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Gonzalo Rojas (Lebu, 20 de diciembre de 1916-Santiago, 25 de abril de 2011)4 fue un escritor, poeta y profesor chileno perteneciente a la llamada generación del 38. Uno de los exponentes más destacados de la poesía hispanoamericana del siglo XX, su obra se enmarca en la tradición continuadora de las vanguardias literarias latinoamericanas. Fue galardonado, entre otros, con los premios Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, Nacional de Literatura de Chile 1992 y Cervantes 2003. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, tales como el inglés, el alemán, el chino y el árabe.
Biografía
Infancia y estudios
Hijo del ingeniero de minas Juan Antonio Rojas y de Celia Pizarro, queda huérfano de padre a los cuatro años de edad. En 1926 la madre se muda de Lebu con sus seis hijos a Concepción, donde, gracias a una beca, el futuro poeta estudia en el Seminario Conciliar.
En 1934 abandona el Seminario y viaja a Iquique, donde retoma sus estudios de secundaria en el liceo de la ciudad; colabora en el periódico El Tarapacá. Allí obtiene su primer galardón literario, al recibir un poema suyo el primer premio en Los juegos Florales. Dos años más tarde regresa a Concepción, donde completa el último curso de Humanidades en el Liceo de Hombres. Funda la revista Letras, en cuyas páginas publica el ensayo «Los treinta años de Pablo Neruda».
Ingresa a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, en Santiago, en 1937, pero al año siguiente se traslada al Instituto Pedagógico donde inicia sus estudios de literatura. En 1938 se convierte en miembro del grupo surrealista La Mandrágora, del que se alejaría en 1942. Para financiar sus estudios, trabaja algunos años como inspector en el Internado Nacional Barros Arana (1938-1941).
En 1940, el mismo año que muere su madre, conoce a María Mackenzie, una joven de ascendencia escocesa con quien en 1942 decide dejar la capital para ir a vivir a Atacama y con quien contrae matrimonio en 1946. Su primer hijo, Rodrigo Tomás Rojas Mackenzie, nace en Vallenar en 1943. En Atacama trabaja primero como maestro, dedicándose más tarde a la alfabetización de los trabajadores. A continuación vive con su familia un breve plazo en Calbuco, en el sur de Chile.
Regresa a Santiago de Chile en 1944.
Docencia
Es jefe de redacción en la revista Antártica de Santiago (1944) y profesor de castellano y filosofía en el Colegio Alemán y en el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso entre 1946 y 1952, donde participa en la fundación del Instituto Pedagógico. Luego, entre 1952 y 1973, se desempeña como profesor titular en la Universidad de Concepción de las cátedras de Literatura Chilena y Teoría Literaria del Departamento de Español, lo cual, bajo el alero de dicha casa de estudios, le permite crear diversas actividades como las Escuelas de Temporada, creadas en 1953 y los Encuentros de Escritores de Chile y de América, los años 1958 y 1962, además de las Escuelas Internacionales de Verano. Después del triunfo de la Reforma Universitaria, en 1968, es elegido para el cargo de vicerrector de Extensión y Comunicaciones.
En 1958 reúne por primera vez en Chile a los escritores del país para dialogar acerca de la situación de la literatura nacional a veinte años de la Generación del 38. El Primer Encuentro de escritores de Chile tiene lugar en el Salón de Honor de la Universidad de Concepción en enero, y el segundo, en junio del mismo año, en la ciudad de Chillán.
En 1960, con el auspicio de la Universidad de Concepción organiza el “Primer Encuentro de Escritores Americanos”, al cual asisten, entre otros, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Ernesto Sabato, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Zalamea, Enrique Anderson Imbert, Margarita Aguirre, Nicanor Parra, Luis Oyarzún, Jaime García Terrés, Joaquín Gutiérrez, Carlos Martínez Moreno, Guillermo Sánchez, Fernando Alegría, José Antonio Portuondo, Hugo Lindo, Volodia Teitelboim, Alberto Wagner de Reyna, Ismael Viñas, Jesús Lara, entre otros.
Luego, en 1962, convoca a escritores, científicos, filósofos, juristas, artistas plásticos, tales como Linus Pauling, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Osvaldo Guayasamín, Oscar Niemeyer, John D. Bernal, Mario Benedetti, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, José Miguel Arguedas, Héctor Agosti, Giannpietro Puppi, Thiago de Melo, Benjamín Carrión, Mariano Picón Salas, José Miguel Oviedo, Francesco Flora, Frank Tannenbaum, Jorge Millas, Claribel Alegría, José Bianco, Robert Merton, Miguel Serrano, Anatoli Svorykin, Nobushige Ukai, Robert Ulich, Roberto Torreti, José Ricardo Morales, entre otros. Los debates se centran en los dos temas propuestos por Rojas: “Imagen de América Latina” e “Imagen del hombre actual”. Con posterioridad, algunos escritores de América latina como Carlos Fuentes y José Donoso aventuraron la tesis de que el nacimiento del llamado Boom literario de Latinoamérica hubiera tenido allí su punto de partida.
Vida en el extranjero
En 1959, reside unos meses en Europa (París, Londres, Roma y Madrid); becado por la Unesco, en París se reencuentra con Hilda May, una joven que había sido su alumna en la Universidad de Concepción que luego llegará a ser su segunda esposa. De este matrimonio nace en 1964 su segundo hijo, Gonzalo Rojas-May Ortiz. Más adelante Hilda May estará a cargo de la selección de las poesías de algunas antologías de Rojas y en 1990 escribe su estudio sobre la obra de Rojas (La poesía de Gonzalo Rojas, Hiperión, Madrid, 1991).
El presidente Salvador Allende lo nombra consejero cultural en China (1970-1972) y encargado de negocios en Cuba (1972-1973). Tras el golpe de 1973 se le anulan sus documentos de identidad y se le prohíbe regresar al país, donde es exonerado como profesor de todas las universidades chilenas. El exilio lo lleva primero a la República Democrática Alemana (1974-1975), donde asume una cátedra en la Universidad de Rostock y luego a Venezuela (1975-1980), donde primero trabaja en el Centro Rómulo Gallegos y más tarde ejerce la docencia en la Universidad Simón Bolívar.
Proscrito en Chile de todas las universidades por la dictadura cívico-militar, asume tareas académicas en Estados Unidos entre 1980 y 1994, donde se desempeña como profesor visitante en las universidades Columbia, Pittsburgh, Austin, y en la de Chicago (1980-1985), y titular en la Brigham Young University de Provo, Utah. (1985-1994).
Regresa a Chile en 1994, radicándose en la ciudad de Chillán en la casa de su esposa. En 1995 muere allí su segunda esposa, Hilda May, tras una larga enfermedad.
En 2002 es nombrado miembro de honor de la Academia Chilena de la Lengua.
Fallecimiento
En septiembre de 2010 contrae una neumonía que compromete su estado general. El 22 de febrero de 2011 Rojas sufre un accidente cerebrovascular, que lo mantiene en estado crítico y con soporte médico las 24 horas del día en su casa de Chillán. El 12 de marzo es trasladado a un centro asistencial de Santiago, donde permanece hasta su fallecimiento, a la edad de 94 años, la madrugada del 25 de abril.
A su muerte, el gobierno chileno decretó dos días de duelo oficial.
Sus restos son velados en el Museo de Bellas Artes, donde recibe el masivo homenaje del pueblo de Chile en presencia del presidente de Chile, Sebastián Piñera, miembros de su gabinete y parlamentarios. Sus restos son despedidos por el presidente Piñera, por el exjefe de Estado Ricardo Lagos, por el poeta colombiano José Manuel Roca en representación de los escritores iberoamericanos, por el poeta Oscar Hahn y por su hijo Rodrigo Tomás.
El 27 de abril su cuerpo es trasladado a la catedral de Chillán. Su entierro tiene lugar al día siguiente en el Patio de Artistas del Cementerio Municipal de esa ciudad junto a otros reconocidas personalidades nacionales y locales como Claudio Arrau, Ramón Vinay, Marta Colvin y Lalo Parra.
