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    José Carlos Llop (1956-

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    José Carlos Llop (1956- Empty José Carlos Llop (1956-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 20 Mar 2023, 05:56

    .


    José Carlos Llop  (Palma de Mallorca, 1956) estudió en el Colegio de los jesuitas de su ciudad natal y en la facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. Es bibliotecario y colaborador habitual de Diario de Mallorca desde hace treinta y tres años.

    Ha publicado Islas (1993), primera traducción de la poesía de Derek Walcott al castellano, así como otras traducciones de distintos poetas y novelistas insulares (de Blai Bonet a Guillem Frontera y Biel Mesquida, de Llorenç Villalonga a Marià Villangómez…)

    Llop ha comisariado una gran exposición antológica de la obra del artista francoindochino Pierre Le-Tan (MNCARS, 2004) y ha prologado obras, entre otros, de Robert Graves, el archiduque Luis Salvador de Austria, Derek Walcott, Nancy Mitford, Patrick Modiano, Janet Lewis, y Miguel y Llorenç Villalonga –del que ha sido editor de sus Pousse-Café, Diario de Guerra, Bearn o la sala de muñecas y El cicle de Bearn.

    Premios y distinciones

    José Carlos Llop es Premio de las Letras del diario El Mundo 2004, Premio Ramon Llull del Gobierno Balear 2011 y Medalla de Oro de la Ciudad de Palma (2022).

       La tumba etrusca. Premio Anthropos de Poesía 1991.
       La novela del siglo. Premio NH al mejor libro de relatos publicado en España en 1999.
       El informe Stein. Prix Écureil de Littérature Étrangére 2009.
       La cámara de ámbar. Seleccionado para el Prix Jean Monnet de Littératures Européennes 2011 y para el Prix Jean Carrière 2011.
       En la ciudad sumergida. Mention Special du Jury Prix Mediterranée 2013.
       Solsticio. Prix Laure Bataillon 2017. Seleccionado para el Premio de la Real Academia Española 2014. Seleccionado para el Prix du Livre Européen 2016. Finalista del Prix Jean Monnet de Littératures Européennes 2017. Finalista del Prix des Lecteurs du Festival de Cognac 2017.
       Reyes de Alejandría. Finalista Prix Jean Monnet de Littératures Européennes 2018 y del Prix La Rive Gauche à Paris 2018.
       Oriente. Finalista del Prix Fitzgerald 2022.

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Carlos_Llop )


    *


    Algunos poemas de José Carlos Llop:


    De Elegías (1974):


    NACÍ EN PARÍS...

    Nací en París
    y siempre me pagaron bastante bien
    por desnudarme ante el público.

    Dicen que mi madre
    bailaba en un cabaret
    de la calle St Michel
    y que amó a un adolescente
    raro y turbio
    como sólo las mujeres
    saben amar.

    Pero esta crónica familiar
    apenas si tiene importancia.

    Ayer
    tras derrumbar la puerta
    con gran estrépito y vocerío
    dos gendarmes y la matrona del hotel
    me hallaron en bragas
    apuñalada sobre la cama.

    Él jamás me perdonó
    mi nada sencilla atracción por las mujeres.




    De Drakul-letre (1976-1979)


    VERANO EN LADORE

    La sagrada complacencia del clima.
    El desvarío de los dioses en la noche.
    Una sonrisa que el antifaz desvela
    hija del desaire y ejercicio de ternura.

    ¿Dónde los jinetes enmascarados,
    dónde las tinieblas?

    Tango:
    el poema como cadáver y un perfume:
    veneno en los labios.




    De Escrito en el agua (1982):


    JARDÍN

    En él y por azar
    la tarde se diluye
    en espejismos de mármol rosa:

    luna de alfanje tu cintura
    y las palabras
    .......................pelícanos japoneses
    en este mi espacio
    de seda adamascada

    donde te deletreo
    entre bambúes azules
    y lejana.



    DE VARIA CABALLERÍA

    Bordado en oro sobre azul: un cuerpo
    encierra en sí el esplendor del mundo.

    Dragones en la charca: en el bosque
    el fuego, el hielo, la luna y las armas.

    Quien poseyó el ámbar de su cuerpo
    jamás pudo poseer otras banderas.




