SOBRE LA ROSA...

TOMO II. SIGLO XIX. 

112. D. Ventura de la Vega (1807 - 1865)


A ROSA VALLARINO (ESTROFAS).


Vertiendo aroma, al despuntar el día,
Nace la rosa en plácido pensil:
En el pensil de España, Andalucía,
Tú naciste también, Rosa gentil.


Nace; y tímida empieza y ruborosa
Su purpurino cáliz á entreabrir:
Capullos son también tus labios, Rosa,
Cuando comienzan dulces á reir.


Pastor incauto, del olor llevado,
Su tallo ¡ay necio! se atrevió á tocar:
Aguda espina le dejó llagado,
y largas horas consumió en llorar.


Rosa gentil, que, á su pesar, inclinas
Á que te adore el que una vez te vi6:
Dime si -tienes, 'cual la rosa, espinas,
¡Que no quisiera lastimarme yo!


Obras poéticas de D. VENTUR.A DE LA VEGA : París , por J, CALYE 
1866.-Pág. 336.

TOMO II. SIGLO XIX. 

113. D. ANACLETO BERMÚDEZ. (1806 - 1852) 

D. ANACLETO BERMÚDEZ (FILENO) nació en Sancti-Spíritus el 
4 de julio de 1806. Adquirió su educación literaria en el 
Seminario de San Carlos de la Habana y en la Universidad 
de Alcalá de Henares en España , donde residió por espacio de tres años. Á 1830 se remontan los primeros veesos que Bermúdez publicó en El Puntero de la Habana, habiendo sido de los primeros poetas que introdujeron el gusto romántico tomarlo de la Península en la naciente literatura cubana. No
obstante I la época en que escribió más frecuentemente sus versos que publicaba en La Cartera Cubana con el 
seudónimo de Fileno, fue de1838 á 1840. Poco á poco
Bermúdez fué trocando el aura del Parnaso por los triunfos 
del foro , y de1847 á 1849 publicó sus Lecciones de 
Derecho mercantil, que fueron en su tiempo muy 
 celebradas. Bermúdez murió de temprana y
desastrosa muerte el 1 de septiembre de 1852. Zambrana
leyó su elogio ante su cadáver; Cutanda, en la Península, 
también le ha celebrado , y la generación nueva de la isla de Cuba le cuenta en el número de sus hijos eminentes por su inteligencia privilegiada, su profundo saber y su integridad incorruptible . Sus versos están llenos de ternura de afectos , y recuerdan , por su elocución y su forma  la escuela literaria á que rindió culto.

TOMO II. SIGLO XIX. 

113. D. ANACLETO BERMÚDEZ. (1806 - 1852) 


LA ROSA DE LA PLAYA (Oda), CONT.


Hechizo de las playas habaneras,
Encantadora flor, ¿por qué naciste
En esta roca abandonada y dura
Y en árido arenal, tú, que debiste
Reinar en el jardín con tu hermosura?
¿Tal vez temiendo que atrevida mano
Del mundo en los verjeles insultara
Tu modesta beldad, ó que del vicio
El soplo asolador á tí llegara,
Buscaste este lugar?- También es, rosa,
Como tú la virtud pura y sencilla,
Y como tú también ama el silencio
Y ama la soledad, en donde brilla
Más que el carro del sol.-Aquí dolido

De mi acerbo penar te ha colocado
La mano del Señor por mi ventura,
Como á veces coloca en el desierto,
Para alivio del mísero viandante
Que lamentando sus desdichas viene,
Un lirio inspirador que le detiene.


Yo te bendigo en tu mejor hechura,
Señor del rayo que en el aire estalla,
Autor del universo; yo bendigo
La encantadora rosa de la playa.
¡Oh cuánto la amo yo! ¡Cuánto mi pecho
Palpita blandamente á su presencia,
Rebosando place r!-Dejad que llegue
y que respire su agradable esencia,
y que mire de cerca los encantos
Que el cielo por ini bien le ha concedido,
y que bese su cáliz encendido
y la vuelva á besar.-¡Yo soy dichoso,
Bella flor, junto á tí! Pero mi aliento
Es aliento de fuego, y abrasara
Tu tallo virginal.-Deja que al menos
Respire el aire puro que embalsamas,
Este aire encantador.-¡Ah! no receles,
Hechicera beldad, que quien te adora
Pueda ofenderte con culpable llama:
Mi amor es como tú, sencillo y puro,
y siempre sabe respetar quien ama.


