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SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°601
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Espero poder recoger esta semana los cristales de las gafas para poder continuar con la Biografía de Miguel de Cervantes. No es una biografía al uso: podía haber salido al paso de con medio folio. Y elegí la que estoy poniendo porque me pareció interesante al estar enmarcada en su tiempo y con conocimiento de los hechos históricos en los que se desarrolló l VID de Miguel de Cervantes. Al proceder de una edición perdida en el tiempo, en papel casi casi pergamino y con muchos caracteres desdibujados es imposible o casi su digitalización completas. Ello implica tenerla que copiar poco a poco. Espero que a los demás les parezca que mereció la pena..
Continuamos, pues, con los sonetos.
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ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°602
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXI
Sabido he por mi mal adonde llega
la cruda fuerza de un notorio engaño,
y como amor procura, con mi daño,
darme la vida que el temor me niega.
Mi alma de las carnes se despega,
siguiendo aquella que, por hado extraño,
le tiene puesta en pena, en mal tamaño,
que el bien la turba y el dolor sosiega.
Si vivo, vivo en fe de la esperanza,
que, aunque es pequeña y débil, se sustenta
siendo a la fuerza de mi amor asida.
¡O firme comenzar, frágil mudanza,
amarga suma de una dulce cuenta,
cómo acabáis por términos la vida!
(De La Galatea, Libro II, Theolinda.)
LXII
Ante la luz de unos serenos ojos
que al sol dan luz con que da luz al suelo,
mi alma así se enciende, que recelo
que presto tendrá muerte sus despojos.
Con la luz se conciertan los manojos
de aquellos rayos del señor de Delo:
tales son los cabellos de quien suelo
adorar su beldad puesto de hinojos.
¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro,
antes el mesmo sol! De vos espero
sólo que consistáis que Erastro os quiera.
Si en esto el cielo se me muestra avaro,
antes que acabe del dolor que muero,
haced, ¡oh rayos!, que de un rayo muera.
(De La Galatea, Libro II, Erastro.)
SONETOS
LXI
Sabido he por mi mal adonde llega
la cruda fuerza de un notorio engaño,
y como amor procura, con mi daño,
darme la vida que el temor me niega.
Mi alma de las carnes se despega,
siguiendo aquella que, por hado extraño,
le tiene puesta en pena, en mal tamaño,
que el bien la turba y el dolor sosiega.
Si vivo, vivo en fe de la esperanza,
que, aunque es pequeña y débil, se sustenta
siendo a la fuerza de mi amor asida.
¡O firme comenzar, frágil mudanza,
amarga suma de una dulce cuenta,
cómo acabáis por términos la vida!
(De La Galatea, Libro II, Theolinda.)
LXII
Ante la luz de unos serenos ojos
que al sol dan luz con que da luz al suelo,
mi alma así se enciende, que recelo
que presto tendrá muerte sus despojos.
Con la luz se conciertan los manojos
de aquellos rayos del señor de Delo:
tales son los cabellos de quien suelo
adorar su beldad puesto de hinojos.
¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro,
antes el mesmo sol! De vos espero
sólo que consistáis que Erastro os quiera.
Si en esto el cielo se me muestra avaro,
antes que acabe del dolor que muero,
haced, ¡oh rayos!, que de un rayo muera.
(De La Galatea, Libro II, Erastro.)
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°603
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXIII
¡Ay, que al alto designio que se cría
en mi amoroso firme pensamiento,
contradicen el cielo, el fuego, el viento,
el agua, la tierra y la enemiga mía!
Contrarios son de quien temer debía,
y abandonar la empresa el sano intento;
mas ¿quién podrá estorbar lo que el violento
hado implacable quiere, amor porfía?
El alto cielo, amor, el viento, el fuego,
el agua, la tierra y mi enemiga bella,
cada cual con su fuerza, y con mi hado,
mi bien estorbe, esparza, abrase, y luego
deshaga mi esperanza; que, aun sin ella,
imposible es dejar lo comenzado.
(De La Galatea, Libro II, Elicio.)
LIV
Más blando fui que no la blanda cera,
cuando imprimí en mi alma la figura
de la bella Amarili, esquiva y dura
cual duro mármol o silvestre fiera.
Amor me puso entonces en la esfera
más alta de su bien y su ventura;
y ahora temo que la sepultura
ha de acabar mi presunción primera.
Arrimose el amor a la esperanza
cual vid al olmo, y fue subiendo aprisa;
mas faltole el humor, y cesó el vuelo:
no el de mis ojos que por larga usanza,
fortuna sabe bien que jamás cesa
de dar tributo al rostro, al pecho, al suelo.
(De La Galatea, Libro II, Damon.)
SONETOS
LXIII
¡Ay, que al alto designio que se cría
en mi amoroso firme pensamiento,
contradicen el cielo, el fuego, el viento,
el agua, la tierra y la enemiga mía!
Contrarios son de quien temer debía,
y abandonar la empresa el sano intento;
mas ¿quién podrá estorbar lo que el violento
hado implacable quiere, amor porfía?
El alto cielo, amor, el viento, el fuego,
el agua, la tierra y mi enemiga bella,
cada cual con su fuerza, y con mi hado,
mi bien estorbe, esparza, abrase, y luego
deshaga mi esperanza; que, aun sin ella,
imposible es dejar lo comenzado.
(De La Galatea, Libro II, Elicio.)
LIV
Más blando fui que no la blanda cera,
cuando imprimí en mi alma la figura
de la bella Amarili, esquiva y dura
cual duro mármol o silvestre fiera.
Amor me puso entonces en la esfera
más alta de su bien y su ventura;
y ahora temo que la sepultura
ha de acabar mi presunción primera.
Arrimose el amor a la esperanza
cual vid al olmo, y fue subiendo aprisa;
mas faltole el humor, y cesó el vuelo:
no el de mis ojos que por larga usanza,
fortuna sabe bien que jamás cesa
de dar tributo al rostro, al pecho, al suelo.
(De La Galatea, Libro II, Damon.)
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- Mensaje n°604
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXV
Por medio de los filos de la muerte
rompió mi fe, y a tal punto he llegado,
que no envidio el más alto y rico estado
que encierra humana venturosa suerte.
Todo este bien nació de sólo verte,
hermosa Fili, ¡oh Fili!, a quien el hado
dotó de un ser tan raro y extremado,
que en risa el llanto, el mal en bien convierte.
Como amansa el rigor de la sentencia
si el condenado el rostro del rey mira,
y es ley que nunca tuerce su derecho,
así ante tu hermosísima presencia
la muerte huye, el daño se retira,
y deja en su lugar vida y provecho.
(De La Galatea, Libro II, Tyrsi.)
LXVI
¡Oh sombra oscura que continuo sigues
a mi confusa triste fantasía;
enfadosa tiniebla, siempre fría,
que a mi contento y a mi luz persigues!
¿Cuándo será que tu dolor mitigues,
monstruo cruel y rigurosa arpía?
¿Qué ganas en turbarme la alegría,
o que bien en quitármela consigues?
Mas si la condición de que te arreas
se extiende a pretender quitar la vida
al que te dio la tuya y te ha engendrado,
no me debe admirar que de mí seas
y de todo mi bien fiero homicida,
sino de verme vivo en tal estado.
(De La Galatea, Libro III, Orfenio.)
SONETOS
LXV
Por medio de los filos de la muerte
rompió mi fe, y a tal punto he llegado,
que no envidio el más alto y rico estado
que encierra humana venturosa suerte.
Todo este bien nació de sólo verte,
hermosa Fili, ¡oh Fili!, a quien el hado
dotó de un ser tan raro y extremado,
que en risa el llanto, el mal en bien convierte.
Como amansa el rigor de la sentencia
si el condenado el rostro del rey mira,
y es ley que nunca tuerce su derecho,
así ante tu hermosísima presencia
la muerte huye, el daño se retira,
y deja en su lugar vida y provecho.
(De La Galatea, Libro II, Tyrsi.)
LXVI
¡Oh sombra oscura que continuo sigues
a mi confusa triste fantasía;
enfadosa tiniebla, siempre fría,
que a mi contento y a mi luz persigues!
¿Cuándo será que tu dolor mitigues,
monstruo cruel y rigurosa arpía?
¿Qué ganas en turbarme la alegría,
o que bien en quitármela consigues?
Mas si la condición de que te arreas
se extiende a pretender quitar la vida
al que te dio la tuya y te ha engendrado,
no me debe admirar que de mí seas
y de todo mi bien fiero homicida,
sino de verme vivo en tal estado.
(De La Galatea, Libro III, Orfenio.)
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- Mensaje n°605
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXVII
¡Rica y dichosa prenda, que adornaste
el precioso marfil, la nieve pura!
¡Prenda que de la muerte y sombra oscura
a nueva luz y vida me tornaste!
El claro cielo de tu bien trocaste
con el infierno de mi desventura,
porque viviese en dulce paz segura
la esperanza que en mí resucitaste.
Sabes cuánto me cuestas, dulce prenda.
El alma, y aún no quedo satisfecho
pues menor doy de aquello que recibo.
Mas porque el mundo tu valor entienda,
sé tú mi alma, enciérrate en mi pecho;
verán como por ti sin alma vivo.
(De La Galatea, Libro V, Lauso.)
LXVIII
Ligeras horas del ligero tiempo,
para mí perezosas y cansadas:
si no estáis en mi daño conjuradas,
parezcaos ya que es de acabarme tiempo.
Si ahora me acabáis, hareislo a tiempo
que están mis desventuras mal colmadas;
mirad que menguarán si sois pesadas,
que el mal se acaba si da tiempo al tiempo.
No os pido que vengáis dulces, sabrosas,
pues no hallaréis camino, senda o paso,
de reducirme al ser que ya he perdido.
¡Horas a cualquier otro venturosas!
¡Aquella dulce del mortal traspaso,
aquella de mi muerte sola os pido!
(De La Galatea, Libro V, Silerio.)
SONETOS
LXVII
¡Rica y dichosa prenda, que adornaste
el precioso marfil, la nieve pura!
¡Prenda que de la muerte y sombra oscura
a nueva luz y vida me tornaste!
El claro cielo de tu bien trocaste
con el infierno de mi desventura,
porque viviese en dulce paz segura
la esperanza que en mí resucitaste.
Sabes cuánto me cuestas, dulce prenda.
El alma, y aún no quedo satisfecho
pues menor doy de aquello que recibo.
Mas porque el mundo tu valor entienda,
sé tú mi alma, enciérrate en mi pecho;
verán como por ti sin alma vivo.
(De La Galatea, Libro V, Lauso.)
LXVIII
Ligeras horas del ligero tiempo,
para mí perezosas y cansadas:
si no estáis en mi daño conjuradas,
parezcaos ya que es de acabarme tiempo.
Si ahora me acabáis, hareislo a tiempo
que están mis desventuras mal colmadas;
mirad que menguarán si sois pesadas,
que el mal se acaba si da tiempo al tiempo.
No os pido que vengáis dulces, sabrosas,
pues no hallaréis camino, senda o paso,
de reducirme al ser que ya he perdido.
¡Horas a cualquier otro venturosas!
¡Aquella dulce del mortal traspaso,
aquella de mi muerte sola os pido!
(De La Galatea, Libro V, Silerio.)
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- Mensaje n°606
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXIX
Tan bien fundada tengo la esperanza,
que, aunque más sople riguroso viento,
no podrá desdecir de su cimiento:
tal fe, tal fuerza, tal valor alcanza.
Tan lejos voy de consentir mudanza
en mi firme amoroso pensamiento,
cuan cerca de acabar en mi tormento
antes la vida que la confianza.
Que si, al contraste del amor, vacila
el pecho enamorado, no merece
del mismo amor la dulce paz tranquila.
Por esto el mío, que su fe engrandece,
rabie Caribdis o amenace Cila,
al mar se arroja y al amor se ofrece.
(De La Galatea, Libro V, Timbrio.)
LXX
Gracias al cielo doy, pues he escapado
de los peligros de este mar incierto,
y al recogido favorable puerto,
tan sin saber por donde, he ya llegado.
Recójanse las velas del cuidado,
repárese el navío pobre abierto,
cumpla los votos quien con rostro muerto
hizo promesas en el mar airado.
Beso la tierra, reverencio al cielo,
mi suerte abrazo mejorada y buena,
llamo dichoso a mi fatal destino,
y a la nueva sin par blanda cadena,
con nuevo intento y amoroso celo,
el lastimado cuello alegre inclino.
(De La Galatea, Libro V, Silerio.)
SONETOS
LXIX
Tan bien fundada tengo la esperanza,
que, aunque más sople riguroso viento,
no podrá desdecir de su cimiento:
tal fe, tal fuerza, tal valor alcanza.
Tan lejos voy de consentir mudanza
en mi firme amoroso pensamiento,
cuan cerca de acabar en mi tormento
antes la vida que la confianza.
Que si, al contraste del amor, vacila
el pecho enamorado, no merece
del mismo amor la dulce paz tranquila.
