MÉXICO
GILBERTO OWEN
BIOGRAFÍA Y DETALLES (Cont.)
E) LA CRÍTICA
El primero de los críticos de Gilberto Owen fue Felipe Villarello, su profesor en el Instituto Científico y Literario: “porque una vez nos peleamos don Felipe N. Villarello, mi profesor de retórica y poética, y yo. Se atrevió a decirme que mis versos en latín estaban bien, pero que era un ‘latín de cocina’”.[12]
La edición de 1957, conocida con el título Primeros versos, rescata siete poemas del olvido. En la presentación, Rodolfo García indica con claridad el valor de estos iniciales ejercicios literarios:
El lector atento podrá advertir en estos versos la génesis de la calidad que después había de alcanzar su mayor desarrollo en la obra posterior de Owen, y que tan señalado lugar le había de conquistar en las letras nacionales.
La publicación de este cuaderno obedece, más que al prurito de ofrecer poemas desconocidos, a la intención de coadyuvar en el trabajo de quienes más tarde se interesen en llevar a cabo una investigación sistemática de la producción literaria del Estado de México.[13]
Alí Chumacero y José Emilio Pacheco resaltan el “cuadernito delgado y sustancioso”[14] que contiene los versos de un adolescente. Para Alí Chumacero, “en estos Primeros versos, tocados con la seriedad de la adolescencia, se traslucen las lecturas de Owen: López Velarde, González Martínez, Barba Jacob y Darío”.[15] Pacheco demuestra el valor incipiente de “Confiadamente, corazón…” citándolo como “versos que insensiblemente anunciaban un futuro brillante que el poeta hizo oscuro y alejado”. Termina su comentario uniendo el Perseo vencido a Muerte sin fin, Altazor y Residencia en la tierra como “la aportación de Hispanoamérica al gran libro de la Poesía Universal”.[16]
Otros estudiosos que han opinado sobre estos ejercicios literarios son Effie Boldridge, José Sergio Cuervo y José Hilario Ortega, con sendas tesis presentadas en las Universidades de Missouri, Nueva York y Texas. La opinión de Boldridge sobre Owen se sintetiza en las siguientes palabras:
For Gilberto Owen the very human conflict between man as a physical being and man as a spiritual entity assumed the proportions of a major struggle. His objective in life was to resolve this conflict so that he could “live fully” or gain totality of existence.[17]
José Hilario Ortega comparte la idea de que “los versos primerizos revelan mucho de la personalidad de Owen y […] permiten trazar su trayectoria poética”[18]; por lo que destina diecisiete páginas de su tesis a analizar los siete poemas en orden cronológico, resaltando aspectos de la métrica:
Observamos que Owen practica la lección aprendida de los clásicos españoles, Góngora y Lope principalmente, al cultivar el soneto; sin embargo, bajo el influjo del modernismo sabemos que esta forma agregó nuevas combinaciones a los tercetos. Tal es el experimento de Owen al unir en un sexteto los dos tercetos y ponerlos en una rima diferente a la abrazada que preferían los clásicos.[19]
En el mismo año que José Sergio Cuervo, Tomás Segovia anota:
En mi opinión [los Primeros versos] muestran algunas experimentaciones, audacias incluso, en la forma exterior que, aun cuando no logran seguramente salvar la calidad del conjunto, parecen probar en cambio una temprana curiosidad formal que el poeta no desmintió después.[20]
Entre los críticos más connotados, Luis Alberto Sánchez[21] valoró la importancia de la obra del rosarino, al ubicarlo no sólo entre los escritores de Latinoamérica más sobresalientes del momento. En su Nueva historia de la literatura americana, el nombre de Gilberto Owen está asociado a los grandes poetas de la lengua española posteriores a la muerte de Rubén Darío, así como en el periodo de la literatura de entreguerras, el momento más “receptivo” de la literatura.
