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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 26 Oct 2018, 08:31




    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    3

    CANCIONERO SENTIMENTAL

    V

    CANCIONES EN EL JARDÍN

    A

    Como una aparición, surgiste
    en medio de la luz, ligera
    y diáfana, bellísima,
    entre las rosas y azucenas.
    Quise hablarte, y el diablo,
    celoso, me anudó la lengua.
    Para exorcizarlo, hoy
    escribo este poema.

    B

    Rotunda,
    - - - - - - sólida,
    - - - - - - - - - - blanquísima,
    con la blancura impostergable
    del lino muy lavado,
    la roja mata de cabello ardiendo
    igual que una fúlgida lengua pentecostal,
    con una tenue camisa de seda
    que ambas tetas espléndidas encomian,
    entró, y tras ella un denso y fresco olor
    a jabón blando y agua de colonia…


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 27 Oct 2018, 00:59

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco
    (Elegías)


    TERCERA ELEGÍA

    Por aquí pasé, entre los millones, una noche
    de polvo y muchedumbre, cuando el tráfico
    se amontona. Como victorias, los periódicos
    voceaban en las esquinas los desastres nacionales.
    La ciudad burdelesca y sus millones de tímidos
    habitantes defraudados. La hora de encender
    los aparatos y los puestos callejeros de comida.
    Trepar en automóviles y camiones hacia otras partes.

    Entre el polvo y la basura, el crepúsculo
    ironizaba con sus colores de camerino de ópera;
    hasta la hojalata pisoteada y los mendigos
    se bruñían, por instantes decoraban sus contornos:
    violáceos, púrpuras, dorados, en muslos de pantalones
    ajustados; en rancios gestos de rostros introvertidos.
    Anuncios eléctricos, semáforos, señales: la mierda
    babélica chisporroteaba como el fusible que prende

    la Gran Descompostura en cadena: "¡CÁRCEL! ¡BALACERA!
    ¡HAMBRE! ¡CRIMEN PASIONAL! ¡CRISIS! ¡CARESTÍA!
    ¡EXTRA!". Nada parecía descomponerse. Siluetas con ropa
    de primera. Ágiles y mugrosos albañiles con la risa
    entre los dientes. Los millones como si nada: oficinistas
    melancólicos en los camiones: perfiles sobre ventanillas.
    Tosí: muchos cigarros. ¿Regresar a la casa como un trasto?
    Cines, bares. La calle resonaba en sus relinchos.

    En alguna caseta rota marqué un número de teléfono.
    Un asunto. Un amigo. Tapando la otra oreja
    con la mano derecha, traté de escuchar entre los motores.
    Se me iba el día: eso recuerdo: se escapaba entre
    la vociferante confusión de los cruceros. Sobre los edificios,
    anuncios de turismo en playas. Y en la banqueta, al margen,
    yo pensaba que carajo, carajo, y no atinaba
    a precisar qué diablos con la tarde, con la vida.

    Eché a caminar como convulso, como todos,
    por el lado de la Roma, un tramo de Insurgentes;
    nada tenía contra nadie, me molestaba el saco.
    A veces uno se siente una cosa embodegada.
    Ceñido por la ciudad como por manta arpillera.
    ¿Y quién carajos te crees? ¿Un ave del paraíso?
    No hay nada ya qué hacer. La hora de salida.
    Sobre tu cuerpo el sueño como la funda en una máquina.



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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 27 Oct 2018, 01:01

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco
    (Elegías)



    CUARTA ELEGÍA

    "Qu'ils n'aillent point dire... s'y plaissant dire: tristesse... s'y logeant. Comme aux ruelles de l'amour."
    SAINT-JOHN PERSE



    El deambular cansado y ácido de los desabridos,
    los perezosos que fatigan los suburbios mustios
    de la acedía. Se chupan los dientes, escupen;
    con qué cara de interminable rencor, de frío desapego
    hacen la vida a un lado como cualquier pinche cosa.

    Desde sus ojos impertubados, casi aristócratas,
    desprecian a los que porfían: —Imbéciles.
    El mundo es una mierda, ¿no te lo dije? ¡Mierda!
    No vale tus esfuerzos ni tus fracasos ni nada.
    Que por donde saben,
    los cursis se metan sus ideales.

    Igual con el país y la ciudad, con el arte; lo que sea:
    —Mira el periódico de hoy, te lo venía diciendo:
    ¿De veras, inocente, te crees esas tonterías del progreso, je?
    ¿Del amor, je? ¿La revolución, je? ¿La patria, je? ¿De veras?
    ¡Qué más da! ¡Qué importa! Dan lo mismo esto y aquello.

    Los desabridos echan su maldición sobre todo lo que miran,
    hasta parecen volverlos sabios el Asco y la Arrogancia;
    poderosos, incluso proféticos —a ellos, los dolorosos,
    que ¡cómo desearían (si tuvieran deseos) confirmar sus gargajos
    y lucirlos como adornando el desastre: —¡Te lo dije!

    En su tedio, en su hastío, en su dolor sin mañana,
    en su suburbio opaco de mezquindad flagrante,
    los desabridos se van secando con sus sonrisas secas,
    con su cinismo cínico, con su indolencia indolente
    y la soledad toda aceda de vivir todos pardos.

    Para mejor comprarlo, la corrupción primero entristece
    al hombre. Y si ¡al carajo con uno! ¡al carajo con los otros!,
    por cinco centavos y hasta chiflando un mambo,
    sin pena se colabora en chingar a todo mundo:
    —¡Vale madre, que se jodan, como la pinche tristeza!

    Contra la tristeza, las múltiples semillas del tiempo,
    las ambiciones de ir siendo lo que aún no se ha sido,
    de ocupar los espacios que nos llaman a gritos;
    los paraísos del cuerpo, las reverberaciones del sueño;
    el afán de ir haciendo los mundos que todavía no han sido hechos,

    cuya música presentimos en el silencio ritual de la sangre:
    la vida, esa sirena que nos pierde en sus entusiasmos,
    que nos enloquece para volvermos —al fin— nosotros mismos.




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 27 Oct 2018, 01:03

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco
    (Elegías)



    QUINTA ELEGÍA

    "Para ponerme triste me huelo debajo de los brazos".
    VIRGILIO PIÑERA


    Vidriosa pupila sin crepúsculo:
    cielo como oscuridad de un cuarto,
    toda la naturaleza es un ropero
    y un asesinado el pellejo del mar:
    No busques tu paisaje, amigo,
    jamás volverás a ser tú mismo.

    Quedarse atrás, en otra noche:
    los ojos luminosos del amado
    eran todo el espejo de este mundo;
    tanta naturaleza en una camisa:
    uno es mundo poco a poco y a su modo,
    y de repente ya no: ya pasó todo.

    Una gran desolación en la avenida;
    el dinero, en fin, tan reluciente;
    hay tanto milagro en una bella cabeza;
    uno compra sus horas y las traga:
    en un chamaco una mueca de espanto:
    ya te acostumbrarás, amigo, no es para tanto.

    Lejos de tus sueños, ya perdido,
    nada más por ahí: a ver qué pasa:
    ni mucho ni poco, sólo el tiempo;
    la vida masca su lengua de trapo:
    Las horas del alcohol son una maravilla;
    con unas copas, hasta la luna brilla.

    Digamos que las costillas en el traje
    y las tripas donde baila la corbata,
    y la bragueta, en fin, lírica cosa,
    y los tristones zapatos relucientes:
    Oscurece el cielo sin ruido,
    sin ángeles, sin amigo.

    Tanto delirio descuidado,
    tanto apetito que perdió su objeto;
    las ganas de soñar —alguien bosteza—,
    tanto mosquito clarinetea en el alma:
    Uno se va muriendo un poco cada día
    ¡pero hay días en que la tristeza se saca la lotería!

    Pongámonos motu proprio la mordaza
    que nos hace hablar tan razonablemente,
    y pidámosle a la Vida lo que brinda,
    y por favor, y a crédito, y si no es molestia:
    espumoso vinagre entre los besos:
    labios que fueron labios que fueron besos.

    Érase un hombrecillo de entrañas de furia
    y brazos como aéreos animales;
    y cuando pasaba cualquier cosa, sonreía,
    y entonces los árboles se ponían más verdes:
    Para qué tocar puertas que (ya sabemos),
    aunque se nos abran, no las merecemos.

    Hay un lado muerto, un costado acedo,
    una cobardía en la sangre;
    un rencor de haber soñado tanto
    y con tanto vigor, y ya no querer soñar nada:
    Sueños hay desorbitados
    y ciudadanos con sueños como gatos encerrados.

    Pero también se baila y se ríe,
    se coge y se poetiza;
    qué bonita mañana, ¿ya la viste?,
    y se anuda la corbata con mucho arte:
    Con fina caligrafía uno se alisa los pelos
    y vuela en el espejo cual ángel por los cielos.

    Los deseos sobre los árboles,
    casi nubes, tan esbeltos
    y sonrientes, con tal frescura:
    Ah, fantasmas recién nacidos:
    Exhausto cansancio de no hacer nada
    que dizque se esparce con alguna humorada.

    Hay un hielo tibio, un fuego en salsa,
    hay un cuerpo en tedio,
    hay almas mosqueadas,
    hay platos con sobras:
    Las piernas son dos tripas con zapatos
    y el corazón un sapo de malos ratos.

    Pongámosle al homúnculo un traje de moda,
    una loción discreta, un reloj de cuarzo;
    démosle cuerda los viernes por la noche
    con celo de homúnculo que se siente una fiera:
    El corazón tiene vuelcos de telegrama,
    ¡que tanto mundo quepa en un rato de cama!

    ¡Que se grite, carajo, que se grite!
    Toda la carne al asador; toda la sangre;
    toda la vida al instante, toda la vida,
    y toda la risa al repetir estas cosas:
    A veces le entra a uno tanto miedo
    de cualquier sombra que se mueva quedo.

    Y como trago amargo, la garganta asqueada
    va pasando su rasposo calendario;
    el paisaje transcurrido fue ilusorio
    y ponerse trágico a estas alturas... qué flojera:
    No busques tu paisaje, amigo:
    jamás volverás a ser tu mismo.