Yo aquí vendré, cuando en las tardes fresca!
Se esconda el sol en los azules mares,
A contemplar tus gracias seductoras,
A olvidar con tu vista mis pesares,
A ser feliz; y cuando airado el tiempo

[size=23]Ose insultarte  y caigas deshojada,
Caerán tus hojas en mi tumba helada.
¡Imagen celestial y candorosa
De la encendida flor que ví en mi sueño;
Mirtela angelical, tú eres la rosa
y la beldad amable, por quien ciego
A todas horas con placer deliro:
Tuyo será mi corazón de fuego;
Tuyo será mi postrimer suspiro!

Parnaso cubano: colección de las poesías más selectas de autores
cubanos, por D. ANTONIO L6p5Z PINTO : Habana, por la viuda de
Soler y Compañía, 1881.-Pág. 90.
[/size]

TOMO II. SIGLO XIX. 

114. Marqués de Guad-El-Jelú (1808 - 1886)



D. ANTONIO ROS DE OLANO, primer Marqués de Guad-el-
Jelú , Conde de Almina, Vizconde de Ros, Teniente General de
los Ejércitos, nació en Mariana de Caracas en 1808 de padres
peninsulares. Vino muy joven á educarse á España; y aunque
siguió desde luego la carrera militar I adquirió una profunda instrucción clásica literaria, revelando desde sus primeros años
su decidida disposición para la poesía. Muerto Fernando VII y
encendida la guerra civil, por la vivacidad de su genio, su áni-
mo arriesgado. su porte elegante y su extremada distinción, dis-
putáronselo para sus ayudantías los Generales del ejército del
Norte, Espoz y Mina, Valdés, D. Luís Fernández de Córdova,
Lacy, Evans y el comodoro inglés Thom-Hay . Olaza y Abár-
zuza, el Carrascal y Zaburu , los campos de Mendigorría y el
castillo de Guevara, las márgenes del Urumea y las riberas de
Pasajes presenciaron sus acciones valerosas; de modo que al
acabar la guerra era ya General. Entre tanto, nunca olvidó las
letras ni dejó de servir la política. Comunicábase en el culto de
las primeras con el círculo íntimo en que alternaban, en casa de
la madre del que fué renombrado caricato primero de la ópera
y después de la zarzuela, D. Francisco de P. Salas, con Espron-
ceda, Ventura de la Vega, D. Cándido Nocedal, los dos Ro-
meas, González Brabo los Escosuras, Larra y otros. Espronce-
da le dedicó su poema de El Diablo Mundo . Fué redactor de
El Siglo. de El Español y de El Correo Nacional. Tomó parte
en los acontecimientos políticos de 1840 á 1843 , en los de
1854 y en los de 1868. Después de haber sido el único Capi-
tán General que ha habido en nuestros presidios de Africa,
Director de Artillería, Ministro de Fomento , Diputado y Se-
nador, militó bajo el mando del General O'Donnel en la guerra
contra Marruecos  é hizo cantar á Alarcón, en su Diario de un
testigo, la última odisea militar de España. Con Espronceda es-
cribió la comedia Ni el tio ni el sobrino; después varias novelas.
El poema La Gamogagia y sus Poesías son también obras que
se han publicado, Murió el viernes 23 de julio de 1886.

TOMO II. SIGLO XIX. 

114. Marqués de Guad-El-Jelú (1808 - 1886)


EVA (Soneto)


Era el Eden; la creación, naciente,
Tipos aislados del Autor divino;
y el arte vislumbraba su destino
En la forma inicial de la serpiente.


Abrió la rosa al margen de la fuente :
Mujer desnuda, en plácido camino,
Llegó á mirarse el rostro peregrino
Al limpio espejo de agua transparente.
Entonces fué la femenil flaqueza;
Primera envidia, en donde al arte cupo
Enmendar la infantil naturaleza.


Eva la flor en su cabello supo
Prender, y fu er on de la ideal belleza
La mujer y la rosa el primer fruto.

Poesías de D. ANTONIO Ros D E OLANO, con un pr6logo de D. PE-
DRO A. DE ALARC6N , de la Real Academia Española: Madrid, por
Manuel Tello, 1886.-Pág. 50

TOMO II. SIGLO XIX. 

115. D. Ignacio Mª Acosta (1814 - 1871)


D. IGNACIO MARÌA ACOSTA (Iñigo) nació en la Habana en
octubre de 1814, Fué también del nuevo plantel de poetas jó-
venes del Seminario de San Carlos , donde formó su educación
literaria . En 1833 pasó á la ciudad de Matanzas, donde con-
trajo matrimonio y fijó su residencia. Allí , con D. Miguel de
Teurbe, colaboró en los periódicos La Aurora El Yumuriy y La
Guirnalda . En 1845 publicó, con el titulo de Delirios del corazón
una colección de sus versos. Más tarde se dedicó á  la en-
señanza superior, y escribió su Romance histórico y geográfico
de la isla de Cuba, que aún está declarado de texto en 125 
escuelas de toda la isla,

TOMO II. SIGLO XIX. 