Lector y crítico de su tiempo, Sánchez arriesga la propuesta de calificar la poesía de Owen como poesía metafísica, intelectiva o conceptual, poesía de los “imagineros, de los sabios del verso”:
La poesía de Pellicer, Carrera Andrade, Gorostiza, Owen, Hidalgo, es una sucesión de imágenes. Cada verso tiene una unidad, que no es la del acento, sino la de la “imagen”; “Rol de la manzana”, de Jorge Carrera Andrade no es otra cosa que un encadenamiento de imágenes. Y lo son “Hora de junio”, de Pellicer y “Dimensión del hombre” de Hidalgo, “Simbad el varado”, de Gilberto Owen, autor de “Novela como nube” y de “Línea”, uno de los espíritus más penetrantes, imagineros y finos que ha dado México en la penúltima década. Tan evidente es tal predominio de la fantasía sobre cierta sensibilidad y cierta sentimentalidad, que hasta el indigenismo se viste de ultraísmo, de imaginerismo, de creacionismo en Alejandro Peralta (“Ande” y “El Kollao”) o en los nuevos poetas ecuatorianos, como en Alejandro Carrión.[22]
Gilberto Owen (¿1904?), perteneció al grupo de Ulises[23] y sobresalió en plena juventud por su originalidad y cierto gongorismo congénito que revestía sus versos de nieblas conceptuales, aclaradas por lampos de imaginería. Publicó una novela, que es, en realidad, poema, como otra de Villaurrutia, en esos mismos días: “Novela como nube”. Más tarde, Alfonso Reyes, en los “Cuadernos del Plata”, recogió poemas de Owen, bajo el título de “Línea”. Le escuché leer largos trozos de su poema “El infierno perdido”. Ha publicado después “Libro de Ruth” (1946) y “Simbad el varado” (1948) donde luce una inspiración profunda y dramática, llena de austeridad y elegancia, de esa rara combinación de sutileza y angustia propia de T.S. Elliot.[24]
En la primera (y hasta ahora mejor) compilación de los escritos de Gilberto Owen, el libro Poesía y prosa, prologado por Alí Chumacero, éste se refiere al rosarino en los siguientes términos:
Owen aceptaba como designio insobornable incorporar a su verso el fluir de las cosas, la conciencia de que todo –como en las clásicas Coplas– está condenado a sugerir la pregunta por su existencia. Sabía que su obra, connatural a las ideas que la animaban, era el reflejo y la dócil respuesta a la contemplación de lo que no perdura, a la inevitable presencia de lo que muere frente a nuestros ojos, y entraba a la poesía dejando a la puerta toda esperanza.[25]
Casi veinte años después del esfuerzo biográfico de José Rojas Garcidueñas (Gilberto Owen y su obra), en 1970 Tomás Segovia destaca el virtual desconocimiento de Owen en el mundo de las letras. En esta fundamental apreciación de la obra del poeta, Segovia marca el rumbo de la crítica, pues señala con claridad las características de esta notable escritura, al tiempo que indica la posibilidad de tres lecturas diferentes de “Sindbad el varado”: como una historia de amor, como la bitácora de un fracaso y como el viaje “al infierno de la inmovilidad”.
En El azogue y la granada: Gilberto Owen en su discurso amoroso, Vicente Quirarte considera “Sindbad el varado” como un poema de amor, tesis que alimentó a través de la biografía de Gilberto Owen, aceptando la invitación que Tomás Segovia formulara en “Gilberto Owen o el rescate”. Es el primer libro que nutre al lector con detalles personales y copiosa información sobre la obra de Owen. Ilustrado con documentos y fotografías, nos acerca a la relación que hay entre vida y poesía en un poeta de notables méritos, del cual poco se había hablado y poco se conocía. Con gran pasión por esta poesía, Quirarte nos acerca a las influencias de Owen, a su ubicación literaria, emitiendo esclarecedores juicios críticos sobre la obra del rosarino. Es Vicente Quirarte quien mucho ha propiciado que Owen sea cada vez más leído, como nítidamente lo indica su libro Invitación a Gilberto Owen.
