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Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 29 de julio de 1924 - Campo Quijano,1 26 de enero de 2004)3 fue un poeta y periodista argentino.
Su obra ejerció una gran influencia en poetas de las generaciones posteriores. Comenzó estudios de ingeniería pero los abandonó para estudiar periodismo. Escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación.
En 1958 publicó Nuestros días mortales y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo. Por esa época publicó Contemporáneo del mundo. En 1967, Las condiciones de la época y en 1977, Señales de una causa personal. En 1980 apareció Principios de incertidumbre; en 1984, Violín obligado y en 1991, Cabeza final. Su último libro, ¿Hay alguien ahí?, se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004. Un arte callado, recopilación de poemas inéditos correspondientes a distintas épocas de la vida de Giannuzzi, que recoge también los poemas dispersos en diarios y revistas, y nunca publicados en libro, fue publicado en 2008
Existen asimismo distintas ediciones de su poesía completa. La primera es Obra poética, sin mención del editor, con numerosas erratas e incompleta respecto de ediciones posteriores (Buenos Aires, Emecé, 2000). La segunda, Poesía completa, edición al cuidado de Jorge Fondebrider (Sevilla, Sibilina, 2009), incluye la totalidad de los libros publicados y da cuenta de las diferentes variaciones sufridas por los poemas a través del tiempo. La tercera, Obra completa (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015), con prólogo de Jorge Aulicino, sigue la edición publicada en España.
Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía, además del Premio Konex - Diploma al Mérito 1984, 1994 y 2004. Fue un hombre de vida austera y ejercía un suave humor negro. La alusión al entorno social y cotidiano, la muerte, la incertidumbre, fueron frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates.
Abrirse a la obra de Joaquín Giannuzzi es, de alguna forma, exponerse a la constatación de que la poesía - esa escritura de la incertidumbre pero también de la intensidad, esa escritura del no saber, del desconocimiento, esa escritura que habla también de su contrario - puede convertirse en una experiencia concreta. Todo en la poesía de Giannuzzi, impulsa hacia el mundo real; un mundo sólido, compacto, por momentos opresivo; un mundo donde el sentimiento dramático de la vida adquiere consistencia; un mundo en el cual los objetos revelan - al ser reconocidos en su completa dimensión de objeto - la propiedad central de su desnudez, de su despojamiento, de su precariedad.
Mario Sampaolesi (crítico literario)
A la fecha se han publicado dos estudios consagrados a su poesía. El primero, compilado por el poeta y crítico Jorge Fondebrider es Giannuzzi. Reseñas, artículos y trabajos académicos sobre su obra (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2010). El segundo, del narrador Sergio Chejfec, se llama Sobre Giannuzzi (Buenos Aires: Bajo la Luna, 2010).
Sobre el pasto declinante
un grillo se arrastró hasta mi sombra
y se detuvo, perplejo,
ante una amenaza de disolución.
Después se aplastó, buscando
su propia tumba
y sintió cómo el mundo se enfriaba.
Así fue el comienzo
de la verdad de un año que no amé.
Joaquín Giannuzzi
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Un poema de Joaquín Sannuzzi, de su obra Nuestros días mortales,1958:
UVAS ROSADAS
Este breve racimo
de uvas rosadas pertenece
a otro reino.
Yace, sobre mi mesa,
en la fría integridad de su peso terrestre
mientras yo permanezco silencioso
imposibilitado
de oponer mi vida a su carnal exuberancia.
Casi con horror admiro allí
la dura tensión del agua
hacia la piel mortal
como una realidad insoportable.
He aquí un remoto acontecer:
todo transcurre del otro lado, fuera
del rumor insensato
de la existencia humana.
Comprendo que hay un límite
cuyo paso en el tiempo
me está vedado
de modo que el puro conocimiento
sólo cabe en la mera travesura de la mente.
Más allá está la misma tierra
a la que regresamos como extraños;
en el racimo de uvas rosadas yace
la imagen de otro regreso
y este enigmático existir
dulcemente en el rosa
tiende a cumplir el ciclo
que comenzó, radiante, en el verde lejano.
Otros días transcurren
aquí, en otro espacio
que colmó la inutilidad
de una vida ocupada. Ajeno
a la región de las uvas permanece
mi estupor desalentado;
pero nunca la esperanza
tuvo mejor imagen que esto:
la travesía del límite
que da a lo secreto vendrá
de la misma costumbre de la luz
con que las uvas rosadas
van a entrar en la muerte.
Dos poemas de Las condiciones de la época, 1967:
FÁBULA
Abrumado por el tabaco y la cultura
y convertido en un engaño por su propia clase
estaba esperando la revolución
por la desnuda, terrible acción de los otros en la calle.
Pero detrás de los cristales
a cubierto del viento social donde toda culpa
entra en crisis con sus razones podridas,
resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones
permanentes del cielo y el polvo,
en el giro de la cuchara en la taza de té,
en las decepciones periódicas del hígado,
en la muerte de papá y de las moscas.
Inventó un poema con todo eso
y el resultado es una estafa a la vieja forma,
una lejanía cada vez más vergonzante
de un nuevo lenguaje que puede estallar en cualquier momento.
ESCUCHANDO EL LAÚD
Escuchando en el laúd la nota antigua
uno ve poetas en el pasado pero no asesinos.
Ve la ingrávida sustancia incorporada
a la calamitosa energía de la historia
y esta confusión no termina de aclararse.
