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Elena Medel (Córdoba, 29 de abril de 1985) es una poeta, novelista, crítica literaria y editora española. Dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia. En 2020, publicó su primera novela, Las maravillas, ganadora del Premio Francisco Umbral al Libro del Año y considerado como uno de los mejores libros en español de 2020 según los críticos de ABC Cultural y que ha sido traducida a nueve idiomas.
Biografía
Nació en Córdoba y estudió Filología Hispánica en la Universidad de Córdoba. Empezó a cultivar desde pequeña la narrativa y conocer la obra de Federico García Lorca la inspiró a los 11 años a empezar a escribir poesía, explica en sus entrevistas.
Logró el premio Andalucía Joven concedido por el Instituto Andaluz de la Juventud y en 2006 disfrutó de una beca del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes.
Ha publicado diversos poemarios entre ellos Mi primer bikini (DVD, 2002), con el que obtuvo el premio Andalucía Joven, Tara (2006) y Chatterton (Visor, 2014), que ganó el premio Loewe en su categoría Creación Joven en 2013. También es autora de los cuadernos Vacaciones (2004) y Un soplo en el corazón (2007).
También dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia.
Sus poemas han sido traducidos al alemán, árabe, armenio, esloveno, euskera, francés, inglés, italiano, polaco, portugués, rumano, sueco y swahili.
Su obra aparece en numerosos recuentos de la poesía reciente. También narradora, sus cuentos aparecen en diversas antologías.
En 2018 publicó Todo lo que hay que saber sobre poesía, un libro en el que nos acerca de forma entretenida y didáctica a la poesía, incluida su historia.
Dos años después, en 2020 publica Las maravillas, su primera novela, en la que plantea el peso del dinero en la vida de las personas, la precariedad y a pesar de ello la esperanza.
( Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Elena_Medel )
*
Algunos poemas de Elena Medel:
De Mi primer bikini, DVD, 202:
BELLUM JEANS
Hoy, por fin, descubro que tengo buena suerte.
Que cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Que mi estómago ha aprendido del mito de Narciso
y ya silencia él sólo su grito desgarrado:
la desgracia de la hermosura ansío para mí.
Que mis dedos escarban y consiguen rescatar lo inútil,
o lo útil que yo sé -o creo- que no sirve.
Por merecer la más bella envoltura rezo cada noche.
Por ser la vencedora en la batalla diaria de Zara:
la guerra de los pantalones vaqueros más estrechos,
de colores, con dibujos, los de marca, los más caros,
porque cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Por liderar el ranking de los cuerpos más apetecibles,
más llamativos, por una cosa u otra, a la cabeza
de las sedas varoniles, los mentones perfectos,
el vello hermoso enmarcando sus labios.
Aunque no sea alta ni melancólica ni mis manos expertas.
Insignificante, sonriente e ingenua como soy
acumulo mandatos de porcelana en el cubo de basura.
Y cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Magnífica estrella la mía. Hoy, por lo menos,
después de la austeridad de ya no hay llave,
tan sólo me duele la habitación número trece.
Y es un lujo morir habiendo prescindido del desayuno.
CENICIENTA
Espero al último baile.
Cera sellando cartas de amantes,
busqué los zapatos más lindos del vertedero,
los regueros de polvo de ángel
en la comisura de mis labios.
Y aquí estoy. Sin calabazas de algodón
ni ratones mordisqueando entre los dedos de mis pies.
Como pedigüeña entre sándwiches y Pepsis,
arrastrando las cadenas de rafia,
enumerando a las mercenarias
de aros gigantes y zapatos de vainilla.
Ya no quedan príncipes para mis vaqueros.
Jamás, me juro, seré tan asquerosamente bella.
MI PRIMER BIKINI
Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.
Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.
Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.
Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.
LUNA MENGUANTE
Y si alguna vez me preguntan quién es Heidi, respondo:
manzana es una extraña forma del invierno.
Su acidez, el escalofrío de saberse en el camino acertado;
su aspereza, el beso envenenando de todas las leyendas.
Quien quería saber esto se asemejaba a esos sastres
que muestran todos los versos que riman
cogidos con alfiler a su traje carísimo.
Dime alguna metáfora bonita, hurgaba en mis calcetines.
Muerte. Eso no es una metáfora. ¿No? Dime algo más hermoso.
Una sola palabra no rima con nada. ¡Herejía!
Se fue con sus versos, todos iguales, como la ropa de Heidi.
Aquí dejó sus dientes. Al verlos supe que soy
todas esas veces en que mi espalda era un tobogán
y alguien se deslizó por ella sin pagar:
soy la pegatina que no viene con ningún chicle.
Chicles que saben a fresa como los lóbulos de Heidi.
Heidi afila cuchillos para cortar la tarta,
deseando mancharse con la palabra chocolate.
Después, uno a uno, los soldados le chuparán
la barbilla cuando sea febrero, por ejemplo.
Cuando se derrita la tarta que hice en casa.
Entonces la palabra luna se me zambullía en el ombligo.
LUNA NUEVA
Según Heidi, no soy lo que todos suponen que debo ser.
Huelo a pólvora y algún día fui sangre seca.
Ella y yo hacemos una hoguera de pergaminos legendarios,
de espuma gris que araña el pedestal,
de madera astillada y escamas metálicas,
hoguera de cuero negro y corazón desvencijado,
de estalactitas amontonadas, humo cósmico asciende,
hoguera sola, sola como yo, que me derramo epiléptica:
pero ni por ésas logro ser lo que todos suponen.
Cuando me quemo un poco los codos, la observo melancólica.
Heidi asegura acordarse mucho de Espinete,
punzones en su pelo, extraña Medusa, tan rosa la vulva de las yeguas.
Cuánto me duele ser una sombra en la puerta del colegio.
¿Justo ahora quieres tarta, Heidi? Yo te diré.