    Tienes la risa fácil
    de quien ríe sin ganas;
    bueno, algunas sí,
    y la experiencia ayuda:
    toda la naturaleza en un ropero,
    ¿por qué no colgarse a descansar un año entero?

    Vidriosa pupila sin crepúsculo,
    una mirada amarillenta,
    un amarillo como de media mañana:
    Es un bonito color: algo es algo...
    Y una gran desolación en la avenida
    y en los versos que cruzan por la vida
    casi sin luz, casi sin herida.






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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 27 Oct 2018, 01:05

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco
    (Elegías)



    SEXTA ELEGÍA

    I. MEDUSA
    Quizás sin luna brava no hay fulgor
    en tus cabellos, Medusa,
    de reacia sonrisa adolescente;

    adviene la algarabía de tus bestias
    entre los colmillos del deseo
    exultante, como al borde del abismo.

    Ah, putilla de ojos zarcos:
    asaltas a los niños en mitad del sueño
    y casi sin despertar
    —los tiernos ojos enarenados—
    los arrojas a la escuela, con mordeduras
    de serpiente tras los párpados.

    Es tu fulgor, Medusa,
    el otro lado del sueño.

    II. QUIMERAS
    Atrapados en tus cabellos
    los agrios ojos de los vivos
    —rojos, rápidos, instantáneos—
    rebosan de mirada;
    por fin se desangran, vieja noche
    de laberintos sin salida:

    el oscuro instante
    en que reverberan
    mil salidas sin salida.

    Hundida en sí misma
    como un trago viscoso, fermentado,
    la ciudad florece,
    víscera calcárea,
    bruja vieja cabalgada por quimeras;
    aullada y magullada
    y marchita por quimeras.

    (La vida prosigue estúpida y fresca.)

    III. AL MÁSTIL
    Jadeaba roncamente
    a la orilla de su almohada;
    en sus labios, espuma
    y rebaba de ahogado;

    las sirenas chillaron esa noche:
    "¡Ya cálmense!", les gritó,
    y navegó como dueño de sus sueños.
    Brisas de yodo y sal
    en la saliva.

    IV. CRISTAL DEL SUEÑO
    Afiebrada y delirante sobre el mostrador
    la ciudad babea
    entre náuseas de cerveza;

    abismada de sí, flor ácida,
    concéntrica llaga desangrada.

    El olvido, remedio cuchillero
    raspa con sueños de hielo
    los agrios ojos de los vivos.

    Instantes como vahídos,
    rojas ráfagas en el cristal del sueño.

    Ojos húmedos:
    surtidores de luz,
    líquidos de visiones.

    V. ENDIMIÓN
    Medusa: tu aliento fermentado
    sobre el cristal del sueño
    dibuja la luna brava,
    y reposa sobre Endimión
    como las promesas del mundo
    sobre un adolescente tímido.

    Desvelada ciudad:
    me duelen tus mordeduras
    de serpiente
    tras los párpados.




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    Mensaje por cecilia gargantini Sáb 27 Oct 2018, 13:48

    Excelentes Serrano y Blanco!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Gracias amigos por traerlos.
    Besosssssssssss para ambos
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:21

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    3

    CANCIONERO SENTIMENTAL

    VII

    BEAUTY AND THE BEAST

    Le comenté a la hermosa
    mi afición a las letras.
    Preguntó con sincera,
    seductora curiosidad:
    ¿Qué se siente pertenecer
    a una especie en extinción?


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:31

    MÉXICO

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    3

    CANCIONERO SENTIMENTAL


    VIII

    CANCIÓN DE ZIRAHUÉN

    Digo tu nombre y una nube
    de flores amarillas
    se esparce en la mañana,
    un remolino de presentimientos
    como un río de muchos brazos
    que al ceñirte te enciende
    con el sol de mi aliento,
    alta espiga en la cima
    de una colina al alba.

    Me convierto en un pájaro negro,
    vuelo hasta tu corola más alta,
    tu voz se enreda en la hierba,
    dulce flor de maguey,
    acaricio tu nombre:
    letra a letra palpita
    como una paloma blanca
    en la punta de un pino teocote.
    Cantas durante tres días.

    Cáliz color de sol,
    abierta flor amanecida,
    bajo el cielo sin sombra
    eres en el azul de la laguna
    una fragancia que la luz dibuja,
    un racimo de ascuas
    en el aire sin trabas:
    paisaje de mi amor.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:34

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    3

    CANCIONERO SENTIMENTAL

    IX

    MANDALA

    Con mi nombre de tierra
    Invado tu cuerpo de agua

    Con mi frente de aire
    Avivo tu vientre de fuego

    Con mi lengua de lumbre
    Esculpo tus pechos de viento

    Con mis manos de lluvia
    Empapo tu rostro de arcilla

    Con tus hombros de brisa
    Orientas mis labios de río

    Con tus ojos de brasa
    Esparces mis versos de arena

    Con tu aliento de nube
    Imantas mi pecho de lava

    Con tus sueños de humo
    Disuelves mi sexo de lodo

    Etcétera.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:42

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    4

    CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN

    I

    AGUAFUERTE

    En Hiroshima,
    - - - - - - - - - el Director
    del Museo del Holocausto
    cortés aunque distante me saluda
    —no al modo japonés
    sino tendiéndome la mano:
    un oscuro muñón deforme
    cuyo contacto sin duda
    es —él lo sabe— un fiel recordatorio
    del bombardeo.

    El director es una especie de clown trágico.
    Sobreviviente de la infamia,
    me relata su historia
    (que habrá contado muchas veces):
    él era un niño;
    - - - - - - - - - esa mañana,
    camino de la escuela,
    un resplandor naranja,
    un flamazo expansivo y colérico,
    inclemente avasalló a su ciudad.
    Una onda de calor intensísimo
    lo proyectó a muchos metros de donde estaba,
    perdió el conocimiento.
    Las quemaduras que sufrió lo tuvieron
    durante muchos meses al borde de la muerte.
    No volvió a saber de su familia.
    Finalmente se recuperó.
    Hoy es un espejo viviente de aquel horror.

    Yo balbuceo vagas fórmulas encomiando la paz,
    repito que nunca, nunca más debe volver la guerra.
    El Director me acompaña a la puerta,
    insiste en estrecharme la mano.
    Me da la impresión de que no oye,
    de que como un autómata repite una cinta
    sin importar lo que diga su interlocutor.

    En la Plaza de la Paz las palomas
    picotean el pan que los turistas
    numerosos y tristes les arrojan.
    Como en ninguna parte son un símbolo, pienso.
    Miro hacia arriba:
    - - - - - - - - - en el cielo clarísimo
    de la ciudad martirizada,
    poderosos, distantes,
    en ominosos círculos
    —oscuro,
    - - - - - - - - - aciago emblema—,
    por encima de nuestras cabezas
    vuelan
    - - - - - halcones…


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:47

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    4

    CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN

    II

    MARINA

    Estás de pie ante al mar.
    Frente a ti cabrillea
    el Caribe cerúleo.
    serenísima la dilatada extensión.

    De pronto
    - - - - - - salta una ola:
    crespa transparencia turquesa,
    melena suelta, resbalante
    cuerpo del agua y de la sal volátil
    esculpido en la espuma
    - - - - - - - - - - - - - - que el peñasco
    reproduce bajo tus pies.

    Riscos: olas petrificadas.
    Piedra y espuma: dos momentos
    a distinta velocidad plasmados
    de una misma pasión.

    Dices:
    - - - - Aquí
    pactan lo fugaz y lo perdurable.
    Como ellos somos
    fundación y vacío;
    como ellos, un hecho provisional,
    un lance sólo…


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:54

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    5

    TRES CANTATAS

    I

    ELEGÍA ROMANA

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - "Cadáver son las que ostentó murallas"
    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -- - - - - - - - - - Quevedo.

    En Roma las muchachas llevan rosas
    y yedras enredadas en el pelo:
    jovencitas de talles opulentos
    y arduos ojos de gato: rostros clásicos
    resplandecientes en la primavera;
    domesticadas ménades urbanas

    de melenas flotantes, largos cuellos,
    carnosos labios que empurpura el lipstick,
    humedecidas flores del deseo,
    sobre el asfalto aúllan cabalgando
    leones, fieros leopardos no:
    raudas, atronadoras motonetas.

    Hay semillas dispersas en el aire,
    torbellinos de polvo, fugitivos
    soles minúsculos en rotación;
    el viento anima espectros de basura,
    ¿Podrá salvarte acaso el beneficio
    de tanta perfección acumulada?
    tu divisa: anarquía y esplendor.
    Sí, hablo de la ardua Roma y del instante
    de su desolación, cuando ni en ella
    misma será posible hallarla, hundida
    en el ocaso de la noche última,
    vejada por la sombra que anticipa
    el estertor del fin, inmunda, crasa
    como una mancha de sangre en el mantel
    luego del desenfreno de la fiesta,
    cuando nada ni nadie ya podrá
    recordar, resguardar tanto tesoro
    porque habrá izado el tiempo su tributo
    y el dardo del silencio haya tornado
    a la noche perfecta de su aljaba;
    cuando la sacra, altiva, sempiterna
    Roma augusta de púrpura y de oro,
    arca de los caminos, par del sol,
    hermana deslumbrante de la luna,
    privilegio de las constelaciones,
    fuente, regazo, faro, medio, fin,
    se arrodille humillada entre sus ruinas
    y rota, inerme, vil, se precipite
    convulsionada bajo un sol agónico
    en el adverso sueño del olvido;
    cuando todo, las plazas, los jardines,
    los altos muros de color durazno,
    las villas junto al Tíber, los palacios
    con sus techos de teja, las ventanas,
    los balcones, los pinos, las terrazas,
    las bóvedas y foros y las fuentes,
    las colinas cubiertas de cipreses,
    los conventos y casas eclesiales,
    los templos, las columnas, las estatuas,
    las basílicas regias, todo, gire
    engullido por una furia fija,
    por una voraz, oscuro remolino
    hecho de nada y revulsión y caos,
    y sin remedio se hunda, sin resguardo,
    bajo barrancos de agua corrosiva,
    como el buque al que hiere la tormenta
    que en el fragor hirviente del naufragio
    cabecea entre las olas, desgarrado,
    y resplandece en un atroz instante
    último antes de desaparecer;

    cuando Roma, la indómita, la altiva
    Ciudad Eterna no sea más, cuando
    la grandeza del tiempo que fue suyo
    se haya vuelto un harapo y se retraiga
    encogiéndose, como una hoja en llamas,
    como un montón enjuto de cenizas,
    de polvo dispersado, de humo, nada,
    y ya no existas, Roma, tú ni yo
    ni qué ni cuál ni quién para cantarte.