    De Florilegio latino (1982-1983):


    V

    No puedo menos que decírtelo, flacucha.
    Aunque seas de mi amigo su esposa,
    cuando te veo mi sangre va más deprisa
    y deseo estar contigo a solas.



    XII

    Ni estatuas que el tiempo embellece,
    ni tristes memorias de amores perdidos
    son mis palabras. Cúmplase ya su destino
    y como el agua que corre en la acequia
    venga el tenaz olvido y se las lleve.
    Sólo por jugar, las he escrito.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Lun 20 Mar 2023, 08:30, editado 1 vez

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    José Carlos Llop (1956- Empty Re: José Carlos Llop (1956-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 20 Mar 2023, 08:28

    .


    De La naturaleza de las cosas (1983-1986):


    LA NATURALEZA DE LAS COSAS

    Las aves del norte adornan el bosque
    de encinas en la soledad de la tarde.
    Nítida, la palmera del jardín destaca:
    geranios en el alféizar, ciruelas moradas.
    Una leve bruma empapa el aire
    y son los pinos lanzas, púas del deseo
    que abren heridas verdes al espacio.
    Estoy solo y la radio me acompaña.
    Músicas que fueron mías y los pájaros
    rompen el silencio del verano. Aquí no hay mar,
    ni método:tan sólo regalo de los sentidos.
    Mi memoria habita ahora un hotel vacío.
    Contemplo ensimismado un mundo de hielos
    que se acaba. En la destrucción hay belleza
    y en la belleza, destrucción. Nubes amarillas
    en las aguas de limo. Tradición elijo
    y estas palabras y su cadencia íntima,
    inmerso en el calor del día y la página
    que exige ritmo acorde con el tiempo.
    No rehuyo lo moderno, evito su estrépito.
    Acomodo mis días a un estilo apacible
    en el que todo tenga cabida, y sea tolerancia
    fuente inagotable en que beba lo que aprendí
    y lo que me espera todavía, agridulce
    y sin huida. A la música del poema
    entrego mis mejores horas y a su placer
    debo también lo mejor de mí mismo:
    los cigarrillos a solas, la noche, los libros
    y el licor de amar la vida y no el limbo.
    Nada digo, ya sé, que no se haya dicho,
    pero nadie vive por mí lo que yo vivo.



    DOMUS AUREA

    Desde la terraza contemplo el mar.
    negras son las naves, azules los pájaros.
    Estoy lejos de todo lo que amo
    y la escritura es sólo una astucia,
    un artificio discreto donde simulo
    la felicidad y el placer que no poseo.
    Las espadas heladas de los bárbaros
    asolan Roma
    .....................y escribir es la vida
    que ya no existe, como la belleza
    es quien salva la memoria: todo pasa
    menos ella, pues incluso el dolor
    se desvanece y las ciudades
    que antaño quise, son ceniza
    y niebla en el ocaso.

    Mi don es la mirada y el papel blanco
    cuando todos descansan y el corazón
    late aprisa, sólo, allá en la noche.



    OTOÑO

    Mastines, césped y una fronda de castaños
    descansan en sus ojos. Elarco violáceo
    señala las húmedas umbrías de canela
    y en sus tobillos fluye el esplendor antiguo
    de siglos olvidados. Su latido es mi dolor.
    Y el oro de hojas caídas, la agitada sombra
    de mis días. No, las claves del amor
    no son del hombre. Con medias negras, tú y la noche.



    CIUDAD COSTERA

    Como un mercante hundido
    en los muelles y ese lento
    balanceo de algas y moho,
    son algunos de los días del hombre.
    Otros, sin embargo,
    comparten colores de otoño:
    tal vez como un estanco
    o una tienda de licores.



    LAWRENCE

    Ahora soy el recuerdo de una mezquita
    y he renunciado al arte de amar.
    Unas lonas me dan la felicidad.
    Como lienzos de seda azul
    se rasga el cielo en amarillos
    de arena. Este es mi horizonte.
    NO hay chacales, tampoco lujos.
    Vivo en la residencia de la luz
    como un dios apartado de los hombres.
    Su recuerdo me invade al atardecer
    y veo el carmesí de la granada
    o los juncos que brotan del estanque
    de una casa con huerto y parras
    y una ciudad muy amada por mí.
    Tal vez, la sombra eléctrica
    de un cuerpo.