Trayectoria literaria
Autor fragmentario, su primer libro, La miseria del hombre (con ilustraciones de Carlos Pedraza), fue publicado en 1948 y dio origen a encontradas opiniones por parte de los críticos; Alone llegó a decir: «Al paso que llevan, las letras nacionales no prometen nada bueno». En cambio, los poetas lo recibieron muy bien; así, Miguel Arteche expresó: «Seguramente no va a gustar a ciertos críticos almibarados, sucios de espíritu. (...) Este es un libro que tiempo hacía no se presentaba en nuestro país» y Gabriela Mistral en carta a Gonzalo Rojas dijo: «Me ha tomado mucho, me ha removido y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito. (...) Lo que sé, a veces, es recibir el relámpago violento de la creación efectiva, de lo genuino, y eso lo he experimentado con su precioso libro».
Pasaron 16 años antes de que publicara su segundo libro, Contra la muerte, en 1964. Rojas expresaría: «Mientras mi primer libro había tenido un grado de audiencia dispar, pero intensa, el segundo tuvo una acogida mayor. Sin presumir, puedo decir que situó mi nombre en América Latina».
En 1977 apareció Oscuro en Venezuela, libro que le dio gran difusión en el continente. Carlos Fuentes diría, al recibir el Premio Rómulo Gallegos de ese año, "Gonzalo Rojas forma parte de "el gran arco lírico" junto a Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, José Gorostiza, César Vallejo, José Lezama Lima y Octavio Paz."
A partir de entonces publicará periódicamente poemarios y antologías, en total más de 50 libros. Su poesía, inicialmente catalogada de expresionista por algunos, recoge, según él mismo ha manifestado, influencias del surrealismo (aunque él no se consideraba surrealista), de los poetas clásicos greco-latinos y de los poetas místicos españoles.
Considerado uno de los más grandes poetas iberoamericanos del siglo XX, fue distinguido con importantes galardones y a lo largo de su vida recibió más de veinte Doctorados Honoris Causa de universidades latinoamericanas, europeas y norteamericanas. Entre los galardones más destacados que le fueran conferidos se encuentra la primera versión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1992), cuyo jurado estaba compuesto por Octavio Paz, Álvaro Mutis, José Hierro y Fernando Lázaro Carreter. Ese mismo año recibe el Premio Nacional de Literatura de Chile, en 1997 le conceden el Premio José Hernández, la más alta distinción literaria de Argentina, en 1998, en México, el Premio Octavio Paz de poesía y ensayo y en 2003 se anuncia en Madrid que le ha sido otorgado el Premio Miguel de Cervantes de literatura, máximo reconocimiento de la lengua española.
Su poesía está traducida a varios idiomas: alemán, chino, francés, griego, inglés, italiano, japonés, portugués, rumano, ruso, sueco, polaco, turco, árabe e hindi.
Algunos de sus libros han sido ilustrados por pintores como Roberto Matta, Carlos Pedraza, Guillermo Núñez, Víctor Ramírez, Julio Escámez, entre otros.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Gonzalo Rojas:
¿A QUÉ MENTIRNOS?
Vivimos, gran Quevedo, vivimos tiempo que ni se detiene, ni
tropieza, ni vuelve.
¿A qué mentirnos con la llama del perfume, con la noche moderna
de los cinematógrafos, antesalas terrestres del sepulcro?
Pongamos desde hoy el instrumento en nuestras manos.
Abramos con paciencia nuestro nido para que nadie nos arroje por lástima al reposo.
Cavemos cada tarde el agujero después de haber ganado nuestro pan.
Que en esa tierra hay hueco para todos: los pobres y los ricos.
Porque en la tierra hay un regalo para todos:
los débiles, los fuertes, las madres, las rameras.
Caen de bruces. Caen de cabeza o sentados.
Por donde más les pesa su persona, todos caen y caen.
Aunque el cajón sea lustroso o de cristal. Aunque las tablas
sin cepillar parezcan una cáscara rota con la semilla reventada.
Todos caen y caen, y van perdiendo el bulto en su caída,
¡hasta que son la tierra milenaria y primorosa!
A VECES PIENSO QUIÉN
A veces pienso quién estará viviendo ronco mi juventud
con sus mismas espinas, liviano y vagabundo,
nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un cobre,
remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las sienes
y el olor de la hermosa todavía en el tacto.
Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje,
qué sopa devorar, cuál será su secreto
para tener veinte años y cortar en sus llamas las páginas violentas.
Porque el endemoniado repetirá también el mismo error
y de él aprenderá, si se cumple en su mano la escritura.
ACORDE CLÁSICO
Nace de nadie el ritmo, lo echan desnudo y llorando
como el mar, lo mecen las estrellas, se adelgaza
para pasar por el latido precioso
de la sangre, fluye, fulgura
en el mármol de las muchachas, sube
en la majestad de los templos, arde en el número
aciago de las agujas, dice noviembre
detrás de las cortinas, parpadea
en esta página.
AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
AQUÍ CAE MI PUEBLO
Aquí cae mi pueblo. A esta olla podrida de la fosa
común. Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.
Aquí es carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo,
que tenían cien hijos, y que nunca abortaban como las meretrices
de los salones refinados en que se compra la belleza.
Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían
toos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos.
Mi madre duerme aquí, besada por mi padre.
Aquí duerme el origen de nuestra dignidad:
lo real, lo concreto, la libertad y la justicia.
CARBÓN
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
-Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.
CÍTARA MÍA
Cítara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos.
Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas,
para que el mismo Dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Toda ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
CUERDAS INMÓVILES
En primer lugar no pongan flores encima, pongan aire,
aire fresco, a ver si esa transparencia ayuda al ocioso
que ya no duerme ahí y sin embargo duerme
vestido con ese traje que en 3 meses más será pura desnudez,
puro caballo sin hueso corriendo en ninguna dirección,
y además no lloren, ¿qué sacan con llorar?,
con ser ¿qué sacan?, el resurrecto es otra cosa
y ahí va remando despacito.
DESOCUPADO LECTOR
A Julio Fermoso
Cumplo con informar a usted que últimamente todo es herida: la muchacha
es herida, el olor
a su hermosura es herida, las grandes aves negras, la inmediatez
de lo real y lo irreal tramados en el fulgor de un mismo espejo
gemidor es herida, el siete, el tres, todo, cualquiera de estos
números de la danza es
herida, la barca
del encantamiento con Maimónides al timón es herida, aquel
diciembre 20 que me cortaron de mi madre es herida, el sol
es herida, Nuestro Señor
sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible por el cauterio del psicoanálisis es herida, el
Quijote
a secas es herida, el ventarrón
abierto del Golfo contra la roca alta es
herida, serpiente
horadante del Principio, mar
y más mar de un lado a otro, Kierkegaard y
más Kierkegaard, taladro
y por añadidura herida; la
preñez en cuanto preñez en la preciosidad de su copa es
herida, el ocio
del viejo río intacto donde duermen inmóviles los mismos peces
velocísimos es
herida, la Poesía
grabada a fuego en los microsurcos de mi cerebro de niño
es herida, el hueco
de 1.67 justo en metros de rey es herida, el éxtasis
de estar aquí hablando solo en lo bellísimo de este pensamiento de
nieve es
herida, la evaporación
de la fecha de mármol con el padre adentro
bajo los claveles es
herida, el carrusel
pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
máscaras
que vi en Pekín colgando en la vieja calle de Cha Ta-lá
cuya identidad comercial de 2.500 años de droga y ataúdes rientes
no se discute, es
herida; la cama en fin
que allí compré, con dos espejos para navegar, es herida,
..............................................................................la
perversión
de la palabra nadie que sopla desde las galaxias es herida, el Mundo
antes y después de los Urales es
herida, la hilera
de líneas sin ocurrencia de esta visión
sin resurrección es herida. Cumplo
entonces con informar a usted que últimamente todo es herida.
EL ALUMBRADO
Acostumbra el hombre hablar con su cuerpo, ojear
su ojo, orejear diamantino
su oreja, naricear
cartílago adentro el plazo de su
aire, y así ojeando orejeando la
no persona que anda en el crecimiento
de sus días últimos, acostumbra
callar.
A la cerrazón sigue el diálogo con las abejas
para espantar la vejez; las convoca,
las inventa si no están, les dice palabras que no figuran,
las desafía a ser ocio;
ocio para ser, insiste convincente. Las otras
lo miran.
