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    Margaret Atwood (1939-

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    Margaret Atwood (1939-  Empty Margaret Atwood (1939-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 24 Feb 2014, 07:43

    .


    MARGARET ATWOOD


    Margaret Atwood es una escritora canadiense, considerada una de las principales figuras del mundo de las letras en la actualidad.

    Nacida en Ottawa en 1939, Atwood inició su carrera literaria componiendo poesía, para luego comenzar a escribir relatos, campo en la que se ha convertido en una verdadera maestra, así como novelas. En cuanto a la temática de sus obras, es muy variada; trabaja desde la crítica literaria a la novela realista, pasando por la ciencia ficción -término con el que no se siente nada cómoda-, hasta la literatura comprometida en defensa de los derechos de la mujer.

    Su obra más conocida es El cuento de la criada (1985), novela con la que recibió premios como el Arthur C. Clark o el Los Ángeles Prize.

    Otros galardones recibidos a lo largo de su carrera han sido el Booker, el Governor General y el Príncipe de Asturias de las Letras, que le fue otorgado en el año 2008.





    POEMAS:



    A MEDIANOCHE

    A medianoche me despierta la lluvia, un aguacero,
    el viento azota las hojas, orejas
    enormes, plumas enormes,
    como un animal perseguido, un perro
    gigantesco o un cerdo salvaje. Truenos y ventanas
    que se estremecen; del tejado metálico
    cae una tromba de agua.

    Estoy tumbada bajo el mosquitero,
    enredada en una tela húmeda, el pelo lleno de sal.
    Cuando escampe habrá luciérnagas
    y estrellas, más brillantes que en cualquier lugar;
    podría contemplarlas en momentos
    de pánico. Están a años luz, si lo piensas.

    A la porra la poesía, es a ti a quien deseo:
    tu sabor, la lluvia
    en tu cuerpo, mi boca en tu piel.

    MAGARET ATWOOD (De “historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)



    PEQUEÑOS POEMAS PARA
    EL SOLSTICIO DE INVIERNO


    1

    Una página en blanco: lo que
    brilla en ti no es la nada,
    aunque es igual de limpio, igual de azul

    y he vivido lo bastante para saber
    que debo renunciar al deseo
    de tocar ese brillo.

    ¿Qué es lo que brilla?
    Estrellas, cristal roto y agua,
    y tú, vestido con la serena camisa azul,

    de pie, al lado de una ventana,
    mientras llueve, sin que suceda
    casi nada, intocable.

    Pones la mano
    en la luz, y se revela no sólo
    la mano, también la luz;
    es el brillo donde se tocan ambas.

    Otras cosas hechas de luz:
    las alucinaciones y los ángeles.
    Si extendiera mis manos
    hacia ti, ¿desaparecerías?

    2

    La caída libre es caer, pero al menos es
    libre. Ni siquiera sé
    si salté o si me empujaron,
    pero no importa ahora
    que estoy aquí arriba. No hay alas
    ni red, pero por un instante
    hay una magnífica
    vista: el mar,
    una línea de olas, acantilados pardos
    con mechones de maleza, tu cara
    vuelta hacia arriba, un cero blanco.
    Ojalá supiera
    si vas a cazar o sólo a mirar.

    3

    Boca a boca,
    te devuelvo a la vida.
    ¿Por qué te has ahogado así,
    sin avisarme?
    ¿Qué te ha aletargado? Lo que
    se alzó sobre tu cabeza
    era algo paulatino y sólo
    el aire de todos,
    cotidiano y letal.
    Tu cabeza flota sobre tu mano,
    en el agua, te das
    la vuelta, tu corazón retorna
    incierto a sus dos sólidos sonidos.
    Te estoy devolviendo
    a la vida, aunque el rescate es mutuo.

    4

    Conduzco hacia mi frío hogar en este tiempo húmedo,
    con las manos en el volante helado, espero una chimenea;
    aguanieve en el cristal, dejo atrás un accidente,
    luego otro. En algún lugar habrá uno más,
    y será el mío. En un minué
    nos soltamos el uno del otro; en un accidente,
    no. La danza es algo deliberado pero
    ¿me soltaste o no,
    estaba demasiado cerca del hueso para ti, era eso
    el dolor, estoy muerta? No
    me he roto nada, pero no tengo piel,
    el roce más ligero me sacaría las vísceras.
    Despacio, despacio, nadie quiere ver sangre.
    Floto sobre las negras carreteras, puro hielo.

    5

    No hay un camino claro:
    escribo sobre las rayas de este papel
    amarillo. Poesía. Son detalles
    como éste los que me empujan,
    y las insufribles campanitas
    que suenan en las esquinas, de camino
    hacia ti, y cantan sobre el hambre,
    la sombra y la miseria.

    6

    Las semanas pasan en un abrir y cerrar de ojos, el solsticio de invierno,
    con sus ramas muertas de abetos,
    y las pequeñas hogueras desesperadas
    ya casi ha llegado

    una y otra vez, en cincuenta versiones,
    los árboles se vuelven azul pálido; los campos, pardos

    por última vez en el año.
    Tenemos un minuto, quizá dos,

    un tiempo en el que caminamos juntos
    hacia los lindes de ese bosque eternamente verde
    en el que nunca entraremos

    a través de la nieve acumulada
    sin color,
    recién caída,

    recién caída,
    en la que no dejaremos huellas.

    7

    Este poema es luctuoso
    y tierno y está lleno
    de quejas: ¿dónde estabas
    cuando me hacías falta?

    Quisiera hacer
    una ramo de hermosas palabras limpias,
    para entregártelo y marcharme,
    misión cumplida. Pero no puedo
    hacerlo. Éste es el día más corto
    del año, encogido,
    varicoso y gélido, sordomudo.
    Esa de la esquina soy yo, con aguanieve
    hasta el cuello, sin palabras. ¿Dónde estás?

    8

    ¿Crees que vivo en una torre de marfil
    donde el teléfono no suena
    y nadie come? Pero sí lo hace, también comen
    y dejan migas y los cuchillos sucios.

    En el recibidor, el olor a perro
    se filtra a través de la puerta, junto a
    mugrientos abrigos de piel y las entrañas
    de gargantas carnívoras. Abandono
    y caos, el aire arrastra las frías cenizas
    del horno hacia el suelo.
    Gatos con espinas que se derriten
    se acicalan en cada esquina
    vacía. ¿Quién los ha alimentado? ¿Quién lo sabe?

    Lo que quiero que veas
    es que todo es banal; incluso
    mientras escribo el timbre de la puerta
    golpea en el piso de abajo, hay constantes ataques
    de la radio, y otra
    cara inocente ha sido aplastada, otro
    par de botas se oye en el vestíbulo.

    No hay misterio, quiero decírtelo:
    ningún misterio, no más
    que en cualquier otra cosa. Lo que hago
    es normal; no es
    sorprendente, como tú;
    no es más difícil que el amanecer.

    9

    Algunos dirán que no hay excusa
    para esta conspiración nuestra: mientras los hombres
    se matan y mutilan los unos a los otros, y lo llaman política; incendian
    edificios; queman a niños; hieren
    a mujeres en los ojos o en el vientre, nosotros
    nos cogemos las manos en el bar de la esquina.

    Una distracción aparta tu mente
    del trabajo o de la pantalla inquieta
    donde la muerte es un suceso, el amor
    no lo es, a no ser que se trate de un doble
    suicidio, ¿Cómo puedo justificar
    este tierno poema frente al más puro
    horror? Una refinada apariencia, una
    estupidez en este lugar de agrietado
    fango gris, en el que los bebés se hinchan
    y luego se marchitan y sólo hay una
    forma rápida de huir del hambre.

    Cogerse las manos es un lujo
    que sólo se permiten los gordos.
    No obstante, si no hubiera otra cosa
    más que matar o que te maten, ¿por qué no
    matar, entonces? Te conozco por tus
    contradicciones. Conozco tu ausencia.

    10

    Por supuesto que soy una contadora
    de mentiras mundanas, como: intentaré
    no  mentirte  jamás; como:
    en el día de mañana la tierra
    inclinará su eje hacia el sol
    otra vez; la luz se tornará más intensa;
    será ya primavera y tú
    estarás feliz. Como:
    soy capaz de volar. Desearía poder
    creerlo. En su lugar, estoy
    aquí atascada, en este derroche de detalles,
    verdades, hechos; dientes, guantes y calcetines.
    No confío en el amor,
    porque carece de color y forma.

    11

    Quiero que te sorprendas,
    sin embargo, y que seas avaricioso, como un niño
    que no necesita elegir, porque todas
    las opciones son posibles y simples
    como las golosinas. Un puñado
    de globos que agarras y de repente
    estás en medio del aire. Placer
    en estado puro, es lo que deberías
    tener, no esas arduas
    cadenas y las manos atrapadas en redes,
    ni futuros enmarañados.

    Mira, tiendo las manos hacia ti,
    no tienen líneas, parecen escaldadas,
    o borradas. Qué ingenuidad. Supón que pudiera hacerlo,
    ¿querrías que lo hiciera?

    12

    Por la tarde, un caos de papel
    y lazos de colores-
    Llueve y llueve. Estás ausente,
    como si no hubieras nacido. La familia pulula alrededor;
    las máquinas zumban:
    hay platos limpios y música, una cena, unas ventanas
    empañadas. ¿En qué estás
    ocupado? En las mismas
    cosas de siempre, supongo. En el mismo sueño.
    Hoy eres la cara
    en blanco de la luna.
    Hay un ave cocinada, un cuchillo afilado:
    es real
    y habrá que afrontarlo.

    Qué arrogancia por mi parte
    creer que te conozco
    o que sé algo de tu vida.

    13

    Estoy en tus manos, dices, pero te refieres
    a algo muy diferente: es una forma
    de evitar elegir. No obstante,
    eres lo que me han entregado
    sin pedirlo, como esas cartas
    impresas con la lengua de signos
    que los sordos y mudos te dan en las paradas
    de autobús. Es una situación incómoda, pero más
    que eso: un objeto hecho de cristal, lúcido y simple
    y sin nombre ni función
    conocida. Puedo aprenderte
    al tacto o adivinarte,
    o no. Entretanto, te tengo
    en las manos, es verdad, me pregunto qué
    hacer contigo y qué harás tú
    conmigo.  Un gesto
    de las manos, limpio
    como el agua. La letra A.