    A la batalla di mis mejores días
    por una raza que sabe de la mirada
    y la armonía de los sentidos.
    Me entregué al Sur, a sus noches.
    Otros, sin embargo, quisieron
    hacer de mí su bandera,
    los dientes negros de la hiena.
    Me fue fácil eludirlos.
    Una motocicleta, el asesinato
    de aquel mensajero uniformado
    y unos funerales donde enterré
    a Inglaterra en sus blancos acantilados.
    Después, el viaje en carguero griego
    y la arribada a ese puerto
    -la belleza de sus velas y terrazas-
    al que llaman Tánger; el olor
    a membrillo en sus calles.
    Una montura, una tienda listada
    en blanco y azul; un revólver
    y una carabina. Poco más.
    Los libros de mis poetas preferidos
    y la notable soledad de este paisaje.
    Nada deseo excepto esta luz
    que velará, con las aves, mi muerte.



    COSTUMBRES

    Hay ciudades que poseen
    cierto desmayo antiguo,
    con empañados rastros
    de un imperio en ultramar,
    perdido hace ya siglos.
    En ellas está el tiempo
    detenido y los colores
    de sus fachadas -rojos,
    azules y ocres- sombras son
    de una riqueza de maderas,
    navíos y especias, gastada
    en fiestas y oscuros negocios.
    Los jardines de sus casas,
    luz de patios sombríos, velan
    herencias de esa época dorada:
    verdes de sicomoro, platanero
    o jacarandá adornan nostalgias
    de familia y rejas selladas.
    Estas ciudades huelen a fruta
    y orines, a librerías de viejo
    y plazas porticadas, a estaciones
    insomnes y sirenas en la bruma.
    Yo paseo por sus mercados
    y muelles, leo en las terrazas
    de sus cafés, me detengo
    ante los comercios con lámparas
    y carteles modernistas. Amo
    estas ciudades como alfombras
    viejas, porque guardan
    la nobleza del recuerdo,
    pero están hechas de olvido.



    RAZÓN DE AMOR

    Sabes que la vida
    sólo permanece en las cosas
    que eliges y no por azar.
    Que sólo se posee
    aquello que se nombra.
    Por eso escribes su sombra
    en la arena de tus días.



    LA MIRADA

    Una calle con balcones de geranios,
    cables eléctricos y un jardín al fondo.
    Es parecida a otras de Sevilla o Lisboa,
    donde a la vieja umbría suceden
    yedras y luz que todo lo perfilan.
    Sosegados fragmentos de vida
    detienen aquí el paso. Y tú,
    cómplice resplandor de carbunclo,
    me regalas ese dolor que bien conozco,
    como un pasaje anulado en silencio
    cada vez que te encuentro.



    MODUS VIVENDI

    Cruzar en calesa estas tierras
    olvidadas por el hombre.
    Vivir un régimen antiguo.
    Cazar al alba. Cuidar de las cartas
    a los amigos, del huerto
    junto a los muros de la casa
    -la dulzura del dátil,
    la sombra de la higuera.
    Ordenar un pequeño jardín
    donde leer al sol en invierno.,
    y en verano tras la celosía,
    enredada toda por las yedras
    y los jazmines. Estar solo;
    contemplar cómo se cumplen
    los ciclos de la naturaleza,
    cómo crecen tus hijos.
    Escribir al atardecer.
    Pasear bajo las estrellas
    y el ladrido de los perros
    a lo lejos. Dormir poco.
    Avivar el fuego en la noche,
    mientras los pavos reales
    se posan en la fronda de encinas
    y tú te sumerges en los tomos
    de aquellos viejos maestros
    que ya no existen.


    Pedro Casas Serra
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    José Carlos Llop (1956- Empty Re: José Carlos Llop (1956-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 20 Mar 2023, 10:08

    .


    De La tumba etrusca (1988-1990):


    FINIS TERRAE

    Era una de esas noches
    convertidas en taberna tenebrosa.
    Una de esas noches en que el alba
    no existe y el viajero es de niebla
    y un pozo negro donde flotan los libros
    es lo poco que queda de su vida.
    Eran tristes todas las estancias,
    pintadas de agua oscura,
    como si un viento extremo
    hubiera barrido esta ciudad nocturna.
    Había líquenes marinos en las baldosas
    y piedras grabadas con inscripciones extrañas.
    Un velero blanco -con todas
    sus velas desplegadas- cruzaba los muros
    bajo una caravana de sombras
    navegando hacia la nada.
    A la luz de una linterna,
    los colores de los peces muertos
    y una tarjeta que sangra
    como la granada en el árbol
    y la hierba en la batalla.
    Y en esa ciudad estaba y en esa noche
    y en el humo de una llama apagada:
    el timbre de un teléfono, las cartas,
    los faisanes, el opio, las ranas,
    la podredumbre de un buque inmóvil
    tripulado por esqueletos con uniformes viejos
    y medallas y moho y esclavos y armas
    y todos los recuerdos al otro lado del mar.