115. D. Ignacio Mª Acosta (1814 - 1871)


LA ROSA DE LA SÁBANA (soneto)


Nace fragante, delicada, hermosa,
Rica en colores, tímida y galana,
Entre perlas que riega la mañana
En verde tallo la encendida rosa.


El aura la acaricia voluptuosa ;
En agradarla el colibrí se afana
Y es la rosa gentil de la sabana
El dulce hechizo, la adorada diosa.


Pero si envuelto en polvoroso aliento
Con torpe labio y bárbara inclemencia
Besa la flor el huracán violento,


Entonces mustia, sin color ni esencia,
Muere infeliz, cual muere en un momento,
Al contacto del vicio, la inocencia.


Parnaso cubano: colección de las más selectas poesías de 
escritores cubanos recogidas por D. ANTONIO LÓPEZ 
PINTO. Habana, Imprenta de la viuda de Soler y Compañía, 
IBBI. -Pág. 338 .

TOMO II. SIGLO XIX. 

116. El Marqués  de Casajara (1815 - 1872)


ESENCIA DE ROSA. Á LA ASCENSIÓN DE LA VIRGEN. (Soneto)

Al dormirse la rosa peregrina, 
De Jericó delicia, cuyo aliento 
Embalsamaba todo e! firmamento, 
Y en belleza y dulzura fué divina; 

Baja. formando nube diamantina, 
Desde los cielos ardoroso viento, 
Que es el amor con ángeles sin cuento, 
y en sus alas la reina se reclina. 

Cual se levanta la risueña aurora 
Del caos de la noche, y esparrama 
En su carrera luz consoladora; 

De su sueño, que fué de amor desmayo, 
Se alza y vuela á su Dios que á sí la llama, 
y su vuelo es de amor sublime rayo. 

 Poesías á la Reina de los Cielos, por D. JUAN MANUEL DE BERRIOZÁBAL, Marqués de Casajara: Madrid, por Manuel Tello , 1871.- Pág. 137

TOMO II. SIGLO XIX. 

117. D. José Grijalba (1820 - ?)


LA ROSA Y LA VIOLETA. Á JULIA. (APÓLOGO. )

La violeta y la rosa, Julia bella, 
Admirarás en mayo: 
Crece una mustia, altiva otra descuella, 
Del sol al mismo rayo. 

La fresca rosa en el verjel florido 
Bella y fragante crece, 
y se cimbrea sobre el tallo erguido 
Que orgulloso la mece. 

Galanes milla cercan presurosos, 
y del rosal cortada, 
Al pueblo del jardín llevan gozosos 
La prenda codiciada. 

Luchan: la rosa cada cual elige 
Para sí con empeño, 
Y el más diestro y dichoso al fin se erige 
En su absoluto dueño. 

Y en su hermosa pensando altivo, ufano, 
La busca diligente, 
Para con tierna enamorada mano 
Colocarla en su frente. 

Ya entre él cabello de la dama brilla, 
Y envidia es no tenella, 
Que en el paseo y baile de la villa 
La hace la flor más bella. 

Y aunque al furor del tiempo se deshoja 
Su capullo deshecho, 
La hermosa, hoja tras hoja, 
la recoge Guardándola en el pecho.


CONT.

TOMO II. SIGLO XIX. 

117. D. José Grijalba (1820 - ?)

LA ROSA Y LA VIOLETA. Á JULIA. (APÓLOGO. ) CONT.


Después en polvo convertida sale; 
Sale, y, preciosa prenda 
Que en recuerdos de amor tesoros vale, 
Sirve á su altar de ofrenda. 

Y aun fuera del jardín la flor hermosa 
Marchita, polvo, nada, 
Eterna dura en la ilusión dichosa 
Del alma enamorada. 

Junto á la rosa, en el jardín florido, 
Triste violeta crece, 
Que ni descuella sobre el tallo erguido, 
Ni orgullosa se mece. 

Ni amantes milla cercan presurosos, 
Ni del tallo cortada 
Al pueblo del jardín llevan gozosos 
La violeta nevada. 

No excita á amor la tímida viola: 
Sólo tristeza excita; 
Oculta llar entre las flores sola, 
Desde el nacer marchita. 

Ningún amante afortunado anhela 
Regalarla á su dueño: 
Tan sólo el triste á quien dolor desvela 
La busca con empeño. 

