Vicente Gallego (Valencia, 1963) es un poeta español considerado uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia, de lírica romántica en torno a la belleza de lo cotidiano que dominó la lírica española en los años 80 y 90 del siglo XX. Numerosos críticos han enmarcado también en este grupo la obra de autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Carlos Marzal. Abandonó los estudios de letras para trabajar en oficios como portero y bailarín de discoteca, podador de pinos, repartidor de paquetes y pesador del vertedero de residuos tóxicos urbanos de Dos Aguas.
Premios
Premio de la Crítica Literaria Valenciana
Premio Loewe de poesía (2001)
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Gallego_(poeta) )
Algunos poemas de Vicente Gallego:
De La luz, de otra manera (1988)
SEPTIEMBRE, 2
Es ahora la vida
esta extraña y frecuente sensación
de sopor y distancia,
y es también una luz que vela el mundo:
salir del caserón tras la comida,
recorrer bajo el sol la carretera
con los ojos ardientes de un verano
y sentarme en la roca frente al mar.
Abandonarme entonces
al sonido sin pausa de la tierra
mientras me vence el sueño algún instante
y me moja las sienes con su agua bendita.
Descubrir con asombro renovado
al pescador que vuelve cada tarde,
como vuelven las olas,
como vendrá la brisa con la noche.
y esperar otra vez sobre la roca,
abrumado en el centro de la vida,
a que la sombra inunde
lentamente mi sombra.
SEPTIEMBRE, 24
Tomo a veces un tren tras la comida,
ya conoces mi amor por estas horas,
e imaginas también
el ciego traqueteo del vagón,
la fatiga en los párpados,
la irrealidad de un mundo que crepita sonámbulo
por la hipnosis del sol,
y un silencio que vibra, ese rumor
que crece desde el fondo y que es la vida
latiendo ensimismada cual si fuera
el corazón cansado de una res.
Acostumbro a volver a media tarde,
contemplo la escollera, el arrecife
donde ejercita el mar su violencia;
me detengo ante el viejo balneario
y descubro de nuevo a una pareja
que se interna en la sombra
del ruinoso edificio.
Llego después al caserón, me asalta
una desidia pegajosa, triste,
y un deseo infinito y absoluto
de todo y de la nada, un deseo
que es un hambre en el alma hasta que al fin
consigo relajarme y convocar el sueño
mientras hojeo un libro y me masturbo
sin demasiada convicción.
OCTUBRE, 14
No al engaño de aquellas dimensiones
abstractas que ignoramos: no a esos dioses
que prometen la vida tras la muerte.
La vida se concreta en nuestro cuerpo
y toda trascendencia está en la carne,
la convoca el placer,
ese instante que afirma nuestro tiempo
frente al tiempo sin fin que sordo y mudo
y ciego nos aguarda.
Quien mira el mar se olvida de sí mismo,
pero después un cuerpo le recuerda
su poder, la potencia de dos seres
bien trabados en gozo y en batalla,
suficientes y plenos en su carne,
en su muerte de tierra nada más.
OCTUBRE, 26
Hay días n que el cuerpo nos sorprende,
un olor muy intenso lo delata,
un sentirse animal que vibra y que respira.
Bajar hasta uno mismo y ensuciarse
de materia, de mundo y de calor,
bajar hasta uno mismo y ensuciarse
de muerte, de esa muerte pequeña en el deseo
que eleva nuestra carne y nos sitúa
junto al polvo,
lentísima y salada ceremonia,
mano lenta que duele y que arrebata,
cuerpo mío
borracho de calor y de existencia,
misterio al que me arrastra otro misterio:
tú, templo irrenunciable entre pasiones
y renuncias.
NOVIEMBRE, 15
Con esta sola mano
me fatigo al amarte desde lejos.
Tendido bajo el viejo ventanal,
espero a que el sudor se quede frío,
contemplo el laberinto de mis brazos.
Soy dueño de un rectángulo de cielo
que nunca alcanzaré.
Pero debemos ser más objetivos,
olvidar los afanes, los engaños,
el inútil deseo de unos versos
que atestigüen la vida. Celebrar
el silencio de un cuerpo satisfecho,
esa altura sin dios a la que llega
nuestra carne mortal. Saber así
la plenitud que algunos perseguimos:
un hombre, bajo el cielo, ve sus manos.
NOVIEMBRE, 18
Hay una claridad de lluvia no lejana
y estoy aquí sentado ante este mar
profundamente gris. No busco una respuesta
a este enigma de estar que es ir fluyendo
entre el miedo y la dicha de la carne.
Ninguna salvación, ningún consuelo
que no sea este espacio que ahora ocupo,
esta dicha de ser y de saberlo,
el hoy, mi placidez iluminada,
este abandono dulce en el aguardo
a que la luz me colme y quede solo
con este mar enfrente,
sin este nombre mío, y en mi centro.
