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Georg Trakl (Salzburgo, Imperio austrohúngaro, 3 de febrero de 1887-Cracovia, Imperio austrohúngaro —actualmente Polonia—, 3 de noviembre de 1914), fue un poeta austriaco, en lengua alemana; uno de los iniciadores de las vanguardias y el expresionismo literario.
Biografía
Su padre, Tobias, era un luterano comerciante en ferretería, su madre, Maria Halik era una católica con orígenes eslavos, melómana y coleccionista de antigüedades. Georg tuvo seis hermanos: Wilhelm (de un matrimonio anterior del padre), Gustav, Maria, Hermine, Friedrich y Margarethe (Gretl).
Tras una infancia serena, que pasó jugando con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida.
Tras cursar el gymnasium (los estudios medios) en el Salzburg Staatsgymnasium donde estudió principalmente griego, latín y matemáticas, en 1904 no pudo superar el examen final. En ese mismo año inició decididamente su actividad poética. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción.
Acentuó su cultura literaria leyendo a su admirado Hölderlin, y además a Baudelaire, Nietzsche, Rimbaud, Maeterlinck, Dostoievsky, Ibsen y Strindberg; inició una vida bohemia al formar parte del círculo poético Apollo; en esa época redactó también artículos para el diario local Salzburger Volkszeitung ("Periódico del pueblo salzburgués") e hizo representar sin éxito los dramas: Totentag ("Día de muertos") –(1904)– y Fata Morgana (1906), así como una tragedia, Don Juans Tod ("La muerte de Don Juan") en 1908. En este mismo año publicó en el diario salzburgués su primer poema: Das Morgenlied ("Canto matinal").
Tras lograr concluir los estudios del Gymnasium se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911.
Regresó a Salzburgo en septiembre de 1911 y en 1912 obtuvo un empleo en el hospital militar de Innsbruck, en donde conoció a Ludwig von Ficker, fundador de la revista Der Brenner ("El Fanal", o "El Incendiario", nombre también del principal puerto de montaña entre Austria e Italia en el Tirol). Se trataba de una revista de vanguardia literaria en la que en mayo del citado 1912 publicó varias de sus principales poesías; por estas contribuciones empezó a gozar de un cierto reconocimiento público.
Obtuvo en Viena un empleo en el Ministerio de Obras Públicas, pero renunció a las dos horas de iniciar el trabajo y volvió a su ciudad natal. Otras dos veces reiteró esta incapacidad para dedicarse a un trabajo estable que permitiera su autosustento. En Viena conoció a Ludwig Wittgenstein, a Adolf Loos y a Karl Kraus, así como al pintor Kokoschka.
En julio de 1913 publicó en Leipzig una primera recopilación de sus Gedichte (Poesías); sin embargo, drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas y le era imposible lograr un trabajo que no abandonara. Marchó a Berlín para reencontrarse con Gretl, que se había casado y divorciado enseguida provocándose un aborto por el cual se hallaba internada.
En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a noventa heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodek"), redactó su propio testamento (en que dejaba a su hermana Gretl una importante suma de dinero que le había facilitado su admirador, el futuro filósofo Ludwig Wittgenstein, y a von Ficker, quien le había ido a visitar, el legado poético llamado Klage II o "Lamento II"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína.
Al saber de su muerte, su colega en poesía, Rainer Maria Rilke escribió: «¿Quién pudo él bien ser?». Póstumamente se editó una segunda recopilación de los poemas de Trakl, llamada Sebastian im Traum (traducida al castellano con el título "Sebastián en sueños" o "Sebastián en sueño").
Su hermana Gretl se suicidó en 1917. Desde 1953 existe en Austria el Premio Georg Trakl de literatura.
Crítica
Trakl se consideraba el continuador y sucesor de Hölderlin, cuyo estilo asimila y moderniza dentro de la estética del expresionismo, pero en él también influyeron Novalis y Rimbaud. En él aparecen los temas del expresionismo salvo el mundo del trabajo y la ciudad: la descomposición del yo a causa de la sociedad moderna, la angustia, la locura, el suicidio, la muerte, la vejez, la ruina, la enfermedad: «Todos los caminos conducen a la putrefacción negra». El hombre está en el centro de sus representaciones y no tiene sino un destino: pudrirse. Esta visión escatológica y apocalíptica, se desarrolla en un mundo sin Dios o donde Dios ha muerto según pregona Nietzsche, de quien Trakl asimila el nihilismo, otro tema expresionista. La vida está vacía de sentido. "Yo no he nacido sino a medias", escribió.
La poesía de Trakl va del decadentismo a lo Hugo von Hofmannsthal a la experiencia feroz de la Primera Guerra Mundial. En su estudio de 1961, La literatura expresionista alemana, de Trakl a Brecht, Walter Muschg lo relaciona con todos los Karl Kraus, los Döblin, Werfel, Toller, Loerke, Heinrich Mann o Adolf Loos, y en especial lo compara con otro genio precoz, Hugo von Hofmannsthal:
La diferencia está en que Trakl vive lo que Hofmannsthal sólo escribe. Su conmoción queda patente en el desmoronamiento de las bellas imágenes de Hofmannsthal. La 'estructura' de sus versos es expresión, declara algo. Contiene una fuerza irresistiblemente explosiva, que se impone de forma tan funesta, que el mismo Trakl no es capaz de resistir su expresión y acaba destrozado. Su melancolía no sólo está determinada por la época, no es consecuencia de su alcoholismo y de las drogas, sino que existía ya desde un principio. Ya en una fotografía que le muestra a la edad de tres años, sus ojos tienen una expresión de incurable tristeza.
Trakl es un poeta tristísimo, obsesionado con temas como el mal y el desarraigo, que expresa de un modo oscuro y tétrico, lleno de herméticas alegorías y con un tono fuertemente desgarrado lleno de pesimismo. El paisaje, en él, es subjetivo, casi siempre de otoño y en todo caso opresivo y sombrío. En uno de sus aforismos dice: "Sólo aquel que desprecia la felicidad obtendrá la consciencia". Pone en escena personajes indeterminados como el huérfano, el viajero, el viejo, el novicio o figuras famosas pero sin orígenes ni identidad, como Kaspar Hauser, Elis o Helián; la poesía de Georg Trakl da la impresión muy a menudo de ser impersonal. Escribió a su amigo el escritor Erhard Buschbeck: «Terminaré por quedar siempre como un pobre Kaspar Hauser». Los colores en él son simbólicos: el blanco o el negro evocan la muerte, el azul la pureza.
( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Georg Trakl, del Caliz de oro (recopilación 1909), en traducción de jenaro Talens:
TRES SUEÑOS
I
Creo haber soñado con un caer de hojas,
con bosques inmensos y lagos tenebrosos,
con el eco de palabras tristes -
pero sin comprender del todo su sentido.
