El arpa en la cueva
Ardía el bosque silenciosamente.
Las nubes del otoño proseguían
su cacería al fondo de los cielos.
posesión. Ya no oís la voz del cuco.
¿Qué ojo de dragón, qué fuego esférico,
qué tela roja, tafetán de brujas,
vela mis ojos? Llovió, y en la hierba
queda una huella. Mas he aquí que arde
nítido y muy lejano el bosque en torno,
un edificio, una pavesa sola,
una lanza hasta el último horizonte,
cual tirada a cordel. Nubes. El viento
no murmura palabras al oído
ni repite otra historia que ésta: ved
el castillo y los muros de la noche,
el zaguán, el reloj, péndulo insomne,
los cayados, las hachas, las segures;
ofertas a la sombra, todo cuanto
abandonan los muertos, el tapiz
dormido de hojas secas que pisamos
entrando a guarecemos. Pues llovía
-se quejaban las hojas- y el cristal
empañado mostró luego el incendio
como impostura. ¿Llegarán las lenguas
y la ira del fuego, quemarán
desde la base el muerto maderamen,
abrirán campo raso donde hubo
cerco de aire y silencio? No es inútil
hablar ahora del piano, los visillos,
las jarras de melaza, el bodegón,
los soldados de plomo entre serrín,
las llaves de la cómoda, tan grandes,
como en el tiempo antiguo. No es inútil.
Pero qué cielo éste del otoño.
La abubilla que habla a los espíritus,
la urraca, el búho, la corneja augur,
el gavilán, huyeron" Ni una sombra
se interpone entre el lento crepitar
y el cielo en agonía. Abrid un templo
para este misterio. Sangre cálida
dejó tu pecho suave entre mis manos,
amada mía: un goterón de púrpura
muy tembloroso y dulce. Como yesca
llameó la paloma sin quejarse.
La muerte va vestida de dorado,
dos serpientes por ojos. Qué silencio.
Tarda el fuego en llegar al pabellón
y hay que ir retirándose. Ni un beso
de despedida. Quedó sólo un guante
o un antifaz vacío. Cruces, cruces
para ahuyentar los lobos!
Un guerrero
trae la armadura agujereada a tiros.
En sus cuencas vacías hay abejas.
Lagartos en sus ingles. Las hormigas,
ah, las hormigas besan por su boca.
Espadas de la luz, rayos de luna
sobre mi frente pálida! Un instante
velando sorprendí a vuestro reflejo
la danza de Silvano. Ágiles pies,
muslos de plata piafante. El agua
lavó esta huella de metal fundido.
Y un resplandor se acerca. Así ha callado
el naranjo en la huerta, y el murmullo
de su brisa no envía el hondo mar.
Vivir es fácil. Qué invasión, de pronto,
qué caballos y aves. Tras las nubes
otras nubes acechan. Descargad
este fardo de lluvia. ¡Un solo golpe,
como talando un árbol de raíz!
Se agradece la lluvia desde el porche
cuando anochece y ya los fuegos fatuos
gimen y corretean tras las tapias,
como buscándonos. Recuerdo que encendías
un cigarrillo antes de irte. Luego
el rumor de tus pasos en la grava,
sobre las hojas secas. Nieve, nieve,
quema mi rostro, si es que has de venir!
Se agradece la lluvia en esta noche
del otoño tardío. Canta el cuco
entre las ramas verdes. Un incendio,
un resplandor el bosque nos reserva
a los que aún dormimos bajo alero
y tejas, guarecidos de la vida
por uralita o barro, como si
no estuvieran entrando ya los duendes
con un chirrido frágil
por esta chimenea enmohecida.
Homenaje a Vicente Aleixandre
palpitando entre dos senos una llama carmesí.
Un dragón azul de fuego viene en el viento de abril.
En las cortinas, mi rostro, como ave herida escondí.
Olor a brea en los muelles. Llueve. Es hora de partir.
Sorprendidos en el sol los paisajes de la noche,
los armarios y las lacas y los dorados tritones,
la nieve en sus armaduras, las músicas del azogue,
el mundo que, como sangre, relampaguea y se esconde.
Para esta helada pupila la cometa del amor.
Mirad la sobre el jardín. Un halcón muere en el sol.
Hace frío. Un abanico negro sobre; el tocador.
Una guirnalda de lirios para el poney de cartón.
La niebla hiere con guantes de raso nuestra memoria.
¿Es sólo un rayo de luna quien a lo lejos solloza?
Tras la campana del viento, tras el túnel de las rosas,
en el murmullo del agua y la hierba, alguien nos nombra.
Un colibrí no muere. La tarde. Las carrozas.
Pere Gimferrer
Reseña biográfica de Pere Gimferrer, Poeta Barcelonés
Poeta, traductor y crítico literario español nacido en Barcelona en 1945.
Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona.
A la edad de dieciocho años publicó su primer libro «El mensaje del tetrarca». Su maestría precoz fue reconocida en 1966
con el Premio Nacional de Poesía por su libro «Arde el mar», constituyéndose en uno de los poetas más importantes
de su generación. Desde 1970 utiliza exclusivamente el catalán para la poesía, si bien él mismo los ha traducido al castellano
para ediciones bilingües.
En 1985 ocupó la vacante dejada por Vicente Aleixandre en la Real Academia Española.
Obtuvo de nuevo el Premio Nacional de Literatura en 1989, el Premio de Literatura Catalana, el Premio Ciudad de Barcelona,
el Premio Cavall Verb de la Asociación de Críticos Españoles y el Premio de la revista Serra d'Or. En 1997 recibió el Premio
Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya, en 1998 el Premio Nacional de las Letras Españolas y en el año 2000
el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
«Marea solar, marea lunar» y «El diamante en el agua», son sus últimos poemarios. :copyright:
Ardía el bosque silenciosamente.