Te diré que derrumbo el pastel para que alguien
me enseñe a morder cerezas:
terciopelo por fuera, lino áspero por dentro.
Te diré que por tu culpa perdí la palabra luna mientras huía.
No llores, Heidi. No puedo rescatar los astrolabios.
Mira, Heidi, las letras de tabaco
esparciendo monigotes en cada primavera.
Tengo sueño. Mañana escalaremos la montaña
que tenga menos flores — tierra blanca como el mármol — ,
o la que más te recuerde a nuestro hogar. Somos fugitivas.
Aparco mi cabeza en el borde de este poema,
que es un mapa de metáforas manchado de café.
Parece que mi Heidi también duerme.
Pero no.
Ella es cruel como las institutrices políglotas.
Heidi, mientras rezo, se masturba al oeste de mi pecho.
De Vacaciones, El gaviero, 2004:
L'ENFANT TERRIBLE
Mi chico azul surgió de un tren celeste.
Azul su discman y el CD de Los Planetas,
era tan frágil que sólo hablaba con monos ebrios
—colgados de farolas en medio del océano—
y acariciaba su codo con acento de verano en Irlanda.
En la arena, el hueco de su talón imitaba
al cortafuegos abierto por las mandíbulas de Hansel,
negándome la dulce perversión de sus paredes.
Diez minutos construyeron mi paraíso mirándole las uñas.
Sólo porque él fue mi fetiche —azul napoleónico de Elba—,
decidí cobijarle para siempre en mi mochila
—entre los libros de poemas y mis bragas—,
pero me rechazó con la distinción que le supuse.
Pez azul chocando contra mis tobillos,
el cielo de su boca se encapotó al querer cruzarlo:
demasiado azul, demasiado azul, demasiado azul.
VACACIONES
Sus ojos tenían color de canción.
Ejército burbujeante -batido de frambuesa-,
al escapar de las olas sus mechones derramaban
a contratiempo, columna vertebral abajo,
el dulce escalofrío del verano.
Volteo mis ojos y mi sabor se antagoniza,
salado como el mar declinando en aquel chico.
De Tara, DVD, 2006:
TARA
III
La franela protege mi vida subterránea. El mundo, bajo las
.........sábanas, se percibe diferente:
su grosor iba a alejarme de colmillos y radiactividad, iba a
.........librarme del ataque de los monstruos.
Tulipanes amarillos sobre fondo azul. Prozac para las horas
.........oscuras. Costaba respirar bajo las sábanas. Las pesadillas
.........formaban parte
de un estrato ajeno a mi dormitorio, por encima de las
.........nubes, allá donde la asfixia ocurre con la misma frecuencia
que debajo de la manta. Justo cuando no podía respirar me
.........rescatabas, y yo dormía abrazada a ti, mis cuatro, cinco
.........años, y las pesadillas se digerían con el desayuno.
Todo cuanto tengo
te lo debo. Aprendiste a leer con cinco años. Con ochenta
.........escribiste, en un cuaderno de hojas cuadriculadas, tu
.........vida. Felicidad fue tu última palabra-
Ahora que has muerto, más allá de la puerta cerrada de
.........mi cuarto, mientras las hermanas viejas corren a
.........refugiarse bajo los soportales,
alguien que no soy yo, pero se me parece, escribe en una
.........cabina telefónica con rotulador negro permanente:
Dios, ven aquí,
atrévete a volver a hacerlo,
ahora
soy más grande que tú.
PEZ
Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela
.........abría el pescado en vertical, leyendo mi futuro.
Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado:
.........las marcas de la muerte no deben infectarse.
Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto
.........del colegio, preguntaba qué había de almorzar, relamía
.........mis gracias y decía:
peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al
.........terminar de comer nos sentábamos juntas, veíamos la
.........televisión juntas, espirábamos juntas cada tarde.
Vivir era costumbre de las dos,
y en verano me enfadaba al verla caminar
orilla arriba
....................orilla abajo:
yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se
.........resfriase, o simplemente estar lejos de ella unos
.........minutos.
Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a
.........limpiarme la arena de los pies, a buscar mis ceras en
.........la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.
El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he
.........querido encontrarte tranquila, repitiendo tus historias,
.........sonriendo al recordar los buenos tiempos, como
.........siempre, siguiendo las costumbres de mi infancia.
Pero ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me
.........agarra por la espalda y me golpea, recuerda tantas cosas
.........que vuelvo a tener miedo,
y mis ojos
resbalan en mis manos
húmedos
como el pez del invierno.
¿TE DAS CUENTA DE QUE TODAS LAS PERSONAS
QUE CONOCES MORIRÁN ALGÚN DÍA?
THE FLAMING LIPS
I
Los alumnos de la clase de matemáticas dijeron:
sabemos que has llorado porque tienes los ojos igual que el sol
.........cuando se apaga, las manos vacías, los errores cortados en
.........las palmas.
Respondí que mi ropa era negra porque venía de dcir adiós
.........a una persona.
Es muy triste despedirse, contestaron, no saber que en varios
.........días no verás más a quienes quieres,
nos pasa cuando vamos al campo y nuestros padres se alejan en
.........el coche, mareando los párpados al aire.
Mi abuelo murió antes de que yo naciera. Mi madre
.........aprendó a llorar durante la fiesta de sus quince años.
Perdí más que vosotros,
y vengo de un adiós que duele mucho; esta mañana me
.........ha costado abrir los ojos.
mientras dormía un monstruo los llenó de pegamento, lo
.........sentí respirar muy cerca de mi nuca.
La pierna con lazos, su tijera de la boca, lo sabía: vienes de
.........la misa, lo supe al ver que faltabas a dibujo.
Durante diez años he odiado a las niñas que piensan y
.........suponen: y qué si mi mañana en el infierno.
