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    Andrés Neuman (1977- Empty Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 17 Abr 2023, 06:06

    .


    Andrés Neuman (Buenos Aires, 28 de enero de 1977) es un narrador, poeta, traductor, aforista,1​ bloguero y columnista hispano-argentino.

    Biografía

    Hijo de músicos argentinos exiliados (de madre violinista, Delia Galán, de origen franco-español, y padre oboísta, Víctor Neuman, de origen judío ashkenazí), tiene la ciudadanía argentina y española.​ La historia novelada de sus ancestros europeos, los exilios y migraciones familiares, su infancia argentina y el secuestro de su tía paterna durante la dictadura cívico-militar, puede leerse en su libro Una vez Argentina.​

    A los catorce años se trasladó con sus padres y hermano a Granada, donde realizó sus estudios secundarios y desempeñó oficios tales como aprendiz de escayolista, entrenador de fútbol infantil, profesor particular de latín o mozo de almacén en una empresa de cortinas.​ Más tarde se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Granada. Allí continuó con los cursos de doctorado, escribió una tesina sobre cuento argentino y dictadura​ e impartió clases de literatura hispanoamericana.

    Neuman debutó en la literatura como poeta y narrador breve. Su primera publicación fue un cuaderno de poemas titulado Simulacros, aparecido a principios de 1998 en una pequeña editorial de Granada. A finales de 1999 se publicó su primera novela, Bariloche, que resultó finalista del Premio Herralde y fue recibida como una de las óperas primas del año.6​ Sus siguientes novelas, que también obtuvieron distinciones, lo confirmarían como uno de los más destacados escritores contemporáneos en lengua castellana. El propio Roberto Bolaño, en su libro de ensayos Entre paréntesis, declaró sobre el joven autor:​

       "Tocado por la gracia. Ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, aquella que escriben los poetas verdaderos. La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre".

    La consagración definitiva​ como novelista le llegó con El viajero del siglo (2009), obra que obtuvo entre otros el Premio Alfaguara​ y el Premio de la Crítica,​ además de resultar elegida entre las 5 mejores novelas del año en lengua española por los críticos del diario El País​ y de El Cultural del diario El Mundo.​ La traducción al inglés de esta novela fue seleccionada entre los mejores libros del año por los diarios británicos The Independent,​ The Guardian​ y Financial Times.​ Fue asimismo designada finalista del IMPAC Dublin Literary Award y obtuvo una Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.

    Sus novelas más recientes son Hablar solos (2012) y Fractura (2018), nominada al Premio Dulce Chacón de Narrativa Española16​ y al Premio San Clemente,17​ y elegida por El Cultural de El Mundo entre las 5 mejores novelas del año en castellano18​ y como uno de los libros del año por el diario El País en una votación entre críticos, periodistas y libreros.19​

    Neuman ha desarrollado una intensa labor de divulgación del relato breve. Además de sus libros de cuentos, que incorporan apéndices teóricos sobre el género, ejerció como coordinador del proyecto Pequeñas resistencias, serie de antologías sobre el relato actual escrito en castellano, publicada entre 2002 y 2010 por la editorial Páginas de Espuma. Cabe destacar su prólogo al libro de Horacio Quiroga Cuentos de amor de locura y de muerte, para la editorial Menoscuarto. En 2016 una antología de sus relatos traducidos al inglés, The Things We Don't Do, recibió el Firecracker Award al mejor libro de ficción publicado en Estados Unidos, concedido por la Community of Literary Magazines and Presses y la American Booksellers Association.

    Ha trabajado asimismo como columnista en numerosos medios de España y Latinoamérica. Fue guionista de tiras cómicas en el diario Ideal de Granada, colaborando con el dibujante Kicus en una serie de tiras semanales titulada Los quietos. Escribió regularmente en el suplemento cultural del diario español ABC y en la Revista Ñ del diario argentino Clarín. Mantiene un blog personal, Microrréplicas.

    En 2007, mediante una votación convocada por el Hay Festival y Bogotá Capital mundial del libro,20​ Neuman fue incluido en la selección Bogotá-39. Más tarde, en 2010, fue seleccionado por la revista británica Granta entre Los 22 mejores narradores jóvenes en español.

