Aires de Libertad

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    Vicente Gallego (1963-

    Pedro Casas Serra
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    Vicente Gallego (1963- Empty Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb Feb 25, 2023 8:29 am

    .


    Vicente Gallego (Valencia, 1963) es un poeta español considerado uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia, de lírica romántica en torno a la belleza de lo cotidiano que dominó la lírica española en los años 80 y 90 del siglo XX.​ Numerosos críticos han enmarcado también en este grupo la obra de autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Carlos Marzal. Abandonó los estudios de letras para trabajar en oficios como portero y bailarín de discoteca, podador de pinos, repartidor de paquetes y pesador del vertedero de residuos tóxicos urbanos de Dos Aguas.

    Premios

       Premio de la Crítica Literaria Valenciana
       Premio Loewe de poesía (2001)

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Gallego_(poeta) )


    Algunos poemas de Vicente Gallego:


    De La luz, de otra manera (1988)


    SEPTIEMBRE, 2

    Es ahora la vida
    esta extraña y frecuente sensación
    de sopor y distancia,
    y es también una luz que vela el mundo:
    salir del caserón tras la comida,
    recorrer bajo el sol la carretera
    con los ojos ardientes de un verano
    y sentarme en la roca frente al mar.
    Abandonarme entonces
    al sonido sin pausa de la tierra
    mientras me vence el sueño algún instante
    y me moja las sienes con su agua bendita.
    Descubrir con asombro renovado
    al pescador que vuelve cada tarde,
    como vuelven las olas,
    como vendrá la brisa con la noche.
    y esperar otra vez sobre la roca,
    abrumado en el centro de la vida,
    a que la sombra inunde
    lentamente mi sombra.



    SEPTIEMBRE, 24

    Tomo a veces un tren tras la comida,
    ya conoces mi amor por estas horas,
    e imaginas también
    el ciego traqueteo del vagón,
    la fatiga en los párpados,
    la irrealidad de un mundo que crepita sonámbulo
    por la hipnosis del sol,
    y un silencio que vibra, ese rumor
    que crece desde el fondo y que es la vida
    latiendo ensimismada cual si fuera
    el corazón cansado de una res.
    Acostumbro a volver a media tarde,
    contemplo la escollera, el arrecife
    donde ejercita el mar su violencia;
    me detengo ante el viejo balneario
    y descubro de nuevo a una pareja
    que se interna en la sombra
    del ruinoso edificio.
    Llego después al caserón, me asalta
    una desidia pegajosa, triste,
    y un deseo infinito y absoluto
    de todo y de la nada, un deseo
    que es un hambre en el alma hasta que al fin
    consigo relajarme y convocar el sueño
    mientras hojeo un libro y me masturbo
    sin demasiada convicción.



    OCTUBRE, 14

    No al engaño de aquellas dimensiones
    abstractas que ignoramos: no a esos dioses
    que prometen la vida tras la muerte.
    La vida se concreta en nuestro cuerpo
    y toda trascendencia está en la carne,
    la convoca el placer,
    ese instante que afirma nuestro tiempo
    frente al tiempo sin fin que sordo y mudo
    y ciego nos aguarda.
    Quien mira el mar se olvida de sí mismo,
    pero después un cuerpo le recuerda
    su poder, la potencia de dos seres
    bien trabados en gozo y en batalla,
    suficientes y plenos en su carne,
    en su muerte de tierra nada más.



    OCTUBRE, 26

    Hay días n que el cuerpo nos sorprende,
    un olor muy intenso lo delata,
    un sentirse animal que vibra y que respira.
    Bajar hasta uno mismo y ensuciarse
    de materia, de mundo y de calor,
    bajar hasta uno mismo y ensuciarse
    de muerte, de esa muerte pequeña en el deseo
    que eleva nuestra carne y nos sitúa
    junto al polvo,
    lentísima y salada ceremonia,
    mano lenta que duele y que arrebata,
    cuerpo mío
    borracho de calor y de existencia,
    misterio al que me arrastra otro misterio:
    tú, templo irrenunciable entre pasiones
    y renuncias.



    NOVIEMBRE, 15

    Con esta sola mano
    me fatigo al amarte desde lejos.
    Tendido bajo el viejo ventanal,
    espero a que el sudor se quede frío,
    contemplo el laberinto de mis brazos.
    Soy dueño de un rectángulo de cielo
    que nunca alcanzaré.
    Pero debemos ser más objetivos,
    olvidar los afanes, los engaños,
    el inútil deseo de unos versos
    que atestigüen la vida. Celebrar
    el silencio de un cuerpo satisfecho,
    esa altura sin dios a la que llega
    nuestra carne mortal. Saber así
    la plenitud que algunos perseguimos:
    un hombre, bajo el cielo, ve sus manos.



    NOVIEMBRE, 18

    Hay una claridad de lluvia no lejana
    y estoy aquí sentado ante este mar
    profundamente gris. No busco una respuesta
    a este enigma de estar que es ir fluyendo
    entre el miedo y la dicha de la carne.
    Ninguna salvación, ningún consuelo
    que no sea este espacio que ahora ocupo,
    esta dicha de ser y de saberlo,
    el hoy, mi placidez iluminada,
    este abandono dulce en el aguardo
    a que la luz me colme y quede solo
    con este mar enfrente,
    sin este nombre mío, y en mi centro.




    De La plata de los días (1996):


    PROFESIÓN DE FE

    A Paco Díaz de Castro y Almudena del Olmo



    Quizá debiera hoy felicitarme,
    recibir mi cordial enhorabuena
    por tantos equilibrios, por estar
    aquí, sencillamente,
    sencillamente pero nada fácil
    habitar esta tarde, haberla conquistado
    a través de batallas,
    caídas, días grises, desamores, olvidos,
    pequeños triunfos, muertes
    muy pequeñas también,
    pero también muy grandes.
    Haber llegado aquí, hasta esta luz
    que anoto para luego,
    para acordarme luego, cuando sea difícil
    admitir la existencia de esta tarde
    a la que llego solo, disponible,
    sano, joven aún, y decidido incluso
    a olvidar el cansancio, la experiencia,
    convencido de nuevo de que sí,
    de que a partir de hoy, acaso, todo
    lo que tanto he soñado, todavía,
    pudiera sucederme.



