David Huerta (Ciudad de México, 8 de octubre de 1949 - ibídem, 3 de octubre de 2022), fue un poeta, editor, ensayista y traductor mexicano.
Biografía
Hijo del poeta mexicano Efraín Huerta, David Huerta se vio envuelto desde su infancia en el ambiente literario del país. Estudió filosofía y letras inglesas y españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Allí conoció a Rubén Bonifaz Nuño y a Jesús Arellano, quienes en 1972 le publicaron su primer libro de poemas, El jardín de la luz. Huerta pertenece a la generación del movimiento estudiantil-popular de 1968. Fue uno de tantos brigadistas que salieron a las calles para defender el pliego petitorio de seis puntos que el movimiento enarbolaba como su principal bandera de exigencias democratizadoras. Fallece el 3 de octubre de 2022.
En el Fondo de Cultura Económica aprendió los rudimentos del oficio editorial y fue secretario de redacción de La Gaceta de esa casa. Además de su obra poética y ensayística, escribió durante años una columna de opinión en el semanario de política Proceso y de 2007 a 2017 sostuvo una columna sobre temas poéticos en la Revista de la Universidad. David Huerta se opuso a los recortes presupuestales para la cultura por parte del gobierno mexicano, principalmente pugnando para preservar la Casa del Poeta (en cuya biblioteca se resguardan colecciones de libros de su padre y de Salvador Novo), muchas veces amenazada por la escasez de sus recursos.
Entre los premios que recibió, destacan el de Poesía Carlos Pellicer, en 1990, y el Premio Xavier Villaurrutia, en 2006. Fue también becario del Centro Mexicano de Escritores (1970-1971), de la Fundación Guggenheim (1978-1979) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). En diciembre de 2015 se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura; por ello, fue desde enero de 2016 creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte. En septiembre de 2019 ganó, por unanimidad, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
Su labor de difusión de la literatura y de la poesía fue amplia, como coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, 1978), del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE, así como maestro de literatura en cursos de la Fundación Octavio Paz y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Fue maestro universitario: desde 2005, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y en la Universidad Nacional Autónoma de México: aquí mantuvo una cátedra llamada “Poesía en lengua española”. Dio conferencias y lecturas de poesía en todo el país y en diversos lugares del extranjero: entre otras, en las universidades de Princeton y Harvard, en los Estados Unidos, y en las de Oxford y Cambridge, en Inglaterra.
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Algunos poemas de David Huerta:
De El jardín de la Luz, 1972:
SUEÑO DIURNO
La luz del otoño
prende sus emblemas
en el cristal de la ventana.
Las manos y los ojos
buscan, bajo este resplandor,
la sustancia del tiempo.
Navegación de lento
itinerario, leves
exploraciones
al torso de este día.
En la fiebre
de las cosas más próximas
abren sus espirales
los dorados inventos
de la imaginación.
De Cuadernos de noviembre, 1976:
UN DÍA RETROCEDE...
Un día retrocede, su arcilla no encierra más que un aire
de pedacería "filosófica", de páginas rayadas en desesperación de la literatura,
de burla y pesadumbre. En la amistad del lenguaje hay una fibra de quemadura,
el peso de una palabra es una expiación de la persona sola,
una pulida travesía sobre la luz del aire.
El espacio no es sucesivo, sí lo que se dice: en la intersección de estos posibles aparece un planeta
frágil y obstinado. Cuando respiro me adueño del mundo:
no hay extravío, hay imágenes, la sangre está escrita en la secreta red del cuerpo.
Un paso es un poema. Un destino en la literatura no desea solo un repertorio, sino un movimiento.
Lo que no se ha dicho es milenario: está en el corazón de un silencio
encendido como una lámpara; la suma de lo virtual y de lo postergado es la tenacidad de la escritura.