Creo haber soñado con un caer de estrellas,
con súplicas llorosas de unos pálidos ojos,
con el eco de una sonrisa -
pero sin comprender del todo su sentido.
Como un caer de hojas, como un caer de estrellas,
así yo me veía, siempre yendo y viniendo,
eco inmortal de un sueño -
pero sin comprender del todo su sentido.
II
En el oscuro espejo de mi alma
hay visiones de mares nunca vistos,
tierras de fantasía, trágicas, desoladas,
que se disuelven en el azul, en el acaso.
Dio a luz mi alma un cielo de color sangre púrpura
inflamado de gigantescos soles crepitantes,
y brillantes jardines, extrañamente vivo,
con humo de placeres cálidos y mortales.
Y las fuentes oscuras de mi alma
generaron imágenes de noches monstruosas,
agitadas por cánticos sin nombre,
por la respiración de poderes eternos.
Mi alma se estremece oscura de recuerdos,
como si se encontrase al fin en cada cosa -
en los mares y noches insondables,
y en cánticos profundos, sin principio ni fin.
III
Muchas ciudades vi, presas de las llamas,
y el horror que sobre el horror los tiempos acumulan
y muchos pueblos vi convertidos en polvo
y todo deslizarse hacia el olvido.
Vi cómo los dioses se hundían en la noche,
las arpas más sagradas, inermes, destrozarse,
y de la corrupción nuevamente ascender
toda una vida nueva despertando a la luz.
Despertar a la luz y desaparecer de nuevo,
siempre una idéntica tragedia
que todos representamos sin poder entender,
y cuyos tormentos, de nocturna demencia,
coronan la suave gloria de la hermosora,
como un cosmos sonriente de espinas.
DE LOS DÍAS TRANQUILOS
Estos últimos días son tan espectrales
como el tenso mirar a la luz de los enfermos.
Pero el lamento mudo de sus ojos se posa
como sombra en la noche a que están destinados.
Incluso hasta sonríen y piensan en las fiestas,
en el temblor que producían canciones ya olvidadas,
y cómo buscan palabras para un gesto triste
que en el silencio infinito palidece ya.
De este modo el sol juega sobre flores enfermas
y las hace temblar de un gozo gélido como la muerte
en el aire claro de la altura.
Los rojos bosques murmuran en el atardecer
y el pájaro carpintero suena como la noche de la muerte,
como si fuese el eco de lóbregos sepulcros.
CREPÚSCULO
El dolor te ha descompuesto y te ha desfigurado
temblando por las estridencias de todas las melodías,
arpa de cuerdas rotas, tú - pobre corazón,
donde crecen las flores enfermas de la melancolía.
Quién ha llamado al enemigo, al criminal
que te robó del alma el último chispazo,
y expulsó de este mundo miserable a los dioses,
e hizo una furcia de él, pútrida, enferma, fea.
Aún cimbrea de sombras una danza salvaje,
al compás de una música estridente y sin alma,
en torno al espinoso laurel de la hermosura
que, mustio, al vencedor, al perdido, corrona
- Mal premio que la desesperación ha disputado
y no reconcilia a la luminosa divinidad.
EL HORROR
Yo me vi caminar por estancias vacías -
Locas, bailaban las estrellas sobre el fondo azul,
y los perros ladraban en el campo con fuerza
y en las cumbres se desenfrenaba el viento cálido del sur.
Y de pronto: ¡Silencio! El ardor de la fiebre
hace que venenosas flores se abran en mi boca,
y de las ramas cae, como desde una herida,
un lívido rocío y cae, cae como sangre.
Del vacío ilusorio de un espejo
emerge lentamente, como en la incertidumbre
de la tiniebla y el horror, un rostro: ¡Caín!
Las cortinas de terciopelo con suavidad murmuran
como al vacío, mira la luna por la ventana,
estoy, al fin, solo con mi asesino.
RECOGIMIENTO
Lo que de mi niñez no se llevó el olvido,
devoto recuerdo de un repique de campanas,
de los altares en todas las iglesias al atardecr,
del azul de sus cúpulas, tan grandes como el cielo.
De los acordes vespertinos de algún órgano,
del apagarse oscuro de las notas en las inmensas plazas
y del murmurar de fuentes, sumiso, dulce y suave
como el incomprensible balbuceo de un niño muy pequeño.
En sueños me veo juntar las manos en silencio,
musitando oraciones hace tiempo olvidadas
y oscurecer mis ojos una precoz melancolía.
Entre formas confusas, fulge allí
la imagen de una mujer, de luto riguroso,
que vierte el cáliz sobre mí de un horror desalmado.
LA CANCIÓN PROFUNDA
De la noche profunda liberado fui.
Mi alma se maravilla en la inmortalidad
¡Mi alma oye más allá del tiempo y el espacio
la melodía de la eternidad!
Ni día ni placer, ni noche ni dolor
es la melodía de la eternidad,
¡y ya no siento ni placer ni dolor
desde que escucho a la eternidad!
BALADA (I)
Tres signos escribió un loco encima de la arena,
una muchacha pálida estaba frente a él.
Cantaba muy fuerte, oh, cómo cantaba el mar.
En la mano tenía una copa
que brillaba hasta el borde,
como sangre roja y densa.
Ninguno dijo nada – el sol se puso,
el loco entonces le tomó de la mano
la copa y la vació.
La luz se le apagó en la mano,
el viento borró los tres signos en la arena -
Cantaba muy fuerte, oh, cómo cantaba el mar.
CANTO NOCTURNO
Sobre una oscurecida ola nocturna
canto mis trsites canciones,
canciones que sangran como heridas.
Pero ningún corazón me las devuelve
desde la oscuridad.
Sola la oscurecida ola nocturna
murmura mis canciones en medio de sollozos,
canciones que sangran por la herida
hasta que el corazón me las devuelve
desde la oscuridad.
GITANOS
En sus ojos nocturnos arde la nostalgia
por esa patria que jamás encuentran.
Les empuja un sino desdichado
que solo la melancolía podría sondear.
Les preceden las nubes sobre los caminos
una bandada de pájaros es quien los guía a veces
hasta que las huellas se pierden en el atardecer,
y el viento trae a veces un repique de oración
a la estrellada soledad del campamento,
que así, con más nostalgia, crecen sus canciones
y sollozan por el dolor
y por las maldiciones heredadas
que ninguna estrella de esperanza ilumina.