De La plata de los días (1996):
PROFESIÓN DE FE
A Paco Díaz de Castro y Almudena del Olmo
Quizá debiera hoy felicitarme,
recibir mi cordial enhorabuena
por tantos equilibrios, por estar
aquí, sencillamente,
sencillamente pero nada fácil
habitar esta tarde, haberla conquistado
a través de batallas,
caídas, días grises, desamores, olvidos,
pequeños triunfos, muertes
muy pequeñas también,
pero también muy grandes.
Haber llegado aquí, hasta esta luz
que anoto para luego,
para acordarme luego, cuando sea difícil
admitir la existencia de esta tarde
a la que llego solo, disponible,
sano, joven aún, y decidido incluso
a olvidar el cansancio, la experiencia,
convencido de nuevo de que sí,
de que a partir de hoy, acaso, todo
lo que tanto he soñado, todavía,
pudiera sucederme.
GENERACIÓN ESPONTÁNEA
Este día nublado invita al odio,
predispone a estar triste sin motivo,
a insistir por capricho en el dolor.
Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
suenan hoy en mi alma de una forma
que a mí mismo me asombra, y hallo paz
en las cosas que ayer me perturbaban,
y hasta el negro del cielo me parece
un hermoso color.
Cuando no soportamos la tristeza,
a menudo nos salva una alegría
que nace de sí misma sin motivo,
y esa dicha es tan rara, y es tan pura,
como la flor que crece sobre el agua:
sin raíz ni cuidados que atenúen
nuestro limpio estupor.
EN LA BRIGADA DE PODA
Hace ya cierto tiempo
me otorgó la fortuna un trabajo benigno:
donde acaban las dunas, no muy lejos del mar,
estas manos aprenden los cuidados
que precisan los árboles, amparan
la vida de los pinos, y mis ojos contemplan,
en algún tronco enfermo que agoniza de pie,
una muerte que asombra por serena y por lenta.
Son jóvenes los hombres que comparten
conmigo la tarea cotidiana, y entre pinos que crecen,
y el alto sol que brilla sobre el bosque,
cada día pasean los ancianos, o pescan en la playa,
o procuran aún hacer deporte.
Casi todos saludan, sonríen, son cordiales,
nos preguntan acerca del trabajo,
parecen satisfechos de las cosas.
Cuando pasan los miro y siento frío,
y he llegado algún día a preguntarme
por qué razón no lloran o maldicen,
y si seré capaz de despedirme
con tanta dignidad. ¿Será que el hombre,
con los años, aprende a odiar la vida
como la vida acaba mereciendo, con la misma locura
que de joven la amó, y la sola idea
de perderla de vista lo consuela?
¿O es que acaso el dolor, la rabia, el miedo,
van perdiendo también su antigua fuerza
igual que pierde el brillo la alegría,
y tiene así la vida con nosotros,
por una vez, un gesto de piedad?
LO QUE AL DÍA LE PIDO
Lo que al día le pido ya no es
que me cumpla los sueños, que me entregue
los deseos cumplidos de otros días,
porque al fin he aprendido que los sueños
son igual que las alas de un insecto
y al tocarlos el hombre se deshacen;
y es que un sueño al cumplirse es otra cosa
que no ayuda a volar.
Lo que al día le pido es ese sueño
que al rozarlo se parta en otros sueños
lo mismo que una bola de mercurio,
y que brille muy lejos de mis manos.
Lo que al día le pido empieza a ser
más difícil incluso de alcanzar
que los sueños cumplidos, porque exige
la fe antigua en los sueños.
Lo que al día le pido es solamente
un poco de esperanza, esa forma modesta
de la felicidad.
RECADO DE ESCRIBIR
Para Encarna Oliva
De qué forma explicarte que por ti
lo he hecho ya casi todo: renunciar a las otras,
renunciar a las noches en que ellas
en torno a mí giraban con la música
como giran las noches, como todo giraba
en aquel tiempo hermoso que juré
detener para siempre, como gira el deseo
al que he vuelto la espalda, como también a veces
la mirada se vuelve hacia esos días
que por ti he convertido en mi vieja leyenda.
De qué forma explicarte
que por ti me he desdicho: los amigos de entonces
se sonríen al verme, no me habla
mi soledad de siempre, ni siquiera el alcohol
me sienta como antes, y he perdido
mi destreza en el baile.
De qué modo explicarte, sin que lo entiendas mal,
que hasta mi juventud me va volviendo
la espalda, que por ti
lo he hecho ya casi todo, excepto aquello
que juzgabas tan fácil, que me pediste tanto
sin que nunca supiera atender tu ilusión:
el poema de amor que por fin te dedico
y que tal vez te oculten estos versos
sin halagos, sin rosas, estos versos
que no sabrán en nada parecerse
a los que tú soñaste. Un poema de amor
verdadero, sin trampas, sin palabras hermosas.
ESTADÍSTICA
De todas las maneras que el amor
es capaz de inventar para matarse,
son las más compasivas las que muchos
consideran más crueles: la traición,
la mentira, cualquier suicidio rápido
que certifique el fin con mucha sangre
y permita lavarla con el llanto.