Ni en fiesta ó baile el seductor encanto 
De la hermosa acompaña, 
Mustia, ignorada, del doliente el llanto 
Solitario la baña. 


CONT.

TOMO II. SIGLO XIX. 

117. D. José Grijalba (1820 - ?)

LA ROSA Y LA VIOLETA. Á JULIA. (APÓLOGO. ) FIN.


Cuando al furor del tiempo se despoja 
Su capullo deshecho, 
No hay quien hoja tras hoja la recoja 
Guardándola en el pecho. 

Asida muere al sitio donde nace: 
Por siempre polvo, nada: 
Que no en recuerdos del amor renace, 
Cual la rosa encarnada. 

Mira, Julia, la rosa y la violeta , 
Cuál distintas florecen: 
¡De nuestra vida en la corriente inquieta 
Dos símbolos ofrecen! 
 
No la violeta anheles: sus colores 
Nuncios son de pesares; 
Nunca guirnaldas coronó de amores, 
Ni adornó los altares. 

Al emprender los rumbos que la vida 
Ante la vista ofrece, 
Por ser feliz, á la violeta olvida ; 
Cual la rosa, florece. 

El mundo sonrosado ame tus ojos, 
Magnífico girando, 
Su áspera copa de pesar y enojos 
A su vista ahuyentando, 

Por siempre, Julia, libre la frescura 
De tu sien de tristeza, 
Dando á la vida de eternal ventura 
Espléndida riqueza. 

 Revista de Madrid, 1844 .  

TOMO II. SIGLO XIX. 

118. Don Manuel Diéguez (1820 - 1861)

D. MANUEL DIÉGUEZ, poeta salvadoreño del primer tercio de
este siglo, nació en 20 de mayo de 1820. Desde la primera ju-
ria y del derecho. Dotado de un alma ardiente y de una irna-
ginación de fuego, abrazó también desde entonces las ideas
políticas más avanzadas, llegando con sus exageraciones á me-
recer una sentencia de destierro que le llevó á Guatemala, lo
que le hizo interrumpir su carrera de Abogado, á cuya profe-
sión dirigía sus estudios. En 1849 volvió á su patria, y á poco
comenzó á brillar en el foro, como ya brillaba en el teatro de las
musas y en los combates de la prensa . Con todo, su pasión
fué siempre la política por lo que la mayor parte de la vida
la agotó en ruinosas persecuciones) que le condenaron á una
perpetua pobreza. Pobre vivió y pobre mudó el 20 de mayo
de 1861, y sus poesías, que no se han publicado nunca en un
cuerpo de libro andan dispersas por multitud de periódicos de
la época que alcanzó. Á haber podido resolver el problema de
un a vida pacífica y sedentaria, habría sido una de las prime-
ras figuras literarias de su tiempo en Centro - América . Tenía
dulzura y fluidez, rica versificación é ideas levantadas. Sus
obras son más filosóficas que imaginativas, y no todas abun-
dan e n aquella pasión de sentimientos en que la vida política
hacía de continuo girar su corazón

TOMO II. SIGLO XIX. 

118. Don Manuel Diéguez (1820 - 1861)


EL ROSAL Y LA VIDA (DÉCIMAS.)


Si ese rosal examinas,
Que riegas tan cuidadosa,
Verás que entre cada rosa
Tiene millares de espinas;
y si ligera te inclinas
Para cortar un botón,
No extrañes que duro arpón
Hiera tu mano pulida:
Que los goces de la vida
Van con igual condición.


Por pasajero placer,
Efímero cual las flores,
En prolongados dolores
El hombre se llega á ver;
y la vida viene á ser,
Si con juicio se examina,
Como el rosal que Delina
Riega y cultiva afanosa:
Cada ilusión una rosa;
Cada recuerdo una espina.

Galería poética centroamericana: colección de poesías de los 
mejores poetas de la América del Centro: Guatemala, tipografía 
de la Unión, .888. -Tomo II, pág. 277 .

EL ROSAL Y LA VIDA (DÉCIMAS.)


Si ese rosal examinas,
Que riegas tan cuidadosa,
Verás que entre cada rosa
Tiene millares de espinas;
y si ligera te inclinas
Para cortar un botón,
No extrañes que duro arpón
Hiera tu mano pulida:
Que los goces de la vida
Van con igual condición.


Por pasajero placer,
Efímero cual las flores,
En prolongados dolores
El hombre se llega á ver;
y la vida viene á ser,
Si con juicio se examina,
Como el rosal que Delina
Riega y cultiva afanosa:
Cada ilusión una rosa;
Cada recuerdo una espina.

Y así es, un rosal es la vida, con la flor y sus espinas, pero bella.
Gracias, Pascual, por tu constancia, aquí, allá...
Besos.