ÚLTIMAS NOTAS
Se apagó el último rayo pálido del día,
las pasiones de antaño se han disuelto,
derramado el vino bendito de mis alegrías,
llora mi corazón en la noche y escucharme
los ecos apagados de las fiestas de su juventud,
que en lo oscuro se pierden, poco a poco,
como las sombras, como las hojas muertas al caer
sobre una tumba abandonada en la noche otoñal.
SILENCIO
Brilla sobre los bosques, pálida,
la luna, que nos hace soñar,
el sauce en el estanque oscuro
llora en silencio, en medio de la noche.
Un corazón se apaga – y poco a poco
se levanta la niebla como la marea -
¡silencio, silencio!
*
Algunos poemas de Georg Trakl, de Poemas (1913), en traducción de Jenaro Talens:
MI CORAZÓN AL ATARDECER
Tercera versión
Se oye de noche el estruendo de los murciélagos.
Dos caballos negros saltan por el prado.
Susurra el arce rojo.
Al viajero se le aparece la pequeña posada al borde del camino.
Deliciosos son el vino joven y las nueces.
Delicioso: vacilar ebrio por el bosque que se oscurece.
Suenan campanas dolorosas entre las negras ramas.
El rocío gotea sobre el rostro.
MELANCOLÍA
Tercera versión
Sombras azuladas. Ay, vosotros, ojos oscuros
que os quedáis mirándome al pasar.
Un dulce sonido de guitarras acompaña el otoño
en el jardín disuelto en lejanías marrones.
Manos de ninfas preparan la tiniebla severa
de la muerte, chupan de rojos pechos
consumidos labios y en lejía negra
se hunde la cabellera húmeda del muchacho solar.
EN UN VIEJO ÁLBUM
Regresas siempre, tú, melancolía,
oh dulzura del alma solitaria.
Hasta el fin se consuma un día dorado.
Humilde, con paciencia, ente el dolor se pleiga,
sonando de armonías y de dulce locura.
¡Mira! ¡Ya se hace de noche!
Vuelve otra ve la noche, un mortal gime
y otro comparte su dolor.
Temblando bajo estrellas otoñales,
cada año más se inclina la cabeza.
DE PROFUNDIS
Hay un campo de rastrojos, cae en él la lluvia negra.
Hay un árbol castaño que está solo.
Hay un viento que silba alrededor de las chozas vacías.
Qué triste es esta tarde.
Delante de la granja
la dulce huérfana aún recoge las escasas espigas.
Sus ojos muy abiertos y dorados pacen en el crepúsculo
y su seno aguarda al novio de los cielos.
De regreso al hogar
los pastores toparon con el dulce cuerpo
podrido en la zarza.
Soy una sombra, lejos de poblados oscuros.
De Dios bebí el silencio
en la fuente del bosque.
Un metal frío aparece en mi frente.
Mi corazón lo buscan las arañas.
Hay una luz que se apaga en mi boca.
De noche me encontré en un matorral,
erizado de escoria y de polvo de estrellas.
En los avellanos
sonaron de nuevo ángeles cristalinos.
SALMO
Segunda versión
Dedicado a Karl Kraus
Hay una luz barrida por el viento.
Hay en el campo una taberna que un borracho abandona por la tarde.
Hay un viñedo negro y abrasador lleno de grietas y de arañas.
Hay una habitación blanqueda con leche.
El loco ha muerto. Hay una isla en los mares del sur
que acoge al dios del sol. Redoblan los tambores.
Los hombres bailan danzas guerreras.
Se contonean las mujeres entre enredaderas y flores de fuego,
cuando canta la mar. Oh, nuestro paraíso perdido.
Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Al extranjero lo sepultan. Más tarde empieza una trémula lluvia.
El hijo de Pan aparece bajo la forma de un excavador,
que duerme en el asfalto ardiente a mediodía.
Hay niñas en un patio con vestidos de una pobreza que acongoja.
Hay salas llenas de acordes y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego.
Los convalecientes del hospital toman el sol en las ventanas.
Un barco blanco viene por el canal cargado de epidemias sangrientas.
En los sueños malignos de alguno la hermana extraña se aparece.
Reposando en el bosque de avellanas juega con sus estrellas.
El estudiante, quizá un doble, la sigue con la vista desde la ventana.
Detrás está su hermano muerto, o bien baja la vieja escalera de caracol.
Entre pardos castaños, en la oscuridad, palidece el rostro del joven novicio.
Anochece el jardín. Sobre el claustro revolotean los murciélagos.
Los hijos del guarda dejan de jugar y buscan el oro de los cielos.
Los acordes finales de un cuarteto. La pequeña ciega corre por la alameda, va temblando,
luego su sombra, envuelta en fábulas y leyendas sagradas, corre a tientas por los fríos muros.
Hay un bote vacío que, al anochecer, baja a la deriva por el negro canal.
En la oscuridad del viejo asilo ruinas humanas se derrumban.
Los huérfanos muertos yacen junto a los muros del jardín.
De estancias grises salen ángeles con alas enlodadas.
Los gusanos gotean de sus párpados amarillentos.
La plaza de la iglesia es triste y silenciosa como en los días de la niñez.
Vidas que ya pasaron, sobre suelas de plata se deslizan
y las sombras de los condenados descienden a las aguas que gimen.
En su tumba juega el mago blanco con sus serpientes.
Silenciosos sobre el calvario se abren los aúreos ojos de Dios.
CANCIÓN DE ATARDECER
Si vamos por senderos oscuros al anochecer
se nos aparecen nuestros semblantes pálidos.
Si tenemos sed
bebemos el agua blanca del estanque,
la dulzura de nuestra infancia triste.
Muertos, reposamos bajo las ramas del saúco,
miramos las grises gaviotas.
Nubes primaverales amenazan la ciudad en tiniebla,
que hace callar los tiempos más nobles de los claustros.
Cuando cogí tus delgadas manos
alzaste con suavidad tus ojos muy abiertos,
de esto hace ya mucho.
Pero cuando aflige el alma una oscura armonía,
apareces tú, blanca, en el otoñal paisaje del amigo.
HELIAN
En las desiertas horas del espíritu
es hermoso caminar al sol
junto a los amarillos muros del estío.
Con suavidad suenan los pasos en la hierba, pero el hijo de Pan
siempre duerme sobre el mármol gris.
De noche en la terraza nos embriagamos con el pardo vino.
Arde el melocotón rojizo entre las hojas;
dulce sonata, risa alegre.
Es hermosa la quietud de la noche.
En la llanura oscurecida
nos encontramos con pastores y con estrellas blancas.
Cuando llega el otoño
hay en el bosque una claridad sobria.
Apaciguados caminamos junto a los muros rojos
y los ojos redondos siguen el vuelo de los pájaros.
Al atardecer el agua blanca cae sobre las urnas funerarias.
En las ramas desnudas el cielo está de fiesta.