Saber y no impedir:
entonces,
¿porque no me avisaste
del dolor que aguardaba?
EL FUNERAL
Los niños accedíamos a la iglesia por la puerta lateral. En
.........fila india, junto a la pared, arrastrábamos los pies hasta
.........los bancos vacíos;
nuestros chándales al fondo del templo, vigilados por sus
.........compañeros de trabajo, nuestras mochilas al mismo
.........nivel que el ataúd.
No permitíamos el rezo con nuestros murmullos: el sacerdote
.........chistaba salpicándose el hábito. Los Niños Hormiga
.........reían, planeando la jornada libre por defunción;
Otros analizaban las primeras filas, sus aspavientos, los
.........suspiros en señal de indiferencia. El Niño Rojo vencía
.........al papel de plata, arrancaba
el pan y el queso de su bocadillo, mordisco a mordisco se
.........adornaba con migas el labio superior, cabeza al suelo.
.........El resto estudiaba la iglesia, la Niña Caballo contaba
historias aprendidas de su padre: estilo románico, tumbas en
.........cada losa.
Yo alternaba la atención a los mayores, siéntate, incorpórate,
.........repite alabanzas, con el dibujo de las vírgenes en mi
.........cuaderno de dos rayas.
La misa transcurría como cualquier otra clase de religión.
.........Intercambiábamos la paz, alguno se coló para masticar
.........la carne del cadáver, carne húmeda de la sangre del
.........cadáver.
La bendición organizó nuestra salida; codos impacientes,
.........visto bueno, regresamos a casa.
Al día siguiente, con solo dar las nueve, susurramos a coro
.........el Padrenuesto.
EN TIEMPO DE DESOLACIÓN
SAN IGNACIO DE LOYOLA
III
Entre canción y canción, Rut habla por la radio. Yo escucho
.........su mensaje tecnológico; túnica y sandalias pra
.........ordenarme apóstol. Su religión
no depende de la sangre; Rut basa sus mandatos en la tierra.
.........Allí donde descansas. Sus palabras
bailarán en mi cabeza, hibernarán en una estantería y las
.........calentaré cuando las necesite; sus palabras del oído al
.........estómago,
frenéticas, derramadas: a metal el sabor de cuanto Rut dice,
.........tres en uno, sabe a cuchillo, a tijeras,
las palabras de Rut subrayan cuanto quieres esconder.
Rut hiere cuando habla, convierte las heridas en valles
que repoblar.
Rut habla por la radio. Su mensaje es el más convincente
.........de los anuncios publicitarios, entre canción y canción
.........Rut
..........................donde tú vayas iré yo, donde tú vivas, viviré yo;
.........tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; donde
.........tú mueras, moriré yo; allí quiero ser enterrada. Que me
.........castigue Dios sialgo fuera de la muerte me separa de ti)
me reafirma en lo que siento
al recordarte.
De Chatterton, Visor, 2014:
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: ASCENSO
Morado o violeta o azul sucio, más
bien: una maceta de plástico negro con una hortensia
que se asoma al balcón. La vida costaba
dieciocho euros y no había
nada que temer. Para la supervivencia compré un manual
sobre jardinería; bastaba con anotar cuándo
crecer en un tiesto de cerámica, cuándo el pulgón y cuándo
los esquejes.
Porque toda mujer se casa con su casa,
desde la terraza
mi salón con ropa de domingo:
mesa en el centro, mantel blanco, muchos platos rebosantes,
mi amor feliz,
sereno,
y en el primer plano de la fotografía
una maceta
de plástico negro con una hortensia
morada o violeta o más bien azul sucio
que se asoma al balcón.
En su sitio el estribillo de los electrodomésticos, el servicio
de dos para cada comida, todavía dos
—él, yo: las plantas cuentan por su cuenta— sentados al almuerzo,
todavía los designios familiares —flechazo, noviazgo,
aceptación, convivencia: más tarde matrimonio, hijos, nuevos
volúmenes en el álbum de sus casas— todavía sentados
al almuerzo. Todo en su sitio.
Mientras tanto, en la casa, el hombre duerme.
La mujer
no.
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: PULGÓN
Zarpa una flor desde Brasil hasta Francia,
y con su simbolismo condena a la mujer
que la riega en una maceta de plástico negro
asomada al balcón.
De haber escogido un jazmín o una begonia
para la terraza de nuestro piso de alquiler,
de haber atendido a la florista
—la han arrancado de su hábitat: por mucho que te empeñes, nada sobrevive
en un clima al que no pertenece—
qué escribiría hoy
dónde viviría hoy
con quién sería.
Pero la hortensia es solo una flor.
Y los rastros del daño de la piel de la planta
dejan también su rastro de daño en las manos que la cuidan
aunque la hortensia sea solo una flor.
Porque cuando todo va bien
algo se mancha.
De modo que sí, que esto es el fracaso: una mota oscura y leve
sobre la piel,
más hebra de tizne que se marca cuando la yema del dedo insiste en ella
y se aferra en lugar de borrarla;
más hebra de tizne que lunar
como ningún libro explicó,
más mancha que hebra, que tizne o que lunar, más
es.
Mientras tanto, en la casa, el hombre duerme.
La mujer
no.
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: CAÍDA
Fiel al mecanismo de la época en la que los narradores omniscientes
habitaban en cada personaje
ensayé la justificación: un balcón lleno de plantas
cultivando su propio idioma.
En él
...........con él
............................hablaba. No atendía a los consejos
por teléfono; nunca comprendí
las advertencias de los manuales de jardinería.
Pese a los genes que indicaban mi buena disposición
ante una maceta de hortensias en las peores condiciones,
no conseguí más que unos brazos de plástico negro y unos pechos como
hortensias de color morado o violeta o azul sucio
cuando miento y respondo como si algo fuera bien.