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

119. FRANCISCO GONZÁLEZ BOCANEGRA (1824 - 1861)
.
D. ¡FRANCISCO GONZÁLEZ BOCANEGRA era natural de Méjico.
D. José Domingo Cortés, en su Diccionario biográfico americano
(París, por Lahure, 1875, pág. 209), dice, por única biografía,
de este escritor: «(Poeta erótico) templa las cuerdas de su lira
cual diestro tañedor, y en versos de cariño y en dulces armonías
celebra el objeto de sus ternezas. Como poeta popular ,
sus composiciones respiran generoso entusiasmo y acendrado
patriotismo. Pero donde debe buscarse á González Bocanegra
es bajo los artesones del teatro: allí hace revivir al descubridor
del Pacífico y el espectador presencia su catástrofe . Vasco
Núñez de Balboa, debido á la pluma de este poeta, es un drama
muy notable, tanto por su argumento cuanto por la belleza
de los caracteres y su florida versificación .»

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

119. FRANCISCO GONZÁLEZ BOCANEGRA (1824 - 1861)


ROSA MARCHITA .

SONETO.

¡Pobre rosa! Perdiste tu belleza
Al sepultarse el sol en Occidente,
y moribunda ya, lánguidamente
Al suelo incljnas la gentil cabeza.

Del vendaval la indómita fiereza
Tu tierno tallo romperá inclementt;
Tus hojas llevaráse la corriente
Que pasa murmurando con tristeza .

¡Como tu vida, acabará la mía!
Tú perdistes ¡oh rosa! tus colores,
Para morir al declinar el día;

y á mí ¡infeliz! perdidos mis amores,
Me llevarán hasta la tumba fría
Éstos, que sufro, bárbaros dolores.

Méjico, 6 de abril de 1851 .

La Iluslración mejicana, 1851. Tomo j, pág 6I. Y con va-
riantes: Sonetos varios de la lira mejicana : Méjico, por Vicente
Segura, 18S5 .-Pág . 165 .

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

120. JOAQUÍN FRANCISCO PACHECO

JOAQUÍN FRANCISCO PACHECO nació en Écija el 22 de fe·
brero de 1808. Estudió en Sevilla ; vivió en Córdoba, y ya
hombre volvió á su ciudad natal, donde en 1833 fué elegido
síndico de aquel Ayuntamiento . El mismo año se vino á Ma-
drid , y muerto Fernando VII y regulada la Regencia de Doña
María Cristina de Barbón por las inspiraciones del Gobierno
liberal y representativo, se apresuró á tomar puesto propio en
la prensa política y fundó El Siglo. Burgos' penetró la claridad
de entendimiento , que era la facultad preeminente de Pacheco,
y queriéndole atraer, le nombró redactor del Diario de Admi-
nistración en reemplazo de D. Salustiano de Olózaga . En 1834
Pacheco entró en La Abeja , cuyo periódico llegó oí dirigir ,
hast a que en 1836 se fundó El Español, en cuya redacción tomó
parte. Ya era inmenso su crédito como abogado, literato, poe-
ta y periodista. y con esta reputación Sevilla le envió á las
Corte s en 18J7. En 1840, Borrego formó aquella redacción de
El Correo Nacional con la pléyade de escritores brillantes, de
Jos que todos, incluso el administrador D. Juan Gaya fueron
Ministros, menos el fundador. Las disidencias con éste hicieron
publicar á Pacheco , Ríos y Rosas y Pastor Díaz El Conservador
en 1841, y e n el mismo año publicó además Pacheco la Historia
de la Regencia de Maria Cristina. El Conservador fué el germen
de la Unión liberal en 1856: entre tanto, los puritanos que salie-
ro n de aquel núcleo excelso de ilustres publicistas , ya mandan
do ó ya preparando el programa de 1854, rompieron los moldes
de los partidos radicales y crearon aquel doctrinarismo, sistema
práctico de realidad, que hasta aquí se ha impuesto á todas las
situaciones y que tiene enhiestas banderas hasta en el campo
de la democracia. ·Pacheco fué Diputado, Senador, Ministro ,
Presidente del Consejo, Embajador en Roma y Méjico, y lo hu-
biera ·sido todo en España, si á la instrucción vasta y al buen
sentido que tenía hubiera añadido firmeza de carácter. Dió
obras ilustres á la ciencia de la legislación, como el primer
tratadista de derecho penal que ha habido en España en nues-
tro siglo, y bellas producciones á la literatura . Recreándose
en los versos, solía decir al que estas lineas escribe que él «ha-
bía equivocado la carrera y que su vocación eran las musas .)
Devoraba una profunda pena literaria, sin embargo: el dolor
de no haber podido escribir nunca una novela, aunque varias
veces se lo propuso. Murió el 8 de octubre de 1865. Sus. co-
nocimientos jurídicos eran tales, que Ríos y Rosas le llamó
siempre Maestro

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

120. JOAQUÍN FRANCISCO PACHECO (1808 - 1865)

Á DOLORES ENVIÁNDOLA UNA ROSA . (DÉCIMAS.)