Con manos limpias el labrador lleva el vino y el pan
y tranquilo madura el fruto en estancias al sol.
Oh, qué serio es el rostro de los muertos que amamos,
sin embargo, una mirada justa alegra el alma.
Es poderoso el silencio del huerto devastado
cuando el joven novicio corona su frente con hojas castañas,
cuando su aliento bebe un oro gélido.
Las manos alcanzan la edad de las aguas azules
o en la noche fría las blancas mejillas de la hermana.
Es armonioso y suave visitar las estancias amigables,
donde hay soledad y un murmullo de arces,
donde quizá el tordo canta todavía.
Bello es el hombre, una visión en medio de la oscuridad,
cuando atónito mueve los brazos y las piernas
y mudos en sus purpúreas cuencas se revuelven los ojos.
Al ángelus se pierde el extranjero en la negra destrucción de noviembre,
entre ramas marchitas junto al muro leproso
por donde el santo hermano ya pasó,
inmerso en el suave rasguear de su locura,
oh, qué solitario acaba el viento de la tarde.
Moribunda se inclina la cabeza en la oscuridad del olivo.
Tremendo es el ocaso de la estirpe.
En esta hora los ojos del que mira
se colman con el oro de sus estrellas.
Al anochecer se hunde un carillón, que ya no suena,
se desmoronan los muros negros de la plaza,
el soldado muerto llama a la oración.
Ángel pálido,
entra el hijo en la casa desierta de sus padres.
Se fueron lejos las hermanas, donde blancos ancianos.
Las encontró el durmiente por la noche bajo las columnas del atrio,
al regresar de tristes peregrinaciones.
Oh, qué llenos están sus cabellos por culpa del barro y los gusanos,
cuando él está firme con los pies plateados
y ellas salen, ya muertas, de las salas desnudas.
Oh, salmos en la lluvia ardiente de la medianoche,
cuando los siervos golpearon los dulces ojos con ortigas,
los infantiles frutos del saúco
se inclinan con asombro sobre un sepulcro vacío.
Ruedan con suavidad lunas amarillentas
sobre las vendas que rebajan la fiebre del muchacho,
antes que siga al silencio invernal.
Un alto destino medita, a todo lo largo del Cidrón,
donde el cedro, una criatura mórbida,
bajo las cejas azules del padre se despliega,
sobre el prado, de noche, un pastor guía su rebaño.
O hay gritos en el sueño,
cuando en el bosque un ángel broncíneo se aproxima al hombre,
la carne del santo se deshace en la parrilla ardiente.
Por las cabañas de adobe trepa la purpúrea vid,
haces sonoras de mies amarilla,
el zumbido de las abejas, el vuelo de la grulla.
Los resucitados se encuentran en caminos de piedras al anochecer.
Los leprosos se miran en las aguas negras
o abren llorando sus vestidos fangosos
al viento balsámico que sopla desde la colina rosa.
Muchachas esbeltas van a tientas por las callejas de la noche
por si acaso encontrasen al pastor amoroso.
Los sábados en las cabañas suena un canto suave.
Dejad que la canción también recuerde al niño,
su locura y sus cejas blancas y su partida,
a él que, putrefacto, abre los ojos azulados.
Oh, qué triste es este reencuentro.
Los escalones de la locura en las negras estancias,
las sombras de los ancianos bajo la puerta abierta,
cuando el alma de Helian se mira en el espejo rosa
y nieve y lepra caen de su frente.
En los muros empalidecieron las estrellas
y las figuras blancas de la luz.
Del tapiz surgen huesos de sepulcros,
el silencio de las ruinosas cruces sobre la colina,
la dulzura del incienso en el purpúreo viento de la noche.
Oh, vosotros, ojos destrozados en negros orificios,
cuando el nieto en la demencia suave,
medita solitario en el oscuro fin,
el dios silencioso baja sobre él los párpados celestes.
*
Algunos poemas e Georg Trakl, publicados en la revista Der Brenner, en traducción de Jenaro Talens:
EL SUEÑO
Segunda versión
¡Malditos venenos oscuros,
blanco sueño!
Este extraño jardín
de árboles en penumbra,
lleno de sierpes, mariposas de noche,
de arañas, de murciélagos.
¡Extranjero! Tu perdida sombra,
en el crepúsculo,
un tétrico corsario
en el salado mar del desconsuelo.
En las fronteras de la noche vuelan pájaros blancos
sobre ruinosas ciudades
de acero.
LA PESADUMBRE
Eres poderosa, boca oscura
en el interior figura conformada
de nubes otoñales,
dorado silencio del atardecer;
un torrente verdoso que oscurece
en el recinto en sombras
de los despedazados pinos;
un pueblo
que devoto se apaga en imágenes sepia.
Saltan allí caballos negros
sobre un prado entre tinieblas.
¡Soldados!
Desde la colina donde rueda el sol que muere
la sangre alegre se precipita -
¡bajo los robles,
muda! Oh, el zumbido
de pesadumbre del ejército; yelmo radiante
cae, resonando, de purupúrea frente.
Viene tan fresca la noche del otoño,
fulguración de estrellas
sobre los despedazados huesos de los hombres,
monja silenciosa.
AL ESTE
La tenebrosa ira del pueblo
semeja a los órganos furiosos de la tormenta invernal
la ola purupúrea de la batalla,
de deshojadas estrellas.
Con cejas partidas, plateados brazos,
la noche saluda a los soldados moribundos.
A la sombra del fresno otoñal
gimen las almas de los que mueren con violencia.
Una espesura de espinas ciñe la ciudad.
De los sangrientos escalones ahuyenta la luna
a las mujeres aterrorizadas.
Lobos salvajes han derribado las puertas.
GRODEK
Segunda versión
Por la tarde resuenan en los bosques de otoño
las mortíferas armas y en las llanuras aúreas
y los lagos azules; sobre ellos rueda el sol
más oscuro; la noche
abraza a los guerreros moribundos, el lamento feroz
de sus bocas quebradas.
Mas silenciosamente en la pradera,
nubes rojas que un Dios airado habita,
se reúne la sangre derramada, la frialdad lunar;
todos los caminos desembocan en negra podredubre.
Bajo el aúreo ramaje de la noche y los astros
vaga por el callado bosque la sombra de la hermana
que saluda las almas de los héroes, sus cabezas sangrantes.
Y en el juncal resuenan quedamente las oscuras flautas del otoño.
¡Oh, más soberbio duelo!, altares de metal,
un inmenso dolor alimenta hoy la ardiente llama del espíritu,
los nietos que no han nacido aún.