    14

    ¿Es éste tu destino,
    penetrar en la poesía y volverte transparente?

    No hay tierra debajo de ti, no hay pies ni zapatos,
    ni alfombras, ni migas de pan, ni calendarios, ni botones,
    tampoco bolsillos, pelo, pelaje en el cuerpo, sangre, ¿o es que
    ya los he puesto ahí?

    No me sirves de nada como rumor,
    en blanco y eterno. El año
    no es un círculo perfecto o el
    sueño de un reloj, sino un momento sombrío tras otro.
    No hay elección, tengo que llevarte
    con todo el revoltijo;
    con los miedos, justificados
    o no; con los muebles ahumados,
    la carne dudosa, la fatiga, el rezongar
    de voces cotidianas; con ese oscuro corazón tuyo
    que ninguno de los dos puede ver; que late
    suavemente bajo mi mano
    y vuela en tinieblas. Intentemos creer
    que conoces tu camino.

    MAGARET ATWOOD (De “historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)




    HISTORIAS DE AMOR VERÍDICAS

    I

    Cuando los conocí parecían una pareja normal, ella sonreía mucho, trabajaba como fisioterapeuta, creo, y a él tampoco se le notaba nada raro, excepto que era un poco..., bueno, ya sabes. Ese verano se fueron juntos de vacaciones, como siempre, a España, era cuando uno todavía se lo podía permitir, y todo el mundo cree que él la despedazó y la metió en cuatro cubos de basura por la ciudad, o quizá no fuera en cubos, ¿tienen cubos allí? En Barcelona, o quizá no fuera Barcelona. La historia se parece a la del tio que metió a su mujer en el congelador, ¿la conoces? Entonces, dos niños fueron a buscar unos polos o algo así. El tío ni siquiera había puesto un cerrojo, es que algunos son bastante estúpidos. Él dijo que había ido a Madrid, pero tampoco0 debía de ser Madrid, y que un día ella salió a dar un paseo y nunca regresó. Pero la casera, en Barcelona o dondequiera que fuese, dijo que le había visto regresar al piso, o lo que fuera el lugar que habían alquilado, después del día en que él dijo que se habían marchado a no sé qué sitio. Y los cubos con el cuerpo de ella estaban en Barcelona, no en Madrid. Así es que los cubos están allí, pero él está aquí y, como es lógico, quieren que vaya allí, para interrogarle -eso dicen-, y, naturalmente, él no quiere ir. Dice que no quiere pasar por el mismo trago otra vez. No me extraña. Yo tampoco querría si estuviera en su lugar. Le vi en el supermercado la semana pasada. Tenía una berenjena en la mano y repetía: albergínia. Es una palabra catalana que suena mucho mejor ¿no crees? Estaba acariciando con sus dedos la piel violeta. No ha cambiado nada.

    MAGARET ATWOOD (De “historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)



    CONVERSACIÓN

    El hombre pasea por la playa del sur,
    lleva gafas de sol, una camisa informal
    y dos bellas mujeres.
    Es un fabricante de máquinas
    para arrancar las uñas de los pies
    y lanzar descargas eléctricas
    a través del cerebro y los genitales.
    No comprueba como funcionan,
    sólo las vende. Mi querida señora,
    dice: usted no conoce
    a esa gente. No hay ninguna otra
    cosa que entiendan. ¿Qué podía hacer yo?,
    dijo ella. ¿Por qué estaba él en aquella fiesta?

    MAGARET ATWOOD (De “historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)



    VIAJE EN TREN DE VIENA A BONN

    I

    Son esos cascos lo que recordamos,
    su forma de cráneo abierto,
    y las caras de debajo,
    crueles y uniformes.

    Pero la gente sentada en este tren,
    parece limpia y lúcida, vestida
    de beis y crema: una niña sonríe,
    lleva una mariposa de plástico y  el camarero da
    un huevo violeta a mi hija
    para que se divierta. La amabilidad abunda.

    II

    Tras las ventanas, los árboles fluyen
    veloces cual suave bruma,
    de un verde tenue y de rocío florecido.

    Aunque lo que veo son los troncos negros
    de un cuadro de Brueghel:
    las espaldas de tres hombres que vuelven
    de una cacería, sus sabuesos los siguen,
    sus duras líneas se marcan en la nieve.

    III

    El bosque no es más negro
    que otros bosques, incluido
    el mío, los campos que pasamos
    podrían ser mi tierra, si se borra
    lo que mi ojo les añade.

    En este país hay un hombre
    que escapa, y otros tres, lo persiguen,
    sus abrigos marrones
    ondean contra sus botas.

    Entre las raíces del árbol, el hombre que corre
    tropieza y cae
    boca abajo y ahí se queda.

    IV

    Esto es lo que me intriga
    de la historia que hemos oído
    tantas veces antes:

    los pocos que resistieron,
    que no hicieron lo que se les ordenó.

    Éste es el viejo temor:
    no lo que te vayan a hacer,
    sino lo que tú podrías hacerte
    a ti mismo, o dejar de hacer.

    Ésta es la vieja tortura.

    V

    Los tres hombres de oscuro y arcaicos
    abrigos me dan la espalda, vuelven
    a casa, al rancho y a una hoguera,
    bromean, sus sabuesos los siguen.

    El bosque me resulta
    ajeno, más afín que la piel,
    ignoto, algo tan primitivo
    como las cuevas, pero enterrado, pétreo,

    un cuchillo biselado en piedra, un
    largo hueso que yace en las tinieblas
    dentro de mi brazo derecho; no
    inocente, sino oculto.

    MAGARET ATWOOD (De “historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)




    VARIACIONES SOBRE LA PALABRA AMOR

    Ésta es la palabra que usamos para taladrar
    agujeros. Tiene el tamaño justo para esos tibios
    huecos del discurso, para esos vacíos en forma
    de corazón que no se parecen
    a los corazones de verdad. Si le añades encaje,
    puedes venderla.
    También la escribimos en el único
    espacio vacío del impreso que viene sin instrucciones. Hay revistas
    enteras que no tienen mucho más
    que la palabra amor; puedes
    frotártela por todo el cuerpo
    y también puedes cocinar con ella. ¿Cómo sabemos
    que no es lo que sucede en las divertidas orgías
    de las babosas bajo cartones
    mojados? Y los semilleros
    de malas hierbas que asoman sus tercos hocicos
    entre las lechugas, también la gritan.
    ¡Amor! ¡Amor!, cantan los soldados, levantando
    al saludar sus brillantes cuchillos.

    Pero luego estamos nosotros
    dos. La palabra nos parece demasiado corta, sólo tiene
    cuatro letras, es demasiado austera
    para llenar esos vacíos profundos
    y desnudos entre las estrellas
    que oprimen con su sordera.
    No evitamos caer en el amor,
    sino en ese miedo.
    Esta palabra no es suficiente pero tendrá
    que bastarnos. Es una sola
    vocal en este silencio
    metálico; una boca que dice
    oh, una y otra vez, con asombro
    y dolor, un suspiro, un dedo
    asido a un acantilado. Puedes
    agarrarte o dejarte caer.

    MARGARET ATWOOD (De “Historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)


    .


    Última edición por Pedro Casas Serra el Mar 24 Mayo 2022, 05:28, editado 1 vez

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    Margaret Atwood (1939-  Empty Re: Margaret Atwood (1939-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 08 Mar 2014, 16:49

    .


    OTROS POEMAS DE MARGARET ATWOOD:



    LOS POETAS RESISTEN

    Los poetas resisten.
    Es difícil librarse de ellos,
    aunque Dios sabe que se ha intentado.
    Nos los encontramos en el camino
    en actitud mendicante, con sus platos,
    una costumbre ancestral.
    No tienen nada,
    excepto moscas secas y céntimos falsos.
    Nos miran como pasmados.
    ¿Están muertos o qué?
    Sin embargo, tienen esa mirada irritante
    de los que saben más que nosotros.

    ¿Saben más de qué?
    ¿Qué es lo que alegan saber?
    Escupidlo, les silbamos.
    ¡Decidlo claro de una vez!
    Si buscas una respuesta sencilla,
    entonces fingen estar locos,
    o borrachos, o pobres.
    Se pudieron esos disfraces
    hace algún tiempo,
    esos jerséis negros, esos andrajos;
    ahora pueden quitárselos
    Y tienen problemas con sus dientes.
    Ésa es una de sus cargas.
    Les vendría bien ir al dentista.

    También tienen problemas con sus alas.
    No se muestran dispuestos a colaborar
    con nuestro departamento de vuelos.
    Ya no planean, no resplandecen,
    no bromean.
    ¿Para qué demonios les pagamos?
    (Imagina que les pagamos.)
    No pueden despegar
    con sus plumas enlodadas.
    Si vuelan, es hacia abajo,
    hacia la húmeda tierra gris.

    Idos, les decimos,
    y llevaos vuestra aburrida tristeza.
    No os queremos aquí.
    Se os ha olvidado cómo decirnos
    lo sublimes que somos.
    Que el amor es la respuesta,
    siempre nos gustó ese verso.
    Se os ha olvidado cómo hacernos la pelota.
    Ya no sois sabios.
    Habéis perdido vuestro esplendor.

    Pero los poetas resisten.
    No se puede decir que no son tenaces.
    No saben cantar, no saben volar.
    Sólo saltan y croan
    y se golpean contra el aire
    como si estuvieran en jaulas,
    y cuentan el viejo chiste.
    Cuando les preguntan, responden
    que dicen lo que deben.
    ¡Jopé, qué pretenciosos son!

    Sin embargo, saben algo.
    Hay algo que sí que saben.
    Algo que están susurrando.
    No alcanzamos a oírlo.
    ¿Será sobre el sexo?
    ¿O sobre el polvo?
    ¿O sobre nuestro miedo?

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    LECTURA DE POEMAS

    Al mirar al poeta -al poeta famoso-
    que revuelve sus entrañas, prepara
    su cúmulo de pensamientos destructivos
    y deseos vergonzantes,
    sus odios rancios, sus tenues pero agudas ambiciones,
    no sabes si ser sarcástico o agradecido,
    al ver que él se confiesa por nosotros.