Increíbles poetas entre nubes de sangre
salvando a medias la verdad, dejando el resto
a la convicción del crimen general
como un error que debe soslayarse. Cómo
consiguió la belleza aislar las rosas,
construir un recluso jardín incorrupto
y dar materia a este cantor eterno.
Pero la estúpida crueldad y el martirio
no fueron cosas transitorias ni objetos irreales
que pueden apartarse como una falla terrestre,
una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo.
Aquí están todavía, no en el mito
y a su manera se empeñan en dar música.
Las cuerdas siguen sonando en medio de la masacre;
la vida corporal de esta madera finamente curvada
es aceptada como un triste conocimiento.
El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.
Siete poemas de Señales de una causa personal, 1977:
LÁZARO
Los granos de trigo egipcio germinaron
después de cuatro mil años de sombra.
Esto puede parecer demasiado hermoso.
Pero si la energía de la vida
soñó largamente en medio de la muerte
unas pocas gotas de agua y de luz
bastan para que Lázaro mueva los párpados.
BASURAS AL AMANECER
Esta madrugada, en la calle
dominado por una especie
de curiosidad sociológica
hurgué con un palo en el mundo surrealista
de algunos tachos de basura.
Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas.
Vi ultrajados papeles, cáscaras de fruta, vidrios
de color inédito, extraños y atormentados metales,
trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables
que rechazó la vida. Me llamó la atención
el torso de una muñeca con una mancha oscura,
una especie de muerte en un campo rosado.
Parece que la cultura consiste
en martirizar a fondo la materia y empujarla
a lo largo de un intestino implacable.
Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento
puede ser obligado a abandonar el planeta.
ENSAYO DE LAMENTO INDIVIDUAL
Observando la indiferencia de este atardecer
sin duda hermoso pero demasiado impersonal para mí,
la cara solitaria se me entristeció
y nadie tuvo la culpa.
Y no tuve valor para salir
y gritar a cualquier parte: ¡aquí estoy yo!
¡tengo un nombre, un apellido, un domicilio!
¡quiero una oportunidad, un destino para mí exclusivamente!
Nadie habría acudido, por supuesto.
Total, hace muchos años que no me ahorco
y a nadie le llama la atención.
Mi tragedia es tan poco decisiva
-un síncope entre dos bostezos,
un cólico no resuelto en el vientre-
que si me comprara un revólver fracasaría.
De manera que antes de estar técnicamente muerto
mi ideal sería convertirme
en un perro rabioso suelto en la calle principal.
Algo se pondría en marcha a mi alrededor,
una mutación en las cosas humanas por mi causa
y hasta el mismo atardecer
no desdeñaría mi persona como punto de referencia.
APUNTES DE ÉPOCA
Frecuencia de tiroteos
en las inmediaciones de nuestro cuerpo.
Las noches llegan como amenazas secretas.
Explosiones, aullidos de ambulancias y neumáticos,
pasos que se precipitan.
Espasmos de una gestación avanzada.
La vieja época
pierde el ritmo cardíaco, boquea
en el estanque seco de su propia historia.
Detrás de las puertas
cerradas a doble llave, pasador y moral sin dientes
todo el mundo conteniendo el aliento.
Timbales y música a volumen crítico.
El baile de los muchachos
del otro lado de la pared.
Desde aquí no hay mucho que explicar:
acumulo muecas, examino ideologías
pero en conjunto ignoro
si son libres o felices,
qué heroísmo reclaman, qué sueños conciben.
A veces hay un accidente en el tocadiscos
y entonces los muchachos
con puños y pies golpean las paredes
para escapar de estos tiempos difíciles y oscuros.
Con la rabiosa fe sin porvenir
de la mosca luchando en la mermelada.
La calle, esta mañana,
sólo ofrecía opciones mortales.
De los edificios descendían
entre bocanadas de humo y odio
sufrimientos de hombres, de mujeres y de objetos manufacturados.
Morir sin esperanza era el único credo
y el mundo terminaba en los tachos de basura.
No era un momento surrealista, pueden creerme.
Y juro que los automóviles revelaban
su verdadera naturaleza criminal.
POR ALGUNA RAZÓN
Compré café, cigarrillos, fósforos.
Fumé, bebí
y fiel a mi retórica particular
puse los pies sobre la mesa.
Cincuenta años y una certeza de condenado.
Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;
Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,
escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.
Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo
que reclamaba de mí un estilo que posiblemente
no me correspondía.
O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás
hubo un proyecto distinto para mí
en alguna probable lotería
y mi número se perdió.
Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.
Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.
Me queda esto.
Una porción de vida que me cansó de antemano,
Un poema paralizado en mitad de camino
hacia una conclusión desconocida;
un resto de café en la taza
que por alguna razón
nunca me atreví a apurar hasta el fondo.
POÉTICA
La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.
TESTAMENTO
Hijas mías, este
es el sueño decisivo de papá. Pidan silencio.
El ruido del mundo ya es bastante
para su edad y su juicio. Que su resto de luz
cese con dignidad. Su corazón bombea
pesadamente. La realidad se atasca
en las arterias del cerebro. El está
clínicamente terminado, el ser
universal y privado huye de sus ojos.