    GENERACIÓN ESPONTÁNEA

    Este día nublado invita al odio,
    predispone a estar triste sin motivo,
    a insistir por capricho en el dolor.
    Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
    suenan hoy en mi alma de una forma
    que a mí mismo me asombra, y hallo paz
    en las cosas que ayer me perturbaban,
    y hasta el negro del cielo me parece
    un hermoso color.

    Cuando no soportamos la tristeza,
    a menudo nos salva una alegría
    que nace de sí misma sin motivo,
    y esa dicha es tan rara, y es tan pura,
    como la flor que crece sobre el agua:
    sin raíz ni cuidados que atenúen
    nuestro limpio estupor.



    EN LA BRIGADA DE PODA

    Hace ya cierto tiempo
    me otorgó la fortuna un trabajo benigno:
    donde acaban las dunas, no muy lejos del mar,
    estas manos aprenden los cuidados
    que precisan los árboles, amparan
    la vida de los pinos, y mis ojos contemplan,
    en algún tronco enfermo que agoniza de pie,
    una muerte que asombra por serena y por lenta.
    Son jóvenes los hombres que comparten
    conmigo la tarea cotidiana, y entre pinos que crecen,
    y el alto sol que brilla sobre el bosque,
    cada día pasean los ancianos, o pescan en la playa,
    o procuran aún hacer deporte.
    Casi todos saludan, sonríen, son cordiales,
    nos preguntan acerca del trabajo,
    parecen satisfechos de las cosas.
    Cuando pasan los miro y siento frío,
    y he llegado algún día a preguntarme
    por qué razón no lloran o maldicen,
    y si seré capaz de despedirme
    con tanta dignidad. ¿Será que el hombre,
    con los años, aprende a odiar la vida
    como la vida acaba mereciendo, con la misma locura
    que de joven la amó, y la sola idea
    de perderla de vista lo consuela?
    ¿O es que acaso el dolor, la rabia, el miedo,
    van perdiendo también su antigua fuerza
    igual que pierde el brillo la alegría,
    y tiene así la vida con nosotros,
    por una vez, un gesto de piedad?



    LO QUE AL DÍA LE PIDO

    Lo que al día le pido ya no es
    que me cumpla los sueños, que me entregue
    los deseos cumplidos de otros días,
    porque al fin he aprendido que los sueños
    son igual que las alas de un insecto
    y al tocarlos el hombre se deshacen;
    y es que un sueño al cumplirse es otra cosa
    que no ayuda a volar.
    Lo que al día le pido es ese sueño
    que al rozarlo se parta en otros sueños
    lo mismo que una bola de mercurio,
    y que brille muy lejos de mis manos.
    Lo que al día le pido empieza a ser
    más difícil incluso de alcanzar
    que los sueños cumplidos, porque exige
    la fe antigua en los sueños.
    Lo que al día le pido es solamente
    un poco de esperanza, esa forma modesta
    de la felicidad.



    RECADO DE ESCRIBIR

    Para Encarna Oliva

    De qué forma explicarte que por ti
    lo he hecho ya casi todo: renunciar a las otras,
    renunciar a las noches en que ellas
    en torno a mí giraban con la música
    como giran las noches, como todo giraba
    en aquel tiempo hermoso que juré
    detener para siempre, como gira el deseo
    al que he vuelto la espalda, como también a veces
    la mirada se vuelve hacia esos días
    que por ti he convertido en mi vieja leyenda.
    De qué forma explicarte
    que por ti me he desdicho: los amigos de entonces
    se sonríen al verme, no me habla
    mi soledad de siempre, ni siquiera el alcohol
    me sienta como antes, y he perdido
    mi destreza en el baile.
    De qué modo explicarte, sin que lo entiendas mal,
    que hasta mi juventud me va volviendo
    la espalda, que por ti
    lo he hecho ya casi todo, excepto aquello
    que juzgabas tan fácil, que me pediste tanto
    sin que nunca supiera atender tu ilusión:
    el poema de amor que por fin te dedico
    y que tal vez te oculten estos versos
    sin halagos, sin rosas, estos versos
    que no sabrán en nada parecerse
    a los que tú soñaste. Un poema de amor
    verdadero, sin trampas, sin palabras hermosas.



    ESTADÍSTICA

    De todas las maneras que el amor
    es capaz de inventar para matarse,
    son las más compasivas las que muchos
    consideran más crueles: la traición,
    la mentira, cualquier suicidio rápido
    que certifique el fin con mucha sangre
    y permita lavarla con el llanto.
    Pero el amor es cruel consigo mismo,
    o es acaso muy torpe, porque suele
    elegir una muerte sin nobleza
    que se da con un alma lenta y triste:
    ese gas repulsivo y venenoso
    que acaban generando los bostezos.



    LA INFANCIA

    La infancia en mi memoria es un derroche,
    una inmensa fortuna en el desierto,
    una flor en las manos de un cosaco,
    un tiempo en que creí no tener nada
    y sin saberlo tuve lo más grande:
    esa firme creencia en que los años
    pondrían a mis pies el mundo entero.
    La infancia se parece a esos regalos
    que a los niños les hacen para luego,
    diciendo que los guarden, que algún día
    aprenderán sin duda a utilizarlos.
    La infancia es un regalo que disgusta
    porque uno no sabe de qué sirve,
    y, cuando al fin lo entiende, ya lo ha roto.