Emblema de tu hermosura
Es, oh querida, esta rosa:
Lozana, roja, olorosa,
Fresca cual tú, cual tú pura;
Su virginal galanura,
De su forma los primores,
El brillo de sus colores,
La aroma que exhala de ella :
¡Nunca una rosa más bella
Nació el mes de los amores!

Yo la ví: de la mañana
El dudoso resplandor,
Daba su primer albor
Entre nubes de oro y grana.
La flor esbelta y galana
Bañada en dulce rocío,
Bajo un azahar sombrío,
Dosel de eterna ventura ,
Descubrí, y en su hermosura
Miré la del dueño mío.

Y le dije: . Tú y Dolores
Sois, oh flor, las más hermosas:
Tú, la reina de las rosas;
Ella, la de los amores.
Guarnecidas de rigores
Fuísteis las dos por el cielo;
Mas yo emboto sin recelo
Tus espinas, bella flor,
Cuando de mi dulce amor
No puedo ablandar el hielo.

Pero tu altiveza vana
Forzoso será que humilles,
Pues no es posible que brilles
Donde está mi gaditana.
No te vale, oh rosa ufana ,
Ser de Flora don preciado:
No; mi dueño idolatrado
Es don de Venus hermosa,
Y donde brilla una diosa
Nunca una flor ha brillado .

CONT.

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

120. JOAQUÍN FRANCISCO PACHECO (1808 - 1865)

Á DOLORES ENVIÁNDOLA UNA ROSA . (DÉCIMAS.)

CONT.

Y con todo, ¡tú felice
Que posarás en su seno,
Mientras yo, de envidia lleno,
Te contemplaré infelice!
¿Qué importa que se deslice
Como un soplo tu memoria;
Que se reduzca tu historia
En efímero durar,
Si en ella puedes llegar
A la cumbre de la gloria?

»Un día tras otro día
Para mí se van huyendo,
y con ellos van muriendo
Los años de mi alegría .
y en tanto la amada mía,
Si cada vez más hermosa,
Cada vez más rigorosa,
Se muestra para mi daño:
¡Yo diera de vida un año
Por una hora tuya, ¡oh rosa' ~

Perdona, amada Dolores;
Perdónale á mi pasión
La enardecida expresión
Que me arrancan tus rigores.
Esa reina de las flores
Que te ofrezco palpitante,
De tu pecho de diamante
Puede templar la esquivez,
¡y consiga alguna vez
Un recuerdo hacia tu amante!

Literatura, historia y política por D. JOAQUIN FRANCISCO PACHECO
Madrid, por Julián Peña, 1864. -Tomo iI pág. 33 .

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

120. JOAQUÍN FRANCISCO PACHECO (1808 - 1865)

Á DOLORES ENVIÁNDOLA UNA ROSA . (DÉCIMAS.)

CONT.

Y con todo, ¡tú felice
Que posarás en su seno,
Mientras yo, de envidia lleno,
Te contemplaré infelice!
¿Qué importa que se deslice
Como un soplo tu memoria;
Que se reduzca tu historia
En efímero durar,
Si en ella puedes llegar
A la cumbre de la gloria?

»Un día tras otro día
Para mí se van huyendo,
y con ellos van muriendo
Los años de mi alegría .
y en tanto la amada mía,
Si cada vez más hermosa,
Cada vez más rigorosa,
Se muestra para mi daño:
¡Yo diera de vida un año
Por una hora tuya, ¡oh rosa' ~

Perdona, amada Dolores;
Perdónale á mi pasión
La enardecida expresión
Que me arrancan tus rigores.
Esa reina de las flores
Que te ofrezco palpitante,
De tu pecho de diamante
Puede templar la esquivez,
¡y consiga alguna vez
Un recuerdo hacia tu amante!

Literatura, historia y política por D. JOAQUIN FRANCISCO PACHECO
Madrid, por Julián Peña, 1864. -Tomo iI pág. 33 .