Una tregua en la música; lo demás
corre por su cuenta y muere solo. Había
cosas cotidianas gastadas
en un rincón de la memoria, sueños, rumores en un parque,
alguna persistente melodía que una vez abarcó
un largo fragmento de vida y fue un destello
de eternidad. Ustedes sospechan
íntimas cobardías y era cierto. Y el temor a la noche,
las culpas secretas y la pérdida de todo significado
para encarar sus fracasos. Y era cierto también
las rosas ocupadas detrás de su frente, trabajos, conocimiento,
el porvenir de la poesía y el amor
que lo mantuvo de pie y lo recreaba. Ahora
disculpen su yacencia impolítica, la buena fe
de su triste indiferencia. Libre
de toda emoción continua
papá es una cosa pálida y ajena
que conviene despedir rápidamente,
con que, adiós y mucho gusto
de haberlas conocido.
Cinco poemas de su obra Principios de incertidubre, 1980:
MEMORIA DE DINO LIPATTI
Hoy recordé tus manos sobre el teclado
tan melodramáticas en su apariencia ondulante,
tan individuales frente a las múltiples certidumbres de Scarlatti
que desde entonces ninguna música fue concebible
sin esos movimientos que creabas
a partir de una sabia articulación
y la tregua que imponías
a la disolución de la materia accidental.
UN RECUERDO PERSONAL
Manzanas verdes sobre una fuente de mimbre,
instaladas en un fresco centro mental
como una promesa equilibrada
por la garantía de la luz.
Eso debía durar mil años.
Hasta que una puerta golpeó
y se desmoronó la torre y fue
la primera catástrofe a mis ojos.
Aquellos ojos al borde de la mesa
prisioneros de una ilusión cruda, el mundo
chupado como una esponja
y cambiando fuera de mi cerebro.
SOBRE EL MUERTO CONSIDERADO
COMO UN CREADOR IMPERSONAL
El muerto no es capaz de su propia poesía;
jamás está a la altura de sí mismo.
A su alrededor se ha organizado
un silencio de vacía materia mental.
La fiebre terminó, la familia abre las ventanas
y en la cocina lavan la vajilla.
Él no es él, sino un creador impersonal
confiado en el peso de su papel protagónico.
Hasta que lo despide un alarido
cuando ya se ha vuelto absolutamente ajeno
a su propia importancia
y a la carga poética que ha impuesto a la escena.
TEORÍA DEL CUARTO CERRADO
Una persistencia de objetos en el cuarto
tiende a usurpar el sitio de la palabra.
Entonces, no hay elección posible
sino el golpe de los zapatos en el piso,
el pesado susurro del yo, circulando
sobre sí mismo, prisionero y asmático,
mientras transcurre el día
como un espeso animal superior.
¿Por qué, de todos modos, el planeta no se desentiende?
He aquí su alta presión sobre el discurso del cuerpo,
la materia sangrando por una arteria rota
porque es siempre la misma contradicción.
Desde la monótona ley del espacio cerrado
caen las cuerdas que tiran de los abrumados amantes,
aniquilado un sueño de opción
entre el escándalo progresivo de esta realidad
y apenas un fragmento estallado de esta poesía
en la pequeña curva pálida del hombro
bajo cierto vestido azul y en cierta época del año.
MI HIJA VISTE Y SALE
El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza azul y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
El instante se desplaza hacia otro,
un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.
Cuatro poemas de Violín obligado, 1984:
CUANDO EL MUNDO ES PUESTO EN DUDA
Entre verso y verso se instala una pausa
donde el mundo es puesto en duda: entonces
pongo mi amarga cabeza a circular por el jardín.
Busco un rumor terrenal
a un costado de la escritura consciente.
Palpo un higo maduro, una dalia inclinada
por el peso del agua
hacia este oscuro planeta. No residen aquí,
en estos suaves acuerdos, las negaciones
de la existencia, su sonido negro. Al pie del muro
un susurro de violetas, la humedad feliz
de la vida individual. Del otro lado
los días de la muchedumbre que alza los puños
poseída por un conocimiento decisivo. Estas cosas
han optado por sí mismas. Toman la tierra
por asalto, la fecundan con un sentido
que me estoy debiendo. Ahora suena un disparo:
¿debo elegir? ¿Mentir en la oscuridad de mi habitación?
¿Cómo ser exacto? La época apresura su pánico
dentro de mi cabeza, allí
donde un aullido oscila oscuramente
de un extremo a otro de lo desconocido.
CUMPLEAÑOS
He cerrado la puerta de mi padre.
Finalmente lo supe, al amanecer
de este cumpleaños en que te sobrevivo.
Pero aún con la difícil respiración
al borde de la cama y sombrías
opciones por delante, puedo entender
que tú y todos los muertos han perdido
y que vivir es el único prestigio que cubre la tierra.
Entonces, todo lo que es está bien.
Por alguna razón me incorporo; jadeando,
vacío tu rostro hacia la pesada oscuridad
y tengo tu misma manera de torcer la boca
al paso de la puntada por el pecho anginoso.
SUEÑO DEL NADADOR
El nadador ha pulido
su artesanía de joven felino
para corresponder
a los principios míticos del agua.
La coreografía empieza desde un punto
aéreo, elastizado,
donde el filo del trampolín revela
la soledad de una energía
concentrada en suspenso y en el cielo.
El conjunto se afina hasta crear
una mínima carne liberada
de carga emocional. Ahora solo basta
el pulmón feliz. Suelta su amarra
la tensionada fibra, se desprende, salta
y en rápida parábola
entra como un cuchillo en un reinado lento.
El agua vibra al sol como estrellada.