    A WALK ON THE WILD SIDE

    A Daniel Martín y Alfredo Peral


    En los días de calma como éste,
    encerrado en mi casa, y encerrado
    en un futuro fácil de prever,
    porque el amor se alarga, la juventud se acorta,
    y no encuentro un motivo para empezar de nuevo,
    como hice a menudo, a romper mi equilibrio
    y el corazón que sé; en los días de calma
    ciertamente aburridos, sin ninguna emoción
    que no sea tranquila, yo recuerdo las noches
    de aquel tiempo salvaje que fue mío también.

    Jamás como en la noche
    ha brillado mi vida, durante aquellos años
    en que viví escapado del amor,
    esquivando sus trampas, temeroso y feliz
    como el que s ha fugado d una cárcel
    y descubre que el mundo es su pasión.
    Fueron noches de estruendo y carretera
    que duraban tres días; y entre alcohol, y peleas,
    y ropas atrevidas, y mujeres que casi
    nos herían los ojos como un golpe,
    la amistad y la música y el éxtasis
    nos llenaban el alma de una dulce congoja,
    y bailar era entonces, durante unos segundos,
    como agarrar la vida por el pelo
    para hacerle el amor. Exagerarlo todo
    se convirtió en mi empeño, y viví tan deprisa
    que logré alguna noche advertir cómo el tiempo
    arañaba mi carne, la quemaba,
    y ese aviso del fuego reavivaba mi sed.

    Nunca más como entonces ha brillado mi mundo.
    Rodeado de cosas pasajeras, de mujeres de un día,
    y hasta a veces con miedo de mi propia avidez,
    sin apoyo de nadie, y buscando en las drogas
    esa parte que en ellas reafirma la vida,
    en los días de calma, rodeado de amor,
    del apoyo de aquellos que temían por mí,
    de esas drogas sutiles que casi nadie advierte
    pues están diluidas en la vieja costumbre
    de las cosas que a veces nos parecen más hondas
    porque no nos exaltan,
    y cual gotas de láudano nos llevan,
    en su triste consuelo,
    a un profundo sopor.



    EL ETERNO RETORNO

    A Pere Rovira y Celina Alegre

    El ascensor de casa de mis padres,
    un pub con reservado, la playa de Canet,
    aquel piso alquilado con amigos,
    unos cuantos hostales, y otros tantos jardines
    que hay en esta ciudad.
    Muchas veces, pensar en el amor me devuelve a esos sitios
    que no guardan memoria del amor, pero que sí conservan
    la fuerza de la carne que desató su nombre.
    Recordar sentimientos es un arduo trabajo
    —como cuidar enfermos terminales o embalsamar cadáveres—
    que uno suele quedarse sin cobrar.
    Sin embargo, el recuerdo del sexo no se muere,
    sus escenas las guarda
    nuestra más fiel memoria congeladas,
    una extraña memoria que nos deja
    devolverles la vida algunas veces
    con la sabia asistencia
    de nuestras propias manos, pues su semilla queda
    enterrada en el cuerpo, y rebrota con fuerza renovada
    desde dentro del cuerpo
    si el deseo la riega y le da su calor.
    Toda felicidad acaba siendo
    una rota muñeca con que el hombre se engaña,
    pues la dicha que muere nunca vuelve
    y su cuerpo se mezcla con el polvo;
    pero el placer renace de sí mismo
    y se renueva
    con la fuerza admirable de cualquier vegetal.

    Con el amor que tuve a las mujeres
    he ido construyendo un cementerio,
    pero el placer que hallé sobre sus cuerpos
    lo convierte a menudo en un jardín.



    PROYECTOS DE FUTURO

    Esta tarde soy rico porque tengo
    todo un cielo de plata para mí,
    soy el dueño también de esta emoción
    que es nostalgia a la vez de los días pasados
    y una dulce alegría por haberlos vivido.
    Cuanto ya me dejó me pertenece
    transformado en tristeza, y lo que al fin intuyo
    que no habré de alcanzar se ha convertido
    en un grato caudal de conformismo.
    Mi patrimonio aumenta a cada instante
    con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
    y perder significa haber tenido.
    Ya no tengo ambiciones, pero tengo
    un proyecto ambicioso como nunca lo tuve:
    aprender a vivir sin ambición,
    en paz al fin conmigo y con el mundo.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb Feb 25, 2023 11:09 am, editado 2 veces

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Ramón Carballal Sáb Feb 25, 2023 9:41 am

    Una selección muy acertada de los poemas de Vicente Gallego. Un abrazo.
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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb Feb 25, 2023 10:54 am

    Agradezco mucho tu interés, Ramón. Aún copiaré algunos más.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb Feb 25, 2023 11:47 am

    .


    De Santa deriva, 2002:


    EL OLIVO

    En su hábito oscuro, con los brazos abiertos,
    como un monje que al cielo le dirige
    su plegaria obstinada por la vida del alma,
    el olivo difunto permanece de pie
    mientras la tarde dobla sus rodillas.

    Enhebrado en la luz que se adelgaza,
    su severo perfil
    cose el cielo a la tierra,
    vertebra el espinazo de la tarde.
    Y un saber de lo nuestro
    en su reserva humilde sospechamos.

    Encallecida mano codiciosa
    cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
    un pellizco de vuelo,
    algo extraño nos hurta el viejo olivo:
    un secreto inminente, temperatura extrema
    de un decirse que clama en su lenguaje mudo.

    Y el hombre le dirige su pregunta.

    Con su carga de hormigas y de soles,
    con el misterio a cuestas
    que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
    este tronco orgulloso es sólo eso:
    sugestión arraigada de las cosas
    que quedarán aquí cuando partamos,
    contundente respuesta
    que a la luz de la luna nos aturde el oído
    con su seco zarpazo de silencio.