    Premios

       I Premio de Poesía Joven "Antonio Carvajal" por Métodos de la noche (1998).
       Finalista del XVII Premio Herralde de novela por Bariloche (1999) y de la XXI edición por Una vez Argentina (2003).
       Premio Federico García Lorca de poesía por Alfileres de luz (1999).
       XVII Premio Hiperión de poesía por El tobogán (2002).
       Finalista del VI Premio Primavera de novela por La vida en las ventanas (2002).
       XII Premio Alfaguara de Novela por El viajero del siglo (2009).
       LIV Premio de la Crítica de narrativa castellana por El viajero del siglo (2010).
       IV Premio La Tormenta en un vaso al mejor libro del año por El viajero del siglo (2010).
       Finalista del XVII Premio Rómulo Gallegos a la mejor novela en lengua española del bienio por El viajero del siglo (2011).
       Mención Especial del Jurado del Independent Foreign Fiction Prize por El viajero del siglo (2013) .
       Finalista del Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín por El viajero del siglo (2014).
       Firecracker Award, concedido por la Community of Literary Magazines and Presses y la American Booksellers Association, por la antología de relatos The Things We Don't Do (2016).

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Neuman )


    *


    Algunos poemas de Andrés Neuman:​


    De Métodos de la noche (1998):


    ROPAJES

    Mis trajes de soldado no son más
    que miedo a la batalla.
    Y peores mis trajes de turista,
    como si la aventura de las calles
    pudiera seducirme.
    Por si no lo sabías nunca logré emigrar,
    sigo habitando en sábanas, las mismas
    que humedecí de niño
    cuando aún no te amaba y todavía
    no había mojado tus sábanas.
    Mi única destreza es protegerme.

    Decirte que me ames es un pleito
    de lenguajes más hábiles que el mío.
    No sé nada de espejos,
    no entiendo una sonata,
    callar es la virtud que no merezco.
    Ojalá te bastasen las delicias
    de los mundos y las tardes
    que no me pertenecen.

    Decir te amo suele ser asunto
    de obvias melancolías.



    BODEGÓN CON PELIGRO

    Para que alguna cosa resulte necesaria
    hace falta el peligro.

    Un plácido frutero
    ofrece su sabor a manos llenas.
    Te acercas seducido
    por el suave mordisco de la luz
    sobre la porcelana. Afuera llueve
    o acaba de parar hace un momento.

    Cinco dedos curiosos acarician
    unas uvas amargas,
    una manzana envuelta en pergamino,
    unos limones todavía verdes.
    Cuando hundes la mano
    las frutas se te abren como el agua.

    ¿No sabías que al fondo de un intento,
    si es nuevo y palpitante,
    aguarda siempre una granada?
    Estalla
    el frutero y revienta en mil pedazos,
    mostrándote los hombros de la tarde.

    Como todo matiz, las luces leves
    sirven para explotar. Es necesario.
    Su requisito es el peligro, eso.



    LA NOCHE ENTRE PARÉNTESIS

    La noche entre paréntesis
    y su adictivo roce
    bastaron para hacerme conocer
    el ansia elemental,
    latidos de unas ropas,
    la rápida tristeza de una vela,
    música cómplice, un rincón,
    el peso y la medida del olvido.



    De El tobogán (2002):


    EL JARDINERO

    Aprendí con mi abuelo a plantar árboles.

    "Los sauces necesitan
    más agua, Andrés, que vos,
    y sus raíces
    al principio no son
    demasiado profundas.
    A veces crecen rápido
    y otras veces se estancan en la tierra,
    asustados del aire."

    Hoy no existe ni abuelo ni país
    ni tampoco ese niño, pero queda
    aquel sauce encorvado al que -me digo-,
    Andrés, hay que cuidar,
    estas raíces frágiles,
    este miedo a la altura de la vida.



    CONTINUIDAD DE LOS PATIOS

    Allá, entonces, todos nos pegábamos.

    Llovían puños rojos
    y el uniforme ondeaba hecho jirones.
    La vida o la pelota. O ser cobarde.
    Señalar con el dedo a los más débiles.
    Burlarse de los tontos, perseguir a los listos.
    Rencorosa amistad para quienes tuvieran
    buenas notas, juguetes, una amiga.
    Silencio o puñetazo. Puñetazo y callarse.
    Cada blanca mañana combatíamos,
    hasta que al fin el terco
    mordisco de los años me condujo
    a abandonar el patio y esa gente.

    Aquí, ahora, todos nos pegamos.



    BUENOS AIRES AL VUELO

    Todo comienza en la tercera planta del pasado,
    la quinta puerta al fondo del olvido.
    Ábrela, ciérrala: hay viento suficiente
    para escapar, y tiempo para entender al fin.