    SEPTIEMBRE

    El ala de un insecto, su transparencia
    grisácea, tornasolada de verdes
    y amarillos, es la tarde que lame
    los cristales. El fin del verano
    es como un viaje solitario
    donde sólo los muertos te acompañan.
    Piensas en el nomadismo inútil
    de la estación, en el color
    de las aguas al atardecer,
    en la belleza de los cuerpos desnudos
    y las horas de lectura, interminablemente
    gratas, como la noche o el silencio.
    No hay aquí nostalgia, sino ese puro afán
    de retener el tiempo
    que es tantas veces la escritura.
    Las conversaciones en la terraza, sumergida
    bajo la sombra esmeralda del pinar,
    la bebida y las risas: "Tu casa es ahora
    el Hôtel d'Anglaterre", dijo alguien
    y continuamos hablando de reyes antiguos
    y batallas en el desierto.
    .......................................La tarde
    es un insecto que observa el rápido desfile
    de las nubes, y septiembre,
    el mes donde mueren la fruta y el año
    como las mercancías atrapadas
    en la bodega de un barco que naufraga.



    C'È UNA SPIA CHE SCRIVE VERSI
    D'AMORE NELLA MIA CITTÀ

    Apoyado en el velador de mármol
    -es un cafetín acristalado
    de los muelles más extremos de Europa-,
    un hombre con gabardina observa las gaviotas
    y piensa en bayonetas sobre el mar,
    hogueras de mantones de Manila y momias
    de generales carlistas. Toda ciudad
    posee el secreto entramado de una alfombra
    y el tiempo es la memoria
    de todo el tiempo. Un transatlántico
    se adentra en la rada de oro
    y el hombre de la gabardina sabe
    que un perfume antiguo
    -tierra húmeda y flores pisadas-
    disfraza el humo blanco de la sala.
    Un pasaporte falso, una pistola y unas cartas.
    Y las sombras que le visitan de madrugada.
    En una servilleta escribe: "Mi vida
    quedó atrás, atrapada en las vitrinas
    de un museo de provincias".
    Dibujos de una sombrilla
    en una mañana de playa.
    Se oye un frenazo
    y del charol negro de un Daimler
    surgen varios hombres uniformados.
    Nadie se mueve en el café
    mientras retumban, secos, los disparos.

    La sangre salpica un viejo reloj de arena.



    BINIATRÓ

    El crepúsculo extiende una alfombra azul
    sobre los bancales del huerto.
    Las naranjas son lámparas
    entre el follaje verdeoscuro.
    Todo tiene una luz última
    y el día que muere es tierra de nadie
    hundiéndose poco a poco con la tarde.
    No sé cuándo surgirá de nuevo
    de entre los pliegues de mi memoria.
    Ocurre a veces, sin esperarlo.
    Seré más viejo, ya otro,
    y mi única fortuna, los recuerdos.
    Sólo sé, mientras te contemplo,
    que vendrá a mí como estas naranjas
    encendidas en la sombra del invierno.



    1914

    Leo en los posos del café
    y veo una libélula azul
    sobre los capotes grises,
    la sangre seca en los machetes,
    un mar de algas que atraviesa los ojos
    y la muerte vestida de frac
    sobre el barro de las trincheras.



    DER WIND HAT MIR EIN LIED ERZÄHLET

    Apagas la lámpara y tu mano
    y la copa vacía sobre la alfombra.
    En la ventana el celofán azul,
    las tejas satinadas, la lluvia,
    y un abanico de focos
    que traza fronteras de luz
    en el frío mapa de la noche.
    Es muy tarde, amor mío,
    y no distingo el alba
    del rumor de los convoyes
    militares. La vida
    es ahora una gabarra
    atrapada en el fango,
    y la memoria un estanque
    lleno de peces pudriéndose.