    ORACIÓN PAGANA

    A Luis Antonio de Villena


    Sopla recio a mi espalda,
    viento oscuro y tenaz del desarraigo,
    confúndeme los pasos y sitúa mi norte
    donde no halle el amparo de esta mansa morada.
    Quiero arder en la noche como un fuego sin dueño
    mientras la noche dure,
    y que el santo egoísmo
    de quien busca el placer y renuncia al soborno
    con que compra el resguardo voluntades
    me atraviese de espinas por pretender la rosa.
    Yo le entrego al diablo cuanto tengo por mío,
    y que él lo malvenda,
    y sólo pido a cambio caminar a su lado.
    De la paz pusilánime que en el orden anida
    no mendigo limosna: que el desconcierto traiga
    su cizaña a la casa que mis manos levanten.

    Porque sólo en el roto corazón de lo turbio
    he encontrado la luz verdadera del fuego,
    que las sombras me lleven,
    y yo lleve conmigo, cuando sea la hora,
    la clara vecindad de la tiniebla ardida
    de mi noche a la noche.



    FETICHISMO

    Esclava del capricho
    de tu extraño demonio,
    del ornato requieres en tu entrega desnuda:
    seda negra
    sobre negros tacones para el descalzo amor.

    Pero lo más extraño es que un demonio,
    cuyos caprichos cumplo esclavizado,
    ante tu negra seda truena y gime
    clavado en el arpón de la lujuria.

    El color de la sombra que seremos
    nos enciende en la cama y, más extrañas,
    nuestras sombras propician la concordia
    con que tú y yo robamos
    un placer tortuoso a la inocente seda.

    Seda negra en tu cuerpo
    para abrigar el alma,
    y en la margen del río que nos lleva,
    el oasis remoto donde el instinto busca
    claro cauce en su noche.
    Y en la noche cerrada del deseo
    mendiga nuestra fiebre su limosna de aurora.

    No hay nada que entender en los antojos
    de los fieles demonios que en nosotros gobiernan,
    tan sólo su obediencia nos reclama;
    y está bien que así sea,
    está bien que el misterio anteceda al misterio:
    negra
    seda negra
    sobre tu carne blanca, negra
    seda negra
    como el oscuro amor, como el oscuro
    origen de la luz que en nuestro cielo
    brilla sólo un instante y se hace oscura.



    CREDO

    A Vicente Gallego Ibáñez

    Tu divina bondad no prueba nada,
    fraterno humano amor,
    de lo que el hombre busca conocer para amarse:
    no das ese consuelo y, sin embargo,
    tu favor es el único refugio
    donde hallamos clemencia verdadera.
    No hablo sólo del beso
    que en el sótano oscuro de la lujuria enciende
    su fuego contra el frío,
    digo cierto también y sobre todo
    el brazo en que se apoya nuestro mal vencimiento
    cuando el amor ingrato nos derriba.
    De un amor necesario os hablo ahora
    más noble que el amor,
    del más logrado bien que heredó nuestra sangre.

    No falte a nuestra cruz tu sincera piedad,
    fraterno humano amor
    que con tan firme pulso nos sostienes la vida.
    Que si huérfana el alma de eternidad se muere,
    nuestra madre la carne muera al menos llorada.



    MI HOMENAJE

    Por cuanto ya he leído,
    me permito afirmar que a nuestro gremio
    le parece arriesgado dedicarte un poema.
    Tememos un exceso de emoción
    y nos asusta el tópico, sin reparar, tal vez,
    en que es sentimental y tópica la vida,
    y en que no hay sentimiento
    más sobrio y menos huero
    que aquel al que rehuye la cobarde retórica
    de nuestra recelosa tribu.
    Pocas veces encuentras, amistad,
    el lugar que mereces en los versos de un hombre:
    te lo usurpa el amor, ese afecto inconstante,
    sentimental y tópico que se dice tu hermano.
    No pretendo cargarte de adjetivos,
    compararte con nada ni sumar tus virtudes;
    solamente quisiera, aunque sea una vez,
    certificar mi asombro ante tu gran ausencia
    y rendirte homenaje.
    Yo te canto, amistad,
    sosegada pasión que bendices mi vida.



    EN REBELDÍA

    A José Olivio Jiménez

    .............Va a lo suyo
    la vida.
    No queremos saberlo.
    Va la leña
    .................en la luz
    a su ceniza oscura.
    Busca el fuego cumplir su empeño frío.

    Saberlo y no creer:
    esa es la piedad
    que impotentes tenemos de nosotros.

    Qué derroche de amor en ascua ciega,
    qué azucarada pulpa
    para el avaro vientre de esta llama.

    Ángel fiel del Olvido,
    solo Dios verdadero:
    se revela, inclemente,
    tu fiera majestad en nuestra carne,
    y aún se niega a aceptar
    el alma tu gobierno desalmado.

    Nadie cree en si desgracia.
    No se ama al verdugo.
    Sólo salva la fe en un santo anhelo.

    Soberano fatal,
    Señor del Desamparo:
    se cumplirá tu ley a nuestra costa,
    y no la acataremos,
    violentará tu azote nuestra espalda,
    y doblaremos puros.



    EL ESPÍRITU DE LA CARNE

    Nada tienes que ver con lo divino,
    espíritu inmortal,
    aunque nacen de ti todos los dioses
    y en tus calderas funda
    su insana majestad nuestro demonio.

    Quien no ha tenido miedo, no te sabe.
    Quien no encontró tu aliento
    fue un sombrío alentar desalentado.

    Viento puro en la carne,
    carne pura en el soplo de estar vivo,
    tu dominio reside
    en el crisol fugaz de valentía
    donde el fuego aquilata nuestro metal más noble.

    En la zozobra brotas,
    rara flor afligida de esperanza,
    te haces fuerte en la playa del naufragio,
    y edificas tu templo
    bajo el cielo sin ley del fin del mundo.

    Eje ciego de fe
    donde encuentra la esfera del dolor
    su punto de torsión
    y gira en equilibrio redimido,
    espíritu del hombre,
    hipotenusa nuestra en la ordalía:
    sucede en la perfecta latitud
    tu suceder sin norte,
    y en este deambular atribulado
    gobiernas nuestra nave mar adentro:
    rumbo firme en la dicha hacia la sombra,
    proa invicta de amor en la deriva.