    En Roma las muchachas llevan rosas
    y yedras enredadas en el pelo…

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - (A Marisa Abate, en el Jubileo)




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 27 Oct 2018, 15:55

    Te doy las gracias Cecilia, portu pasopor este espacio. Es un gesto muy importante para  nosotros.

    Besos.

    ( El tabulador del teclado hace tiempo que no va bien, y me juega malas pasadas:

    - "portu" en lugar de por tu
    - "pasopor" en lugar de paso por...

    Gracias igualmente.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 28 Oct 2018, 01:40

    También te doy las gracias, mi querida Ceci, es bueno y reconforta sentirse acompañados.
    Walter, a ti también te las doy, damos y sobre esto que dices o piensas: Una vez me preguntó un periodista "por qué casi no se lee poesía" y sigo sosteniendo mi respuesta la gente, cansada de su cotidiano andar, llega a su casa sin ganas de pensar ni profundizar, entonces toma una lectura limpia (sin metáforas ni figuras), como ser un cuento o una novela y se entretiene sin esforzar su cabeza.
    En fin, es mi pensamiento, abrazos

     Comparto tu pensamiento.
    Lo dicho, amigos, muchas gracias.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 28 Oct 2018, 01:44

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco (1951)
    (Elegías)


    SÉPTIMA ELEGÍA

    1
    No sonó el amor en tus oídos con llamada natural;
    fue con remordimientos,
    como si lo usurparas;
    fue con una ansiedad patética.

    Amaste como huyendo del desastre y del hastío,
    como arrancándole una playa
    al caos, a la desdicha.

    Fue inquieto tu amor.
    Tímido y asombrado en tus noches.

    Como criminal velabas
    la desesperación de tu deseo:
    botín inseguro, confusión, equívoco:
    apenas un esbozo
    que ya estaba extinguiéndose.

    Algo de crimen sentías en tu amor,
    de asalto a un paraíso que no te estaba destinado;

    como en un sarcasmo del sueño,
    el amor te transformaba en un hombre lúcido y rotundo
    que no podías ser tú;
    te desconocías con humillación y vergüenza,
    te sobrellevabas torpemente.

    En espejos de delirios,
    extraviado de ti,
    fuiste preso de tu alta floración, de tu deseo.

    2
    Quien se interna en la ciudad encuentra los nervios grises;
    la gente gris se refugia en destinos débiles, pardos;

    la felicidad es una blasfemia
    y el amor resplandeciente,
    más que vida es destrucción: castigo.

    Son como hermosos guerreros quienes exigen locura a los cuerpos,
    se dan al amor como darse a la guerra,
    y han de perecer o sobrevivir por el mundo
    como lisiados de guerra.

    Quien le arranca amor a la vida no podrá consolarse jamás;
    nada nunca volverá a ser la vida;
    y cuando el tiempo reste convicción a su deseo
    y poco en sí mismo quede que desear,
    andará por las calles como un fantasma patético
    de batallas olvidadas y acaso falsas.

    Ciego para la realidad, anda con los ojos rotos:
    Hubo ángeles que lucharon con la luz
    y resistieron; ángeles que se desangran ahora
    con astillas de luz bajo los párpados.

    3
    En sus ojos asombrados florecía la desdicha
    como un equivocado paraíso;

    en el destello de sus ojos supondríase la trama
    de un sueño claro y abundante;

    a la orilla de la avenida, pero más allá,
    por encima del mundo desengañado,
    era un sobresalto, un lirio frutal
    entre la fermentación de las aguas estancadas.

    No quiero verlo abatirse.
    Que no rebulla su corazón rebelde.
    Que su rostro nostálgico no se convulsione.
    Que no se derrumbe.
    Que no quiera, en vano, atragantar su hosco lamento
    que al fin desgarra y vomita.

    Que no se fije en un perfil solitario, en una caída banal,
    en un derrotado más del amontonadero.

    En ti, muchacho, reverbera la noche eléctrica de la
    avenida.
    Levántate, satura afanosamente tus pulmones
    de aire ennegrecido;
    echa a andar,
    piérdete sobre las claras bardas de la luna
    donde tu sombra estirada y angulosa
    borronea figuras quebrantadas,
    siluetas instantáneas de agrio neón,
    desportilladas cenizas de salitre.

    Bajo la luna, en las bardas se alzan y abaten
    las gesticulaciones espasmódicas
    de los sueños de los hombres.

    Chirria, nocturna, estéril
    la brisa seca de la ciudad,
    entre tanto deseo florecido,
    labios difíciles de desengañar.




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 28 Oct 2018, 01:45

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco (1951)
    (Elegías)



    OCTAVA ELEGÍA

    1.- EL SOLITARIO
    Rojo animal, el solitario crepita
    entre calles de cristal;
    calles turbias de ciudades irreales.

    Como un sueño sobresaltado
    es su vigilia
    (que nadie sueña).

    ¿Me sigo soñando yo
    —se pregunta—
    en mitad de este delirio
    nebuloso?

    Grises ráfagas de diesel
    en las esquinas;
    zombis bajo paraguas
    cruzan.

    (Quién fuera también rojo de raíz,
    rojo de víscera,
    rojo lleno de sí mismo,
    rojo de vida sólida y enarbolada.)

    Roja cola de fuego
    —incendio equívoco—
    entre reflejos de plomo.

    2. EL POZO
    A golpes de silencio sombrío barre la noche las esquinas.
    Un viento sin voces. Un viento sin pasos.
    Rumores de ceniza sobre el polvo.
    Ecos de luna helada en los cristales.

    Entonces un grito para romper el pozo.
    Un regurgitar de gritos en el pozo.
    Gritos que no salen, mandíbulas trabadas.
    El espanto, el delirio atenazan la garganta.

    No me sigan soñando.

    Desde este lado del cristal espío.

    AMANECER
    Los pies dolorosos, los brazos torturados,
    los ojos desollados, espuma de salmuera;
    como peces lentísimos e impedidos,
    atrapados en el amanecer como en un acuario;
    nos ven indiferentes perdurar las estrellas lívidas,
    nos ven bregar las casas, las tiendas y los coches;
    al apagarse nos guiñan, burlescos, los neones del cabaret;
    ¡qué importamos!
    Simplemente
    la noche se desagua al amanecer:
    y ahí vamos
    —¡aguas!—,
    sonámbulos lívidos,
    sus desechos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 28 Oct 2018, 01:49

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco (1951)
    (Elegías)



    NOVENA ELEGÍA

    1
    Ciudad de México:
    despanzurrado animal interminable,
    vísceras de yeso,
    colmillos de azotea,
    garras eléctricas en tus avenidas,
    guiños de sueños comerciales,
    y en tus lodos como intestinos:
    sueños de agua.

    Fuiste agua, ciudad agua.
    Sueños de agua en tus ojos celestiales.
    Verde cielo rajado en tus tormentas.
    "Agua sobre agua", hexagrama del fin:
    tus ríos enterrados y entubados regresan,
    violentos cauces espectrales.

    Tus negras avenidas inundadas otra vez.
    Desde abajo: lodo negro y borboteante,
    drenajes como fuentes,
    zahurdas surtidoras, atarjeas.

    Azolvada agua de mierda,
    cuando el cielo plomizo
    azota sobre avenidas taponadas de automóviles
    los negros aguaceros de julio.

    2
    Es un animal lastimoso la avenida
    flotando el lomo contra el indigente o el solitario
    irreales
    congelados en el frío de la madrugada de una esquina,
    lamiendo con lengua ácida
    el perfil de un carro de basura.

    Si alguien adoptara a la avenida,
    si pudiera la avenida ir gruñendo a la gente,
    gruñendo la avenida oronda
    pero mueve que mueve la cola para el amo,
    como la jauría astrosa y prepotente
    que acompaña a cada barrendero y su carrito.

    La avenida no camina:
    se queda donde está,
    prostituyéndose con desgana
    según la tarifa que establezcan
    sus patrulleros.

    3
    Ciudad de México:
    tus calles a tus calles les responden:
    —"Ya nada tiene sentido",
    laberintos de yeso como escenografías amontonadas
    de una carpa que ya quebró;

    tus ventanas a tus ventanas les responden:
    —"No me vengan con ésas";
    la muchedumbre se encharca
    y por estos fangos vecinales huele mal.

    Tus tiendas a tus tiendas les responden:
    —"¡Por aquí a veces pasa cada culo!",
    y todos los gatos con nostalgia escondidos
    entre antenas, tinacos y tanques de gas,
    aúllan.

    4
    Lo que parece neblina biliosa es apenas
    el podrido aliento de tantos deseos ocultos
    que vienen humeando
    —gasas amarillas, verdosas—,
    por el culo, las orejas, la verga, la vagina, la nariz,
    los honorables ciudadanos de carotas fastidiadas,
    tan honorables.

    ¡Si se vieran! ¡Si se vieran!
    Si voltearan tan solo a ver sus huellas
    —gasas amarillas, biliosas— en el aire,
    peor que escape de camiones viejos;

    si vieran a los perros,
    a los cerdos, a los gatitos compasivos,
    cómo lamen sus manchones,
    manchones de sueños chorreados antes de empezar,
    flemazos laterales
    tosidos o escupidos nomás porque sí
    sobre quien sea,
    nomás por chingar;

    huellas de vida pantanosa, borroneada;
    rencorosas antorchas lamentables,
    humeando fuegos falsos,
    cendales de tintorería.