Georg Trakl, del Caliz de oro (recopilación 1909),
(Traducción de Jenaro Talens)
Georg Trakl (Salzburgo, Imperio austrohúngaro, 3 de febrero de 1887-Cracovia, Imperio austrohúngaro —actualmente Polonia—, 3 de noviembre de 1914), fue un poeta austriaco, en lengua alemana; uno de los iniciadores de las vanguardias y el expresionismo literario.
Biografía
Su padre, Tobias, era un luterano comerciante en ferretería, su madre, Maria Halik era una católica con orígenes eslavos, melómana y coleccionista de antigüedades. Georg tuvo seis hermanos: Wilhelm (de un matrimonio anterior del padre), Gustav, Maria, Hermine, Friedrich y Margarethe (Gretl).
Tras una infancia serena, que pasó jugando con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida.
Tras cursar el gymnasium (los estudios medios) en el Salzburg Staatsgymnasium donde estudió principalmente griego, latín y matemáticas, en 1904 no pudo superar el examen final. En ese mismo año inició decididamente su actividad poética. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción.
Acentuó su cultura literaria leyendo a su admirado Hölderlin, y además a Baudelaire, Nietzsche, Rimbaud, Maeterlinck, Dostoievsky, Ibsen y Strindberg; inició una vida bohemia al formar parte del círculo poético Apollo; en esa época redactó también artículos para el diario local Salzburger Volkszeitung ("Periódico del pueblo salzburgués") e hizo representar sin éxito los dramas: Totentag ("Día de muertos") –(1904)– y Fata Morgana (1906), así como una tragedia, Don Juans Tod ("La muerte de Don Juan") en 1908. En este mismo año publicó en el diario salzburgués su primer poema: Das Morgenlied ("Canto matinal").
Tras lograr concluir los estudios del Gymnasium se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911.
Regresó a Salzburgo en septiembre de 1911 y en 1912 obtuvo un empleo en el hospital militar de Innsbruck, en donde conoció a Ludwig von Ficker, fundador de la revista Der Brenner ("El Fanal", o "El Incendiario", nombre también del principal puerto de montaña entre Austria e Italia en el Tirol). Se trataba de una revista de vanguardia literaria en la que en mayo del citado 1912 publicó varias de sus principales poesías; por estas contribuciones empezó a gozar de un cierto reconocimiento público.
Obtuvo en Viena un empleo en el Ministerio de Obras Públicas, pero renunció a las dos horas de iniciar el trabajo y volvió a su ciudad natal. Otras dos veces reiteró esta incapacidad para dedicarse a un trabajo estable que permitiera su autosustento. En Viena conoció a Ludwig Wittgenstein, a Adolf Loos y a Karl Kraus, así como al pintor Kokoschka.
En julio de 1913 publicó en Leipzig una primera recopilación de sus Gedichte (Poesías); sin embargo, drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas y le era imposible lograr un trabajo que no abandonara. Marchó a Berlín para reencontrarse con Gretl, que se había casado y divorciado enseguida provocándose un aborto por el cual se hallaba internada.
En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a noventa heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodek"), redactó su propio testamento (en que dejaba a su hermana Gretl una importante suma de dinero que le había facilitado su admirador, el futuro filósofo Ludwig Wittgenstein, y a von Ficker, quien le había ido a visitar, el legado poético llamado Klage II o "Lamento II"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína.
Al saber de su muerte, su colega en poesía, Rainer Maria Rilke escribió: «¿Quién pudo él bien ser?». Póstumamente se editó una segunda recopilación de los poemas de Trakl, llamada Sebastian im Traum (traducida al castellano con el título "Sebastián en sueños" o "Sebastián en sueño").
Su hermana Gretl se suicidó en 1917. Desde 1953 existe en Austria el Premio Georg Trakl de literatura.
Crítica
Trakl se consideraba el continuador y sucesor de Hölderlin, cuyo estilo asimila y moderniza dentro de la estética del expresionismo, pero en él también influyeron Novalis y Rimbaud. En él aparecen los temas del expresionismo salvo el mundo del trabajo y la ciudad: la descomposición del yo a causa de la sociedad moderna, la angustia, la locura, el suicidio, la muerte, la vejez, la ruina, la enfermedad: «Todos los caminos conducen a la putrefacción negra». El hombre está en el centro de sus representaciones y no tiene sino un destino: pudrirse. Esta visión escatológica y apocalíptica, se desarrolla en un mundo sin Dios o donde Dios ha muerto según pregona Nietzsche, de quien Trakl asimila el nihilismo, otro tema expresionista. La vida está vacía de sentido. "Yo no he nacido sino a medias", escribió.
La poesía de Trakl va del decadentismo a lo Hugo von Hofmannsthal a la experiencia feroz de la Primera Guerra Mundial. En su estudio de 1961, La literatura expresionista alemana, de Trakl a Brecht, Walter Muschg lo relaciona con todos los Karl Kraus, los Döblin, Werfel, Toller, Loerke, Heinrich Mann o Adolf Loos, y en especial lo compara con otro genio precoz, Hugo von Hofmannsthal:
La diferencia está en que Trakl vive lo que Hofmannsthal sólo escribe. Su conmoción queda patente en el desmoronamiento de las bellas imágenes de Hofmannsthal. La 'estructura' de sus versos es expresión, declara algo. Contiene una fuerza irresistiblemente explosiva, que se impone de forma tan funesta, que el mismo Trakl no es capaz de resistir su expresión y acaba destrozado. Su melancolía no sólo está determinada por la época, no es consecuencia de su alcoholismo y de las drogas, sino que existía ya desde un principio. Ya en una fotografía que le muestra a la edad de tres años, sus ojos tienen una expresión de incurable tristeza.
Trakl es un poeta tristísimo, obsesionado con temas como el mal y el desarraigo, que expresa de un modo oscuro y tétrico, lleno de herméticas alegorías y con un tono fuertemente desgarrado lleno de pesimismo. El paisaje, en él, es subjetivo, casi siempre de otoño y en todo caso opresivo y sombrío. En uno de sus aforismos dice: "Sólo aquel que desprecia la felicidad obtendrá la consciencia". Pone en escena personajes indeterminados como el huérfano, el viajero, el viejo, el novicio o figuras famosas pero sin orígenes ni identidad, como Kaspar Hauser, Elis o Helián; la poesía de Georg Trakl da la impresión muy a menudo de ser impersonal. Escribió a su amigo el escritor Erhard Buschbeck: «Terminaré por quedar siempre como un pobre Kaspar Hauser». Los colores en él son simbólicos: el blanco o el negro evocan la muerte, el azul la pureza.
( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Georg Trakl, del Caliz de oro (recopilación 1909), en traducción de jenaro Talens:
TRES SUEÑOS
I
Creo haber soñado con un caer de hojas,
con bosques inmensos y lagos tenebrosos,
con el eco de palabras tristes -
pero sin comprender del todo su sentido.