    EL BARRO DEL PRODIGIO

    Religiones y credos te desprecian, carne,
    en favor del espíritu, pero yo no conozco
    trascendencia más cierta que la que en ti se oculta,
    y si un dios nos habita, eres tú la plegaria
    que hasta él nos eleva,
    arcilla tenebrosa en la que nace
    la luz atribulada de los hombres.

    Por eso te persigo,
    temblor santo del cuerpo,
    furioso amor que el hueso tañe
    contra el hueso consciente de su quieto destino.
    Hondo aliento de fuerza,
    sabia ley y salud este instinto animal
    de buscar en el pozo de la vida
    una muerte pequeña, medida al fin del ser
    en su sol y en su norte,
    metafísica alta sin pensamiento alguno
    donde la sola idea es abrasar
    en un fuego feliz toda idea del fuego.

    Sacrificial cordero que redimes
    nuestro temor sombrío,
    morada de la ira y de la hez
    hechas música clara,
    tiempo fuera del tiempo,
    agónico estertor sin agonía,
    cuerpo puro
    del alma,
    yo quiero bendecirte
    por la angélica gloria que de ti he recibido.

    Placer limpio de culpa,
    airado instante
    de la sagrada y puerca maravilla,
    justicia eres de dios, si un dios existe,
    segundo en que la carne vuela y canta
    desde el alado centro de su humana ceniza.



    COMPROMISO

    Es oscuro el legado
    de quien no mira el mundo con amor.
    Nada tiene que ver con una falta
    de bondad o nobleza esa triste actitud:
    es tan sólo un estigma de los ojos.
    Y yo he visto a los hombres
    extraviarse en el sótano de su mirada ciega.

    Su legado es oscuro y sin embargo
    encuentro en él la luz de una enseñanza:
    no es quererlo tan sólo
    lo más bello que un hombre puede hacer por su hijo;
    lo más bello es acaso,
    desoyendo el dictado de la angustia y del miedo,
    transmitirle esa fe que invencible se empeña
    en pagar de la vida
    la traición y el favor con igual gratitud.

    Es un arduo trabajo amar el mundo,
    porque el mundo a menudo no se deja querer;
    por eso ahora te prometo, hijo,
    que la angustia y el miedo no sabrán someterme
    aunque instalen su lepra en mi conciencia
    y conviertan mi carne en su refugio,
    que encontraré el coraje con que seguir amando,
    cuando deje de amarme, la vida que te di,
    porque verte gozarla ha de alzar en mi exilio
    nuevamente aquel reino.

    Aunque así lo parezca,
    la luz del mundo no nos pertenece,
    por eso yo quisiera no ensuciarla
    de rencor ni amargura, para intentar al fin
    ofrecértela limpia,
    como damos los hombres la alegría,
    nuestra única herencia verdadera.



    SOLILOQUIO

    Y si no nos aguardas, dios prófugo de ti,
    donde un sueño promete desde que sueña el hombre,
    ¿dónde el sueño del hombre purgará su soberbia,
    dónde tanta pasión
    encontrará venganza para su fe humillada?

    Y si no estás ahí, agazapado
    en la segura tierra que seremos,
    ¿quién le dará consuelo a nuestra muerte,
    quién un sentido al daño y la alegría,
    quién al canto su entraña de esperanza?

    De tu no ser la milagrosa sombra
    nos mantiene a cubierto, nos edifica fuertes.
    Tu indemostrable ausencia nos acoge y nos salva
    en el reino sin ti del amor por lo nuestro.


    VICENTE GALLEGO, El sueño verdadero (Poesía 1988-2002), Visor, 2003

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por cecilia gargantini Sáb Feb 25, 2023 2:24 pm

    No conocía a este autor, querido Pedro; pero me gustó especialmente.
    Además me parecieron muy interesantes los datos sobre su biografía.
    Graciasssssssssss amigo. Besossssss
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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom Feb 26, 2023 5:35 am

    Gracias a ti, Cecilia, por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar Feb 06, 2024 2:06 pm

    .


    Algunos poemas más de Vicente Gallego:


    De Santa deriva (2002):


    EL HIMNO

    Hay un himno en la noche más oscura
    que no todos consiguen entender,
    pero no hay que entenderlo: el himno suena.
    Hay un himno en el grito, en el dolor;
    sus desgarradas notas
    se escuchan en el baile de los huesos,
    descarnados y rotos, que arrastra el huracán,
    en el pico del buitre 
    y en las vigas quebradas del hogar destruido.

    Hay un canto sutil en la barbarie,
    un salvaje concierto en la agonía,
    un compás obstinado en el terror.
    Hay un coro triunfal
    que no apaga la muerte, porque siguen cantando
    en él las voces secas de los muertos.
    Hay un himno en la vida que es la vida,
    su terca pervivencia más allá de nosotros,
    el desolado acorde estremecido
    de un cielo imperturbable que contempla
    la sucesión precisa de la fiesta y el luto.

    Hay un himno en el caos, y hay después,
    ese salmo que clama por el mundo
    desde el alma arrasada de nuestro mundo exhausto.
    No es sencillo entenderlo: el himno suena
    sin contar con nosotros, en el centro sin luz
    del extraño destino de la carne.

    Dichoso el que en su noche,
    rodeado de frío y de tinieblas,
    cierra con fe los ojos y es capaz de escucharlo.




    De Cantar de ciego (2005:


    CON LAS DEL  AIRE

    Está el día que casi
    me sonroja mirarlo, tan desnudo,
    tan dado a su placer,
    tan a su gozo en claro.
    Vierte el sol en las cosas
    su azafrán encendido hasta quebrarlas
    por la mitad radiante;
    se alza
    vivo
    de pájaros
    el árbol,
    y las nubes esparcen,
    por el azul de agosto,
    el arroz de los cielos.