Ninguna mujer se casa con sus plantas.
Ante el pulgón, dos únicos remedios: arrojar la planta a la basura
o cederla a mis mayores. En esta situación
—para el insecticida es tarde—
una madre sabrá cómo actuar.
Mientras tanto, en la casa, la mujer duerme.
El hombre
ya no está.
EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO
Bienvenido, hueco; bienvenidas,
fechas señaladas, vidas de tres o cuatro
años en cajas
de cartón. Tanto entregué que se marcha conmigo.
Ni un vacío: vidas de tres o cuatro años,
sus siluetas marcando la pared.
Después, allí donde me hablaban
los encajes, allí donde me hablaban, el edificio
y su diccionario ‒cuánto dejarían escapar‒ los pintaron
de blanco. Me acusaron del comercio.
Pequeñas cajas, ¿qué pensasteis de mí?
El poema se prende entre una casa y otra
y entre una casa y otra, de esta manera,
se empieza otra vez.
Bienvenida, pródiga:
¿qué pensaron que haría? Me libré
de los templos. Sonreídme, decid
adiós al hueco: dadnos hoy
la boca que sople y apague el volcán.
UNA PLEGARIA POR LAS MUJERES SOLTERAS
Ángel
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que duermen varias noches en un piso de soltero,
¿lo sabías?
Antes del amor el hombre
se entrena golpeando.
Su hogar lo construye con el ruido:
tan firmes las paredes
tan familiares tan firmes las paredes,
los cimientos de su casa los ha hundido daño a daño.
Ángel del sexo
con los inquilinos de pisos de soltero,
ángel del no querer oír
de las solteras,
¿lo sabías?
Después del amor
el hombre se incorpora para escoger un disco
y suena una canción y susurra
me gusta esta canción:
para entonces está otra vez dentro de ella.
Luego habla de su hogar en otra parte
y de quienes viven en él -sin él, en ese hogar más suyo:
.........enseña fotos-
y la mujer lo abraza y él susurra
me gusta estar contigo.
Y la mujer oye.
Ángel del suelo sin barrer
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que pasean desnudas por los pisos de soltero,
¿lo sabías?
Antes del amor la mujer predijo su futuro. Junto a él,
en su sofá, ella se fijó en sus libros. Debe de ser bueno
un hombre que lee así. (Pero también antes del amor
los amigos del hombre predijeron su futuro).
Debe de ser bueno
un piso en el que distingues dónde pisaste la otra noche
y dónde pisó la otra la anterior.
Ángel del frigorífico vacío
de los pisos de soltero,
de las solteras que se conforman
y desayunarán solas, más tarde,
¿tú lo sabías?
Después del amor la mujer se ducha mientras
el hombre fuma en el pequeño salón de su piso
de soltero. Se despiden,
dos amigos: ella viste la ropa de la noche
anterior, él se avergüenza.
Pero tú
ya lo sabías.
CHATTERTON
Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante diecisiete años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.
A VIRGINIA, MADRE DE DOS HIJOS,
COMPAÑERA DE PRIMARIA DE LA AUTORA
Ocupáis tres asientos frente a mí en el autobús que se desplaza
desde nuestro barrio alejado del centro
al centro;
al centro de nuestra localidad minúscula, entiéndase, no al
.........centro de las cosas, no a la esencia misma ni a la
.........materia nuclear donde la vida
bang
donde la vida
se expande y obedece a todos los fenómenos ‒etcétera‒ que dicta
la astrofísica. Lo proclaman las asignaturas que rodeábamos
.........porque éramos de letras; lo proclaman los
.........inexpugnables mecanismos que atañen a vocablos tan
.........comunes
como universo, vida, muerte, amor.
Ocupáis tres asientos frente a mí
en la parte trasera del transporte público: el niño a la
.........derecha, en el centro la niña, la madre a la izquierda.
Ahora tú, hija pequeña de Virginia: chándal rosa gastado ‒igual
que los plumieres de tu madre‒ con un personaje
que mi edad y condición soltera ignoran.
Ahora tú, hijo mayor de Virginia, intuyo en tu barbilla y tus orejas
los rasgos que heredaste de tu padre, y me pregunto
si Virginia los maldice
‒Virginia, ¿los maldices?‒
a la hora del baño.
Pero tú, Virginia, tan rubia, ¿lo recuerdas?
Allá donde entonces combatíamos piojos
ahora
bang
ahora
escondemos el tiempo.
Aquí tú lees una revista, Virginia, aquí tú no me reconoces:
.........¿te sirven los consejos del cuché,
oh tú, tan rubia e inocente?
Virginia, siempre con mi edad y ahora con dos hijos, sin
.........anillo en el dedo, con un bolso colmado de galletas:
Virginia, hijo mayor de Virginia, hija pequeña de Virginia,
años luz.............caídos
años luz.............quebrados en la comisura de los labios,
cerrad los ojos y pedid un deseo
frente a mí
en el autobús destartalado que nos salva del barrio
.........periférico y nos acerca
al centro, lejos de los bancos en los que los adolescentes
.........beben y las noches golpean los jardines,
cierra los ojos, Virginia,
porque en estos veintiocho minutos de trayecto he pensado en nosotras,
en ti que no me reconoces veinte años más tarde, en tus canas
.........donde la gente que nunca te habló, en tus canas
.........donde la gente
reía y se burlaba.
Cristal del autobús junto a Virginia, espejito de ambas,
tus uñas rojas comidas al fregar los platos, una gota de laca
.........roja en tu dedo anular,
oh Virginia, oh rubia e inocente,
yo he pensado en nosotras,
bang
yo he pensado en nosotras.
No sé si sabes a lo que me refiero.
Te estoy hablando del fracaso.
