Miguel Casado (Valladolid, 1954) es un poeta, crítico literario y traductor español.
Biografía
Nació en Valladolid en 1954 y reside en Toledo desde 1996. Su amplio trabajo como escritor se ha desarrollado paralelamente en la poesía, el ensayo y la crítica literaria, y la traducción. Está casado con la poetisa asturiana Olvido García Valdés.2
Como poeta, obtuvo el Premio Hiperión en 1987. Textos suyos han aparecido en francés, inglés, alemán, portugués, neerlandés y árabe.
Como crítico ha preparado ediciones de Antonio Gamoneda, José-Miguel Ullán o Vicente Núñez y publicó, a lo largo de casi tres décadas, sus notas de actualidad o sus ensayos en periódicos y revistas como El País, Diario 16, ABC, La Vanguardia, El Norte de Castilla, Archipiélago, Cuadernos Hispanoamericanos, El Urogallo, Ínsula, Cuadernos del Norte, Revista de Libros, Un ángel más, Espacio/Espaço escrito, La alegría de los naufragios, Revista de Occidente, La Balsa de la Medusa..., en las mexicanas Vuelta, El poeta y su trabajo, Periódico de Poesía, Fractal o Letras Libres, en la argentina Diario de Poesía, la peruana Hueso húmero, las francesas Magazine Littéraire, Europe o Nouveau Recueil, la inglesa Agenda, la italiana Soglie o la portuguesa A Phala.
De su intensa actividad editorial y cultural, destaca su participación en revistas: codirector desde 1981 de Los Infolios, fue miembro del consejo editor de El signo del gorrión durante toda su trayectoria y de la comisión permanente de la revista hispano-portuguesa Hablar/Falar de Poesia. Dirigió la colección de libros de ensayo Dossoles-Crítica. Ha sido miembro del colectivo "Estudios de Poética". Codirigió con Olvido García Valdés el ciclo "Poetas para pensar el siglo", celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, entre 2001 y 2004, y ha dirigido e impartido diversos talleres, seminarios, ciclos y congresos sobre poesía en general o sobre poetas en particular. Es editor de algunos libros colectivos.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Casado )
*
Algunos poemas de Miguel Casado, de su obra Inventario, Hiperión, 1987:
EL CURSO DEL RÍO (fragmentos)
I En algunas orillas que aparecen...
En algunas orillas que aparecen
despejadas, el limo
forma un borde negruzco
de disuasión, que crece muy despacio.
Solo en ellas el limo puede verse;
sin embargo, es sabido
que el estuche del cauce se define
por él.
..........."Cuidado, el fondo es de pecina",
avisaban a voces desde el centro
del río, mientra levantaban mucho,
con aspavientos, los pies. Era entonces
el tiempo en que regía aquella lógica:
inventar remolinos, resbalar
y hundirse, pese al bajo nivel de aguas.
La mezcla de materias
en descomposición,
restos orgánicos, grava pulida
y escasa: se sabía sin los ojos
el limo. Pero no era así su origen:
invisible el arrastre al reposar,
invisible al volverse
de agua.
...............También, junto al río, de arena
y herramientas de plástico amarillas
se fabricaba el barro;
su tacto y duración eran distintos
cada vez, construía muros sólidos
o se escurría entre las manos, casi
agua coloreada. Y esta ciencia
nunca evitaba el miedo ni lo frágil,
que continuaba oculto.
.............
IV Los ojos siguen el perfil del cauce...
Aníbal Núñez
Los ojos siguen el perfil del cauce
desde el puente: los muros y ventanas;
al fondo, el otro puente, como un ángulo
tumbado boca abajo;
más allá el río arrastra
en paralelo franjas de color
que van perdiéndose. El color aquí
es uniforme y el agua está en reposo;
pero, con más atención, su apariencia
multiplica las ondas
de sentido cambiante: hacia la orilla,
hacia mis ojos, hacia un curso abierto;
sobre la superficie de los rizos
el movimiento leve
es inverso al previsto por el mapa.
Mientras, cae la tarde sin sentirse
entre tantas señales, tantos usos,
que la corriente asume.
................
IX Con frecuencia, el que mira...
Con frecuencia, el que mira
un río suele limitar su curso
entre dos curvas: una y otra vez sigue
su mirada el sentido de las aguas
o lo remonta. Con frecuencia, surge
por la curva de arriba algún objeto,
una rama que flota
cabeceando sus hojas brillantes,
con flores que dispersan poco a poco
los pétalos; después desaparece
en la curva de abajo.
Entonces: bruscamente, como sobria
negación, sin anuncio,
llega el conocimiento.
Pero el que mira el río
¿qué ha conocido? Ha visto que la rama
hacía siempre el mismo gesto y que era
siempre la misma rama; igual también
la superficie al conducirla. Estar
y no estar. No hay ningún cambio. Tal vez
lo que se observa cada día tenga
con la realidad
extraños vínculos, del mismo modo
que la apariencia de las cosas corre
diferente del tiempo.
X El limo ocupa el sitio...
El limo ocupa el sitio
del agua lentamente; pero, a veces,
también la tierra. Cuando se desborda
el río en las llanuras
donde se pierde el cauce, y las recubre
sin renunciar al ritmo de su marcha,
se deposita un nuevo y moldeable
limo en los lodazales de maíz,
y al secar hay otro campo; territorio
aluvial, desmemoria
de origen. Estos hechos de la tierra
y la corriente no son, sin embargo,
los símbolos de nada.
Esta tarde pisamos
un pavimento oscuro bajo el cielo
con nubes. Es igual
decirlo de una forma o de otra; todo
lo que se piensa o se imagina, todo
es ilusorio. Ahora
la gente del paseo está vestida
de calle; mientras andan, deliberan
sobre la proximidad de la lluvia.
*
Hay una línea recta en el mapa
que une este punto y el mar;
por ella circula un tren
con las ventanas encendidas,
constantemente circula, cruza el puente
sobre el estuario hacia el sur,
hacia el norte cuando cae el día.
*
Viento sobre las rocas,
el oleaje impide seguir la pesca;
sentado en el suelo espero, grumo
de codos y rodillas. Velozmente
un tren se despeña ante mis ojos;
el reflejo de las ventanas,
mientras en línea recta va hundiéndose.
MIGUEL CASADO, Inventario, Hiperión, 1987
Otros poemas de Miguel Casado:
LA RAMA en el ojo,
como en el árbol, desnuda,
que el viento bambolea.
Sube y baja con el viento,
azota, misteriosamente
se la ve desde un sótano,
al pie de una escalera.
*
AHORA QUE la cabeza está llena
de una pasta esponjosa
y continua, en que nada
toma luz, se mira las manos
y encuentra el extraño callo de escritor:
hendido y rojo un momento
por la presión de la pluma. Y lee
sin entender la grafía negra,
esa forma plana del deseo,
plana y estéril.
*
LA MADRE urge a la niña, le dice
que su hermano, al que lleva en brazos
-con más de treinta meses le cuelga doblada
la cabeza-, pesa como un muerto.
Y las palabras resbalan por el cuerpo dormido
y caen al suelo entra las dos;
la niña mira, con cuidado de no pisarlas.
MIGUEL CASADO
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