    Nada pena en su ser como penamos,
    todo asiente y comulga
    con su sereno oficio en la mañana,
    que es dejar en la luz su silueta apenas.
    No vengáis a buscarme a este lugar,
    que tocan a rebato,
    que corre y vuela el río sin lo nuestro,
    que está ya en otra parte esta indulgencia
    del abierto limón y del verano mío.

    Qué caras resultáis,
    pasiones de este mundo,
    porque os compra el amor para lloraros.
    Yo no quiero quereros,
    que con el viento voy.

    Con las del aire sólo,
    con las del aire quiero,
    que con el viento sí, que canta y huye,
    con las del viento a dónde,
    con las de lejos lejos.



    VAMOS ALTO

    Vamos alto esta noche,
    que me ha mirado mal
    la noche mía.
    Dame un dulce veneno y vamos lejos.

    Dejémosle a la muerte
    pan y agua,
    que venga a compartir
    la mesa y que no estemos.
    Ni un respeto de más:
    lo que le debe el miedo solamente,
    que el amor lo traemos con nosotros.

    Porque somos ya el cuerpo de la noche,
    nos abandona el cuerpo,
    y a su vicio peor va entregándose el alma,
    que es no darnos consuelo,
    que es pisar mal la uva
    y es agriarnos el vino.

    Sin temor, vamos alto,
    vamos hondo en el trago.

    Y si alguien, un día,
    os dijera que he muerto,
    decidle que a la muerte
    le di tan sólo aquello que era suyo,
    pan y agua,
    que el amor aún lo traigo de mi parte,
    que del morir mi amor salvó su vuelo.



    NOCHE EN LA TIERRA

    (internet, cámaras web)

    Alguien dio a algún resorte
    y nos puso en un puño
    la noche de la tierra.
    ¿A través de qué éter,
    emanación o vértigo,
    traídas por el hechizo de las cuatro
    esquinas del planeta,
    llegaban hasta mí las hijas solas
    de la pantalla helada
    para pedirme vez,
    fiebre y mentiras?

    Como un chorro de helio,
    como un disparo líquido estallaban
    sus pequeñas ventanas sobre el ávido
    resplandor de la mía.
    Llegaban desde el fondo
    de su duro confín,
    con sus nombres de lujo, siempre anónimas.
    Venían a lo suyo,
    queriendo compartir el fardo grave,
    con su interés a cuestas.
    Yo el mío mendigaba: ese dedal
    de lúbrica justicia.

    Vueltas ártica brisa, tibia arena,
    disueltas en fotones y sopladas
    por el émbolo ciego de la red,
    llegaban y se iban:
    un engaño del ojo, las apenas.

    Desde lejos venían, barajadas
    por la noche oceánica,
    para juntarse en haz y llamar a mi puerta:
    las casadas
    de precavido orgasmo. cicateras;
    las flacas, peligrosas
    de fémur y de alma;
    las viejas
    y las gordas
    calientes como heridas;
    y las otras
    las nuestras,
    las que nadie
    lo dijera.

    Venían a buscarme el agua sucia,
    venían a volcar sus orinales.
    Me dijeron pecados, que bebía.
    Purgábamos
    quién sabe qué terror o qué pureza.

    Ninguno conseguíamos dormir;
    y porque daba pena
    vernos todos así tan desveledos
    cuanto escuchar quisieron les hablé,
    del mal que moriría, yo lo supe por ellas.

    Y una flor de piedad nos quemaba en la boca.



    ESPERMA

    Esta lágrima ardiendo que tomó
    su sabor de la sal gruesa del mar,
    esta lágrima honda, trabajada,
    por la que el hombre llora y se traiciona,
    este chorro de azúcar, pura vida,
    que brota de la amarga espina dura.

    Este empeño de ayer
    que no termina,
    esta larga fatiga, este enconarse,
    este sólo querer en alto en alto.

    Esta gota torcaz, aleteando
    para prender su luz
    donde el sacro y el coxis,
    en lo profundo oscuro.

    Esta lágrima o gota, esta fluyente
    plegaria verdadera,
    yo quise derramarla en el canal central
    de la razón de amor,
    porque me hicieron vivo.

    Una perla muy blanca mea el hombre,
    más pura que el amor,
    desde el fondo del fondo, estremecido,
    un prieto sedimento de acarreo
    con el que van sangrías, hoces, culpas,
    quereres y obediencia,
    por la rampante arriba,
    camino de la mar,
    lavados en el agua de su olvido.



    De Si temieras morir (2008):

    HUMO DE PAJAS

    Esta vida, tan viva, tan segura,
    ¿dónde está sucediendo?
    ¿En qué mundo podría,
    para siempre,
    la flor que así se exhala,
    en un traspiés,
    caer de su sitial al negro ciego?
    ¿Dónde van los amantes,
    dónde el cuerpo que quiso y pudo tanto?
    Dónde yo cuando duermo,
    dónde entonces la herida que en la noche
    me tenía velando?

    Con cuatro huesos juntos quiere el hombre
    contarse entre lo sólido,
    auparse y merecer, sacar ventaja
    de todo y del amor.

    Tomé de este caudal
    -era mi turno-
    lo mío y cuanto pude distraer.
    Esta vida, la sola
    por la que peno y muero,
    qué podría valer si la ganancia
    nos la echa en saco roto.

    Oigo aún estos versos,
    van cayendo en el pozo con las almas,
    son música difunta, crepitaban
    en la cripta vacía, no han sonado.

    Esta vida, tan viva, tan segura,
    tiene un pozo en el fondo de agua amarga.
    No hay aquí quien resbale
    y pueda rehacerse.
    No hay perdón ni castigo,
    sólo un rato y el pozo,
    y el saberlo.

    Agua amarga nos queda que beber.

    Que se acabe el amor, que se desdiga,
    podemos tolerarlo.
    Pero cómo aceptar la mentira del cuerpo.