Convertida en mujer
con un baile en su seno se incorpora
una segunda alegría. El huésped cae
y largamente se demora abajo
como probando
la impune gracia de permanecer
para siempre en la azul profundidad,
palpando sus opciones
y sus posibles sueños venideros.
Pero aquí vuelve, sacudiendo un resto
de ensoñación goteada
a su estado mortal, con paso herido,
al triste error, vacilando
entre rígidos objetos aplastados
y su cuadrado peso.
MATERIA DE CAZADOR
Desde esta oscuridad sólo puedo
apostar a la apariencia con dientes furtivos.
Aquella ventana es una verdad aislada.
Cristal adentro, el espacio iluminado
se ha creado un universo redimido
de toda negación. Un anterior
callado y vibratorio
de materia remota donde ella,
ignorando mis ojos de ladrón,
pasó toda la noche desnudándose.
Un poema de Cabeza final, 1991:
MOSCA FINAL
Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía
se aferra a un resto de luz menguante.
Calmada forma final
ya no tiene razón contra el invierno.
Un fracaso a la vista del cielo:
veo la dignidad
de concluir con la tarde, en un gris moribundo
aplastado a lo traslúcido. Una pizca
de frío residuo planetario
hacia abajo chupado, a lo indistinto.
En su descenso cumple
una certeza de orden, mientras ignoro
la ley de mi propia disolución.
La muerte
no me reserva esa lógica suave,
su tranquila mecánica
sino un final inexacto, sometido
a un desesperado anhelo personal.
Cinco poemas de Apuestas en lo oscuro, 2000:
AMANTES EN LA NOCHE
Nos amamos y apagamos el televisor
como negando la realidad. Pero el mundo
insiste en sus convicciones o las busca
por motivos que ignoramos o acaso
porque el crimen debe seguir su curso.
Desde afuera, sus figuras insomnes
presionan contras las paredes que nos refugian.
Se encarnan en el viento, aullidos
de neumáticos y en las inmediaciones
de todas las cosas, tiroteos
que no resuelven la discordia general.
Ahora acumula hojas secas
al pie de las ventanas y desliza
una carta de origen desconocido
por debajo de la puerta.
Pero florecemos desnudos en medio de la noche
donde el amor decide en su propia voluntad
y por él sabemos cómo hacer de la historia
un rumoroso escándalo que no nos concierne.
DEL OTRO LADO
Alguien ha muerto del otro lado de la pared.
A ratos hay una voz aprisionada por un sollozo.
Soy el vecino más próximo y me siento
un poco responsable: la culpa
encuentra siempre una oportunidad.
En el resto del edificio
nadie parece enterado. Hablan,
ríen, encienden televisores, devoran
toda la carne y la canción posibles. Si supieran
lo que ha ocurrido allí cerca, no alcanzaría
el pensamiento de la muerte
para alterar el ritmo cardíaco del conjunto.
Empujarían al difunto hacia el futuro
y a indiferencia tendría sus razones:
después de todo, nadie se muere más que otro.
ORQUESTA DEGOLLADA
El poema que cada uno
va masticando como un chicle de idiota
es poca cosa. Una preocupación ridícula
de la vida individual, guitarrita de bolsillo,
cantito de rana en los pulmons contaminados
cuando la calle abunda de gente en todas direcciones.
Sólo Dios sabe adónde va cada uno,
Pero el Estado sabe
dónde van todos con su pequeña música entre los dientes.
Traslado a mi oído el verso mascado
para probar su sonido: un fracaso que no resuelve
esta muchedumbre sentimental hacia el ocaso
con su rumor de orquesta degollada.
LA DESAPARICIÓN
Con un par de convicciones
y algunas blasfemias
violaron la cerradura a tiros.
Animales de caza nocturna
lo sacaron de la cama. La presa
no alcanzó a despedir su rostro
ni poner a salvo su nervio principal.
En la vejación, el mundo
perdía su nombre y sospechó
no más poemas después de eso.
En nombre de un orden
que despuebla la vida, lo condujeron
en un coche cerrado como un ataúd
hurtando la vergüenza al exterior.
Entonces atravesaron
la vasta oscuridad sin jueces
de una ciudad en la que desapareció
y en cuyos jardines había amado
con un cuerpo visible tendido al sol.
LA BATALLA
La manada policial había bloqueado
las calles laterales. Una operación mental
tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto
vibraba un núcleo incandescente
donde se decidían las cosas con puños alzados,
alaridos, blasfemias y razones coléricas.
Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,
vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje
encarnado de gente que sabe lo que quiere
en tiempos miserables. La multitud onduló
jadeante y ciega al estallido del gas
y aunque condenada a una asfixia de lágrimas
perforó por un instante
el cerco de escudos y plástico reforzado.
Silbaron balas y el aire humoso
se astilló en la dispersión. La furia general
se concentró, vaciada en las tensadas cavidades
de cada rostro. En la cabeza de la nación
hubo un leve crujido, como si allá afuera
hubiera sucedido algo todavía desconocido.
Las pantallas de la televisión
dieron por apagada la escena. Había otros temas
que atender y desmentir el desorden:
allí donde al amor sólo le quedaban
falsas definiciones, pero también sospechando
cuántas mutaciones llegarían
a depender de aquella batalla perdida
en el recodo de una guerra interminable.
Después, montado en un aullido de sirenas,
llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.