    Desafienate, lleva un jersey suave,
    no negro, sino amarillo pálido
    como un sorbete de crema, el color
    que compras a tus hijos cuando no quieres parecer sexista,
    y su rostro de frente inquieta
    flota sobre el oscuro fondo del escenario,
    sus rasgos poco definidos
    como el sol a través de la neblina;

    y comprendes cómo era esta cara, una vez,
    cuando era un muchachito ansioso
    de puntillas y en equilibrio, que se miraba al espejo
    y se preguntaba, ¿Por qué no puedo ser bueno?
    y luego, ¿Son éstos mis verdaderos padres?
    Y después, ¿Por qué el amor hace tanto daño?
    Y más tarde, ¿Quién causa las guerras?

    Quieres cogerlo en brazos
    y contarle un montón de mentiras.
    La gente normal no pregunta estas cosas,
    podrías decir. En su lugar, vamos a fornicar.
    Sabes bien que mujeres más estúpidas que tú
    lo han propuesto como remedio para todos los males
    de la mente y el alma. Tú juraste no caer nunca en ello,
    así que haces una excepción con él.

    Pero él sólo respondería,
    Te he hablado de mis costras y de mis compulsiones,
    mis repugnantes tormentos, mi falta de dignidad...
    sólo te ensuciaría.
    ¿Por qué molestarte?


    Y tú contestarías:
    Nadie te obligó a hacer esto,
    a tontear con las sílabas y el dolor,
    a rodar desnudo por los cardos
    y sacar tu lengua en las espinas.
    Podrías haber sido albañil.
    Podrías haber sido dentista.
    Estar cubierto de una costra dura. Ser impasible.


    Pero es inútil. Muchos albañiles
    se han volado los sesos con pistolas,
    de pura desesperación. En los dentistas, el porcentaje es más alto.
    Quizá sea en lugar de, el escribir poesía.
    Quizá esa sarta de palabras,
    que ahora sale de él cual vena despellejada,
    es lo que lo mantiene atado
    a unos metros cuadrados de esta tierra.

    Así que sigues mirando, mientras se desolla a sí mismo
    en un éxtasis de auto-reproche,
    ahora ya está en ropa interior,
    lleva una saya de crin y unas cadenas
    -fíjate bien: éstas son metáforas-
    y comprendes que, al fin y al cabo,
    tiene una destreza inconsciente, como hacer collares de cuentas
    o destripar una caballa.
    Existen técnicas o trucos para ello.

    Pero en el momento en que te sientes engañado,
    su voz se interrumpe de forma abrupta. Asiente levemente
    y sonríe, hace una pausa;
    y tú sientes el aliento que respiras
    como un puño de aire que te golpea,
    y te unes al aplauso.

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    UNA MUJER POBRE APRENDE A ESCRIBIR

    Está en cuclillas, los pies desnudos,
    abiertos, sin
    gracia; la falda metida alrededor de los tobillos.

    Tiene la cara marchita y agrietada.
    Parece vieja,
    más vieja que nadie.

    Probablemente tiene treinta años.
    Sus manos, también arrugadas y agrietadas,
    garabatean con torpeza. Su pelo está escondido.

    Escribe con un palo, laboriosamente,
    en la tierra húmeda y gris,
    mientras frunce, con ansiedad, el ceño.

    Escribe letras grandes, anchas.
    Ahí está, terminada,
    su primera palabra hasta ahora.

    Nunca pensó que podría hacerlo,
    ella, no.
    Eso era para otros.

    Mira hacia arriba, sonríe
    como disculpándose,
    pero no lo hace; esta vez, no; ahora sí lo hizo bien.

    ¿Qué está escrito en el barro?
    Su nombre. No podemos leerlo.
    Pero lo podemos adivinar. Mira su cara:

    ¿Es una Flor gozosa? ¿Radiante? ¿Sol reflejado en el Agua?

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    ACTIVIDADES POSIBLES

    Podrías sentarte en la silla y rebuscar en el lenguaje
    como si fuera un bol de guisantes.
    Mucha gente lo hace.
    Podrías ser instructivo.
    No necesitas ni siquiera silla,
    con el aire harías juegos malabares.

    Podrías hurgar con un palo en la alambrada
    de tu cerebro, ese que guardas encerrado arriba,
    que se agazapa malhumorado como una vieja tortuga
    y te observa, aletargado y ciego.
    Podrías provocarlo de esta forma,
    hacer que se equivoque y piense,
    y que emita un graznido
    que llamarías verdad.
    Una actividad inofensiva,
    como hacer punto,
    hasta que llegas demasiado lejos
    y otros sacan sogas y cerillas.

    O podrías hacer otra cosa,
    algo más sociable,
    más apropiado para un grupo.
    Muchos también lo practican.
    Les gustan las multitudes y los gritos,
    les gusta la adrenalina.

    Agáchate. Consigue una cortina opaca.
    Finge que no estás en casa.
    Finge que eres sorda y muda.
    ¡Mira: horcas y antorchas!
    A juzgar por las viejas fotos,
    las cosas podrían ir peor.

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    RESPONSABLE

    ¿Cómo me hice tan responsable? ¿Es que siempre fui así?
    De niña iba por casa con una escoba y un recogedor de miniatura,
    barriendo migas que no había tirado yo,
    o en el jardín, con un rastrillo de juguete,
    arrancaba las malas hierbas de otros
    -las migas volvían a caer, las hierbas crecía, pese a mis esfuerzos-,
    y siempre con un gesto de reproche
    por la negligencia de los otros, y por ser una esclava.
    Yo no hacía esas tareas por voluntad propia.
    Quería estar en el río, o bailando,
    pero había algo que me agarraba por el cuello.
    Ésa soy yo también, años después, hecha una pena y ojerosa,
    porque el trabajo que había que terminar no estaba acabado, y trasnochaba,
    gruñona como una serpiente, tomando mucho café
    y lo que es más, en medio de esos grupos que se quejan
    y refunfuñan, y de la súplica de siempre:
    ¡Alguien tiene que hacer algo!,
    ahí estaba mi mano alzándose.

    Pero he dimitido. He enterrado ese eco que me agarraba.
    He decidido llevar gafas de sol, y un collar
    adornado con la dorada palabra NO,
    y comer flores que no planté yo.
    Aún así, ¿por qué me siento tan responsable
    por el llanto de las casas hechas añicos,
    por los defectos congénitos y las guerras injustas,
    y la suave, insoportable tristeza
    que se filtra desde las estrellas remotas?

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    ALGÚN DÍA ALCANZARÁS...

    Algún día alcanzarás una curva en tu vida.
    El tiempo se combará como el viento
    y, tras esto, los jóvenes
    ya no se sentirán intimidados por ti
    tal y como deberían sentirse,

    como era cuando tenías cincuenta años menos
    y una mirada feroz como el invierno,
    y guardabas las almas humanas en frascos de jarabe
    y podías hacer que los perros estallaran en llamas.

    En lugar de miedo, te dedicarán
    una especie de respeto obediente
    que, en realidad, no es serio
    y te verás a ti misma como un objeto
    de jocosidad secreta,
    como un absurdo y costoso sombrero.
    Los ojos rutilantes de los viejos no son alegres,

    o si lo son, tienen la alegría
    de las cosas que no tienen poder:
    el papel pintado de flores rosas,
    los capullos en búcaros, mariposas
    ebrias de peras en fermento o
    borrachos de los bajos fondos.

    Borrachos de los bajos fondos, que cantando
    -se me olvidaba añadirlo-.

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    HAS OÍDO AL HOMBRE QUE AMAS

    Has oído al hombre al que amas
    hablando consigo mismo en el cuarto de al lado.
    No sabía que le escuchabas.
    Pegaste el oído al muro
    pero no conseguías captar las palabras,
    sólo una especie de ruido sordo.
    ¿Estaba enfadado? ¿Estaba maldiciendo?
    ¿O era una especie de comentario
    como una larga y críptica nota al pie en una página de versos?
    O buscaba algo que había extraviado,
    como las llaves del coche?
    Entonces, de repente, se puso a cantar.
    Te asustaste
    porque era algo nuevo,
    pero no abriste la puerta, no entraste,
    y siguió cantando con su voz grave, desafinada,
    densa y dura como el brezo.
    La canción no era para ti, no te mencionaba.
    Tenía otra fuente de contento,
    nada que ver contigo en absoluto,
    era un hombre desconocido, que canta en su cuarto, solo.
    ¿Por qué te sentiste tan dolida, y tan curiosa,
    y al mismo tiempo tan feliz,
    y también tan libre?

    MARGARET ATWOOD (De “La puerta”, 2007)
    (Traducción de María Pilar Somacarreras Íñigo)



    UNA NIÑA TRISTE

    Estás triste porque estás triste.
    Es psíquico. Es la edad. Es químico.
    Ve a ver a un psiquiatra o toma una píldora,
    o abraza a tu tristeza como una muñeca sin ojos
    que necesitas para dormir.

    Bueno, todos los niños están tristes
    pero algunos lo superan.
    Cuenta tu consentimiento. Mejor que eso,
    compra un sombrero.
    Compra un abrigo o una mascota.
    Acepta el baile para olvidar.

    ¿Olvidar qué?
    Tu tristeza, tu sombra,
    lo que fuera que te hicieran
    el día de la fiesta del jardín
    cuando entraste enrojecida por el sol,
    tu malhumorada boca con azúcar,
    y en tu vestido nuevo con cintas
    la mancha de helados,
    te dijiste a tí misma en el baño,
    Yo no soy la chica favorita.

    Querida, cuando viene lo incorrecto
    y la luz falla y la bruma arrolla
    quedas atrapado en tu cuerpo derrumbado
    bajo de una manta o un coche en llamas,

    y la llama roja se está filtrando
    fuera de ti y encendiendo el asfalto
    junto a tu cabeza ,
    o bien el piso, o de lo contrario la almohada,
    ninguno de nosotros es,
    o todos somos nosotros mismos.

    MARGARET ATWOOD


    .



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    Margaret Atwood (1939-  Empty Re: Margaret Atwood (1939-

    Mensaje por Evangelina Valdez Mar 18 Mar 2014, 21:44

    Pedro, muy reales estas historias.
    Gracias por compartirlas.