    Ni la pena nos dura
    del que ha visto volada, humo de pajas,
    la montaña del padre.

    Lo siguiente es lo nuestro.
    Agua amarga sin sed, la delirante.


    VICENTE GALLEGO, Cambio de siglo. Antología de poesía española 1990-2007, Hiperión, 2007.

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb Jul 06, 2024 4:40 am

    .


    Tres poemas más de Vicente Gallego:


    De La luz de otra manera (1988):


    SEPTIEMBRE, 22

    Me dices que es absurdo el universo,
    que la vida carece de sentido.
    Pero no es un sentido lo que busco,
    cualquier explicación o una promesa,
    sino el estar aquí y a la deriva:
    una simple botella que en la playa
    aguarda la marea.
    Sí, la palabra justa es abandono:
    una dulce renuncia que me nombra
    señor y dueño al fin de mi camino.
    Queden hoy para otros
    los afanes del mundo,y que mi mundo sea
    la magia de esta casa
    tomada en su quietud por la penumbra,
    saber que nadie llegará
    a interrumpir mi tarde,
    que no habrá sobresaltos,
    ni voces, ni horas fijas,
    porque ahora es tan sólo transcurrir
    mi gran tarea.




    De Santa deriva (2002):


    CÁNTARO

    A Pere Rovira


    Naciste
    con nosotros,
    cuando irguieron los hombres
    con dolor sus espaldas
    y en lo alto escrutaron lo que somos:
    la esperanza y el pánico del cielo.
    Eres,
    cántaro humilde,
    el hijo primogénito
    del genio de la especie,
    y eres también de su codicia el padre.
    Soñó nuestra intemperie allá en su aurora
    tu regazo custodio de los dones,
    y fuiste encarnación
    de un arcano apetito:
    la huraña saciedad hecha forma sumisa.
    Eres,
    cántaro dócil,
    arte puro en la ciencia de vivir,
    floración en arcilla
    de la razón primera,
    orgullo de un pensar menesteroso,
    primordial recipiente
    donde a fuego esculpió
    su condición sedienta el alma humana.

    Te cambiarán el nombre los idiomas,
    transformarán los tiempos tus hechuras,
    pero será común nuestro destino,
    pobre cántaro hermano,
    mientras el hombre dure,
    porque el hombre guardó su esencia en ti
    y te creó a su imagen:
    cuerpo oscuro de barro
    donde habitan la miel y el agua clara.




    De Cantar de ciego (2005):


    LA NOCHE DEL AGUA

    Con la luna de agosto
    volada del caldero de la mar
    y quieta arriba;
    con el agua hasta el pecho,
    en esta playa sola de la noche,
    y ya cuarenta
    de los que aquí se cumplen sin ganancia,
    contemplo el litoral, y estoy pagado.

    Fuera así que nos dieran
    aviso de la última y venirnos
    a la orilla del agua, ya dispuestos
    para entrarnos a nado
    en la íntima rueca
    donde prende la espuma
    y va en su vuelta blanca cegadora.

    Fuera así, en el verano,
    que llamaran a cuentas,
    y entrar en las del mar por nuestro pie,
    después del largo día clamoroso,
    bebido el fresco vino con los nuestros.

    Si de una merced,
    si fuera digno
    de alguna caridad,
    y no por mi valor, mas por lo mucho
    que me tocó temblar,
    si un hombre mereciera compasión,
    concededme que sea
    una noche de luna como hoy,
    metido en este mar
    del verano de dios, de cuando niño,
    cargado con la flor
    de la certeza el cubo
    y dueño, dueño
    de tanta arena mía por llegar
    que se escurre de un puño muy pequeño.

    No irá a tu encuentro un hombre:
    de la noche del agua
    a un niño has de llevarte y de su luna.
    ¿Es que no lo conoces, es que tanto
    lo ha cambiado el dolor?
    ¿De la noche del agua a las del mar,
    llevarás a tu niño, madre ciega?


    VICENTE GALLEGO, Las moradas del verbo. Poetas españoles de la democracia. Antología, Calambur 2010.

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    Vicente Gallego (1963- Empty Re: Vicente Gallego (1963-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom Sep 08, 2024 5:03 am

    .


    Otros poemas de Vicente Gallego:


    De La luz de otra manera, 1988:


    NOVIEMBRE, 26

    Que nuestras manos puedan
    protegernos del sol,
    que eclipsen su contorno totalmente,
    no debiera ocultarnos el tamaño
    de ese astro al que quiero llamar padre.
    Bajo su luz desnuda
    no precisan las cosas de adjetivos:
    la mañana del mundo es cuanto tengo,
    contra su cielo soy
    un cuerpo frente al mar que ahora procura
    disfrutar de su instante
    en el hueco sin pausa de los siglos.

    Austeridad y lujo de lo exacto.




    De Los ojos del extraño, 1990:


    EL TURISTA

    A Graciela, Jorge y Luisa

    Has llegado a Venecia, descreído
    de su encanto, dispuesto
    para el poema fácil contra ella,
    ya tópico también. San Marcos, El Rialto,
    La Academia del Arte, los Caballos
    misteriosos y bellos que hechizaron
    al gran Napoleón. Cuánto prodigio,
    cuánta historia evidente, hermosa y fría.
    Mas no es la piedra lo que buscas, buscas
    las pasiones que encierra, los modestos
    secretos de unos hombres como tú.
    Qué magia en los mercados, en las gentes
    que aburridas se cruzan con tu asombro,
    Venecia es para ellos la mujer,
    acostumbrada y bella, que ya no les seduce,
    aunque sepan amarla sin estruendos.
    Los canales estrechos, las ventanas
    -¡qué promesa tan rara en las ventanas!-,
    los rincones que ignora el vaporetto,
    la pareja aburrida en el Florián,
    y nosotros, ¿por qué no?,
    nosotros mismos. ¿Qué nos aguarda tras los días?
    ¿Por qué esta intensidad inesperada,
    este deseo antiguo, al ser felices,
    de todas las personas que amamos y ahora están
    distantes, o más lejos, perdidas en los años,
    este sentirnos vivos de repente, y a la vez
    tan insignificantes, tan turbados?

