rápidamente con qué género de hombre tenía que
habérselas; en lugar de un buen y digno sabio, encontraba un campesino
torpe y grosero. Resolvió, pues, comenzar cuanto antes su gran expedición
y abandonar a aquel párroco poco hospitalario. Sin tener en cuenta su
cansancio, decidió ir a pasar algunos días a la montaña
cont.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Hoy a las 04:50 por Pascual Lopez Sanchez
» MAIAKOVSKY Y OTROS POETAS RUSOS Y SOVIÉTICOS, 3
Hoy a las 04:20 por Pascual Lopez Sanchez
» POESÍA SOCIAL XX. . CUBA. (Cont.)
Hoy a las 04:00 por Lluvia Abril
» ANTOLOGÍA DE GRANDES POETAS HISPANOAMÉRICANAS
Hoy a las 02:18 por Lluvia Abril
» XII. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (VII)
Hoy a las 02:09 por Lluvia Abril
» POESÍA ÁRABE
Ayer a las 20:38 por Maria Lua
» LITERATURA LIBANESA - POESÍA LIBANESA
Ayer a las 20:37 por Maria Lua
» LA POESÍA PORTUGUESA - LA LITERATURA PORTUGUESA
Ayer a las 20:31 por Maria Lua
» CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO
Ayer a las 15:00 por cecilia gargantini
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Ayer a las 14:43 por Maria Lua