    Las calles coloniales y todavía sucias de San Telmo
    que alguien en mi nombre recorre alucinado,
    la esquina de los gritos donde guardan
    los víveres de alguna semifusa,
    la placita Dorrego, raíces como músculos,
    los domingos en venta su sol artesanal,
    aquel otro mercado (hangar de contraluces)
    cuando el precio del pan subía cada tarde,
    quedarme con el cambio, tan sólo dos monedas
    y dos también, y solos, los amores:
    la rara pelirroja de la calle Juncal,
    aquella bailarina que galopaba en zapatillas leves,
    más allá las mañanas borrosas y de escarcha
    camino al puerto, dársenas y grúas,
    soñolienta gimnasia de sus amaneceres, la marrón
    pestilencia del río, avergonzado de la historia
    y del vuelo siniestro de helicópteros;
    el terror, ciertos golpes, piruetas para entrar en los potreros,
    un reloj alemán que se llevó las horas,
    abro, cierro,
    el grito de ese niño que me aturde
    despertando algún miedo en otro idioma,
    gente que aún traduzco, el ajedrez color
    pomelo en la avenida Independencia, mi amigo el heladero,
    su desaparecer, las bicicletas en el Parque Lezama,
    esa velocidad con que se alejan,
    la risa, el maquillaje, el escenario
    de los domingos en Plaza Francia,
    entre parques y plazas corre el tiempo;
    presuntas libertades, el Once, el colectivo 86,
    el mantra de haber sido futbolista u hombre muerto,
    aquel temible patio de los puñetazos,
    jugar al escondite era un alivio,
    cierro, cierro,
    un club donde nadar era aprender a ahogarnos,
    un abuelo con gorra lúcido hasta el suicidio,
    otro que vive en hábitos y gestos que aprendí
    mucho más tarde, desandando la escala,
    una casa de barro en las afueras, un jardín que encogía,
    un almanaque viejo y un cuadro con un circo, las abuelas
    de manos que se rompen, un balón ascendiendo;
    el templo de los goles en la Boca, su garganta de hierba,
    el transistor oculto debajo de la almohada, el laberinto
    entre Alsina y Moreno, la muerte junto al álgebra,
    esas únicas fiestas en las cuales bailaste, ¿seguro que bailaste?,
    el Teatro Colón o la caverna adonde secuestraban
    el violín de mi madre cada día, el corredor
    desierto y enemigo, las intrusas con vaqueros rosados,
    un balón descendiendo;
    aquel mirar vacío de cierto amigo muerto en delantal,
    su cara detenida como en un papel pálido,
    los varios ataúdes que me hicieron adulto,
    la madera del ébano, un arco y un caballo,
    un Dofge naranja incendio,
    el viento suficiente para que se propague,
    un limonero roto, un sauce en pie, ladrones
    sin sombra y una puerta perforada,
    un ladrón diferente en el espejo: ese balcón
    al otro lado, ya me asomo, del tiempo
    y del aire y del plano que se acerca
    a dos ojos cerrados,
    las luces y los pozos,
    el bobo señalar de un obelisco,
    la bóveda nublada,
    esa repetición de la caída,
    su aterrizaje urgente,
    su riesgo necesario,
    las calles de allá abajo y aquí dentro.

    Igual que en el mercado yo quisiera
    quedarme con el cambio, ser ayer
    teniendo la memoria de mañana.
    A mí se me hace cuento que existiera un lugar
    al que pertenecer, un árbol sin raíces, una línea
    que ya no tiene suelo, palpita de invisible,
    traza su propio mapa en mi reverso, habla,
    duele y remonta el vuelo.



    EL TOBOGÁN

    Ya comienzo a notar
    una aceleración ajena de los años.
    un vislumbre borroso, la antesala
    del tobogán, siempre más breve
    de lo que el niño desearía
    y mas veloz de lo que el hombre espera.
    Soy, según dicen, joven, y no obstante
    ya comienzo a notar esta aceleración
    extraña, que no es mía, que es del tiempo
    y planea arrastrarme, sin hacerme preguntas,
    hasta un parque de arena y hierba seca
    donde, impulsado a ser el niño que dejé,
    subo la escalerilla y caigo
    al encuentro del hombre que me aguarda,
    familiar, con los brazos abiertos.



    EL COLUMPIO

    Ponte en pie, Sebastián,
    dame la mano
    y estira bien las piernas.
    Serás alto, sin duda,
    como yo no lo soy.

    Mira: esto es un roble
    y sabe crecer fuerte si lo cuidan.
    Mira: esos columpios
    sirven para volar como los pájaros,
    pronto vas a poder montar en ellos.
    Mira, hijo, la hierba: ahí duermen a veces
    unos hombres cansados que han perdido su casa.
    ¿Ves que balón precioso de colores?
    A esto lo llamamos paseo los adultos.