De Versión, 1978:
ESCENA DE COSTUMBRES
La región que buscabas en el azul del sábado es una reliquia desprendida del corazón húmedo del aire: una zona de poca fortuna
para la riqueza de tus manos —rectas y dolorosas, metidas en el azar de un brusco acercamiento
o penetradas por el disturbio de una desnudez que nadie sospecharía.
Ahora tu escena es una composición de velocidades e imaginaciones nuevas:
acccidentes de cacería, oscuros trapos, paredes repletas para tu ojo sin costumbre.
Tu cuerpo es un vino que atravesaba la confusión de cuerdas y relojería sin manchar el mantel,
una medicina en la atmósfera de cabellos del sábado, una pálida risa que se desvaneció detrás de ti.
Escucha cómo se propaga la escasa conversación de los otros,
tensa en las bocas cuidadas para la muerte, ilesa y reflejante
como una gastada maquinaria sobre la carne del mundo,
tocada una y otra vez por la salud y el orgullo, invadida por un enorme paisaje conmovedor.
NUEVE AÑOS DESPUÉS
Un poema fechado
Yo aparecí en la sangre de octubre, mis manos estaban fúnebres de silencio
y tenía los ojos atados a una espesa oscuridad.
Si hablaba, mi voz me sonaba como una materia desalojada,
mis huesos estaban empapados de frío,
mis piernas fluían con el tiempo, moviéndose hacia afuera de la plaza,
en una dirección extraña y sin sentido: de renacimiento,
llevándome a los espejos y las calles desordenadas.
La ciudad estaba arrasada por el silencio,
cortada como un cuarzo, tajos de luz diagonal daban sus raciones apretadas
a las esquinas, los cuerpos estaban callados y aplastados contra su vida,
pero había otros cuerpos también, pero había otros cuerpos también.
Hablo con mi sangre entera y con mis recuerdos individuales. Y estoy vivo.
Yo me pregunto: ¿cómo tenemos los ojos, las manos, el cerebro y los huesos
después de que salí de la plaza? Todo es denso, voluminoso y fluye,
después de que salí de la plaza.
El aire me decía que todo estaba quieto, esperando.
Yo me moví hacia afuera de la plaza, mi boca estaba quemada por los recuerdos,
y mi sangre estaba fresca y luciente como un anillo continuo
en el interior de mi cuerpo absolutamente vivo. Pues me movía
hacia afuera de la plaza, entero y respirando.
Respiraba imágenes y desde entonces todas esas imágenes me visitan en sueños,
rompiéndolo todo, como caballos delirantes.
Estaba en el amasijo del día el espejo de la muerte.
Y una palabra de mi vivir colgaba de un borde infinito.
Yo no quisiera hablar del tamaño de aquella tarde,
no poner aquí adverbios, gritar o lamentarme.
Pero quisiera, sí, que se viera toda una quemadura de cólera
manchando el espejo de la muerte.
¿Dónde podría poner mi vivir, mis palabras
sino ahí, nueve años después, en esa cólera fría,
en ese animal de ira que se despierta a veces para esmaltar mi sueño
con su aliento sanguinario?
Toda mi sangre circula por mi vivir, entera, incuestionable.
Pero entonces oí cómo se detenía, amarrada a mi respiración,
y golpeando, con el sordo llamado de su inmovilidad, golpeando
mis voces interiores, mis gestos de vivo humano,
el amor que he podido dar y la muerte que mismamente entregaré.
Luego vino el miedo a mis ojos para cubrirlos con sus dedos helados.
Todo el silencio de mi cuerpo abría sus alveolos
frente a los cuerpos arrasados, escupidos hacia la muerte por el ardor de la metralla:
esos cuerpos brillando, sanguíneos y recortados contra la desmenuzada luz de la tarde,
otros cuerpos diferentes del mío y más diferentes aún,
porque habían sido extirpados a la vida humana por un tajo enorme,
por una vertiginosa ferocidad, por manos de una fuerza doliente que se lanzaba, aullando,
contra esos cuerpos más tenues ya que la tarde
y más y más brillantes, en mi sueño de todavía vivo ser humano.
