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    Eva Vaz (1972-

    Pedro Casas Serra
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    Eva Vaz (1972- Empty Eva Vaz (1972-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 13 Jun 2023, 12:10

    .


    Eva Vaz (Huelva, 1972) Licenciada en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Ha trabajado en el campo de la escena, el periodismo y las artes plásticas.

    Dirige la empresa de gestión cultural Ex-Libris desde 1999. Ha publicado los libros de poemas Ahora que los monos se comen a las palomas (2001), La otra mujer (2003), Leña (2004), Metástasis (2006), Ruido de venenos (2013) y Trabajo sucio (2016). Su obra aparece en diversas antologías, como Carne picada, Voces del extremo, La verdadera historia de los hombres, Hankover, 21 de últimas, Femigrama, Poemas a toda plana y 23 pandoras, Maternidades, Qué será ser tú entre otras.

    En 2010 publicó una antología de toda su obra poética, con el título de Fragil, en la editorial Baile del Sol.

    La obra de Eva Vaz ha permanecido al margen de los circuitos editoriales canónicos de la poesía española, lo que no ha impedido que un número creciente de lectores, en una suerte de boca a oreja, se identifique con esta poesía que se quiere radical, provocativa, insumisa y desafiante, pero también tierna y lúcida. Para esos happy few, Eva Vaz es una voz insoslayable, una auténtica poeta de culto.

    Su obra, una obra ya amplia, renuncia a los artificios y cautelas retóricas habituales para ofrecer su propia verdad desnuda e intransferible.

    Lenguaje lacerante, temas provocadores, compromiso, una particular forma narrativa de finales contundentes y sorpresivos. Una voz poética reconocible y singular.

    Pasar fractura es la culminación de esa obra, tal vez el libro más directo y despojado de la autora, resultado de la tensión extrema entre vida y literatura. El abandono, la enfermedad mental, la culpa, el fracaso, pero también la fuerza para sobrevivir y reconstruirse constituyen algunas de las estaciones de este viaje definitivo de Eva Vaz a los abismos del corazón humano.

    (Sacado de https://www.juntadeandalucia.es/cultura/caletras/autores/eva-vaz )


    *


    Algunos poemas de Eva Vaz:


    De Ahora que los monos se comen a las palomas (2001):


    PARA GRITAR

    Mi madre siempre deseó
    una parcela en el campo:
    "Descansar
    es invertir en calidad de
    vida".

    Para su último hogar
    improvisó un alquiler
    de cinco años y flores de                
    plástico.                                
               
    La muerte también tiene
    fecha de caducidad.

    Ha vencido el alquiler
    y mi padre le ha comprado
    su propia parcela en el campo,
    en el pueblo.

    La muerte también entiende
    de clases.

    Vuelven a encontrarse,
    por arte del negocio inmobiliario.
    Su última cita,
    en el paraíso del cementerio municipal:
    mi padre asiste al siniestro desnudo
    de huesos desordenados.
    Y el anillo de matrimonio.

    Su esposa, mi madre,
    en una paz brutal como nunca tuvo.
    Todo en una bolsa de plástico.
    Sin más mística:      
    el espanto en una bolsa de basura.

    Mi padre volvió a sentar
    a su amante
    en el asiento del copiloto.
    Con cariño. Con la tragedia
    instalada en el volante.
    Con arcadas. Con amor.

    Depositó la bolsa,
    como el que regresa del supermercado,
    en la propiedad, orgullo familiar,
    en una bolsa de basura
    de plástico    
    de marca.
    Tantas bocas viven
    de la muerte.
    Hasta mi poema vive de la muerte.
    Mi ego liba de tu muerte.
     
    Perdóname.                
    mamá,                  
    has tenido una nieta.                    



    GATILLAZOS

    Ella dice: Pra dormir también sobre sexo quieto
    Ella acaba la frase del libro: y llorar allí también.

    Marguerite Duras. Los ojos azules, pelo negro.

    Yo sé que tú sabes que yo sé
    que se han deshojado
    mil veranos,
    y yo sé que tú sabes que yo sé.
    Aún.

    Estábamos borrachos,
    húmedos
    como el vaho del aliento.
    Ansiosos de obsequiarnos
    con proezas sexuales
    que el alcohol piensa reales
    sin pudor.
    El mejor polvo del mundo estaba
    en nuestra copa.

    En aquel bar nos estábamos follando
    con la imaginación,
    y en mi casa,
    solos y desnudos de todo,
    a ti te desobedeció
    el sexo.

    Yo sé que tú sabes
    que yo sé
    que aún conservas
    las bragas blancas
    que te llevaste puestas
    por equivocación.

    Yo sé que tú sabes
    que yo sé
    que hoy no me olvido de aquella
    noche terrible para tu
    virilidad.