    Aquí comparto algunas:

    TUS HIJOS SE CORTAN LAS MANOS

    Tus hijos se cortan las manos
    al acercarse a través del espejo
    a donde el ser amado solía guarecerse.

    No te lo esperabas,
    creías que querían ser felices,
    no llenarse de heridas.

    Creías que la felicidad
    les llegaría simplemente, sin esfuerzo
    y sin ningún trabajo,

    como el canto de un pájaro,
    o una flor en el sendero,
    o un banco de peces del color de la
    plata;

    pero ahora se han herido
    con el amor, y lloran en secreto,
    e incluso tus manos están entumecidas;
    porque no puedes hacer nada,
    porque no les dijiste que no lo
    hicieran,
    pues no creías
    que fuera necesario,
    y ahora te encuentras todo el cristal
    roto
    y tus hijos, con las manos
    ensangrentadas,

    aún se aferran a las lunas y a los
    ecos,
    al vacío y las sombras,
    de la misma manera que tú lo hiciste entonces.

    ----------------

    HONGOS

    IV


    No sólo
    los recojo para comer,
    sino por el placer de recogerlos y porque
    huelen a muerte y a las pieles
    de cera de los recién nacidos,
    carne hecha tierra, tierra hecha carne.

    He aquí un puñado
    de sombra que te he devuelto:
    la podredumbre, la esperanza, un bocado
    de estiércol, la poesía.

    ----------------

    DELETREO
    (fragmentos)


    *
    Vuelvo a la historia
    de la mujer atrapada en la guerra
    durante su parto, sus muslos atados
    con fuerza por el enemigo
    para que no pueda dar a luz.

    *

    Antepasada: la bruja en la hoguera,
    su boca cubierta por cuero
    para estrangular las palabras.

    Una palabra tras una palabra
    tras una palabra, es poder.

    *

    En el punto en que el lenguaje cae
    de los huesos calientes, ese momento
    en que la roca se abre y la tiniebla
    fluye como la sangre, en
    el punto en que el granito se derrite,
    cuando los huesos saben
    que están huecos y la palabra
    se parte y se dobla y dice
    la verdad y el cuerpo
    mismo se vuelve boca.

    Esto es una metáfora.

    -------------------

    HOTEL

    Me despierto a oscuras
    en una habitaicón extraña.
    Hay una voz en e ltecho
    con un mensaje para mí.

    Repite una y otra vez
    la misma ausencia de palabras,

    el sonido que el amor hace
    cuando alcanza la tierra,

    metido a la fuerza en un cuerpo,
    acorralado. Arriba hay una mujer

    sin cara y con un animal
    desconocido que tiembla dentro de ella.

    Enseña los dientes y solloza;
    la voz susurra a través de las paredes y el suelo;
    ahora está suelta, libre y corriendo
    cuesta abajo hacia el mar, como agua.

    Examina el aire alrededor y encuentra
    espacio. Al final, me

    penetra y se vuelve mía.

    ---------------------

    UN ASUNTO DE MUJERES

    La mujer del aparato con púas,
    agujereado como un colador, que le aprisiona
    la cintura y el espacio entre las piernas
    es la Prueba A.

    La mujer de negro que mira a través
    de una celosía y tiene una estaca
    de madera de diez centímetros metida
    entre las piernas para que no la puedan violar,
    es la Prueba B.

    La Prueba C es la muchacha
    que las matronas arrastran al monte
    y obligan a cantar mientras sajan la carne
    de entre sus piernas, luego atan sus muslos,
    hasta que le salen costras y la creen curada.
    Ahora puede casarse.
    Para cada nacimiento la abrirán
    en canal, luego la coserán.

    A los hombres les gustan las mujeres bien apretadas.
    Las que mueren son enterradas con cuidado.

    La siguiente prueba yace sobre su espalda,
    mientras ochenta hombres cada noche
    se mueven a través de ella, diez cada hora.
    Mira al techo, escucha
    cómo la puerta se abre y se cierra.
    Un timbre sigue sonando.
    Nadie sabe cómo llegó hasta aquí.

    Verás que lo que tienen en común
    está entre las piernas. ¿Por esto
    se lucha en las guerras?
    Territorio enemigo, tierra de
    nadie, que se penetra furtivamente,
    cercada, poseída, pero nunca con certeza;
    escenario de estas incursiones desesperadas
    a medianoche, capturas
    y crímenes viscosos, guantes de médicos
    grasientos de sangre, carne inerte, fuente
    del inquietante poder que posees.

    Este lugar no es un museo.
    ¿Quién inventó la palabra amor?

    -------------
    TORTURA

    ¿Qué sucede en los silencios
    de esta conversación?
    Esa que trata de la libertad
    y la política y la falta de pasión.

    Sólo esto: pienso en la mujer
    que no mataron,
    sino que le cosieron
    la cara; le taparon la boca hasta dejar
    un agujero como una paja,
    y la devolvieron a la calle,
    un signo mudo.

    No importa dónde
    lo hicieron o por qué, o si
    lo hizo un partido u otro;
    esas cosas se hacen en cuanto
    existen los partidos.

    Y no sé si los hombres buenos
    con sus flamantes vidas existen
    gracias a esta mujer o a pesar
    de ella.
    Pero un poder
    como ése no es abstracto,
    no tiene que ver con la política
    ni con la libertad, va más allá de lemas de partidos;
    y respecto a la pasión, he aquí
    su intrincada negación:
    ese cuchillo que te arranca los amantes
    de la carne como tumores,
    dejándote sin pechos
    y sin nombre,
    plana, sin sangre, tu propia voz
    cauterizada por tanto dolor;

    un cuerpo desollado que desatan
    cuerda por cuerda y cuelgan
    de la pared, un estandarte
    desplegado por el mismo motivo
    que las banderas.


    Traducción: María Pilar Somacarrera



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    Margaret Atwood (1939-  Empty Re: Margaret Atwood (1939-

    Mensaje por Maria Lua Sáb 12 Abr 2014, 11:07

    Gracias, Pedro por la biografía
    y por los poemas de Margaret Atwood...
    No la conocía, ya empezé a leer lo
    que deajaste...
    Besos
    Maria Lua


    _________________



    Margaret Atwood (1939-  Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Margaret Atwood (1939-  Empty Re: Margaret Atwood (1939-

    Mensaje por Evangelina Valdez Vie 09 Mayo 2014, 11:57

    Te leí desde el comienzo pero esperaba más de tus aportes pero como sabes que soy una "copiona", aquí te sigo:

    Margaret Atwood (1939-  Atwood_300

    LA PUERTA

    La puerta oscila y se abre,
    miras adentro.
    Está oscuro allí,
    no hay nada que tú quieras:
    seguramente, arañas.
    Sientes miedo.
    La puerta oscila y se cierra.
    La luna llena brilla,
    repleta de un néctar delicioso,
    tú compras un portamonedas,
    el baile es agradable.
    La puerta se abre
    y oscilando se cierra velozmente,
    tú no te fijas.

    El sol sale,
    tú tomas un desayuno rápido
    con tu esposo, que sigue delgado,
    lavas los platos,
    amas a tus hijos,
    lees un libro,
    vas al cine.
    Llueve mesuradamente.


    La puerta se balancea y se abre,
    Miras adentro:
    ¿por qué esto sigue sucediendo?
    ¿hay un secreto?
    La puerta se balancea y se cierra.


    La nieve cae,
    Abres paso respirando con fuerza;
    no es tan fácil como lo fue una vez.
    Tus hijos llaman a veces.
    El tejado necesita una reparación.
    Te mantienes ocupada.
    La primavera comienza.


    La puerta oscila y se abre:
    Está oscuro allí,
    Con muchos escalones hacia abajo.
    ¿Pero qué es lo que brilla?
    ¿Es agua?
    La puerta oscila y se cierra


    El perro ha muerto.
    Esto pasó antes.
    Tú conseguiste otro, aunque no ahora.
    ¿Dónde está tu esposo?
    Abandonaste el jardín.
    Ya era demasiado.


    En la noche hay cobijas;
    sin embargo te desvelas.


    La puerta oscila y se abre:
    Oh, dios de las bisagras,
    dios de las largas travesías,
    tú has mantenido la fe.
    Está oscuro allí.
    Tú te confías a las sombras.
    Te haces cargo.
    La puerta oscila y se cierra.



    Traducción : Francia Rosa Calzadilla.

    ---------------

    "LUGARES COMUNES"

    "APUNTES PARA UN POEMA QUE NUNCA SE PODRÁ ESCRIBIR"
    para Carolyn Forché


    Éste es el lugar
    del que preferirías no saber nada;
    es el lugar que vivirá en ti;
    es el lugar que no puedes imaginar;
    es el lugar que al final va a derrotarte,

    donde la expresión por qué se marchita y se agota
    a sí misma. Esto es el hambre.
    II
    No hay poema que se pueda escribir
    sobre ello: las fosas de arena
    donde tantos fueron sepultados
    y desenterrados, con el dolor
    insufrible trazado aún en sus rostros.

    No sucedió el año pasado
    o hace cuarenta años, sino la semana pasada.
    Ha sucedido hasta ahora,
    sucede todos los días.

    Trenzamos coronas de adjetivos para ellos;
    los contamos como cuentas de rosario;
    los volvemos números y letanías
    y poemas como éste.

    No sirve de nada.
    Se quedan como están.
    III
    La mujer yace sobre el pavimento húmedo
    bajo la luz perenne,
    con las arcas de agujas en sus brazos hechas
    para matar su cerebro,
    y se pregunta por qué muere.

    Muere porque ha hablado.
    Muere por causa de la palabra.
    Su cuerpo, en silencio
    y sin dedos, escribe este poema.
    IV
    Recuerda a una operación
    pero no lo es,

    ni, pese a las piernas abiertas, los gritos
    y la sangre, se trata de un parto.

    En parte es su trabajo,
    en parte es un alarde de pericia,
    como un concierto.

    Puede hacerse mal
    o bien, se dicen a sí mismos.

    En parte es un arte.
    V
    Ver con claridad los hechos de este mundo
    es ver a través de las lágrimas;
    ¿por qué decirme entonces
    que mis ojos no ven bien?

