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Dana Gioia (nacido el 24 de diciembre de 1950 en Hawthorne, California , EE. UU.) es un poeta, crítico literario, traductor literario y ensayista estadounidense.
Desde principios de la década de 1980, Gioia ha sido considerado integrante de los movimientos literarios dentro de la poesía estadounidense conocidos como New Formalism, que aboga por la continuación de la escritura de poesía con metro y rima, y New Narrative, que aboga por contar historias no autobiográficas. Gioia también ha argumentado a favor de un regreso a la tradición pasada de traductores de poesía que replican el ritmo y la estructura del verso del poema original.
Gioia ayudó a renovar la popularidad de Henry Wadsworth Longfellow y el redescubrimiento de John Allan Wyeth. También cofundó la Conferencia anual de poesía de la Universidad de West Chester, que se lleva a cabo anualmente desde 1995.
A solicitud del presidente estadounidense George W. Bush , Gioia se fue entre 2003 y 2009 presidente del National Endowment for the Arts (NEA). En noviembre de 2006, la revista Business Week describió a Gioia como "El hombre que salvó a la NEA". Cinco años después de que Gioia dejara el cargo, The Washington Post se refirió a él como uno de "dos de los líderes más fuertes de la NEA".
Gioia es profesor Judge Widney de poesía y cultura pública en la Universidad del Sur de California y miembro sénior del Trinity Forum. En diciembre de 2015, se convirtió en el Poeta Laureado del Estado de California.
Gioia ha publicado cinco libros de poesía y tres volúmenes de crítica literaria, así como libretos de ópera, ciclos de canciones, traducciones y más de dos docenas de antologías literarias. La poesía de Gioia ha sido incluida en antologías en The Norton Anthology of Poetry, The Oxford Book of American Poetry y varias otras antologías. Su poesía ha sido traducida al francés , alemán, italiano, español , ruso, rumano, búlgaro, chino y árabe. Gioia publicó traducciones de poetas como Eugenio Montale y Séneca el Joven.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Dana_Gioia )
*
Algunos poemas de Dana Goia, en traducción de Gustavo Solórzano-Alfaro:
INSOMNIO
Ahora escuchas lo que ha de decir la casa.
Tuberías que crujen, goteras en lo oscuro,
hipotecados muros que se mueven incómodos,
voces que se amontonan en un zumbido eterno
de quejas, como los sonidos de familia
que año tras año vas aprendiendo a olvidar.
Luego escucha también las cosas que posees,
por las que has trabajado estos últimos tiempos:
el rumor del inmueble, objetos descompuestos,
partes flojas a punto de caer y averiarse.
Y envuelto en las cobijas, recuerdas todas esas
caras que no pudiste nunca llegar a amar.
Cuántas voces se te han escapado hasta ahora:
la caldera que humea, la madera que pisas,
los reproches constantes del reloj de pared
que cuenta los minutos que a nadie importarán.
La terrible lucidez que este momento trae,
el vano entendimiento, la oscuridad intacta.
(de Daily Horoscope, 1986)
AHORA SE ACOMODAN LOS ASTROS
Ahora se acomodan los astros sobre ti
pero no valdrá de nada. Esta noche,
solo por esta noche, sus poderes decaen
y tú debes mirar a la tierra. No habrá
ni cometas ni estrellas que apunten
hacia donde sabes que debes ir.
Busca signos más pequeños, la suave
alteración de lo dispuesto cuando
los ritmos de lo que esperas se rompen
y en la pausa de un momento, tras lo
ordinario, otro mundo revela.
Un mínimo detalle fuera de lugar será
suficiente: un anillo perdido,
un aliento, una huella o una brisa repentina,
una hendija de luz bajo una puerta oscura.
(de Daily Horoscope, 1986)
SEMBRANDO UNA SEQUOIA
Mis hermanos y yo trabajamos toda la tarde en el huerto,
cavando este hoyo, poniéndote en él, emparejando el suelo con cuidado.