ELENA MEDEL
Elena Medel (Córdoba, 29 de abril de 1985) es una poeta, novelista, crítica literaria y editora española. Dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia. En 2020, publicó su primera novela, Las maravillas, ganadora del Premio Francisco Umbral al Libro del Año y considerado como uno de los mejores libros en español de 2020 según los críticos de ABC Cultural y que ha sido traducida a nueve idiomas.
Biografía
Nació en Córdoba y estudió Filología Hispánica en la Universidad de Córdoba. Empezó a cultivar desde pequeña la narrativa y conocer la obra de Federico García Lorca la inspiró a los 11 años a empezar a escribir poesía, explica en sus entrevistas.
Logró el premio Andalucía Joven concedido por el Instituto Andaluz de la Juventud y en 2006 disfrutó de una beca del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes.
Ha publicado diversos poemarios entre ellos Mi primer bikini (DVD, 2002), con el que obtuvo el premio Andalucía Joven, Tara (2006) y Chatterton (Visor, 2014), que ganó el premio Loewe en su categoría Creación Joven en 2013. También es autora de los cuadernos Vacaciones (2004) y Un soplo en el corazón (2007).
También dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia.
Sus poemas han sido traducidos al alemán, árabe, armenio, esloveno, euskera, francés, inglés, italiano, polaco, portugués, rumano, sueco y swahili.
Su obra aparece en numerosos recuentos de la poesía reciente. También narradora, sus cuentos aparecen en diversas antologías.
En 2018 publicó Todo lo que hay que saber sobre poesía, un libro en el que nos acerca de forma entretenida y didáctica a la poesía, incluida su historia.
Dos años después, en 2020 publica Las maravillas, su primera novela, en la que plantea el peso del dinero en la vida de las personas, la precariedad y a pesar de ello la esperanza.
( Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Elena_Medel )
*
Algunos poemas de Elena Medel:
De Mi primer bikini, DVD, 202:
BELLUM JEANS
Hoy, por fin, descubro que tengo buena suerte.
Que cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Que mi estómago ha aprendido del mito de Narciso
y ya silencia él sólo su grito desgarrado:
la desgracia de la hermosura ansío para mí.
Que mis dedos escarban y consiguen rescatar lo inútil,
o lo útil que yo sé -o creo- que no sirve.
Por merecer la más bella envoltura rezo cada noche.
Por ser la vencedora en la batalla diaria de Zara:
la guerra de los pantalones vaqueros más estrechos,
de colores, con dibujos, los de marca, los más caros,
porque cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Por liderar el ranking de los cuerpos más apetecibles,
más llamativos, por una cosa u otra, a la cabeza
de las sedas varoniles, los mentones perfectos,
el vello hermoso enmarcando sus labios.
Aunque no sea alta ni melancólica ni mis manos expertas.
Insignificante, sonriente e ingenua como soy
acumulo mandatos de porcelana en el cubo de basura.
Y cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Magnífica estrella la mía. Hoy, por lo menos,
después de la austeridad de ya no hay llave,
tan sólo me duele la habitación número trece.
Y es un lujo morir habiendo prescindido del desayuno.
CENICIENTA
Espero al último baile.
Cera sellando cartas de amantes,
busqué los zapatos más lindos del vertedero,
los regueros de polvo de ángel
en la comisura de mis labios.
Y aquí estoy. Sin calabazas de algodón
ni ratones mordisqueando entre los dedos de mis pies.
Como pedigüeña entre sándwiches y Pepsis,
arrastrando las cadenas de rafia,
enumerando a las mercenarias
de aros gigantes y zapatos de vainilla.
Ya no quedan príncipes para mis vaqueros.
Jamás, me juro, seré tan asquerosamente bella.
MI PRIMER BIKINI
Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.
Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.
Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.
Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.
LUNA MENGUANTE
Y si alguna vez me preguntan quién es Heidi, respondo:
manzana es una extraña forma del invierno.
Su acidez, el escalofrío de saberse en el camino acertado;
su aspereza, el beso envenenando de todas las leyendas.
Quien quería saber esto se asemejaba a esos sastres
que muestran todos los versos que riman
cogidos con alfiler a su traje carísimo.
Dime alguna metáfora bonita, hurgaba en mis calcetines.
Muerte. Eso no es una metáfora. ¿No? Dime algo más hermoso.
Una sola palabra no rima con nada. ¡Herejía!
Se fue con sus versos, todos iguales, como la ropa de Heidi.
Aquí dejó sus dientes. Al verlos supe que soy
todas esas veces en que mi espalda era un tobogán
y alguien se deslizó por ella sin pagar:
soy la pegatina que no viene con ningún chicle.
Chicles que saben a fresa como los lóbulos de Heidi.
Heidi afila cuchillos para cortar la tarta,
deseando mancharse con la palabra chocolate.
Después, uno a uno, los soldados le chuparán
la barbilla cuando sea febrero, por ejemplo.
Cuando se derrita la tarta que hice en casa.
Entonces la palabra luna se me zambullía en el ombligo.
LUNA NUEVA
Según Heidi, no soy lo que todos suponen que debo ser.
Huelo a pólvora y algún día fui sangre seca.
Ella y yo hacemos una hoguera de pergaminos legendarios,
de espuma gris que araña el pedestal,
de madera astillada y escamas metálicas,
hoguera de cuero negro y corazón desvencijado,
de estalactitas amontonadas, humo cósmico asciende,
hoguera sola, sola como yo, que me derramo epiléptica:
pero ni por ésas logro ser lo que todos suponen.
Cuando me quemo un poco los codos, la observo melancólica.
Heidi asegura acordarse mucho de Espinete,
punzones en su pelo, extraña Medusa, tan rosa la vulva de las yeguas.
Cuánto me duele ser una sombra en la puerta del colegio.
¿Justo ahora quieres tarta, Heidi? Yo te diré.