    5
    En mitad de una larga cola
    de ajados rostros impacientes,
    casi fastidiados,
    en la parada del camión,
    ¡quién sabe qué dorados sueños de abeja
    sonríen en los ojos pequeñitos
    de ese muchacho flaco y despeinado!

    6
    Ciudad matinal de los domingos,
    cloroformizada y mojigata,
    o más bien, muerta, embalsamada y exhibida,
    con todos los maquillajes
    del alto sol del domingo y sus jardines
    sobre la plancha —el aparador—
    de la agencia funeraria:
    —"Se inhuman buenos deseos".
    —"Se embalsaman buenas costumbres"...

    Ciudad matinal: llamada a misa,
    comercial de mermeladas,
    te sabes bien la misma puta nocturna de los viernes,
    pero ahora travestida con tobilleritas,
    pero ahora con infantiles rizos y faldita blanca,
    pero ahora saltando la cuerda
    que mueven para ti,
    conmovidísimos, edificantes,
    los monaguillos de tu primera comunión.

    7
    Ciudad de México: entonces vi
    tus chiclosos ojos de patrullero,
    me vi en tus ojos duros y agudos de juez
    o policía en la madrugada.

    Ciudad apañón, Ciudad razzia, Ciudad Ministerio Público.

    Me vi irreal e irredimible
    dentro de tus ojos turbios.
    Todo en mí era horror y caos
    ante tus ojos semipodridos de reglamento:
    ¿qué te podría decir?
    ¿Cómo empezar? ¿Cómo replicarle al Gran Poder?

    Ciudad Apañón, Ciudad Razzia, Ciudad Ministerio Público.

    Aquí sólo se dice,
    pero se dice a todas horas,
    pero se dice en todas partes
    —"¡Aguas con la tira!"...

    Frente a tus jueces y policías
    toda persona es un error
    y todo acto un delito.
    ¿Cómo disculparse de vivir aquí?

    Veo a unos adolescentes borrachísimos
    discutiendo con los patrulleros:
    balbucen disculpas y sobornos;
    se quedan con la cartera y el alma saqueados
    en mitad del eje vial,
    pero como violados y aliviados
    de que se les perdonara la vida por un cien mil;

    el mundo irreal en torno
    escuchó sus gritos de ultraje, cólera, alivio...

    8
    Caminante de la Ciudad de México:
    A pesar de todo, tenazmente, persistes.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 28 Oct 2018, 02:05

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    5

    TRES CANTATAS

    II

    FERVOR DE PALLENQUE

    En Palenque, necrópolis gloriosa,
    Donde los dioses cíclicos velaban,
    Los viejos sabios mayas afirmaban
    que se abrían las fauces de la fosa

    Universal. Constelaciones, granos
    De maíz, la gran ceiba, el sol, la lenta
    Derivación del cielo, daban cuenta
    De la magia de ser seres humanos:

    Lúcidos y mortales. Consignaron
    Ese saber en lápidas y templos,
    Rubricando con vívidos ejemplos
    De estuco y piedra al tiempo, que adoraron.

    En Palenque los más aptos artífices
    Se iniciaban; maestros, conocieron
    Los astros y los números, se irguieron
    Con el sacro poder de sus pontífices,

    Que eran también guerreros, militares
    Ávidos de cautivos, que en la guerra
    Buscaron el sustento de la tierra
    Con sangre de serpientes y jaguares,

    Y llamaron a Dios con muchos nombres.
    (Y a la Diosa también; se sabe ahora
    Que gobernó en Palenque una creadora
    Ginecocracia un tiempo)… Aquí los hombres,

    Las mujeres, llevaron el amor
    A la extrema exigencia de la búsqueda.
    Piedra hecha epifanía de luz, queda
    En las ruinas, secreto, su fervor.

    Al final de cada año, en el solsticio,
    Se hunde el sol en los reinos subterráneos;
    Por eso, grifos figurando cráneos
    Nombran a este lugar: porque es el quicio

    Del inframundo. No era un tiempo adverso
    Sin embargo, si el maya revivía,
    Hechizado por la cosmología,
    El principio que engendra al universo.

    El rey se laceraba en el santuario
    Para exaltar la vida universal.
    Un precepto dinástico y ritual
    Que repetía el mito originario.

    En relieves, pinturas, monumentos
    Figuraron los éxtasis reales:
    Sangrientas prácticas penitenciales
    Glorificadas como sacramentos.

    Con la nobleza cruel de las pasiones,
    El ardor de la vida renovada,
    La sangre de los dioses derramada,
    Forjaron sus fantásticas visiones.

    En los ocasos aun puede sentirse
    Gravitar el misterio, la inmanencia
    Resplandeciente de una inteligencia
    Que comprendió que todo estriba en irse

    —Pero no a cualquier sitio: de sí mismo.
    El sabio aliaba, con pasión creciente,
    La ubicua eternidad, perennemente,
    Con la fascinación por el abismo.

    (Porque sabe que va a morir, un hombre
    No tiene tiempo de aferrarse a nada,
    Porque sabe que va a morirse, nada
    Deja que se le escape ni lo asombre.)

    Al lanzar la pelota entre los aros
    De los crepúsculos durante el juego
    Sacrificial para encender el fuego,
    Vieron los mayas en el cielo claros

    Sucesos de perfil premonitorio.
    Templaron el espíritu tallando
    La quebradiza piedra, escudriñando
    El estrellado cielo giratorio.

    Poseyeron un extraordinario
    Sentido del espacio: suspendieron
    Puentes de una estrella a otra, midieron
    El infinito con su calendario.

    Atestiguaron un proceso eterno:
    Vuelve el dios del maíz, vuelven la luna
    Y el sol bravo a morir, y es que ninguna
    Cosa hay que escape al túmulo materno.

    “Muere antes de morir”, fue su legado.
    “Hazte como los seres de la tumba.”
    En torno a ti se arremolina y zumba
    El clamor de los muertos soterrado.

    Por el prodigio de la arquitectura
    He aquí que un pueblo de conocimiento
    Supo cómo negar el fundamento
    De un saber esencial: nada perdura.

    Han de apagarse los cuerpos celestes,
    El pensamiento humano, toda gloria
    Sacerdotal, los mitos, la ardua historia,
    Dioses y soberanos con sus huestes.

    Terminarán los templos, las ciudades,
    Las razas, la honda noche del jaguar,
    Porque ser es apenas un estar
    Sobre la tierra… al rotar las edades

    Resurgirán con todo las semillas;
    Retornarán los astros, los fatales
    Solsticios, las insignias señoriales
    Del gran Pacal, que hoy es sólo astillas.

    Sí: el cielo, el fuego, el mar, las estaciones,
    Los hechos y los hombres se suceden
    Cíclicamente. Los dioses no pueden
    No regresar, rezan las inscripciones.

    Aquí cifraron los mayas un hecho:
    No hay límites y todo es insondable.
    El mundo es un misterio interminable
    Para quien sabe a la muerte al acecho.

    Cae la tarde en la ciudad invicta.
    Y un hombre al que tocó el misterio, escribe.
    Su alma señala al sol; sólo transcribe
    Lo que el intenso corazón le dicta…


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 28 Oct 2018, 02:15

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    5

    TRES CANTATAS

    IIIa

    MATRIA PÍA

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - "En esta romería avemos un buen prado"
    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Gonzalo de Berceo.

    Cuando en su puro seno, alta en ofrenda,
    la Matria nos formó, sino y hacienda
    dio a cada uno, a cada quien su prenda
    de alegría divina. Era su agenda

    una baza cordial donde cabía
    el mundo en un jardín hecho del día,
    y una rara, armoniosa astronomía
    como en las cartas de la lotería.

    La tierra cobijaba todo el cielo,
    las montañas, el sol, el terso vuelo
    de garzas sobre el lago, y el anhelo
    de fundar Nuestra-Casa en Nuestro-Suelo.

    La vida era un festín, y su sonoro
    derroche regocijo, y en el oro
    de esa gracia opulenta, nuestro azoro
    multiplicaba tan feraz tesoro.

    No había bajo el disco de la luna
    nada que no fuera feliz, ninguna
    cosa que no creciera con fortuna:
    el bruñido maguey, la fresca tuna.

    Pero un día el idilio cesó: sueño
    que al alba se disipa. Y el empeño
    de habitar el amor, de hacerlo dueño
    del tiempo inatrapable, fue, sin leño

    redentor y sin culpa, sólo un vano
    vagar sin rumbo fijo por el llano
    más triste del infierno, tan cercano
    que se tocaba el fondo con la mano.

    Como el vencido fiel de una balanza
    un precipicio de desesperanza
    se abatió a nuestros pies, una asechanza
    rencorosa del caos, su venganza.

    Predominaron el abatimiento,
    la vejación, el yugo: noche y viento.
    Referiré ese horror, vuelto violento
    encono, desamor, llaga, lamento.

    Con la sañuda hiel de la escritura
    he de vituperarte, Matria impura,
    como el mordiente rayo que fulgura
    en la zozobra de una noche oscura.

    E igual al hombre que en jovial jolgorio
    alza su copa y brinda, con notorio
    fervor y amplio ademán declamatorio,
    puesto de pie en mitad del auditorio,

    con tesitura de tenor dramático
    sentenciaré en el tono más enfático
    y altísono: “La Matria es un errático
    destino —diré—, el sueño de un lunático.”

    Y apenas lo haya dicho, Matria, ¿sabes
    que pasará? Con un estruendo de aves
    migratorias, de abigarradas naves
    al zarpar, una voz clamará: “Alabes

    “o denigres el lar de tus mayores,
    “la tierra en que naciste, los honores
    “que debes a tu gente, o los ignores,
    “dándote igual su fama y esplendores,

    “no menguará ni un ápice la gloria
    “de lo que, a un tiempo eternidad e historia,
    “cifra el pináculo de la memoria.
    “No confundas el oro con la escoria.