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

121.  PLÁCIDO,  EL MULATO (1809 - 1844)


GABRIEL DE LA CONCEPCIÓN VALDÉS (Plácido) nació en la
Habana el 18 de marzo de 1809, de padre mulato, Diego Fe-
rrer Mataso , y madre castellana, María Valdés , bailarina, na-
tural de Burgos . Le criaron en la Real Casa de Maternidad,
de donde, niño aún, le sacó su padre, el cual, abandonándole
luego, pasó á Méjico, donde murió. Su madre estuvo siempre
en contacto con él. Su niñez fué desvalida , y su educación des-
cuidada. Los frailes belemitas le dieron las primeras nociones
de la cultura intelectual : todo lo demás lo adquirió Plácido
por sí, principalmente durante el tiempo que estuvo al servi-
cio del comerciante catalán D. Jaime Taulina, que murió des-
pués en Barcelona opulento naviero . Por fuerza recóndita de
inspiración interior versificaba Plácido desde niño, y el ser-
vicio doméstico, á que estuvo reducido primero, y el arte me-
cánico de peinillero, que después profesó, no domaron ni ex-
tinguieron aquella exuberante disposición del ánimo. No faltó
quien alentase estas facultades, y él en sus rimas rindió el tri-
buto de la gratitud á los que tan noblemente le estimularon .
En 1834 comenzó á publicar versos suyos en algunos periódi-
cos de la isla, y contribuyó con su poesía La siempreviva á la
aureola poética que las musas del Almendares dedicaron á
Martinez de la Rosa á la muerte de Fernando VII. (Habana ,
imprenta del Gob., 18 3 4.) En 1839 publicó la primera edición
de sus Poesías en Matanzas; en 1841 otro tomito titulado El
Veguero, dedicado á sus amigos de Villaclara, y en 1843 El Hijo
de maldición, poema del tiempo de las Cruzadas. Desde 1836
hizo vida vagabunda, después de no haber acudido á la invi-
tación de Martínez de la Rosa, que unió en su época á la su-
perioridad de la inteligencia la superioridad del poder, y qui-
so traerle á la Península. En todo este tiempo, hasta su trá-
gica muerte, le dominaron las pasiones, los vicios y Ja pobre-
za, que le sumieron en aquella especie de abyección social ,
que dió pábulo á las acusaciones, que le originaron la muerte .
Imputósele la participación en proyectos de trastornos políti-
cos. Reducido á prisión, murió violentamente con diez com-
pañeros más en la mañana del 28 de junio de 1844. En la ca-
pilla escribió los más sublimes de sus versos. Se le considera
el primer poeta dé América por el espíritu vigoroso y la ento-
nación de su musa, Sánchez de Fuertes elogió su memoria con
un sentido soneto. Sus obras se han editado en los dos mun-
dos más de treinta veces. «Al través de la incorrección de su
lenguaje, no conozco poeta ninguno americano, incluso Here-
dia, que pueda. acercársele en genio é inspiración .» (Salas y
Quiroga.) En toda América se profesa gran adhesión al cisne
del Yumuri; pero la superioridasl de otros poetas va poco a
poco eclipsando su nombre. Sus versos están llenos de elogios
á España, á Quintana y á Martínez de la Rosa

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)
TOMO II. SIGLO XIX.

121.  PLÁCIDO,  EL MULATO (1809 - 1844)

LA ROSA INGLESA. (FÁBULA.)

Hay una especie de rosa
Que acá llamamos inglesa,
Tan fértil, que todo el año
Está de verdor cubierta.

Infinidad de capullos
En cada renuevo echa,
ero no llegan á flores
Porque en capullos se quedan.

Cierto señor que tenía
Una, mirándose en ella,
Estaba desconsolado
Por no ver ninguna abierta.

Contando á algún conocido
Este caso con tristeza,
Oyólo un guajiro un día
y díjole :- " ¡Qué simpleza!

Tómese un cuero, y con él
Dele una pasada buena
Hasta quitarle las hojas,
y verá flores abiertas. »

Hízolo el dueño, y de entonces
Aparece tan risueña
Que no hay en todo el contorno
Quien tenga rosas más bellas.

Personas hay en el mundo
Que sólo á palos son buenas.
Como el rosal antedicho;
¡Pero Dios nos libre de ellas!

Obras completas de Plácido ( GABRIEL DE LA CONCEPCIÓN VALDÉS
DES): París, por d´Aubusson y Kugelmann, 1869 -Pág. 155

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)

TOMO II. SIGLO XIX.

