SOBRE LA ROSA...

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)

MANOJO DE ROSAS. TOMO II

SIGLO XIX

103. Manuel Bretón de los Herreros. (1796 - 1873)


LA ROSA DE ZUBIETA


LETRILLA CORREGIDA POR EL AUTOR. 

Orillas del mar Cántabro 
Se alza modesta y linda, 
Y mil deleites brinda 
Al céfiro y á Flora, 
Mil sueños al poeta, 
Mil celos á la Aurora, 
La rosa de Zubiela. 

A tí, bajo este símbolo, 
Bella Adelaida, canto, 
Ni es mucho que tu encanto 
A quien te mire asombre; 
Ni es lisonja indiscreta, 
Niña, que yo te nombre 
La rosa de Zubiela. 

Sin tí son yertos páramos 
Aranjuez y Versalles; 
Sin tí, ¿qué son los valles 
Que ostenta Andalucía  
Y envanecen á Edeta? 
¡Ay! falta á su alegría 
La rosa de Zubieta! 

¿Qué es del clavel la púrpura, 
Si al color de tu cara, 
Oh bella, se compara? 
Mustio el jazmín se humilla, 
Y áspera es la violeta 
Donde tu frente brilla, 
¡Oh rosa de Zubietal 

Tu talle, airosa sílfide, 
Es más que el junco leve, 
Y de tu boca bebe 
Amor el néctar puro 
Que á su yugo sujeta 
El corazón más duro, 
¡Oh rosa de Zubieta! 

Dijera que era Náyade 
Cuando tu planta pisa 
La arena, y á la brisa 
Del mar, nítido y bello, 
Cual palma de Damieta, 
Ondea tu cabello, 
¡Oh rosa de Zubieta! 

Y si el batel, impávida, 
Riges cual blanda pluma, 
Nacer de entre la espuma 
Á la Diosa de Gnido 
Veo en tí, y la saeta, 
Y el arco de Cupido, 
¡Oh rosa de Zubieta! 

¡Ay! ¡vuelve! ¡Zumba el ábrego!  
¡Vuelve, portento hermoso! 
Mira que es proceloso 
El golfo de Vizcaya; 
Deja la mar inquieta, 
Vuelva á la enjuta playa 
¡La rosa de Zubieta! 

¡Vuelve: que entre los árboles 
De la apacible quinta, 
Que mayo eterno pinta, 
Tu igual en lo galana, 
Sin par en lo discreta, 
Te espera dulce hermana 
La reina de Zubieta.(1)

De copia. MS. sacada del original inédito, y facilitada por 
el Sr. D. Cándido Bretón. sobrino del autor.


(1) La amabilísima Señora Doña Clotilde Torres, 
esposa del S. D. Carlos Adán de Yana, propietario 
del Palacio de Zubieta, cerca de Lequeitio.

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TOMO II. SIGLO XIX. 

104. Juan Crisóstomo Lafinur (1797 - 1824)


D.JUAN CRISÓSTOMO LAFINUR nació en San Luis (República
Argentina, capital de la provincia de su nombre) en 1797, haciendo
en la Universidad de Córdoba de Tucumán , fundada por los PP de
la Compañía de Jesús en 1622 , los estudios de su juventud. A las 
órdenes del General Manuel Belgrano trocó el manteo por la espada, 
durante la guerra de la emancipación . Después se entregó al culto de 
las letras y publicó en los periódicos algunas poesías. En 1823 pasó 
á Chile, donde contrajo matrimonio, y todo le sonreía con un porvenir
de gratas esperanzas, cuando en 13 de agosto de 1824 lo malogró
la muerte á la temprana . edad de veintisiete años. De este poeta 
argentino no se ha publicado colección alguna de poesías; pero las
pocas obras que de él existen son muy estimadas en toda América por 
la nueva generación literaria .