Por esto el mío, que su fe engrandece,
rabie Caribdis o amenace Cila,
al mar se arroja y al amor se ofrece.
(De La Galatea, Libro V, Timbrio.)
LXX
Gracias al cielo doy, pues he escapado
de los peligros de este mar incierto,
y al recogido favorable puerto,
tan sin saber por donde, he ya llegado.
Recójanse las velas del cuidado,
repárese el navío pobre abierto,
cumpla los votos quien con rostro muerto
hizo promesas en el mar airado.
Beso la tierra, reverencio al cielo,
mi suerte abrazo mejorada y buena,
llamo dichoso a mi fatal destino,
y a la nueva sin par blanda cadena,
con nuevo intento y amoroso celo,
el lastimado cuello alegre inclino.
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- Mensaje n°607
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
¡Qué maravilla! ¡Cuántos tesoros descubiertos, y cuántos por descubrir!
Es todo un placer acompañar este lugar, y respecto a lo que dices:
Ello implica tenerla que copiar poco a poco. Espero que a los demás les parezca que mereció la pena..
Continuamos, pues, con los sonetos.
_________________
PASCUAL LOPEZ SANCHEZ
Se valora muchísimo, pero creo que nunca será suficiente. Es un inmenso trabajo, y tu dedicación inmnesa, así que darte las gracias es poco, querido Pascual.
Un beso, y seguimos por aquí.
Es todo un placer acompañar este lugar, y respecto a lo que dices:
Ello implica tenerla que copiar poco a poco. Espero que a los demás les parezca que mereció la pena..
Continuamos, pues, con los sonetos.
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PASCUAL LOPEZ SANCHEZ
Se valora muchísimo, pero creo que nunca será suficiente. Es un inmenso trabajo, y tu dedicación inmnesa, así que darte las gracias es poco, querido Pascual.
Un beso, y seguimos por aquí.
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se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
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- Mensaje n°608
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Y sigo con Fernando de Herrera.
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XXXV -
Cual rociada aurora en blanco velo
muestra la nueva luz al claro día,
cual sagrado lucero, del sol guía,
sus rayos abre y tiende al limpio cielo,
cual va Venus a honrar el fértil suelo
de Cipro, y va en hermosa compañía,
con ella Amor, las Gracias y Alegría,
que Céfiro las lleva en blando vuelo;
tal, o más pura, esclareciente y bella,
al día y cielo y suelo dando gloria,
saliste, aquistando mil despojos.
Tendió a aquel punto Amor su red y en ella
sus alas quemó, preso, y la victoria
entregó de mi alma a vuestros ojos.
- XXXVI -
Sol, que con alas de oro vas luciente,
y al Euro tu primer ardor colora,
mostrando al blanco cerco de la aurora
la fogosa corona y roja frente;
cuando el ondoso claustro de occidente
entrares, donde reina alegre Flora,
si la luz que esté ausente amante adora
vieres, lleva esta triste voz doliente:
«Después que vos dejé, mis bellos ojos,
y en puras perlas hebras enlazadas,
la noche oscureció al sereno día;
el bien me falta, y sobran los enojos,
y en horas de tristeza mal contadas
ningún lugar me queda de alegría».
XXXVII -
Tiempo fue de dolor el que yo tuve
sujeto a dura voluntad ajena;
tiempo fue en que perdí mi grande pena;
mas en perder más fiero mal sostuve.
Tiempo fue de mi afrenta aquel do estuve
atado y sin valor en la cadena;
tiempo fue en que cerré a la luz serena
los ojos, y en error perdido anduve.
Tiempo es ya que no duerman en su engaño
mis sentidos; ya es tiempo que deshaga
la razón mi porfía y devaneo;
que ya no es justo conocer el daño
y abrazar la ocasión aunque en la llaga
siempre abierta respire mi deseo.
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XXXV -
Cual rociada aurora en blanco velo
muestra la nueva luz al claro día,
cual sagrado lucero, del sol guía,
sus rayos abre y tiende al limpio cielo,
cual va Venus a honrar el fértil suelo
de Cipro, y va en hermosa compañía,
con ella Amor, las Gracias y Alegría,
que Céfiro las lleva en blando vuelo;
tal, o más pura, esclareciente y bella,
al día y cielo y suelo dando gloria,
saliste, aquistando mil despojos.
Tendió a aquel punto Amor su red y en ella
sus alas quemó, preso, y la victoria
entregó de mi alma a vuestros ojos.
- XXXVI -
Sol, que con alas de oro vas luciente,
y al Euro tu primer ardor colora,
mostrando al blanco cerco de la aurora
la fogosa corona y roja frente;
cuando el ondoso claustro de occidente
entrares, donde reina alegre Flora,
si la luz que esté ausente amante adora
vieres, lleva esta triste voz doliente:
«Después que vos dejé, mis bellos ojos,
y en puras perlas hebras enlazadas,
la noche oscureció al sereno día;
el bien me falta, y sobran los enojos,
y en horas de tristeza mal contadas
ningún lugar me queda de alegría».
XXXVII -
Tiempo fue de dolor el que yo tuve
sujeto a dura voluntad ajena;
tiempo fue en que perdí mi grande pena;
mas en perder más fiero mal sostuve.
Tiempo fue de mi afrenta aquel do estuve
atado y sin valor en la cadena;
tiempo fue en que cerré a la luz serena
los ojos, y en error perdido anduve.
Tiempo es ya que no duerman en su engaño
mis sentidos; ya es tiempo que deshaga
la razón mi porfía y devaneo;
que ya no es justo conocer el daño
y abrazar la ocasión aunque en la llaga
siempre abierta respire mi deseo.
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- Mensaje n°609
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
-
XXXVIII -
Ya que la grande fe del amor mío
y el eterno dolor de mi tormento
no pueden descubrir un sentimiento
liviano en vuestro ingrato pecho frío.
Mostrad con más desdén mayor desvío,
porque con el afán que triste siento,
o acabe en triste muerte el descontento,
o huya este confuso desvarío;
antes, pues más no sufre el mal presente,
volved, fiera enemiga de mi gloria;
la dulce libertad que yo tenía:
Porque de vos ya pierdo osadamente,
sin esperanza alguna, la memoria;
mas ¡ay cómo me engaña esta osadía!
XXXIX -
Bien puede el vano error y la porfía
de mi ardiente deseo desfrenado
llevarme en su furor arrebatado,
y oscurecerme el cielo en claro día;
que al fin la luz serena que me guía
la vista abre de nuevo a mi cuidado,
y de improviso error todo ocupado,
repugnó a la perdida suerte mía.
Respiro ya del importuno peso;
y aunque no arrojo el yugo sacudido,
no me oprime la fuerza del tormento.
Ni libre canto ya, ni lloro preso,
ni sano de mi llaga ni herido;
dudoso estó en confuso sentimiento.
XL -
Ya comienza a mudar su faz el cielo
sereno de mis días no turbados,
ya tornan a estrecharme mis cuidados,
a amor en fuego vuelve el tibio hielo.
Incauto en tantos daños alzo el vuelo
de atrevidos deseos no cansados,
que van en lo que sigue tan cebados,
que pierden al peligro ya el recelo.
Ufano intento, débil esperanza
y pocas fuerzas hacen que fallezca
en medio del camino la osadía.
Cuando trocare el caso esta mudanza,
será para que siempre en mal padezca
quien yerra y persevera en su porfía.
(libro segundo)
-
XXXVIII -
Ya que la grande fe del amor mío
y el eterno dolor de mi tormento
no pueden descubrir un sentimiento
liviano en vuestro ingrato pecho frío.
Mostrad con más desdén mayor desvío,
porque con el afán que triste siento,
o acabe en triste muerte el descontento,
o huya este confuso desvarío;
antes, pues más no sufre el mal presente,
volved, fiera enemiga de mi gloria;
la dulce libertad que yo tenía:
Porque de vos ya pierdo osadamente,
sin esperanza alguna, la memoria;
mas ¡ay cómo me engaña esta osadía!
XXXIX -
Bien puede el vano error y la porfía
de mi ardiente deseo desfrenado
llevarme en su furor arrebatado,
y oscurecerme el cielo en claro día;
que al fin la luz serena que me guía
la vista abre de nuevo a mi cuidado,
y de improviso error todo ocupado,
repugnó a la perdida suerte mía.
Respiro ya del importuno peso;
y aunque no arrojo el yugo sacudido,
no me oprime la fuerza del tormento.
Ni libre canto ya, ni lloro preso,
ni sano de mi llaga ni herido;
dudoso estó en confuso sentimiento.
XL -
Ya comienza a mudar su faz el cielo
sereno de mis días no turbados,
ya tornan a estrecharme mis cuidados,
a amor en fuego vuelve el tibio hielo.
Incauto en tantos daños alzo el vuelo
de atrevidos deseos no cansados,
que van en lo que sigue tan cebados,
que pierden al peligro ya el recelo.
Ufano intento, débil esperanza
y pocas fuerzas hacen que fallezca
en medio del camino la osadía.
Cuando trocare el caso esta mudanza,
será para que siempre en mal padezca
quien yerra y persevera en su porfía.
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- Mensaje n°610
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Me alegro que tu ordenador esté en condiciones y encontrarte nuevamente por aquí.
Sigamos.
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- Mensaje n°611
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXXI
Voy contra la opinión de aquel que jura
que jamás del amor llegó el contento
a do llega el rigor de su tormento,
por más que al bien ayude la ventura.
Yo sé que es bien, yo sé que es desventura,
y sé de sus efectos claro, y siento
que cuanto más destruye el pensamiento
el mal de amor, el bien más lo asegura.
No el verme en brazos de la amarga muerte,
por la mal referida triste nueva,
ni a los corsarios bárbaros rendida,
fue dura pena, fue dolor tan fuerte,
que ahora no conozco y haga prueba
que es más el gusto de mi alegre vida.
(De La Galatea, Libro V, Nisida.)
LXXII
Cual si estuviera en la arenosa Libia,
o en la apartada Citia, siempre helada,
tal vez del frío temor me vi asaltada,
y tal del fuego que jamás se entibia.
Mas la esperanza, que el dolor alivia,
en uno y otro extremo, disfrazada
tuvo la vida en su poder guardada,
cuando con fuerzas, cuando flaca y tibia.
Pasó la furia del invierno helado,
y, aunque el fuego de amor quedó en su punto,
llegó la deseada primavera,
donde, en un solo venturoso punto,
gozó del dulce fruto deseado,
con largas pruebas de una fe sincera.
(De La Galatea, Libro V, Blanca.)
SONETOS
LXXI
Voy contra la opinión de aquel que jura
que jamás del amor llegó el contento
a do llega el rigor de su tormento,
por más que al bien ayude la ventura.
Yo sé que es bien, yo sé que es desventura,
y sé de sus efectos claro, y siento
que cuanto más destruye el pensamiento
el mal de amor, el bien más lo asegura.
No el verme en brazos de la amarga muerte,
por la mal referida triste nueva,
ni a los corsarios bárbaros rendida,
fue dura pena, fue dolor tan fuerte,
que ahora no conozco y haga prueba
que es más el gusto de mi alegre vida.
(De La Galatea, Libro V, Nisida.)
LXXII
Cual si estuviera en la arenosa Libia,
o en la apartada Citia, siempre helada,
tal vez del frío temor me vi asaltada,
y tal del fuego que jamás se entibia.
Mas la esperanza, que el dolor alivia,
en uno y otro extremo, disfrazada
tuvo la vida en su poder guardada,
cuando con fuerzas, cuando flaca y tibia.
Pasó la furia del invierno helado,
y, aunque el fuego de amor quedó en su punto,
llegó la deseada primavera,
donde, en un solo venturoso punto,
gozó del dulce fruto deseado,
con largas pruebas de una fe sincera.
(De La Galatea, Libro V, Blanca.)
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- Mensaje n°612
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXXIII
Por ásperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasía,
siempre en cerrada noche oscura y fría
las fuerzas de la vida consumiendo.
Y aunque morir me veo, no pretendo
salir un paso de la estrecha vía;
que en fe de la alta fe sin igual mía,
mayores miedos contrastar entiendo.
Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella
quien promete buen fin a mi viaje,
por más que el medio se me muestre incierto,
por más que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo más me ultraje.
(De La Galatea, Libro V, Erastro)
LXXIV
Si el áspero furor del mar airado
por largo tiempo en su furor durase,
mal se podría hallar quien entregase
su flaca nave al piélago alterado.
No permanece siempre en un estado
el bien y el mal, que el uno y el otro vase;
porque si huyese el bien, y el mal quedase,
ya sería el mundo a confusión tornado.
La noche al día, y el calor al frío,
la flor al fruto van en seguimiento,
formado de contrarios igual tela.
La sujeción se cambia en señorío,
en placer el pesar, la gloria en viento,
«che per tal variar natura è bella».