    “Nada de lo que hagas, pienses, digas,
    “irá en mi deshonor. Con que, si abrigas
    “aún dudas, acláralas. No sigas
    “vilipendiándome, ni te maldigas.”

    Y yo, contrito: “Tienes razón. Perdona
    si, ofuscado por la ira, que aprisiona,
    desprecié, absurdamente, aquella zona
    diamantina y central de tu Persona;

    Cont.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 28 Oct 2018, 02:20

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    5

    TRES CANTATAS

    IIIb

    MATRIA PÍA

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - "En esta romería avemos un buen prado"
    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Gonzalo de Berceo.

    si, orgulloso, mordaz, torpe, frenético,
    te ataqué aquí y allá; si agrio (o patético),
    confundí el sentimiento con lo herético.
    No me condenes, Matria, porque un ético

    afán me fustigaba… Querer dar
    a cada cosa su justo lugar
    ni implica ser traidor ni claudicar.
    En desagravio, te voy a cantar.

    Matria esencial: se aclara en tu fragancia
    el aire conmovido de la infancia;
    nube en que se acumula toda el ansia,
    ardor, fulgor, espejo sin distancia.

    Matria pía, consiente que te cite
    con versos de tu vate, y te recite
    eso de Patria Suave, Matria, y te
    enaltezca, elocuente, en tu convite.

    Porque intento, en los límites del arte,
    tener el privilegio de nombrarte.
    Matria núbil, permíteme elogiarte,
    seguro pedestal, risco, baluarte.

    Madre de las estrellas y la aurora,
    reina de las hormigas, protectora
    del copioso maíz, Nuestra Señora
    a quien todo un pueblo ávido enamora:

    escúchame, piadosa, oye mi ruego,
    recibe este haz de versos que te entrego,
    alcázar estelar, torre de fuego,
    brasero de copal, ramo de espliego.

    Cerco del agua franca, cordillera
    crucial: arcilla jade, luz, palmera,
    ciudadela del sol, peña aguilera,
    (y serpiente enroscada entre la higuera);

    copa color de sal, clara vislumbre,
    jardín lunar, pirámide, techumbre,
    palomar cristalino, solio, cumbre,
    escriño mineral, rosa de lumbre;

    llano de pedernal, bastión de nubes,
    trono del aire, manantial de nubes,
    regazo de la bruma, arca de nubes,
    madre de los volcanes, flor de nubes;

    papaya tropical, roja manzana,
    naranja abierta al sol de la mañana,
    guayaba del amor, pero temprana,
    uva dulce, guanábana lozana.

    Todo lo ciñes tú, todo lo imantas,
    hombres y astros y pájaros y plantas,
    la tierra, el agua, las semillas —santas,
    el idioma y el alma, que abrillantas.

    Que sean llenos de gracia leve, ¡Ave!,
    los frutos de tu vientre, Matria suave,
    y que esté yo a tu lado, y que la clave
    de tu dicha se afine, y que no acabe.

    Te tendré en las cosas más simples: chuscas
    o tristes, cotidianas, tiernas, bruscas;
    pretendo anticiparme a lo que buscas
    y estar cerca de ti cuando, ascua, induzcas

    por sueños, formas de poder, y des
    motivo a ilustres causas y efemérides
    Pastora del Jardín de las Hespérides,
    Guardïana del pozo de la Piérides:

    ¿Quién en la noche astral de los ancestros
    —propicia a los mitotes más siniestros—,
    invocando la magia de los diestros
    brujos viejos de Aztlán, sabrá hacer nuestros

    los míticos dominios del nagual
    e izar con la Bandera Nacional,
    como un símbolo de poder real
    que ampare al águila sobre el nopal,

    a la Guadalupana, con sus rosas,
    sus ángeles placeros, sus hermosas
    pupilas, sus estrellas, tantas cosas
    que son nuestras, de ti y de mí, asombrosas?

    Cont.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 28 Oct 2018, 02:27

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    5

    TRES CANTATAS

    IIIc

    MATRIA PÍA

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - "En esta romería avemos un buen prado"
    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Gonzalo de Berceo.

    (Hay una imagen, Matria, que en la mente
    del poeta arde, con fulgor creciente:
    un “sello”, en donde interminablemente
    copulan el jaguar y la serpiente.)

    Y si algún día, por casualidad,
    o dado el temple de la voluntad,
    el Águila, en su prodigalidad
    deja que entremos en la libertad

    en la democracia y en la justicia,
    Matria, dime, lograda esa franquicia,
    ¿conoceremos el amor, que auspicia
    la abundancia, o la torpe codicia

    ancestral, el agravio, la rapiña,
    la ignorancia, la incuria, esa morriña,
    nos mantendrán en una eterna riña
    sin que ninguna traba la constriña,

    como una herida inmensa y descarnada
    que nunca cicatriza, Matria amada;
    perpetuo terrenal, agua quemada,
    neblina, polvo, sombra, viento: nada?

    ¿Será que en cualquier sitio, donde esté
    el Paraíso, Matria, estás tú, que
    el bien, que es el Espíritu, es la fe
    recobrada?... Líbranos, justa, de

    las sombras y cruces de Huitzilac,
    de los idólatras del Tepeyac,
    de los nuevos tecnócratas con frac
    y la cáfila prófuga del crac

    bursátil, protégenos por favor:
    sálvanos de los que aman por amor
    al poder, que se funden al calor
    del oro flatulento, sin pudor.

    Si todo fuera nuevo, Matria, la
    música que falta a mi deseo, a
    ti sólo se fiaría: el tiempo está
    de parte nuestra… Nada faltará

    en los cuartos del alma que tú escombres.
    Matria mía, admirable, no te asombres
    si galante, como hacemos los hombres,
    te cortejara con diversos nombres:

    Eva, Alamar, Pandora, Donají…
    (¡Muchachas!, que tal vez no conocí,
    mas sus nombres, de ninfa o zahorí,
    me arrebatan el alma, como si

    en sus letras vibraran una cabal
    metáfora del tiempo original,
    y en su cadencia fuera cada cual
    enaltecida en mi lecho nupcial)

    Señora de mi risa y mis antojos,
    cólmame de ti: óyeme con los ojos,
    corazón cardinal, lirio entre abrojos,
    huéleme con tus tibios labios rojos;

    sé la sed que abrase mis sentidos:
    un vivo paraíso de latidos;
    mírame, gústame con los oídos,
    signos de luz, misterios encendidos.

    Émula de ti misma, ¿el sol, la miel
    podrían simbolizarte, o aquel
    esplendoroso ramo de clavel?
    ¿Quizá querrás quedarte, igual y fiel,

    invariable, con el mismo atavío:
    un espectro muriéndose de frío?
    Mejor la acción, y vivir, como el río,
    todos los días como un desafío.

    Cambiar, salir, arriesgarse. Tener
    el desapego de dejar cualquier
    cosa que no te concierna, y hacer
    de ese abandono el impulso de ser.

    ¿Sabes, Matria, preliminar o postrimera,
    el poeta tribal, que será y era,
    radiosa hija del sol, presencia entera,
    restituirte al nombrarte, eso quisiera.

    Y ser aquel por quien la lengua vive
    y sueña y ama y canta, sí, y escribe,
    gracias al cual la sociedad recibe,
    como el sediento el agua del aljibe,

    su ración de verdad. Y en la frescura
    de la ancha tierra, humedecida, pura,
    hallar el fuego interno que perdura
    vuelto estado de gracia en la escritura.

    Y como el prisma —diáfano— refracta
    el impalpable rayo que lo impacta,
    la efigie de la Matria, tripe, intacta,
    refulgirá en su voz autodidacta.

    Para que sea su predilección
    y único objeto de celebración
    el arrobo de una íntima canción
    que avive el fuego en el corazón

    de este ser prodigioso, que está vivo
    hasta los bordes, pródigo, expansivo,
    que imparte con amor equitativo
    el santo pan y el sol caritativo;

    que ama, arropa, da a luz, cubre, sustenta,
    madre e hija nuestra a la vez, violenta
    y dulce, grácil, firme, suculenta,
    que sabe a vainilla, a anís, a menta…

    Desde el sitio donde no hay asidero,
    quizá sin viso de esperanza, pero
    devoto enamorado, persevero
    para concluir tu encomio. Airosa: quiero

    Sin confusión, sin miedo, ver el cielo
    y entender; desatar el tenue velo
    lustral de la belleza, a contrapelo,
    guardando para mí sólo el anhelo.

    Me apegaré a la tierra y sus afanes,
    y al pie de los miríficos volcanes
    cuidaré mi jardín. Haré mis planes
    con la simplicidad de los refranes.

    E igual que un punto en la circunferencia
    busca, móvil, su centro, la conciencia
    encendida reflejará tu esencia
    y tu tacto, tu eco, tu cadencia.

    Y al fin, con los sentidos hechizados,
    tiraré el pensamiento, y que los dados
    formen una constelación, librados
    al espacio y al tiempo conciliados…”




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 28 Oct 2018, 02:39

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

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    6

    CUATRO PRELUDIOS

    I

    PÀGINA 125

    Abro al azar
    el prodigioso
    diccionario:
    de sus páginas
    brota
    —borbollón de signos—
    un haz
    de semillas
    semánticas,
    un aljófar
    de palabras
    iluminadas:
    la cadenciosa
    música
    de los arabismos
    - - - - - - - - - - - (¿ara abismos?):

    ALHAITE. “Sartal de joyas’.
    ALHAJA. “Objeto necesario’.
    ALHAJÍ. ‘Planta leguminosa’
    ALHAMAR. ‘Manta, cobertor’.
    ALHAMEL. ‘Ganapán, mozo’.
    ALHAMÍ. ‘Banco de piedra revestido de azulejos’.
    ALHANDAL. ‘Coloquíntida, fruto’.
    ALHANÍA. ‘Alacena’, ‘alcoba’.
    ALHARACA. ‘Emoción, agitación’.
    ALHAVARA. ‘Especie de harina’.
    ALHELÍ. …

    La trama de la lengua,
    que enhebra a estos vocablos
    en hiladas de signos ordenados
    como estipula el alfabeto,
    nos deja vislumbrar
    un universo
    —el lenguaje—
    en escorzo,
    barruntado tan sólo
    en la sonoridad
    como de cáliz
    de las letras
    que el oído percibe
    contra el telón de fondo
    de su significado:
    frutos
    de una combinación
    ¿azarosa?