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105. Don José María Esteva (1818 -1904)


D. José María Esteva nació en Méjico en los últimos años
del siglo XVIII . Tomó parte en las luchas de la emancipación,
que algunas veces acaloró, así con la espada como con la lira .
Más tarde abandonó lira y espada por el tráfico del comercio.
Con todo, las obras literarias de .su juventud fueron siempre
tenidas en estimación. Su muerte, ocurrida hace pocos años,
pasó casi desapercibida por la obscuridad á que se había 
reducido en la actividad de sus negocios

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105. Don José María Esteva (1818 -1904)


LA ROSA DEL JARDÍN.


EN EL ÁLBUM DE LA SRA. DOÑA ROSA M. Da S.


ESTROFAS.


Cuando en la fresca mañana
Asoma el sol en Oriente,
Resbalando transparente
Un rayo por el pensil,
y el aire lleno de aromas
Entre las flores se mece,
Todo el campo se embellece
Con la rosa del jardín.


Es lindo el negro jacinto,
y la amarilla mosqueta,
y la azulada violeta,
y el oloroso jazmín;
Mas no hay ninguna que iguale
Entre tantas lindas flores,
Los nacarados colores
De la rosa del jardín.


Entre los nardos se ostenta
El lindo clavel jaspeado,
y el gigantón encarnado
Con el hebroso alhelí;
Con la nevada amapola
La madreselva olorosa,
y ninguna es más hermosa
Que la rosa del jardín.


Si las avecillas cantan
Melancólicos amores,
Del pensil entre las flores
Bañando el ala sutil,
Se olvidan de amantes quejas,
Entonando su alborada,
Cuando miran levantada
Á la rosa del jardín.


Por decirle sus pesares
El pajarillo se afana,
Cuando ella hermosa y galana
Derrama perfumes mil;
y en tanto con vuelo inquieto
La pintada mariposa
En torno vuela envidiosa
De la rosa del jardín.



Cont.

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105. Don José María Esteva (1818 -1904)


LA ROSA DEL JARDÍN.


EN EL ÁLBUM DE LA SRA. DOÑA ROSA M. Da S.


Estrofas. Cont.


Tú eres, mujer, esa flor
Que alegra á los que la miran ,
Por quien las aves suspiran,
Del bello verjel la hurí;
Tal vez ¡ay! cuando naciste
Supo quien te puso Rosa
Que habías de ser hermosa
Cual la rosa del jardín.


Suelen pintarse en tu rostro
Los goces de tu alma pura,
Ya en tu nevada blancura,
Ya en tu subido carmín;
Yesos colores, que entonces
Se animan y desvanecen,
Son los vientos que se mecen
En la rosa del jardín.


Y cuando pura y graciosa,
Cual si estuviera indecisa,
Vaga perdida sonrisa
Por tus labios de rubí,
Es que voluble y ligera
La pintada mariposa,
Vuela en torno de la rosa,
Que es la rosa del jardín.

Si donosa te colocas
Entre muchas ninfas bellas,
Que lucen del mundo estrellas
En su cielo de zafir,
Entre aquesa muchedumbre,
Do sonríen los amores,
Ellas son las otras flores ,
Tú la rosa del jardín.


Yo, Rosa, te cantaré,
Como canta la avecilla,
Cuando su amistad sencilla
Trinando está en el pensil;
Y, amiga, dí cuando escuches
Las notas de mi garganta:
Es mi ruiseñor que canta
A la rosa del jardín.

Poemas de D. JOSB MARÍA ESTEVA: Veracruz, imprenta del 
Comercio, 1850.-Pág. 59.

Amigo mío, en estos momentos es lo que apetece, perderse en este jardín de versos.
Hoy, como no estoy en mi casa, no puedo seguir con mis autores, así que desde el móvil, leo y disfruto de tu espléndido trabajo.
Gracias, Pascual.