    Detente, Sebastián, descansa un rato,
    ¡has trabajado tanto esta mañana!
    Es difícil, ¿verdad?, permanecer de pie,
    terminas por caerte.
    Lo mismo nos ocurre a los adultos.

    Pero no seas tu quien llore.
    Sebastián, ponte en pie, tenemos tiempo.




    Última edición por Pedro Casas Serra el Lun 17 Abr 2023, 11:14, editado 1 vez

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    Mensaje por cecilia gargantini Lun 17 Abr 2023, 10:57

    Yo he leído alguna narrativa de él de mucha calidad. Pero me encantará conocer su poesía.
    Gracias Pedro
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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 17 Abr 2023, 11:15

    Gracias a ti, Cecilia, por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por cecilia gargantini Lun 17 Abr 2023, 11:32

    Me encantaron estos versos...Buenos Aires al vuelo, porque es muy nuestro, y El tobogán no tiene desperdicio. En fin, me gustó todo.
    Besosssssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 17 Abr 2023, 11:47

    .


    De Mística abajo (2008):


    ODA A LA SALUD

    Sentado en el columpio de la hierba
    al viento del verano, sé que existo.
    Lo sé junto al reflejo de las ondas
    y el celeste rumor de una piscina:
    contemplo este papel que me asegura
    con etimologías y guarismos
    que el fugaz personaje que es mi cuerpo
    se empeña en resistir. Yo le doy gracias
    por disculparme la temeridad,
    los derroches del joven rico en vida
    que exprime la naranja de la sangre
    como si su precaria fortaleza
    en lugar de un regalo fuese un mérito.

    Agradezco, salud, la armonía del alma
    con la carne, su pacto temporal,
    el incierto equilibrio –dilatado
    como en cámara lenta– que permite
    correr y conmoverse, deslizar un capricho
    entre dos reflexiones, el amar la palabra
    y el amar sin palabras, el temor
    de malgastarlo todo en una carretera
    y el extraño derecho de arriesgarlo.

    La salud, que ilumina lo veloz y lo quieto,
    la cosquilla y la idea, el músculo y la música,
    el malestar, el goce, la costumbre
    de quebrar el espejo
    .................................y sumergirme
    hasta el fondo vivaz de esta piscina
    donde un papel repleto de guarismos
    ha caído arrugado entre la hierba.



    PLEGARIA DEL QUE ATERRIZA

    Cielo, yo que no creo que en ti floten mensajes
    y que leo en el alma (y digo alma)
    cómo nada más alto nos protege
    que el placer, la conciencia y la alegría,
    yo te prometo, cielo, si aterrizamos sanos
    que guardaré este miedo que hace temblar mi pulso
    mientras escribo en manos de la furia del aire.
    Lo guardaré, si llego, no para fabular
    razones superiores ni para desafiarlas
    sino por recordarte siempre, cielo,
    liso, llano y azul como ahora te alcanzo,
    hermoso, intrascendente, un simple gas que agita
    la luz y me conmueve
    como sólo un viajero transitorio,
    como sólo un mortal puede saberlo.



    LA GOTERA

    L a juventud no acaba con la edad
    sino con la certeza de algún daño.
    Un joven no es piel tierna
    ni una fuerza infinita, sólo es alguien
    que en el fondo de sí se siente intacto,
    alguien cuya esperanza
    tiene menos de esfuerzo que de jarrón brillante.
    La certeza contraria no se llama experiencia.
    Se llama simplemente suciedad.

    La muerte ensucia, mancha,
    enloda tu zapato de verano,
    captura tu tobillo saludable,
    presume de tu pierna inmaculada.
    La muerte es la gotera inaugural,
    es un diente en el techo,
    el oficio del lobo prematuro.

    Cuando la muerte ajena empieza a hacerse propia
    empieza la otra vida.
    Otra mucho más breve.
    Y mucho más cargada de deseo.



    ODA SOBRE LA ODA DEL VIEJO RUISEÑOR

    Sentado bajo el árbol que sustituye al árbol
    donde John Keats oyó cantar al ruiseñor
    me pregunto qué acordes hubieran sorprendido
    al poeta una tarde del año 2006.
    El oído es un ojo que lee como vive
    y la vida presente se ha vuelto un pentagrama
    caótico, crispado, cada vez más agudo.
    Tampoco el ruiseñor sería el mismo pájaro:
    antes era un milagro en medio del reposo,
    melódico misterio en labios de la noche.
    Pero hace ya tiempo que los seres alados
    perdieron el reloj a través de las ramas
    y un reflejo nervioso de vatios en cadena
    los obliga a cantar torpemente a deshora.
    Hoy Keats no escucharía aningún ruiseñor,
    ni sería capaz de distinguir su trino.