Después viene el párrafo de irear el sepulcro y
recurre a la experiencia limítrofe del cajón. Se mete en el cajón,
cierra bien la tapa de vidrio.
Sueña que tiene 23 y va entrando en la rueda de las encarnaciones.
¿Por qué 23? La aguja de imantar no dice el número.
Sueña que es cuarzo, de un lila casi transparente.
Lo cierto es que llueve. Pensamiento o
liturgia, lo cierto es que llueve. Gaviotas
milenarias de agua amniótica
es lo que llueve. Sale entonces la oreja
de adentro de su oreja, la nariz
de su nariz, el ojo
de su ojo: sale el hombre de su hombre.
Se oye uno en él hablar.
EJERCICIO RESPIRATORIO
...............................,,..........Azar
con balbuceo son las líneas de Ilión
en las que está escrito el Mundo, con
balbuceo y tartamudeo y
asfixia, el oleaje
de las barcas exige ritmo, Homero
vio a Dios.
EL DINERO
Yo me refiero al río donde todos los ríos desembocan,
al gran río podrido,
donde vienen a dar nuestros pulmones que hemos criado para el aire,
al río coagulado que lleva en su corriente sanguínea los despojos
de nuestra libertad: todas las rosas
en sus alcantarillas comerciales,
las rosas del placer y de la dicha, las rosas de una noche
que se abrieron a todos los sentidos,
depositadas hoy en las aguas viscosas, donde las siete plagas
nos manchan y nos muelen, nos consumen, nos comen
con sus dientes inmundos bajo el beso y la risa del encanto.
El río entra en nosotros,
y nosotros entramos en el río.
Es una guerra a muerte, como la del microbio
que nos roba el color de nuestra sangre,
a cambio del sustento con que nos embrutece, y nos permite
unas horas de amor después de la fatiga del trabajo.
Cuando al amanecer saltamos al abismo
desde el confort caliente de nuestros blancos lechos,
y ponemos los pies sobre las cosas,
abrimos la ventana para mirar el cuerpo
de nuestra realidad, y antes que salga el sol
sale para nosotros la lividez del río,
el aliento malsano del río de la muerte
que nos cobra intereses por sellar nuestra noche.
Por las noches, las prostitutas lo enriquecen,
los criminales que entran a casa de sus víctimas
con la muerte en los ojos, los avaros que creen
aprovecharse de él, y son las pobres pústulas
de este infinito río reventado
como llaga monstruosa.
Todos los miserables contribuyen
al desarrollo, al crecimiento informe
de este charco sin término.
Los Bancos y los Templos abren sus grandes puertas
para que pase el río.
Todo se normaliza para que el río reine sobre vivos y muertos
y de todos los ojos que corren por las calles
sale el color maligno de su agua purulenta,
y de todas las bocas sale el olor del río.
Comemos, trabajamos por el honor del río
y el día que morimos, nuestra mísera sangre
es devorada por el río,
y nuestros duros huesos que parecían dignos de la tierra
también sirven al río
como otros tantos testimonios
de su poder, que pone blandas todas las cosas.
¿Cómo parar su cauce envenenado,
cómo cortar las grandes arterias de este río
para que se desangre de una vez, y eche abajo
las tiendas y los troncos
que vive construyendo sobre nuestra miseria?
Pero no lo gritemos. Que él sabe nuestra suerte,
él es la institución y la costumbre,
él vence los regímenes, demuele las ideas,
él mortifica al pobre, pero revienta al rico
cuando no se somete a lamer su gangrena,
él cobra y paga, sabe lo que quiere
porque es la encarnación de la muerte en la tierra.
EL FORNICIO
Te besaré en la punta de las pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tacara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis... ¿Qué más
te dijera por dentro?
¿griega,
mi egipcia, romana
por el mármol?
¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?
Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar las esferas
estallantes como Pitágoras,
te lamiera,
te olfateara como el león
a su leona,
para el sol,
fálicamente mía,
¡te amara!
ESCRITO CON L
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, corre, crece
tentacular, se arrastra, sube al vacío
del vacío, en nombre
del conocimiento, pulpo
de tinta, paraliza la figura del sol
que hay en nosotros, nos
viciosamente mata.
Mucha lectura entristece, mucha envilece
..........................................................apestamos
a viejos, los griegos
eran los jóvenes, somos nosotros los turbios
como si los papiros dijeran algo distinto al ángel del aire:
somos nosotros los soberbios, ellos eran inocentes,
nosotros los de el mosquerío, ellos era los sabios.
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, acaba
no tanto con la L de la famosa lucidez
sino con esa otra L
de la libertad,
de la locura
que ilumina lo hondo
de lo lúgubre,
....................lambda,
.................................loca,
...........................................luciérnaga
....................antes del fósforo, mucho antes
....................del latido
....................del Logos.
INSTANTÁNEA
El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que más amo es el zafiro de tus ojos;
pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilíneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpación, seda, olfato
o, más que olfato y seda, traslación
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entiéndase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,
así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre
piano de marfil en la película; ¿qué fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue
del vestido blanco?
Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna
de frenesí y
perdición, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;
entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino así más durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifanía de la inmediatez
ventilada por la lozanía, y soy tacto
de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si
veo simultáneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.
LA SALVACIÓN
Me enamoré de ti cuando llorabas
a tu novio, molido por la muerte,
y eras como la estrella del terror
que iluminaba al mundo.
Oh cuánto me arrepiento
de haber perdido aquella noche, bajo los árboles,
mientras sonaba el mar entre la niebla
y tú estabas eléctrica y llorosa
bajo la tempestad, oh cuánto me arrepiento
de haberme conformado con tu rostro,
con tu voz y tus dedos,
de no haberte excitado, de no haberte
tomado y poseído,
oh cuánto me arrepiento de no haberte
besado.
Algo más que tus ojos azules, algo más
que tu piel de canela,
algo más que tu voz enriquecida
de llamar a los muertos, algo más que el fulgor
fatídico de tu alma,
se ha encarnado en mi ser, como animal
que roe mis espaldas con sus dientes.
Fácil me hubiera sido morderte entre las flores
como a las campesinas,
darte un beso en la nuca, en las orejas,
y ponerte mi mancha en lo más hondo
de tu herida.
Pero fui delicado,
y lo que vino a ser una obsesión
habría sido apenas un vestido rasgado,
unas piernas cansadas de correr y correr
detrás del instantáneo frenesí, y el sudor
de una joven y un joven, libres ya de la muerte.
Oh agujero sin fin, por donde sale y entra
el mar interminable
oh deseo terrible que me hace oler tu olor
a muchacha lasciva y enlutada
detrás de los vestidos de todas las mujeres.
¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé
de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?
¿Por qué no te preñé como varón
aquella oscura noche de tormenta?
LA RENIÑEZ
Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo? ¿De la era de qué?
....A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.
LA RISA
Tomad vuestro teléfono
y preguntad por ella cuando estéis desolados,
cuando estéis totalmente perdidos en la calle
con vuestras venas reventadas, sed sinceros,
decidle la verdad muy al oído.
Llamadla al primer número que miréis en el aire
escrito por la mano del sol que os transfigura,
porque ese sol es ella,
ese sol que no habla,
ese sol que os escucha
a lo largo de un hiilo que va de estrella a estrella
descifrando la suerte de la razón, llamadla
hasta que oigáis su risa
que os helará la punta
del ánimo, lo mismo que la primera nieve
que hace temblar de gozo la nariz del suicida.
Esa risa lo es todo:
la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra,
los pezones encima del volcán que os abrasa,
las rodillas que guardan el blanco monumento,
los pelos que amenazan invadir esas cumbres,
su boca deseada, sus orejas
de cítara, sus manos,
el calor de sus ojos, lo perverso
de esta visión palpable del lujo y la miseria:
esa risa lo es todo.
LAS SÍLABAS
Y cuando escribas no mires lo que escribas, piensa en el sol
que arde y no ve y lame el Mundo con un agua
de zafiro para que el ser
sea y durmamos en el asombro
sin el cual no hay tabla donde fluir, no hay pensamiento
ni encantamiento de muchachas
frescas desde la antigüedad de las orquídeas de donde
vinieron las sílabas que saben más que la música, más, mucho
más que el parto.
