Andrés Neuman (Buenos Aires, 28 de enero de 1977) es un narrador, poeta, traductor, aforista,1 bloguero y columnista hispano-argentino.
Biografía
Hijo de músicos argentinos exiliados (de madre violinista, Delia Galán, de origen franco-español, y padre oboísta, Víctor Neuman, de origen judío ashkenazí), tiene la ciudadanía argentina y española. La historia novelada de sus ancestros europeos, los exilios y migraciones familiares, su infancia argentina y el secuestro de su tía paterna durante la dictadura cívico-militar, puede leerse en su libro Una vez Argentina.
A los catorce años se trasladó con sus padres y hermano a Granada, donde realizó sus estudios secundarios y desempeñó oficios tales como aprendiz de escayolista, entrenador de fútbol infantil, profesor particular de latín o mozo de almacén en una empresa de cortinas. Más tarde se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Granada. Allí continuó con los cursos de doctorado, escribió una tesina sobre cuento argentino y dictadura e impartió clases de literatura hispanoamericana.
Neuman debutó en la literatura como poeta y narrador breve. Su primera publicación fue un cuaderno de poemas titulado Simulacros, aparecido a principios de 1998 en una pequeña editorial de Granada. A finales de 1999 se publicó su primera novela, Bariloche, que resultó finalista del Premio Herralde y fue recibida como una de las óperas primas del año.6 Sus siguientes novelas, que también obtuvieron distinciones, lo confirmarían como uno de los más destacados escritores contemporáneos en lengua castellana. El propio Roberto Bolaño, en su libro de ensayos Entre paréntesis, declaró sobre el joven autor:
"Tocado por la gracia. Ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, aquella que escriben los poetas verdaderos. La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre".
La consagración definitiva como novelista le llegó con El viajero del siglo (2009), obra que obtuvo entre otros el Premio Alfaguara y el Premio de la Crítica, además de resultar elegida entre las 5 mejores novelas del año en lengua española por los críticos del diario El País y de El Cultural del diario El Mundo. La traducción al inglés de esta novela fue seleccionada entre los mejores libros del año por los diarios británicos The Independent, The Guardian y Financial Times. Fue asimismo designada finalista del IMPAC Dublin Literary Award y obtuvo una Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.
Sus novelas más recientes son Hablar solos (2012) y Fractura (2018), nominada al Premio Dulce Chacón de Narrativa Española16 y al Premio San Clemente,17 y elegida por El Cultural de El Mundo entre las 5 mejores novelas del año en castellano18 y como uno de los libros del año por el diario El País en una votación entre críticos, periodistas y libreros.19
Neuman ha desarrollado una intensa labor de divulgación del relato breve. Además de sus libros de cuentos, que incorporan apéndices teóricos sobre el género, ejerció como coordinador del proyecto Pequeñas resistencias, serie de antologías sobre el relato actual escrito en castellano, publicada entre 2002 y 2010 por la editorial Páginas de Espuma. Cabe destacar su prólogo al libro de Horacio Quiroga Cuentos de amor de locura y de muerte, para la editorial Menoscuarto. En 2016 una antología de sus relatos traducidos al inglés, The Things We Don't Do, recibió el Firecracker Award al mejor libro de ficción publicado en Estados Unidos, concedido por la Community of Literary Magazines and Presses y la American Booksellers Association.
Ha trabajado asimismo como columnista en numerosos medios de España y Latinoamérica. Fue guionista de tiras cómicas en el diario Ideal de Granada, colaborando con el dibujante Kicus en una serie de tiras semanales titulada Los quietos. Escribió regularmente en el suplemento cultural del diario español ABC y en la Revista Ñ del diario argentino Clarín. Mantiene un blog personal, Microrréplicas.
En 2007, mediante una votación convocada por el Hay Festival y Bogotá Capital mundial del libro,20 Neuman fue incluido en la selección Bogotá-39. Más tarde, en 2010, fue seleccionado por la revista británica Granta entre Los 22 mejores narradores jóvenes en español.
Premios
I Premio de Poesía Joven "Antonio Carvajal" por Métodos de la noche (1998).
Finalista del XVII Premio Herralde de novela por Bariloche (1999) y de la XXI edición por Una vez Argentina (2003).
Premio Federico García Lorca de poesía por Alfileres de luz (1999).
XVII Premio Hiperión de poesía por El tobogán (2002).
Finalista del VI Premio Primavera de novela por La vida en las ventanas (2002).