    Pero, ah, ¿y si pudiera? ¿Y si en este jardín
    bajo el cielo de Hampstead quedara algún jirón
    de silencio flotando? De ser así me temo
    que esta tarde el poeta ya no habría envidiado
    la estirpe voladora ni exclamado en un trance
    de armónico furor: «¡Tú no naciste
    para la muerte, pájaro inmortal!».
    Se habría referido más bien a la extinción
    de especies muscicápidas, al smog enredado
    entre sus alas cortas o al tenso laberinto
    de tendidos eléctricos que dificulta el vuelo.

    Y pese a todo Keats, que cantaba mejor
    que el cándido jilguero o la inconsciente flauta,
    al final suspiró: «No nos puede engañar
    tan bien la fantasía», dudando si los sones
    habían sido fruto de un sueño pasajero.
    Quizás esa sospecha amarga y terrenal
    (que en lugar de mancharlo eleva su poema)
    nació del rumor rojo de las enfermedades,
    de la sangre perdida por la boca que canta.
    Al comprender temprano que su vida era breve
    el ruiseñor John Keats intentó imaginar
    una voz más constante durando en las alturas,
    algún pájaro eterno a lo largo de siglos
    unísonos, aéreos...

    ................................
    Y fue en aquel refugio,
    resguardado a la sombra de este leve ciruelo
    que no es el genuino y que me desprotege,
    donde el joven cantor soñó la permanencia
    hace doscientos años sin suponer que alguien
    (yo mismo o cualquier otro: la historia nos trasplanta)
    pagaría un billete para probar su asiento
    y saldría más tarde pensando en viejas odas,
    en la remota cuerda de la tuberculosis,
    oyendo un aletear de fugaces motores
    (¿de dónde provendrán?, ¿adónde vuelan?)
    y parando a comprar un frasco de jarabe
    en la absurda farmacia llamada Keats, oh tiempo,
    que han abierto a la vuelta de su jardín inmóvil.




    NECESIDAD DEL CANTO

    En memoria de Izet Sarajlic, poeta

    Perdiste a tus hermanos,
    tuviste que hermanarte.
    En la noche incendiada en Sarajevo
    los enterraste a solas esquivando
    la puntería alerta del francotirador.
    Resistías sin fuego ni cuchillos,
    pedías una calle, alguna esquina
    para amantes y para fugitivos
    donde nunca ocurriese una catástrofe.
    Una calle con vista al Mrkovici,
    la montaña de la que te venían
    lo mismo golondrinas que granadas.
    Pero a mayor altura
    –sin heroísmo, por supervivencia–
    volaban tus palabras con sus dones.

    Leyéndolas me acuerdo
    de Adorno y su afilada zancadilla:
    ¿cómo escribir después del exterminio?
    Los muertos por desgracia ya no leen.
    Y en cuanto a los que viven,
    entender la poesía como un lujo
    nos condena a vivir más desalmados
    y al arte a cantar culpa. La palabra
    no es un gesto apacible de verano.
    Igual que una semilla atravesando el hielo
    el dolor nos empuja a preguntar.
    Bajo las explosiones y la sangre
    tú esperabas la hora de escribir
    poemas amorosos de posguerra.
    Eso también se llama compromiso:
    levantar
    el verbo de las ruinas
    y sembrar de esperanza el camposanto.

    Tu traductor recuerda
    que vio una enredadera en Sarajevo
    henchida de verdor, iluminada,
    dispuesta a no rendirse.
    La imagino trepando hacia la música
    como el tacto creciente de una mano
    sobre una espalda al sol.
    que prospera en la espalda
    De acuerdo, no muy tarde
    avanzará la noche hasta cubrirla,
    es cierto que el silencio enfría el verde.
    Pero mientras la suerte lo consienta
    regresará la luz a la garganta:
    un poeta, dijiste, es quien consigue
    pese a todo empezar de cero siempre.
    Frente al nuevo renglón de la mañana,
    de su horizonte franco, Izet Sarajlic,
    prometemos dejar la casa abierta
    y seguir con el canto.



    LA DULCE CUCHARADA

    Es lo que necesito para hablar.
    No el hecho: la inminencia.
    No el vuelo del gran pájaro
    sino un roce de ala.