    CASAMATAS BAJO LA LUNA 6

    A Jules le ardían los pergaminos en las manos y del mercado salían los trenes en dirección al frente. Cada puesto era un bar y con distintos uniformes deambulábamos bajo la techumbre mecánica. De vez en cuando, mediante un complicado sistema de esclusas, atracaba un buque en la nave central y unos marineros negros descargaban los cadáveres.



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    José Carlos Llop (1956- Empty Re: José Carlos Llop (1956-

    Mensaje por cecilia gargantini Lun 20 Mar 2023, 15:13

    Tango:
    el poema como cadáver y un perfume:
    veneno en los labios.
    ----------------------------------------------
    Yo paseo por sus mercados
    y muelles, leo en las terrazas
    de sus cafés, me detengo
    ante los comercios con lámparas
    y carteles modernistas. Amo
    estas ciudades como alfombras
    viejas, porque guardan
    la nobleza del recuerdo,
    pero están hechas de olvido.
    -----------------------------------------
    Leo en los posos del café
    y veo una libélula azul
    sobre los capotes grises,
    la sangre seca en los machetes,
    un mar de algas que atraviesa los ojos
    y la muerte vestida de frac
    sobre el barro de las trincheras.

    Señalo sólo algunos versos, pero es un autor interesante que me gustó conocer...por momentos denuncia social, en otros imágenes novedosas y por momentos líricas...
    Gracias amigo!!!!!!!!!!!! Seguiré leyendo.
    Besosssssssssssssss



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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 20 Mar 2023, 15:58

    Gracias por tu interés, Cecilia. Es un poema interesado por la decadencia, que es el punto que sigue al máximo esplendor.

    Un abrazo.
    Pedro

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    José Carlos Llop (1956- Empty Re: José Carlos Llop (1956-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 21 Mar 2023, 06:27

    .


    De En el hangar vacío (1991-1993):


    EL NATURALISTA

    El sueño de la siesta era el señor de la tarde
    y por los balcones de la casa, los destellos
    de la vegetación. Las libélulas danzaban
    junto a la verja cerrada y las luces rojas
    de los geranios eran faroles de un teatro chino.
    Las verdes columnas de los bambúes
    crecían entre la hojarasca de cuchillos fríos,
    como el misterio del sexo en las horas calladas.
    El tacto de un limón, dos naranjas, la pulpa
    de una fruta del trópico. Y el color del sol
    entre las manos mientras olías a melón
    y manzana, celebrando un rito tan viejo
    como la edad de los hombres
    y la inutilidad de las palabras.



    CANCIÓN DEL INDIANO

    Haber pescado esponjas
    en las aguas del Caribe,
    o regentado un meublé con jardines
    y fachada color de rosa
    en cualquier ciudad colonial.
    No haber sido nadie en tierra de nadie
    pues nadie se era en la propia tierra
    y regresar con cien baúles de ropa,
    con cien secretos, un automóvil
    de charol y pasaporte extranjero.
    Construir, como si fuera un imperio,
    una casa con balcones y verandas,
    vidrieras de colores, muebles caros
    y varios salones.
    Recordar entonces en silencio
    mil bahías femeninas,
    mil pieles prodigiosas,
    mil ruletas clandestinas,
    y saber tanto del dinero
    como de la luz patibularia
    que se les enciende a los hombres
    entrada ya la madrugada.
    Y esperar la muerte junto al huerto
    cuyos colores son las banderas
    de aquellos barcos y aquellos puertos
    donde se juró morir como un perro
    antes que emprender el regreso
    sin fortuna, sin memoria, sin respeto.



    CÓDIGO DE SEÑALES

    Prepara las banderas que indiquen,
    al llegar a puerto, que estás en cuarentena.
    No sea que contagies el resto de tu vida.
    El buque necesita ciertos arreglos
    y tú ya no manejas el sextante
    con precisión. Te daña el alcohol
    y son pocos los días
    en que despiertas de buen humor.
    Si no es la fiebre, es el mundo,
    o ese viento del sur que te acelera
    el corazón. Fumas demasiado,
    desconfías de la tripulación,
    te tiemblan el pulso y la letra
    y has olvidado el rumbo
    que un día marcaste en las cartas
    de navegación. Ocurre, dicen,
    al pasar los trópicos, esa enfermedad
    que Dante llamó la mitad del camino
    y Byron la Edad Media en su Don Juan.
    Manda izar ahora las banderas.
    Observa la bahía y esta ciudad desconocida
    donde flota una bruma espectral.
    En ella se disputan tu destino
    la memoria infiel y el traidor olvido.