Es verdad que escuché la metralla y ahora esto escribo,
y es verdad que mi sangre fluye de nuevo y todavía sueño
con una especie de muerta duda, y veo a veces mi cuerpo desnudo
como un espacioso alimento para la boca devoradora del amor.
¿Dónde estuvieron las ataduras de mi vivir,
mis espejos y mis días, cuando sobrevino la tarde en la plaza?
Si tomo un pedazo, una brizna de mi cuerpo para ponerla contra el recuerdo de esa tarde en esa plaza,
retrocedo asustado a mi vida como si me hubieran golpeado en la boca
los dedos levísimos de cientos de fantasmas.
Hablo de estos recuerdos inmensos porque tenía que hacerlo alguna vez, así o de otra manera.
Yo salía de la plaza con un vivo estupor en la boca y los ojos
y sentía mi saliva y mi sangre, vivo aún.
Era una noche fresca, dada al tiempo.
Pero en las calles, en las esquinas, en las habitaciones,
había cuerpos aplastados y sellados contra su vida por un miedo gigantesco y amargo.
Un anillo de miedo estaba cerrándose sobre la ciudad
como un sueño extraño que no cesaba y que no conducía a ningún despertar.
Era el espejo de la muerte lo que sobrevenía.
Pero la muerte había ya pasado con sus armaduras y sus instrumentos
por todos los rincones, por todo el aire abolido de la plaza.
Era el espejo de la muerte con sus reflejos de miedo
lo que nos daba sombra en una ciudad que era esta ciudad.
Y en la calle era posible ver cómo una mano se cerraba,
cómo sobrevenía un parpadeo, cómo se deslizaban los pies, con un silencio espeso,
buscando una salida,
pero salidas no había: solamente había
una puerta enorme y abierta sobre los reinos del miedo.
Octubre de 1977
De Incurable, 1987:
EL MUNDO ES UNA MANCHA EN EL ESPEJO...
El mundo es una mancha en el espejo.
Todo cabe en la bolsa del día, incluso cuando gotas de azogue
se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan
con finas patas de insecto las palabras del alma humana.
El mundo es una mancha sobre el mar del espejo,
una espiga de cristal arrugado y silencioso,
una aguja basáltica atorada en los ojos de la niña desnuda.
En medio de la calle, con el ruido de la ciudad como otra ciudad
.....conectada en la pantalla de la respiración,
veo en mis manos los restos del espejo: tiro todo a la bolsa y
.....sigo mi camino,
todo cabe en la bolsa del día, incluso la palabra incluso,
un manchón negro en la línea que se va deshojando en la boca.
Si me acercara, con un sonido genital y absolutamente húmedo,
tocando las paredes del miedo con manos espaciosas y una
Vcirculación de letras aplastadas contra la linfa color de olvido;
si me acercara, seco y coordinado en los pliegues, oyendo el
.....paso de los otros en el techo,
una legión sorda, un estertor de marabunta, un hueso
.....desmoronándose,
una lluvia caliza por el suelo, en el paladar;
si me acercara, si desmenuzara una figurilla con los dedos que
.....gotean vino;
si me procurara un placer, un desvío, un tocamiento de nubes o
.....un roce plateado,
un manoseo en el oro, un deslizarse en la entrepierna de los
.....muebles para dormir ahí un sueño de saliva y silencio;
si me acercara, dando en el tiempo un acorde caliginoso, un
.....tempo fúnebre de reunión a oscuras...
¿Cómo comprobar entonces que estás ahí,
construido en el plinto de tu ser sujeto, continuo y manifestado
.....como un dato hundido en el fango de la evidencia,
pensando en medio de las cosas, entero y positivo como un
.....número estupendo? ¿Cómo saberlo, cómo sacarte de la multitud
del tiempo, de los apretados espacios ponerte frente a mis ojos
.....como un discurso impreso,
como una tinta fluvial en las venas del mediodía?