    La palabra dibuja
    la meta sin el límite.
    En su persecución interminable
    el casi me seduce, me transporta.

    Tengo ganas de casi para siempre.
    De restarle a lo exacto la dulce cucharada.



    EL PARAÍSO LITERAL

    Brilla sin anunciarse.
    Apenas hace falta alzar la vista.
    Es un ofrecimiento
    que la vida nos hace silenciosa
    esperando que sean dignos ojos
    y digna su alegría.

    Sencillamente azul dentro del pecho:
    qué dicha haber llegado
    al lugar donde estaba.
    Hoy quisiera
    no añadir una coma
    al cielo literal de cada día.



    MUJER LEYENDO

    Admirar es el verbo
    que dice en su doblez
    lo que despierta en mí tu quieta pose.
    Esa misma doblez está en tus pechos
    porque elevas el libro y lo sostienes
    juntando bien los brazos, plegando la atención.

    Me tienta imaginar el personaje
    al que estás abrazando, en qué adjetivos
    prefieres detenerte. Me entretengo
    calculando la pausa, la cadencia
    con que pasas las páginas: sonrío
    al comprobar que eres una lectora lenta,
    con rodeos de asombro o de pregunta.

    Quién pudiera de ti recibir esos ojos
    con el mismo deseo, con idéntica hondura.
    Eres lo que hace falta. Belleza meditando.
    Carne con su temblor y su sintaxis.
    Ese lugar en que la inteligencia
    y la sensualidad se hacen un nudo.




    De Vivir de oído (2018):


    PENÚLTIMA DERROTA FRENTE AL MAR DEL SUR

    Después de que los bárbaros llegasen
    rompiendo cerraduras al unísono,
    confiscando los ojos del padre labrador
    y de la madre experta en cultivar su espalda
    y de todos los hijos despeinados,
    volcando nuestros lechos como botes,
    arrancando las parras luminosas,
    trazando con espada la frontera,

    después de que los bárbaros entrasen
    acampando en las bocas,
    llenándonos de monedas los zapatos,
    cortándonos los dedos por la mecha,
    apagando las velas tartamudas
    que titilan al sur pero no alcanzan,
    empuñando su lengua
    y todo un diccionario de silencio,

    después de que los bárbaros, en fin,
    fuesen nuestros vecinos que saludan,
    nuestra gente educada en traicionarse,
    los niños partidarios del pedrusco,
    los hermanos en bíblico negocio,
    los abuelos a punto de exiliar a sus nietos,
    los maestros huyendo de las aulas,
    el panadero horneando hambre,
    el carpintero en manos del martillo,

    nadar en este mar es una acción política.



    RETABLO CON CHICA CORRIENTE

    No intenta ser epítome de nada
    ni tiene espalda mítica.

    Pero la puntuación del pie colgante
    mientras lee no sé qué novelista,
    el tenue titubeo en la sandalia,
    los dedos lastimados
    por haber dicho sí,
    su forma exacta de tomar asiento,
    su quietud de paréntesis,
    el resplandor digamos de retablo
    en torno a su cabeza despeinada,
    los cabellos que son una opinión,
    ese insistir de ojeras estudiosas,
    la posible miopía que condensa
    su campo de interés,
    la reducción del ruido al observarla,
    su peso que es un énfasis,
    el tiempo que maneja con las manos.

    Todo eso nos ha reunido aquí,
    en cruce accidental,
    en esta poca cosa de nosotras.



    RUIDOS EQUIVOCADOS

    Algunas cosas hacen
    ruidos equivocados;
    problemas de doblaje con el mundo.

    De pronto un vaso tiene voz de niño,
    el tenedor escarba una cabeza,
    una mesa chirría su neumático.

    El desorden provoca observación
    en la misma mediada que la música
    discrepa de sus previa armonías.

    Llevo en la espalda el eco
    de la puerta que acabo de cerrar,
    como esa noche en que dijimos frases
    que merecían otros.

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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 17 Abr 2023, 12:09

    Los de Buenos Aires los elegí porque creí que te gustarían. Gracias por tu interés, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por cecilia gargantini Lun 17 Abr 2023, 18:01

    Gracias dobles entonces, querido Pedro!!!!!!!!!!!!
    Besosssssssssssss
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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 19 Abr 2023, 05:19

    De nada, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 19 Abr 2023, 06:55

    .