LOS DÍAS VAN TAN RÁPIDOS
Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.
Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumple en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.
Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo allá en el fondo.
Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.
Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora.
LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE
Sobre un acorde de Chihuahua:
Los niños en el río
miden el fondo
de la transparencia.
Los verdaderos poetas son de repente:
nacen y desnacen, dicen
misterio y son misterio, son niños
en crecimiento tenaz, entran
y salen intactos del abismo, ríen
con el descaro de los 15, saltan
desde el tablón del aire al roquerío
aciago del océano sin
miedo al miedo, los hechiza
el peligro.
Aman y fosforecen, apuestan
a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos
y otras mil orejas, pero
las guardan en el cráneo musical, olfatean
lo invisible más allá del número, el
vaticinio va con ellos, son
lozanía y arden lozanía.
Al éxtasis
prefieren el sacrificio, dan sus vidas
por otras vidas, van al frente
cantando, a cada uno
de los frentes, al abismo
por ejemplo, al de la intemperie anarca,
al martirio incluso, a las tormentas
del amor, Rimbaud
los enciende:
"Elle este retrouvée
Quoi? L'Eternité".
Pero la Eternidad es esto mismo.
OH PUREZA PUREZA
Abro mis labios, deposito en la atmósfera un torrente de sol
como un suicida que pone su semilla en el aire
cuando hace estallar sus sesos en el resplandor del laberinto.
Ya sé que el sol de la muerte me está haciendo girar en un eterno proceso
de rotación y traslación llamado falsamente Poesía.
A veces, como hoy, esta aparente confusión me hace reír, me hace reír.
Este torbellino de palabras volcánicas como una erupción,
que son una amenaza para los sacerdotes del soneto y el número.
Pero es un sol innumerable lo que me sale por la boca,
como un vómito de encendido carbón que me abrasara las ideas y las vísceras.
MATERIA DE TESTAMENTO
A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercer día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l'amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro NUremberg,
a los desparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez,
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wal Street un dolar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el silabario de Heráclito, el encatamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.
OLFATO
Hombre es baile, mujer
es igualmente baile, duran
60, tiran
diez mil
...........noches, echan
10 hijos y en cuanto
al semen ella
se lava el corazón
con semen, huele a los hijos,
a su hombre remoto lo
huele con nariz caliente, ya difunto.
Con nariz de loca lo huele.
ORQUÍDEA EN EL GENTÍO
Bonito el color del pelo de esta señorita, bonito el olor
a abeja de su zumbido, bonita la calle,
bonitos los pies de lujo bajo los dos
zapatos áureos, bonito el maquillaje
de las pestañas a las uñas, lo fluvial
de sus arterias espléndidas, bonita la physis
y la metaphysis de la ondulación, bonito el metro
setenta de la armazón, bonito el pacto
entre hueso y piel, bonito el volumen
de la madre que la urdió flexible y la
durmió esos nueve meses, bonito el ocio
animal que anda en ella.
PAREJA HUMANA
Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español de un mismo lirio tronchado
cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan
en su blancura última, dos pétalos de nieve
y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos
y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos
en la luz sanguinaria de los desnudos:
...................................................un volcán
que empieza lentamente a hundirse.
Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas
encendidas por el hambre de no morir, así la muerte:
la eternidad así del beso, el instante
concupiscente, la puerta de los locos,
así el así de todo después del paraíso:
....................................................-Dios,
ábrenos de una vez.
PERDÍ MI JUVENTUD
Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.
Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.
Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.
No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.
¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?
¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repetido en estrella de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
SERMÓN DEL ESTALLIDO
A lo que fue a parar la belleza madre que nos parió, ¿y la novela?
Aparentemente los personajes
han llorado, se han ido, no quieren más.
Nadie quiere más, nadie,
después del estallido.
Todo tan teatral, el funeral
del origen con pecado
y todo, la polvareda
de las estrellas, el lujo, el soplo
sobre las aguas.
Gloria a Quién ahora, ¿al Padre
que no es, al Hijo
que no vino, al Espíritu
Santo que no habló,
al ruido?
Todo tan teatral, del átomo
al universo humeante. ¿Y el Logos?
Callemos,
reptemos otra vez, comamos
ruinas en el Hoyo.
Lo ser es lo sido.
SEBASTIÁN ACEVEDO
Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo
de su carne y ardió por Chile entero en las gradas
de la catedral frente a la tropa sin
pestañear, sin llorar, encendido y
estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo
veo al inmolado.
Sólo veo ahí llamear a Acevedo
por nosotros con decisión de varón, estricto
y justiciero, pino y
adobe, alumbrando el vuelo
de los desaparecidos a todo lo
aullante de la costa: sólo veo al inmolado.
Sólo veo la bandera alba de su camisa
arder hasta enrojecer las cuatro puntas
de la plaza, sólo a los tilos por
su ánima veo llorar un
nitrógeno áspero pidiendo a gritos al
cielo el rehallazgo de un toqui
que nos saque de esto: sólo veo al inmolado.
Sólo al Bío-Bío hondo, padre de las aguas, veo velar
al muerto: curandero
de nuestras heridas desde Arauco
a hoy, casi inmóvil en
su letargo ronco y
sagrado como el rehue, acarrear
las mutaciones del remolino
de arena y sangre con cadáveres al
fondo, vaticinar
la resurrección: sólo veo al inmolado.
Sólo la mancha veo del amor que
nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o
no con aguarrás o soda
cáustica, escobíllenla
con puntas de acero, líjenla
con uñas y balas, despíntenla, desmiéntanla
por todas las pantallas de
la mentira de norte a sur: sólo veo al inmolado.
SIEMPRE EL ADIÓS
Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.
UNO ESCRIBE EN EL VIENTO
Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,
que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.
Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga
ni volumen de nada.
Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro
para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo
será que me encuadernen el animal. Poeta
de un tiro: guerrillero.
Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos
de la galaxia ciega desde donde vinimos
con esta luz tan pobre a ver el mundo.
Vinimos, y eso es todo.
Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,
pero entramos llorando al laberinto
como si nos cortaran el origen. Después
el carácter, la guerra.
El ojo no podría ver el sol
si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen
si es verdad esa estrella, o es también escritura
de la farsa.
Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?
Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos
a los pescados muertos. Que lean a los otros.
A mí con mis raíces.
Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre
colgado de mis pies y a mi abuelo colgado
de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,
y además venceremos.
Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos
con las tablas al hombro. Y el fusil. Una casa
para América hermosa. Una casa, una casa.
Todos somos obreros.
América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.
Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.
O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.
VOCALES PARA HILDA
La que duerme ahí, la sagrada,
la que me besa y me adivina,
la translúcida, la vibrante,
la loca
de amor, la cítara
alta:
tú,
nadie
sino flexiblemente
tú,
la alta,
en el aire alto
del aceite
original
de la Especie:
tú,
la que hila
en la velocidad
ciega
del sol:
tú,
la elegancia
de tu presencia
natural
tan próxima
mi vertiente
de diamante, mi
arpa,
tan portentosamente mía:
tú,
paraíso
o
nadie
cuerda
para oír
el viento
sobre el abismo
sideral:
tú,
página
de piel más allá
del aire:
tú,
manos
que amé,
pies
desnudos
del ritmo
de marfil
donde puse
mis besos:
tú,
volcán
y pétalos,
llama;
lengua
de amor
viva:
tú,
figura
espléndida, orquídea
cuyo carácter aéreo
me permite
volar:
tú,
muchacha
mortal, fragancia
de otra música
de nieve
sigilosamente
andina:
tú,
hija del mar
abierto,
áureo,
tú que danzas
inmóvil
parada
ahí
en
la transparencia
desde
lo hondo
del principio:
tú
cordillera, tú,
crisálida
sonámbula
en el fulgor
impalpable
de tu corola:
tú,
nadie: tú:
Tú,
Poesía,
tú,
Espíritu,
nadie:
tú,
que soplas
al viento
estas vocales
oscuras,
estos
acordes
pausados
en el enigma
de lo terrestre:
tú:
Gonzalo Rojas (Lebu, 20 de diciembre de 1916-Santiago, 25 de abril de 2011)4 fue un escritor, poeta y profesor chileno perteneciente a la llamada generación del 38. Uno de los exponentes más destacados de la poesía hispanoamericana del siglo XX, su obra se enmarca en la tradición continuadora de las vanguardias literarias latinoamericanas. Fue galardonado, entre otros, con los premios Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, Nacional de Literatura de Chile 1992 y Cervantes 2003. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, tales como el inglés, el alemán, el chino y el árabe.