    Ver claramente y sin estremecerse
    sin apartar la vista,
    esto es una agonía, como tener los ojos abiertos
    a cinco centímetros del sol.

    ¿Qué ves entonces?
    ¿Es un mal sueño, una alucinación?
    ¿Una visión?
    ¿Qué es lo que oyes?
    La cuchilla atravesando el ojo
    es un detalle de una vieja película.
    Es también una verdad.
    Dar testimonio de tu saber.
    VI
    En este país puedes decir lo que quieras
    porque de todas formas nadie te escuchará;
    estás a salvo: en este país puedes intentar escribir
    el poema que nunca podrá ser escrito;
    el poema que no inventa
    nada y no excusa nada;
    porque tú te la inventas y te excusas cada día.

    En otros lugares, este poema no es una invención.
    En otros lugares, este poema necesita valor.
    En otros lugares, este poema debe ser escrito
    porque los poetas ya están muertos.

    En otros lugares, debes escribir este poema
    como si ya estuvieras muerta,
    como si nada más pudiera hacerse
    o decirse para salvarte.

    En otros lugares debes escribir este poema
    porque ya no se puede hacer nada más.


    (Historias Reales) Margaret Atwood.

    ------------------

    "COMIENZAS"

    Comienzas así:

    ésta es tu mano
    éste es tu ojo,
    ése es un pescado, plano y azul
    dibujado en el papel, casi
    con la misma forma de un ojo.
    Ésta es tu boca, ésta es una O
    también podría ser la luna, como
    tú quieras. Éste es el amarillo.

    Afuera, si miras por la ventana,
    está la lluvia, es verde
    porque es verano, y más allá
    están los árboles y el mundo:
    es redondo y sólo posee
    los colores de estos nueve crayones.

    Éste es el mundo, más grande
    y mucho más difícil de comprender
    que lo que he dicho.
    Entiendo que lo rayonees así
    con el color rojo y después
    con el naranja: el mundo se está incendiando.

    Una vez que hayas aprendido estas palabras
    aprenderás que hay más palabras
    que las que puedes aprender.
    La palabra mano flota sobre tu mano
    como una nube pequeña sobre un lago.
    La palabra mano aferra
    tu mano a la mesa,
    tu mano es una piedra tibia
    que sostengo entre dos palabras.

    Ésta es tu mano, éstas son mis manos, éste es el mundo
    no es plano, es redondo, y tiene más colores
    que los que podemos ver.

    Tuvo un principio y ha de terminar.
    Esta revelación ha de alcanzarte.
    Ésta es tu mano.

    [Versión de Óscar Paúl Castro. Culiacán, 1979]
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    Mensaje por Evangelina Valdez Vie 09 Mayo 2014, 12:03

    Devuélvenos a Mamá: Una invocación

    Devuélvenos a Mamá,
    la Mamá que horneaba pan, con su delantal de cuadros almidonado
    como los que le cosimos
    en clase de costura
    y le regalamos
    el Día de la Madre —

    Mamá, que no tenía trabajo
    porque, para qué iba a necesitarlo,
    que nos preparaba el almuerzo —
    el bocadillo de atún, la manzana,
    las galletas de avena envueltas en papel de cera —
    con la goma elástica que había guardado en un tarro;
    que siempre estaba en casa cuando llegábamos
    planchando
    o algo igual de aburrido.

    que sonreía la sonrisa débil de un esclavo
    cuando pasábamos de largo,
    directos al teléfono,
    llenos de mal genio y desprecio
    y la determinación de no ser nunca como ella.

    Devuélvenos a Mamá.
    que quería ser pianista
    pero no tuvo la oportunidad
    y nos obligó a recibir clases de piano,
    que no nos gustaban —

    Mamá, cuyos roscos
    y ensaladas de gelatina comíamos con avaricia
    y luego criticábamos —
    la Mamá asadora, experta en cebollas,
    aunque nerviosa ante el ajo,
    que recibía una sartén nueva
    de nuestra parte todas las Navidades —
    justo lo que quería —

    Mamá, su boca manchada de pintalabios
    sonriendo en blanco y negro en los
    anuncios de detergente, los anuncios de aspirinas, los anuncios de papel higiénico,
    Mamá, con su vida secreta
    de dolores de cabeza y platos sucios
    y membranas irritadas —
    Mamá, que conocía la suciedad
    y escondía la suciedad, y hacía el trabajo sucio,
    y nunca se vio a sí misma
    ni a nosotros lo suficientemente limpios—

    y que creía
    que había otras suciedades
    que no deberías contar a los niños,
    y no las contaba,
    lo que resultaba peligroso más tarde.

    Te echamos de menos Mamá
    aunque eras vilipendiada
    en revistas y libros
    por arruinar a tus hijos
    —esos somos nosotros -
    no queriéndoles lo suficiente
    queriéndoles demasiado
    queriendo demasiado amor de ellos,
    por algún fallo del amor—

    (Mamá, cuyo marido le dejó
    por su secretaria y pagó la pensión alimenticia,
    Mamá, que bebía sola
    por las tardes, viendo la televisión,
    que se teñía el pelo de un imposible
    tono de rojo, que flirteaba
    con los maridos de sus amigas en las fiestas,
    intentando por todos los medios
    no hundirse por debajo de la línea
    entre el “alegra esa cara” y la desesperación—

    y que fue llevada
    y encerrada, porque un día
    empeó a gritar y no paró
    e hizo algo muy malo
    con las tijeras de la cocina—

    Pero esa no eras tú, tú no, no
    la Mamá que teníamos en mente, era
    la señora loca del otro lado de la calle—
    era sólo una señora
    que se convirtió en víctima
    de accidentes no vistos
    y luego una historia espeluznante…)

    Vuelve, vuelve, oh Mamá,
    de la locura o la muerte
    o nuestro recuerdo dañado—
    aparece tal como eras:

    La reina de la plancha de gofres,
    generosa expendedora de pasta de dientes,
    hechicera del Mercurocromo,
    jugadora de partidas de bridge
    en los que ganabas paños de cocina como segundo premio.
    empolladora del huevo zurcido
    del que no salían más que calcetines,
    hervidora de horribles copos de avena—
    vuelve a subir al paquete de harina repostera,
    dinámica y competente, como solías parecer—

    Ojalá pudiéramos llamarte—
    ¡Mamá! ¡Mamá!
    vendrías taconeando
    con tus tacones cubanos de todos los días
    oliendo a fregadero y a lilas
    (tu culo embutido en la prenda básica
    que te quitarías por la noche
    exhalando un suspiro como un pantano),
    y dirías, Qué pasa ahora,
    y podríamos atraparte
    en una red, y enjaularte
    en tu bungalow, donde perteneces,
    y obligarte a quedarte—

    Entonces todo iría bien
    como cuando podíamos jugar
    hasta después del anochecer las tardes de primavera
    y luego dormir sin miedo
    porque tú te ponías frente al miedo
    y lo parabas con tu cuerpo—

    Y ahí estarás, con tu bata de algodón,
    sujetando una pinza de la ropa de madera
    entre los dientes, mientras la colada aletea
    en el tendal que una vez consideraste
    utilizar para colgarte—

    ¡pero olvidate de eso! Allí estarás,
    cantando una canción de tu juventud
    como si no hubiera pasado el tiempo,
    y podemos ser despreocupados de nuevo,
    y sentir vergüenza ante ti,
    e ignorarte como solíamos,

    y todos los agujeros del mundo serán remendados

    -----------------

    VARIACIÓN SOBRE LA PALABRA SUEÑO

    Me gustaría mirarte dormir,
    algo que tal vez no suceda.
    Me gustaría mirarte,
    durmiendo. Me gustaría dormir
    con vos, entrar
    en tu sueño mientras su ola suave y oscura
    resbala sobre mi cabeza
    y caminar con vos por ese bosque
    luminoso, oscilante, de hojas verdeazules
    con su sol acuoso & sus tres lunas
    hasta la cueva donde tenés que descender,
    hasta el peor de tus miedos

    me gustaría darte la rama
    de plata, la pequeña flor blanca, la única
    palabra que te va a proteger
    del dolor en el centro
    de tu sueño, desde el dolor
    en el centro me gustaría seguirte
    por la larga escalera
    otra vez & transformarme
    en la barca que cuidadosamente te traerá
    de regreso, como una llama
    entre dos manos juntas,
    hasta donde tu cuerpo duerme
    al lado mío, y cuando entres en él
    con la facilidad de la respiración

    me gustaría ser el aire
    que te habita sólo un
    momento. Me gustaría ser así de anónima
    & así de necesaria.


    VARIACIONES SOBRE LA PALABRA AMOR


    Esta es una palabra que usamos para tapar
    agujeros. Tiene el tamaño exacto de esos acalorantes
    baches del discurso, de esos espacios
    con forma de corazón rojo en la página, que nada se parecen
    a corazones de verdad. Ponele un moño
    y podés venderla.
    Incluso la insertamos en el único
    casillero vacío del formulario impreso
    sin instrucciones. Hay revistas enteras
    sin mucho más adentro
    que la palabra amor, te la podés
    frotar en todo el cuerpo y
    usarla también para cocinar ¿Cómo saber
    que no es lo que le sigue a las heladas
    orgías de las babosas bajo
    los cartones mojados? En cuanto a los brotes
    de maleza que asoman sus morros prepotentes
    entre las lechugas, la gritan.
    ¡Amor! ¡Amor! cantan los soldados, alzando
    sus sables lustrosos como saludo.

    Después estamos
    nosotros dos. Esta palabra
    nos queda demasiado corta, tiene sólo
    cuatro letras, muy poco
    para llenar esos dos hondos vacíos
    desnudos entre las estrellas
    que nos aplastan con su sordera.
    No es el amor en lo que no queremos caer
    sino en ese miedo.
    Esta palabra no es suficiente pero tendrá
    que ser. Es una sola
    vocal en este silencio
    metálico, una boca que dice
    una y otra vez oh, con dolor
    y con asombro, una respiración, un dedo
    aferrado a la cornisa. Podés
    agarrarte o dejarte caer.


