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Marina Borodítskaya ;nacido en 1954) es una poeta y traductora rusa.
Boroditskaya nacó en Moscú.Se graduó en el Instituto Pedagógico Estatal de Lenguas Extranjeras de Moscú.
Es autora de tres libros de poesía, doce libros de poemas para niños y numerosas traducciones de poemas y cuentos de hadas del inglés. Su traducción de La extraña piedra de Brisingamen y La Luna de Gomrath de Alan Garnerfue fue honrada por el Consejo Cultural Británico.
También es la presentadora del programa "Farmacia Literaria" de la emisora Radio de Rusia.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Marina_Boroditskaya )
*
Tres poemas de Marina Boroditskaya, sacados de la antología La hora de Rusia. Poesía contemporánea, en traducción de Helena Vidal, Visor, 2011.
PÓNGANSE EN PIE...
Pónganse en pie los que hoy todavía recuerdan
el limpiaplumas, la tinta, el plumier de madera
con la plumilla, el tintero que no se volcaba,
la camiseta de sport, las playeras de blanco.
Los que recuerden aquellos cuadernos azules
y el primer día en que usamos las estilográficas,
cómo quedaba manchado enseguida el trapito
de refrotar la plumilla y dejarla brillante.
Pónganse en pie los que hoy todavía recuerdan
cómo compraban dos polos por cuatro reales.
Yo no me olvido del día en que con el abuelo
nos atracamos a helados en pleno paseo.
Si los humanos se agrupan por muchas razones
-el alcohol, la nobleza, el dinero, la estirpe-,
nuestra hermandad, a su vez, Dios le dé larga vida.
Pónganse en pie y brindemos. No caiga una gota.
EN NORUEGA LAS CAMAS TENÍAN...
En Noruega las camas tenían
puertas, antiguamente:
si las corrías o las cerrabas,
era una alcoba,
o un cofre de madera, bueno, un baúl,
donde ensayar la muerte sobre tu flaco jergón.
Podías clavar la vista en la negrura
y rezar a Odín o a Jesús;
y si era pequeña la cama, no daba a estirar las piernas;
y en toda la hanseática ciudad de madera no brillaba una luz.
Y, también, todo el mundo tenía en la alcoba una cuerda con gancho:
para pegar el salto en camisa y descalzo por la ventana
si de pronto había un incendio. ¡Y qué incendios había!
¿Notas el tufo a pescado puesto a secar en el sótano?
¿Oyes la danza que bailan las ratas? Así pasaba el invierno.
Capitán, ¿cuánto cobras por ir -una horita, un momento-
a aquella ciudad de juguete, aquel Bergen nocturno
y poder escuchar tras la puerta, entender
cómo no sucumbían a la noche del mundo?
¿Qué canciones cantaban para no enloquecer?
POR COSTUMBRE...
Por costumbre le ofrezco al doctor un libro infantil.
No se ofenda, no son malas artes, ya sé que hoy nadie
se hace cargo de ti sin cobrar y ya pagaré,
esto guárdeselo al destino para sus dulces.
Hace tiempo solíamos dar libros de niños
a los médicos o a los maestros; canciones y cuentos
que nacían no de la angustia vibrante a mitad de la noche.
sí del alguna sorpresa feliz o al traqueteo del metro.
¡Cómo se suavizaban las caras petrificadas al verlos!
Los funcionarios también tienen niños pequeños:
escribías "Del autor para Petia" y de pronto
aparecía el papel deseado con todo su sello.
¿Es la portada brillante, crujiente cual una manzana,
un astuto soborno, un pase a través de la línea de la defensa?
Cuando llegue la hora, le encajaré a Caronte un libro infantil:
¡quién sabe, quizá me pasee de gorra y me devuelva a mi casa!
MARINA BORODITSKAYA, La hora de Rusia. Poesía contemporánea, en traducción de Helena Vidal, Visor, 2011.