    Yo sé que tú sabes que yo sé
    que siempre que me ves
    se te hace un nudo en la vergüenza
    que ruboriza tu memoria
    eternamente.



    LA FUERZA DE LOS DÉBILES

    Yo he podido
    con el peso de mis treintaypocos kilos
    y descomponer
    la radiografía dela muerte.

    Yo he podido derrotar
    a los poderes de la anestesia
    y correr pasillo arriba
    tras las sombras de las sondas
    prolongando mi cuerpo,
    y lavarme el pelo sucio.

    Yo he llorado con dignidad
    la muerte ajena
    como parte de mi propia muerte
    y reconstruir con paciencia
    el pedazo de amor amputado.

    He podido vencer al vacío, al terror,
    a la desgana
    y buscar raigambres.

    Pero no he podido
    yo no he podido
    masticar mis miserias
    y suplicarte que no te fueras.

    Ahora te suplico, vida mía,
    que te vayas,
    que dejes estos huesos
    para otro perro.




    De La otra mujer (2003):


    LA HISTORIA DE LA MUJER DEL INTERNAUTA

    Vulnerable,
    ayer te sorprendí:
    sentado frente al monitor,
    el pijama en los tobillos,
    la mano engolfada en el miembro
    nervioso y derecho
    ante la imagen digital
    de una teto0na en edad legal
    mostrando el esplendor
    de un coñito depilado,
    suculento y hospitalario.

    Luego me vi:
    mi cuerpo doméstico y vulgar,
    dios, qué asco y qué pena
    me dio mi cuerpo.
    Qué asco y qué pena me dio
    tu pijama en los tobillos.

    Tardamos el mismo tiempo en descargar:
    Tú, el semen furtivo;
    yo, mis cuchillas como lágrimas.

    Tú apagaste el ordenador.
    Yo no pude cerrar mis ojos
    para soñar
    con otra cosa,
    con algo bonito.



    LA HISTORIA DE LA MUJER DE LAS CICATRICES

    Con once años me arañé la cara
    hasta sangrar.
    Con un tenedor.
    Mi madre se disgustó:
    no, en la cara no.
    En la cara se ve.

    Más tarde utilicé mis uñas
    en la llaga,
    en el mismo sitio.
    La excitación
    me hizo perder la conciencia.

    Mi cuerpo es el mejor sitio
    para mi dolor.

    En estos años he aprendido
    a seleccionar
    mis útiles
    domésticos: las llaves del coche,
    un cigarro encendido, las paredes...

    Rebusco en mi cuerpo
    espacios donde asignar
    descosidos.

    He depurado el estilo
    de mis marcas:
    la carne rota
    es la más bella imagen
    a la que mis ojos
    tienen acceso.
    Venas, arterias, tendones
    abiertos como flores carnívoras.

    Mi cuerpo es el mejor sitio
    para mi dolor.

    Dame litio para estabilizar
    mi conducta,
    mirtazapina, duloxetina, amitriptilina...
    Dame sangre para arrebatar mi conducta.
    Permíteme la excitación
    de saborear mi propia sangre.
    Ya sé, es adicción.

    ¿No comprendéis que lacerarme
    es una forma de amarme?
    Desgarrar es mitigar
    mi infinito dolor emocional.

    Mi madre se olvidó
    de mirar mis heridas:
    la indiferencia es un dolor
    más intenso.
    Deja cicatrices atroces.

    El recuerdo no es un buen sitio
    para el dolor.
    Y yo tengo demasiados recuerdos.

    Dame la cuchilla…

    La oxidada.




    De Leña (2004):


    EL GORRIÓN

    Sólo me quedaban unas cortinas
    para recoger.
    El piso estaba vacío.
    Entré y abrí las ventanas.
    La casa parecía
    mucho más grande.
    Mis tacones, al pisar el suelo
    hacían eco.

    En la habitación de matrimonio
    entró un gorrión pequeño
    y cayó al suelo.

    Lo cogí entre mis manos.
    Aún estaba caliente.
    Tenía los ojos entreabiertos,
    interrogantes.

    Pareció coger impulso.
    Me alegraron sus latidos
    y lo eché a volar al cielo.

    Cayó vertical
    desde el cuarto piso.
    Se estrelló sobre
    un contenedor.



    ESTIGMAS

    Ella tenía una libreta
    donde recogía
    los insultos de él.
    Cuando discutían,
    ella sacaba la libreta.
    Él crujía los huesos
    de sus manos.
    Y comenzaban a insultarse.

    En una de las escenas
    a él no le dio tiempo
    de crujirse los huesos.
    Ella no escribió
    nada
    en la libreta

    Se escribieron
    las frases más contundentes
    con la mano abierta.
    Y las uñas.

    Ella no sabe cómo
    se escribe
    eso
    en la libreta.