La lluvia ennegreció el horizonte, pero el viento la mantuvo lejos del Pacífico
y el cielo que nos cubría se quedó tan opaco y gris
como el año viejo que llegaba a su fin.
En Sicilia, un padre siembra un árbol para celebrar el nacimiento de su primogénito,
(un olivo o una higuera), señal de que la tierra tiene una vida más que sostener.
Yo también habría dejado una nueva cepa en el huerto de mi padre, un verde arbolito
que creciera entre las ramas trenzadas de un manzano,
una promesa de nuevos frutos en otros otoños.
Pero hoy nos arrodillamos en el frío para plantarte, nuesro gigante nativo,
desafiando la sensata costumbre de nuestros padres,
envolviendo en tus raíces un mechón de cabello, un trozo de cordón umbilical,
todo lo que un recién nacido deja en la superficie,
unos pocos átomos dispersos de vuelta a los elementos.
Te daremos lo que podamos, nuestro trabajo y nuestro suelo,
agua extraída de la tierra cuando el cielo falle,
noches perfumadas con la niebla del océano, días suavizados por las abejas.
Te plantamos en la esquina de la arboleda, bañado con agua del oeste,
un tallo esbelto contra la tarde.
Y cuando ya no exista nuestra familia y hayan muerto sus hermanos futuros
y se hayan dispersado los sobrinos y los nietos y la casa haya sido derribada
y las cenizas de la belleza de su madre floten en el viento,
quiero que te levantes frente a los extraños, jóvenes y fugaces para ti,
y guardes en silencio el secreto de tu origen.
(de The Gods of Winter, 1991)
EL SILENCIO DE LOS POETAS
Es algo para agradecer.
Hubo una vez tantos libros, tantos poetas.
Todas las obras maestras que uno no podría leer,
indistinguibles incluso entonces
entre los infinitos estantes de lo tedioso.
Se afirma que los mejores dejaron de escribir jóvenes.
De otros, nadie notó cuándo o por qué.
Unos pocos analistas expresaron su leve pesar
por otro oficio placentero y sin lucro
irrevocablemente condenado por el progreso.
¿Y qué se perdió? Ahora nadie puede saberlo.
Pero aún tenemos la música, la pintura y el cine,
distracciones suficientes para gente ocupada.
E incluso la poesía, para quienes la quieran.
Los libros antiguos que los jóvenes no han mutilado
aún se conservan en algún lugar,
apilados en hileras polvorientas.
Y puede que algunos ancianos los visiten de vez en vez
para pasar sus manos por los lomos
y recordar tiempos idos,
pero ninguno llega jamás a leer
ni sabría cómo.
(de The Gods of Winter, 1991)
PALABRAS
El mundo no necesita palabras. Se define a sí mismo
en el sol, en las hojas y en las sombras. Las piedras del camino
no son menos verdaderas por no estar catalogadas.
Las hojas dominan el dialecto puro de la existencia.
El beso estará completo aunque no se diga nada.
Una palabra se transforma en otra cosa:
ilícito, casto, rutinario, conyugal, furtivo.
Incluso decir beso traiciona la confusión de las manos
que rozan la piel o tocan los hombros, la lenta flexión
del cuello, el suave encuentro de las lenguas.
Y aun así las piedras son menos reales para quien no puede
nombrarlas o leer las mudas sílabas talladas en silicio.
Ver una piedra roja es diferente que verla jaspeada:
el cuarzo metamórfico, pariente del pedernal con que los kiowa
labraron sus flechas. Nombrar es conocer y recordar.
El sol no quiere elogios por perforar nubarrones
e iluminar las rocas y las hojas, para luego disolver
cada gota traslúcida en las nubes que las engendraron.
La luz no requiere elogios, pero la elogiamos siempre:
mejor que nosotros y que las vanas palabras que convocamos.
(de The Gods of Winter, 1991)
EL JARDÍN PERDIDO
Si alguna vez volvemos a ver esos jardines
nuestro verano entonces ya se habrá terminado.