Carlos Montemayor destaca su apreciación de los veintiocho poemas de "Sindbad el varado". Para él, este libro de poesía es la expresión de una actitud interior y de un acercamiento a la vida. Éstas son sus palabras:
El poema en su conjunto es memoria, es minuciosa expansión de una vida, de una inclemente mansión que cae. Es el hombre que al mirarse a sí mismo acepta mostrar sus límites y su morada, emociones que en él mismo, con su cuerpo, con su conciencia, con su incontenible deseo de vida, naufragan en el estrecho litoral de la carne. Apuntes de un capitán ebrio y llagado, rencoroso por muchas cosas, embriagado por muchas cosas, llagado por años. Y entre él y su marino se eleva el viento, o la memoria, o la poesía, o el paisaje de una anagnórisis continua y de amoríos compartidos por ambos, por el poeta y su conciencia, por el hombre y la soledad: la vida como amante de ambos; la emoción como una ramera de ambos; la poesía como el árbol que a ambos cobija y sobrevive.[26]
Jaime García Terrés identifica tres mundos en la poesía de Gilberto Owen, mundos relacionados con la alquimia. Este crítico reconoce en Owen un punto de vista religioso como concepción de mundo y literatura, además de que señala algunas posibles apropiaciones, como William Blake, Víctor Hugo, Rimbaud, Valéry y Juan Ramón Jiménez. En la “Tercera jornada” de su libro, García Terrés aprecia en Owen un sentimiento místico derivado de la poesía de Juan Ramón Jiménez, al igual que el gusto por la intimidad. Repasando las características de la poesía mística española, García Terrés afirma que
el poeta [...] es un místico sin Dios necesario. En este preciso sentido, no sin cautela, cabe señalar la dimensión religiosa en Owen. Que es algo muy distinto del opresivo sentimiento católico, falsamente religioso, que México heredó de España, y del cual es indispensable, si se quiere hacer poesía, escapar volando. Owen, que se autotitulaba ‘la conciencia teológica de los Contemporáneos’, eligió, sin embargo, un vuelo escondido, de música callada y soledad sonora, tan discreto que no se le oía, y de oírsele, no se le entendía.[27]
José Joaquín Blanco, en La paja en el ojo, afirma que para los Contemporáneos la poesía fue “un género más clandestino y personal, y, en algunos (Novo, Owen, Villaurrutia, Cuesta, Gorostiza), ostensiblemente escaso”[28]. Desde su punto de vista, Owen se dedicó a "mitologizar sobre la religión bíblica, trayéndola al mundo cotidiano".[29]
Guillermo Sheridan insiste en las apropiaciones que Owen recibe de Juan Ramón Jiménez y López Velarde, en lo cual coincide Eugenne L. Moretta. Además, Sheridan destaca la imprescindible necesidad de hablar sobre sí mismo que este poeta tenía. Acaso el mejor juicio de Sheridan sobre Gilberto Owen sea:
Owen comienza por entender a su poesía como una pesquisa cuyo sentido radica más en la búsqueda que en el hallazgo. Los juegos de palabras forman un antecedente importante para Villaurrutia. Owen asume el juego con una frescura propia de quien se ha aventurado ya por un sendero nuevo, sin preocuparse de la ley circundante. Las intermitencias autobiográficas parecen documentar la potencia lírica al tiempo que contrapuntean con su ambigüedad un discurso ceñido en apariencia. A Owen siempre le gustará meter frases del tipo de “se me había vuelto diálogo el monólogo” que aportan una rara distancia entre el poema y el lector al apuntar a una zona vedada de antemano. Pero la diversidad de elementos se suman en una poesía que, para su momento, no sólo era original sino escabrosa, con un aliento entre ríspido y críptico que no por ello dejaba de ser sumamente cordial.[30]
De entre los últimos estudiosos de Owen, entresaco la aseveración de Cynthia Araceli Ramírez Peñaloza al señalar que la lectura de la Biblia no fue tan determinante en la obra de Gilberto Owen como sí lo fue su conocimiento de los preceptos del catolicismo expuestos en la Historia sagrada y sus lecturas literarias de autores como Gide y Víctor Hugo. La crítica de Ramírez Peñaloza apunta a revisar toda la obra del poeta sinaloense como el poeta que se apropia y utiliza los preceptos del catolicismo divulgados también de manera oral.
Hay dos ensayos de Owen que ilustran su gran preocupación respecto a la poesía, y en los cuales es posible apreciar el concepto que orientó su escritura. En “Poesía –¿pura?– plena” (1927) se refiere a la poesía como el choque “inimitable de la inteligencia con la belleza”,[31] o bien el “resultante del equilibrio de sus elementos formales y esenciales”, y agrega como una de sus cualidades básicas la “formalidad expresiva –elaboración en metáforas de un sistema del mundo–”.[32] Once años después, a la par que escribe Perseo vencido, en “Poesía y revolución” (1934) reafirma lo anterior con sus palabras alusivas a la década de los años veinte en México:[33]
Que su poesía sería reaccionaria, que no sería al fin poesía, aunque sus materiales fueran arado y martillo, si con ello no descubría nueva belleza formal y esencial, y que sería revolucionaria en sí y por sí misma si se daba sinceramente, fervorosamente, a la expresión cabal de sus propios individuales hallazgos.