Gracias, Lluvia, por tu seguimiento. Besos

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106. Don Joaquín Pesado (1801 - 1861)


JOSÉ JOAQUÍN PESADO nació en San Agustín de El Palmar 
en 9 de febrero de 1801. La antigua Universidad mejicana) fun-
dada por el Rey Felipe 11, le autorizó los títulos profesionales
y le prestó la suficiencia con que se hizo notable en la litera-
tura, en las Cámaras y en el foro. Aunque publicó muchas de 
sus  poesías en la Academia poética, dió á la estampa en 1837
en Méjico, y se reprodujo en París, un tomo de ellas, que son
muy estimadas por lo que le han sobrevivido. Pesado fué un
poeta de su tiempo; época de transición en que, imperando
todavía los cánones de la educación clásica , el espíritu general
tendía sus alas por los espacios sin término de la libertad. Sin
embargo, merece la estimación en que se le tiene . Escribió,
además, su poema Revelación las traducciones en verso de 
los Salmos de David y de las Odas de Horacio, y Los Aztecas 
tomadas de los antiguos cantares de los indígenas de su pais.
Una de sus má s bellas poesías es la titulada Mi amada en la
misa de alba, que ofrece originalidad y tiernos y apacibles sen-
timientos. En la Academia Poética se encuentra la mayor par-
te de sus obras que se conservan . Bajo la administración del
General Bustamante fué Ministro , y desde 1837 brilló por su
palabra en las Cámaras, en el foro y en las sociedades litera-
rias. Su cultura intelectual fué muy vasta , y llegó á poseer
varios idiomas de Europa y algunos de los indígenas de su
país. Entró en la vída pública en 1833 como uno de lo. míem-
bros del Congreso de Veracruz, de cuya ciudad fué Gobernador

en 1834. Redactó La Opinión, periódico politico, en cola-
boración con D. Francisco Modesto OlaguibaI. En 1838 fué
Ministro del Interior y de Relaciones extranjeras; pero en 1839
se retiró de la vida pública. En 1854 tomó la qorla de Doctor
en la Universidad de Méjico. De sus Poesías  originales y tradu-
cidas, se hizo la primera impresión en 1839 y la Segunda edi-
ción en 1840; en 1859 apareció su poema la Revelación en
186o, algunos fragmentos traducidos de la Jerusalén libertada.
Murió en Méjico el 3 de mayo de 1861.

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106. Don Joaquín Pesado (1801 - 1861)


Á UNA ROSA. (LIRA.)


Te espejas en la fuente bullidora;
La tierra te es propicia,
Y, bañada en el llanto de la aurora,
El aura te acaricia.


A vivir, flor hermosa, te apresura:
El ramo en que descuellas
El imperio tendrá de la hermosura  
Sobre las flores bellas.


¿Mas qué digo, insensato? Flor graciosa
¡Ay! tu vivir difiere:
Observa que la vida no reposa,
Y cuanto nace muere.


El mismo sol que iluminó tus galas
En polvo te convierte,
Y ligera á la nada te resbalas
Al soplo de la muerte.


Elisa, como tú, flor delicada
Ora espléndida brilla,
Y acaso en juventud será cortada
Por la fatal cuchilla.


Desciende en tanto de tu tallo hermoso,
De ámbares puros lleno,
y encontrarás asiento más precioso
En su inocente seno.


Ostenta en él tus vívidos colores,
Tus aromas le brinda :
Serás la más felice de las flores,
Como eres la más linda.


Sea su pecho trono de tu gloria,
y tu sepulcro sea:
Mi amor envanecido, igual victoria,
Igual muerte desea.


¡Cuánto envidio tu suerte! Desprendida
Del ramo en que nacieras,
Volverás con su aliento á nueva vida
Cuando marchita mueras.


¡Dichosa si tu púrpura resalta
En su mano de nieve!
¡Dichosa si con lágrimas esmalta
Tu cerco ardiente y breve!


Si el asilo quisiese audace mano
Turbardo te reclinas,
Castiga al punto su anhelar liviano :
Clávala tus espinas.