Entre las moras silvestres cantará un ruiseñor
y otras enredaderas treparán por el muro
de los altos ladrillos hasta no verse más.
Cuántas veredas cruzan por la vïeja finca,
los amables terrenos de tiempos más grandiosos.
Tantos árboles para besarse o discutir
y el verdor necesario para cualquier ambiente.
Qué placer estar triste en un paisaje así.
Cuando menos ahora. Pues incluso la pena
parece soportable si se mira a distancia,
y si hablamos de un íntimo dolor, este se vuelve
parte de una historia con un final feliz
que describe a alguien que lleva nuestro nombre.
Aún, al pensar en ti, me gusta hacer un juego.
Si hubiéramos tomado un camino distinto,
¿un pequeño incidente nos habría desviado,
como una piedra que arrojada a un arroyo
puede cambiar su curso kilómetos después?
(de The Interrogations at Noon, 1991)
EL HUERTO DE MANZANAS
No vas a recordar el huerto de manzanas
que recorrimos juntos una tarde de abril,
al subir la colina tras la granja vacía.
Un citadino que jamás había visto
los árboles en flor, o aspirado el aroma
agridulce de brotes mezclados con el polvo.
Surcos y surcos de árboles perfumados
que trazaban un arco encima de nosotros,
la fugaz catedral de aquella primavera.
Podríamos decir que tuvimos la dicha
de estar enamorados sin haber sido amantes
la llama que brilla y arde, nutrida por el deseo,
un amor inocente de secretos comunes.
Hubo un momento en que estabas de espaldas
y traté de alcanzarte, entonces me detuve.
¿Cuántas cosas más pude añorar ese día?
Todas, sin duda alguna. Quizás ese es el punto:
aprender que se pierde lo que no sostenemos.
(de Pity the Beatiful, 2012)
PIEDRAS DE MAR:UNA ELEGÍA
Amor, cómo el tiempo hace que brille la dureza.
Hay de todos colores, puros o desiguales:
basalto verde, jaspe ensangrentado, cuarzo,
granito y feldespato -hasta piezas de vidrio-,
pulidas por el paciente orfebre de las mareas.
Nacidas de volcanes, temblores y glaciares,
talladas y esculpidas por el viento y el calor,
veteadas, manchadas, brillantes en la espuma.
No hay dos que se parezcan. Hijas de tierra firme,
lanzadas por millones a una costa vacía.
Cuán pequeña la muerte en las rocas. Ligera,
como un hueso astillado que entrega la marea,
un destello entre conchas destruidas y abatidas
por las gaviotas, por la sal y el sol desteñidas:
la vajilla rota de las cosas vivas.
Los cormoranes planean por el callado golfo.
Desde el risco, un halcón me observa, indiferente
a los problemas que he cargado hasta aquí.
Es absurdo ir más lejos, entonces me detengo:
hueco como un madero, muerto como una piedra.
(de 99 Poems. New & Selected, 2016)
"PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS"
No son solo las palabras, aunque hayamos
hecho de ellas una ciencia. La elocuencia sobresale
en pulir los sentimientos que ya no
necesitamos decir.
Las palabras son las cartas, no el porqué del juego.
No es solo la rima aunque conjeturemos
las casuales intuiciones de una combinación,
el supersticioso canto que despreciamos
pero que no olvidamos,
avergonzados por nuestro sorpresivo placer infantil.
No es solo el dolor que esperamos que acabe,
viejas heridas cuya sangre aún se filtra entre líneas.
Las palabras más auténticas nos traicionan.
No traen consuelo.
El costo siempre es más de lo que podemos gastar.
Es la suerte de fracasar lo que empezamos,
permitir que el lenguaje nos utilice como una barca
y nos arrastre por un rumbo que jamás trazamos:
esperar que por una vez
el ángel llegue, nos posea y se marche.