¿Cómo sentir el jugo de tu vuelo, tu anatomía que fluye entre los
.....objetos maltratados;
tu percepción que registra el mundo como lo que es, la mancha
.....en el espejo, el simulacro?
De Los objetos están más cerca de lo que aparentan, 1990:
ASTRO
El agua cabe en el vaso
Como el beso en la boca
La tinta cabe en estas líneas
Como el oro en el sueño
Del poderoso
Como la mano del cirujano
En la víscera reconstruida
Como el instante del eclipse
En el astro oculto
BARRO
La forma del barro
Es hija de la tribu
Las proyecciones de la arcilla
Los instrumentos de madera
Las armas de hierro
Todo ello salió
Del sueño de la tribu
Y esta ciudad de tinta
Su destino frágil
Sobre los hemisferios del papel
Sobre los mundos
De la hoja rectangular
Igual que el primer barro
Que la arcilla del gólem
De Lápices de antes, 1993:
ANTES DE DECIR CUALQUIERA
DE LAS GRAVES PALABRAS
Ya se sabe: primero tenemos que ponernos de acuerdo
en cuáles son, pero convengamos en que existen:
se escuchan con todo su peso y gravedad
por la Perspectiva Nievski, en el murmullo de Raskolnikov,
y Cortázar se burla de ellas a cada rato
y las aligera, las despeina, las reconcilia
con el resto del vocabulario, para que puedan rozarse
sin daño con las demás y libertad no lastime demasiado
con su tonelaje de mármol griego
y su tufillo existencialista y su indudable grandeza trágica
a tenedor, a janitor, a bibelot –aunque esta última
es sospechosa de grandeza por culpa de Mallarmé,
también están las cortas y decisivas, sí, no, ahora, nunca,
la turbia amor, la limpia muerte, la zarandeada poesía,
otras que son como el arte por el arte, sándalo,
por ejemplo, y algunas como desoxirribonucleico, telescópica
y de indudable elegancia científica, de una manera vaga
e intensa y laberíntica, al mismo tiempo, conectada
con esa otra, vida, y están las combinaciones, claro,
tu boca, esta carta, docenas de objetos verbales
que sólo tienen importancia por razones inexplicables,
pronunciadas en la noche o el día, dichas
o guardadas en el silencio, en la red aterciopelada
de la memoria, en la fortaleza transparente y enérgica
del olvido, ese cuerpo o tejido del que también
están hechas las grandes palabras, el tiempo, tantas cosas.
ANTES DE TIRAR LA BASURA
Frente al papel de estaño y un torbellino orgánico—
frente a la lechuga que amarillea o pardea
y las infames colillas de la Noche Que Pasó, antes
de tirar la basura conviene
mirar el mundo con una paz de atardeceres
y una dulzura de adagios, rodeándose una o uno,
de ser posible, con los perfumes de la serenidad
y los acentos de un noble impulso evangélico, entender
con franciscanismo que la materia así depositada
(pues debe ser depositada, no arrojada) es,
sí, mal que nos pese, nuestra también, y que el hecho
de desecharla o sacarla de la Casa
no significa nada, nada, nada—
pues seguirá en el mismo planeta donde padecemos
con esta materia nuestra, el cuerpo, las lágrimas,
las manos extendidas y abiertas
que alguna vez serán basura y no deberán ser arrojados
sino depositados otra vez en el mundo
para las celebraciones, las mutaciones, la maravilla
de ser, aun en el fondo de los basurales.
De La sombra de los perros, 1996:
DESPEÑADERO
La noche es la desolación
de tus ojos, la flor
invertida en el reflejo
del agua más oscura,
la geometría del anhelo
y las abdicaciones, el
muerto juramento
de las estrellas adversas,
el espejo de la
resurrección y del brillo,
la fracturada prosa
de estos versos.