    De La canción del antílope (2003):


    TE PESAN LAS COSTILLAS Y LAS HORAS

    Te pesan las costillas y las horas,
    el aire trepa y cae por tu pecho,
    tu mano imprime surcos sobre la piel de arena.
    No te estás extinguiendo, estás tan vivo
    que has comprendido el hueco de la pérdida. Igual que un casco
    volcado por el gesto de un soldado al que asombra
    la música de sangre de su propia metralla,
    así resbala el odio y queda a tus espaldas entre el fango.
    Tus costillas, antílope, esconden un reloj:
    te preguntas quién pudo darle cuerda.




    De No sé por qué (2011):


    NO SÉ POR QUÉ FUMAR ME ENCANTA

    No sé por qué fumar me encanta
    el humo quema el idioma
    las urnas funerarias son grandes ceniceros
    mi madre se llevó en el bolso su cáncer de pulmón
    me desprecio por no salvarla en mí
    ¿estaré desprendiéndome
    hacia un lugar en blanco donde solamente
    quedan seres volátiles
    que la cuidan fumando arrepentidos?



    NO SE POR QUÉ ME ENJABONO PRIMERO LA ENTREPIERNA

    No sé por qué me enjabono primero la entrepierna
    mis duchas son jerárquicas
    algún día quisiera comenzar por las axilas
    los tobillos los muslos
    qué poco sabe un hombre sobre auoerotismo
    después eyaculamos mal especulamos
    hacemos daño entramos en desagüe



    NO SÉ POR QUÉ CONTESTO LOS MENSAJES

    No sé porqué contesto los mensajes
    con avidez de náufrago como si alimentaran
    dedicamos más tiempo a los desconocidos
    que al sexo oral o al sol o a contar chistes
    se me ocurre un epitafio
    escribió que no estaba porque estaba escribiendo
    deberíamos vernos festejar cumpleaños subir montes
    repartirnos la muerte que pesa menos
    sobre varias espaldas




    De Patio de locos (2011):


    7

    alguien quizá deduzca
    que el doctor nube es un antagonista
    que representa el orden el poder
    que reprime bla bla de ninguna manera
    el doctor sufre más que sus pacientes
    es un hércules flojo
    es el sísifo manco
    tiene que trasladar la esfera del concepto
    ciertas certezas en las que no cree
    administrar razón en breves dosis
    su hija va a cumplir los quince años
    su mujer vive sola en el sofá
    él se va a las afueras
    al salir del trabajo
    le gusta conducir de madrugada




    13

    ¡escarabajo! insiste
    el loco que se arrastra por el patio
    pero nadie parece comprender
    (¿el narrador sabrá?)
    todos miran al cielo con el labio colgando
    alguien se traga el sol y eructa
    el doctor nube pasa
    se interesa
    ¿y por qué escarabajo?
    el profeta enfurece
    hay cosas que se aplastan si se explican



    16

    también está el de la muleta rota
    deambula por el patio haciendo círculos
    si me partí la pierna
    explica serio
    y esa pierna era mía pobrecita
    no tuve más remedio que partir la muleta
    pero ya te curaste corrige el enfermero
    por eso dice el loco
    ahora estoy esperando a que se cure
    la muleta
    lo dice y continúa
    caminando tropieza se levanta
    (difícil sostener el daño ajeno
    remata el narrador haciendo círculos)



    23

    dame ese tenedor exije el loco
    de la muleta rota contemplando
    su sopa de fideos
    ¿tenedor?
    se bula el enfermero
    (esw joven y le cuesta
    aclara el narrador paternalista)
    ¿tenedor para el caldo?
    ¡si, señor! le responde
    ofendido el de la muleta rota
    lo fácil es llevarse siempre todo
    no dejar nunca nada para el plato
    yo prefiero pinchar mi parte de la sopa
    ¿entiendes? bah te escupo
    (se limpia el enfermero con una servilleta)
    tienes que ir aprendiendo murmura el veterano
    a distinguir los locos de los locos




    Haikus de Gatas negras (2003):


    Redonda, quieta
    en el raíl del metro
    una paloma.

    *

    Abrazo inútil
    busca la joven hiedra
    en el cemento.

    *

    Luna rodando
    entre las azoteas.
    ¡Una ranura!

    *

    Persecución.
    En el retrovisor
    la luna llena.




    Haikus de Gotas de sal (2007):


    Aire de paz
    y espuma en los tobillos.
    Pescamos poco.

    *

    Media gaviota
    dormida sobre el agua.
    La luz la empuja.

    *

    En sus escamas
    traslada una sardina
    el arcoiris.

    *

    Marea baja.
    Por error, en la arena
    vuelven mis pasos.