(De La Galatea, Libro V, Damon)
LXXV
Tanto cuanto el amor convida y llama
al alma con sus gustos de apariencia,
tanto más huye su mortal dolencia
quien sabe el nombre que le da la fama.
Y el pecho opuesto a su amorosa llama,
armado de una honesta resistencia,
poco puede empecerle su inclemencia,
poco su fuego y su rigor le inflama.
Segura está, quien nunca fue querida
ni supo querer bien, de aquella lengua
que en su deshonra se adelgaza y lima;
mas si el querer y el no querer da mengua,
¿en qué ejercicios pasará la vida
la que más que al vivir la honra estima?
(De La Galatea, Libro VI, Galatea.)
SONETOS
LXXIII
Por ásperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasía,
siempre en cerrada noche oscura y fría
las fuerzas de la vida consumiendo.
Y aunque morir me veo, no pretendo
salir un paso de la estrecha vía;
que en fe de la alta fe sin igual mía,
mayores miedos contrastar entiendo.
Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella
quien promete buen fin a mi viaje,
por más que el medio se me muestre incierto,
por más que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo más me ultraje.
(De La Galatea, Libro V, Erastro)
LXXIV
Si el áspero furor del mar airado
por largo tiempo en su furor durase,
mal se podría hallar quien entregase
su flaca nave al piélago alterado.
No permanece siempre en un estado
el bien y el mal, que el uno y el otro vase;
porque si huyese el bien, y el mal quedase,
ya sería el mundo a confusión tornado.
La noche al día, y el calor al frío,
la flor al fruto van en seguimiento,
formado de contrarios igual tela.
La sujeción se cambia en señorío,
en placer el pesar, la gloria en viento,
«che per tal variar natura è bella».
(De La Galatea, Libro V, Damon)
LXXV
Tanto cuanto el amor convida y llama
al alma con sus gustos de apariencia,
tanto más huye su mortal dolencia
quien sabe el nombre que le da la fama.
Y el pecho opuesto a su amorosa llama,
armado de una honesta resistencia,
poco puede empecerle su inclemencia,
poco su fuego y su rigor le inflama.
Segura está, quien nunca fue querida
ni supo querer bien, de aquella lengua
que en su deshonra se adelgaza y lima;
mas si el querer y el no querer da mengua,
¿en qué ejercicios pasará la vida
la que más que al vivir la honra estima?
(De La Galatea, Libro VI, Galatea.)
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- Mensaje n°613
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS
LXXVI
Bien puse yo valor a la defensa
del duro encuentro y amoroso asalto;
bien levanté mi presunción en alto
contra el rigor de la notaria ofensa.
Mas fue tan reforzada y tan intensa
la batería, y mi poder tan falto,
que, sin coger amor de sobresalto,
me dio a entender su potestad inmensa.
Valor, honestidad, recogimiento,
recato, ocupación, esquivo pecho,
amor con poco premio se conquista.
Así que, para huir el vencimiento,
consejos jamás fueron de provecho:
de esta verdad testigo soy de vista.
(De La Galatea, Libro VI, Nisida.)
SONETOS
LXXVI
Bien puse yo valor a la defensa
del duro encuentro y amoroso asalto;
bien levanté mi presunción en alto
contra el rigor de la notaria ofensa.
Mas fue tan reforzada y tan intensa
la batería, y mi poder tan falto,
que, sin coger amor de sobresalto,
me dio a entender su potestad inmensa.
Valor, honestidad, recogimiento,
recato, ocupación, esquivo pecho,
amor con poco premio se conquista.
Así que, para huir el vencimiento,
consejos jamás fueron de provecho:
de esta verdad testigo soy de vista.
(De La Galatea, Libro VI, Nisida.)
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- Mensaje n°614
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
LXXVII
¿Quién dejará del verde prado umbroso
las frescas hierbas y las frescas fuentes,
la suelta liebre o jabalí cerdoso?
¿Quién de seguir con pasos diligentes?
¿Quién, con el son, amigo y sonoroso,
no detendrá las aves inocentes?
¿Quién, en las horas de la siesta ardientes,
no buscará en las selvas el reposo,
por seguir los incendios, los temores,
los celos, iras, rabias, muertes, penas
del falso amor, que tanto aflige al mundo?
Del campo son y han sido mis amores;
rosas son y jazmines mis cadenas;
libre nací, y en libertad me fundo.
(De La Galatea, Libro VI, Gelasia.)
LXXVIII
Si de este herviente mar y golfo insano,
donde tanto amenaza la tormenta,
libro la vida de tan dura afrenta
y toco el suelo venturoso y sano,
al aire alzadas una y otra mano,
con alma y voluntad contenta,
haré que amor conozca, el cielo sienta
que el bien les agradezco soberano.
Llamaré venturosos mis suspiros,
mis lágrimas tendré por agradables,
por refrigerio el fuego en que me quemo.
Diré que son de amor, los recios tiros
dulces al alma, al cuerpo saludables,
y que en su bien no hay medio, sino extremo.
(De La Galatea, Libro VI, Elicio.)
LXXVII
¿Quién dejará del verde prado umbroso
las frescas hierbas y las frescas fuentes,
la suelta liebre o jabalí cerdoso?
¿Quién de seguir con pasos diligentes?
¿Quién, con el son, amigo y sonoroso,
no detendrá las aves inocentes?
¿Quién, en las horas de la siesta ardientes,
no buscará en las selvas el reposo,
por seguir los incendios, los temores,
los celos, iras, rabias, muertes, penas
del falso amor, que tanto aflige al mundo?
Del campo son y han sido mis amores;
rosas son y jazmines mis cadenas;
libre nací, y en libertad me fundo.
(De La Galatea, Libro VI, Gelasia.)
LXXVIII
Si de este herviente mar y golfo insano,
donde tanto amenaza la tormenta,
libro la vida de tan dura afrenta
y toco el suelo venturoso y sano,
al aire alzadas una y otra mano,
con alma y voluntad contenta,
haré que amor conozca, el cielo sienta
que el bien les agradezco soberano.
Llamaré venturosos mis suspiros,
mis lágrimas tendré por agradables,
por refrigerio el fuego en que me quemo.
Diré que son de amor, los recios tiros
dulces al alma, al cuerpo saludables,
y que en su bien no hay medio, sino extremo.
(De La Galatea, Libro VI, Elicio.)
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- Mensaje n°615
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Aquí están los LXXVIII sonetos de Don Miguel de Cervantes tal como quedan recogidos por ese trabajador incansable que es Ramón García González.
Creo, sin embargo, que he visto y leido en EL QUIJOTE algún SONETILLO. Debo buscarlos. Tarea que emprendo ya mismo.
Una vez termine con Don Miguel comenzaré con Luís de Góngora. Y LLuvia, creo que, cuando concluya con FERNANDO DE HERRERA, dará comienzo a los Hermanos Argensola.
Bien. Tenemos sonetos para rato. ( Recuerdo, además, que me comprometí a terminar con William Shakespeare, al acabar con Don Luís de Góngora. Así será pues,)
Nuestra gratitud a los que hacéis seguimiento de nuestro trabajo.
Creo, sin embargo, que he visto y leido en EL QUIJOTE algún SONETILLO. Debo buscarlos. Tarea que emprendo ya mismo.
Una vez termine con Don Miguel comenzaré con Luís de Góngora. Y LLuvia, creo que, cuando concluya con FERNANDO DE HERRERA, dará comienzo a los Hermanos Argensola.
Bien. Tenemos sonetos para rato. ( Recuerdo, además, que me comprometí a terminar con William Shakespeare, al acabar con Don Luís de Góngora. Así será pues,)
Nuestra gratitud a los que hacéis seguimiento de nuestro trabajo.
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- Mensaje n°616
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Y yo me alegro de estar aquí de nuevo, además creí que me quedaba menos de Fernando de Herrera, y veo, compruebo, que tengo que ponerme las pilas, así que intentaré hacerlo.
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XLI -
En la oscura tiniebla del olvido
y fría sombra, do tu luz no alcanza,
Amor me tiene puesto sin mudanza
este fiero desdén aborrecido,
porque de su crudeza perseguido,
hecho mísero ejemplo de venganza,
del todo desampare la esperanza
de volver al favor y al bien perdido.
Tú que sabes mi fe y oyes mi llanto,
rompe las nieblas con tu ardiente fuego
y tórname a la dulce suerte mía.
Mas ¡oh! ¡Si oyese yo tal vez el canto
de mi enemiga, que saldría luego
a la pura región de la alegría!
- XLII -
Ya siento el dulce espíritu de la aura,
que mansamente murmurando aspira;
ya veo el puesto a donde amor me tira,
y a do su muerta llama el fuego instaura.
¿Cuál amador de Cintia, o Delia, o Laura
temió más el desdén, la ardiente ira,
que yo la Luz que tiernamente mira
mi mal, y de la pena me restaura?
Como al que espantó el rayo con el trueno
y lumbre, que aun le queda a la memoria
el alto estruendo del terror pasado;
tal yo, que estuve triste y siempre lleno
de males, huyo en muestras de mi gloria,
temiendo el bien que no esperé, engañado.
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XLI -
En la oscura tiniebla del olvido
y fría sombra, do tu luz no alcanza,
Amor me tiene puesto sin mudanza
este fiero desdén aborrecido,
porque de su crudeza perseguido,
hecho mísero ejemplo de venganza,
del todo desampare la esperanza
de volver al favor y al bien perdido.
Tú que sabes mi fe y oyes mi llanto,
rompe las nieblas con tu ardiente fuego
y tórname a la dulce suerte mía.
Mas ¡oh! ¡Si oyese yo tal vez el canto
de mi enemiga, que saldría luego
a la pura región de la alegría!
- XLII -
Ya siento el dulce espíritu de la aura,
que mansamente murmurando aspira;
ya veo el puesto a donde amor me tira,
y a do su muerta llama el fuego instaura.
¿Cuál amador de Cintia, o Delia, o Laura
temió más el desdén, la ardiente ira,
que yo la Luz que tiernamente mira
mi mal, y de la pena me restaura?
Como al que espantó el rayo con el trueno
y lumbre, que aun le queda a la memoria
el alto estruendo del terror pasado;
tal yo, que estuve triste y siempre lleno
de males, huyo en muestras de mi gloria,
temiendo el bien que no esperé, engañado.
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- Mensaje n°617
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES
SONETOS...
En este caso dejamos la numeración en tanto que no se trata de un Soneto sino de un SONETILLO(*) : es decir un Soneto con versos de arte menor, generalmente octosílabos.
En este caso es archiconocido. Se encuentra en el capítulo X del primer libro, mientras Don Quijote anda explicando a su escudero las reglas de la caballería:
"JURO
De nunca peinar mis canas
Ni las mis barbas tocare,
De no vestir otras ropas,
Ni renovar mi calzare,
De no entrar en poblado,
Ni las armas me quitare,
si no fuere por una hora,
Para mi cuerpo alimpiare,
De no comer en manteles
Ni á mesa me asentare
Hasta matar a Carloto.
Por justicia, ó peleare;
O morir en la demanda,
Manteniendo la verdade."
(*) Atención: No es este el poema que andaba buscando. De ahí mi confusión ya que un SONETILLO presenta la misma estructura rítmica que un soneto; cambiando sólo la métrica. En este caso hay hay una rima asonante en los versos pares, quedando suelto los impares. Aunque yo lo deje tal como lo he estructurado está claro que es un romance.
Disculpas... Pero creo que ha merecido la pena.
Sigo buscando.
SONETOS...
En este caso dejamos la numeración en tanto que no se trata de un Soneto sino de un SONETILLO(*) : es decir un Soneto con versos de arte menor, generalmente octosílabos.
En este caso es archiconocido. Se encuentra en el capítulo X del primer libro, mientras Don Quijote anda explicando a su escudero las reglas de la caballería:
"JURO
De nunca peinar mis canas
Ni las mis barbas tocare,
De no vestir otras ropas,
Ni renovar mi calzare,
De no entrar en poblado,
Ni las armas me quitare,
si no fuere por una hora,
Para mi cuerpo alimpiare,
De no comer en manteles
Ni á mesa me asentare
Hasta matar a Carloto.
Por justicia, ó peleare;
O morir en la demanda,
Manteniendo la verdade."
(*) Atención: No es este el poema que andaba buscando. De ahí mi confusión ya que un SONETILLO presenta la misma estructura rítmica que un soneto; cambiando sólo la métrica. En este caso hay hay una rima asonante en los versos pares, quedando suelto los impares. Aunque yo lo deje tal como lo he estructurado está claro que es un romance.
Disculpas... Pero creo que ha merecido la pena.
Sigo buscando.
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- Mensaje n°618
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Gracias por las anotaciones, y, sea soneto o sonetillo...merece la pena pararse y disfrutar de las lecturas.
Gracias, mi querido Pascual.