XII Premio Alfaguara de Novela por El viajero del siglo (2009).
LIV Premio de la Crítica de narrativa castellana por El viajero del siglo (2010).
IV Premio La Tormenta en un vaso al mejor libro del año por El viajero del siglo (2010).
Finalista del XVII Premio Rómulo Gallegos a la mejor novela en lengua española del bienio por El viajero del siglo (2011).
Mención Especial del Jurado del Independent Foreign Fiction Prize por El viajero del siglo (2013) .
Finalista del Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín por El viajero del siglo (2014).
Firecracker Award, concedido por la Community of Literary Magazines and Presses y la American Booksellers Association, por la antología de relatos The Things We Don't Do (2016).
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Neuman )
*
Algunos poemas de Andrés Neuman:
De Métodos de la noche (1998):
ROPAJES
Mis trajes de soldado no son más
que miedo a la batalla.
Y peores mis trajes de turista,
como si la aventura de las calles
pudiera seducirme.
Por si no lo sabías nunca logré emigrar,
sigo habitando en sábanas, las mismas
que humedecí de niño
cuando aún no te amaba y todavía
no había mojado tus sábanas.
Mi única destreza es protegerme.
Decirte que me ames es un pleito
de lenguajes más hábiles que el mío.
No sé nada de espejos,
no entiendo una sonata,
callar es la virtud que no merezco.
Ojalá te bastasen las delicias
de los mundos y las tardes
que no me pertenecen.
Decir te amo suele ser asunto
de obvias melancolías.
BODEGÓN CON PELIGRO
Para que alguna cosa resulte necesaria
hace falta el peligro.
Un plácido frutero
ofrece su sabor a manos llenas.
Te acercas seducido
por el suave mordisco de la luz
sobre la porcelana. Afuera llueve
o acaba de parar hace un momento.
Cinco dedos curiosos acarician
unas uvas amargas,
una manzana envuelta en pergamino,
unos limones todavía verdes.
Cuando hundes la mano
las frutas se te abren como el agua.
¿No sabías que al fondo de un intento,
si es nuevo y palpitante,
aguarda siempre una granada?
Estalla
el frutero y revienta en mil pedazos,
mostrándote los hombros de la tarde.
Como todo matiz, las luces leves
sirven para explotar. Es necesario.
Su requisito es el peligro, eso.
LA NOCHE ENTRE PARÉNTESIS
La noche entre paréntesis
y su adictivo roce
bastaron para hacerme conocer
el ansia elemental,
latidos de unas ropas,
la rápida tristeza de una vela,
música cómplice, un rincón,
el peso y la medida del olvido.
De El tobogán (2002):
EL JARDINERO
Aprendí con mi abuelo a plantar árboles.
"Los sauces necesitan
más agua, Andrés, que vos,
y sus raíces
al principio no son
demasiado profundas.
A veces crecen rápido
y otras veces se estancan en la tierra,
asustados del aire."
Hoy no existe ni abuelo ni país
ni tampoco ese niño, pero queda
aquel sauce encorvado al que -me digo-,
Andrés, hay que cuidar,
estas raíces frágiles,
este miedo a la altura de la vida.
CONTINUIDAD DE LOS PATIOS
Allá, entonces, todos nos pegábamos.
Llovían puños rojos
y el uniforme ondeaba hecho jirones.
La vida o la pelota. O ser cobarde.
Señalar con el dedo a los más débiles.
Burlarse de los tontos, perseguir a los listos.
Rencorosa amistad para quienes tuvieran
buenas notas, juguetes, una amiga.
Silencio o puñetazo. Puñetazo y callarse.
Cada blanca mañana combatíamos,
hasta que al fin el terco
mordisco de los años me condujo
a abandonar el patio y esa gente.
Aquí, ahora, todos nos pegamos.
BUENOS AIRES AL VUELO
Todo comienza en la tercera planta del pasado,
la quinta puerta al fondo del olvido.
Ábrela, ciérrala: hay viento suficiente
para escapar, y tiempo para entender al fin.