Gilberto Owen tuvo claro su compromiso y vaticinó el trayecto de su escritura, su búsqueda, hasta encontrar la belleza formal en prosa y verso que la lengua española le proporcionaba y que defendió y ejerció constantemente. No le pareció interesante ocuparse de otra cosa. ¿Su vida? Material de su poesía. La unión de estos elementos converge en una noción primordial que defendió y ejerció de múltiples maneras, la noción de que todas las cosas son sagradas. La visión de la sacralidad de la poesía en Owen es primordial porque así establece su relación con ella. Sin esta noción no es fácil concebirla como la conciencia que fue de sí mismo, y de ella como la máxima expresión de lo sagrado: “que eres tú, que no yo, tuya y no mía, / la voz que se desangra por mis llagas”.[34]
Notas
12. ↑
Gilberto Owen, Obras, ed. de Josefina Procopio, pról. de Alí Chumacero, recopil. de textos de Josefina Procopio, Miguel Capistrán, Luis Mario Schneider e Inés Arredondo, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 1979, p. 292.
13. ↑
Gilberto Owen, Primeros versos, Toluca, Cuadernos del Estado de México, 1957, p. 6.
14. ↑
José Emilio Pacheco, “Gilberto Owen: Primeros versos”, Estaciones. Revista Literaria de México, núm.7, año II, otoño de 1957, p. 355.
15. ↑
Alí Chumacero, “Primeros versos de Gilberto Owen”, México en la Cultura, supl. de Novedades, núm. 434, 14 de junio de 1957, p. 2.
16. ↑
José Emilio Pacheco, art. cit., p. 356.
17. ↑
Trad. de Cynthia Ramírez: “Para Gilberto Owen, el tan humano conflicto entre el hombre como ser físico y el hombre como entidad espiritual asumió las proporciones de una gran lucha. Su objetivo en la vida era resolver este conflicto, de manera que pudiera ‘vivir en plenitud’ o ganar la totalidad de la existencia” (Effie Jolene Boldridge, op. cit., p. 2).
18. ↑
José Hilario Ortega, La personalidad poética de Gilberto Owen, tesis doctoral, University of Texas, 1988, p. 42.
19. ↑
Ibid., p. 66.
20. ↑
Tomás Segovia, “Gilberto Owen o el rescate”, Plural, (México, D. F.,), núm. 3, vol. IV, 1º de diciembre de 1974, p. 57.
21. ↑
Luis Alberto Félix Sánchez Sánchez nació en Lima, Perú, el 12 de octubre de 1900 y murió en el mismo lugar el 6 de febrero de 1994. Es uno de los hombres más polifacéticos en la historia de Perú: escritor, periodista, abogado, historiador y político. Tres veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su trayectoria cultural es avalada por una larga lista de títulos publicados (aproximadamente 109). Como político, fue Presidente del Senado, Vicepresidente y Primer Ministro de Perú. Además, fue una de las altas personalidades de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y amigo, si no es que correligionario, de Gilberto Owen (Luis Alberto Sánchez, Nueva historia de la literatura americana, 5ª ed., Buenos Aires, Editorial Guarania, 1950, p. 486).
22. ↑
Luis Alberto Sánchez, op. cit., p. 489.
23. ↑
En conferencia dictada en la Capilla Alfonsina, Miguel Capistrán (2010) afirmó que Owen perteneció más a la revista Ulises que a Contemporáneos.
24. ↑
Luis Alberto Sánchez, op. cit., p. 491.
25. ↑
Alí Chumacero, “Prólogo”, en Gilberto Owen, Poesía y prosa, México, D. F., Imprenta Universitaria, 1953, p. 9.
26. ↑
Carlos Montemayor, Tres contemporáneos: Jorge Cuesta, José Gorostiza, Gilberto Owen, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México-coord. de Humanidades, 1981, p. 131.
27. ↑
Jaime García Terrés, Poesía y alquimia, Los tres mundos de Gilberto Owen, México. D. F., Era, 1980, p. 46.
28. ↑
José Joaquín Blanco, La paja en el ojo: ensayos de crítica, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla (Biblioteca Francisco Javier Clavijero, Serie Mayor), 1980, p.53.
29. ↑
Ibid., p. 59.
30. ↑
Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 232.
31. ↑
Gilberto Owen, Obras, op. cit., p. 226.
32. ↑
Ibid., p. 227.
33. ↑
Dado a conocer en México por Vicente Quirarte, “Gilberto Owen: imágenes de una biografía interior”, Sábado, supl. de Unomásuno (México, D. F.,), 28 de noviembre de 1987, p. 4.
34. ↑
“Día veintidós, Tu nombre, poesía”, vv. 20-21, en Gilberto Owen, Obras, op. cit., p. 84.
El trabajo originario tiene otros dos apartados que aquí omitimos : Biografía y Fuentes. Obviamente si alguien estuviera interesado puede conseguirlos introduciendo el nombre del autor del trabajo (FRANCISCO JAVIER BELTRÁN CABRERA). Si no obstante no pudiera y tiene interés en ello puede ponerse en contacto con nosotros.
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