Gracias, mi querido Pascual.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
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- Mensaje n°619
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XLIII -
Tú, que con la robusta y ancha frente
y grandes hombros sustentaste, alzado,
rey africano, todo el consagrado
cerco de las estrellas reluciente;
y tú, que cuando Atlante temblar siente
la inmensa carga, sin doblar cansado
el vigor de tu cuello, levantado,
sufriste tanto peso osadamente,
yo no os envidio, aunque en la grandeza
y en valor desigual, porque el sereno
cielo y estrellas, do el Amor se cría
y donde reina eterna la belleza,
sostuve glorioso y de bien lleno
cuanto sufrió la corta suerte mía.
- XLIV -
Amor en mí se muestra todo fuego,
y en las entrañas de mi Luz es nieve,
fuego no hay que ella no torne en nieve,
ni nieve que no mude yo en mi fuego.
La fría zona abraso con mi fuego,
la ardiente mi Luz vuelve helada nieve,
pero no puedo yo encender su nieve
ni ella entibiar la fuerza de mi fuego.
Contrastan igualmente hielo y llama,
que de otra suerte fuera el mundo hielo
o su máquina toda viva llama.
Mas fuera, porque ya resuelto en hielo
o el corazón desvanecido en llama,
ni temiera su llama ni su hielo.
(libro segundo)
- XLIII -
Tú, que con la robusta y ancha frente
y grandes hombros sustentaste, alzado,
rey africano, todo el consagrado
cerco de las estrellas reluciente;
y tú, que cuando Atlante temblar siente
la inmensa carga, sin doblar cansado
el vigor de tu cuello, levantado,
sufriste tanto peso osadamente,
yo no os envidio, aunque en la grandeza
y en valor desigual, porque el sereno
cielo y estrellas, do el Amor se cría
y donde reina eterna la belleza,
sostuve glorioso y de bien lleno
cuanto sufrió la corta suerte mía.
- XLIV -
Amor en mí se muestra todo fuego,
y en las entrañas de mi Luz es nieve,
fuego no hay que ella no torne en nieve,
ni nieve que no mude yo en mi fuego.
La fría zona abraso con mi fuego,
la ardiente mi Luz vuelve helada nieve,
pero no puedo yo encender su nieve
ni ella entibiar la fuerza de mi fuego.
Contrastan igualmente hielo y llama,
que de otra suerte fuera el mundo hielo
o su máquina toda viva llama.
Mas fuera, porque ya resuelto en hielo
o el corazón desvanecido en llama,
ni temiera su llama ni su hielo.
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- Mensaje n°620
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- XLV -
Hurtadas glorias de esperanza incierta,
vanos efectos, días mal gastados
dieron triste principio a mis cuidados
y ocasión a mis lástimas abierta.
De mi favor y mi alegría cierta
los pasos fueron súbito cortados,
y fueron mis dolores renovados
con la memoria de mi gloria muerta.
Ahora queda inútil esperanza,
frío, calor, temor, suspiro y llanto,
y sólo amor en mi engañada suerte.
No deseo tornar en confianza;
que no hay corazón que sufra tanto,
ni aun bien que me defienda de la muerte.
- XLVI -
Sólo de unos honestos dulces ojos
tengo lleno mi alto pensamiento;
sólo de una belleza cuido y siento,
que da justa ocasión a mis enojos;
sólo me prende un lazo, que en manojos
de oro esparce el amor al manso viento;
sólo de una grandeza mi tormento
procede, que enriquece mis despojos.
No escucho otra voz ni amo, y no me acuerdo
de otra gracia jamás, ni espero y veo
otro valor igual en mortal velo;
si no fuese saber que ausente pierdo
la gloria que se debe a mi deseo,
nunca más bien de amor me diese el cielo.
(libro segundo)
- XLV -
Hurtadas glorias de esperanza incierta,
vanos efectos, días mal gastados
dieron triste principio a mis cuidados
y ocasión a mis lástimas abierta.
De mi favor y mi alegría cierta
los pasos fueron súbito cortados,
y fueron mis dolores renovados
con la memoria de mi gloria muerta.
Ahora queda inútil esperanza,
frío, calor, temor, suspiro y llanto,
y sólo amor en mi engañada suerte.
No deseo tornar en confianza;
que no hay corazón que sufra tanto,
ni aun bien que me defienda de la muerte.
- XLVI -
Sólo de unos honestos dulces ojos
tengo lleno mi alto pensamiento;
sólo de una belleza cuido y siento,
que da justa ocasión a mis enojos;
sólo me prende un lazo, que en manojos
de oro esparce el amor al manso viento;
sólo de una grandeza mi tormento
procede, que enriquece mis despojos.
No escucho otra voz ni amo, y no me acuerdo
de otra gracia jamás, ni espero y veo
otro valor igual en mortal velo;
si no fuese saber que ausente pierdo
la gloria que se debe a mi deseo,
nunca más bien de amor me diese el cielo.
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- Mensaje n°621
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
Terminé, definitivamente, con los sonetos de MIGUEL DE CERVANTES. Su biografía la dejé por mis problemas con la vista. Pero no sé cuando podré ir a recoger el cristal de la lente a Cieza. Y no quiero empezar con Don Luís de Góngora hasta concluir esta Biografía. Asó que cpntinuaré con ella poco a poco. Espero vuestras disculpas.
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Localización : Murcia / Muchas veces en Mazarrón/ Algunas en Cieza ( amo la ciudad donde nací; amo su río - Río Segura_ y amo sus montes secos llenos de espartizales)
- Mensaje n°622
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES.
BIOGRAFÍA.
Tal cual compañía, como el alférez Gabriel de Castañeda, logró su rescate a mediados del año de 1576, y se encargó aquel de llevar a los parientes de Cervantes las cartas en que ambos hermanos retrataban al vivo su situación deplorable. Rodrigo de Cervantes, su padre, vendió desde luego ú empeñó el escaso patrimonio de sus hijos, y aun su propia reserva, tambien de ínfima monta, y hasta la dote de sus dos hermanas solteras, reduciéndose así la familia entera al desamparo. ¡Conatos, ¡ay Dios! malogrados! A la llegada de aquel importe de ventas y empréstitos, entabló Cervantes un convenio con su dueño Dali-Mamí; pero este conceptuaba muy alto á su cautivo àra desprenderse baratamente de su persona, y fueron de tal exorbitancia sus demandas, que Cervantes quedó desahuciado de alcanzar su libertad, y así traspasó su cuota al hermano, quien a precio inferior fué rescatado por el mes de agosto de 1577. Á su propartida se comprometió á habilitar en Valencia, ó en las islas Baleares, una fragata armada, que, tocando en el sitio convenido de la costa de Africa, libertase á su hermano y á otros cautivos, quienes le encargaron al intento cartas urgentísimas para los vireyes y otros sugetos de suposiciónen las costas marítimas.
Se hermanaba este intento con el plan ya formado muy de antemano por Cervantes. Caía, á una legua á levante de Argel, la quinta dondeveraneaba el Kaid-Hasan, renegado griego. Uno de sus esclavos, llamado Juan, natural de Navarra, habia ido escavando, en la huerta que cultivaba, un sótano o subterráneo reservado, en donde , según la disposición de Cervantes, se guarecian varios cautivos cristianos que habian logrado retraerse , ascendiendo, al partir Rodrigo para España, hasta catorce o quince. Cervantes, sin desamparar la casa de su amo, era el caudillo y proveedor de la pequeña república subterránea. Se dudaria de aquel hecho, que comprueba los arbitrios de su inventiva, si nos constase por un sinnúmero de testimonios y documentos.. Sus principales auciliares eran ante todo el hortelano Juan, que atalayaba á toda hora para que nadie se acercase, luego otro esclavo llamado el dorador, renegado de muchacho, y luego arrepentido. Éste era el abastecedor de la cueva, de la cual no salian sino de noche. Computando Cervantes ya cercana la fragata encargada a su hermano, huyó del baño de Dali-Mami, y el 20 de septiembre, despidiéndose de su amigo el doctor Antonio de Sosa, sobrado achacoso para poderle seguir, acudió á empozarse también allá en el subterráneo.
BIOGRAFÍA.
Tal cual compañía, como el alférez Gabriel de Castañeda, logró su rescate a mediados del año de 1576, y se encargó aquel de llevar a los parientes de Cervantes las cartas en que ambos hermanos retrataban al vivo su situación deplorable. Rodrigo de Cervantes, su padre, vendió desde luego ú empeñó el escaso patrimonio de sus hijos, y aun su propia reserva, tambien de ínfima monta, y hasta la dote de sus dos hermanas solteras, reduciéndose así la familia entera al desamparo. ¡Conatos, ¡ay Dios! malogrados! A la llegada de aquel importe de ventas y empréstitos, entabló Cervantes un convenio con su dueño Dali-Mamí; pero este conceptuaba muy alto á su cautivo àra desprenderse baratamente de su persona, y fueron de tal exorbitancia sus demandas, que Cervantes quedó desahuciado de alcanzar su libertad, y así traspasó su cuota al hermano, quien a precio inferior fué rescatado por el mes de agosto de 1577. Á su propartida se comprometió á habilitar en Valencia, ó en las islas Baleares, una fragata armada, que, tocando en el sitio convenido de la costa de Africa, libertase á su hermano y á otros cautivos, quienes le encargaron al intento cartas urgentísimas para los vireyes y otros sugetos de suposiciónen las costas marítimas.
Se hermanaba este intento con el plan ya formado muy de antemano por Cervantes. Caía, á una legua á levante de Argel, la quinta dondeveraneaba el Kaid-Hasan, renegado griego. Uno de sus esclavos, llamado Juan, natural de Navarra, habia ido escavando, en la huerta que cultivaba, un sótano o subterráneo reservado, en donde , según la disposición de Cervantes, se guarecian varios cautivos cristianos que habian logrado retraerse , ascendiendo, al partir Rodrigo para España, hasta catorce o quince. Cervantes, sin desamparar la casa de su amo, era el caudillo y proveedor de la pequeña república subterránea. Se dudaria de aquel hecho, que comprueba los arbitrios de su inventiva, si nos constase por un sinnúmero de testimonios y documentos.. Sus principales auciliares eran ante todo el hortelano Juan, que atalayaba á toda hora para que nadie se acercase, luego otro esclavo llamado el dorador, renegado de muchacho, y luego arrepentido. Éste era el abastecedor de la cueva, de la cual no salian sino de noche. Computando Cervantes ya cercana la fragata encargada a su hermano, huyó del baño de Dali-Mami, y el 20 de septiembre, despidiéndose de su amigo el doctor Antonio de Sosa, sobrado achacoso para poderle seguir, acudió á empozarse también allá en el subterráneo.
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ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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- Mensaje n°623
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
XLVII -
Llevarme puede bien la suerte mía
al destemplado cerco y fuego ardiente
de la abrasada Libia, o do se siente
casi perpetua sombra y noche fría,
que en la niebla tendré lumbre del día,
templanza en el calor, aunque esté ausente
de vos, mi bien, y Amor, siempre inclemente,
me niegue la esperanza de alegría.
Y no podrá mi áspero tormento,
y el inmenso dolor, que temo tanto,
turbarme un solo punto de mi gloria;
que en medio de mi grave sentimiento,
de mi hielo y mi llama, alegre, canto
de mi dichoso mal la rica historia.
- XLVIII -
Aquí yo vi el luciente y puro velo
por los hermosos hombros esparcido,
que se puso en mi cuello, y sacudido
a la aura, el oro retocó en su vuelo.
Cual baja el bello Amor del alto cielo 5
con crispante esplendor esclarecido,
tal mi Luz pareció con encendido
vigor, que hace ilustre y rico el suelo.
Mis ojos, que gozaron esta gloria,
son dichosos, y guardan la alegría 10
para el dolor que el alma presa siente.
¡Oh qué dulce holganza a la memoria,
dulce bien y regalo de aquel día,
que siempre alabo en soledad ausente!
- XLIX -
A don Pedro Tello
En tanto que en el fiero hórrido seno
de la antigua Cartago el estandarte
de España honráis, y al sarraceno Marte
el pecho de temor mostráis ajeno,
yo aquí, do el rico Betis, de honor lleno,
el fértil curso ufano en vueltas parte,
dando de mí al amor la mejor parte,
de mi incierta esperanza me enajeno.
Mi Luz bella y sus lazos y oro canto,
y aunque el valor insigne vuestro admiro,
de lauro a vos no envidio la corona;
que a mayor premio el ánimo levanto
si mi divina Luz, por quien suspiro,
de sus hermosas hebras me corona.
- L -
Pensoso vuelvo a la alma del pasado
tiempo el dolor que tuve, y el presente,
ya que razón alguna no consiente
que en dulce error padezca enajenado.
El cuello ya levanto deslazado,
que la señal del yugo impresa siente;
¿cuál tuyo, oh impío Amor, grave accidente,
digo, podrá mudar mi ufano estado?
Yo sé bien cuánto duele una esperanza
que huye y un temor que crece en pena,
y cuán vano el es el fin de mi deseo;
mas deshaces, cruel, mi confianza
simple, que a tus engaños me condena,
y voy alegre al mal que temo y veo.