JOAQUÍN GIANNUZZI, Antología poética, Visor, 2006
Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 29 de julio de 1924 - Campo Quijano,1 26 de enero de 2004)3 fue un poeta y periodista argentino.
Su obra ejerció una gran influencia en poetas de las generaciones posteriores. Comenzó estudios de ingeniería pero los abandonó para estudiar periodismo. Escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación.
En 1958 publicó Nuestros días mortales y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo. Por esa época publicó Contemporáneo del mundo. En 1967, Las condiciones de la época y en 1977, Señales de una causa personal. En 1980 apareció Principios de incertidumbre; en 1984, Violín obligado y en 1991, Cabeza final. Su último libro, ¿Hay alguien ahí?, se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004. Un arte callado, recopilación de poemas inéditos correspondientes a distintas épocas de la vida de Giannuzzi, que recoge también los poemas dispersos en diarios y revistas, y nunca publicados en libro, fue publicado en 2008
Existen asimismo distintas ediciones de su poesía completa. La primera es Obra poética, sin mención del editor, con numerosas erratas e incompleta respecto de ediciones posteriores (Buenos Aires, Emecé, 2000). La segunda, Poesía completa, edición al cuidado de Jorge Fondebrider (Sevilla, Sibilina, 2009), incluye la totalidad de los libros publicados y da cuenta de las diferentes variaciones sufridas por los poemas a través del tiempo. La tercera, Obra completa (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015), con prólogo de Jorge Aulicino, sigue la edición publicada en España.
Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía, además del Premio Konex - Diploma al Mérito 1984, 1994 y 2004. Fue un hombre de vida austera y ejercía un suave humor negro. La alusión al entorno social y cotidiano, la muerte, la incertidumbre, fueron frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates.
Abrirse a la obra de Joaquín Giannuzzi es, de alguna forma, exponerse a la constatación de que la poesía - esa escritura de la incertidumbre pero también de la intensidad, esa escritura del no saber, del desconocimiento, esa escritura que habla también de su contrario - puede convertirse en una experiencia concreta. Todo en la poesía de Giannuzzi, impulsa hacia el mundo real; un mundo sólido, compacto, por momentos opresivo; un mundo donde el sentimiento dramático de la vida adquiere consistencia; un mundo en el cual los objetos revelan - al ser reconocidos en su completa dimensión de objeto - la propiedad central de su desnudez, de su despojamiento, de su precariedad.
Mario Sampaolesi (crítico literario)
A la fecha se han publicado dos estudios consagrados a su poesía. El primero, compilado por el poeta y crítico Jorge Fondebrider es Giannuzzi. Reseñas, artículos y trabajos académicos sobre su obra (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2010). El segundo, del narrador Sergio Chejfec, se llama Sobre Giannuzzi (Buenos Aires: Bajo la Luna, 2010).
Sobre el pasto declinante
un grillo se arrastró hasta mi sombra
y se detuvo, perplejo,
ante una amenaza de disolución.
Después se aplastó, buscando
su propia tumba
y sintió cómo el mundo se enfriaba.
Así fue el comienzo
de la verdad de un año que no amé.
Joaquín Giannuzzi
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Un poema de Joaquín Sannuzzi, de su obra Nuestros días mortales,1958:
UVAS ROSADAS
Este breve racimo
de uvas rosadas pertenece
a otro reino.
Yace, sobre mi mesa,
en la fría integridad de su peso terrestre
mientras yo permanezco silencioso
imposibilitado
de oponer mi vida a su carnal exuberancia.
Casi con horror admiro allí
la dura tensión del agua
hacia la piel mortal
como una realidad insoportable.
He aquí un remoto acontecer:
todo transcurre del otro lado, fuera
del rumor insensato
de la existencia humana.
Comprendo que hay un límite
cuyo paso en el tiempo
me está vedado
de modo que el puro conocimiento
sólo cabe en la mera travesura de la mente.
Más allá está la misma tierra
a la que regresamos como extraños;
en el racimo de uvas rosadas yace
la imagen de otro regreso
y este enigmático existir
dulcemente en el rosa
tiende a cumplir el ciclo
que comenzó, radiante, en el verde lejano.
Otros días transcurren
aquí, en otro espacio
que colmó la inutilidad
de una vida ocupada. Ajeno
a la región de las uvas permanece
mi estupor desalentado;
pero nunca la esperanza
tuvo mejor imagen que esto:
la travesía del límite
que da a lo secreto vendrá
de la misma costumbre de la luz
con que las uvas rosadas
van a entrar en la muerte.
Dos poemas de Las condiciones de la época, 1967:
FÁBULA
Abrumado por el tabaco y la cultura
y convertido en un engaño por su propia clase
estaba esperando la revolución
por la desnuda, terrible acción de los otros en la calle.
Pero detrás de los cristales
a cubierto del viento social donde toda culpa
entra en crisis con sus razones podridas,
resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones
permanentes del cielo y el polvo,
en el giro de la cuchara en la taza de té,
en las decepciones periódicas del hígado,
en la muerte de papá y de las moscas.
Inventó un poema con todo eso
y el resultado es una estafa a la vieja forma,
una lejanía cada vez más vergonzante
de un nuevo lenguaje que puede estallar en cualquier momento.
ESCUCHANDO EL LAÚD
Escuchando en el laúd la nota antigua
uno ve poetas en el pasado pero no asesinos.
Ve la ingrávida sustancia incorporada
a la calamitosa energía de la historia
y esta confusión no termina de aclararse.