    Ahora pinta,
    con maquillaje oscuro
    sobre el estigma.
    para que no
    se note.

    Su hijo utiliza
    ahora
    la libreta
    para pintar casitas.

    La maestra le ha dicho
    que sus casitas
    son muy raras.

    No tienen ventanas.
    Ni sol.


    Pedro Casas Serra
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    Eva Vaz (1972- Empty Re: Eva Vaz (1972-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 13 Jun 2023, 13:00

    .


    De Metástasis (2006):


    DONDE HABITA EL OLVIDO

    La abuela se fue muriendo
    de olvido.
    Se olvidó de sobrevivir.
    Y a su corazón se le olvidó
    seguir latiendo
    después del último latido.

    A la abuela se le fue olvidando
    el significado de las palabras
    y hasta su propia voz olvidó
    de qué forma salir.
    Olvidó qué eran sus lágrimas o
    cómo abrir sus ojos transparentes.
    Se le olvidó el dolor que duele
    el dolor
    o dar un paso tras el último
    paso dado.

    Las cortezas de su cerebro
    se hicieron blandas e inútiles.

    Al principio, cuando aún
    se acordaba de andar,
    de cagarse encima
    o llorar,
    la abuela nos hacía mucho
    daño sin querer.
    En las retinas lo guardo todo.

    Mi madre
    murió antes que ella
    y nos dejó huérfanos a todos.
    Aunque mi madre
    se moría un poco
    cada vez que la reñía
    por beberse una botella de lejía
    o desnudarse en la calle
    como un bebé vagabundo.

    Y la abuela, la que tanto miedo
    le hizo a mi vida,
    y tanto añoro,
    la de la vida convulsa de hambres,
    niños muertos
    e hijos enfermos,
    la de las palizas del abuelo,
    que murió de un calambre
    por alcohólico, fascista o pobre loco.
    Se fue muriendo en aquel sitio
    al que nunca tuve el valor de ir.

    Y sé que la abuela murió
    de olvido
    pero no olvidada.
    Que sus huesos se plegaron
    en posición fetal
    como un recién nacido famélico
    y listo para morir.

    Hasta que se le olvidó de respirar
    después de la última respiración.

    Y ese día, todos respiramos.

    Para seguir respirando.



    EL LABERINTO DE LAS HERENCIAS

    Las relaciones entre padre e hijos a veces no son fáciles,
    pero quien piense en amenazar a la "oveja negra" de la
    familia con un firme "te desheredo" pierde el tiempo. En
    España los hijos tienen el derecho a heredar al menos un
    tercio de los bienes del padre y de la madre, haya o no
    haya testamento.

    El Mundo

    Madre, de los cuatro hermanos,
    yo heredé el menor número
    de centímetros
    y la mayor resistencia
    para tumbarme, dejar de sonreír,
    contener el miedo, estirar los brazos y
    mirar dentro del cielo
    o del botiquín.

    Pero ando derecha por el mundo, madre,
    y por la izquierda, como el padre.

    Heredé la misma forma de tu risa
    y la misma textura de tus lágrimas.
    No heredé tu gusto por el victimismo,
    pero sí tu tendencia natural para manipular
    de forma invisible.
    Heredé un trozo de vuestras casas
    de protección oficial,
    los balcones, supongo,
    y tu entusiasmo por aprender.

    Y no sé si fueron aquellas tardes
    de plancha, con la abuela,
    cuando hablabais de la vida
    como una enfermedad incurable.
    El caso es que dejaste para mí la peor
    de tus herencias.
    Este cortocircuito en el cableado
    de mis neurotransmisores,
    este nudo en las venas,
    esta maraña de nervios
    mal ordenados hacia mi cerebro,
    estas ganas horrorosas
    de llorar
    o morir
    a cualquier hora.
    Esta vida sentida como
    un clown ciclotímico.

    Si no te hubieras muerto, madre,
    compartiríamos benzodiacepinas
    y platos pequeños para nuestro
    fino esqueleto.
    Si no te hubieras muerto,
    te habría gustado mi vida,
    mi hombre y mi hija.
    Y habrías llegado a quererme.
    Y puede, incluso, que algún neurotransmisor
    hubiera recuperado su dirección.
    Pero aquel quirófano
    hizo realidad tu sueño
    de aliviar el peso de tu vida.
    Y tuve que heredar, también,
    el mismo psiquiatra.
    Él me ha enseñado a perdonarte
    la herencia,
    a emocionarme con lo pequeño,
    a ingresar en la vida
    con el nudo en las neuronas
    y la serotonina inservible.

    Y no te apures, madre,
    si me tocó a mí
    tu desarraigo crónico,
    la fatiga de mis venas
    huérfanas.
    Tengo el corazón de hueso
    y aprendí a flotar
    antes que a nadar.