Biografía
Infancia y estudios
Hijo del ingeniero de minas Juan Antonio Rojas y de Celia Pizarro, queda huérfano de padre a los cuatro años de edad. En 1926 la madre se muda de Lebu con sus seis hijos a Concepción, donde, gracias a una beca, el futuro poeta estudia en el Seminario Conciliar.
En 1934 abandona el Seminario y viaja a Iquique, donde retoma sus estudios de secundaria en el liceo de la ciudad; colabora en el periódico El Tarapacá. Allí obtiene su primer galardón literario, al recibir un poema suyo el primer premio en Los juegos Florales. Dos años más tarde regresa a Concepción, donde completa el último curso de Humanidades en el Liceo de Hombres. Funda la revista Letras, en cuyas páginas publica el ensayo «Los treinta años de Pablo Neruda».
Ingresa a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, en Santiago, en 1937, pero al año siguiente se traslada al Instituto Pedagógico donde inicia sus estudios de literatura. En 1938 se convierte en miembro del grupo surrealista La Mandrágora, del que se alejaría en 1942. Para financiar sus estudios, trabaja algunos años como inspector en el Internado Nacional Barros Arana (1938-1941).
En 1940, el mismo año que muere su madre, conoce a María Mackenzie, una joven de ascendencia escocesa con quien en 1942 decide dejar la capital para ir a vivir a Atacama y con quien contrae matrimonio en 1946. Su primer hijo, Rodrigo Tomás Rojas Mackenzie, nace en Vallenar en 1943. En Atacama trabaja primero como maestro, dedicándose más tarde a la alfabetización de los trabajadores. A continuación vive con su familia un breve plazo en Calbuco, en el sur de Chile.
Regresa a Santiago de Chile en 1944.
Docencia
Es jefe de redacción en la revista Antártica de Santiago (1944) y profesor de castellano y filosofía en el Colegio Alemán y en el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso entre 1946 y 1952, donde participa en la fundación del Instituto Pedagógico. Luego, entre 1952 y 1973, se desempeña como profesor titular en la Universidad de Concepción de las cátedras de Literatura Chilena y Teoría Literaria del Departamento de Español, lo cual, bajo el alero de dicha casa de estudios, le permite crear diversas actividades como las Escuelas de Temporada, creadas en 1953 y los Encuentros de Escritores de Chile y de América, los años 1958 y 1962, además de las Escuelas Internacionales de Verano. Después del triunfo de la Reforma Universitaria, en 1968, es elegido para el cargo de vicerrector de Extensión y Comunicaciones.
En 1958 reúne por primera vez en Chile a los escritores del país para dialogar acerca de la situación de la literatura nacional a veinte años de la Generación del 38. El Primer Encuentro de escritores de Chile tiene lugar en el Salón de Honor de la Universidad de Concepción en enero, y el segundo, en junio del mismo año, en la ciudad de Chillán.
En 1960, con el auspicio de la Universidad de Concepción organiza el “Primer Encuentro de Escritores Americanos”, al cual asisten, entre otros, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Ernesto Sabato, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Zalamea, Enrique Anderson Imbert, Margarita Aguirre, Nicanor Parra, Luis Oyarzún, Jaime García Terrés, Joaquín Gutiérrez, Carlos Martínez Moreno, Guillermo Sánchez, Fernando Alegría, José Antonio Portuondo, Hugo Lindo, Volodia Teitelboim, Alberto Wagner de Reyna, Ismael Viñas, Jesús Lara, entre otros.
Luego, en 1962, convoca a escritores, científicos, filósofos, juristas, artistas plásticos, tales como Linus Pauling, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Osvaldo Guayasamín, Oscar Niemeyer, John D. Bernal, Mario Benedetti, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, José Miguel Arguedas, Héctor Agosti, Giannpietro Puppi, Thiago de Melo, Benjamín Carrión, Mariano Picón Salas, José Miguel Oviedo, Francesco Flora, Frank Tannenbaum, Jorge Millas, Claribel Alegría, José Bianco, Robert Merton, Miguel Serrano, Anatoli Svorykin, Nobushige Ukai, Robert Ulich, Roberto Torreti, José Ricardo Morales, entre otros. Los debates se centran en los dos temas propuestos por Rojas: “Imagen de América Latina” e “Imagen del hombre actual”. Con posterioridad, algunos escritores de América latina como Carlos Fuentes y José Donoso aventuraron la tesis de que el nacimiento del llamado Boom literario de Latinoamérica hubiera tenido allí su punto de partida.
Vida en el extranjero
En 1959, reside unos meses en Europa (París, Londres, Roma y Madrid); becado por la Unesco, en París se reencuentra con Hilda May, una joven que había sido su alumna en la Universidad de Concepción que luego llegará a ser su segunda esposa. De este matrimonio nace en 1964 su segundo hijo, Gonzalo Rojas-May Ortiz. Más adelante Hilda May estará a cargo de la selección de las poesías de algunas antologías de Rojas y en 1990 escribe su estudio sobre la obra de Rojas (La poesía de Gonzalo Rojas, Hiperión, Madrid, 1991).
El presidente Salvador Allende lo nombra consejero cultural en China (1970-1972) y encargado de negocios en Cuba (1972-1973). Tras el golpe de 1973 se le anulan sus documentos de identidad y se le prohíbe regresar al país, donde es exonerado como profesor de todas las universidades chilenas. El exilio lo lleva primero a la República Democrática Alemana (1974-1975), donde asume una cátedra en la Universidad de Rostock y luego a Venezuela (1975-1980), donde primero trabaja en el Centro Rómulo Gallegos y más tarde ejerce la docencia en la Universidad Simón Bolívar.
Proscrito en Chile de todas las universidades por la dictadura cívico-militar, asume tareas académicas en Estados Unidos entre 1980 y 1994, donde se desempeña como profesor visitante en las universidades Columbia, Pittsburgh, Austin, y en la de Chicago (1980-1985), y titular en la Brigham Young University de Provo, Utah. (1985-1994).
Regresa a Chile en 1994, radicándose en la ciudad de Chillán en la casa de su esposa. En 1995 muere allí su segunda esposa, Hilda May, tras una larga enfermedad.
En 2002 es nombrado miembro de honor de la Academia Chilena de la Lengua.
Fallecimiento
En septiembre de 2010 contrae una neumonía que compromete su estado general. El 22 de febrero de 2011 Rojas sufre un accidente cerebrovascular, que lo mantiene en estado crítico y con soporte médico las 24 horas del día en su casa de Chillán. El 12 de marzo es trasladado a un centro asistencial de Santiago, donde permanece hasta su fallecimiento, a la edad de 94 años, la madrugada del 25 de abril.
A su muerte, el gobierno chileno decretó dos días de duelo oficial.
Sus restos son velados en el Museo de Bellas Artes, donde recibe el masivo homenaje del pueblo de Chile en presencia del presidente de Chile, Sebastián Piñera, miembros de su gabinete y parlamentarios. Sus restos son despedidos por el presidente Piñera, por el exjefe de Estado Ricardo Lagos, por el poeta colombiano José Manuel Roca en representación de los escritores iberoamericanos, por el poeta Oscar Hahn y por su hijo Rodrigo Tomás.
El 27 de abril su cuerpo es trasladado a la catedral de Chillán. Su entierro tiene lugar al día siguiente en el Patio de Artistas del Cementerio Municipal de esa ciudad junto a otros reconocidas personalidades nacionales y locales como Claudio Arrau, Ramón Vinay, Marta Colvin y Lalo Parra.