Increíbles poetas entre nubes de sangre
salvando a medias la verdad, dejando el resto
a la convicción del crimen general
como un error que debe soslayarse. Cómo
consiguió la belleza aislar las rosas,
construir un recluso jardín incorrupto
y dar materia a este cantor eterno.
Pero la estúpida crueldad y el martirio
no fueron cosas transitorias ni objetos irreales
que pueden apartarse como una falla terrestre,
una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo.
Aquí están todavía, no en el mito
y a su manera se empeñan en dar música.
Las cuerdas siguen sonando en medio de la masacre;
la vida corporal de esta madera finamente curvada
es aceptada como un triste conocimiento.
El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.
Siete poemas de Señales de una causa personal, 1977:
LÁZARO
Los granos de trigo egipcio germinaron
después de cuatro mil años de sombra.
Esto puede parecer demasiado hermoso.
Pero si la energía de la vida
soñó largamente en medio de la muerte
unas pocas gotas de agua y de luz
bastan para que Lázaro mueva los párpados.
BASURAS AL AMANECER
Esta madrugada, en la calle
dominado por una especie
de curiosidad sociológica
hurgué con un palo en el mundo surrealista
de algunos tachos de basura.
Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas.
Vi ultrajados papeles, cáscaras de fruta, vidrios
de color inédito, extraños y atormentados metales,
trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables
que rechazó la vida. Me llamó la atención
el torso de una muñeca con una mancha oscura,
una especie de muerte en un campo rosado.
Parece que la cultura consiste
en martirizar a fondo la materia y empujarla
a lo largo de un intestino implacable.
Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento
puede ser obligado a abandonar el planeta.
ENSAYO DE LAMENTO INDIVIDUAL
Observando la indiferencia de este atardecer
sin duda hermoso pero demasiado impersonal para mí,
la cara solitaria se me entristeció
y nadie tuvo la culpa.
Y no tuve valor para salir
y gritar a cualquier parte: ¡aquí estoy yo!
¡tengo un nombre, un apellido, un domicilio!
¡quiero una oportunidad, un destino para mí exclusivamente!
Nadie habría acudido, por supuesto.
Total, hace muchos años que no me ahorco
y a nadie le llama la atención.
Mi tragedia es tan poco decisiva
-un síncope entre dos bostezos,
un cólico no resuelto en el vientre-
que si me comprara un revólver fracasaría.
De manera que antes de estar técnicamente muerto
mi ideal sería convertirme
en un perro rabioso suelto en la calle principal.
Algo se pondría en marcha a mi alrededor,
una mutación en las cosas humanas por mi causa
y hasta el mismo atardecer
no desdeñaría mi persona como punto de referencia.
APUNTES DE ÉPOCA
Frecuencia de tiroteos
en las inmediaciones de nuestro cuerpo.
Las noches llegan como amenazas secretas.
Explosiones, aullidos de ambulancias y neumáticos,
pasos que se precipitan.
Espasmos de una gestación avanzada.
La vieja época
pierde el ritmo cardíaco, boquea
en el estanque seco de su propia historia.
Detrás de las puertas
cerradas a doble llave, pasador y moral sin dientes
todo el mundo conteniendo el aliento.
Timbales y música a volumen crítico.
El baile de los muchachos
del otro lado de la pared.
Desde aquí no hay mucho que explicar:
acumulo muecas, examino ideologías
pero en conjunto ignoro
si son libres o felices,
qué heroísmo reclaman, qué sueños conciben.
A veces hay un accidente en el tocadiscos
y entonces los muchachos
con puños y pies golpean las paredes
para escapar de estos tiempos difíciles y oscuros.
Con la rabiosa fe sin porvenir
de la mosca luchando en la mermelada.
La calle, esta mañana,
sólo ofrecía opciones mortales.
De los edificios descendían
entre bocanadas de humo y odio
sufrimientos de hombres, de mujeres y de objetos manufacturados.
Morir sin esperanza era el único credo
y el mundo terminaba en los tachos de basura.
No era un momento surrealista, pueden creerme.
Y juro que los automóviles revelaban
su verdadera naturaleza criminal.
POR ALGUNA RAZÓN
Compré café, cigarrillos, fósforos.
Fumé, bebí
y fiel a mi retórica particular
puse los pies sobre la mesa.
Cincuenta años y una certeza de condenado.
Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;
Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,
escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.
Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo
que reclamaba de mí un estilo que posiblemente
no me correspondía.
O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás
hubo un proyecto distinto para mí
en alguna probable lotería
y mi número se perdió.
Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.
Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.
Me queda esto.
Una porción de vida que me cansó de antemano,
Un poema paralizado en mitad de camino
hacia una conclusión desconocida;
un resto de café en la taza
que por alguna razón
nunca me atreví a apurar hasta el fondo.
POÉTICA
La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.
TESTAMENTO
Hijas mías, este
es el sueño decisivo de papá. Pidan silencio.
El ruido del mundo ya es bastante
para su edad y su juicio. Que su resto de luz
cese con dignidad. Su corazón bombea
pesadamente. La realidad se atasca
en las arterias del cerebro. El está
clínicamente terminado, el ser
universal y privado huye de sus ojos.