(de Nuevos poemas)
DANA GIOIA, La oscuridad intacta. Poemas escogidos, Pre-Textos, 2020. Traducción de Gustavo Solórzano-Alfaro)
Dana Gioia (nacido el 24 de diciembre de 1950 en Hawthorne, California , EE. UU.) es un poeta, crítico literario, traductor literario y ensayista estadounidense.
Desde principios de la década de 1980, Gioia ha sido considerado integrante de los movimientos literarios dentro de la poesía estadounidense conocidos como New Formalism, que aboga por la continuación de la escritura de poesía con metro y rima, y New Narrative, que aboga por contar historias no autobiográficas. Gioia también ha argumentado a favor de un regreso a la tradición pasada de traductores de poesía que replican el ritmo y la estructura del verso del poema original.
Gioia ayudó a renovar la popularidad de Henry Wadsworth Longfellow y el redescubrimiento de John Allan Wyeth. También cofundó la Conferencia anual de poesía de la Universidad de West Chester, que se lleva a cabo anualmente desde 1995.
A solicitud del presidente estadounidense George W. Bush , Gioia se fue entre 2003 y 2009 presidente del National Endowment for the Arts (NEA). En noviembre de 2006, la revista Business Week describió a Gioia como "El hombre que salvó a la NEA". Cinco años después de que Gioia dejara el cargo, The Washington Post se refirió a él como uno de "dos de los líderes más fuertes de la NEA".
Gioia es profesor Judge Widney de poesía y cultura pública en la Universidad del Sur de California y miembro sénior del Trinity Forum. En diciembre de 2015, se convirtió en el Poeta Laureado del Estado de California.
Gioia ha publicado cinco libros de poesía y tres volúmenes de crítica literaria, así como libretos de ópera, ciclos de canciones, traducciones y más de dos docenas de antologías literarias. La poesía de Gioia ha sido incluida en antologías en The Norton Anthology of Poetry, The Oxford Book of American Poetry y varias otras antologías. Su poesía ha sido traducida al francés , alemán, italiano, español , ruso, rumano, búlgaro, chino y árabe. Gioia publicó traducciones de poetas como Eugenio Montale y Séneca el Joven.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Dana_Gioia )
*
Algunos poemas de Dana Goia, en traducción de Gustavo Solórzano-Alfaro:
INSOMNIO
Ahora escuchas lo que ha de decir la casa.
Tuberías que crujen, goteras en lo oscuro,
hipotecados muros que se mueven incómodos,
voces que se amontonan en un zumbido eterno
de quejas, como los sonidos de familia
que año tras año vas aprendiendo a olvidar.
Luego escucha también las cosas que posees,
por las que has trabajado estos últimos tiempos:
el rumor del inmueble, objetos descompuestos,
partes flojas a punto de caer y averiarse.
Y envuelto en las cobijas, recuerdas todas esas
caras que no pudiste nunca llegar a amar.
Cuántas voces se te han escapado hasta ahora:
la caldera que humea, la madera que pisas,
los reproches constantes del reloj de pared
que cuenta los minutos que a nadie importarán.
La terrible lucidez que este momento trae,
el vano entendimiento, la oscuridad intacta.
(de Daily Horoscope, 1986)
AHORA SE ACOMODAN LOS ASTROS
Ahora se acomodan los astros sobre ti
pero no valdrá de nada. Esta noche,
solo por esta noche, sus poderes decaen
y tú debes mirar a la tierra. No habrá
ni cometas ni estrellas que apunten
hacia donde sabes que debes ir.
Busca signos más pequeños, la suave
alteración de lo dispuesto cuando
los ritmos de lo que esperas se rompen
y en la pausa de un momento, tras lo
ordinario, otro mundo revela.
Un mínimo detalle fuera de lugar será
suficiente: un anillo perdido,
un aliento, una huella o una brisa repentina,
una hendija de luz bajo una puerta oscura.
(de Daily Horoscope, 1986)
SEMBRANDO UNA SEQUOIA
Mis hermanos y yo trabajamos toda la tarde en el huerto,
cavando este hoyo, poniéndote en él, emparejando el suelo con cuidado.