    QUEST

    Al final de su vida el hombre es un inventario
    que sus herederos traicionan, desmembrándolo.
    Pero en qué fantasmal asiento anotar
    las risas, el cansancio, la felicidad
    de algunas páginas escritas, el mar o el tacto
    de los cuerpos que iluminaron las noches
    y los días. El resto es sólo un escenario.
    No hay obra, ni autor, ni nada. Y los ojos
    que lo miren consultarán su propio libreto,
    llenos de espacios en blanco: silencios
    donde una vez y otra se estrellan los recuerdos.




    De El canto de las ballenas (1994):


    2

    La máquina de escribir se había vuelto loca.

    ....Se la compré a unos gitanos del Rastro para escribir mi biografía. Era un modelo italiano de los años treinta y un hidroavión cromado volaba sobre sus lomos negros. Las letras del teclado estaban forradas de cristal de colores y me dijeron que había pertenecido a un hombre al que fusilaron cuando acabó la guerra.
    ....Empecé a escribir y por mucho que me esforzara en relatar el feliz paisaje de mi infancia, sobre los folios surgían, uno detrás de otro, los nombres de aquellos a quienes un tribunal de hombres había sentenciado a muerte.



    7

    Cuando embarqué en aquel buque mercante el capitán me advirtió que yo era el único pasajero y que el nombre de el barco era La Patagonia. Le pregunté a qué naviera pertenecía y me dijo que a la Maud Weston & Co. Le miré extrañado. En mis años de consignatario jamás vi escrito en libro alguno el nombre de esa compañía.
    ....No me sorprende, contestó el capitán, todos estamos muertos desde hace ochenta años: usted también. Un tifón nos hizo naufragar frente al Cabo de Hornos; jamás hallaron nuestros cuerpos.
    ....Entonces comprendí que todo lo que yo había confundido con mi vida no era más que el sueño de un fantasma.



    13

    Se pasó toda la guerra escondido en el desván. Por las noches, desde un ventanuco, los vía a ellos, sus enemigos, bailando al son de una vieja gramola sobre los losanges del jardín. Traían discos de Cole Porter y dejaban las pistolas y los máusers sobre la sillería de damasco de la abuela, que había instalado bajo la glorieta de la piscina. Nadaban desnudos, reían, se emborrachaban, hacían el amor. Cuando ellas se quitaban los correajes y se desprendían de aquellos monos de aviador, Raúl pensaba en las fiestas que él había disfrutado durante los veranos de su juventud mientras su familia estaba en Biarritz y el tiempo transcurría lento como el musgo de un estanque.
    ....Isabel tenía la piel oscura, las piernas muy largas, los ojos de miel y las cejas gruesas y levantadas en los extremos. El vello del sexo se le exxtendía hacia la cara interior de los muslos como los bigotes de un mariscal decimonónico y su mirada se detenía con frecuencia en el ventanuco del desván. Entonces sonreía. Cuando comenzó el asedio a la ciudad y la noche se llenó de cometas de fuego y las casas eran sólo resplandor, el jardín quedó abandonado entre las hojas muertas, los colchones húmedos y las botellas rotas. Una lámpara decó de alabastro permaneció encendida día y noche hasta que Raúl pudo abandonar su escondite entre los uniformes de viejos amigos en cuyos ojos brillaba la luz delos sables y la tristeza de una tierra desolada.
    ....La tarde anterior, Isabel había venido sola a la casa. Abrió las puertas, subió al desván y se desnudó sonriendo hacia aquel oscuro rincón donde Raúl escuchaba su agitada respiración y observaba sus ojos como faros en medio de la galerna. Los separaban los pantanos, las alfombras, las lluvias de los días, la penumbra, el frío polvoriento de la historia.
    ....Meses después él mandaba un pelotón de fusilamiento. La reconoció por su sonrisa, mientras caía.