Las calles coloniales y todavía sucias de San Telmo
que alguien en mi nombre recorre alucinado,
la esquina de los gritos donde guardan
los víveres de alguna semifusa,
la placita Dorrego, raíces como músculos,
los domingos en venta su sol artesanal,
aquel otro mercado (hangar de contraluces)
cuando el precio del pan subía cada tarde,
quedarme con el cambio, tan sólo dos monedas
y dos también, y solos, los amores:
la rara pelirroja de la calle Juncal,
aquella bailarina que galopaba en zapatillas leves,
más allá las mañanas borrosas y de escarcha
camino al puerto, dársenas y grúas,
soñolienta gimnasia de sus amaneceres, la marrón
pestilencia del río, avergonzado de la historia
y del vuelo siniestro de helicópteros;
el terror, ciertos golpes, piruetas para entrar en los potreros,
un reloj alemán que se llevó las horas,
abro, cierro,
el grito de ese niño que me aturde
despertando algún miedo en otro idioma,
gente que aún traduzco, el ajedrez color
pomelo en la avenida Independencia, mi amigo el heladero,
su desaparecer, las bicicletas en el Parque Lezama,
esa velocidad con que se alejan,
la risa, el maquillaje, el escenario
de los domingos en Plaza Francia,
entre parques y plazas corre el tiempo;
presuntas libertades, el Once, el colectivo 86,
el mantra de haber sido futbolista u hombre muerto,
aquel temible patio de los puñetazos,
jugar al escondite era un alivio,
cierro, cierro,
un club donde nadar era aprender a ahogarnos,
un abuelo con gorra lúcido hasta el suicidio,
otro que vive en hábitos y gestos que aprendí
mucho más tarde, desandando la escala,
una casa de barro en las afueras, un jardín que encogía,
un almanaque viejo y un cuadro con un circo, las abuelas
de manos que se rompen, un balón ascendiendo;
el templo de los goles en la Boca, su garganta de hierba,
el transistor oculto debajo de la almohada, el laberinto
entre Alsina y Moreno, la muerte junto al álgebra,
esas únicas fiestas en las cuales bailaste, ¿seguro que bailaste?,
el Teatro Colón o la caverna adonde secuestraban
el violín de mi madre cada día, el corredor
desierto y enemigo, las intrusas con vaqueros rosados,
un balón descendiendo;
aquel mirar vacío de cierto amigo muerto en delantal,
su cara detenida como en un papel pálido,
los varios ataúdes que me hicieron adulto,
la madera del ébano, un arco y un caballo,
un Dofge naranja incendio,
el viento suficiente para que se propague,
un limonero roto, un sauce en pie, ladrones
sin sombra y una puerta perforada,
un ladrón diferente en el espejo: ese balcón
al otro lado, ya me asomo, del tiempo
y del aire y del plano que se acerca
a dos ojos cerrados,
las luces y los pozos,
el bobo señalar de un obelisco,
la bóveda nublada,
esa repetición de la caída,
su aterrizaje urgente,
su riesgo necesario,
las calles de allá abajo y aquí dentro.
Igual que en el mercado yo quisiera
quedarme con el cambio, ser ayer
teniendo la memoria de mañana.
A mí se me hace cuento que existiera un lugar
al que pertenecer, un árbol sin raíces, una línea
que ya no tiene suelo, palpita de invisible,
traza su propio mapa en mi reverso, habla,
duele y remonta el vuelo.
EL TOBOGÁN
Ya comienzo a notar
una aceleración ajena de los años.
un vislumbre borroso, la antesala
del tobogán, siempre más breve
de lo que el niño desearía
y mas veloz de lo que el hombre espera.
Soy, según dicen, joven, y no obstante
ya comienzo a notar esta aceleración
extraña, que no es mía, que es del tiempo
y planea arrastrarme, sin hacerme preguntas,
hasta un parque de arena y hierba seca
donde, impulsado a ser el niño que dejé,
subo la escalerilla y caigo
al encuentro del hombre que me aguarda,
familiar, con los brazos abiertos.
EL COLUMPIO
Ponte en pie, Sebastián,
dame la mano
y estira bien las piernas.
Serás alto, sin duda,
como yo no lo soy.
Mira: esto es un roble
y sabe crecer fuerte si lo cuidan.
Mira: esos columpios
sirven para volar como los pájaros,
pronto vas a poder montar en ellos.
Mira, hijo, la hierba: ahí duermen a veces
unos hombres cansados que han perdido su casa.
¿Ves que balón precioso de colores?
A esto lo llamamos paseo los adultos.
Detente, Sebastián, descansa un rato,
¡has trabajado tanto esta mañana!
Es difícil, ¿verdad?, permanecer de pie,
terminas por caerte.
Lo mismo nos ocurre a los adultos.
Pero no seas tu quien llore.
Sebastián, ponte en pie, tenemos tiempo.
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