Tres muertes a Mascha kaléko
La primera vez que morí fue
cuando murió mi madre.
El hospital era negro como el cielo
y su respiración cesó
como cuando el viento calla.
La segunda vez que morí fue
cuando murió mi padre.
El hospital era claro como el sol
y todos teníamos la certeza
de lo que iba a suceder.
Pero la tercera vez que morí,
aún sigue sucediendo.
Todo fue de repente
y el amor no alcanzó
para que te quedaras.
Enterré tu memoria
en mi corazón
y allí existe intacta.
Ahora sé que no sé
–y esto es seguro–
si estaré muerto
y no me he dado cuenta
o si morí tantas veces,
pero tantas veces,
que ya no muero más.
Dejarse ir Suelta el cuerpo su alma, suelta
las teorías sabias, la armadura del tiempo, suelta
lo material que ya no te pertenece,
el aroma del miedo en el filo de esta tarde.
Suelta tu corazón, los sueños inconclusos, suelta,
ya no habrá mañana para vivir.
Y aunque parezca triste esto que digo, suelta
la razón que no contenta a nadie.
Porque morir es terminar
y soltar el mundo
conocido.
Porque morir es empezar
de nuevo la vida
otra vez.
Hai-Ku Y esta pena es
memoria y olvido,
bajo este cielo.
Der Gesang Hoy es domingo y nada
es fácil
de este lado del corazón.
Hemos sobrevivido
a todo,
a la palabra nunca,
a siempre,
para poder decir
que contemplar
el mundo
es un milagro.
Bajo la luz del cielo,
canto mi muerte
y escucho las voces
de los que ya no están.
Y soy un extranjero
mudo,
en mi propia tierra,
bajo la luz del cielo.
Poema para tu cumpleaños Estas palabras nunca serán
lo suficientemente ciertas
para decir todo lo posible.
Celebremos la vida esta noche,
he visto tu rostro
bajo el cielo estrellado.
He sentido el amor.
Hago una corona de flores,
la coloco sobre tu cabeza,
tanta belleza me emociona.
Como esas canciones de infancia
que en el recuerdo se repiten
una y otra vez,
así en mí,
por siempre.
Kénosis “…se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo…”
Filipenses 2, 6-7
Siempre regresaremos a la misma casa
que nos vio nacer
donde vivimos los días del adiós
con los ojos abiertos.
Somos los hijos pródigos
que siempre vuelven
cuando el mundo es extraño,
porque no supimos amar
o amamos, en la distancia
demasiado,
demasiado tiempo.
Si supieras
que ya no tengo
miedo de morir,
si entendieras
que ya no tengo miedo.
De esto se trata nuestras vidas:
despojarte de todo
cada día que pasa;
cerrar los ojos
y entregarte al mundo,
sin que lo puedas evitar,
con el corazón en la mano.
TemerNoche oscura del corazón,
tengo miedo de las palabras.
Ellas hablan sobre lo que vendrá
y me dicen
que más allá
no hay nada.
He aquí lo que soy
he aquí lo que sueño.
Este es
mi cuerpo
y tengo miedo.
Ser y estar De todos los instantes que viví
elijo aquellos en donde estuvimos
siempre juntos.
Y no es un lugar común esto que digo,
sino que cada momento compartido
brilla cada vez más en la distancia.
Se hace más fuerte y echa raíces,
como esas fotografías que mirábamos
y entonces
recordábamos la dicha,
el fulgor, el frenesí,
al posar y quedar inmortalizados
en la eternidad de ese instante.
Porque todos mis poemas
y canciones de amor
son tuyos,
sé que no volveré a sentir
nada como lo que sentí y siento.
Por eso tu permanencia en mí
cada vez que regresas
en forma de poema o de viento.
Por eso tu permanencia en mí,
tu llegada
hasta mi corazón desolado.
El cuerpo de la desaparición Donde hubo un cuerpo ahora
está su ausencia
y dibujo con mis manos
el contorno de lo que fue,
y espero a que el azar
devuelva con su magia
lo desaparecido.
Siempre hemos de esperar
lo que no va a suceder.
Siempre esperamos
el milagro de la vida
en la desolación del instante.
Créeme: Cuando tu cuerpo desapareció
para mí fue demasiado
y golpeé todas las puertas
de la tierra y el cielo,
para poder acompañarte
y traerte de nuevo.
Créeme: aún espero en casa
tu regreso.
Sé que algún día vendrás,
sin que te espere,
a buscarme para ir
a la morada última
del tiempo.
Sé que vendrás,
lo sé.
Pleno de luz,
como una barca silenciosa
para así navegar
las aguas
de este corazón perdido.
Domingo de cenizaa Diana Bellessi
Es domingo y siente que no está
en el lugar donde la noche crece
como una luz que guía
en la penumbra
los pasos hacia el porvenir.
Desorientado existe y siempre espera
la mano que lo lleve hacia arriba,
hacia Dios, hacia su cuna,
hacia la otra orilla,
donde la vida de verdad lo espera
y es comienzo y no fin,
de su propia historia.
Tiene miedo y sabe que está bien,
que el temor nos recuerda
nuestra parte humana,
que no podemos todo,
que a veces debemos
permitir una ayuda,
que es bueno dejarse sostener.
Entonces es domingo
y no hay nada que decir,
nada que esperar.
Sólo saber
que este dolor que siente
no lo entiende,
que el dolor en sí
es gratuidad.
Llega la noche y crece,
pero en otro sitio.
Llega la noche y crece
hasta abarcar el mundo.
Entonces es hora de pensar
en lo que realmente importa:
¿Qué hará el muchacho,
ahora,
que lo ha perdido todo?
¿Qué va a hacer el muchacho
ahora,
con tanto dolor?
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