    De La oración de Mr. Hyde (1996-2000):


    1956

    En el año en que yo nací,
    los rusos acribillaron con ametralladoras
    la ciudad de Budapest.
    Arrastraban los cadáveres
    como si fueran reses sobre la nieve
    y había un reguero de rosas rojas
    sobre las agujas de cristal.
    Sigo aquí, al otro lado del teléfono,
    comiendo el liquen de unos recuerdos,
    amor mío, que no tuve y ahora sí.
    El año en que yo nací
    Fangio volvió a ganar la Copa del Mundo
    y Haile Selassie era el emperador de Judá,
    no creas, nadie sabe ahora,
    como no saben que la noche era de hielo
    y la gente, en sus casas, tenía miedo
    pero las mañanas eran limpias
    como jardines después de la lluvia.
    El año en que yo nací
    el rey Farouk se fumaba un puro en el Negresco
    y por la noche –mientras los paracaidistas ingleses
    caían sobre Suez y el coronel Nasser
    hablaba por Radio El Cairo–
    él montaba a una actriz francesa,
    la llamaba Mimí a gritos
    y bebía champán en su zapato de piel de cocodrilo.
    El año en que yo nací,
    en el sótano de una embajada de París
    alguien ponía un telegrama a Chiang Kai Shek
    y yo agradecía el alfabeto de las estrellas
    y la piel azul del mundo.
    Eso era entonces, claro, porque ahora
    sólo intento que el misterio que soy
    –el misterio de que estoy hecho–
    y el mundo opaco donde vivo
    no sean dos raros, dos desconocidos
    que se extravían en el tiempo.



    ANTES DE CUMPLIR LOS VEINTE AÑOS

    En aquel tiempo
    la revolución era una cuestión sentimental:
    Muerte en Venecia para todos, por ejemplo,
    irse de casa, la camaradería del hash
    y los cuerpos desnudos junto al mar.
    Recuerdo que un cartel de Mucha
    era el colmo del buen gusto –una obligación
    casi, como el Diario del Che en la librería,
    una foto de Maria Schneider o los poemas de Ferrater–
    y que los fenicios que ahora nos gobiernan
    no habían salido aún de sus madrigueras.
    Todo se mezclaba porque todo enriquecía:
    la pintura prerrafaelita y Formentera Lady,
    Parcerisas y el cine francés, los poemas
    de Contra Natura de Hinostroza,
    las piedras de Mauritania y las calles
    del barrio viejo, a la sombra de la catedral.
    Pero durante la noche había unos coches grises
    que a veces se detenían junto a la acera
    y unos hombres que fumaban en su interior.

    De aquel tiempo en que la poesía
    era un modo de vivir y de beber en los bares
    y de tratar con las chicas y de amarlas
    amándonos a nosotros mismos,
    que era a quien mejor sabíamos amar,
    de aquel tiempo, digo, vuestros nombres
    también tuvieron la culpa
    de que viviéramos como pudo hacerlo un bardo,
    o Baudelaire en el París maudit.
    Me refiero a vosotros: Cohen, don Leonardo;
    míster Van Morrison; Zimmerman, el otro judío,
    y Neil Young, el sudista. Quede claro que os debemos algo
    -como a Fitzgerald, a Durrell o a Hesse-,
    que os debemos los versos más tristes
    y las mejores horas de aquel tiempo
    en que los fenicios que ahora nos gobiernan
    no habían salido de sus madrigueras,
    y tras la brasa de un cigarrillo y un coche
    en la noche, se cernían el frío y la amenaza.



    CRÓNICA

    A finales de la II Guerra,
    cuando los soldados tártaros
    del Ejército Rojo
    apresaban a un enemigo,
    no lo mataban enseguida
    pues en Tartaria son los muertos
    los que matan a los vivos.
    Ataban entonces al prisionero
    al cadáver de uno de sus compañeros.
    él ya no volvería a galopar
    por las estepas de Asia,
    ni a cazar al alba
    con el silbido del viento,
    ni a dormir con su familia
    al calor del fuego.
    Los ataban frente a frente,
    boca a boca, cuerpo a cuerpo,
    como amantes en su primera noche.
    Y la putrefacción del cadáver
    conducía al soldado,
    en un abrazo lento y letal,
    hasta el reino de los muertos.
    Evitaré detalles que son fáciles
    de imaginar: el hedor, los gusanos
    y el horror del soldado preso.
    Algo así nos espanta ahora,
    sin pensar que nuestra vida
    es la condena a morir abrazados
    al cadáver descompuesto
    de ése que fuimos
    en los días que galopábamos
    por las estepas de Asia
    y las mujeres nos amaban
    en una tienda hecha de pieles,
    mientras las estrellas, allá arriba,
    escribían con luz fría
    nuestro destino de hombres
    enfrentados a su sombra.