122. D. FERNANDO CALDERÓN. (1809 - 1845)

D. FERNANDO CALDERÓN nació en Guadalajara de Méjico en
1809. Á los veinte años tomaba el titulo de ábogado, teniendo
ya en tan temprana edad formada su reputación de poeta,
pues desde los quince escribió y publicó poesías líricas y á
los diez y ocho, en el del 1827, vió representar su primera co-
media, Reinaldo y Elina, en el teatro de su ciudad natal. Em-
prendida esta senda, de 1827 á 1836 dió á la escena en Gua-
dalajara y Zacatecas los dramas Zadig, Zoila ó la esclava in-
diana, Armandina, Los políticos del día, Ramiro, Conde de Lu-
cena, lfigenia y Hercilia y Virgilia. No en todas estas obras
fué Calderón original: Ramiro, Conde de Lucena , está tomada
enteramente y hasta sin cambiar el título de La novela españo-
la de D. Rafael de Húmara y Salamanca , publicada en Ma-
drid (imprenta de Burgo) tiempo antes (1823) en un volumen
I" n 16. °; lfigenia tiene su original en Racine, y Hercilia y Vir-
ginia en Alfieri. Con todo, estas obras le valieron el título de
fundador del moderno teatro mejicano . Al estallar nuevas re-
vueltas y guerras civiles en su patria, se alistó en las banderas
de Zacatecas, habiendo sido gravemente herido en 1835
en un encuentro con las tropas enemigas de su Estado. En
1837 sufrió la pena de destierro por sus opiniones exageradas;
mas se refugió en la capital de la República, donde el Minis-
tro de la Guerra, Tornel, tomóle bajo su protección. La per-
manencia en Méjico le fué muy provechosa. Formó parte de
la Academia de San Juan de Letrán, fundada por D. José Ma-
ría Lacunza, de donde salió el espíritu de la moderna poesía
castellano-mejicana, con su carácter de propia nacionalidad.
Allí perfeccionó el gusto, imitó mejores modelos, y con estos
progresos dió al teatro nuevas obras que son la corona de su
fama. Éstas fueron la comedia A ninguna de las tres y los dra-
mas El Torneo, Ana Bolella y Hermán ó la vuelta del cruzado
Por su forma y por su espíritu estas obras participan del ca-
rácter romántico de las francesas de Víctor Hugo. Á la tem-
prana edad de treinta y nueve años murió Calderón el 8 de
enero de 1845 y el 20 de julio del mimo año se colocó so-
lemnemente su bústo en el salón del teatro nacional de Mé-
jico. También se le dedicó una corona poética . De sus Obra
completa se han hecho dos ediciones después de su muerte .

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)

TOMO II. SIGLO XIX.

122. D. FERNANDO CALDERÓN. (1809 - 1845)

ROSA MARCHITA. (SILVA.)

¿Eres tú, triste rosa,
La que ayer difundía
Balsámica ambrosía,
y tu altiva cabeza levantando,
Eras la reina de la selva umbría?
¿Por 'qué tan pronto, dime,
Hoy triste y desolada
Te encuentras de tus galas despojada?

Ayer, viento suave
Te halagó cariñoso;
Ayer, alegre el ave
Su cántico armonioso
Ejercitaba, sobre tí posando;
Tú, rosa, le inspirabas,
y á cantar sus amores le exhortabas

Tal vez el fatigado peregrino
Al pasar junto á tí quiso cortarte;
Tal vez quiso llevarte
Algún amante á su ardoroso seno;
Pero al ver tu hermosura
La compasión sintieron
y su atrevida mano detuvieron.

Hoy nadie te respeta:
El furioso aquilón te ha despojado;
Ya nada te ha quedado
¡Oh reina de las flores!
De tu pasado brillo y tus colores.

La fiel imagen eres
De mi triste fortuna;
¡Ay! todos mis placeres,
Todas mis esperanzas una á una
Arrancándome ha ido;
Un destino funesto, cual tus hojas,
Arrancó el huracán enfurecido .

¡Y qué! ¿Ya triste y sola
No habrá quien te dirija una mirada?
¿Estarás condenada
A eterna soledad y amargo lloro?
No; que existe un mortal sobre la tierra,
Un amante infeliz, desesperado,
A quien horrible suerte ha condenado
A perpetuo gemir. Ven, pues, ¡oh rosa!
Ven á mi ardiente seno; en él reposa,
Y ojalá de mis besos la pureza
Resucitar pudiera tu belleza.

Ven, ven, ¡oh triste rosal
Si es mi suerte á la tuya semejante,
Burlemos su porfía;
Ven: todas mis. caricias serán tuyas,
y tu última fragancia será mía.


Méjico,1828.

El Parnaso mejicano, colección formada bajo la dirección del
General D . VICBNTE RIVA PALACIO y  de FRANCISCO J. ARREDONDO:
Méjico, librería de «La Ilustración,. 1886, segunda serie, fascículo
3º Pág. 20