Trayectoria literaria
Autor fragmentario, su primer libro, La miseria del hombre (con ilustraciones de Carlos Pedraza), fue publicado en 1948 y dio origen a encontradas opiniones por parte de los críticos; Alone llegó a decir: «Al paso que llevan, las letras nacionales no prometen nada bueno». En cambio, los poetas lo recibieron muy bien; así, Miguel Arteche expresó: «Seguramente no va a gustar a ciertos críticos almibarados, sucios de espíritu. (...) Este es un libro que tiempo hacía no se presentaba en nuestro país» y Gabriela Mistral en carta a Gonzalo Rojas dijo: «Me ha tomado mucho, me ha removido y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito. (...) Lo que sé, a veces, es recibir el relámpago violento de la creación efectiva, de lo genuino, y eso lo he experimentado con su precioso libro».
Pasaron 16 años antes de que publicara su segundo libro, Contra la muerte, en 1964. Rojas expresaría: «Mientras mi primer libro había tenido un grado de audiencia dispar, pero intensa, el segundo tuvo una acogida mayor. Sin presumir, puedo decir que situó mi nombre en América Latina».
En 1977 apareció Oscuro en Venezuela, libro que le dio gran difusión en el continente. Carlos Fuentes diría, al recibir el Premio Rómulo Gallegos de ese año, "Gonzalo Rojas forma parte de "el gran arco lírico" junto a Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, José Gorostiza, César Vallejo, José Lezama Lima y Octavio Paz."
A partir de entonces publicará periódicamente poemarios y antologías, en total más de 50 libros. Su poesía, inicialmente catalogada de expresionista por algunos, recoge, según él mismo ha manifestado, influencias del surrealismo (aunque él no se consideraba surrealista), de los poetas clásicos greco-latinos y de los poetas místicos españoles.
Considerado uno de los más grandes poetas iberoamericanos del siglo XX, fue distinguido con importantes galardones y a lo largo de su vida recibió más de veinte Doctorados Honoris Causa de universidades latinoamericanas, europeas y norteamericanas. Entre los galardones más destacados que le fueran conferidos se encuentra la primera versión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1992), cuyo jurado estaba compuesto por Octavio Paz, Álvaro Mutis, José Hierro y Fernando Lázaro Carreter. Ese mismo año recibe el Premio Nacional de Literatura de Chile, en 1997 le conceden el Premio José Hernández, la más alta distinción literaria de Argentina, en 1998, en México, el Premio Octavio Paz de poesía y ensayo y en 2003 se anuncia en Madrid que le ha sido otorgado el Premio Miguel de Cervantes de literatura, máximo reconocimiento de la lengua española.
Su poesía está traducida a varios idiomas: alemán, chino, francés, griego, inglés, italiano, japonés, portugués, rumano, ruso, sueco, polaco, turco, árabe e hindi.
Algunos de sus libros han sido ilustrados por pintores como Roberto Matta, Carlos Pedraza, Guillermo Núñez, Víctor Ramírez, Julio Escámez, entre otros.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Gonzalo Rojas:
¿A QUÉ MENTIRNOS?
Vivimos, gran Quevedo, vivimos tiempo que ni se detiene, ni
tropieza, ni vuelve.
¿A qué mentirnos con la llama del perfume, con la noche moderna
de los cinematógrafos, antesalas terrestres del sepulcro?
Pongamos desde hoy el instrumento en nuestras manos.
Abramos con paciencia nuestro nido para que nadie nos arroje por lástima al reposo.
Cavemos cada tarde el agujero después de haber ganado nuestro pan.
Que en esa tierra hay hueco para todos: los pobres y los ricos.
Porque en la tierra hay un regalo para todos:
los débiles, los fuertes, las madres, las rameras.
Caen de bruces. Caen de cabeza o sentados.
Por donde más les pesa su persona, todos caen y caen.
Aunque el cajón sea lustroso o de cristal. Aunque las tablas
sin cepillar parezcan una cáscara rota con la semilla reventada.
Todos caen y caen, y van perdiendo el bulto en su caída,
¡hasta que son la tierra milenaria y primorosa!
A VECES PIENSO QUIÉN
A veces pienso quién estará viviendo ronco mi juventud
con sus mismas espinas, liviano y vagabundo,
nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un cobre,
remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las sienes
y el olor de la hermosa todavía en el tacto.
Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje,
qué sopa devorar, cuál será su secreto
para tener veinte años y cortar en sus llamas las páginas violentas.
Porque el endemoniado repetirá también el mismo error
y de él aprenderá, si se cumple en su mano la escritura.
ACORDE CLÁSICO
Nace de nadie el ritmo, lo echan desnudo y llorando
como el mar, lo mecen las estrellas, se adelgaza
para pasar por el latido precioso
de la sangre, fluye, fulgura
en el mármol de las muchachas, sube
en la majestad de los templos, arde en el número
aciago de las agujas, dice noviembre
detrás de las cortinas, parpadea
en esta página.
AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
AQUÍ CAE MI PUEBLO
Aquí cae mi pueblo. A esta olla podrida de la fosa
común. Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.
Aquí es carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo,
que tenían cien hijos, y que nunca abortaban como las meretrices
de los salones refinados en que se compra la belleza.
Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían
toos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos.
Mi madre duerme aquí, besada por mi padre.
Aquí duerme el origen de nuestra dignidad:
lo real, lo concreto, la libertad y la justicia.
CARBÓN
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
-Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.
CÍTARA MÍA
Cítara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos.
Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas,
para que el mismo Dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Toda ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
CUERDAS INMÓVILES
En primer lugar no pongan flores encima, pongan aire,
aire fresco, a ver si esa transparencia ayuda al ocioso
que ya no duerme ahí y sin embargo duerme
vestido con ese traje que en 3 meses más será pura desnudez,
puro caballo sin hueso corriendo en ninguna dirección,
y además no lloren, ¿qué sacan con llorar?,
con ser ¿qué sacan?, el resurrecto es otra cosa
y ahí va remando despacito.
DESOCUPADO LECTOR
A Julio Fermoso
Cumplo con informar a usted que últimamente todo es herida: la muchacha
es herida, el olor
a su hermosura es herida, las grandes aves negras, la inmediatez
de lo real y lo irreal tramados en el fulgor de un mismo espejo
gemidor es herida, el siete, el tres, todo, cualquiera de estos
números de la danza es
herida, la barca
del encantamiento con Maimónides al timón es herida, aquel
diciembre 20 que me cortaron de mi madre es herida, el sol
es herida, Nuestro Señor
sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible por el cauterio del psicoanálisis es herida, el
Quijote
a secas es herida, el ventarrón
abierto del Golfo contra la roca alta es
herida, serpiente
horadante del Principio, mar
y más mar de un lado a otro, Kierkegaard y
más Kierkegaard, taladro
y por añadidura herida; la
preñez en cuanto preñez en la preciosidad de su copa es
herida, el ocio
del viejo río intacto donde duermen inmóviles los mismos peces
velocísimos es
herida, la Poesía
grabada a fuego en los microsurcos de mi cerebro de niño
es herida, el hueco
de 1.67 justo en metros de rey es herida, el éxtasis
de estar aquí hablando solo en lo bellísimo de este pensamiento de
nieve es
herida, la evaporación
de la fecha de mármol con el padre adentro
bajo los claveles es
herida, el carrusel
pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
máscaras
que vi en Pekín colgando en la vieja calle de Cha Ta-lá
cuya identidad comercial de 2.500 años de droga y ataúdes rientes
no se discute, es
herida; la cama en fin
que allí compré, con dos espejos para navegar, es herida,
..............................................................................la
perversión
de la palabra nadie que sopla desde las galaxias es herida, el Mundo
antes y después de los Urales es
herida, la hilera
de líneas sin ocurrencia de esta visión
sin resurrección es herida. Cumplo
entonces con informar a usted que últimamente todo es herida.
EL ALUMBRADO
Acostumbra el hombre hablar con su cuerpo, ojear
su ojo, orejear diamantino
su oreja, naricear
cartílago adentro el plazo de su
aire, y así ojeando orejeando la
no persona que anda en el crecimiento
de sus días últimos, acostumbra
callar.
A la cerrazón sigue el diálogo con las abejas
para espantar la vejez; las convoca,
las inventa si no están, les dice palabras que no figuran,
las desafía a ser ocio;
ocio para ser, insiste convincente. Las otras
lo miran.