(libro segundo)
XLVII -
Llevarme puede bien la suerte mía
al destemplado cerco y fuego ardiente
de la abrasada Libia, o do se siente
casi perpetua sombra y noche fría,
que en la niebla tendré lumbre del día,
templanza en el calor, aunque esté ausente
de vos, mi bien, y Amor, siempre inclemente,
me niegue la esperanza de alegría.
Y no podrá mi áspero tormento,
y el inmenso dolor, que temo tanto,
turbarme un solo punto de mi gloria;
que en medio de mi grave sentimiento,
de mi hielo y mi llama, alegre, canto
de mi dichoso mal la rica historia.
- XLVIII -
Aquí yo vi el luciente y puro velo
por los hermosos hombros esparcido,
que se puso en mi cuello, y sacudido
a la aura, el oro retocó en su vuelo.
Cual baja el bello Amor del alto cielo 5
con crispante esplendor esclarecido,
tal mi Luz pareció con encendido
vigor, que hace ilustre y rico el suelo.
Mis ojos, que gozaron esta gloria,
son dichosos, y guardan la alegría 10
para el dolor que el alma presa siente.
¡Oh qué dulce holganza a la memoria,
dulce bien y regalo de aquel día,
que siempre alabo en soledad ausente!
- XLIX -
A don Pedro Tello
En tanto que en el fiero hórrido seno
de la antigua Cartago el estandarte
de España honráis, y al sarraceno Marte
el pecho de temor mostráis ajeno,
yo aquí, do el rico Betis, de honor lleno,
el fértil curso ufano en vueltas parte,
dando de mí al amor la mejor parte,
de mi incierta esperanza me enajeno.
Mi Luz bella y sus lazos y oro canto,
y aunque el valor insigne vuestro admiro,
de lauro a vos no envidio la corona;
que a mayor premio el ánimo levanto
si mi divina Luz, por quien suspiro,
de sus hermosas hebras me corona.
- L -
Pensoso vuelvo a la alma del pasado
tiempo el dolor que tuve, y el presente,
ya que razón alguna no consiente
que en dulce error padezca enajenado.
El cuello ya levanto deslazado,
que la señal del yugo impresa siente;
¿cuál tuyo, oh impío Amor, grave accidente,
digo, podrá mudar mi ufano estado?
Yo sé bien cuánto duele una esperanza
que huye y un temor que crece en pena,
y cuán vano el es el fin de mi deseo;
mas deshaces, cruel, mi confianza
simple, que a tus engaños me condena,
y voy alegre al mal que temo y veo.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
"Mafalda"
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- Mensaje n°624
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LI -
Las armas fieras cante el triste hado
del soberbio Ilión, ceniza hecho
el impío orgullo, el temerario pecho
con saeta celeste atravesado;
el mar nunca primero navegado,
y duras peñas del concurso estrecho,
de centauros el ímpetu deshecho,
o Egeón con cien brazos indignado;
quien en la Aonia selva ornó su frente,
habitador de la Cirrea cumbre,
para vencer la muerte con memoria;
que yo sólo, si Amor tal bien consiente,
mi pura Estrella, canto vuestra lumbre,
que me afina en las llamas de su gloria.
- LII -
¿Por qué renuevas este encendimiento,
tirano Amor, en mi herido pecho,
que ya casi olvidado del mal hecho
vivía en soledad de mi tormento?
Cuando más descuidado y más contento
revuelves a meterme en tanto estrecho,
oblígasme, cruel, que a mi despecho
procure contrastar tu fiero intento.
Las armas, en el templo ya colgadas,
visto y el acerado escudo embrazo
y en mi venganza salgo a la batalla.
Mas ¡ay! que a las saetas, que templadas
en la luz de mi Estrella están, y al brazo
tuyo no pude resistir la malla.
LIII -
¿Quién rompe mi reposo? ¿Quién desata
el dulce sueño al corazón cansado?
¿Quién despierta el temor de mi cuidado?
¿Quién mi sosiego amado desbarata?
La fuerza de mi afán, que me maltrata
turbando mi descanso, y tan pagado
estoy del mal, que en él, enajenado
de lo más, el sentido se recata.
Fuera yo a mi pasión no agradecido
si no buscara extremos en la pena,
como en la presunción de mi osadía.
El bien de mi dolor tan bien sufrido
es pensar que cuan fiero me condena
tanto es mayor con él la gloria mía.
(libro segundo)
- LI -
Las armas fieras cante el triste hado
del soberbio Ilión, ceniza hecho
el impío orgullo, el temerario pecho
con saeta celeste atravesado;
el mar nunca primero navegado,
y duras peñas del concurso estrecho,
de centauros el ímpetu deshecho,
o Egeón con cien brazos indignado;
quien en la Aonia selva ornó su frente,
habitador de la Cirrea cumbre,
para vencer la muerte con memoria;
que yo sólo, si Amor tal bien consiente,
mi pura Estrella, canto vuestra lumbre,
que me afina en las llamas de su gloria.
- LII -
¿Por qué renuevas este encendimiento,
tirano Amor, en mi herido pecho,
que ya casi olvidado del mal hecho
vivía en soledad de mi tormento?
Cuando más descuidado y más contento
revuelves a meterme en tanto estrecho,
oblígasme, cruel, que a mi despecho
procure contrastar tu fiero intento.
Las armas, en el templo ya colgadas,
visto y el acerado escudo embrazo
y en mi venganza salgo a la batalla.
Mas ¡ay! que a las saetas, que templadas
en la luz de mi Estrella están, y al brazo
tuyo no pude resistir la malla.
LIII -
¿Quién rompe mi reposo? ¿Quién desata
el dulce sueño al corazón cansado?
¿Quién despierta el temor de mi cuidado?
¿Quién mi sosiego amado desbarata?
La fuerza de mi afán, que me maltrata
turbando mi descanso, y tan pagado
estoy del mal, que en él, enajenado
de lo más, el sentido se recata.
Fuera yo a mi pasión no agradecido
si no buscara extremos en la pena,
como en la presunción de mi osadía.
El bien de mi dolor tan bien sufrido
es pensar que cuan fiero me condena
tanto es mayor con él la gloria mía.
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"Mafalda"
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Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LIV -
Ojos en quien me espíritu respira
tal vez, ardiendo en lúcidas centellas;
ojos no, mas purísimas estrellas,
rayos que el sol menor celoso mira;
rico puesto, a do sólo amor espira,
dichoso en las eternas luces bellas,
y sus llamas afina, y templa en ellas,
siempre fiero y cruel, la aguda vira;
no alcanza nombre alguno a la belleza
vuestra; y así, no digo cuánto siento,
que tanto bien no acabe en voz humana.
Baste que para osar a vuestra alteza
vos llame ¡oh dulce causa a mi tormento!
ojos de mi sirena soberana.
- LV -
Céfiro renovó en mi tierno pecho
floridas ramas de esperanza cierta,
a mansa pluvia, a sol temprano abierta,
y todo se mostraba en mi provecho.
Cuando de hielo un crudo soplo hecho
de aquella parte de calor desierta,
abate en tierra mi esperanza muerta,
y el trabajo en un punto, fue deshecho.
Quedó en el mismo puesto el hielo frío,
que con el fuego en mi dolor contiende,
y vence alguna vez, otra es vencido.
De allí siempre temí en el pecho mío
la nieve, que aunque el fuego me defiende,
medroso estoy del daño recibido.
- LVI -
Salen mil pensamientos al encuentro
cuando estoy más ajeno, y pueden tanto
que a pena de mis males me levanto
y ya me hallo en el peligro dentro.
Sin recelo mi afrenta sigo y entro
osando, o ciego error, para más llanto,
y aunque me esfuerzo, al fin no puedo cuanto
debo en tantas mudanzas con que encuentro.
No es la tristeza ni el dolor quien hace
la guerra que padezco de mi daño,
que el mal no espanta a quien lo tiene en uso.
El bien que temo y dudo me deshace,
que yo sé bien por el ausente engaño
juzgar de este presente el fin confuso.
(libro segundo)
- LIV -
Ojos en quien me espíritu respira
tal vez, ardiendo en lúcidas centellas;
ojos no, mas purísimas estrellas,
rayos que el sol menor celoso mira;
rico puesto, a do sólo amor espira,
dichoso en las eternas luces bellas,
y sus llamas afina, y templa en ellas,
siempre fiero y cruel, la aguda vira;
no alcanza nombre alguno a la belleza
vuestra; y así, no digo cuánto siento,
que tanto bien no acabe en voz humana.
Baste que para osar a vuestra alteza
vos llame ¡oh dulce causa a mi tormento!
ojos de mi sirena soberana.
- LV -
Céfiro renovó en mi tierno pecho
floridas ramas de esperanza cierta,
a mansa pluvia, a sol temprano abierta,
y todo se mostraba en mi provecho.
Cuando de hielo un crudo soplo hecho
de aquella parte de calor desierta,
abate en tierra mi esperanza muerta,
y el trabajo en un punto, fue deshecho.
Quedó en el mismo puesto el hielo frío,
que con el fuego en mi dolor contiende,
y vence alguna vez, otra es vencido.
De allí siempre temí en el pecho mío
la nieve, que aunque el fuego me defiende,
medroso estoy del daño recibido.
- LVI -
Salen mil pensamientos al encuentro
cuando estoy más ajeno, y pueden tanto
que a pena de mis males me levanto
y ya me hallo en el peligro dentro.
Sin recelo mi afrenta sigo y entro
osando, o ciego error, para más llanto,
y aunque me esfuerzo, al fin no puedo cuanto
debo en tantas mudanzas con que encuentro.
No es la tristeza ni el dolor quien hace
la guerra que padezco de mi daño,
que el mal no espanta a quien lo tiene en uso.
El bien que temo y dudo me deshace,
que yo sé bien por el ausente engaño
juzgar de este presente el fin confuso.
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- Mensaje n°626
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LVII -
(A don Melchor Maldonado)
Si puede celebrar mi rudo canto
la luz de vuestro ingenio y la nobleza,
tendrá perpetua gloria con grandeza
de fama en el dorado y rico manto.
Pero si de mi mal no me levanto
y Amor me ocupa todo en la belleza,
sola y grave ocasión de mi tristeza,
por quien suspiro y me deshago en llanto,
será en cuanto sostenga la alma mía
el duro peso, sin temor de olvido,
siempre vuestro valor de mí estimado,
porque el sosiego, trato y cortesía
a vos todo me tienen ofrecido,
¡oh ilustre honor del nombre Maldonado!
- LVIII -
Tal vez abrasa con vapor fogoso,
tal vez enfría con horror helado,
de la africana fuente desatado
el cristal en el mismo trato ondoso.
Cuando el cielo en la sombra está medroso,
hierve en ardor su curso destemplado,
y cuando yace el sol más inflamado,
corre un invierno de rigor nevoso.
Son tales los milagros en mi pecho,
sujeto y condenado a tu crudeza,
haces, fiero tirano y señor mío,
que estoy en el calor un hielo hecho,
y un fuego de inmortal naturaleza
en la fuerza y vigor del mayor frío.
- LIX -
A don Álvaro de Bazán primer marqués de Santa Cruz
Esconde, tardo Bágrada, en tu seno
la fiera armada de tu osada gente,
y arrancando los cuernos de la frente
pierde el orgullo ya, de esfuerzo ajeno.
Que a todo el ancho Ponto pone freno,
vengando con la aguda espada ardiente
los insultos, que sufre el Occidente,
el domador del cita y agareno.
Verás la tierra presa, el mar sangriento,
y al nombre de Bazán temblar medroso
el corazón más bravo y arrogante,
y atado en hierro el cuello descontento,
rendirse al brazo suyo poderoso
cuanto abrazan el Nilo y grande Atlante.
(libro segundo)
- LVII -
(A don Melchor Maldonado)
Si puede celebrar mi rudo canto
la luz de vuestro ingenio y la nobleza,
tendrá perpetua gloria con grandeza
de fama en el dorado y rico manto.
Pero si de mi mal no me levanto
y Amor me ocupa todo en la belleza,
sola y grave ocasión de mi tristeza,
por quien suspiro y me deshago en llanto,
será en cuanto sostenga la alma mía
el duro peso, sin temor de olvido,
siempre vuestro valor de mí estimado,
porque el sosiego, trato y cortesía
a vos todo me tienen ofrecido,
¡oh ilustre honor del nombre Maldonado!
- LVIII -
Tal vez abrasa con vapor fogoso,
tal vez enfría con horror helado,
de la africana fuente desatado
el cristal en el mismo trato ondoso.
Cuando el cielo en la sombra está medroso,
hierve en ardor su curso destemplado,
y cuando yace el sol más inflamado,
corre un invierno de rigor nevoso.
Son tales los milagros en mi pecho,
sujeto y condenado a tu crudeza,
haces, fiero tirano y señor mío,
que estoy en el calor un hielo hecho,
y un fuego de inmortal naturaleza
en la fuerza y vigor del mayor frío.