    Madre, también he heredado
    tu botiquín
    y las mismas drogas que
    te calmaban
    tres veces al día.

    Todavía tengo fuerza,
    madre,
    para darte
    las gracias.



    LA MUJER DE LOS HUESOS PEQUEÑOS

    Miro a Eva
    con el vértigo en los huesos
    y los ojos llenos de prisa.
    Y pienso en todo el daño
    que me hice.
    En todo el daño que me hicieron.
    Y abrazo a mi niña
    para arrancar de la retina
    tanto hielo
    y tanta negación.

    Recuerdo los pechos vendados
    bajo el maillot,
    desaparecidos tras las vendas.
    Me hubiera roto
    las vértebras de asfixia.

    Recuerdo mi forma
    de arrancar el vello
    con esparadrapos.
    Mis axilas no eran vírgenes
    y mi sexo tenía pelusa.
    Aquel vello se me clavaba en los ojos.
    Aún me queda vello en la retina.

    Recuerdo mi cintura fina.
    Las niñas no tienen
    cintura fina.
    Mis curvas fueron apretadas
    como un puñado de tierra.
    Lloré sobre esas curvas
    y clamé paz para mis hormonas.

    Recuerdo la gravedad de mis huesos
    mi forma sañuda de lavarlos,
    salvaje e iracunda.

    Recuerdo los platos pequeños.
    Las trampas.
    La comida volando por la ventana
    o escondida en los cajones.
    El hospital.
    Las sondas como un prolapso
    de mis venas.
    El suero.
    El valor energético cero del suero.
    El recuento hipnótico de las gotas de suero.
    La botella de suero entre las manos
    mientras subía y bajaba las cinco plantas
    del hospital.

    Recuerdo a la vieja chillando.
    Se murió a mi lado.
    Sus estertores aún zarandean
    mi cama.

    Aprendí a mentir
    por no aprender cómo se muere
    una niña.

    Recuerdo cómo acariciaba mis costillas
    y el lanugo de mi cuerpo.
    El color azulado de mi piel.
    La fascinación por la hermosura
    de las manzanas.

    Yo buscaba la inexistencia
    bajo la cinta o las mazas.
    El vuelo infantil bajo el aro y la pelota.
    La cuerda en el hueso.

    Recuerdo que quise morir y no supe...
    pero quise.
    Y yo era una niña.
    Y una niña no debe ansiar
    la muerte...

    Todavía me toco los huesos
    buscando la calma
    de su vehemencia.

    Era una niña.

    Y ya quise.

    Ahora, abrazada
    a mi cría,
    no quiero.

    Hoy no quiero.



    YO NO QUIERO

    Yo quiero que sufras lo que yo sufro
    y aprenderé a rezar para lograrlo.

    José María Fonollosa

    Yo no quiero que sufras
    lo que yo sufro.
    Yo quiero que sufras
    más.
    Yo te quiero más roto
    que yo.
    Más desguazado
    que yo.
    Yo quiero que el dolor
    te destroce el esternón.
    Que tengas que luchar
    a todas horas
    por sobrevivir sin ganas.
    Que no soportes
    ser el hombre más miserable
    del mundo
    por quererme a tu lado.

    Yo ya lo sufro.

    No quiero que me odies.
    Odiando se hace más fácil
    la ausencia.

    Yo quiero que sufras
    lo que yo sufro.
    Yo quiero que te asfixies con tu llanto,
    que no encuentres paz
    en ningún sitio.
    Que no soportes el peso
    de tu cuerpo
    sin mis dedos.
    Yo quiero que el miedo
    no te deje dormir,
    como un dolor insomne.

    Yo ya lo sufro.

    Yo quiero que sufras
    lo que yo sufro.
    Yo quiero que vengas,
    rogando en silencio,
    muerto de miedo, inseguro,
    que vuelva contigo.
    Que sin mí, tus días
    son estertores.
    Como mi pésame diario.

    Dime que sufres lo que yo sufro.

    Y dímelo llorando.


    EVA VAZ, Frágil (Antología 2001-2009), Baile del sol, 2010.

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    Eva Vaz (1972- Empty Re: Eva Vaz (1972-

    Mensaje por cecilia gargantini Mar 13 Jun 2023, 16:52

    Coincido totalmente con esta descripción en su biografía:

    Lenguaje lacerante, temas provocadores, compromiso, una particular forma narrativa de finales contundentes y sorpresivos. Una voz poética reconocible y singular.

    "La mujer de los huesos pequeños" realmente me impactó...intensa y disrruptiva.

    Gracias, querido amigo Pedro
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    Eva Vaz (1972- Empty Re: Eva Vaz (1972-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 20 Jun 2023, 07:36

    Muchas gracias a ti, Cecilia, por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Eva Vaz (1972- Empty Re: Eva Vaz (1972-

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