    Versiones en castellano de Sandra Toro
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    Mensaje por Evangelina Valdez Vie 09 Mayo 2014, 12:09

    Variación de la palabra sueño
    (otra versión)



    Me gustaría verte dormir,
    lo cual podría no suceder.
    Me gustaría observarte,
    durmiendo. Me gustaría dormir
    contigo, entrar
    en tu sueño mientras su ola oscura y suave
    se desliza sobre mi cabeza

    y caminar contigo por ese radiante
    ondulante bosque de hojas verdeazules
    con su acuoso sol y tres lunas
    hacia la gruta donde debes descender,
    hacia tu peor miedo.

    Me gustaría darte la rama
    plateada, la florcilla blanca, la única
    palabra que te protegerá
    del dolor en el centro
    de tu sueño, del dolor
    en el centro. Me gustaría seguirte
    al subir la extensa escalera
    otra vez y convertirme
    en la barca que te llevará de vuelta
    con cautela, una llama
    en dos manos ahuecadas
    donde reposa tu cuerpo
    a mi lado, y mientras entras
    en ella con esa tranquilidad

    me gustaría ser el aire
    que habita en ti solo
    por un momento. Me gustaría ser así tan inadvertida
    y tan necesaria.

    --------------

    Esta es una foto mía


    Fue tomada hace algún tiempo.
    Al principio parece
    una copia
    borrosa: líneas imprecisas y manchas grises
    dobladas con el papel;

    luego, al escrutarla,
    ves en la esquina izquierda
    algo así como una rama: parte de un árbol
    (bálsamo o abeto) que sobresale
    y, a la derecha, en la parte superior, al centro
    lo que puede ser una plácida
    ladera, una pequeña casa de madera.

    En el fondo hay un lago,
    y detrás de éste pequeñas colinas.

    (La foto fue tomada
    el día después de que me ahogara.

    Yo estoy en el lago, en el centro
    de la imagen, justo debajo de la superficie.

    Es difícil decir dónde
    precisamente, o decir
    cuán grande o pequeña soy:
    el efecto del agua
    en la luz es una distorsión

    pero si miras lo suficiente,
    al final
    podrás verme.)
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    Mensaje por Evangelina Valdez Mar 27 Mayo 2014, 21:37

    Seguimos Pedro...

    Al fin y al cabo, eres bastante

    normal: dos brazos, dos piernas

    una cabeza, un cuerpo

    aceptable, dedos en los pies y en las manos, a veces

    excéntrico, a veces sincero

    pero no demasiadas veces, demasiados

    aplazamientos y excusas pero

    te adaptarás a todo, cumpliendo

    con los plazos y con las otras

    personas, fingiendo amar

    a la mujer que no debes durante algún

    tiempo, escuchando a tu cerebro

    encogerse, tus diarios

    extendiéndose mientras te haces mayor,

    haciéndote mayor, por supuesto

    morirás, pero aún no, sobrevivirás

    incluso a mis ideas distorsionadas sobre ti

    y no quiero hacer

    nada para solucionarlo

    tu desdicha y tu enfermedad

    no estás enfermo ni eres desdichado

    sólo estás vivo condenado a estarlo.


    -------------------

    "NOCTURNO"

    No hay nada que temer,
    es sólo el viento
    que ahora sopla hacia el este, es sólo
    tu padre..........el trueno
    tu madre..........la lluvia
    En este país de agua
    con su luna ocre y húmeda como un champiñón,
    sus muñones ahogados y sus pájaros largos
    que nadan, donde crece el musgo
    por todo el tronco de los árboles
    y tu sombra no es tu sombra
    sino un reflejo,
    tus padres verdaderos desaparecen
    al bajar la cortina
    y quedamos los otros,
    los sumergidos del lago
    con nuestras cabezas de oscuridad
    de pie ahora y en silencio junto a tu cama...
    Venimos a arroparte
    con lana roja,
    con nuestras lágrimas y susurros distantes.
    Te meces en los brazos de la lluvia,
    el arca fría de tu sueño,
    mientras aguardamos, tu padre
    y madre nocturnos,
    con las manos heladas y una linterna muerta,
    sabiendo que somos solamente
    las sombras vacilantes que proyecta
    una vela, en este eco
    que oirás veinte años más tarde.

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    Mensaje por Evangelina Valdez Mar 27 Mayo 2014, 21:41

    CORAZÓN

    Traducido por Adriana Lisboa

    Algunas personas venden sangre. ¿Venden corazón.
    Era eso o el alma.
    La parte difícil está tomando la mierda dentro.
    Una especie de giro, como tomar una concha de ostra,
    su columna un puño,
    y luego Upa! oye, en la boca.
    Que a su vez parte de adentro hacia afuera
    como una anémona de mar toser una piedra.
    Hay un corto splash, ruido fuerte
    intestinal caer en un cubo de pescado,
    y ahí está, un gran coágulo de brillante color rojo oscuro
    del pasado sigue viviendo, todo el plato.

    Pasarlo alrededor. Es resbaladizo. Drop-in,
    sino también la experiencia. Rough otro dice. Demasiado salado.
    Sour también, dice otro, haciendo una mueca.
    Cada uno es un gourmet momentánea,
    y que está ahí escuchando todo esto
    en la esquina, como camarero de nuevo ingreso,
    la parte reservada y competente en la herida oculta
    la parte inferior de la camisa y el pecho,
    tímidamente, sin corazón.

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 14 Sep 2020, 12:13

    Gracias, Evangelina, por tu aportaciones de poemas de Margaret Atwood.

    Ya publiqué la primera de sus "Historias de amor verídicas". Ahora copia las otras cuatro, todas realmente estremecedoras.

    Un abrazo.
    Pedro

    ***


    HISTORIAS DE AMOR VERÍDICAS


    2


    Hace mucho tiempo, yo estaba desesperadamente enamorada. Quiero decir, desesperadamente: de hecho, solo con esta palabra es posible hacerse una idea. Él sentía lo mismo, y lo extraño era que ninguno de los dos entendía ni una plabra de lo que decía el otro. Por eso solíamos tirarnos platos mutuamente, para atraer la atención el uno del otro, supongo, y solíamos gritar. Pero por algún motivo tirábamos solo sus platos. Un día corrí a su cocina y me hice una herida en el brazo con sus tijeras, un agujero, no muy grande, para que viera que dentro había sangre de verdad, pero tampoco lo entendió. El problema no está en el sexo, sino en el lenguaje. O quizás el amor te vuelve sordo, no ciego, porque ahora salimos a comer de vez en cuando y nos entendemos perfectamente, nos contamos chistes y nos partimos de risa, son unos chistes tan divertidos. Le miro y no puedo creer que hubo un día en que nos tirábamos platos el uno al otro, pero sí que lo hacíamos. Puedo recordar exactamente qué platos, qué tazas y qué vasos nos lanzábamos, y cuáles se rompieron.


    3

    Hace unos días una amiga me llamó por teléfono y me dijo: voy a suicidarme. ¿Por qué?, pregunté. Él me ha dejado, contestó. No tengo nada por lo que vivir. De acuerdo, dije, ¿y cómo vas a hacerlo? ¿Con pastillas? No, respondió, eso me haría vomitar. Si no funcionara, quiero decir. No soporto que me hagan lavados de estómago, es humillante. Bueno, con una pistola entonces, dije. Piensa en lo sucio que se pondría todo. La mancha no se puede limpiar y no soporto el escándalo. Puedes ahorcarte, le propuse. Pero es que se te queda tan mala cara, repuso. Se podría decir lo mismo de cuando una intenta ahogarse, dije. Bueno, es lo que hay, replicó, pero, ¿qué voy a hacer, ahora que me ha abandonado y no tengo ningún motivo para vivir? ¿Y quién te dice que tienes que vivir por algo?, dije. ¿Es que tú vivías para él cuando estaba contigo? No, respondió. Vivía pese a él, vivía contra él. Deberías decir, entonces, no tengo nada en contra de qué vivir, repliqué. Es lo mismo, ¿no crees?, respondió. Le dije que no.


    4

    La mayoría de la gente de este país no come huevos, me explicó ella, no puede permitírselo. Si tienen la suerte de tener una gallina que los pone, entonces los venden. No existe la palabra dentro, no existe la palabra yo. El paisaje es continuo, fluye a través de lo que allí toman por casas, barro seco dentro y fuera, hambre dentro y fuera, solo existe la palabra nosotros. Por eso pueden matarnos a tantos sin que importe nada. Para que importara tendrían que matarnos a todos. Cortan las manos y cabezas para evitar que los identifiquen, pero no pueden evitarlo. Todo el mundo sabe a quién han disparado y a quién han tirado al mar, a quién han pegado, a qué hombre o mujer han violado de forma sistemática, a quién han dejado morir de hambre abrasado en una fosa bajo el sol del mediodía. Hay luz y claridad suficiente, lo puedes ver desde lejos.

    En cuanto a mi amante, me contó, tuvimos que separarnos. Ninguno de los dos podía permitirse vivir sólo con otra persona. Te vuelves descuidado, se te olvida cuánto deseas vivir, empiezas a hacer tratos contigo mismo, te vuelves peligroso para los demás. Esa clase de amor es un arma que puede utilizarse contra ti. Entre aquellos de nosotros que todavía tenemos manos y cabeza, ya no hay matrimonios.


    5

    No pienso en ti tanto como debería, no lo necesito. Estás ahí tanto si pienso en ti como si no. Esto no sucede con otras personas.

    Cuando pienso en ti, no es en la forma que tú esperarías. No deseo estar contigo, la mayor parte del tiempo sería un obstáculo, para ambos. Me gusta imaginarte en tu rutina. Pienso en ti cuando te levantas, cuando te lavas los dientes, cuando desayunas. Cambio los desayunos, aunque no te preparo nada sofisticado, me limito a cereales, zumo de naranja, huevos, cosas así. Me tranquiliza imaginarte tomando esos desayunos cotidianos y algo austeros. Hace que me sienta a salvo.