(De la Colección de Don Marcelino Menéndez y Pelayo)

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107. Don Juan de Arolas (1805 - 1849)


DON JUA N DE AROLAS nació en Barcelona el 20 de junio de
1805 . De catorce años , en 1819 , tomó el hábito de la Religión
calasanziana, entrando en las Escuelas Pías de Peralta de la
Sal , donde practicó los estudios y ejercicios del noviciado. 
Envióle luego la institución religioso-docente á Valencia á llenar
los fines de su instituto, y allí obtuvo, además del gobierno, 
la cátedra de Religión y Moral en la Escuela Normal de la provin-
cia en 1846. Su rica. y apasionada musa llamó precozmente á
las puertas de su espíritu, enardeció su fantasía y llenó su ima-
ginación de colores y lumbres. Los sentimientos que entonces
brotaron en su corazón, se pusieron en lucha con los hábitos y
los votos de su sagrado ministerio, y distrayendo el ánimo 
hacia las idealidades de una vida oriental, que era para su cere-
bro un pasto á sus necesidades, creó un género en que derra-
mó á torrentes toda la opulencia de su mente fantástica y so -
ñadora. No bastando estas producciones íntimas á la exube-
rancia de su naturaleza, empeñó su pluma en las columnas de
los periódicos, y en El Fénix y en el Diario Mercantil de Va-
lencia llenaba los folletines de versos armoniosos, nutridos de
ideas y de imágenes de oro , sin preparación previa ni planes
meditados. Tomaba la pluma . y como quien improvisa artiícu-
los de fondo , escribía y escribía, hasta llenar el hueco mate-
mático que se le señalaba. Aquel trabajo intelectual, desorde-
nado; aquellos apetitos del espíritu sin saciar, perturbaron al
cabo su imaginación . Sobrevino la demencia; tuvo accesos iras-

cibies, y, recluso en un encierro del Convento, cayó de l arre-
bato febril en el idiotismo , pasando los tres últimos años de
s u vi da arrastrándose por los suelos. y entre padecirnientos
que inspiraban compasión . Al cabo murió el 25 de noviembre
de 1843. á los treinta y ocho años de edad, Su oda La Am-
nistía  formó parte de la Corona Real ofrecida á la Reina Doña
María Cristina de Borbón. Escribió un poema romántico titu-
lado La Sílfide del acueducto; un tomo de Poesía. caballeres-
cas y orientales y otro de Poesías Varias. De uno y otro se han
hecho desde 1842 más de veinte ediciones en los dos mundos.
Fué de los mayores poetas que han florecido en nuestra edad
en España, y sus versos vivirán tanto como nuestro lenguaje y
nuestra literatura

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TOMO II. SIGLO XIX. 

107. Don Juan de Arolas (1805 - 1849)


EL ÁNGEL Y LA ROSA. (DIÁLOGO.)


II


Entre su ramaje lleno ,
Cuna blanda y deliciosa,
Se mece la primer rosa
Que ostenta más rico seno.


Y tiembla. como sencilla ,
Porque su experiencia es poca,
De la luz que clara brilla,
Del céfiro que la toca.


Para respirar su esencia
Bajó del cielo estrellado
Un ángel enamorado
De su beldad é inocencia.


Y contemplando sus galas,
Y respirando su ambiente,
La cubría con sus alas
Y el resplandor de su frente .


La flor, que reconocía
Del paraninfo el sagrado,
Abriendo el cáliz pintado
Parece que le decía:


LA ROSA .

Dormida estaba en mi broche
y me despertó con frío
La lágrima de la noche
Que es la gota de rocío.


Vuelta yo del grato sueño

Guardo con pompa brillante,
Guardo su globo pequeño
Como si fuera un diamante.



Tómala para tus sienes,
Más blancas que los jazmines,
Y verán los serafines
La nueva joya que tienes.



EL ÁNGEL.



Nunca yo de las alturas,
Donde tengo mi morada,
Llevo el vuelo á estas honduras
Sin ver la tierra mojada.



Yo del doloroso llanto
Que de la inocencia brota ,
Nunca dejo perder gota
Sin llevarla al cielo santo.



Las lágrimas que atesoran
En la eterna patria mía,
Las beben los que las lloran
Como cáliz de ambrosía.



Guarda con constancia suma
La gota brillante y nueva;
Te haré sombra con mi pluma
Para que el sol no la beba.


CONT.

Hoy me permito poder dar un paseo por este rosal de versos, que tú cuidas a las mil maravillas.
Besos, Pascual y gracias.

Gracias, Lluvia.

Sigo.

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TOMO II. SIGLO XIX. 

107. Don Juan de Arolas (1805 - 1849)


EL ÁNGEL Y LA ROSA. (DIÁLOGO.)