Creo haber soñado con un caer de estrellas,
con súplicas llorosas de unos pálidos ojos,
con el eco de una sonrisa -
pero sin comprender del todo su sentido.
Como un caer de hojas, como un caer de estrellas,
así yo me veía, siempre yendo y viniendo,
eco inmortal de un sueño -
pero sin comprender del todo su sentido.
II
En el oscuro espejo de mi alma
hay visiones de mares nunca vistos,
tierras de fantasía, trágicas, desoladas,
que se disuelven en el azul, en el acaso.
Dio a luz mi alma un cielo de color sangre púrpura
inflamado de gigantescos soles crepitantes,
y brillantes jardines, extrañamente vivo,
con humo de placeres cálidos y mortales.
Y las fuentes oscuras de mi alma
generaron imágenes de noches monstruosas,
agitadas por cánticos sin nombre,
por la respiración de poderes eternos.
Mi alma se estremece oscura de recuerdos,
como si se encontrase al fin en cada cosa -
en los mares y noches insondables,
y en cánticos profundos, sin principio ni fin.
III
Muchas ciudades vi, presas de las llamas,
y el horror que sobre el horror los tiempos acumulan
y muchos pueblos vi convertidos en polvo
y todo deslizarse hacia el olvido.
Vi cómo los dioses se hundían en la noche,
las arpas más sagradas, inermes, destrozarse,
y de la corrupción nuevamente ascender
toda una vida nueva despertando a la luz.
Despertar a la luz y desaparecer de nuevo,
siempre una idéntica tragedia
que todos representamos sin poder entender,
y cuyos tormentos, de nocturna demencia,
coronan la suave gloria de la hermosora,
como un cosmos sonriente de espinas.
DE LOS DÍAS TRANQUILOS
Estos últimos días son tan espectrales
como el tenso mirar a la luz de los enfermos.
Pero el lamento mudo de sus ojos se posa
como sombra en la noche a que están destinados.
Incluso hasta sonríen y piensan en las fiestas,
en el temblor que producían canciones ya olvidadas,
y cómo buscan palabras para un gesto triste
que en el silencio infinito palidece ya.
De este modo el sol juega sobre flores enfermas
y las hace temblar de un gozo gélido como la muerte
en el aire claro de la altura.
Los rojos bosques murmuran en el atardecer
y el pájaro carpintero suena como la noche de la muerte,
como si fuese el eco de lóbregos sepulcros.
CREPÚSCULO
El dolor te ha descompuesto y te ha desfigurado
temblando por las estridencias de todas las melodías,
arpa de cuerdas rotas, tú - pobre corazón,
donde crecen las flores enfermas de la melancolía.
Quién ha llamado al enemigo, al criminal
que te robó del alma el último chispazo,
y expulsó de este mundo miserable a los dioses,
e hizo una furcia de él, pútrida, enferma, fea.
Aún cimbrea de sombras una danza salvaje,
al compás de una música estridente y sin alma,
en torno al espinoso laurel de la hermosura
que, mustio, al vencedor, al perdido, corrona
- Mal premio que la desesperación ha disputado
y no reconcilia a la luminosa divinidad.
EL HORROR
Yo me vi caminar por estancias vacías -
Locas, bailaban las estrellas sobre el fondo azul,
y los perros ladraban en el campo con fuerza
y en las cumbres se desenfrenaba el viento cálido del sur.
Y de pronto: ¡Silencio! El ardor de la fiebre
hace que venenosas flores se abran en mi boca,
y de las ramas cae, como desde una herida,
un lívido rocío y cae, cae como sangre.
Del vacío ilusorio de un espejo
emerge lentamente, como en la incertidumbre
de la tiniebla y el horror, un rostro: ¡Caín!
Las cortinas de terciopelo con suavidad murmuran
como al vacío, mira la luna por la ventana,
estoy, al fin, solo con mi asesino.
RECOGIMIENTO
Lo que de mi niñez no se llevó el olvido,
devoto recuerdo de un repique de campanas,
de los altares en todas las iglesias al atardecr,
del azul de sus cúpulas, tan grandes como el cielo.
De los acordes vespertinos de algún órgano,
del apagarse oscuro de las notas en las inmensas plazas
y del murmurar de fuentes, sumiso, dulce y suave
como el incomprensible balbuceo de un niño muy pequeño.
En sueños me veo juntar las manos en silencio,
musitando oraciones hace tiempo olvidadas
y oscurecer mis ojos una precoz melancolía.
Entre formas confusas, fulge allí
la imagen de una mujer, de luto riguroso,
que vierte el cáliz sobre mí de un horror desalmado.
LA CANCIÓN PROFUNDA
De la noche profunda liberado fui.
Mi alma se maravilla en la inmortalidad
¡Mi alma oye más allá del tiempo y el espacio
la melodía de la eternidad!
Ni día ni placer, ni noche ni dolor
es la melodía de la eternidad,
¡y ya no siento ni placer ni dolor
desde que escucho a la eternidad!
BALADA (I)
Tres signos escribió un loco encima de la arena,
una muchacha pálida estaba frente a él.
Cantaba muy fuerte, oh, cómo cantaba el mar.
En la mano tenía una copa
que brillaba hasta el borde,
como sangre roja y densa.
Ninguno dijo nada – el sol se puso,
el loco entonces le tomó de la mano
la copa y la vació.
La luz se le apagó en la mano,
el viento borró los tres signos en la arena -
Cantaba muy fuerte, oh, cómo cantaba el mar.
CANTO NOCTURNO
Sobre una oscurecida ola nocturna
canto mis trsites canciones,
canciones que sangran como heridas.
Pero ningún corazón me las devuelve
desde la oscuridad.
Sola la oscurecida ola nocturna
murmura mis canciones en medio de sollozos,
canciones que sangran por la herida
hasta que el corazón me las devuelve
desde la oscuridad.
GITANOS
En sus ojos nocturnos arde la nostalgia
por esa patria que jamás encuentran.
Les empuja un sino desdichado
que solo la melancolía podría sondear.
Les preceden las nubes sobre los caminos
una bandada de pájaros es quien los guía a veces
hasta que las huellas se pierden en el atardecer,
y el viento trae a veces un repique de oración
a la estrellada soledad del campamento,
que así, con más nostalgia, crecen sus canciones
y sollozan por el dolor
y por las maldiciones heredadas
que ninguna estrella de esperanza ilumina.