    Pero ¿por qué tienes que seguir desayunando a la misma hora, de la misma manera, día tras día, para que me pueda sentir a salvo? Estás bastante satisfecho, es cierto, pero debe haber algo más. Por fin lo estoy comprendiendo. Un día de estos, cuando llegues al fondo de la taza de té o café, cualquiera de las dos, mirarás dentro y habrá un dedo cortado, sin sangre, anónimo, un pequeño signo de muerte enviado para ti desde el país extranjero donde cultivan estos productos. O, durante cuatro minutos, contemplarás el huevo en tu plato, ese huevo tan blanco y aún sin romper, tan sereno como siempre, emitiendo rayos de sol. Pero en un segundo momento la taza estará vacía y el huevo, cuando finalmente cierres los ojos y lo abras a ciegas con el borde de tu cucharilla, no tendrá nada que no esté allí normalmente. Sabrás entonces que al fin te he imaginado de forma perfecta.

    MAGARET ATWOOD (De “Historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)


    .

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 14 Sep 2020, 13:51

    .


    EL ÚLTIMO POEMA

    En esta noche las palabras caen de mí como la ropa
    que se tira al suelo al desnudarse, como si no
    hubiera mañana, y es que no hay mañana.

    Un día, al ascender al monte o enla autopista,
    en medio de las ráfagas de aire,
    detienes la escalada o paras el coche y sabes que nunca llegarás allí.

    Sigo tumbada en un sofa azulado, sorbiendo cubitos de hielo,
    mientras mis amigas, y las amigas de mis amigas, y mujeres
    que apenas conozco caen enfermas de cáncer.
    Una cada semana, cada minuto; todos hablamos de este tema.

    Lucho contra la plaga, me cepillo los dedos con esmero,
    espero no contagiarme, me pregunto cómo
    despedirme dignamente y no entre lágrimas.
    Hay golpes de suerte, es cierto, pero no abundan.

    Mientras tanto, sigo sentada aquí a tu lado, sin futuro:
    en un segundo algo se rasgará como una cuerda o una cremallera,
    y el tiempo se deslizará cual grieta en roca de granito
    y los hogares, las sillas, los amantes, des desmoronarán como un largo temblor.

    He aquí tu mano que surge de los escombros.
    La toco, todavía vives;
    daría cualquier cosa para que sucediera esto,
    para mantenerte viva junto a mí, pese al naufragio.

    Te cojo la mano como esperando tu rescate,
    y esa sola acción brilla colo la suerte misma.
    Porque no hay nada más que pueda hacer, ya no hago nada.

    MAGARET ATWOOD (De “Historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)


    USO

    Para qué
    te necesito? Si existe una
    respuesta, es: para nada, no sirves
    para nada en mi vida, eres
    puro lujo. ¿Pra qué
    querría un cuadro
    en la pared? Para contemplarlo,
    ero ¿por qué? Todas las
    preguntas acaban en silencio. No obstante,
    te deseo demasiado, quiero
    también usarte, quiero que te
    usen y que brilles
    como un músculo cálido o un metal
    que contrasta con la piedra o una forma
    de madera manoseada
    durante años, con algún
    fin. Se me van
    a quemar despacio, célula a
    célula, o a gastarme, ésa
    es la manera. ¿Para qué sirve
    el cuerpo que baila si no marca
    el vacío que permite
    medir el sonido? Cierra los
    ojos, ojos que no ven, tiempo
    que no pasa; acerca tu mano
    una y otra vez sobre mi
    piel y mira cómo desaparezco
    en la oscuridad,parpadeo
    y reaparezco: para eso te
    necesito. Brilla, por tanto, deja
    irradiar tu luz.

    MAGARET ATWOOD (De “Historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)


    ENANOS AZULES

    Un entierro bajo un árbol, me dices, ésa
    es la forma. No por encima, sino debajo.
    Raicillas e insectos, dices, mientras viajamos
    veloces por la autopista, escuchando la radio
    a través del aire cargado de polen.
    La última vez fue un incendio.

    Es un problema, qué hacer
    con uno mismo después de la muerte.
    Y también está el antes.

    Las ciruelas silvestres llenas de costras caen del árbol
    mientras trepo, las ramas y las hojas
    se desprenden bajo las suelas de mis botas.
    Desaparecen en la hierba
    de color hueso y en las flores violetas,
    o descansan entre las rocas y el hedor
    de las marmotas; estallan arrugadas
    rezumando savia y duces hoyos y pulpa
    amarilla, pero siguen
    en llamas, frescas y azules
    como los núcleos de viejas estrellas
    que zse marchitan ahí arriba, en múltiplos
    de cero. Hay bocas puntiagudas
    que escarban en ellas. Recojo las buenas,
    que tampoco duran mucho.

    Si hay un árbol para ti, debería ser
    éste. Aquí
    está tu cesta de seis cuartos
    de luz azul, pegajosa
    y desgastada pero aún
    comestible. El tiempo nos
    mancha las manos, lo chupamos, fruta caída de un árbol.

    MAGARET ATWOOD (De “Historias reales”, 1990)
    (Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo)


    .

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    Mensaje por cecilia gargantini Dom 18 Oct 2020, 14:54

    Estuve leyendo gran parte de todo esto, querido Pedro!!!!!!!!!!!!!!
    Ella era una de las candidatas al Nobel, que ahora recibió Glûck . Las dos tienen sus méritos...no es sencillo decir si una u otra...las dos tienen su encanto.
    Gracias a vos y a Evangelina por este rico material.
    Besosssssssssss para ambos
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 03 Ago 2022, 04:56

    .


    Algunos otros poemas de Margaret Atwood, de su obra, La puerta, Bruguera 2009, traducción de María Pilar Somacarrera  Íñigo:


    EL AÑO DE LAS GALLINAS

    Éste es el año para ordenar,
    para tirar, devolver,
    cribar los montones, los cúmulos de objetos,
    los ventisqueros, dunas, sedimentos,

    o, de forma menos poética, las estanterías, baúles,
    armarios, cajas, las esquinas
    del sótano, los rincones y armarios

    -los trastos, en una palabra-,
    que se han colado aquí, atesorados,
    se han arremolinado alrededor, depositados
    por olas invisibles.

    Por ejemplo: dos abultadas filas
    de tarros de cristal para mermelada
    de aquellos veranos
    volatilizados; una austera pila
    de bolsas de plástico; un paraguas partido, de color granate,
    tan apreciado cuando estaba nuevo;

    una caja de bombones con pinturas de cera
    guardadas para niños fantasma;
    zapatos con marcas mugrientas
    de dedos que un día me pertenecieron.
    Fotos de chicos cuyos nombres se han perdido
    (posando airosos frente a coches
    cromados), muchos de ellos
    están ahora muertos, otros son viejos

    -objetos sucios y desgastados-, se mezclan
    -digamos- como este bol de
    guijarros misceláneos reunidos,
    una y otra vez, en playas hoy
    erosionadas o perdidas; pero los exhumamos,
    manoseando su belleza,
    y los guardamos en el bolsillo como recuerdos puros
    de un día que en otro tiempo fue imborrable.



    LUTO POR LOS GATOS

    Nos ponemos muy tristes
    por los animales muertos.
    Se nos saltan las lágrimas.
    Aunque lloramos solo por los peludos,
    los que se nos parecen,
    al menos un poco.

    Los que tienen los ojos grandes,
    ojos que miran de frente.
    Los que tienen narices más bien pequeñas
    o modestas napias.

    Nadie se lamenta por una araña,
    ni por un cangrejo.
    Las lombrices no merecen nuestro llanto,
    ni los peces tampoco.
    Las crías de foca sí lo consiguen,
    y los perros, y a veces los búhos.
    Los gatos, casi siempre.

    ¿Pensamos que son como niños muertos?
    ¿Pensamos que son parte de nosotros,
    el alma animal
    escondida en un lugar de nuestro pecho,
    difusa y confiada,
    y vital, al acecho,
    y brutal con otras formas de vida,
    y feliz, la mayor parte del tiempo,
    y asimismo estúpida?

    (¿Por qué siempre los gatos? ¿Por qué los gatos muertos
    provocan lágrimas tan ridículas?
    ¿Por qué ese luto riguroso?
    ¿Porque ya no podemos
    ver en la oscuridad sin ellos?
    ¿Es porque tenemos
    frío sin su pelo? ¿Porque hemos perdido
    nuestra segunda piel, encubierta,
    a la que nos mudábamos
    cuando queríamos divertirnos,
    cuando queríamos matar
    sin pensarlo dos veces,
    cuando deseábamos despojarnos del insufrible peso
    de ser humanos?



    MARIPOSA

    Hace casi un siglo, mi padre,
    a la edad de -creo- diez años,
    caminaba tres millas a través del bosque
    en ruta hacia el colegio,

    a lo largo de la orilla, bordeada de juncias,
    del río, repleto de caudal y anguilas, orlado de juncos,
    color ocre fangoso;
    dejando un rastro de histéricas moscas negras,
    con las manos, entonces ya anchas y hábiles,
    asomando por las raídas mangas.

    A lo largo del sendero, observaba
    cada detalle; hongos y excrementos, plantas silvestres,
    caracoles y lirios, licopodio, helechos y conos.

    Debía ser una eterna
    inspiración para él: entre
    el deseo de conocimiento y de alabanza
    no existían límites.

    Un día vio un tronco mojado que flotaba
    despacio, río abajo,
    y encima, una mariposa, del azul de unos ojos.
    Fue el momento (me enteré después)
    que lo lanzó a cambiar su vida

    hacia un mundo arcano
    de microscópios y números,
    distintivos en la solapa, automóviles y viajes,

    lejos de las diez millas
    de bosques devastados
    a los que nunca llamó podreza,
    y del ocre río, moviéndose en meandros;
    de alguna manera, siempre añoró aquello,
    intentando, en vano, regresar.



    EL ÚLTIMO HOMBRE CUERDO

    Durante el reinado de Calígula

    El último hombre cuerdo ocupa su escaño en el Senado.
    No está seguro de por qué sigue ahí.
    Su nombre debe estar en alguna lista.
    El año pasado quedaban muchos más como él,
    pero fueron ejecutados uno a uno.
    Se baña todos los días, respira relajado
    y practica las doctrinas del estoicismo.
    Pierde tu calma, se recuerda,
    y perderás todo.
    Sin embargo, se encuentra cansado.
    El esfuerzo de callar lo agota.
    Los otros, los de ricas vestimentas,
    bromean con tacto, hablan de temas
    que cada vez son más escasos; incluso el tiempo
    es arriesgado, también el sol,
    desde que el Emperador dice controlar el uno
    y ser el otro.