    *

    Colchón de nubes.
    Duerme el sol en silencio,
    no escribas ruido.


    ANDRÉ NEUMAN, Casa fugaz. Poesía 1998-2018, La Bella Varsovia, 2020

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    Andrés Neuman (1977- Empty Re: Andrés Neuman (1977-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 27 Sep 2024, 12:26

    .


    Dos poemas más de Andrés Neuman:


    PALABRAS A UNA HIJA QUE NO TENGO

    Entornaré tus ojos si prometes soñarme.
    Compréndeme, no es fácil velar por alguien siempre:
    a veces necesito saber que tienes miedo.
    Cuando sepas hablar, dame mi nombre;
    diciéndome papá habrás hecho bastante.
    En invierno no abrigues demasiado
    tu cuerpo de princesa, más útil y más noble
    es irse acostumbrando a resistir.
    Acepta golosinas de los desconocidos
    (no está el mundo como para negarse)
    pero apréndete esto en cuanto puedas:
    más frecuente es lo amargo, que te ignoren,
    y no los caramelos.
    Te enseñaré a leer fuera del aula
    y llegada la hora quiero que escribas «mar»
    sobre los azulejos del pasillo.
    Cuando cruces por fin la calle sola
    sabrás que el riesgo y la velocidad
    perseguirán tus días para siempre.
    No creas que en el fondo no soy un optimista:
    de lo contrario tú no estarías ahí
    cuidando que te cuide como debo.
    Como ves, desconfío
    de quienes no veneran el asombro
    de estar aquí, ahora.
    Existe la alegría, pero duele;
    tendrás que conseguirla.
    Y cuando la consigas tendrás miedo.



    ODA SOBRE LA ODA DEL VIEJO RUISEÑOR

    Sentado bajo el árbol que sustituye al árbol
    donde John Keats oyó cantar al ruiseñor
    me pregunto qué acordes hubieran sorprendido
    al poeta una tarde del año 2006.
    El oído es un ojo que lee como vive
    y la vida presente se ha vuelto un pentagrama
    caótico, crispado, cada vez más agudo.
    Tampoco el ruiseñor sería el mismo pájaro:
    antes era un milagro en medio del reposo,
    melódico misterio en labios de la noche.
    Pero hace ya tiempo que los seres alados
    perdieron el reloj a través de las ramas
    y un reflejo nervioso de vatios en cadena
    los obliga a cantar torpemente a deshora.
    Lo más probable hoy es que Keats no pudiese
    oír a un ruiseñor ni distinguir su canto.

    Pero, ah, ¿y si pudiera? ¿Y si en este jardín
    bajo el cielo de Hampstead quedara algún jirón
    de silencio flotando? De ser así me temo
    que esta tarde el poeta ya no habría envidiado
    la estirpe voladora ni exclamado en un trance
    de armónico furor: «¡Tú no naciste
    para la muerte, pájaro inmortal!».
    Se habría referido más bien a la extinción
    de especies muscicápidas, al smog enredado
    entre sus alas cortas o al tenso laberinto
    de tendidos eléctricos que dificulta el vuelo.

    Y pese a todo Keats, que cantaba mejor
    que el cándido jilguero o la inconsciente flauta
    al final suspiró: «No nos puede engañar
    tan bien la fantasía», dudando si los sones
    habían sido fruto de un sueño pasajero.
    Quizás esa sospecha amarga y terrenal
    (que en lugar de mancharlo eleva su poema)
    nació del rumor rojo de las enfermedades,
    de la sangre perdida por la boca que canta.
    Al comprender temprano que su vida era breve
    el ruiseñor John Keats intentó imaginar
    una voz más constante durando en las alturas,
    algún pájaro eterno a lo largo de siglos
    unísonos, aéreos…

    Y fue en aquel refugio,
    resguardado a la sombra de este leve ciruelo
    que no es el genuino y que me desprotege,
    donde el joven cantor soñó la permanencia
    hace doscientos años sin suponer que alguien
    (yo mismo o cualquier otro: la historia nos transplanta)
    pagaría un billete para probar su asiento
    y saldría más tarde pensando en viejas odas,
    en la remota cuerda de la tuberculosis,
    oyendo un aletear de fugaces motores
    (¿de dónde provendrán?, ¿adónde vuelan?)
    y parando a comprar un frasco de jarabe
    en la absurda farmacia llamada Keats, oh tiempo,
    que han abierto a la vuelta de su jardín inmóvil.


    ANDRÉS NEUMAN, El canon abierto. Última poesía en español, Visor, 2015.


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