¿Sabes lo que es la noche?
Mira detrás de tus ojos
la navajera certeza
de las separaciones.
Toca, en fin, el agrio
despeñadero azul
del abandono.
PARAÍSO
Esperar es este paraíso
de ojos derretidos.
No: esperar no es este paraíso
ni la hoja encendida
del cuchillo
que derrama sus filos
como un espejo anegado
de imágenes, de diamantes,
de migajas doradas.
No: el paraíso
no es esperar
ni dejar de esperar.
El paraíso es el viento,
dijo Pound,
....................su cabellera
en libertad, su cascada
en millar de remolinos,
su aquí, su gaviota deswcoyuntada,
su desnudez que fluye.
De La música de lo que pasa, 1997:
SHARP AS A RAZOR BLADE
Los poetas suelen declarar,
en algún momento exaltado y profuso,
que la poesía es
o debería ser, para ellos, tal y cual otra cosa.
Yo no querría sumar el estilo de mi declaración
al de aquellas. Básteme pedirle
al curioso lector
que traduzca y entienda ("filo
para cortar el tiempo en dos pedazos
de espejo, de sílaba o fuego, de ropaje
caliente o de hospitalaria desnudez")
la breve frase en inglés
que encabeza estas líneas.
PLEGARIA
Señor, salva este momento.
Nada tiene de prodigo o milagro
como no sea una sospecha
de inmortalidad, un aliento
de salvación. Se parece
a tantos otros momentos...
Pero está aquí entre nosotros
y crece como una luz amarilla
de sol y de encendidos limones
- y sabe a mar, a manos amadas,
huele a una calle de París
donde fuimos felices. Sálvalo
en la memoria o rescátalo
para la luz que declina
sobre esta página,
aunque apenas la toque.
ALGUNOS DESEOS
Que vuelvas a ver la enorme catedral
y la erizada Capilla
y sientas el paso distante, los rumores
de los Cruzados y de San Luis.
Que vuelvasa la calle Monsieru le Prince
para asomarte a los escaparates
y, luego, en la calle Vavin,
a los inventos de los herboristas
y su lento prodigio -la invisibilidad de los olores.
Que vuelvas a recoger el brillo
de una escritura anhelada
en las tardes coyoacanenses.
Que abraces los árboles
y bebas el agua dulce
junto al amargo mar resplandeciente.
Que te inclines una vez más y siempre
sobe mi rostro
y que yo abra los ojos para verte.
EL OTRO EJÉRCITO
Entonces Garcilaso de la Vega
movió la mano y en la página
apareció la Flor de Gnido.
El poeta caballero levantó luego la pluma,
entrecerró los ojos y pensó en el amigo
que le había rogado escribir
algunos versos amatorios. Reflexionó:
“Ella leerá. Ella, acaso, sentirá
el hondo fuego que late
en los versos, en las estrofas.”
Garcilaso volvió a la escritura,
al arroyo del canto. Puso las últimas
palabras del poema. Vio Nápoles,
vio caballos indómitos, vio
las aves de cetrería, vio el rostro
de una mujer distante. Vio
su propia muerte en el asalto y vio
el otro ejército, los poetas
que seguirán su huella, el brillo
de la prosodia castellana —y se distrajo
con su propia sonrisa,
mientras la tarde mediterránea
se disolvía con ardiente dulzura.
ABRAZADOS
Te abrazo y en el agua de oro
se inicia
una perfumada ondulación.
Te abrazo, cierro los ojos
y estamos en Bagdad.
Te abrazo lentamente
hasta que una electricidad
de sábanas y relojes
me enciende cada hueso.
Te abrazo, en fin: cierras los ojos,
abro las manos
para sentir la playa delgada
de tu espalda. Me abrazas
y caemos en un arroyo, alveolo,
filo de olvido,
fijeza de espuma y llamarada.
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