    La poesía es la sinuosidad
    con que la lengua
    lame el contorno
    de los objetos
    que un mazo de sonidos
    no nos deja
    entrever.

    La música de la lengua
    es y no es
    un vehículo
    de comprensión
    pero conmueve
    fibras inéditas
    de nuestro entendimiento.

    Una especie de tacto del oído.

    Tal vez podríamos
    ser mejores
    (o al menos
    vivir mejor)
    si aprendemos a oír
    la armonía de los signos,
    a percibir
    su sentido sonoro.
    La mirada a través de la lengua,
    si así puede decirse.

    Plasticidad de la prosodia:

    ALIMARA. ‘Fuego o señal que se hace desde una atalaya’…


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 28 Oct 2018, 03:39

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco
    (Elegías)



    DÉCIMA ELEGÍA

    This is no place
    The time is not now.
    If you continue on this road
    you won't get anywhere
    PAUL GOODMAN


    Traducido al español quiere decir más o menos:

    Este no es lugar
    El tiempo no es ahora.
    Si sigues por este camino.
    no llegaras a ningún lado.


    Ya en la abierta madrugada, P. caminaba con pasos estudiadamente despreocupados entre las húmedas sombras del parque, a la vez que de reojo echaba instantáneas miradas hacia las esquinas de los andadores, las bancas, o los lugares de donde súbitamente pareciera provenir algún crujido, buscando el amor —o al menos el peligro, o la tensión, o la aventura—; casi nunca los había, pero ahí era más probable que ocurrieran que en las zonas plenariamente domesticadas de la ciudad: el magma hostil de los negocios y las familias le resultaba más desolado y agresivo que esta arisca humedad de sombras vacías en la abierta madrugada, donde efectivamente ocurría alguna vez el cuento de hadas de un encuentro instantáneo y pleno, casi más capaz de ser recordado que vivido.
    Cuando los jóvenes ángeles —porque hay los angelotes viejos, whitmaneanos o falstaffianos, de entrecanas melenas y manos sarmentosas o regordetas, ojos rapidísimos y perversonas sonrisas patriarcales— se desesperan en la esterilidad de los mostradores, de las ventanillas de casa de cambio, de las aulas universitarias, de la cocina integral de mamá con la TV puesta desde la mañana, ah, entonces huyen adonde sea, incluso a las abiertas madrugadas de los parques.
    P. había llevado en una libreta algún tipo de estadística: un encuentro jubiloso por cada 30 ó 40 jornadas de búsqueda. Había abrazado con más temor que excitación —con excitación multiplicada—, besado con fríos y prisas tan ajenos a toda costumbre —claro, esto antes de que el beso en los parques se le hiciera costumbre— que esos encuentros le parecían más importantes y duraderos que muchas especiosas rutinas de su vida; había hecho el amor torpe, estorbosa, anónimamente, para separarse poco después casi sin volver la mirada, y quedarse de pie —más lleno de carne y de amor, más existente que nunca—, dejando desvanecer las figuras de su sueño, para quedarse con el sueño de sí, la cálida certeza de haber sido besado, rozado, bendecido por algún ángel o fantasma.
    Pero las más de las veces, no ocurrían los encuentros ensoñados. Ni mucho menos. Entonces la desolación de la espesa ciudad de casas y tiendas (casa-tienda-oficina-semáforo-casa-tienda-oficina-semáforo) se resaltaba en los parques, bajo la luz patibularia de los arbotantes que iluminaban para nadie o únicamente para la policía. Como un ahorcado, el arbotante dejaba colgar su sombra desmelenada en el asfalto de la avenida funeraria.
    Entonces P. hubiera querido siquiera entrever ese ángel o fantasma que lo besaría, sospecharlo siquiera en las sombras de las bancas bajo los faroles —sombras de arbustos, de postes, de matorrales que de pronto con tanto prodigio como precisión adquirían perfiles de fantasmas que avanzaban, y P. tenía que frotarse los ojos para aceptar que no había visto a nadie, que había sido tan solo un poco de sombra con viento.
    En las abiertas madrugadas de los parques las sombras se agitan y mueven con un como crepitar de pasos nerviosos sobre hojarasca, y es difícil estar plenamente seguro de que uno mismo —ahí, entonces— es algo más de un simple juego del viento con las sombras: un deseo aislado y solitario en mitad de una escena desierta, sobre la que todos los delirios pueden ser escritos para que nadie llegue jamás a escucharlos. Puros arabescos de los matorrales en el pozo del silencio.
    Sin embargo, P. constata que aquí, cerca de esta banca, no hay nadie; sólo pudo ser esta rama con su poquito de luna todo lo que la noche tuvo para él de las sirenas y sus llamados.
    P. se sentó en la banca donde no había nadie y trató de relajarse. ¡Es tan tieso y pesado el porte de dandy o de "guerrero" con que se sale a cazar ángeles y fantasmas! Y tan extenuante el apego a los sueños despiertos en la madrugada, tan fatigoso, con frecuencia tan desolador, que más le valía calmar su tensión, su aprehensión, su esperanza —dar reposo a sus sentidos aguzados.
    Se sintió de pronto tristísimo, esa tristeza muy honda y casi gratuita, tan conocida por los buscadores del deseo: muchas veces de lo que huía era sobre todo de esa fatigadísima tristeza de confirmarse como un deseo inexistente, un contorno de vaho sobre un cristal que no ha existido más que para sí mismo.
    P. se descubre casi inverosímil: le cuesta mucho trabajo y mucha concentración creer en sí mismo a estas alturas de la madrugada. "La destrucción o el amor", gritó Vicente Aleixandre en 1935. P. casi se siente a punto de esa apuesta final, y de forzar alguno de esos encuentros violentos de que al día siguiente, con sordidez, darán cuenta los periódicos: el final de los ángeles es un más allá de la muerte: es la cloaca y la zahurda de la ciudad: ¿qué hay en esta ciudad —se pregunta P. en la hora de las respuestas redondas a las preguntas abreviadas— que no sea cloaca ni zahurda? Calma, se dijo. Y extrajo de su bolsillo, como una esperanza blanca y sólida, un mesiánico cigarrito.