    SIN TI

    Vivo como un ahogado
    que respirase bajo el agua.
    El sol son las escamas
    de oro de una piel
    que jamás alcanzo a tocar.
    Veo la sombra de los cargueros
    y me hablan de puertos
    que no conoceré, de la vida
    que perdí ya no sé cuándo.
    Pienso en los peces
    como fantasmas de mis recuerdos:
    tienen el color de tus ojos
    mientras me has amado.

    Cuando el agua se hace oscura
    toco el piano de mis versos,
    pero aquí no existe la música.
    Desde que tú te has ido,
    aunque sigas a mi lado.



    CONSEJO

    Parece que Casanova
    siempre obtuvo los favores
    de las damas que a todas horas
    despertaron sus deseos,
    que Stendhal se enamoraba
    en los palcos de la ópera
    y aunque detestara su físico,
    lograba a veces su objetivo,
    que Amiel escribió un vasto diario
    e hizo de su timidez
    y del amor no correspondido
    un arte solitario.

    Lejos quedan los tiempos
    de aprendiz de Casanova
    -la juventud arrolladora, las mujeres
    que te amaron y recuerdas a solas-.
    Vino luego cierta madurez stendhaliana
    -un cóctel de melancolía y entusiamo-,
    los palcos en teatros extraños
    y algunos ojos que en ti se miraron
    advirtiendo lo que habías olvidado.
    Ahora entras en la órbita de Amiel
    -en un año, dos fracasos-
    y te miras en el espejo, sorprendido,
    como quien ha perdido, sin saberlo,
    lo mejor que tenía en sí mismo.
    No te engañes, vuelve a casa,
    pasó tu tiempo; eres más viejo,
    empiezan a fallarte los reflejos,
    aunque sigas encaprichándote
    de una voz, una mirada,
    o la armonía de un cuerpo
    que es la armonía del alma.
    Y lo sabes: nada nuevo ocurrirá;
    sólo has de aprender a reconocerte
    en ese otro rostro de la soledad.



    LEYENDA NEGRA

    Tal vez porque tuve una infancia solitaria,
    o porque ante Dios todos somos iguales,
    mi patria es la voz de mi padre
    leyéndome el Antiguo Testamento,
    las palabras de mi abuelo materno, me confesó
    que le habría gustado ser escritor.
    Y la cantinela de Cavalleria Rusticana
    con que el padre de mi padre
    de la muerte se burló.
    ....................................Mi patria
    son dos casas que ya no existen
    y otras dos de los veranos de infancia
    que sin ser mías a veces d nche lo son.
    Mi patria es el latín y las naves de Roma,
    la Poesía, cierta idea cristiana del mundo
    y las personas. Es mi mujer y mis hijos,
    y también Tintín y ese mar tan antiguo,
    mis amigas y mis amigos.
    .........................................No me habléis,
    pues, de otras patrias por las que morir.
    Todos los días muero yo por la mía.



    LA GRANDEUR

    Vivir como un viejo militar francés
    -la juventud perdida en los cuarteles
    coloniales y trincheras de cieno-,
    que sabe que su época está muerta
    y desconoce qué pecado pudo cometer
    para deambular a estas alturas
    por las oscuras avenidas del desasosiego.
    Ser uno de esos militares malhumorados
    y raros, que por la noche leen poesía
    en su gabinete pulcro y ordenado,
    y escriben cartas a sus amigas
    en una mesa de piel damasquinada,
    estilo Luis XVI. Y una casa en las afueras,
    ni tan lejos como para añorar la ciudad,
    ni tan cerca como para perder el tiempo
    en ella, cuando las tardes detienen el reloj
    y se corre el peligro, tan literario,
    de creernos lo que no somos, ni fuimos.

    Y ser, en cambio, un gris funcionario
    -vendida el alma por las mísera
    treinta monedas
    de una nómina a fin de mes-,
    que fija su desconcierto
    en un espejo inventado.


    JOSÉ CARLOS LLOP, Poesías (1974-2001), Península, 2002


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