Las nubes del otoño proseguían
su cacería al fondo de los cielos.
posesión. Ya no oís la voz del cuco.
¿Qué ojo de dragón, qué fuego esférico,
qué tela roja, tafetán de brujas,
vela mis ojos? Llovió, y en la hierba
queda una huella. Mas he aquí que arde
nítido y muy lejano el bosque en torno,
un edificio, una pavesa sola,
una lanza hasta el último horizonte,
cual tirada a cordel. Nubes. El viento
no murmura palabras al oído
ni repite otra historia que ésta: ved
el castillo y los muros de la noche,
el zaguán, el reloj, péndulo insomne,
los cayados, las hachas, las segures;
ofertas a la sombra, todo cuanto
abandonan los muertos, el tapiz
dormido de hojas secas que pisamos
entrando a guarecemos. Pues llovía
-se quejaban las hojas- y el cristal
empañado mostró luego el incendio
como impostura. ¿Llegarán las lenguas
y la ira del fuego, quemarán
desde la base el muerto maderamen,
abrirán campo raso donde hubo
cerco de aire y silencio? No es inútil
hablar ahora del piano, los visillos,
las jarras de melaza, el bodegón,
los soldados de plomo entre serrín,
las llaves de la cómoda, tan grandes,
como en el tiempo antiguo. No es inútil.
Pero qué cielo éste del otoño.
La abubilla que habla a los espíritus,
la urraca, el búho, la corneja augur,
el gavilán, huyeron" Ni una sombra
se interpone entre el lento crepitar
y el cielo en agonía. Abrid un templo
para este misterio. Sangre cálida
dejó tu pecho suave entre mis manos,
amada mía: un goterón de púrpura
muy tembloroso y dulce. Como yesca
llameó la paloma sin quejarse.
La muerte va vestida de dorado,
dos serpientes por ojos. Qué silencio.
Tarda el fuego en llegar al pabellón
y hay que ir retirándose. Ni un beso
de despedida. Quedó sólo un guante
o un antifaz vacío. Cruces, cruces
para ahuyentar los lobos!
Un guerrero
trae la armadura agujereada a tiros.
En sus cuencas vacías hay abejas.
Lagartos en sus ingles. Las hormigas,
ah, las hormigas besan por su boca.
Espadas de la luz, rayos de luna
sobre mi frente pálida! Un instante
velando sorprendí a vuestro reflejo
la danza de Silvano. Ágiles pies,
muslos de plata piafante. El agua
lavó esta huella de metal fundido.
Y un resplandor se acerca. Así ha callado
el naranjo en la huerta, y el murmullo
de su brisa no envía el hondo mar.
Vivir es fácil. Qué invasión, de pronto,
qué caballos y aves. Tras las nubes
otras nubes acechan. Descargad
este fardo de lluvia. ¡Un solo golpe,
como talando un árbol de raíz!
Se agradece la lluvia desde el porche
cuando anochece y ya los fuegos fatuos
gimen y corretean tras las tapias,
como buscándonos. Recuerdo que encendías
un cigarrillo antes de irte. Luego
el rumor de tus pasos en la grava,
sobre las hojas secas. Nieve, nieve,
quema mi rostro, si es que has de venir!
Se agradece la lluvia en esta noche
del otoño tardío. Canta el cuco
entre las ramas verdes. Un incendio,
un resplandor el bosque nos reserva
a los que aún dormimos bajo alero
y tejas, guarecidos de la vida
por uralita o barro, como si
no estuvieran entrando ya los duendes
con un chirrido frágil
por esta chimenea enmohecida.
Homenaje a Vicente Aleixandre
palpitando entre dos senos una llama carmesí.
Un dragón azul de fuego viene en el viento de abril.
En las cortinas, mi rostro, como ave herida escondí.
Olor a brea en los muelles. Llueve. Es hora de partir.
Sorprendidos en el sol los paisajes de la noche,
los armarios y las lacas y los dorados tritones,
la nieve en sus armaduras, las músicas del azogue,
el mundo que, como sangre, relampaguea y se esconde.
Para esta helada pupila la cometa del amor.
Mirad la sobre el jardín. Un halcón muere en el sol.
Hace frío. Un abanico negro sobre; el tocador.
Una guirnalda de lirios para el poney de cartón.
La niebla hiere con guantes de raso nuestra memoria.
¿Es sólo un rayo de luna quien a lo lejos solloza?
Tras la campana del viento, tras el túnel de las rosas,
en el murmullo del agua y la hierba, alguien nos nombra.
Un colibrí no muere. La tarde. Las carrozas.
Pere Gimferrer
Reseña biográfica de Pere Gimferrer, Poeta Barcelonés
Poeta, traductor y crítico literario español nacido en Barcelona en 1945.
Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona.
A la edad de dieciocho años publicó su primer libro «El mensaje del tetrarca». Su maestría precoz fue reconocida en 1966
con el Premio Nacional de Poesía por su libro «Arde el mar», constituyéndose en uno de los poetas más importantes
de su generación. Desde 1970 utiliza exclusivamente el catalán para la poesía, si bien él mismo los ha traducido al castellano
para ediciones bilingües.
En 1985 ocupó la vacante dejada por Vicente Aleixandre en la Real Academia Española.
Obtuvo de nuevo el Premio Nacional de Literatura en 1989, el Premio de Literatura Catalana, el Premio Ciudad de Barcelona,
el Premio Cavall Verb de la Asociación de Críticos Españoles y el Premio de la revista Serra d'Or. En 1997 recibió el Premio
Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya, en 1998 el Premio Nacional de las Letras Españolas y en el año 2000
el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
«Marea solar, marea lunar» y «El diamante en el agua», son sus últimos poemarios. :copyright:
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