ÚLTIMAS NOTAS
Se apagó el último rayo pálido del día,
las pasiones de antaño se han disuelto,
derramado el vino bendito de mis alegrías,
llora mi corazón en la noche y escucharme
los ecos apagados de las fiestas de su juventud,
que en lo oscuro se pierden, poco a poco,
como las sombras, como las hojas muertas al caer
sobre una tumba abandonada en la noche otoñal.
SILENCIO
Brilla sobre los bosques, pálida,
la luna, que nos hace soñar,
el sauce en el estanque oscuro
llora en silencio, en medio de la noche.
Un corazón se apaga – y poco a poco
se levanta la niebla como la marea -
¡silencio, silencio!
*
Algunos poemas de Georg Trakl, de Poemas (1913), en traducción de Jenaro Talens:
MI CORAZÓN AL ATARDECER
Tercera versión
Se oye de noche el estruendo de los murciélagos.
Dos caballos negros saltan por el prado.
Susurra el arce rojo.
Al viajero se le aparece la pequeña posada al borde del camino.
Deliciosos son el vino joven y las nueces.
Delicioso: vacilar ebrio por el bosque que se oscurece.
Suenan campanas dolorosas entre las negras ramas.
El rocío gotea sobre el rostro.
MELANCOLÍA
Tercera versión
Sombras azuladas. Ay, vosotros, ojos oscuros
que os quedáis mirándome al pasar.
Un dulce sonido de guitarras acompaña el otoño
en el jardín disuelto en lejanías marrones.
Manos de ninfas preparan la tiniebla severa
de la muerte, chupan de rojos pechos
consumidos labios y en lejía negra
se hunde la cabellera húmeda del muchacho solar.
EN UN VIEJO ÁLBUM
Regresas siempre, tú, melancolía,
oh dulzura del alma solitaria.
Hasta el fin se consuma un día dorado.
Humilde, con paciencia, ente el dolor se pleiga,
sonando de armonías y de dulce locura.
¡Mira! ¡Ya se hace de noche!
Vuelve otra ve la noche, un mortal gime
y otro comparte su dolor.
Temblando bajo estrellas otoñales,
cada año más se inclina la cabeza.
DE PROFUNDIS
Hay un campo de rastrojos, cae en él la lluvia negra.
Hay un árbol castaño que está solo.
Hay un viento que silba alrededor de las chozas vacías.
Qué triste es esta tarde.
Delante de la granja
la dulce huérfana aún recoge las escasas espigas.
Sus ojos muy abiertos y dorados pacen en el crepúsculo
y su seno aguarda al novio de los cielos.
De regreso al hogar
los pastores toparon con el dulce cuerpo
podrido en la zarza.
Soy una sombra, lejos de poblados oscuros.
De Dios bebí el silencio
en la fuente del bosque.
Un metal frío aparece en mi frente.
Mi corazón lo buscan las arañas.
Hay una luz que se apaga en mi boca.
De noche me encontré en un matorral,
erizado de escoria y de polvo de estrellas.
En los avellanos
sonaron de nuevo ángeles cristalinos.
SALMO
Segunda versión
Dedicado a Karl Kraus
Hay una luz barrida por el viento.
Hay en el campo una taberna que un borracho abandona por la tarde.
Hay un viñedo negro y abrasador lleno de grietas y de arañas.
Hay una habitación blanqueda con leche.
El loco ha muerto. Hay una isla en los mares del sur
que acoge al dios del sol. Redoblan los tambores.
Los hombres bailan danzas guerreras.
Se contonean las mujeres entre enredaderas y flores de fuego,
cuando canta la mar. Oh, nuestro paraíso perdido.
Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Al extranjero lo sepultan. Más tarde empieza una trémula lluvia.
El hijo de Pan aparece bajo la forma de un excavador,
que duerme en el asfalto ardiente a mediodía.
Hay niñas en un patio con vestidos de una pobreza que acongoja.
Hay salas llenas de acordes y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego.
Los convalecientes del hospital toman el sol en las ventanas.
Un barco blanco viene por el canal cargado de epidemias sangrientas.
En los sueños malignos de alguno la hermana extraña se aparece.
Reposando en el bosque de avellanas juega con sus estrellas.
El estudiante, quizá un doble, la sigue con la vista desde la ventana.
Detrás está su hermano muerto, o bien baja la vieja escalera de caracol.
Entre pardos castaños, en la oscuridad, palidece el rostro del joven novicio.
Anochece el jardín. Sobre el claustro revolotean los murciélagos.
Los hijos del guarda dejan de jugar y buscan el oro de los cielos.
Los acordes finales de un cuarteto. La pequeña ciega corre por la alameda, va temblando,
luego su sombra, envuelta en fábulas y leyendas sagradas, corre a tientas por los fríos muros.
Hay un bote vacío que, al anochecer, baja a la deriva por el negro canal.
En la oscuridad del viejo asilo ruinas humanas se derrumban.
Los huérfanos muertos yacen junto a los muros del jardín.
De estancias grises salen ángeles con alas enlodadas.
Los gusanos gotean de sus párpados amarillentos.
La plaza de la iglesia es triste y silenciosa como en los días de la niñez.
Vidas que ya pasaron, sobre suelas de plata se deslizan
y las sombras de los condenados descienden a las aguas que gimen.
En su tumba juega el mago blanco con sus serpientes.
Silenciosos sobre el calvario se abren los aúreos ojos de Dios.
CANCIÓN DE ATARDECER
Si vamos por senderos oscuros al anochecer
se nos aparecen nuestros semblantes pálidos.
Si tenemos sed
bebemos el agua blanca del estanque,
la dulzura de nuestra infancia triste.
Muertos, reposamos bajo las ramas del saúco,
miramos las grises gaviotas.
Nubes primaverales amenazan la ciudad en tiniebla,
que hace callar los tiempos más nobles de los claustros.
Cuando cogí tus delgadas manos
alzaste con suavidad tus ojos muy abiertos,
de esto hace ya mucho.
Pero cuando aflige el alma una oscura armonía,
apareces tú, blanca, en el otoñal paisaje del amigo.
HELIAN
En las desiertas horas del espíritu
es hermoso caminar al sol
junto a los amarillos muros del estío.
Con suavidad suenan los pasos en la hierba, pero el hijo de Pan
siempre duerme sobre el mármol gris.
De noche en la terraza nos embriagamos con el pardo vino.
Arde el melocotón rojizo entre las hojas;
dulce sonata, risa alegre.
Es hermosa la quietud de la noche.
En la llanura oscurecida
nos encontramos con pastores y con estrellas blancas.
Cuando llega el otoño
hay en el bosque una claridad sobria.
Apaciguados caminamos junto a los muros rojos
y los ojos redondos siguen el vuelo de los pájaros.
Al atardecer el agua blanca cae sobre las urnas funerarias.
En las ramas desnudas el cielo está de fiesta.
