Curros Enríquez, Manuel
Celanova (Orense). 1851 - La Habana (Cuba). 1908
Periodista y poeta.
Curros Enríquez
Figura clave del renacimiento de la literatura gallega
La obra literaria, muy especialmente en gallego, del ourensano Manuel Curros Enríquez fue una de las piezas fundamentales del renacimiento de la literatura gallega.
A pesar de que trabajó toda su vida como periodista, profesión que llegó a dominar en todas sus facetas, escribiendo miles de artículos en diarios y revistas, su verdadera dimensión intelectual la consiguió como poeta vinculado desde sus primeras obras al resurgimiento de las letras gallegas. Se podría decir que Rosalía de Castro y Eduardo Pondal dieron el gran y necesario impulso inicial a esta lengua, pero con la figura de Manuel Curros Enríquez el gallego llegó a su plenitud expresiva. Hay quien ha considerado a Curros Enríquez, a pesar de la deslumbrante obra de Rosalía, como el primer poeta que brilló en Galicia.
La popularidad de Curros Enríquez fue mucho mayor que la de Rosalía en su época y lo fue por varias razones siendo una de las principales sus trabajos en la prensa, artículos firmados con lo que su nombre adquirió bastante notoriedad y en los que siempre se podía adivinar un canto a la libertad. Esto, al margen de algunas circunstancias de su vida privada que ya veremos más adelante y que le enfrentaron con la jerarquía eclesiástica.
Manuel Curros Enríquez pasó su infancia en Celanova (Ourense), donde nació el 15 de agosto de 1851, pero no estuvo mucho tiempo en la casa paterna pues ya con catorce años le vemos en Ourense y un año después en Madrid, donde fue a vivir a casa de un hermano. En la capital, termina el Bachillerato, comienza sus estudios de Derecho y frecuenta los círculos, donde se dan cita los intelectuales y escritores de entonces, decidido a dedicarse a la literatura, su gran vocación. Pero para mantenerse hay que ganar algo de dinero y comienza a trabajar como escribiente en el Ayuntamiento madrileño.
Madrid vive una época convulsa en aquellos años y se respiran aires revolucionarios y republicanos. La ideología política de Curros Enríquez está en plena formación; sus ideas son cada vez más claras y más firmes. No es de extrañar, pues, que a los diecisiete años tome parte activa en la revolución de 1868 La Gloriosa.
Republicano.
Se sigue ganando la vida escribiendo para varios periódicos y revistas y en 1870 marcha a Londres como exiliado, hecho éste no suficientemente explicado. No tarda en regresar y coincidiendo con la proclamación de la República, quizá para celebrarlo, Curros Enríquez se casa con una joven de Puebla de Sanabria (Zamora), Modesta Luisa Polonia Vázquez.
Durante los años 1875 y 1876 Curros Enríquez trabaja en el diario El Imparcial y por motivos laborales se ve obligado a vivir en el País Vasco pues como corresponsal del periódico cubre la tercera guerra carlista. Lo hace con espléndidas crónicas, pero tiene que interrumpir su trabajo ya que es herido gravemente de bala, no en un hecho de guerra sino en un accidente. Para recuperarse vuelve a su tierra ourensana. 1877 es un año decisivo en la vida de Curros Enríquez. Ese año se convoca en Ourense un certamen poético. Los poetas han de presentar tres composiciones sobre tres temas diferentes: uno costumbrista, otro de tipo popular y un tercero sobre una leyenda tradicional. El poeta ourensano cumple con los requisitos y envía al certamen tres poemas: Unha voda en Einibo, O gueiteiro y A Virxe do Cristal, larga composición esta última de más de mil versos y que desató una gran polémica. A pesar de todo, Curros Enríquez se alza vencedor del certamen y se significa como el gran poeta gallego laico. Aquel año conformó su ideología política que sería de tipo progresista, republicano y librepensador.
Su consagración definitiva como poeta sería tres años después. En 1880 publica seguramente su mejor obra: Aires da miña terra, un poema en el que reveló su gran sensibilidad lírica y que le dio una gran popularidad pero también muchos problemas. Y es que el contenido de algunos poemas de este libro molestó a sectores clericales y muy en especial al obispo de Ourense, que acusó al poeta de blasfemo y lo denunció por "herejías y ataques a la religión". El obispo publica esas opiniones en el Boletín Eclesiástico y ordena que sean leídas por los párrocos durante la Misa, en el ofertorio, en todas las iglesias de su demarcación.
Excomulgado.
El prelado no se contenta con eso y presenta un oficio de denuncia en el Gobierno Civil de Ourense. El oficio pasa al juez de instrucción, que abre el correspondiente sumario. Resumiendo, que el obispo excomulga a Curros Enríquez y el juez le impone un multa de 250 pesetas (considerable cantidad para la época) y le condena a dos años, cuatro meses y un día de prisión. La prensa defiende al poeta y se da un hecho desconocido hasta entonces en Galicia: en quince días se agota la edición del libro. La pena es recurrida y la Audiencia de A Coruña, al ver la causa de apelación, no sólo no confirma la pena sino que absolvió libremente al poeta. Curros respondió a los ataques de la Iglesia publicando una segunda edición, corregida y aumentada, al año siguiente.
Este episodio le hace perder su empleo en Ourense y Curros Enríquez vuelve a Madrid para ingresar en el periódico republicano El Porvenir. Alternando su trabajo periodístico con la poesía, en 1888 publica otra de sus polémicas obras, O divino sainete, un ambicioso poema en tercetos dividido en ocho cantos en el que, parodiando a La divina comedia, de Dante, satiriza la peregrinación española a Roma con ocasión del jubileo de León XIII y ataca, como en él era habitual, la corrupción religiosa.
Como no todo va a ser sinsabores y problemas, en 1893 el Centro Gallego de Madrid le corona como poeta, aunque sólo en presencia de un grupo de amigos.
Al año siguiente, Curros Enríquez decide emigrar a América. Concretamente a La Habana, donde es acogido con entusiasmo por sus paisanos (aunque luego ese entusiasmo amainó bastante) y reanuda su trabajo como periodista.
En 1904, Curros Enríquez hace un viaje relámpago a Galicia y en A Coruña se le rinde un homenaje donde es coronado públicamente. Regresa a La Habana donde muere el 7 de marzo de 1908. Tras su muerte, sus restos fueron traídos a Galicia, donde recibió diversos homenajes y reposan en el Panteón de Galegos Ilustres en Santiago, junto a Rosalía y Castelao.
Adepto incondicional del anticlericalismo gallego de nacimiento y de corazón, Curros Enríquez hizo cuanto pudo para el renacimiento de la lengua gallega, a la que dedicó sus mejores obras. Por eso fue tan popular y tan llorada su muerte.
A Andrés Muruais, muerto
Cesado había el cántico sonoro
que fue a la Patria nuncio de rescate,
y a la voz del profeta, a la del vate,
siguió en las tribus silencioso lloro.
Resto inmortal del apolíneo coro,
sobre las frentes que el dolor abate,
himno terrible entona de combate
la férrea lira de las cuerdas de oro.
No enmudeció; calló. ¡Gloria al que brega
con ánimo valiente y diestra brava,
y antes muere en la lucha que se entrega!
¡Oh, tierra de mis padres, tierra esclava,
tu redención es huésped que no llega,
sol esperado en noche que no acaba!
Adelante, amigo mío y cuando quieras.
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