- LIX -
A don Álvaro de Bazán primer marqués de Santa Cruz
Esconde, tardo Bágrada, en tu seno
la fiera armada de tu osada gente,
y arrancando los cuernos de la frente
pierde el orgullo ya, de esfuerzo ajeno.
Que a todo el ancho Ponto pone freno,
vengando con la aguda espada ardiente
los insultos, que sufre el Occidente,
el domador del cita y agareno.
Verás la tierra presa, el mar sangriento,
y al nombre de Bazán temblar medroso
el corazón más bravo y arrogante,
y atado en hierro el cuello descontento,
rendirse al brazo suyo poderoso
cuanto abrazan el Nilo y grande Atlante.
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Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LX -
Ausente pienso en mi dolor conmigo,
si alguna vez estuve tan contento,
que no diese el cuitoso sentimiento
el lugar que se debe al más amigo;
y hallo al fin en este mal que sigo
que nunca un hora libre de tormento
puede alcanzar; que al cabo el pensamiento
es mi amor contrario y enemigo.
Bien que puedo traer a la memoria
sombras de un bien que descubrí tan vano,
que se despareció luego a mis ojos;
mas esto no me puede causar gloria;
antes da siempre a mi dolor la mano
para que no se acaben mis enojos.
- LXI -
A don Luis Barahona de Soto
Vos celebrando al son de noble lira,
insigne Soto, vuestra dulce pena,
del Dauro la ribera tenéis llena
y el verde bosque, que de vos se admira
Yo aquí, do Amor en mi dolor conspira,
solo en esta desierta, ardiente arena,
rompo mis ojos en profunda vena
y el gran Betis en mi mal suspira.
Dichoso vos, que en luz de inmortal fuego,
de vuestra Fénix renováis la gloria,
que no podrá cubrir niebla de olvido.
Yo, mísero, sin bien, herido y ciego
avivo de mis males la memoria,
desesperado y nunca arrepentido.
- LXII -
Amor, en un incendio no acabado
ardí del fuego tuyo, en la florida
sazón y alegre de mi dulce vida,
todo en tu viva imagen trasformado.
Y ahora, oh vano error, en este estado,
no con llama en cenizas escondida,
mas descubierta, clara y encendida,
pierdo en ti lo mejor de mi cuidado.
No más, baste, cruel, ya en tantos años
rendido haber al yugo al cuello yerto,
y haber visto en el fin tu desvarío.
Abra la luz la niebla a tus engaños,
antes que el lazo rompa el tiempo y muerto
sea el fuego del tardo hielo mío.
(libro segundo)
- LX -
Ausente pienso en mi dolor conmigo,
si alguna vez estuve tan contento,
que no diese el cuitoso sentimiento
el lugar que se debe al más amigo;
y hallo al fin en este mal que sigo
que nunca un hora libre de tormento
puede alcanzar; que al cabo el pensamiento
es mi amor contrario y enemigo.
Bien que puedo traer a la memoria
sombras de un bien que descubrí tan vano,
que se despareció luego a mis ojos;
mas esto no me puede causar gloria;
antes da siempre a mi dolor la mano
para que no se acaben mis enojos.
- LXI -
A don Luis Barahona de Soto
Vos celebrando al son de noble lira,
insigne Soto, vuestra dulce pena,
del Dauro la ribera tenéis llena
y el verde bosque, que de vos se admira
Yo aquí, do Amor en mi dolor conspira,
solo en esta desierta, ardiente arena,
rompo mis ojos en profunda vena
y el gran Betis en mi mal suspira.
Dichoso vos, que en luz de inmortal fuego,
de vuestra Fénix renováis la gloria,
que no podrá cubrir niebla de olvido.
Yo, mísero, sin bien, herido y ciego
avivo de mis males la memoria,
desesperado y nunca arrepentido.
- LXII -
Amor, en un incendio no acabado
ardí del fuego tuyo, en la florida
sazón y alegre de mi dulce vida,
todo en tu viva imagen trasformado.
Y ahora, oh vano error, en este estado,
no con llama en cenizas escondida,
mas descubierta, clara y encendida,
pierdo en ti lo mejor de mi cuidado.
No más, baste, cruel, ya en tantos años
rendido haber al yugo al cuello yerto,
y haber visto en el fin tu desvarío.
Abra la luz la niebla a tus engaños,
antes que el lazo rompa el tiempo y muerto
sea el fuego del tardo hielo mío.
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Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LXIII -
A la muerte de don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz
Pongan en tu sepulcro, oh flor de España,
la virtud militar y la victoria
grandes ciudades presas, en memoria,
y todo el noble mar que a Grecia baña.
Tú solo, tú, con singular hazaña
ganaste vencedor tan alta gloria,
que las voces se cansan de la historia
que tus ínclitos hechos acompaña.
El furor de otomano quebrantado
será justo despojo, que esculpido
en lengua de la fama alce tu nombre.
Can tal blasón, valor nunca domado,
ingenio y arte hacen que vencido
no pueda ser del tiempo un mortal hombre.
- LXIV -
El triste afán del corazón doliente,
con la memoria de mis males llena,
va repitiendo con tu sola arena,
sacro rey de las aguas de Occidente.
Las ondas acreciento a tu corriente,
socorriendo a tu curso con la vena
de mis ojos llorosa, y junto suena
el suspiro, que esfuerza a la creciente.
Al fin gasto el humor, y cesa el viento
y exhala el fuego con incendio tanto
que de húmido te hace ardiente río.
En vano intentas a este encendimiento
resistir, pues no pudo el grave llanto
quebrantar su rigor, del dolor mío.
- LXV -
Como en la cumbre excelsa de Mimante,
do en eterna prisión arde y procura
alzar la frente airada y guerra oscura
mover de nuevo al cielo el gran gigante,
se nota de las nubes, que delante
vuelan y encima en hórrida figura,
la cálida de tempestad futura,
que amenaza con áspero semblante,
así de mis suspiros y tristeza,
del grave llanto y grande sufrimiento
se muestra el mal, que encierra el duro pecho.
Por eso no os ofenda mi flaqueza,
bella estrella de amor, que mi tormento
no cabe bien en vaso tan estrecho.
- LXVI -
Fiero dolor, que el corazón cuitado
tanto afliges y cansas; dolor fiero,
que por templar mi mal con honra quiero
llamar sólo dolor desesperado;
pues al extremo a tu rigor llegado,
y del amor ningún remedio espero,
acaba ya mi vida, o, pues no muero,
acábese contigo mi cuidado.
Porque si del furor de mi tormento
puedo alentar, ya nunca más victoria
daré de mí al autor de tu crudeza;
y el horror de la pena y mal que siento
quedará siempre vivo en mi memoria,
para huir contino tu dureza.
(libro segundo)
- LXIII -
A la muerte de don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz
Pongan en tu sepulcro, oh flor de España,
la virtud militar y la victoria
grandes ciudades presas, en memoria,
y todo el noble mar que a Grecia baña.
Tú solo, tú, con singular hazaña
ganaste vencedor tan alta gloria,
que las voces se cansan de la historia
que tus ínclitos hechos acompaña.
El furor de otomano quebrantado
será justo despojo, que esculpido
en lengua de la fama alce tu nombre.
Can tal blasón, valor nunca domado,
ingenio y arte hacen que vencido
no pueda ser del tiempo un mortal hombre.
- LXIV -
El triste afán del corazón doliente,
con la memoria de mis males llena,
va repitiendo con tu sola arena,
sacro rey de las aguas de Occidente.
Las ondas acreciento a tu corriente,
socorriendo a tu curso con la vena
de mis ojos llorosa, y junto suena
el suspiro, que esfuerza a la creciente.
Al fin gasto el humor, y cesa el viento
y exhala el fuego con incendio tanto
que de húmido te hace ardiente río.
En vano intentas a este encendimiento
resistir, pues no pudo el grave llanto
quebrantar su rigor, del dolor mío.
- LXV -
Como en la cumbre excelsa de Mimante,
do en eterna prisión arde y procura
alzar la frente airada y guerra oscura
mover de nuevo al cielo el gran gigante,
se nota de las nubes, que delante
vuelan y encima en hórrida figura,
la cálida de tempestad futura,
que amenaza con áspero semblante,
así de mis suspiros y tristeza,
del grave llanto y grande sufrimiento
se muestra el mal, que encierra el duro pecho.
Por eso no os ofenda mi flaqueza,
bella estrella de amor, que mi tormento
no cabe bien en vaso tan estrecho.
- LXVI -
Fiero dolor, que el corazón cuitado
tanto afliges y cansas; dolor fiero,
que por templar mi mal con honra quiero
llamar sólo dolor desesperado;
pues al extremo a tu rigor llegado,
y del amor ningún remedio espero,
acaba ya mi vida, o, pues no muero,
acábese contigo mi cuidado.
Porque si del furor de mi tormento
puedo alentar, ya nunca más victoria
daré de mí al autor de tu crudeza;
y el horror de la pena y mal que siento
quedará siempre vivo en mi memoria,
para huir contino tu dureza.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
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Lluvia Abril- Administrador-Moderador
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Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
FERNANDO DE HERRERA
(libro segundo)
- LXVII -
Preso en la red de amor dorada y pura,
y ardiendo en vivos rayos de belleza,
mueve el sutil pincel, y con destreza
su fuerza en vuestra luz mostrar procura.
La arte a su fin llegó, la hermosura
al intento excedió en extrema alteza;
en ella infunde el mismo su grandeza,
y espíritu se hace en su figura.
Su llama en él enciende a quien la mira,
y en la virtud, que halla soberana,
lleva el alma abrasada en alto vuelo;
y con la gloria eterna, que le inspira,
goza, excelsa y bellísima Diana,
el sereno esplendor del alto cielo.
- LXVIII -
Esta sola desierta, ardiente arena,
fatal sepulcro al último occidente,
de armas rotas, de muerta y presa gente
y de sangrientos ríos está llena.
Infamia y honra en un error condena
al corazón cobarde y al valiente;
el premio es desigual; que el uno siente
perpetua gloria, el otro eterna pena.
Con un súbito estrago y espantoso
y confuso desorden acabando,
cedió el valor heroico al africano.
Grave crimen del vulgo temeroso;
que, pues murió, muriera peleando
do murió, todo el reino lusitano.
LXIX -
Fernando, yo surqué con viento lleno
del dulce Amor el grande mar abierto,
y libre de temor, sin buscar puerto,
atravesé de un seno en otro seno.
En medio el curso, se turbo el sereno
cielo, y revuelto todo, el Ponto incierto
rompe mi flaca nave, y ya desierto
de salud, en las ondas voy, ajeno.
Si en esta tempestad es tal mi suerte
que escape de peligro, nunca el fiero
tirano llevará de mí victoria;
mas antes que en olvido cubra Muerte
mi nombre humilde, celebrar espero
del español belígero la gloria.
- LXX -
Si no sufría ya la adversa suerte
que más viviera el reino lusitano,
ardiera en guerra fiera, y Marte insano
moviera del contrario el brazo fuerte.
Cuanta saña y furor la tierra vierte,
hierro, fuego enemigo de impía mano
armara, y no entregara al africano
los cobardes despojos de su muerte.
No es vergüenza morir, y la victoria
y vida, el honor no, rendir osado
al ímpetu de Libia violenta.
Fuera sin culpa mísero con gloria,
honrárase en la queja de su hado,
y faltara a sus lágrimas la afrenta.
(libro segundo)
- LXVII -
Preso en la red de amor dorada y pura,
y ardiendo en vivos rayos de belleza,
mueve el sutil pincel, y con destreza
su fuerza en vuestra luz mostrar procura.
La arte a su fin llegó, la hermosura
al intento excedió en extrema alteza;
en ella infunde el mismo su grandeza,
y espíritu se hace en su figura.
Su llama en él enciende a quien la mira,
y en la virtud, que halla soberana,
lleva el alma abrasada en alto vuelo;
y con la gloria eterna, que le inspira,
goza, excelsa y bellísima Diana,
el sereno esplendor del alto cielo.
- LXVIII -
Esta sola desierta, ardiente arena,
fatal sepulcro al último occidente,
de armas rotas, de muerta y presa gente
y de sangrientos ríos está llena.
Infamia y honra en un error condena
al corazón cobarde y al valiente;
el premio es desigual; que el uno siente
perpetua gloria, el otro eterna pena.
Con un súbito estrago y espantoso
y confuso desorden acabando,
cedió el valor heroico al africano.
Grave crimen del vulgo temeroso;
que, pues murió, muriera peleando
do murió, todo el reino lusitano.
LXIX -
Fernando, yo surqué con viento lleno
del dulce Amor el grande mar abierto,
y libre de temor, sin buscar puerto,
atravesé de un seno en otro seno.
En medio el curso, se turbo el sereno
cielo, y revuelto todo, el Ponto incierto
rompe mi flaca nave, y ya desierto
de salud, en las ondas voy, ajeno.