Te diré que derrumbo el pastel para que alguien
me enseñe a morder cerezas:
terciopelo por fuera, lino áspero por dentro.
Te diré que por tu culpa perdí la palabra luna mientras huía.
No llores, Heidi. No puedo rescatar los astrolabios.
Mira, Heidi, las letras de tabaco
esparciendo monigotes en cada primavera.
Tengo sueño. Mañana escalaremos la montaña
que tenga menos flores — tierra blanca como el mármol — ,
o la que más te recuerde a nuestro hogar. Somos fugitivas.
Aparco mi cabeza en el borde de este poema,
que es un mapa de metáforas manchado de café.
Parece que mi Heidi también duerme.
Pero no.
Ella es cruel como las institutrices políglotas.
Heidi, mientras rezo, se masturba al oeste de mi pecho.
De Vacaciones, El gaviero, 2004:
L'ENFANT TERRIBLE
Mi chico azul surgió de un tren celeste.
Azul su discman y el CD de Los Planetas,
era tan frágil que sólo hablaba con monos ebrios
—colgados de farolas en medio del océano—
y acariciaba su codo con acento de verano en Irlanda.
En la arena, el hueco de su talón imitaba
al cortafuegos abierto por las mandíbulas de Hansel,
negándome la dulce perversión de sus paredes.
Diez minutos construyeron mi paraíso mirándole las uñas.
Sólo porque él fue mi fetiche —azul napoleónico de Elba—,
decidí cobijarle para siempre en mi mochila
—entre los libros de poemas y mis bragas—,
pero me rechazó con la distinción que le supuse.
Pez azul chocando contra mis tobillos,
el cielo de su boca se encapotó al querer cruzarlo:
demasiado azul, demasiado azul, demasiado azul.
VACACIONES
Sus ojos tenían color de canción.
Ejército burbujeante -batido de frambuesa-,
al escapar de las olas sus mechones derramaban
a contratiempo, columna vertebral abajo,
el dulce escalofrío del verano.
Volteo mis ojos y mi sabor se antagoniza,
salado como el mar declinando en aquel chico.
De Tara, DVD, 2006:
TARA
III
La franela protege mi vida subterránea. El mundo, bajo las
.........sábanas, se percibe diferente:
su grosor iba a alejarme de colmillos y radiactividad, iba a
.........librarme del ataque de los monstruos.
Tulipanes amarillos sobre fondo azul. Prozac para las horas
.........oscuras. Costaba respirar bajo las sábanas. Las pesadillas
.........formaban parte
de un estrato ajeno a mi dormitorio, por encima de las
.........nubes, allá donde la asfixia ocurre con la misma frecuencia
que debajo de la manta. Justo cuando no podía respirar me
.........rescatabas, y yo dormía abrazada a ti, mis cuatro, cinco
.........años, y las pesadillas se digerían con el desayuno.
Todo cuanto tengo
te lo debo. Aprendiste a leer con cinco años. Con ochenta
.........escribiste, en un cuaderno de hojas cuadriculadas, tu
.........vida. Felicidad fue tu última palabra-
Ahora que has muerto, más allá de la puerta cerrada de
.........mi cuarto, mientras las hermanas viejas corren a
.........refugiarse bajo los soportales,
alguien que no soy yo, pero se me parece, escribe en una
.........cabina telefónica con rotulador negro permanente:
Dios, ven aquí,
atrévete a volver a hacerlo,
ahora
soy más grande que tú.
PEZ
Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela
.........abría el pescado en vertical, leyendo mi futuro.
Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado:
.........las marcas de la muerte no deben infectarse.
Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto
.........del colegio, preguntaba qué había de almorzar, relamía
.........mis gracias y decía:
peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al
.........terminar de comer nos sentábamos juntas, veíamos la
.........televisión juntas, espirábamos juntas cada tarde.
Vivir era costumbre de las dos,
y en verano me enfadaba al verla caminar
orilla arriba
....................orilla abajo:
yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se
.........resfriase, o simplemente estar lejos de ella unos
.........minutos.
Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a
.........limpiarme la arena de los pies, a buscar mis ceras en
.........la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.
El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he
.........querido encontrarte tranquila, repitiendo tus historias,
.........sonriendo al recordar los buenos tiempos, como
.........siempre, siguiendo las costumbres de mi infancia.
Pero ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me
.........agarra por la espalda y me golpea, recuerda tantas cosas
.........que vuelvo a tener miedo,
y mis ojos
resbalan en mis manos
húmedos
como el pez del invierno.
¿TE DAS CUENTA DE QUE TODAS LAS PERSONAS
QUE CONOCES MORIRÁN ALGÚN DÍA?
THE FLAMING LIPS
I
Los alumnos de la clase de matemáticas dijeron:
sabemos que has llorado porque tienes los ojos igual que el sol
.........cuando se apaga, las manos vacías, los errores cortados en
.........las palmas.
Respondí que mi ropa era negra porque venía de dcir adiós
.........a una persona.
Es muy triste despedirse, contestaron, no saber que en varios
.........días no verás más a quienes quieres,
nos pasa cuando vamos al campo y nuestros padres se alejan en
.........el coche, mareando los párpados al aire.
Mi abuelo murió antes de que yo naciera. Mi madre
.........aprendó a llorar durante la fiesta de sus quince años.
Perdí más que vosotros,
y vengo de un adiós que duele mucho; esta mañana me
.........ha costado abrir los ojos.
mientras dormía un monstruo los llenó de pegamento, lo
.........sentí respirar muy cerca de mi nuca.
La pierna con lazos, su tijera de la boca, lo sabía: vienes de
.........la misa, lo supe al ver que faltabas a dibujo.
Durante diez años he odiado a las niñas que piensan y
.........suponen: y qué si mi mañana en el infierno.
Saber y no impedir:
entonces,
¿porque no me avisaste
del dolor que aguardaba?