Con manos limpias el labrador lleva el vino y el pan
y tranquilo madura el fruto en estancias al sol.
Oh, qué serio es el rostro de los muertos que amamos,
sin embargo, una mirada justa alegra el alma.
Es poderoso el silencio del huerto devastado
cuando el joven novicio corona su frente con hojas castañas,
cuando su aliento bebe un oro gélido.
Las manos alcanzan la edad de las aguas azules
o en la noche fría las blancas mejillas de la hermana.
Es armonioso y suave visitar las estancias amigables,
donde hay soledad y un murmullo de arces,
donde quizá el tordo canta todavía.
Bello es el hombre, una visión en medio de la oscuridad,
cuando atónito mueve los brazos y las piernas
y mudos en sus purpúreas cuencas se revuelven los ojos.
Al ángelus se pierde el extranjero en la negra destrucción de noviembre,
entre ramas marchitas junto al muro leproso
por donde el santo hermano ya pasó,
inmerso en el suave rasguear de su locura,
oh, qué solitario acaba el viento de la tarde.
Moribunda se inclina la cabeza en la oscuridad del olivo.
Tremendo es el ocaso de la estirpe.
En esta hora los ojos del que mira
se colman con el oro de sus estrellas.
Al anochecer se hunde un carillón, que ya no suena,
se desmoronan los muros negros de la plaza,
el soldado muerto llama a la oración.
Ángel pálido,
entra el hijo en la casa desierta de sus padres.
Se fueron lejos las hermanas, donde blancos ancianos.
Las encontró el durmiente por la noche bajo las columnas del atrio,
al regresar de tristes peregrinaciones.
Oh, qué llenos están sus cabellos por culpa del barro y los gusanos,
cuando él está firme con los pies plateados
y ellas salen, ya muertas, de las salas desnudas.
Oh, salmos en la lluvia ardiente de la medianoche,
cuando los siervos golpearon los dulces ojos con ortigas,
los infantiles frutos del saúco
se inclinan con asombro sobre un sepulcro vacío.
Ruedan con suavidad lunas amarillentas
sobre las vendas que rebajan la fiebre del muchacho,
antes que siga al silencio invernal.
Un alto destino medita, a todo lo largo del Cidrón,
donde el cedro, una criatura mórbida,
bajo las cejas azules del padre se despliega,
sobre el prado, de noche, un pastor guía su rebaño.
O hay gritos en el sueño,
cuando en el bosque un ángel broncíneo se aproxima al hombre,
la carne del santo se deshace en la parrilla ardiente.
Por las cabañas de adobe trepa la purpúrea vid,
haces sonoras de mies amarilla,
el zumbido de las abejas, el vuelo de la grulla.
Los resucitados se encuentran en caminos de piedras al anochecer.
Los leprosos se miran en las aguas negras
o abren llorando sus vestidos fangosos
al viento balsámico que sopla desde la colina rosa.
Muchachas esbeltas van a tientas por las callejas de la noche
por si acaso encontrasen al pastor amoroso.
Los sábados en las cabañas suena un canto suave.
Dejad que la canción también recuerde al niño,
su locura y sus cejas blancas y su partida,
a él que, putrefacto, abre los ojos azulados.
Oh, qué triste es este reencuentro.
Los escalones de la locura en las negras estancias,
las sombras de los ancianos bajo la puerta abierta,
cuando el alma de Helian se mira en el espejo rosa
y nieve y lepra caen de su frente.
En los muros empalidecieron las estrellas
y las figuras blancas de la luz.
Del tapiz surgen huesos de sepulcros,
el silencio de las ruinosas cruces sobre la colina,
la dulzura del incienso en el purpúreo viento de la noche.
Oh, vosotros, ojos destrozados en negros orificios,
cuando el nieto en la demencia suave,
medita solitario en el oscuro fin,
el dios silencioso baja sobre él los párpados celestes.
*
Algunos poemas e Georg Trakl, publicados en la revista Der Brenner, en traducción de Jenaro Talens:
EL SUEÑO
Segunda versión
¡Malditos venenos oscuros,
blanco sueño!
Este extraño jardín
de árboles en penumbra,
lleno de sierpes, mariposas de noche,
de arañas, de murciélagos.
¡Extranjero! Tu perdida sombra,
en el crepúsculo,
un tétrico corsario
en el salado mar del desconsuelo.
En las fronteras de la noche vuelan pájaros blancos
sobre ruinosas ciudades
de acero.
LA PESADUMBRE
Eres poderosa, boca oscura
en el interior figura conformada
de nubes otoñales,
dorado silencio del atardecer;
un torrente verdoso que oscurece
en el recinto en sombras
de los despedazados pinos;
un pueblo
que devoto se apaga en imágenes sepia.
Saltan allí caballos negros
sobre un prado entre tinieblas.
¡Soldados!
Desde la colina donde rueda el sol que muere
la sangre alegre se precipita -
¡bajo los robles,
muda! Oh, el zumbido
de pesadumbre del ejército; yelmo radiante
cae, resonando, de purupúrea frente.
Viene tan fresca la noche del otoño,
fulguración de estrellas
sobre los despedazados huesos de los hombres,
monja silenciosa.
AL ESTE
La tenebrosa ira del pueblo
semeja a los órganos furiosos de la tormenta invernal
la ola purupúrea de la batalla,
de deshojadas estrellas.
Con cejas partidas, plateados brazos,
la noche saluda a los soldados moribundos.
A la sombra del fresno otoñal
gimen las almas de los que mueren con violencia.
Una espesura de espinas ciñe la ciudad.
De los sangrientos escalones ahuyenta la luna
a las mujeres aterrorizadas.
Lobos salvajes han derribado las puertas.
GRODEK
Segunda versión
Por la tarde resuenan en los bosques de otoño
las mortíferas armas y en las llanuras aúreas
y los lagos azules; sobre ellos rueda el sol
más oscuro; la noche
abraza a los guerreros moribundos, el lamento feroz
de sus bocas quebradas.
Mas silenciosamente en la pradera,
nubes rojas que un Dios airado habita,
se reúne la sangre derramada, la frialdad lunar;
todos los caminos desembocan en negra podredubre.
Bajo el aúreo ramaje de la noche y los astros
vaga por el callado bosque la sombra de la hermana
que saluda las almas de los héroes, sus cabezas sangrantes.
Y en el juncal resuenan quedamente las oscuras flautas del otoño.
¡Oh, más soberbio duelo!, altares de metal,
un inmenso dolor alimenta hoy la ardiente llama del espíritu,
los nietos que no han nacido aún.
Georg Trakl, del Caliz de oro (recopilación 1909),
(Traducción de Jenaro Talens)
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» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
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