Si en esta tempestad es tal mi suerte
que escape de peligro, nunca el fiero
tirano llevará de mí victoria;
mas antes que en olvido cubra Muerte
mi nombre humilde, celebrar espero
del español belígero la gloria.
- LXX -
Si no sufría ya la adversa suerte
que más viviera el reino lusitano,
ardiera en guerra fiera, y Marte insano
moviera del contrario el brazo fuerte.
Cuanta saña y furor la tierra vierte,
hierro, fuego enemigo de impía mano
armara, y no entregara al africano
los cobardes despojos de su muerte.
No es vergüenza morir, y la victoria
y vida, el honor no, rendir osado
al ímpetu de Libia violenta.
Fuera sin culpa mísero con gloria,
honrárase en la queja de su hado,
y faltara a sus lágrimas la afrenta.
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°630
Re: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO
MIGUEL DE CERVANTES . BIOGRAFÍA
(Ante la imposibilidad, por mi vista, de continuar con la Biografía que venía presentando, he decidido copiar esta Biografía de la RED. Espero vuestras disculpas.)
A diferencia de la de su contemporáneo Lope de Vega, quien conoció desde joven el éxito como comediógrafo y poeta y también como seductor, la vida de Cervantes fue ciertamente una ininterrumpida serie de pequeños fracasos domésticos y profesionales, en la que no faltó ni el cautiverio, ni la injusta cárcel, ni la afrenta pública. No sólo no contaba con rentas, sino que le costaba atraerse los favores de mecenas o protectores; a ello se sumó una particular mala fortuna que lo persiguió durante toda su vida. Sólo en sus últimos años, tras el éxito de las dos partes del Quijote, conoció cierta tranquilidad y pudo gozar del reconocimiento hacia su obra, aunque sin llegar nunca a superar las penurias económicas.
Biografía
Cuarto de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá (dinámica sede de la segunda universidad española, fundada en 1508 por el cardenal Cisneros) entre el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor.
La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandonó el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero, lo cual convirtió la infancia del pequeño Miguel en una incansable peregrinación por las más populosas ciudades castellanas. Por parte materna, Cervantes tenía un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en cristianos desde 1495) de ambos progenitores del escritor.
El destino de Miguel parecía prefigurarse en parte en el de su padre, quien, acosado por las deudas, abandonó Alcalá para buscar nuevos horizontes en el próspero Valladolid, pero sufrió siete meses de cárcel por impagos en 1552, y se asentó en Córdoba en 1553. Dos años más tarde, en esa ciudad, Miguel ingresó en el flamante colegio de los jesuitas. Aunque no fuera persona de gran cultura, Rodrigo se preocupaba por la educación de sus hijos; el futuro escritor fue un lector precocísimo y sus dos hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la situación de la familia era precaria.
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes atribuido al poeta y pintor Juan de Jáuregui
En 1556 Leonor vendió el único sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla con el fin de mejorar económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa (tras París y Nápoles) en la segunda mitad del siglo XVI. A los diecisiete años, Miguel era un adolescente tímido y tartamudo, que asistía a clase al colegio de los jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las representaciones del popular Lope de Rueda, como recordaría luego, en 1615, en el prólogo a la edición de sus propias comedias: «Me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y del entendimiento».
En 1551 la hasta entonces pequeña y tranquila villa de Madrid había sido convertida en capital por Felipe II, por lo que en los años siguientes la ciudad quintuplicaría su tamaño y población; llevados nuevamente por el afán de prosperar, los Cervantes se trasladaron en 1566 a la nueva capital. No se sabe con certeza que Cervantes hubiera asistido a la universidad, a pesar de que en sus obras mostró familiaridad con los usos y costumbres estudiantiles; en cambio, su nombre aparece en 1568 como autor de cuatro composiciones en una antología de poemas en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. El editor del libro, el humanista Juan López de Hoyos (probable introductor de Cervantes a la lectura de Virgilio, Horacio, Séneca y Catulo y, sobre todo, a la del humanista Erasmo de Rotterdam) se refiere a Cervantes como «nuestro caro y amado alumno». Otros aventuran, sin embargo, que en el círculo o escuela de Hoyos, Cervantes había sido profesor y no discípulo.
Soldado de Lepanto
En el año de 1569 un tal Miguel de Cervantes fue condenado en Madrid a arresto y amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena, corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569 se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un certificado de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros), y meses después era soldado en la compañía de Diego de Urbina.
Pero la gran expectativa bélica estaba puesta en la campaña contra el turco, en la que el Imperio español cifraba la continuidad de su dominio y hegemonía en el Mediterráneo. Diez años antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos barcos y ocho mil hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y el 7 de octubre, comandadas por el hermanastro bastardo del rey de España, Juan de Austria, las huestes españolas vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes, el cual relataría muchos años después, en la primera parte del Quijote, las circunstancias de la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas, una de las cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre de gloria.
La batalla de Lepanto
Junto a su hermano menor, Rodrigo, Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de Juan de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo, Promontorio. Es posible que pasara por Génova a las órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur aparece descrita en su novela ejemplar El licenciado Vidriera, y finalmente se dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal Acquaviva (a quien dedicaría La Galatea), conocido suyo tal vez desde Madrid, y por cuya cuenta habría cumplido algunas misiones y encargos.
Fue ésta la época en que Cervantes se propuso conseguir una situación social y económica más elevada dentro de la milicia mediante su promoción al grado de capitán, para lo cual obtuvo dos cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se certificaba su valiente actuación en la batalla de Lepanto. Con esta intención, Rodrigo y Miguel de Cervantes se embarcaron en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de septiembre de 1575, y lo que debía ser un expedito regreso a la patria se convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia.
El cautiverio en Argel
A poco de zarpar, la goleta se extravió tras una tormenta que la separó del resto de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por tres corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de nombre Arnaute Mamí. Tras encarnizado combate y la consiguiente muerte del capitán cristiano, los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron la vida a Cervantes, pero serían, a la vez, la causa de lo prolongado de su cautiverio: Mamí, convencido de hallarse ante una persona principal y de recursos, lo convirtió en su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de prisioneros y del tráfico de cautivos corriente entre turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano lisiada lo eximieron de ir a las galeras.
Cervantes, prisionero del rey Hassán (grabado de Eusebio Planas)
Argel era en aquel momento uno de los centros de comercio más ricos del Mediterráneo. En él muchos cristianos pasaban de la esclavitud a la riqueza renunciando a su fe. El tráfico de personas era intenso, pero la familia de Cervantes estaba bien lejos de poder reunir la cantidad necesaria siquiera para el rescate de uno de los hermanos. Cervantes protagonizó, durante su prisión, cuatro intentos de fuga. El primero fue una tentativa frustrada de llegar por tierra a Orán, que era el punto más cercano de la dominación española.
El segundo, al año de aquél, coincidió con los preparativos de la liberación de su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos hermanas de Cervantes, mantuvieron un pleito con un madrileño rico llamado Alonso Pacheco Pastor, durante el cual demostraron que debido al matrimonio de éste sus ingresos como barraganas se verían mermados, y, según costumbre, obtuvieron dotes que fueron destinadas al rescate de Rodrigo, quien saldría de Argel el 24 de agosto de 1577. Los hermanos pudieron despedirse pese a haber fracasado el segundo intento de fuga de Miguel, que se salvó de la ejecución gracias a que su dueño lo consideraba un «hombre principal».
El tercer intento fue mucho más dramático en sus consecuencias: Cervantes contrató un mensajero que debía llevar una carta al gobernador español de Orán. Interceptado, el mensajero fue condenado a muerte y empalado, mientras que al escritor se le suspendieron los dos mil azotes a los que se le había condenado y que equivalían a la muerte. Una vez más, la presunción de riqueza le permitió conservar la vida y alargó su cautiverio. Esto sucedía a principios de 1578.
Finalmente, un año y medio más tarde, Cervantes planeó una fuga en compañía de un renegado de Granada, el licenciado Girón. Delatados por un tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y encerrado durante cinco meses en la prisión de moros convictos de Argel. Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que pidió seiscientos ducados por su rescate. Cervantes estaba aterrado: temía un traslado a Constantinopla. Mientras tanto su madre, doña Leonor, había iniciado trámites para su rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo préstamos y garantías, se puso bajo la advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579, entregó al Consejo de las Cruzadas cuatrocientos setenta y cinco ducados. Hassán retuvo a Cervantes hasta el último momento, mientras los frailes negociaban y pedían limosna para completar la cantidad. Por último, el 19 de septiembre de 1580, fue liberado, y tras un mes en el que para limpiar su nombre pleiteó contra Blanco de Paz, se embarcó para España el 24 de octubre.
Retorno a la patria
Cinco días más tarde, después de un lustro de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión; la situación de su familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las Cruzadas, reflejaba en cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias, trató de obtener un puesto en América y fracasó. Mientras tanto, fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que aparecía como su padre putativo, Alonso Rodríguez.
A los treinta y siete años, Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de una familia de Esquivias, pueblo campesino de La Mancha. Tenía sólo dieciocho años; no obstante, no parece haber sido una unión signada por el amor. Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Jacopo Sannazaro ochenta años atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito.
Miguel de Cervantes (grabado de Fernado Selma, siglo XVIII)
Esta cifra nada despreciable y la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias, aunque sabía que mal podía competir él, todavía respetuoso de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega, dueño absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, escritas hacia 1585 y desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en sus representaciones, pero Cervantes fue vencido por el vendaval lopesco, y a pesar de las veinte o treinta obras compuesta en esta etapa (de las que sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al final de sus días.
Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en Esquivias, pero solía visitar Madrid solo; allí alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una permanente querella con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del trigo requisado. Al morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid.
Pero las penurias económicas siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos, quebró el banquero a quien había entregado importantes sumas y Cervantes dio con sus huesos en prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción de Don Quijote de la Mancha. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas y su aguerrida hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.
El Quijote
En 1605, a principios de año, apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Su autor era por entonces un hombre enjuto, delgado, de cincuenta y ocho años, tolerante con su turbulenta familia, poco hábil para ganar dinero, pusilánime en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama fue inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar. Cuando en junio de 1605 toda la familia Cervantes, con el escritor a la cabeza, fue a la cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto que sólo tangencialmente les tocaba (la muerte de un caballero asistido por las mujeres de la familia, ocurrida tras ser herido aquél a las puertas de la casa), don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo popular.
Don Quijote enloquece leyendo libros de caballerías (ilustración de Gustave Doré, 1863)
Su autor, mientras tanto, seguía pasando estrecheces. No le ofreció respiro ni siquiera la vida literaria: animado por el éxito del Quijote, ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que también pertenecían Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Era ésta costumbre de la época, que ofrecía a Cervantes la oportunidad de obtener algún protectorado.
En aquel mismo año se firmó el decreto de expulsión de los moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social española, sometida al rigor inquisitorial. Cervantes saludó la expulsión con alegría, mientras su hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Fueron años de redacción de testamentos y contiendas sórdidas: Magdalena había excluido del suyo a Isabel en favor de otra sobrina, Constanza, y Cervantes renunció a su parte de la finca de su hermano también en favor de aquélla, dejando fuera a su propia hija, enzarzada en un pleito interminable con el propietario de la casa en la que vivía y en el que Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de su hija.
A pesar de no conseguir siquiera (como tampoco lo logró Góngora) ser incluido en el séquito de su mecenas el conde de Lemos, recién nombrado nuevo virrey de Nápoles (el cual, sin embargo, le daba muestras concretas de su favor), Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas ejemplares vieron la luz en 1613; el Viaje al Parnaso, en verso, en 1614. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona, de una segunda parte espuria del Quijote escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, que se proclamó auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Así, enfermo y urgido, y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), acabó la segunda parte del Quijote, que se imprimiría en el curso del mismo año.
A principios de 1616 estaba terminando una novela de aventuras en estilo bizantino: Los trabajos de Persiles y Sigismunda. El 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».
Agonía de Cervantes (óleo de Eduardo Cano de la Peña)
Unos meses antes de su muerte, Cervantes había tenido una recompensa moral por sus penurias e infortunios económicos: uno de los censores, el licenciado Márquez Torres, le envió una recomendación en la que relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés: «Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?". Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo"».
En efecto, ya circulaban traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo también que introducía el género de la novela corta en castellano con sus Novelas ejemplares y sin duda adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de personajes que había concebido. Sus contemporáneos, si bien reconocieron la viveza de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del Quijote, fundación misma de la novela moderna. Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas, en la entonces llamada calle de Cantarranas. A principios de 2015, un grupo de investigadores que se había propuesto localizar su tumba encontró un ataúd con las iniciales "M.C.", pero el examen de su contenido reveló que no podía ser el del escritor. En marzo del mismo año, los estudiosos concluyeron que sus restos mortales se hallaban en un enterramiento en el subsuelo de la cripta, mezclados tras un traslado con los de otras dieciséis personas.