EL FUNERAL
Los niños accedíamos a la iglesia por la puerta lateral. En
.........fila india, junto a la pared, arrastrábamos los pies hasta
.........los bancos vacíos;
nuestros chándales al fondo del templo, vigilados por sus
.........compañeros de trabajo, nuestras mochilas al mismo
.........nivel que el ataúd.
No permitíamos el rezo con nuestros murmullos: el sacerdote
.........chistaba salpicándose el hábito. Los Niños Hormiga
.........reían, planeando la jornada libre por defunción;
Otros analizaban las primeras filas, sus aspavientos, los
.........suspiros en señal de indiferencia. El Niño Rojo vencía
.........al papel de plata, arrancaba
el pan y el queso de su bocadillo, mordisco a mordisco se
.........adornaba con migas el labio superior, cabeza al suelo.
.........El resto estudiaba la iglesia, la Niña Caballo contaba
historias aprendidas de su padre: estilo románico, tumbas en
.........cada losa.
Yo alternaba la atención a los mayores, siéntate, incorpórate,
.........repite alabanzas, con el dibujo de las vírgenes en mi
.........cuaderno de dos rayas.
La misa transcurría como cualquier otra clase de religión.
.........Intercambiábamos la paz, alguno se coló para masticar
.........la carne del cadáver, carne húmeda de la sangre del
.........cadáver.
La bendición organizó nuestra salida; codos impacientes,
.........visto bueno, regresamos a casa.
Al día siguiente, con solo dar las nueve, susurramos a coro
.........el Padrenuesto.
EN TIEMPO DE DESOLACIÓN
SAN IGNACIO DE LOYOLA
III
Entre canción y canción, Rut habla por la radio. Yo escucho
.........su mensaje tecnológico; túnica y sandalias pra
.........ordenarme apóstol. Su religión
no depende de la sangre; Rut basa sus mandatos en la tierra.
.........Allí donde descansas. Sus palabras
bailarán en mi cabeza, hibernarán en una estantería y las
.........calentaré cuando las necesite; sus palabras del oído al
.........estómago,
frenéticas, derramadas: a metal el sabor de cuanto Rut dice,
.........tres en uno, sabe a cuchillo, a tijeras,
las palabras de Rut subrayan cuanto quieres esconder.
Rut hiere cuando habla, convierte las heridas en valles
que repoblar.
Rut habla por la radio. Su mensaje es el más convincente
.........de los anuncios publicitarios, entre canción y canción
.........Rut
..........................donde tú vayas iré yo, donde tú vivas, viviré yo;
.........tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; donde
.........tú mueras, moriré yo; allí quiero ser enterrada. Que me
.........castigue Dios sialgo fuera de la muerte me separa de ti)
me reafirma en lo que siento
al recordarte.
De Chatterton, Visor, 2014:
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: ASCENSO
Morado o violeta o azul sucio, más
bien: una maceta de plástico negro con una hortensia
que se asoma al balcón. La vida costaba
dieciocho euros y no había
nada que temer. Para la supervivencia compré un manual
sobre jardinería; bastaba con anotar cuándo
crecer en un tiesto de cerámica, cuándo el pulgón y cuándo
los esquejes.
Porque toda mujer se casa con su casa,
desde la terraza
mi salón con ropa de domingo:
mesa en el centro, mantel blanco, muchos platos rebosantes,
mi amor feliz,
sereno,
y en el primer plano de la fotografía
una maceta
de plástico negro con una hortensia
morada o violeta o más bien azul sucio
que se asoma al balcón.
En su sitio el estribillo de los electrodomésticos, el servicio
de dos para cada comida, todavía dos
—él, yo: las plantas cuentan por su cuenta— sentados al almuerzo,
todavía los designios familiares —flechazo, noviazgo,
aceptación, convivencia: más tarde matrimonio, hijos, nuevos
volúmenes en el álbum de sus casas— todavía sentados
al almuerzo. Todo en su sitio.
Mientras tanto, en la casa, el hombre duerme.
La mujer
no.
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: PULGÓN
Zarpa una flor desde Brasil hasta Francia,
y con su simbolismo condena a la mujer
que la riega en una maceta de plástico negro
asomada al balcón.
De haber escogido un jazmín o una begonia
para la terraza de nuestro piso de alquiler,
de haber atendido a la florista
—la han arrancado de su hábitat: por mucho que te empeñes, nada sobrevive
en un clima al que no pertenece—
qué escribiría hoy
dónde viviría hoy
con quién sería.
Pero la hortensia es solo una flor.
Y los rastros del daño de la piel de la planta
dejan también su rastro de daño en las manos que la cuidan
aunque la hortensia sea solo una flor.
Porque cuando todo va bien
algo se mancha.
De modo que sí, que esto es el fracaso: una mota oscura y leve
sobre la piel,
más hebra de tizne que se marca cuando la yema del dedo insiste en ella
y se aferra en lugar de borrarla;
más hebra de tizne que lunar
como ningún libro explicó,
más mancha que hebra, que tizne o que lunar, más
es.
Mientras tanto, en la casa, el hombre duerme.
La mujer
no.
MACETA DE HORTENSIAS EN NUESTRA
TERRAZA: CAÍDA
Fiel al mecanismo de la época en la que los narradores omniscientes
habitaban en cada personaje
ensayé la justificación: un balcón lleno de plantas
cultivando su propio idioma.
En él
...........con él
............................hablaba. No atendía a los consejos
por teléfono; nunca comprendí
las advertencias de los manuales de jardinería.
Pese a los genes que indicaban mi buena disposición
ante una maceta de hortensias en las peores condiciones,
no conseguí más que unos brazos de plástico negro y unos pechos como
hortensias de color morado o violeta o azul sucio
cuando miento y respondo como si algo fuera bien.