Una tregua en la música; lo demás
corre por su cuenta y muere solo. Había
cosas cotidianas gastadas
en un rincón de la memoria, sueños, rumores en un parque,
alguna persistente melodía que una vez abarcó
un largo fragmento de vida y fue un destello
de eternidad. Ustedes sospechan
íntimas cobardías y era cierto. Y el temor a la noche,
las culpas secretas y la pérdida de todo significado
para encarar sus fracasos. Y era cierto también
las rosas ocupadas detrás de su frente, trabajos, conocimiento,
el porvenir de la poesía y el amor
que lo mantuvo de pie y lo recreaba. Ahora
disculpen su yacencia impolítica, la buena fe
de su triste indiferencia. Libre
de toda emoción continua
papá es una cosa pálida y ajena
que conviene despedir rápidamente,
con que, adiós y mucho gusto
de haberlas conocido.
Cinco poemas de su obra Principios de incertidubre, 1980:
MEMORIA DE DINO LIPATTI
Hoy recordé tus manos sobre el teclado
tan melodramáticas en su apariencia ondulante,
tan individuales frente a las múltiples certidumbres de Scarlatti
que desde entonces ninguna música fue concebible
sin esos movimientos que creabas
a partir de una sabia articulación
y la tregua que imponías
a la disolución de la materia accidental.
UN RECUERDO PERSONAL
Manzanas verdes sobre una fuente de mimbre,
instaladas en un fresco centro mental
como una promesa equilibrada
por la garantía de la luz.
Eso debía durar mil años.
Hasta que una puerta golpeó
y se desmoronó la torre y fue
la primera catástrofe a mis ojos.
Aquellos ojos al borde de la mesa
prisioneros de una ilusión cruda, el mundo
chupado como una esponja
y cambiando fuera de mi cerebro.
SOBRE EL MUERTO CONSIDERADO
COMO UN CREADOR IMPERSONAL
El muerto no es capaz de su propia poesía;
jamás está a la altura de sí mismo.
A su alrededor se ha organizado
un silencio de vacía materia mental.
La fiebre terminó, la familia abre las ventanas
y en la cocina lavan la vajilla.
Él no es él, sino un creador impersonal
confiado en el peso de su papel protagónico.
Hasta que lo despide un alarido
cuando ya se ha vuelto absolutamente ajeno
a su propia importancia
y a la carga poética que ha impuesto a la escena.
TEORÍA DEL CUARTO CERRADO
Una persistencia de objetos en el cuarto
tiende a usurpar el sitio de la palabra.
Entonces, no hay elección posible
sino el golpe de los zapatos en el piso,
el pesado susurro del yo, circulando
sobre sí mismo, prisionero y asmático,
mientras transcurre el día
como un espeso animal superior.
¿Por qué, de todos modos, el planeta no se desentiende?
He aquí su alta presión sobre el discurso del cuerpo,
la materia sangrando por una arteria rota
porque es siempre la misma contradicción.
Desde la monótona ley del espacio cerrado
caen las cuerdas que tiran de los abrumados amantes,
aniquilado un sueño de opción
entre el escándalo progresivo de esta realidad
y apenas un fragmento estallado de esta poesía
en la pequeña curva pálida del hombro
bajo cierto vestido azul y en cierta época del año.
MI HIJA VISTE Y SALE
El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza azul y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
El instante se desplaza hacia otro,
un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.
Cuatro poemas de Violín obligado, 1984:
CUANDO EL MUNDO ES PUESTO EN DUDA
Entre verso y verso se instala una pausa
donde el mundo es puesto en duda: entonces
pongo mi amarga cabeza a circular por el jardín.
Busco un rumor terrenal
a un costado de la escritura consciente.
Palpo un higo maduro, una dalia inclinada
por el peso del agua
hacia este oscuro planeta. No residen aquí,
en estos suaves acuerdos, las negaciones
de la existencia, su sonido negro. Al pie del muro
un susurro de violetas, la humedad feliz
de la vida individual. Del otro lado
los días de la muchedumbre que alza los puños
poseída por un conocimiento decisivo. Estas cosas
han optado por sí mismas. Toman la tierra
por asalto, la fecundan con un sentido
que me estoy debiendo. Ahora suena un disparo:
¿debo elegir? ¿Mentir en la oscuridad de mi habitación?
¿Cómo ser exacto? La época apresura su pánico
dentro de mi cabeza, allí
donde un aullido oscila oscuramente
de un extremo a otro de lo desconocido.
CUMPLEAÑOS
He cerrado la puerta de mi padre.
Finalmente lo supe, al amanecer
de este cumpleaños en que te sobrevivo.
Pero aún con la difícil respiración
al borde de la cama y sombrías
opciones por delante, puedo entender
que tú y todos los muertos han perdido
y que vivir es el único prestigio que cubre la tierra.
Entonces, todo lo que es está bien.
Por alguna razón me incorporo; jadeando,
vacío tu rostro hacia la pesada oscuridad
y tengo tu misma manera de torcer la boca
al paso de la puntada por el pecho anginoso.
SUEÑO DEL NADADOR
El nadador ha pulido
su artesanía de joven felino
para corresponder
a los principios míticos del agua.
La coreografía empieza desde un punto
aéreo, elastizado,
donde el filo del trampolín revela
la soledad de una energía
concentrada en suspenso y en el cielo.
El conjunto se afina hasta crear
una mínima carne liberada
de carga emocional. Ahora solo basta
el pulmón feliz. Suelta su amarra
la tensionada fibra, se desprende, salta
y en rápida parábola
entra como un cuchillo en un reinado lento.
El agua vibra al sol como estrellada.