Después viene el párrafo de irear el sepulcro y
recurre a la experiencia limítrofe del cajón. Se mete en el cajón,
cierra bien la tapa de vidrio.
Sueña que tiene 23 y va entrando en la rueda de las encarnaciones.
¿Por qué 23? La aguja de imantar no dice el número.
Sueña que es cuarzo, de un lila casi transparente.
Lo cierto es que llueve. Pensamiento o
liturgia, lo cierto es que llueve. Gaviotas
milenarias de agua amniótica
es lo que llueve. Sale entonces la oreja
de adentro de su oreja, la nariz
de su nariz, el ojo
de su ojo: sale el hombre de su hombre.
Se oye uno en él hablar.
EJERCICIO RESPIRATORIO
...............................,,..........Azar
con balbuceo son las líneas de Ilión
en las que está escrito el Mundo, con
balbuceo y tartamudeo y
asfixia, el oleaje
de las barcas exige ritmo, Homero
vio a Dios.
EL DINERO
Yo me refiero al río donde todos los ríos desembocan,
al gran río podrido,
donde vienen a dar nuestros pulmones que hemos criado para el aire,
al río coagulado que lleva en su corriente sanguínea los despojos
de nuestra libertad: todas las rosas
en sus alcantarillas comerciales,
las rosas del placer y de la dicha, las rosas de una noche
que se abrieron a todos los sentidos,
depositadas hoy en las aguas viscosas, donde las siete plagas
nos manchan y nos muelen, nos consumen, nos comen
con sus dientes inmundos bajo el beso y la risa del encanto.
El río entra en nosotros,
y nosotros entramos en el río.
Es una guerra a muerte, como la del microbio
que nos roba el color de nuestra sangre,
a cambio del sustento con que nos embrutece, y nos permite
unas horas de amor después de la fatiga del trabajo.
Cuando al amanecer saltamos al abismo
desde el confort caliente de nuestros blancos lechos,
y ponemos los pies sobre las cosas,
abrimos la ventana para mirar el cuerpo
de nuestra realidad, y antes que salga el sol
sale para nosotros la lividez del río,
el aliento malsano del río de la muerte
que nos cobra intereses por sellar nuestra noche.
Por las noches, las prostitutas lo enriquecen,
los criminales que entran a casa de sus víctimas
con la muerte en los ojos, los avaros que creen
aprovecharse de él, y son las pobres pústulas
de este infinito río reventado
como llaga monstruosa.
Todos los miserables contribuyen
al desarrollo, al crecimiento informe
de este charco sin término.
Los Bancos y los Templos abren sus grandes puertas
para que pase el río.
Todo se normaliza para que el río reine sobre vivos y muertos
y de todos los ojos que corren por las calles
sale el color maligno de su agua purulenta,
y de todas las bocas sale el olor del río.
Comemos, trabajamos por el honor del río
y el día que morimos, nuestra mísera sangre
es devorada por el río,
y nuestros duros huesos que parecían dignos de la tierra
también sirven al río
como otros tantos testimonios
de su poder, que pone blandas todas las cosas.
¿Cómo parar su cauce envenenado,
cómo cortar las grandes arterias de este río
para que se desangre de una vez, y eche abajo
las tiendas y los troncos
que vive construyendo sobre nuestra miseria?
Pero no lo gritemos. Que él sabe nuestra suerte,
él es la institución y la costumbre,
él vence los regímenes, demuele las ideas,
él mortifica al pobre, pero revienta al rico
cuando no se somete a lamer su gangrena,
él cobra y paga, sabe lo que quiere
porque es la encarnación de la muerte en la tierra.
EL FORNICIO
Te besaré en la punta de las pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tacara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis... ¿Qué más
te dijera por dentro?
¿griega,
mi egipcia, romana
por el mármol?
¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?
Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar las esferas
estallantes como Pitágoras,
te lamiera,
te olfateara como el león
a su leona,
para el sol,
fálicamente mía,
¡te amara!
ESCRITO CON L
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, corre, crece
tentacular, se arrastra, sube al vacío
del vacío, en nombre
del conocimiento, pulpo
de tinta, paraliza la figura del sol
que hay en nosotros, nos
viciosamente mata.
Mucha lectura entristece, mucha envilece
..........................................................apestamos
a viejos, los griegos
eran los jóvenes, somos nosotros los turbios
como si los papiros dijeran algo distinto al ángel del aire:
somos nosotros los soberbios, ellos eran inocentes,
nosotros los de el mosquerío, ellos era los sabios.
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, acaba
no tanto con la L de la famosa lucidez
sino con esa otra L
de la libertad,
de la locura
que ilumina lo hondo
de lo lúgubre,
....................lambda,
.................................loca,
...........................................luciérnaga
....................antes del fósforo, mucho antes
....................del latido
....................del Logos.
INSTANTÁNEA
El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que más amo es el zafiro de tus ojos;
pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilíneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpación, seda, olfato
o, más que olfato y seda, traslación
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entiéndase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,
así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre
piano de marfil en la película; ¿qué fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue
del vestido blanco?
Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna
de frenesí y
perdición, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;
entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino así más durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifanía de la inmediatez
ventilada por la lozanía, y soy tacto
de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si
veo simultáneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.
LA SALVACIÓN
Me enamoré de ti cuando llorabas
a tu novio, molido por la muerte,
y eras como la estrella del terror
que iluminaba al mundo.
Oh cuánto me arrepiento
de haber perdido aquella noche, bajo los árboles,
mientras sonaba el mar entre la niebla
y tú estabas eléctrica y llorosa
bajo la tempestad, oh cuánto me arrepiento
de haberme conformado con tu rostro,
con tu voz y tus dedos,
de no haberte excitado, de no haberte
tomado y poseído,
oh cuánto me arrepiento de no haberte
besado.
Algo más que tus ojos azules, algo más
que tu piel de canela,
algo más que tu voz enriquecida
de llamar a los muertos, algo más que el fulgor
fatídico de tu alma,
se ha encarnado en mi ser, como animal
que roe mis espaldas con sus dientes.
Fácil me hubiera sido morderte entre las flores
como a las campesinas,
darte un beso en la nuca, en las orejas,
y ponerte mi mancha en lo más hondo
de tu herida.
Pero fui delicado,
y lo que vino a ser una obsesión
habría sido apenas un vestido rasgado,
unas piernas cansadas de correr y correr
detrás del instantáneo frenesí, y el sudor
de una joven y un joven, libres ya de la muerte.
Oh agujero sin fin, por donde sale y entra
el mar interminable
oh deseo terrible que me hace oler tu olor
a muchacha lasciva y enlutada
detrás de los vestidos de todas las mujeres.
¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé
de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?
¿Por qué no te preñé como varón
aquella oscura noche de tormenta?
LA RENIÑEZ
Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo? ¿De la era de qué?
....A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí. Parece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.
LA RISA
Tomad vuestro teléfono
y preguntad por ella cuando estéis desolados,
cuando estéis totalmente perdidos en la calle
con vuestras venas reventadas, sed sinceros,
decidle la verdad muy al oído.
Llamadla al primer número que miréis en el aire
escrito por la mano del sol que os transfigura,
porque ese sol es ella,
ese sol que no habla,
ese sol que os escucha
a lo largo de un hiilo que va de estrella a estrella
descifrando la suerte de la razón, llamadla
hasta que oigáis su risa
que os helará la punta
del ánimo, lo mismo que la primera nieve
que hace temblar de gozo la nariz del suicida.
Esa risa lo es todo:
la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra,
los pezones encima del volcán que os abrasa,
las rodillas que guardan el blanco monumento,
los pelos que amenazan invadir esas cumbres,
su boca deseada, sus orejas
de cítara, sus manos,
el calor de sus ojos, lo perverso
de esta visión palpable del lujo y la miseria:
esa risa lo es todo.
LAS SÍLABAS
Y cuando escribas no mires lo que escribas, piensa en el sol
que arde y no ve y lame el Mundo con un agua
de zafiro para que el ser
sea y durmamos en el asombro
sin el cual no hay tabla donde fluir, no hay pensamiento
ni encantamiento de muchachas
frescas desde la antigüedad de las orquídeas de donde
vinieron las sílabas que saben más que la música, más, mucho
más que el parto.