La lluvia ennegreció el horizonte, pero el viento la mantuvo lejos del Pacífico
y el cielo que nos cubría se quedó tan opaco y gris
como el año viejo que llegaba a su fin.
En Sicilia, un padre siembra un árbol para celebrar el nacimiento de su primogénito,
(un olivo o una higuera), señal de que la tierra tiene una vida más que sostener.
Yo también habría dejado una nueva cepa en el huerto de mi padre, un verde arbolito
que creciera entre las ramas trenzadas de un manzano,
una promesa de nuevos frutos en otros otoños.
Pero hoy nos arrodillamos en el frío para plantarte, nuesro gigante nativo,
desafiando la sensata costumbre de nuestros padres,
envolviendo en tus raíces un mechón de cabello, un trozo de cordón umbilical,
todo lo que un recién nacido deja en la superficie,
unos pocos átomos dispersos de vuelta a los elementos.
Te daremos lo que podamos, nuestro trabajo y nuestro suelo,
agua extraída de la tierra cuando el cielo falle,
noches perfumadas con la niebla del océano, días suavizados por las abejas.
Te plantamos en la esquina de la arboleda, bañado con agua del oeste,
un tallo esbelto contra la tarde.
Y cuando ya no exista nuestra familia y hayan muerto sus hermanos futuros
y se hayan dispersado los sobrinos y los nietos y la casa haya sido derribada
y las cenizas de la belleza de su madre floten en el viento,
quiero que te levantes frente a los extraños, jóvenes y fugaces para ti,
y guardes en silencio el secreto de tu origen.
(de The Gods of Winter, 1991)
EL SILENCIO DE LOS POETAS
Es algo para agradecer.
Hubo una vez tantos libros, tantos poetas.
Todas las obras maestras que uno no podría leer,
indistinguibles incluso entonces
entre los infinitos estantes de lo tedioso.
Se afirma que los mejores dejaron de escribir jóvenes.
De otros, nadie notó cuándo o por qué.
Unos pocos analistas expresaron su leve pesar
por otro oficio placentero y sin lucro
irrevocablemente condenado por el progreso.
¿Y qué se perdió? Ahora nadie puede saberlo.
Pero aún tenemos la música, la pintura y el cine,
distracciones suficientes para gente ocupada.
E incluso la poesía, para quienes la quieran.
Los libros antiguos que los jóvenes no han mutilado
aún se conservan en algún lugar,
apilados en hileras polvorientas.
Y puede que algunos ancianos los visiten de vez en vez
para pasar sus manos por los lomos
y recordar tiempos idos,
pero ninguno llega jamás a leer
ni sabría cómo.
(de The Gods of Winter, 1991)
PALABRAS
El mundo no necesita palabras. Se define a sí mismo
en el sol, en las hojas y en las sombras. Las piedras del camino
no son menos verdaderas por no estar catalogadas.
Las hojas dominan el dialecto puro de la existencia.
El beso estará completo aunque no se diga nada.
Una palabra se transforma en otra cosa:
ilícito, casto, rutinario, conyugal, furtivo.
Incluso decir beso traiciona la confusión de las manos
que rozan la piel o tocan los hombros, la lenta flexión
del cuello, el suave encuentro de las lenguas.
Y aun así las piedras son menos reales para quien no puede
nombrarlas o leer las mudas sílabas talladas en silicio.
Ver una piedra roja es diferente que verla jaspeada:
el cuarzo metamórfico, pariente del pedernal con que los kiowa
labraron sus flechas. Nombrar es conocer y recordar.
El sol no quiere elogios por perforar nubarrones
e iluminar las rocas y las hojas, para luego disolver
cada gota traslúcida en las nubes que las engendraron.
La luz no requiere elogios, pero la elogiamos siempre:
mejor que nosotros y que las vanas palabras que convocamos.