Convertida en mujer
con un baile en su seno se incorpora
una segunda alegría. El huésped cae
y largamente se demora abajo
como probando
la impune gracia de permanecer
para siempre en la azul profundidad,
palpando sus opciones
y sus posibles sueños venideros.
Pero aquí vuelve, sacudiendo un resto
de ensoñación goteada
a su estado mortal, con paso herido,
al triste error, vacilando
entre rígidos objetos aplastados
y su cuadrado peso.
MATERIA DE CAZADOR
Desde esta oscuridad sólo puedo
apostar a la apariencia con dientes furtivos.
Aquella ventana es una verdad aislada.
Cristal adentro, el espacio iluminado
se ha creado un universo redimido
de toda negación. Un anterior
callado y vibratorio
de materia remota donde ella,
ignorando mis ojos de ladrón,
pasó toda la noche desnudándose.
Un poema de Cabeza final, 1991:
MOSCA FINAL
Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía
se aferra a un resto de luz menguante.
Calmada forma final
ya no tiene razón contra el invierno.
Un fracaso a la vista del cielo:
veo la dignidad
de concluir con la tarde, en un gris moribundo
aplastado a lo traslúcido. Una pizca
de frío residuo planetario
hacia abajo chupado, a lo indistinto.
En su descenso cumple
una certeza de orden, mientras ignoro
la ley de mi propia disolución.
La muerte
no me reserva esa lógica suave,
su tranquila mecánica
sino un final inexacto, sometido
a un desesperado anhelo personal.
Cinco poemas de Apuestas en lo oscuro, 2000:
AMANTES EN LA NOCHE
Nos amamos y apagamos el televisor
como negando la realidad. Pero el mundo
insiste en sus convicciones o las busca
por motivos que ignoramos o acaso
porque el crimen debe seguir su curso.
Desde afuera, sus figuras insomnes
presionan contras las paredes que nos refugian.
Se encarnan en el viento, aullidos
de neumáticos y en las inmediaciones
de todas las cosas, tiroteos
que no resuelven la discordia general.
Ahora acumula hojas secas
al pie de las ventanas y desliza
una carta de origen desconocido
por debajo de la puerta.
Pero florecemos desnudos en medio de la noche
donde el amor decide en su propia voluntad
y por él sabemos cómo hacer de la historia
un rumoroso escándalo que no nos concierne.
DEL OTRO LADO
Alguien ha muerto del otro lado de la pared.
A ratos hay una voz aprisionada por un sollozo.
Soy el vecino más próximo y me siento
un poco responsable: la culpa
encuentra siempre una oportunidad.
En el resto del edificio
nadie parece enterado. Hablan,
ríen, encienden televisores, devoran
toda la carne y la canción posibles. Si supieran
lo que ha ocurrido allí cerca, no alcanzaría
el pensamiento de la muerte
para alterar el ritmo cardíaco del conjunto.
Empujarían al difunto hacia el futuro
y a indiferencia tendría sus razones:
después de todo, nadie se muere más que otro.
ORQUESTA DEGOLLADA
El poema que cada uno
va masticando como un chicle de idiota
es poca cosa. Una preocupación ridícula
de la vida individual, guitarrita de bolsillo,
cantito de rana en los pulmons contaminados
cuando la calle abunda de gente en todas direcciones.
Sólo Dios sabe adónde va cada uno,
Pero el Estado sabe
dónde van todos con su pequeña música entre los dientes.
Traslado a mi oído el verso mascado
para probar su sonido: un fracaso que no resuelve
esta muchedumbre sentimental hacia el ocaso
con su rumor de orquesta degollada.
LA DESAPARICIÓN
Con un par de convicciones
y algunas blasfemias
violaron la cerradura a tiros.
Animales de caza nocturna
lo sacaron de la cama. La presa
no alcanzó a despedir su rostro
ni poner a salvo su nervio principal.
En la vejación, el mundo
perdía su nombre y sospechó
no más poemas después de eso.
En nombre de un orden
que despuebla la vida, lo condujeron
en un coche cerrado como un ataúd
hurtando la vergüenza al exterior.
Entonces atravesaron
la vasta oscuridad sin jueces
de una ciudad en la que desapareció
y en cuyos jardines había amado
con un cuerpo visible tendido al sol.
LA BATALLA
La manada policial había bloqueado
las calles laterales. Una operación mental
tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto
vibraba un núcleo incandescente
donde se decidían las cosas con puños alzados,
alaridos, blasfemias y razones coléricas.
Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,
vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje
encarnado de gente que sabe lo que quiere
en tiempos miserables. La multitud onduló
jadeante y ciega al estallido del gas
y aunque condenada a una asfixia de lágrimas
perforó por un instante
el cerco de escudos y plástico reforzado.
Silbaron balas y el aire humoso
se astilló en la dispersión. La furia general
se concentró, vaciada en las tensadas cavidades
de cada rostro. En la cabeza de la nación
hubo un leve crujido, como si allá afuera
hubiera sucedido algo todavía desconocido.
Las pantallas de la televisión
dieron por apagada la escena. Había otros temas
que atender y desmentir el desorden:
allí donde al amor sólo le quedaban
falsas definiciones, pero también sospechando
cuántas mutaciones llegarían
a depender de aquella batalla perdida
en el recodo de una guerra interminable.
Después, montado en un aullido de sirenas,
llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.
JOAQUÍN GIANNUZZI, Antología poética, Visor, 2006
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