LOS DÍAS VAN TAN RÁPIDOS
Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.
Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumple en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.
Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo allá en el fondo.
Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.
Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora.
LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE
Sobre un acorde de Chihuahua:
Los niños en el río
miden el fondo
de la transparencia.
Los verdaderos poetas son de repente:
nacen y desnacen, dicen
misterio y son misterio, son niños
en crecimiento tenaz, entran
y salen intactos del abismo, ríen
con el descaro de los 15, saltan
desde el tablón del aire al roquerío
aciago del océano sin
miedo al miedo, los hechiza
el peligro.
Aman y fosforecen, apuestan
a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos
y otras mil orejas, pero
las guardan en el cráneo musical, olfatean
lo invisible más allá del número, el
vaticinio va con ellos, son
lozanía y arden lozanía.
Al éxtasis
prefieren el sacrificio, dan sus vidas
por otras vidas, van al frente
cantando, a cada uno
de los frentes, al abismo
por ejemplo, al de la intemperie anarca,
al martirio incluso, a las tormentas
del amor, Rimbaud
los enciende:
"Elle este retrouvée
Quoi? L'Eternité".
Pero la Eternidad es esto mismo.
OH PUREZA PUREZA
Abro mis labios, deposito en la atmósfera un torrente de sol
como un suicida que pone su semilla en el aire
cuando hace estallar sus sesos en el resplandor del laberinto.
Ya sé que el sol de la muerte me está haciendo girar en un eterno proceso
de rotación y traslación llamado falsamente Poesía.
A veces, como hoy, esta aparente confusión me hace reír, me hace reír.
Este torbellino de palabras volcánicas como una erupción,
que son una amenaza para los sacerdotes del soneto y el número.
Pero es un sol innumerable lo que me sale por la boca,
como un vómito de encendido carbón que me abrasara las ideas y las vísceras.
MATERIA DE TESTAMENTO
A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercer día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l'amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro NUremberg,
a los desparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez,
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wal Street un dolar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el silabario de Heráclito, el encatamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.
OLFATO
Hombre es baile, mujer
es igualmente baile, duran
60, tiran
diez mil
...........noches, echan
10 hijos y en cuanto
al semen ella
se lava el corazón
con semen, huele a los hijos,
a su hombre remoto lo
huele con nariz caliente, ya difunto.
Con nariz de loca lo huele.
ORQUÍDEA EN EL GENTÍO
Bonito el color del pelo de esta señorita, bonito el olor
a abeja de su zumbido, bonita la calle,
bonitos los pies de lujo bajo los dos
zapatos áureos, bonito el maquillaje
de las pestañas a las uñas, lo fluvial
de sus arterias espléndidas, bonita la physis
y la metaphysis de la ondulación, bonito el metro
setenta de la armazón, bonito el pacto
entre hueso y piel, bonito el volumen
de la madre que la urdió flexible y la
durmió esos nueve meses, bonito el ocio
animal que anda en ella.
PAREJA HUMANA
Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español de un mismo lirio tronchado
cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan
en su blancura última, dos pétalos de nieve
y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos
y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos
en la luz sanguinaria de los desnudos:
...................................................un volcán
que empieza lentamente a hundirse.
Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas
encendidas por el hambre de no morir, así la muerte:
la eternidad así del beso, el instante
concupiscente, la puerta de los locos,
así el así de todo después del paraíso:
....................................................-Dios,
ábrenos de una vez.
PERDÍ MI JUVENTUD
Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.
Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.
Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.
No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.
¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?
¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repetido en estrella de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
SERMÓN DEL ESTALLIDO
A lo que fue a parar la belleza madre que nos parió, ¿y la novela?
Aparentemente los personajes
han llorado, se han ido, no quieren más.
Nadie quiere más, nadie,
después del estallido.
Todo tan teatral, el funeral
del origen con pecado
y todo, la polvareda
de las estrellas, el lujo, el soplo
sobre las aguas.
Gloria a Quién ahora, ¿al Padre
que no es, al Hijo
que no vino, al Espíritu
Santo que no habló,
al ruido?
Todo tan teatral, del átomo
al universo humeante. ¿Y el Logos?
Callemos,
reptemos otra vez, comamos
ruinas en el Hoyo.
Lo ser es lo sido.
SEBASTIÁN ACEVEDO
Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo
de su carne y ardió por Chile entero en las gradas
de la catedral frente a la tropa sin
pestañear, sin llorar, encendido y
estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo
veo al inmolado.
Sólo veo ahí llamear a Acevedo
por nosotros con decisión de varón, estricto
y justiciero, pino y
adobe, alumbrando el vuelo
de los desaparecidos a todo lo
aullante de la costa: sólo veo al inmolado.
Sólo veo la bandera alba de su camisa
arder hasta enrojecer las cuatro puntas
de la plaza, sólo a los tilos por
su ánima veo llorar un
nitrógeno áspero pidiendo a gritos al
cielo el rehallazgo de un toqui
que nos saque de esto: sólo veo al inmolado.
Sólo al Bío-Bío hondo, padre de las aguas, veo velar
al muerto: curandero
de nuestras heridas desde Arauco
a hoy, casi inmóvil en
su letargo ronco y
sagrado como el rehue, acarrear
las mutaciones del remolino
de arena y sangre con cadáveres al
fondo, vaticinar
la resurrección: sólo veo al inmolado.
Sólo la mancha veo del amor que
nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o
no con aguarrás o soda
cáustica, escobíllenla
con puntas de acero, líjenla
con uñas y balas, despíntenla, desmiéntanla
por todas las pantallas de
la mentira de norte a sur: sólo veo al inmolado.
SIEMPRE EL ADIÓS
Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.
UNO ESCRIBE EN EL VIENTO
Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,
que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.
Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga
ni volumen de nada.
Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro
para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo
será que me encuadernen el animal. Poeta
de un tiro: guerrillero.
Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos
de la galaxia ciega desde donde vinimos
con esta luz tan pobre a ver el mundo.
Vinimos, y eso es todo.
Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,
pero entramos llorando al laberinto
como si nos cortaran el origen. Después
el carácter, la guerra.
El ojo no podría ver el sol
si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen
si es verdad esa estrella, o es también escritura
de la farsa.
Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?
Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos
a los pescados muertos. Que lean a los otros.
A mí con mis raíces.
Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre
colgado de mis pies y a mi abuelo colgado
de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,
y además venceremos.
Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos
con las tablas al hombro. Y el fusil. Una casa
para América hermosa. Una casa, una casa.
Todos somos obreros.
América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.
Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.
O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.
VOCALES PARA HILDA
La que duerme ahí, la sagrada,
la que me besa y me adivina,
la translúcida, la vibrante,
la loca
de amor, la cítara
alta:
tú,
nadie
sino flexiblemente
tú,
la alta,
en el aire alto
del aceite
original
de la Especie:
tú,
la que hila
en la velocidad
ciega
del sol:
tú,
la elegancia
de tu presencia
natural
tan próxima
mi vertiente
de diamante, mi
arpa,
tan portentosamente mía:
tú,
paraíso
o
nadie
cuerda
para oír
el viento
sobre el abismo
sideral:
tú,
página
de piel más allá
del aire:
tú,
manos
que amé,
pies
desnudos
del ritmo
de marfil
donde puse
mis besos:
tú,
volcán
y pétalos,
llama;
lengua
de amor
viva:
tú,
figura
espléndida, orquídea
cuyo carácter aéreo
me permite
volar:
tú,
muchacha
mortal, fragancia
de otra música
de nieve
sigilosamente
andina:
tú,
hija del mar
abierto,
áureo,
tú que danzas
inmóvil
parada
ahí
en
la transparencia
desde
lo hondo
del principio:
tú
cordillera, tú,
crisálida
sonámbula
en el fulgor
impalpable
de tu corola:
tú,
nadie: tú:
Tú,
Poesía,
tú,
Espíritu,
nadie:
tú,
que soplas
al viento
estas vocales
oscuras,
estos
acordes
pausados
en el enigma
de lo terrestre:
tú:
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