Las fuentes del arte de Cervantes como novelista son complejas: por un lado, don Quijote y Sancho son parodia de los caballeros andantes y sus escuderos; por otro, en ellos mismos se exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En el Quijote confluyen, pues, realismo y fantasía, meditación y reflexión sobre la literatura: los personajes discuten sobre su propia entidad de personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y entre ficción y realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de Cervantes, que asistió tanto a las glorias imperiales de Lepanto como a las derrotas de la Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su personaje, no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.
(Ante la imposibilidad, por mi vista, de continuar con la Biografía que venía presentando, he decidido copiar esta Biografía de la RED. Espero vuestras disculpas.)
A diferencia de la de su contemporáneo Lope de Vega, quien conoció desde joven el éxito como comediógrafo y poeta y también como seductor, la vida de Cervantes fue ciertamente una ininterrumpida serie de pequeños fracasos domésticos y profesionales, en la que no faltó ni el cautiverio, ni la injusta cárcel, ni la afrenta pública. No sólo no contaba con rentas, sino que le costaba atraerse los favores de mecenas o protectores; a ello se sumó una particular mala fortuna que lo persiguió durante toda su vida. Sólo en sus últimos años, tras el éxito de las dos partes del Quijote, conoció cierta tranquilidad y pudo gozar del reconocimiento hacia su obra, aunque sin llegar nunca a superar las penurias económicas.
Biografía
Cuarto de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá (dinámica sede de la segunda universidad española, fundada en 1508 por el cardenal Cisneros) entre el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor.
La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandonó el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero, lo cual convirtió la infancia del pequeño Miguel en una incansable peregrinación por las más populosas ciudades castellanas. Por parte materna, Cervantes tenía un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en cristianos desde 1495) de ambos progenitores del escritor.
El destino de Miguel parecía prefigurarse en parte en el de su padre, quien, acosado por las deudas, abandonó Alcalá para buscar nuevos horizontes en el próspero Valladolid, pero sufrió siete meses de cárcel por impagos en 1552, y se asentó en Córdoba en 1553. Dos años más tarde, en esa ciudad, Miguel ingresó en el flamante colegio de los jesuitas. Aunque no fuera persona de gran cultura, Rodrigo se preocupaba por la educación de sus hijos; el futuro escritor fue un lector precocísimo y sus dos hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la situación de la familia era precaria.
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes atribuido al poeta y pintor Juan de Jáuregui
En 1556 Leonor vendió el único sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla con el fin de mejorar económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa (tras París y Nápoles) en la segunda mitad del siglo XVI. A los diecisiete años, Miguel era un adolescente tímido y tartamudo, que asistía a clase al colegio de los jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las representaciones del popular Lope de Rueda, como recordaría luego, en 1615, en el prólogo a la edición de sus propias comedias: «Me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y del entendimiento».
En 1551 la hasta entonces pequeña y tranquila villa de Madrid había sido convertida en capital por Felipe II, por lo que en los años siguientes la ciudad quintuplicaría su tamaño y población; llevados nuevamente por el afán de prosperar, los Cervantes se trasladaron en 1566 a la nueva capital. No se sabe con certeza que Cervantes hubiera asistido a la universidad, a pesar de que en sus obras mostró familiaridad con los usos y costumbres estudiantiles; en cambio, su nombre aparece en 1568 como autor de cuatro composiciones en una antología de poemas en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. El editor del libro, el humanista Juan López de Hoyos (probable introductor de Cervantes a la lectura de Virgilio, Horacio, Séneca y Catulo y, sobre todo, a la del humanista Erasmo de Rotterdam) se refiere a Cervantes como «nuestro caro y amado alumno». Otros aventuran, sin embargo, que en el círculo o escuela de Hoyos, Cervantes había sido profesor y no discípulo.
Soldado de Lepanto
En el año de 1569 un tal Miguel de Cervantes fue condenado en Madrid a arresto y amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena, corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569 se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un certificado de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros), y meses después era soldado en la compañía de Diego de Urbina.
Pero la gran expectativa bélica estaba puesta en la campaña contra el turco, en la que el Imperio español cifraba la continuidad de su dominio y hegemonía en el Mediterráneo. Diez años antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos barcos y ocho mil hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y el 7 de octubre, comandadas por el hermanastro bastardo del rey de España, Juan de Austria, las huestes españolas vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes, el cual relataría muchos años después, en la primera parte del Quijote, las circunstancias de la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas, una de las cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre de gloria.
La batalla de Lepanto
Junto a su hermano menor, Rodrigo, Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de Juan de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo, Promontorio. Es posible que pasara por Génova a las órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur aparece descrita en su novela ejemplar El licenciado Vidriera, y finalmente se dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal Acquaviva (a quien dedicaría La Galatea), conocido suyo tal vez desde Madrid, y por cuya cuenta habría cumplido algunas misiones y encargos.
Fue ésta la época en que Cervantes se propuso conseguir una situación social y económica más elevada dentro de la milicia mediante su promoción al grado de capitán, para lo cual obtuvo dos cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se certificaba su valiente actuación en la batalla de Lepanto. Con esta intención, Rodrigo y Miguel de Cervantes se embarcaron en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de septiembre de 1575, y lo que debía ser un expedito regreso a la patria se convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia.
El cautiverio en Argel
A poco de zarpar, la goleta se extravió tras una tormenta que la separó del resto de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por tres corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de nombre Arnaute Mamí. Tras encarnizado combate y la consiguiente muerte del capitán cristiano, los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron la vida a Cervantes, pero serían, a la vez, la causa de lo prolongado de su cautiverio: Mamí, convencido de hallarse ante una persona principal y de recursos, lo convirtió en su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de prisioneros y del tráfico de cautivos corriente entre turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano lisiada lo eximieron de ir a las galeras.
Cervantes, prisionero del rey Hassán (grabado de Eusebio Planas)
Argel era en aquel momento uno de los centros de comercio más ricos del Mediterráneo. En él muchos cristianos pasaban de la esclavitud a la riqueza renunciando a su fe. El tráfico de personas era intenso, pero la familia de Cervantes estaba bien lejos de poder reunir la cantidad necesaria siquiera para el rescate de uno de los hermanos. Cervantes protagonizó, durante su prisión, cuatro intentos de fuga. El primero fue una tentativa frustrada de llegar por tierra a Orán, que era el punto más cercano de la dominación española.
El segundo, al año de aquél, coincidió con los preparativos de la liberación de su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos hermanas de Cervantes, mantuvieron un pleito con un madrileño rico llamado Alonso Pacheco Pastor, durante el cual demostraron que debido al matrimonio de éste sus ingresos como barraganas se verían mermados, y, según costumbre, obtuvieron dotes que fueron destinadas al rescate de Rodrigo, quien saldría de Argel el 24 de agosto de 1577. Los hermanos pudieron despedirse pese a haber fracasado el segundo intento de fuga de Miguel, que se salvó de la ejecución gracias a que su dueño lo consideraba un «hombre principal».
El tercer intento fue mucho más dramático en sus consecuencias: Cervantes contrató un mensajero que debía llevar una carta al gobernador español de Orán. Interceptado, el mensajero fue condenado a muerte y empalado, mientras que al escritor se le suspendieron los dos mil azotes a los que se le había condenado y que equivalían a la muerte. Una vez más, la presunción de riqueza le permitió conservar la vida y alargó su cautiverio. Esto sucedía a principios de 1578.
Finalmente, un año y medio más tarde, Cervantes planeó una fuga en compañía de un renegado de Granada, el licenciado Girón. Delatados por un tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y encerrado durante cinco meses en la prisión de moros convictos de Argel. Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que pidió seiscientos ducados por su rescate. Cervantes estaba aterrado: temía un traslado a Constantinopla. Mientras tanto su madre, doña Leonor, había iniciado trámites para su rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo préstamos y garantías, se puso bajo la advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579, entregó al Consejo de las Cruzadas cuatrocientos setenta y cinco ducados. Hassán retuvo a Cervantes hasta el último momento, mientras los frailes negociaban y pedían limosna para completar la cantidad. Por último, el 19 de septiembre de 1580, fue liberado, y tras un mes en el que para limpiar su nombre pleiteó contra Blanco de Paz, se embarcó para España el 24 de octubre.
Retorno a la patria
Cinco días más tarde, después de un lustro de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión; la situación de su familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las Cruzadas, reflejaba en cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias, trató de obtener un puesto en América y fracasó. Mientras tanto, fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que aparecía como su padre putativo, Alonso Rodríguez.
A los treinta y siete años, Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de una familia de Esquivias, pueblo campesino de La Mancha. Tenía sólo dieciocho años; no obstante, no parece haber sido una unión signada por el amor. Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Jacopo Sannazaro ochenta años atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito.
Miguel de Cervantes (grabado de Fernado Selma, siglo XVIII)
Esta cifra nada despreciable y la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias, aunque sabía que mal podía competir él, todavía respetuoso de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega, dueño absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, escritas hacia 1585 y desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en sus representaciones, pero Cervantes fue vencido por el vendaval lopesco, y a pesar de las veinte o treinta obras compuesta en esta etapa (de las que sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al final de sus días.
Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en Esquivias, pero solía visitar Madrid solo; allí alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una permanente querella con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del trigo requisado. Al morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid.
Pero las penurias económicas siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos, quebró el banquero a quien había entregado importantes sumas y Cervantes dio con sus huesos en prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción de Don Quijote de la Mancha. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas y su aguerrida hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.
El Quijote
En 1605, a principios de año, apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Su autor era por entonces un hombre enjuto, delgado, de cincuenta y ocho años, tolerante con su turbulenta familia, poco hábil para ganar dinero, pusilánime en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama fue inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar. Cuando en junio de 1605 toda la familia Cervantes, con el escritor a la cabeza, fue a la cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto que sólo tangencialmente les tocaba (la muerte de un caballero asistido por las mujeres de la familia, ocurrida tras ser herido aquél a las puertas de la casa), don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo popular.
Don Quijote enloquece leyendo libros de caballerías (ilustración de Gustave Doré, 1863)
Su autor, mientras tanto, seguía pasando estrecheces. No le ofreció respiro ni siquiera la vida literaria: animado por el éxito del Quijote, ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que también pertenecían Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Era ésta costumbre de la época, que ofrecía a Cervantes la oportunidad de obtener algún protectorado.
En aquel mismo año se firmó el decreto de expulsión de los moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social española, sometida al rigor inquisitorial. Cervantes saludó la expulsión con alegría, mientras su hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Fueron años de redacción de testamentos y contiendas sórdidas: Magdalena había excluido del suyo a Isabel en favor de otra sobrina, Constanza, y Cervantes renunció a su parte de la finca de su hermano también en favor de aquélla, dejando fuera a su propia hija, enzarzada en un pleito interminable con el propietario de la casa en la que vivía y en el que Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de su hija.
A pesar de no conseguir siquiera (como tampoco lo logró Góngora) ser incluido en el séquito de su mecenas el conde de Lemos, recién nombrado nuevo virrey de Nápoles (el cual, sin embargo, le daba muestras concretas de su favor), Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas ejemplares vieron la luz en 1613; el Viaje al Parnaso, en verso, en 1614. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona, de una segunda parte espuria del Quijote escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, que se proclamó auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Así, enfermo y urgido, y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), acabó la segunda parte del Quijote, que se imprimiría en el curso del mismo año.
A principios de 1616 estaba terminando una novela de aventuras en estilo bizantino: Los trabajos de Persiles y Sigismunda. El 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».
Agonía de Cervantes (óleo de Eduardo Cano de la Peña)
Unos meses antes de su muerte, Cervantes había tenido una recompensa moral por sus penurias e infortunios económicos: uno de los censores, el licenciado Márquez Torres, le envió una recomendación en la que relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés: «Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?". Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo"».
En efecto, ya circulaban traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo también que introducía el género de la novela corta en castellano con sus Novelas ejemplares y sin duda adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de personajes que había concebido. Sus contemporáneos, si bien reconocieron la viveza de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del Quijote, fundación misma de la novela moderna. Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas, en la entonces llamada calle de Cantarranas. A principios de 2015, un grupo de investigadores que se había propuesto localizar su tumba encontró un ataúd con las iniciales "M.C.", pero el examen de su contenido reveló que no podía ser el del escritor. En marzo del mismo año, los estudiosos concluyeron que sus restos mortales se hallaban en un enterramiento en el subsuelo de la cripta, mezclados tras un traslado con los de otras dieciséis personas.
Las fuentes del arte de Cervantes como novelista son complejas: por un lado, don Quijote y Sancho son parodia de los caballeros andantes y sus escuderos; por otro, en ellos mismos se exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En el Quijote confluyen, pues, realismo y fantasía, meditación y reflexión sobre la literatura: los personajes discuten sobre su propia entidad de personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y entre ficción y realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de Cervantes, que asistió tanto a las glorias imperiales de Lepanto como a las derrotas de la Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su personaje, no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.
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"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
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