    ***
    P. tiró el cigarrillo apenas comenzado y se levantó de prisa: en cualquier rincón, incluso en alguno muy cercano, podía estarlo esperando la coartada de su propia esperanza, el fantasma de su propio deseo. Había que ir rápidamente a su encuentro. ¿O más bien, poniéndose exigente —uno debe ser muy exigente con los sueños, ¿pues qué se creen? ¡A sudar, cabrones!—, esperar ahí mismo?... porque en esto de los laberintos a uno lo buscan precisamente en el momento en que se ausenta en pos del buscador. (¿Paul Léautaud: el verdadero amor siempre llega a domicilio?). O forzar más al destino, y esperar el resto de la madrugada en el lugar más secreto, aun en el más inaccesible, total ¿qué va de imposibilidad a imposibilidad?
    Para P., rodeado de un súbito silencio absoluto, en medio de la nada, todo se vuelve al mismo tiempo imposible o posible. Adiós a las fronteras de la realidad y de la verosimilitud. Todo es ya igualmente ambiguo y nocturno. En el Reino-del-No-todo-es-lo-mismo. Cualquier cosa puede ocurrir donde está prescrito que absolutamente nada ocurra.
    Pero P. sabe que cuenta con algo contra la noche planetaria y hosca: el rumor de su sangre contra los muros de su piel, cada vez más frágiles; un rostro congelado que nadie está viendo, que la luna dibuja con claroscuros expresionistas; un cuerpo tenso que es una ilusión óptica más —bajo los arbotantes— entre los rejuegos del viento con las sombras vegetales. ¿Otra sombra ahorcada, deshilachada, que cuelga del arbotante?
    Por lo demás, en una vulgar sociedad de prohibiciones, donde ya todo es imposible, todos los imposibles quedan en el mismo nivel de posibilidad, y empiezan a hacerse bien probablitos muchos imposibilísimos.
    P. duda de pie en la negrura vacía, entre informes masas vegetales: ahí espera el amor o la destrucción: ¿o? ¿y?; a estas alturas ya no importa: el amor es la destrucción, el sueño es el peligro; y en torno suyo, a escasos metros del negruzco borrón del parque en el iluminado horizonte de rascacielos de la ciudad, ¡cómo se exaltan las calles iluminadas llenas de grandes anuncios comerciales y bancarios!, ¡con qué tranquilidad reposan oscurísimas todas las ventanas de todas las pardas unidades habitacionales! ¿Esto es la paz? Esto es la paz. ¿Esto es la civilización? Sí, esto es la civilización. Y un grito de ebrio —y todos los adolescentes lo imitan en su primera borrachera— se erige en un gran paraíso anarquista:
    —¡Me lleeeeeeva la chingaaaaadaa!
    La frecuentación de los pensamientos fríos, como los asomos al abismo, templan los nervios. Otro evangélico cigarrillo y una última vuelta al escenario lunar, casi museográfico, del parque funerario.
    Ya puedes, P., pastorear tus pensamientos: el bravo vino del deseo sin sentimentalismos ni domesticaciones; la instantánea floración del amor cuando aún tiene todas sus frescas promesas, y no la confección de promesas de plástico, tela o paspartú para la foto de bodas en la sala; el reto de desear las flores bravas, con peligro y con olvido; el amor en el misterio, antes de echarlo a perder con adornos rosas y sentimientitos de dibujos animados; en una sola frase: el deseo dorado en su momento de oro y sin pensar en otra cosa.
    Un deseo pleno en un mundo vacío, como la borrosa luna en el estanque negrísimo del parque. Que la figura de mi deseo, quiere P., no se me vuelva un maniquí tan real, tan posible, tan civilizado, tan católico, tan... como las novias, los compadres, los parientes, los primos.
    Que no se vuelva como yo, piensa finalmente P., al decidir que ya es demasiado tarde: hay que llegar por fin a casa, hay que al menos engañar un poco al sueño, hay que ponerse el traje para ir al trabajo. Estas horas del fantasma o del ángel lunático en parques desiertos son toda el alma del robotizado maniquí —tan sonriente, tan buena-persona— del que hablan la nómina, el censo, el registro fiscal, la...
    A veces la noche pródiga obsequiaba a P. el amor inesperadamente. Los papeles se invertían: P. resultaba la promesa —el fantasma, el llamado, la sirena, el ángel— de un Otro.
    Alguien lo hallaba —alguien como naturalmente hecho para hallarlo—, y él gozaba la plenitud de ser por una hora el ángel misterioso, el fantasma pleno del Otro.
    Y al hacer el amor (cuando realmente el sexo se volvía tan diestro y acoplado como el amor), P. se sentía realmente existente y digno de existir, se transformaba en una criatura exultante, en un hombre hermoso y frutal, ya diverso del muchacho tenso y melancólico de facciones demasiado correctas y menos de hombre que de un niño muy crecido. El amor le daba entonces —a oscuras— un resplandor animal a su perfil cotidiano casi inocente, casi convencional.
    Sólo en estos momentos subterráneos —y sólo pueden testimoniarlo esos compañeros subterráneos—, P. resplandeció con una expresión de felicidad vigorosa, casi ruda, en episodios fugitivos de amor —escondido, tímido, atrevido, triunfante— en dinteles, tinacos y zahuanes; en calles sucias y hoteles sin desagüe; una expresión de felicidad conquistada, casi arrancada, a la parda y atolera Unidad-Habitacional-Cívico-Católica del Distrito Federal. que habría escandalizado a la Ciudad-Horas-Hábiles que lo conoce, a los parientes y compañeros y vecinos y amigos... a algunos de los cuales, por lo demás, los habría atraído mucho más que su diurna domesticación tan profusamente documentada.
    ¡Si a sí mismo, de traje y con sonrisa para el cliente, ya no se soporta desde las 11 a.m.! Si ya desde entonces está esperando la madrugada.
    Pero en los parques del deseo, P. jugaba no a ser un yo mejorado, sino a encarnar a alguien diferente: nombre falso, ocupación falsa, conversación fingida, que se acababa cuando la madrugada acababa, y no volvía a tener más oportunidad sobre la tierra.
    Los ángeles y los fantasmas de los parques desaparecían también de su vida, no sin dejarle la huella de haberse acercado a la fuga y a la bravura, de haberse asomado a ojos decididos, de haber planeado sobre su vida diaria como un ángel de juego de azar, una sirena o quimera de alucinación, un fantasma del destino...
    Y en momentos radicales, P. supo también que en esto de enfrentar el deseo a los abismos, no hay mejores parques en México, sobre todo en las madrugadas, que los que nada tienen de vegetales: los vacíos de urbanismo violento, los parques erróneos —tiza, polvo, tierra, hierbajos, cemento— de rinconcillos de viaductos y periféricos y ejes viales, las barrancas y lomas semiurbanizadas, las largas alambradas de bodegas y plantas industriales y pasos a desnivel: ahí hay huecos para los sueños, y al terminar la madrugada, P. supo alguna vez que dejó en esa ciudad-barda, en esa ciudad-muro, en esa ciudad-lote-baldío, una huella escrita, un letrero bravucón, obsceno o absurdo, en memoria o rastro de su deseo.
    La madrugada se puebla de letreros en muros que iluminan, como si no vieran, los fogonazos de los sonámbulos automóviles.
    Cuando a P. le sospechen una borrachera común, una parranda vulgar, ¿sabrán sus compañeros diurnos que una efectiva razón de vivir ha sido la de probarse uno mismo en la línea de fuego de sus sueños: la de ponerse en peligro: la de buscarle a la vida todas las salidas —sobre todo las que no tiene—; la de tratar de forzar todas las negaciones y todas las prohibiciones?
    La mañana encontraba a P. realmente cansado, como si realmente existiese. Realmente había existido.
    Eso al menos recuerda P. de sus veinticinco años, cuando le preguntaban qué era lo que lo hacía tan fresco o tan vital, tan entusiasta y apasionado: lo que le daba tantos estímulos para vivir, ¿era acaso Dios? ¿era la ambición? ¿era el dinero?


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Oct 2018, 00:59

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco



    NEGACIONES

    Insomne.
    Latidos como potros.
    En la ventana del deliro.

    Sueño abjurado,
    has vuelto a mí,
    tus promesas
    como garras en mi helada garganta.

    Caer, caer dentro de mí,
    mientras la fiera luna
    gesticula
    todas mis negaciones.

    Todo lo no vivido.
    Sólo lo no vivido nos condena.

    Mis vacíos delirantes
    giran en torno.
    Insomnio,
    centro de vacíos.

    Se centran
    los ecos del vacío.

    La ventana
    a las ventanas
    lunares
    del vacío.

    Potros como latidos:
    brama la luna
    en el vacío.

    Frente a mis ojos la llaga demente
    gesticula:
    la crueldad cóncava de lo que no he vivido.

    Dentro del sueño,
    el tribunal de lo que no he sido.

    El hueco en yeso
    de mí mismo.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Oct 2018, 01:00

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco



    LABERINTO

    Gota a gota,
    como teclas,
    el piano de Medusa,
    sus pisadas,
    cabellera de plata,
    arpa mental,
    el silencio:
    gota a gota,
    tu propia música,
    pero en piedra.

    Como ecos,
    la luna
    aprieta mi garganta:
    nada qué decir:
    no se puede,
    existencia cerrada.

    Ojos duros:
    observo
    dentro de mí
    abismos rapidísimos.

    (Despertar ahora,
    o la locura).

    Decirle no
    a la lívida
    luna andrógina,
    sus dedos fríos
    en mis propios ojos ávidos.

    Dentro del sueño
    otro sueño,
    y otro más profundo,
    y dentro otro,
    me lleva ¿dónde?

    Huellas del crimen,
    sandalias,
    gotas,
    teclas de plata,
    cabellera concéntrica
    de Medusa.

    (Al centro yo mismo,
    pero piedra.)




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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Oct 2018, 01:02

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco



    VERDE LA SIRENA

    La noche, profunda,
    sus pétalos interiores,
    estrella en trance,
    sueño de mí mismo,
    medusa profética
    de mis lentas aguas interiores.

    Mi sueño halla su centro,
    se contrae, jocunda rosa,
    pozo de la luna y la marea,
    mar concéntrico,
    espejos circulares
    de un equívoco paraíso.

    Mis labios son el río,
    mis ojos son la gruta;
    se desnuda (verde) la sirena:
    sus pestañas húmedas, como musgo;
    sus ecos como estertores: me hablan:

    —Un poco de delirio,
    un poco de fiebre y ya está:
    entre fantasmas y peces,
    el paraíso.

    Sus ecos como estertores,
    la otra orilla, me dicen:

    —Al fondo de la derrota,
    de la enfermedad y de la caída
    te aguardan, calientes,
    mis reinos secretos.

    La noche sumergida,
    el vaso de los cuerpos,
    ojos que me alzan,
    mis labios son estrellas y lo saben.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Oct 2018, 01:03

    MÉXICO

    José Joaquín Blanco



    BESAR LA LUNA

    Luna, punta de fuego,
    perro en tempestad,
    luz dura,
    manglar de estrellas que fermentan,
    olor de lo que nace
    y se pudre bajo las aguas;
    cangrejo arisco, pájaro de agua,
    estanque de la demencia,
    alado pez,
    ártico en llamas.

    Tu silencio canta vientos metálicos,
    arpas obsesivas,
    dedos como alfileres,
    lluvia que se concentra:
    el cuervo grazna tu serenata de ecos,
    negros incendios en follaje de sombras.

    Dentro del mar crece inversa la hoguera,
    fuego blanquecino con penachos de bronce,
    blancas luminarias del oro del sueño.
    Descalzo danza el delirio.
    Luna, tus pies de hielo.
    Tus ojos de marinero ahogado.
    Dentro del agua toda la noche flameas.
    Tiendes tus puentes debajo del agua.
    Iluminas tus barcos debajo del agua.
    Alzas tus garzas como orillas de espuma.
    Alta marea, cabellera rápida.

    Como labios de espuma suena tu canto lentísimo.
    Tus garzas de vidrio son tu canto de espuma.
    Danza la luna como garza que bebe.
    Ondula el estanque sus pasos narcóticos.
    Mutuas letanías, las olas se contestan.

    Luna: tus crines ingrávidas,
    altos sueños de palmeras inversas, encalladas, sumergidas,
    desmelenadas sirenas se destrenzan: furibundas miradas presas,
    danzan en círculo contra el cristal del acuario.

    Luna: cervatillo espectral,
    envés del alma,
    beso que eternamente se hunde.