Marina Borodítskaya ;nacido en 1954) es una poeta y traductora rusa.
Boroditskaya nacó en Moscú.Se graduó en el Instituto Pedagógico Estatal de Lenguas Extranjeras de Moscú.
Es autora de tres libros de poesía, doce libros de poemas para niños y numerosas traducciones de poemas y cuentos de hadas del inglés. Su traducción de La extraña piedra de Brisingamen y La Luna de Gomrath de Alan Garnerfue fue honrada por el Consejo Cultural Británico.
También es la presentadora del programa "Farmacia Literaria" de la emisora Radio de Rusia.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Marina_Boroditskaya )
*
Tres poemas de Marina Boroditskaya, sacados de la antología La hora de Rusia. Poesía contemporánea, en traducción de Helena Vidal, Visor, 2011.
PÓNGANSE EN PIE...
Pónganse en pie los que hoy todavía recuerdan
el limpiaplumas, la tinta, el plumier de madera
con la plumilla, el tintero que no se volcaba,
la camiseta de sport, las playeras de blanco.
Los que recuerden aquellos cuadernos azules
y el primer día en que usamos las estilográficas,
cómo quedaba manchado enseguida el trapito
de refrotar la plumilla y dejarla brillante.
Pónganse en pie los que hoy todavía recuerdan
cómo compraban dos polos por cuatro reales.
Yo no me olvido del día en que con el abuelo
nos atracamos a helados en pleno paseo.
Si los humanos se agrupan por muchas razones
-el alcohol, la nobleza, el dinero, la estirpe-,
nuestra hermandad, a su vez, Dios le dé larga vida.
Pónganse en pie y brindemos. No caiga una gota.
EN NORUEGA LAS CAMAS TENÍAN...
En Noruega las camas tenían
puertas, antiguamente:
si las corrías o las cerrabas,
era una alcoba,
o un cofre de madera, bueno, un baúl,
donde ensayar la muerte sobre tu flaco jergón.
Podías clavar la vista en la negrura
y rezar a Odín o a Jesús;
y si era pequeña la cama, no daba a estirar las piernas;
y en toda la hanseática ciudad de madera no brillaba una luz.
Y, también, todo el mundo tenía en la alcoba una cuerda con gancho:
para pegar el salto en camisa y descalzo por la ventana
si de pronto había un incendio. ¡Y qué incendios había!
¿Notas el tufo a pescado puesto a secar en el sótano?
¿Oyes la danza que bailan las ratas? Así pasaba el invierno.
Capitán, ¿cuánto cobras por ir -una horita, un momento-
a aquella ciudad de juguete, aquel Bergen nocturno
y poder escuchar tras la puerta, entender
cómo no sucumbían a la noche del mundo?
¿Qué canciones cantaban para no enloquecer?
POR COSTUMBRE...
Por costumbre le ofrezco al doctor un libro infantil.
No se ofenda, no son malas artes, ya sé que hoy nadie
se hace cargo de ti sin cobrar y ya pagaré,
esto guárdeselo al destino para sus dulces.
Hace tiempo solíamos dar libros de niños
a los médicos o a los maestros; canciones y cuentos
que nacían no de la angustia vibrante a mitad de la noche.
sí del alguna sorpresa feliz o al traqueteo del metro.
¡Cómo se suavizaban las caras petrificadas al verlos!
Los funcionarios también tienen niños pequeños:
escribías "Del autor para Petia" y de pronto
aparecía el papel deseado con todo su sello.
¿Es la portada brillante, crujiente cual una manzana,
un astuto soborno, un pase a través de la línea de la defensa?
Cuando llegue la hora, le encajaré a Caronte un libro infantil:
¡quién sabe, quizá me pasee de gorra y me devuelva a mi casa!
MARINA BORODITSKAYA, La hora de Rusia. Poesía contemporánea, en traducción de Helena Vidal, Visor, 2011.
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