    Pero ha sido preciso llegar al cementerio
    para entender Venecia, y entender
    el secreto sencillo de todas las ciudades:
    nuestro asombro escondido -no importa si en palacios
    o en rincones oscuros-; la mirada inocente
    que redescubre el mundo en este instante,
    saber que estamos vivos, y contemplar la tarde
    que cae despacio, igual
    que nuestra juventud, o la voz de un poeta,
    Ezra Pound, que jamás me emocionó
    con sus cantos oscuros y distantes,
    y que ahora yace aquí, escondido y fértil,
    entre miles de tumbas, para que yo esta tarde
    me sienta así, febril, dichoso y triste,
    y escriba estas palabras
    emocionado al fin ante su nombre,
    ante ese gesto suyo tan humano,
    repetido y extraño de la muerte.



    LA PREGUNTA

    A Fernando Sebastiá, Manuela Serrano y Lola Fons


    A medida que vivo ignoro más las cosas;
    no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.
    RAMÓN LÓPEZ VELARDE

    En la noche avanzada y repetida,
    mientras vuelvo bebido y solitario
    de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
    de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
    Y también en la noche afortunada,
    cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
    para adornar mi vida, esa misma pregunta
    me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
    Y a mitad de una farra, cuando el hombre
    reflexiona un instante en los lavabos
    de cualquier antro infame al que le obligan
    los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
    Pero también en casa, en las noches sin juerga,
    en las noches que observo desde esta ventana,
    compartiendo la sombra
    con un cuerpo entrañable y repetido,
    desde esta ventana, en este mismo cuarto
    donde ahora estoy solo y me pregunto
    durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
    de buscar en los cuerpos y en la noche
    todo eso que sé
    que no esconden la noche ni los cuerpos.



    EN LAS HORAS OSCURAS

    En las horas oscuras
    que van creciendo en nuestras vidas
    al igual que la noche se alarga en el invierno,
    en esas horas, a menudo,
    una imagen tenaz y hermosa me consuela.
    Regreso hasta una playa de otro tiempo,
    todavía cercano. Es un día precioso
    de final de septiembre, brilla el mar
    con su estructura lenta, sugestivo y exacto
    como un cuchillo. Quedan
    unos cuantos bañistas a esa hora
    dudosa de la tarde, y no estoy solo,
    un grupo de muchachas me acompaña;
    el sol dora sus cuerpos de diecisiete años,
    y es ya fresca la brisa, y en sus nucas
    la humedad reaviva el aroma a colonia.
    La tarde transcurre dulcemente,
    mas sin gloria especial, y las muchachas ríen,
    y me dan su alegría, aunque no amo a ninguna,
    y hay un aire de adiós en cada cosa:
    en el verano aquel, en los bañistas,
    en el estilo lento, en aquellas muchachas
    que desconozco hoy, y en la luz de la playa.

    Apuré aquel momento agradecido,
    al igual que se goza un hermoso regalo,
    en su dicha sereno, destinado a perderse
    tras la felicidad frecuente de esos años.
    Y ahora comprendo que en aquella tarde
    algo más que belleza se ocultaba,
    porque su luz me salva, muchas veces,
    en las horas oscuras, y se empeña,
    con una obstinación absurda que me asombra,
    en volver a mis ojos y a mis días.
    En las horas oscuras
    una imagen tenaz y hermosa me consuela,
    y me lleva al verano y a una tarde.
    Y yo aún me pregunto por qué vuelve,
    y qué es lo que perdí en aquella playa.




    De La plata de los días, 1996:


    ÉCHALE A ÉL LA CULPA

    A José María Álvarez y Carmen Marí

    Hoy te has ido de fiesta con amigas,
    y sin que tú lo sepas me regalas
    un tiempo de estar solo que ya empieza
    a ser raro en mi vida, un tiempo útil
    para intentar pensar en ti como si fueras
    lo que siempre debiste seguir siendo
    cuando pensaba en ti: aquella persona,
    en todo semejante a cualquier otra,
    que una noche lejana tuvo el gesto
    generoso y extraño de entregarme su amor.
    Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
    ridículos del otro, en implacables jueces
    que condenan sin pruebas y comparten
    sus estúpidas penas con el reo.
    El amor nos confunde y trata ahora
    de que vea en tu fiesta una traición.

    Por huir de esa trampa me amenazo
    con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:
    egoísta, ridículo, inseguro, celoso...
    Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
    divirtiéndote sola: te imagino bailando
    y mirando a otros hombres;
    al calor del alcohol
    confiesas a una amiga algunas cosas
    que te irritan de mi sin que yo lo sospeche,
    y por unos instantes saboreas
    una vida distinta que esta noche te tienta
    porque eres humana, aunque no me haga gracia.

    Ahora caigo en la cuenta de que dudas
    como yo dudo a veces, y que también te aburres,
    y que incluso algún día habrás soñado
    follar como una loca con el tipo que anuncia
    la colonia de moda.
    Para calmarme un poco
    tras la última idea, yo me digo
    que el amor es un juego donde cuentan
    mucho más los faroles que las cartas,
    y procuro ponerme razonable,
    pensar que es más hermoso que me quieras
    porque existen las fiestas, y las dudas,
    y los cuerpos de anuncio de colonia.

    Lo que quiero que sepas es que entiendo
    mejor de lo que piensas ciertas cosas,
    que soy tu semejante, que he pensado besarte
    cuando llegues a casa; y que es el amor
    -ese tipo grotesco y marrullero-
    el que va a hacerte daño con palabras
    absurdas de reproche cuando vuelvas,
    porque ya estás tardando, mala puta.


    VICENTE GALLEGO, Poesía española reciente (1980-2000), Catedra 2001.


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