Ninguna mujer se casa con sus plantas.
Ante el pulgón, dos únicos remedios: arrojar la planta a la basura
o cederla a mis mayores. En esta situación
—para el insecticida es tarde—
una madre sabrá cómo actuar.
Mientras tanto, en la casa, la mujer duerme.
El hombre
ya no está.
EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO
Bienvenido, hueco; bienvenidas,
fechas señaladas, vidas de tres o cuatro
años en cajas
de cartón. Tanto entregué que se marcha conmigo.
Ni un vacío: vidas de tres o cuatro años,
sus siluetas marcando la pared.
Después, allí donde me hablaban
los encajes, allí donde me hablaban, el edificio
y su diccionario ‒cuánto dejarían escapar‒ los pintaron
de blanco. Me acusaron del comercio.
Pequeñas cajas, ¿qué pensasteis de mí?
El poema se prende entre una casa y otra
y entre una casa y otra, de esta manera,
se empieza otra vez.
Bienvenida, pródiga:
¿qué pensaron que haría? Me libré
de los templos. Sonreídme, decid
adiós al hueco: dadnos hoy
la boca que sople y apague el volcán.
UNA PLEGARIA POR LAS MUJERES SOLTERAS
Ángel
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que duermen varias noches en un piso de soltero,
¿lo sabías?
Antes del amor el hombre
se entrena golpeando.
Su hogar lo construye con el ruido:
tan firmes las paredes
tan familiares tan firmes las paredes,
los cimientos de su casa los ha hundido daño a daño.
Ángel del sexo
con los inquilinos de pisos de soltero,
ángel del no querer oír
de las solteras,
¿lo sabías?
Después del amor
el hombre se incorpora para escoger un disco
y suena una canción y susurra
me gusta esta canción:
para entonces está otra vez dentro de ella.
Luego habla de su hogar en otra parte
y de quienes viven en él -sin él, en ese hogar más suyo:
.........enseña fotos-
y la mujer lo abraza y él susurra
me gusta estar contigo.
Y la mujer oye.
Ángel del suelo sin barrer
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que pasean desnudas por los pisos de soltero,
¿lo sabías?
Antes del amor la mujer predijo su futuro. Junto a él,
en su sofá, ella se fijó en sus libros. Debe de ser bueno
un hombre que lee así. (Pero también antes del amor
los amigos del hombre predijeron su futuro).
Debe de ser bueno
un piso en el que distingues dónde pisaste la otra noche
y dónde pisó la otra la anterior.
Ángel del frigorífico vacío
de los pisos de soltero,
de las solteras que se conforman
y desayunarán solas, más tarde,
¿tú lo sabías?
Después del amor la mujer se ducha mientras
el hombre fuma en el pequeño salón de su piso
de soltero. Se despiden,
dos amigos: ella viste la ropa de la noche
anterior, él se avergüenza.
Pero tú
ya lo sabías.
CHATTERTON
Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante diecisiete años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.
A VIRGINIA, MADRE DE DOS HIJOS,
COMPAÑERA DE PRIMARIA DE LA AUTORA
Ocupáis tres asientos frente a mí en el autobús que se desplaza
desde nuestro barrio alejado del centro
al centro;
al centro de nuestra localidad minúscula, entiéndase, no al
.........centro de las cosas, no a la esencia misma ni a la
.........materia nuclear donde la vida
bang
donde la vida
se expande y obedece a todos los fenómenos ‒etcétera‒ que dicta
la astrofísica. Lo proclaman las asignaturas que rodeábamos
.........porque éramos de letras; lo proclaman los
.........inexpugnables mecanismos que atañen a vocablos tan
.........comunes
como universo, vida, muerte, amor.
Ocupáis tres asientos frente a mí
en la parte trasera del transporte público: el niño a la
.........derecha, en el centro la niña, la madre a la izquierda.
Ahora tú, hija pequeña de Virginia: chándal rosa gastado ‒igual
que los plumieres de tu madre‒ con un personaje
que mi edad y condición soltera ignoran.
Ahora tú, hijo mayor de Virginia, intuyo en tu barbilla y tus orejas
los rasgos que heredaste de tu padre, y me pregunto
si Virginia los maldice
‒Virginia, ¿los maldices?‒
a la hora del baño.
Pero tú, Virginia, tan rubia, ¿lo recuerdas?
Allá donde entonces combatíamos piojos
ahora
bang
ahora
escondemos el tiempo.
Aquí tú lees una revista, Virginia, aquí tú no me reconoces:
.........¿te sirven los consejos del cuché,
oh tú, tan rubia e inocente?
Virginia, siempre con mi edad y ahora con dos hijos, sin
.........anillo en el dedo, con un bolso colmado de galletas:
Virginia, hijo mayor de Virginia, hija pequeña de Virginia,
años luz.............caídos
años luz.............quebrados en la comisura de los labios,
cerrad los ojos y pedid un deseo
frente a mí
en el autobús destartalado que nos salva del barrio
.........periférico y nos acerca
al centro, lejos de los bancos en los que los adolescentes
.........beben y las noches golpean los jardines,
cierra los ojos, Virginia,
porque en estos veintiocho minutos de trayecto he pensado en nosotras,
en ti que no me reconoces veinte años más tarde, en tus canas
.........donde la gente que nunca te habló, en tus canas
.........donde la gente
reía y se burlaba.
Cristal del autobús junto a Virginia, espejito de ambas,
tus uñas rojas comidas al fregar los platos, una gota de laca
.........roja en tu dedo anular,
oh Virginia, oh rubia e inocente,
yo he pensado en nosotras,
bang
yo he pensado en nosotras.
No sé si sabes a lo que me refiero.
Te estoy hablando del fracaso.
ELENA MEDEL
Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 21 Ene 2023, 16:03, editado 2 veces
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