(de The Gods of Winter, 1991)
EL JARDÍN PERDIDO
Si alguna vez volvemos a ver esos jardines
nuestro verano entonces ya se habrá terminado.
Entre las moras silvestres cantará un ruiseñor
y otras enredaderas treparán por el muro
de los altos ladrillos hasta no verse más.
Cuántas veredas cruzan por la vïeja finca,
los amables terrenos de tiempos más grandiosos.
Tantos árboles para besarse o discutir
y el verdor necesario para cualquier ambiente.
Qué placer estar triste en un paisaje así.
Cuando menos ahora. Pues incluso la pena
parece soportable si se mira a distancia,
y si hablamos de un íntimo dolor, este se vuelve
parte de una historia con un final feliz
que describe a alguien que lleva nuestro nombre.
Aún, al pensar en ti, me gusta hacer un juego.
Si hubiéramos tomado un camino distinto,
¿un pequeño incidente nos habría desviado,
como una piedra que arrojada a un arroyo
puede cambiar su curso kilómetos después?
(de The Interrogations at Noon, 1991)
EL HUERTO DE MANZANAS
No vas a recordar el huerto de manzanas
que recorrimos juntos una tarde de abril,
al subir la colina tras la granja vacía.
Un citadino que jamás había visto
los árboles en flor, o aspirado el aroma
agridulce de brotes mezclados con el polvo.
Surcos y surcos de árboles perfumados
que trazaban un arco encima de nosotros,
la fugaz catedral de aquella primavera.
Podríamos decir que tuvimos la dicha
de estar enamorados sin haber sido amantes
la llama que brilla y arde, nutrida por el deseo,
un amor inocente de secretos comunes.
Hubo un momento en que estabas de espaldas
y traté de alcanzarte, entonces me detuve.
¿Cuántas cosas más pude añorar ese día?
Todas, sin duda alguna. Quizás ese es el punto:
aprender que se pierde lo que no sostenemos.
(de Pity the Beatiful, 2012)
PIEDRAS DE MAR:UNA ELEGÍA
Amor, cómo el tiempo hace que brille la dureza.
Hay de todos colores, puros o desiguales:
basalto verde, jaspe ensangrentado, cuarzo,
granito y feldespato -hasta piezas de vidrio-,
pulidas por el paciente orfebre de las mareas.
Nacidas de volcanes, temblores y glaciares,
talladas y esculpidas por el viento y el calor,
veteadas, manchadas, brillantes en la espuma.
No hay dos que se parezcan. Hijas de tierra firme,
lanzadas por millones a una costa vacía.
Cuán pequeña la muerte en las rocas. Ligera,
como un hueso astillado que entrega la marea,
un destello entre conchas destruidas y abatidas
por las gaviotas, por la sal y el sol desteñidas:
la vajilla rota de las cosas vivas.
Los cormoranes planean por el callado golfo.
Desde el risco, un halcón me observa, indiferente
a los problemas que he cargado hasta aquí.
Es absurdo ir más lejos, entonces me detengo:
hueco como un madero, muerto como una piedra.
(de 99 Poems. New & Selected, 2016)
"PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS"
No son solo las palabras, aunque hayamos
hecho de ellas una ciencia. La elocuencia sobresale
en pulir los sentimientos que ya no
necesitamos decir.
Las palabras son las cartas, no el porqué del juego.
No es solo la rima aunque conjeturemos
las casuales intuiciones de una combinación,
el supersticioso canto que despreciamos
pero que no olvidamos,
avergonzados por nuestro sorpresivo placer infantil.
No es solo el dolor que esperamos que acabe,
viejas heridas cuya sangre aún se filtra entre líneas.
Las palabras más auténticas nos traicionan.
No traen consuelo.
El costo siempre es más de lo que podemos gastar.
Es la suerte de fracasar lo que empezamos,
permitir que el lenguaje nos utilice como una barca
y nos arrastre por un rumbo que jamás trazamos:
esperar que por una vez
el ángel llegue, nos posea y se marche.
(de Nuevos poemas)
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