Pero el amor es cruel consigo mismo,
o es acaso muy torpe, porque suele
elegir una muerte sin nobleza
que se da con un alma lenta y triste:
ese gas repulsivo y venenoso
que acaban generando los bostezos.
LA INFANCIA
La infancia en mi memoria es un derroche,
una inmensa fortuna en el desierto,
una flor en las manos de un cosaco,
un tiempo en que creí no tener nada
y sin saberlo tuve lo más grande:
esa firme creencia en que los años
pondrían a mis pies el mundo entero.
La infancia se parece a esos regalos
que a los niños les hacen para luego,
diciendo que los guarden, que algún día
aprenderán sin duda a utilizarlos.
La infancia es un regalo que disgusta
porque uno no sabe de qué sirve,
y, cuando al fin lo entiende, ya lo ha roto.
A WALK ON THE WILD SIDE
A Daniel Martín y Alfredo Peral
En los días de calma como éste,
encerrado en mi casa, y encerrado
en un futuro fácil de prever,
porque el amor se alarga, la juventud se acorta,
y no encuentro un motivo para empezar de nuevo,
como hice a menudo, a romper mi equilibrio
y el corazón que sé; en los días de calma
ciertamente aburridos, sin ninguna emoción
que no sea tranquila, yo recuerdo las noches
de aquel tiempo salvaje que fue mío también.
Jamás como en la noche
ha brillado mi vida, durante aquellos años
en que viví escapado del amor,
esquivando sus trampas, temeroso y feliz
como el que s ha fugado d una cárcel
y descubre que el mundo es su pasión.
Fueron noches de estruendo y carretera
que duraban tres días; y entre alcohol, y peleas,
y ropas atrevidas, y mujeres que casi
nos herían los ojos como un golpe,
la amistad y la música y el éxtasis
nos llenaban el alma de una dulce congoja,
y bailar era entonces, durante unos segundos,
como agarrar la vida por el pelo
para hacerle el amor. Exagerarlo todo
se convirtió en mi empeño, y viví tan deprisa
que logré alguna noche advertir cómo el tiempo
arañaba mi carne, la quemaba,
y ese aviso del fuego reavivaba mi sed.
Nunca más como entonces ha brillado mi mundo.
Rodeado de cosas pasajeras, de mujeres de un día,
y hasta a veces con miedo de mi propia avidez,
sin apoyo de nadie, y buscando en las drogas
esa parte que en ellas reafirma la vida,
en los días de calma, rodeado de amor,
del apoyo de aquellos que temían por mí,
de esas drogas sutiles que casi nadie advierte
pues están diluidas en la vieja costumbre
de las cosas que a veces nos parecen más hondas
porque no nos exaltan,
y cual gotas de láudano nos llevan,
en su triste consuelo,
a un profundo sopor.
EL ETERNO RETORNO
A Pere Rovira y Celina Alegre
El ascensor de casa de mis padres,
un pub con reservado, la playa de Canet,
aquel piso alquilado con amigos,
unos cuantos hostales, y otros tantos jardines
que hay en esta ciudad.
Muchas veces, pensar en el amor me devuelve a esos sitios
que no guardan memoria del amor, pero que sí conservan
la fuerza de la carne que desató su nombre.
Recordar sentimientos es un arduo trabajo
—como cuidar enfermos terminales o embalsamar cadáveres—
que uno suele quedarse sin cobrar.
Sin embargo, el recuerdo del sexo no se muere,
sus escenas las guarda
nuestra más fiel memoria congeladas,
una extraña memoria que nos deja
devolverles la vida algunas veces
con la sabia asistencia
de nuestras propias manos, pues su semilla queda
enterrada en el cuerpo, y rebrota con fuerza renovada
desde dentro del cuerpo
si el deseo la riega y le da su calor.
Toda felicidad acaba siendo
una rota muñeca con que el hombre se engaña,
pues la dicha que muere nunca vuelve
y su cuerpo se mezcla con el polvo;
pero el placer renace de sí mismo
y se renueva
con la fuerza admirable de cualquier vegetal.
Con el amor que tuve a las mujeres
he ido construyendo un cementerio,
pero el placer que hallé sobre sus cuerpos
lo convierte a menudo en un jardín.
PROYECTOS DE FUTURO
Esta tarde soy rico porque tengo
todo un cielo de plata para mí,
soy el dueño también de esta emoción
que es nostalgia a la vez de los días pasados
y una dulce alegría por haberlos vivido.
Cuanto ya me dejó me pertenece
transformado en tristeza, y lo que al fin intuyo
que no habré de alcanzar se ha convertido
en un grato caudal de conformismo.
Mi patrimonio aumenta a cada instante
con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
y perder significa haber tenido.
Ya no tengo ambiciones, pero tengo
un proyecto ambicioso como nunca lo tuve:
aprender a vivir sin ambición,
en paz al fin conmigo y con el mundo.
Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 25 Feb 2023, 11:09, editado 2 veces
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