    Aquí viene, con el gorjeo de su séquito
    de lacayos mercenarios que tiemblan de bondad;
    dorado y brillante como un carro de dudoso gusto,
    y recién llegado de una victoria.
    Con un sonrisa, levanta su dedo reluciente,
    cestas de conchas caen en cascada,
    y la habitación apesta a moluscos muertos.
    Mirad, dice el Emperador, ¡es un tesoro!
    ¡Por el poder de mi suprema divinidad,
    he derrotado al Rey del Mar!

    Sus ojos tienen el brillo malicioso
    del loco que miente,
    y lo sabe, retando al que le contradiga.

    Los otros le aclaman. El último hombre cuerdo
    se obliga a aclamarlo también.
    La mirada del Emperador taladra un agujero
    a través del aire que ruge hacia él.
    Entonces hacen entrar a su caballo,
    adornado con guirnaldas como una bailarina oriental.
    ¡Voy a nombrarlo Senador!,
    trina Calígula. ¡Saludad a vuestro nuevo hermano!

    El último hombre cuerdo se ve a sí mismo levantándose.
    Mientras abre la boca puede ver
    el agua púrpura de la bañera, las muñecas, cortadas;
    su casa robada, sus hijos decapitados.
    Solo es un caballo, responde.
    Sus palabras cuelgan
    sin esperanza, como las banderas de una ciudad
    ya derrotada, entregada al pillaje.
    ¿De qué manera, piensa el último hombre cuerdo,
    se puede decir, aún, que tal lugar exista?

    El silencio cristaliza
    en su cabeza como un halo de hielo.
    Continúa en su sitio.
    Nadie lo mira excepto el Emperador,
    que le sonríe, casi compadeciéndose.



    FOTO DE GUERRA

    La mujer, arrojada al camino polvoriento,
    es muy hermosa.
    Tiene una pierna desplegada, la otra en flexión, el pie apunta
    hacia la rodilla, el brazo extendido sobre la cabeza, la mano
    descansa en un precioso paso
    que una bailarina podría enseyar durante años
    y no conseguir nunca.
    Su vestido violeta parece
    ondear al viento,
    su cabeza está vuelta.

    Hay otras personas esparcidas alrededor
    como árboles derribados,
    abandonadas tras hombres asustados
    que abren su camino a golpes, hacia una gran meta
    que no recuerdan ahora,

    pero es esta bella mujer la que me cautiva,
    la que baila en la tierra
    con tanta perfección.

    ¡Oh hermosa mujer muerta!, si alguien
    tuviera el poder de arrancarme de la angustia
    y de la árida impotencia
    y llevarme a la esencia de la oración,
    esta serías tú.

    En su lugar, haré para ti
    lo único que sé hacer:
    aunque nunca sabré tu nombre,
    jamás te olvidaré.
    Mira: sobre el suelo polvoriento
    bajo mi mano, sobre este humilde papel gris,
    pongo un guijarro, aquí:
    ..........................................................O



    A NADIE LE IMPORTA QUIEN GANA

    A nadie le importa quien gana las guerras.
    Nos importa en el momento de ganar,
    nos gustan los desfiles, los vítores;
    pero después, la victoria disminuye.
    Una copa de plata en la repisa de la chimenea
    grabada con alguna fecha,
    un tesoro de botones, arrancados de cadáveres,
    como souvenirs; un gesto ignominioso
    cometido en un golpe de ira incandescente,
    apartado de la memoria.
    Tuviste pessdillas, te llevaste algo de botín.
    No hay mucho que decir.

    Fue una buena época, piensas.
    Nunca me sentí tan vivo.
    Sin embargo, la victoria te desconcierta.
    Algunos días te olvidas de dónde la has puesto,
    aunque hombres más jóvenes pronuncian discursos sobre ella
    como si también hubieran estado allí.

    Por supuesto es mejor ganar
    que no hacerlo. ¿Quién no lo prefiere?
    Perder, sin embargo, es diferente.
    La derrota crece como una planta mutante,
    se hincha con lo que no se dice.
    Siempre está contigo, se expande bajo tierra,
    se alimenta de lo que se ha perdido:
    tu hijo, tu hermana, la casa de tu padre,
    la vida que deberías haber tenido.
    Nunca está en el pasado, la derrota.
    Empapa el presente,
    mancha incluso el sol de la mañana
    del color de la tierra quemada.

    Finalmente, rasga la superficie.
    Estalla. Estalla en forma de canción.
    Largas canciones, ¿comprendes?,
    que continúan y continúan.



    EL NIÑO HERIDO

    El niño herido te morderá.
    Se tornará en temible criatura
    y te morderá, allí donde estés.

    Al niño herido le crecerá la piel
    sobre la herida que les has hecho
    -no se la has dado, porque una llaga
    no es un don-, un don se acepta
    libremente y el niño no pudo elegir.

    Le crecerá la piel sobre la herida,
    la herida atesorada, la herida que es herencia,
    la que te has sacado como una bala
    para implantarla en su carne
    -una piel humana o de animal,
    una corteza escaldada,
    y afilados dientes de pez
    como los de un bebé deforme-
    y te morderá,
    y gritarás amargamente
    como de costumbre
    y lucharéis,
    porque sacarás el combate de la caja
    con la etiqueta de Luchas, que custodias
    por si una emergencia, y ahora tienes una,

    y el niño herido perderá la lucha
    y huirá, tropezando,
    a las zonas residenciales y sembrará
    el pánico en los supermercados y la confusión
    entre la gente que prepara sus barbacoas,
    que gritará ¡Socorro, socorro!, un monstruo
    y saldrá en las noticias,

    y lo perseguirán
    con perros, y dejará un reguero
    de pelo, piel, escamas y dientes de leche y lágrimas,
    desde donde lo arrancaron
    de los cristales rotos y otros restos,

    y se esconderá en alcantarillas,
    en cobertizos, bajo arbustos,
    lamiendo su herida, su rabia,
    la rabia que tú le diste,
    y se arrastrará al pozo,

    al lago, al arroyo, al embalse
    porque tiene sed
    porque es monstruoso
    con esa sed colérica
    que lo lacera como espinas en su lomo,
    y los perros y los cazadores lo encontrarán
    y lo acorralarán
    y aullará las injusticias
    y lo partirán en dos
    y se comerán su corazón
    y todo el mundo gritará
    ¡Gracias a Dios que todo ha acabado!

    Y su sangre se filtrará en el agua
    y tú la beberás todos los días.



    PREGUNTAS A LOS MUERTOS

    Ve a la entrada de una cueva,
    cava una zanja, corta el cuello
    de un animal, derrama su sangre.

    O siéntate en una silla
    junto a otras personas, en una mesa redonda,
    dentro de una habitación a oscuras.
    Cerrad los ojos, daos la mano.

    Estas técnicas pueden llamarse
    heroísmo o medias tintas.
    No estamos seguros de creer en ellas,

    o en los muertos, cuando aparecen,
    esos muertos que huelen a pelo mojado,
    chisporrotean como tostadores rotos,
    mueven, susurrantes, sus caras
    de papel de seda, sus sonidos sibilantes, sus fisuras,
    arrastrando su engañosa gasa.

    Sus voces son secas como  lentejas
    que caen en un tarro de cristal.
    ¿Por qué no pueden hablar claro,
    en lugar de murmurar sobre llaves, números,
    y escaleras? Hablan de unas escaleras...

    ¿Por qué seguimos molestándoles?
    ¿Por qué insistimos en que nos quieran?
    ¿Por qué queríamos preguntarles?
    No hay nada que deseen decir.

    O colócate junto a un pozo o un estanque
    y tira un guijarro dentro.
    El sonido que oyes es la pregunta
    que deberías haber hecho.

    También es la respuesta.



    LA TERCERA EDAD VISITA EL ÁRTICO

    Salimos, inseguros, por la pasarela,
    envueltos en varias capas de lana,
    enguantados como bebés, sacando pecho -como
    se decía antes- contra las gélidas olas;
    botamos en nuestro bote de goma,
    tan llenos de píldoras que el cuerpo nos vibra.

    Somos lo que los franceses con cortesía llaman
    la Tercera Edad; atrás ya la Primera y la Segunda; la Cuarta
    todavía no se menciona, por tacto, aunque
    se acerca. Es la que viene después.
    Entretanto, gritamos a pleno pulmón
    mientras el aguanieve nos abofetea,
    contentos por haber pasado lo peor,
    irresponsables.

    Aaju es una de nuestras guías,
    va vestida con un parka de piel de foca
    para que la gente la fotografíe con el arma para los osos.
    Nos mira seria, de lado,
    ha visto demasiados turistas
    como para encontrarnos graciosos.
    Nos llevará en manada como podría llevar
    lemmings. Nos separaremos del grupo.
    Además, no le hacemos caso.

    Desembarcamos torpemente. Es hora de la clase.
    Hoy está Jane. Nos dice:
    Cuando veáis un arroyo como este,
    que fluye hacia una bahía,
    y un terreno llano, apropiado para poner una tienda,
    con vistas al mar, para la caza,
    y una ladera llena de matas de bayas,
    sabréis que es un lugar que debió estar habitado.


    Y sí que lo estuvo, ved aquí:
    un anillo de guijarros, una trampa de zorro,
    y más allá, una tumba,
    losas gruesas para espantar a los animales.
    Les gusta que les visiten,
    dice Aaju. Decidles hola.

    Así que nos tumbamos en el suave musgo, miramos
    al cielo, hay nubes como vetas de mármol,
    y un cuervo volando en círculos, y sentimos una paz absoluta
    entre las voces que nos hablan;

    pero no podemos quedarnos aquí,
    necesitamos vivir la vida real,
    verlo todo a fondo. Despacio, nos ponemos
    las desgarbadas botas y las chaquetas de Gore-Tex,
    tropezando sobre las rocas,
    como viejos niños gigantes que vuelven al colegio.
    Aaju vigila, distante, desde una colina
    para protegernos de los peligros.
    Erguida sobre un solo pie, levanta los brazos,
    emite un callado mensaje:
    ¡Hola, estoy aquí!
    ...........Aquí es donde estoy.
    Yo tembién me mantengo sobre un solo pie.


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