II. CONT.


LA ROSA

¿Cómo, sin gracias divinas,
Librar puedo del ultraje?

EL ÁNGEL.


Dios le puso las espinas:
Escóndete entre el ramaje.


Esos aguijones duros
Con que tu beldad pertrechas,
Se te dieron como muros
Llenos de erizadas flechas.


Como á Reina omnipotente
Te han cercado de alabardas,
Contra las turbas bastardas
Que zumban en el ambiente

LA ROSA


¿De qué sirve este color
Que mi cáliz atavía?


EL ÁNGEL.


Esa tinta es el rubor,
La prenda de más valía.


Dichoso joyel sin duda
Que forma todo tu encanto;
La inocencia está desnuda
y el rubor le da su manto .


Blanca fué la primer rosa
Que di6 en el edén fragancia;
y al ver una mariposa,
Símbolo de la inconstancia,


Que en su revolante giro
Le indicaba su terneza,
Consagrándole un suspiro,
Color6se su belleza;


y su cáliz blanco y leve
Convirtióse en roja cinta,
y esa tu encarnada tinta
Derivóse de la nieve.


LA ROSA.


Aquí llega un sordo grito
Que me causa horror profundo.



EL ÁNGEL.


Ese rumor es maldito:
Eso es el eco del mundo.


Es un laberinto, un caes,
De olas y olas sin medida,
Tan llenos de espesos vahos
Que nublan toda la vida.


Cercados de altas almenas .
y de torres y castillos,
Los hombres forjan cadenas
y se avezan á los grillos.


En su mengua y su desdoro,
Por más que la virtud clame,
Alzan un becerro de oro,
Que es el interés infame.


y humillan su frente y seno
Besando la tierra impura,
Al pie del ídolo obsceno
Que es el Dios de su locura.


Pero si de sus maldades
Dios se cansa, entre ruínas
Derribará sus ciudades
Cual nidos de golondrinas.


LA ROSA.


Ayer ví una criatura
De una perfección tan grata,
Que me excede en hermosura
y que tu imagen retrata



Sobre su flexible cuello
Su frente pura se eleva,
Cual astro feliz que lleva
De su origen el destello.


Sus ojos dos cielos son
De calma y de luz tranquila,
y el fuego del corazón
Se retrata en su pupila.


Baja en ondas con decoro
Su cabello á la cintura,
y acariciarla procura
Dividido en franjas de oro .


Sobre su flexible cuello
Su frente pura se eleva,
Cual astro feliz que lleva
De su origen el destello.
Sus ojos dQS cielos son
De calma y de luz tranquila,
y el fuego del corazón
Se retrata en su pupila.
Baja en ondas con decoro
Su cabello á la cintura,
y acariciarla procura
Dividido en franjas de oro .


CONT.

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TOMO II. SIGLO XIX. 

107. Don Juan de Arolas (1805 - 1849)


EL ÁNGEL Y LA ROSA. (DIÁLOGO.)


II. CONT.


EL ÁNGEL


Esos delicados seres
Que por admirar te afanas,
Son en el mundo mujeres
y las tienes por hermanas.


Son como graciosa planta
y un gusano las consume;
Pero su ternura es tanta
Que, pisadas, dan perfume.


Muchas lágrimas vertidas
De sus penetrantes ojos,
En mis alas recogidas
Me llevo yo por despojos.


¡Ah! procuran ocultarlas
En la sombra del retiro:
Sólo yo puedo en jugarlas,
Porque sólo yo las miro


Los hombres las divinizan;
Los mismos, para su tedio,
Las . miran como el remedio;
Los mismos las martirizan.


Sus caricias seductoras
Convierten en furias bravas,
y llamándolas señoras
Se sirven como de esclavas.


LA ROSA.


Al menos las que en el trono
Con esplendidez se sientan,
Libres de mortal encono,
Se divierten y contentan.


EL ÁNGEL.


¡Todo el esplendor es falso!
Algunas bien lo advirtieron,
Cuando del solio subieron
Por las gradas del cadalso.


LA ROSA.


¿Tan duros serán los hombres ?
¿Cuántas lloraron tal duelo?