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 29 Oct 2018, 15:21

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    6

    CUATRO PRELUDIOS

    II

    LECCIÓN SEMÁNTICA

    Abro
    l- - - a puerta del jardín
    cuando los pájaros
    - - - - - - - - - - - - comienzan
    su algazara
    - - - - - - - y al volverme
    - - - - - - - - - - - - - - - - la tersa
    laguna del espejo
    - - - - - - - - - - - me devuelve
    el rostro de mi mujer
    - - - - - - - - - - - - - desencajado
    sus claros ojos tienen
    - - - - - - - - - - - - - - una luz diferente
    emergencia terror
    - - - - - - - - - - - rayo cayendo
    inopinado ramalazo
    de espanto
    - - - - - - - lo terrible que de pronto
    acontece
    - - - - - - un salto
    - - - - - - - - - - - gesto erizado
    el miedo
    - - - - - que triza el tiempo
    - - - - - - - - - - - - - - - - - el espejo
    que traza una alterada
    - - - - - - - - - - - - - - imagen
    de mi mujer
    - - - - - - - que con la mano
    crispada
    - - - - - sobre el cuello
    -- - - - - - - - - - - - - se sacude
    una negra vejiga
    - - - - - - - - - - palpitante
    una bolsa
    de vello negro y patas
    una horrífica
    - - - - - - - - araña
    - - - - - - - - - - - - deslizándose
    pechos abajo
    la coagulación de un grito
    in-oído
    - - - - recorre
    como oleaje invisible
    - - - - - - - - - - - - - el melifluo
    estanque del espejo
    (se ha opacado su luna estremecida)
    cenital
    - - - - velocísimo
    - - - - - - - - - - - intervengo
    un manotazo
    - - - - - - - - el bicho
    está en el suelo
    - - - - - - - - - y se infla
    y bufa (se diría)
    - - - - - - - - - - ¿iré a pisarla?
    arremeto
    - - - - - - y en ese
    instante un sordo
    - - - - - - - - - - - traquidazo
    me cimbra
    - - - - - - - un estallido
    fulgurante y violeta
    abre mi frente
    - - - - - - - - - veo
    visiones:
    - - - - - al doblarme
    para concluir mi ataque
    me he golpeado
    - - - - - - - - - - contra
    una llave en la cerradura
    ostento
    - - - - - ay un relámpago
    escarlata en la sien
    apuro mi iluminación
    - - - - - - - - - - - - - semántica
    con sorprendida
    - - - - - - - - - - resignación
    - - - - - - - - - - - - - - - - - raras
    veces la lengua
    - - - - - - - - - - llega a ser
    tan explícita
    - - - - - - - esto ha sido
    en sí
    - - - - —cabal logofanía—
    sencilla y llanamente
    - - - - - - - - - - - - - un arañazo
    busco un desinfectante
    - - - - - - - - - - - - - - mientras
    la angélica araña
    - - - - - - - - - - desaparece
    en el jardín.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 29 Oct 2018, 15:30

    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    6

    CUATRO PRELUDIOS

    III

    LA BELLA JARDINERA

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -"Cupido del agua que tiras flechas…"

    En el jardín de la casa de Lope
    de Vega en Madrid, junto al pozo
    de piedra en que por años
    abrevó el propio Fénix, una joven
    jardinera barre las hojas
    que esparció el viento de la primavera.

    Entre altos muros de tenaz ladrillo
    y macizos de rosas, la muchacha
    concentrada, solícita,
    ejerce su labor.

    Menuda y rubia, no
    tendrá aún los veintes años.
    Se diría de su gracia
    que recuerda a Lucinda.

    Verdes tienes los ojos,
    niña, los jueves,
    que si fueran azules
    no fueran verdes.

    Bajo la vieja parra
    que ensombrece el brocal
    largamente la miro:
    qué bien hace su oficio.

    Hay un laurel, un naranjo, un granado
    y un ciprés en las esquinas, plantados
    según dicen, siguiendo
    las descripciones del poeta.

    En silencio, la jardinera
    aliña el empedrado
    sendero del jardín.
    - - - - - - - - - - - Me asomo al pozo:
    un hondo tubo humedecido
    en cuyo fondo tiembla
    el escozor de un agua oscura
    y no alzada seguramente en décadas.
    Allá abajo mi rostro es un manchón
    entre burbujas, ramas, hojas.

    Pregunto a la muchacha
    si se puede beber
    del pozo todavía.

    “Esta agua, me responde
    con voz encantadora,
    es la mejor de Madrid,
    y el agua de Madrid
    es la mejor de España.”

    Oh bella jardinera,
    dame a beber de esa agua
    alabada e intacta:
    agua de inspiración,
    agua ígnea, agua áurea de La Arcadia,
    aérea agua del amor,
    agua de las entrañas de la tierra,
    de los cuatro elementos diferentes.

    Hermosa jardinera, dame
    un poco del agua ésa.


    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 29 Oct 2018, 15:53


    MÉXICO

    FRANCISCO SERRANO

    MÚSICA DE LA LENGUA (1999)

    6

    CUATRO PRELUDIOS

    IV

    SALMO DEL MISSISSIPPI

    Dios padre de las aguas,
    - - - - - sinuosa potestad, hijo del limo

    de lomos musculosos,
    - - - - - viejo árbol augural,

    siempre joven, tajante
    - - - - - creador de ti mismo,

    red de confluencias, vaso de los cauces,
    - - - - - fruición, flexión, fluidez,

    tu ajetreo me incita,
    - - - - - tu correr, tu deriva

    invade, arrastra, anega
    - - - - - el tronco de mi sangre,

    se enrosca, sube, silba
    - - - - - susurrando se extiende,

    late en mis sienes,
    - - - - - cava canales en mi alma;

    invariable y distinto,
    - - - - - agazapado, terso, tangente, ágil,

    la fluencia de un oficio o la traza de un ave
    - - - - - te definen, fluctuante,

    agua parda y lustrosa;
    - - - - - en el principio dios

    niño entre los marjales,
    - - - - - apenas un exiguo,

    clarísimo hilo de agua,
    - - - - - acunado en un lago,

    crecido poco a poco, te despeñas,
    - - - - - bajas tomando vuelo;

    te alimentan entonces
    - - - - - aguas crespas, terrosas,

    caudal adolescente,
    - - - - - cuenca y cuenco fundidos,

    tallo manso al principio, te haces
    turbio, riesgoso, marrullero,

    te vuelves como el tigre,
    - - - - - iracundo, retráctil,

    feroz en el zarpazo,
    - - - - - como el hombre te haces;

    luego lento, mañoso
    - - - - - como un largo retruécano

    o un anciano de modo tardo y suave,
    - - - - - fulgor de los esteros, vas entrando en el mar;

    viejo río retorcido como una
    - - - - - inmensa mondadura de manzana,

    cruzado por altivos puentes iluminados,
    - - - - - suntüoso de cieno, iridiscente,

    recorren tus orillas,
    - - - - - fruto de muchas frondas de agua,

    tenues olas y ávidas alas blancas,
    - - - - - serpenteantes, con cadencias de spirituals,

    con estelas de steamboats surcando tu corriente
    - - - - - cargados de tabaco, azúcar algodón:

    altas ruedas rodantes
    - - - - - que meces desde las riberas

    la síncopa del jazz, los sollozos del blues
    - - - - - bajo la sombra de las plantaciones

    y el sonido y la furia y los ultrajes
    - - - - - (mil infamias sobre la piel luciente

    de tus aguas), precipicio y balanza;
    - - - - - gran río en la planicie,

    potencia sin escarpe,
    - - - - - el abanico de tu nervadura

    como un cáliz de plata
    - - - - - cabrillea en el gran entramado del delta;

    como un alfanje al alba,
    - - - - - aciago y torvo en el ocaso,

    ancho río en la noche,
    - - - - - relámpago o herida a plena luz,

    tenso bajo la lluvia,
    - - - - - acerado, acezante,

    soberano cautivo, un pueblo
    - - - - - de retenes te cerca,

    constriñen tus indómitos
    - - - - - lomos yugos de hierro;

    largamente acotado, sujetado por diques,
    - - - - - ligado por compuertas,

    represas poderosas, rápidos vertederos,
    - - - - - agua apresada y sin embargo suelta:

    en el semen de tu impulsión
    - - - - - se asume y se propaga

    la deriva de las especies,
    - - - - - la dadivosa, viva, viscosa vía láctea

    de tu transito, oh fecundidad
    - - - - - de tu tachonado trasiego;

    monarca del pantano, casa del cocodrilo
    - - - - - río de muchas manos de dedos argollados,

    al relente del sol,
    - - - - - bajo las manchas de la luna,

    savia parda, perlada, tumultuosa,
    - - - - - crecida permanente, prensas

    consecuente, obsecuente, bifurcado,
    - - - - - penetrante, dativo,

    con la tenacidad de tus pistones,
    - - - - - la contracción de tus anillos,

    señor de los esfínteres,
    - - - - - dueño del lodo, multiforme

    fuetazo en el abismo,
    - - - - - torrente entre escarpados

    farallones calizos,
    - - - - - cayendo allá, cayendo;

    o espesa, lenta, undosa
    - - - - - potestad de ojos glaucos,

    río a la sombra del bosque
    - - - - - penetrado de aromas,

    vas, caudal sin estigma,
    - - - - - encarnando los pasos

    sin premura del tiempo,
    - - - - - pasas con lo que pasa:

    la arcilla de las estaciones,
    - - - - - el árido arenero

    de los días, las horas
    - - - - - que se deshojan, ese sueño

    padre de las lagunas
    - - - - - eres la esencia de la fuga;

    patrón de los meandros,
    - - - - - distribuyes tu cuerpo elástico;

    amo de los barrajes,
    - - - - - dejas tu huella en todas partes;

    jaguar en la planicie
    - - - - - frotas tu pie contra los diques;

    arbitrario, reptante,
    - - - - - incluyente, pujante;

    enjoyado como un pontífice,
    - - - - - hidrófano, hialino,

    elegíaco, vítreo
    - - - - - río de obsidianas, no cesas,

    espléndido, rodeado de bruma,
    - - - - - revuelto o diáfano, fluidal;

    y esa fruición de ser en el pasaje
    - - - - - del puro transcurrir, tránsito solo;

    hijo del hombre, río
    - - - - - encadenado y libre,

    dios de muchos recursos,
    - - - - - guardas tu poderío

    inédito, intocable
    - - - - - a pesar de los jorfes;

    errante soberano:
    - - - - - no tu caudal te pido,

    no esa potencia ciega, el nudo de tu espíritu,
    - - - - - no tu raíz, viejo árbol,

    dame tu trashumancia,
    - - - - - ejercítame en ese músculo:

    déjame saber ser apasionado
    - - - - - desplazamiento, sin arraigo,

    fervor desapegado
    - - - - - perpetuo estarse yendo,

    abrazar, comprender, ser conducido,
    - - - - - superar todo obstáculo,

    río que no terminas nunca,
    - - - - - infúndeme ese aliento.


    (Nueva Orleans, 27 de junio de 1999.)


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