EL ÁNGEL.


No quieras saber sus nombres :
Ya las verás en el cielo.


LA ROSA.


Fastidio me da la tierra,
Cuando escucho tus razones:
Sácame de estas prisiones,
Que aquí es todo luto y guerra.


Condúceme á tu palacio
De delicias y embeleso
y de estrellas de topacio;
¡Serviré de poco peso!


EL ÁNGEL.


Hoy luce tu pompa ufana
y ároma la selva umbría :
¡Vives un escaso día!
¡Y a te llevaré mañana!




Poesías religiosas, caballerescas, amatorias y orientales de DO N
JUAN DE AROLAS: Valencia, por Juan Mariana y Sanz. 
Tomo ij pág. 109

SOBRE LA ROSA... ( J. Pérez de Guzmán y Gallo)

TOMO II. SIGLO XIX. 

108. D. Juan  Eugenio Hartzenbusch (1806 - 1880)



D. JUAN EUGE NIO HARTZENBUSCH nació en Madrid el 6 de
septiembre de 1806. Su padre era alemán, de oficio ebanista ;
su madre, española. Muy joven quedó huérfano, y para alimen·
tar á ésta trabajó á jornal en los talleres. Los Jesuitas de San
Isidro le dieron en sus Reales Estudios las primeras nociones
de su educación literaria en 1822. En 1838 obtuvo plaza de
taquígrafo en el Congreso de los Diputados. Tamayo y Baus
dice que pretendió también la plaza vacante de Conserje de la
Real Academia Española : este dato no parece exacto, sino hu-
morada de Hartzenbusch . Desde 1823 arregló del francés las
primeras piezas dramáticas que dió á  la escena; en 1827 se
dió á refundir obras de nuestro teatro antiguo , y en 1831 es-
cribió los primeros ensayos originales; pero hasta 1837 no se
reveló en la plenitud de su superioridad en el teatro del Prín-
cipe con Los amantes de Teruel. En el No me olvides Salas y
Quiroga bendijo á Hartzcnbusch por este drama, que ipso facto 
le constituyó en el número de los Dioses  mayores. Á Los 
amantes siguieron en 1838, Doña Mencia; en 1841, Alfonso el
Casto; en 1844, Juan de las Viñas y en 1845 , La Jura de Santa
Gadea . En 1844 entró de Oficial primero en la Biblioteca Na-
cional , donde después fué Director desde 1860. En 1847 ocu-
pó asiento de número en la Real Academia Española, en la que
su concepto rayó tan alto j que en la primera reunión que éste
Cuerpo celebró, después de la muerte del poeta , le declaró por
unanimidad autoridad del lenguaje. Antes de la Dirección de la
Biblioteca Nacional , desempeñó desde 1854 la de la Escuela
Normal. Las obras dramáticas, poéticas y literarias de Hartzenbusch
exigen una larga bibliografía. Mereció la más autorizada reputación
literaria que España, desde Lope de Vega, había tenido, no sólo en 
su país, sino en toda la Europa culta y en toda América. Visitáronle 
en su modesta morada de Madrid Príncipes como el Emperador del 
Brasil; otros cruzaron su pecho con nobles condecoraciones . La 
mayor  distinción que mereció en su vida fué el amor universal é 
ingenuo que todos le tuvimos; el respeto que profesamos, así á su 
superioridad intelectual como á sus virtudes , y el culto perenne con 
que exaltamos eterna y gloriosa su memoria, tiernamente indele-
ble para cuantos le conocimos y tratamos. El 2 de agosto de
1880 descansó en el seno del Señor. Hizo su elogio en la Real
Academia Española , Tamayo y Baus . En la publicación última
de sus Obras, Fernández-Guerra, que las ilustró , lo ha repro-
ducido. Nunca los matices verdaderos de la naturaleza han
prestado al pincel del entendimiento colores más bellos del co-
razón para fijar una semblanza humana . (,SU nombre será siem-
pre acatado en esta Academia, y donde quiera que se hable la
 Lengua española se rinda culto á la belleza literariaaliteraria.
(Tamayo y Baus .)