PUERTO RICO
.- FELICIANO SÁNCHEZ, FRANCISCO (1951)Nací un 3 de octubre de 1950 en Santurce. Soy hijo de Don Florencio Feliciano Rodríguez y de Doña Providencia Sánchez Reyes. Comparto mi nacimiento con el de San Francisco de Asís, pero eso no lo sabía su madre. Ésta había enviado al joven Florencio a inscribirme como su segundo hijo con el nombre de su hermano Jesús. Pero Florencio se metió unos palitos más allá de la cuenta, y mucho que le gustaba olvidarse de la cuenta, en honor a su hijo camino al registro demográfico, y cuando llegó allí, se le olvidó el nombre que le habían ordenado. Así que el registrador tomó el almanaque Bristol y por la fecha de nacimiento me puso el nombre del santo del día. Lo malo del asunto es que Florencio nunca informó a su esposa el cambio de nombre por temor a una discusión. No fue sino hasta mucho más tarde que Doña Provi supo que su niño se llamaba Francisco y no Jesús, por lo que en el hogar y durante toda su escuela elemental llamaron a Francisco con el nombre de Jesús o con su apodo Chuíto. Del santo solo heredó su amor a los animales, a tal grado, que una vez tuvo en su casa ciento cincuenta canarios y diecisiete perros, aunque actualmente la población canina se ha reducido a siete. Realmente fue en cuarto grado que se dieron cuenta que Francisco y Jesús eran la misma persona. Al maestro- estudiante (practicante) le dieron la encomienda de visitar niños que no iban a la escuela, o que fueron una vez y no volvieron. El maestro fue a mi casa. Yo estudiaba solo en las tardes, y el maestro realizó su visita en la mañana. Al legar el maestro vio a mi Papá peleando con el perro que se había escapado y regresó sucio a la casa. Mami atendió al maestro mientras Papai seguía en su lucha con el perro. El maestro fue y dijo que había un niño de nombre Francisco cuyo papá había dejado el certificado de nacimiento en la escuela, pero que ese niño no se había matriculad nunca. Mami le dijo que eso no era posible porque ella llevaba a su nene a la escuela todos los días. Yo jugaba en el patio y no me había percatado de la presencia del maestro en mi casa. Mami me llamó: --Chuítoooo!!! Yo aparecí. El maestro dice que si, que me conoce, que es Jesús. Mami le dice que solo tiene dos hijos, Florentino (Junior) y Francisco. El hombre le dice que donde está Francisco. Mami empieza a indagar y por la tarde espera a Florencio y este le acepta que no me inscribió como Jesús sino como Francisco. ----- Mi infancia transcurrió en el momento en que Puerto Rico se levantaba esperanzado de salir de una pobreza extrema para buscar un mejor bienestar para su gente. Cuatro años antes Puerto Rico tuvo su primer gobernador puertorriqueño y en 1949 logra su primer gobernador electo por el pueblo. En el 1952 se firma la Constitución del Estado Libre Asociado. Desde el 1947 el gobierno se encaminó a industrializar a Puerto Rico. Se inició la Operación Manos a la Obra, se creó el Banco de Fomento, se crean las corporaciones de incentivo 936 por lo que se abrieron decenas de fábricas e industrias formando un periodo de crecimiento asombroso en diversos sectores. Lo anterior es muy importante. Me considero producto de ese mundo de esperanza. Soy como el Puerto Rico que se empezó a soñar a partir del 1952. Nací en el arrabal, casa de madera, y muy soleada. Recuerdo los cangrejitos escondiéndose en los huecos que hacían en el patio. Me entretenía pescando “guppys” en las escorrentías y en las aguas que subían de los manglares cercanos. He tenido muchos sueños, aunque esos sueños a veces me causen dolor, pero me gusta soñar. Y como Puerto Rico, seguiré soñando. Sueño el barrio del antiguo Cangrejos con cariño. Pero también sueño con sus dolores y el sufrimiento. Los pregoneros que a veces no vendían, el ciego que anunciaba sus escobas, el amolador de cuchillos, el que cambiaba botellas vacías de refresco o cerveza por un pirulí o los vendía a centavo, los verduleros, el que anunciaba el casabe y la cazuela de batata montado sobre un caballo. En aquel viejo Santurce todo el mundo trabajaba, se las rebuscaba para salir a flote… luego fui a vivir al residencial público Villa España donde empezaba a introducirse el tráfico de drogas. Entonces estudiaba y estudiaba porque quería ir a la universidad, conseguir un trabajo y salir hacia adelante”. Todavía recuerda lo que decía Doña Provi, “trabaja para que tengas tu casa propia y nunca la pierdas porque sería como perder un sueño”. Según crecían las esperanzas de Puerto Rico, crecí de niño con muchas esperanzas. Apenas tuve juguetes, pero los tuve. mami y mi hermano mayor me los conseguían. Junior llevándome solo tres años se iba con Mami a buscar mis Reyes. Recuerdo que antes de ir a Labra, tuve caminatas largas para llegar a la Padre Rufo, otra escuela, en lo alto de la parada veintitrés. Para llegar allí cruzaba comunidades y gente de necesidad. Había muchos pobres y campesinos que se movieron de los campos los cuales fueron poblando los barrios de San Juan. Surgieron los grandes arrabales urbanos. La escuela elemental Carrión maduro era casi completa de madera. Solo unos salones del centro eran en cemento. La escuela era reflejo de la comunidad que servía. La escuela atendía niños del sector El Fanguito, la Colectora, Buenos Aires y Miraflores de Santurce. El cien por ciento estaba bajo el nivel de pobreza. Algunas de las viviendas estaban construidas sobre el agua del manglar. Algunos niños llegaban a clase caminado sobre tablones que daban paso sobre el mangle o las aguas negras de los mismos barrios. Muchos se matriculaban y no volvían. Los menos pobres vivían sobre la antigua vía del tren. Las madres eran mayormente amas de casa o desempleadas. Algunos padres trabajaban en las antiguas Cervecería Corona, en la India o en las fábricas o talleres cercanos. Otros trabajaban en los hatos, en las vaquerías o lecherías Tres Monjitas o Borden’s, otros en el viejo hipódromo en Santurce y luego en Las Casas. Era gente que aprendió a trabajar viendo o haciendo. No conocí ningún compañero de clases que tuviera un papá profesional, o al menos no lo recuerdo. Muy pocos eran dueños de sus casas. Muchos de mis amigos vivían en casas alquiladas a un viejo invasor. Otros tenían casa propia, en cemento muy pocos, la mayoría vivían en casas construidas en terrenos rescatados luego de secar el mangle. Abundaban las casas de madera y de cartón. Recuerdo que Papi añadió una cocina –para guardar la estufita de gas y un cubo de agua para tomar- reciclando la chatarra de un camión que alguien dejó abandonado cerca de mi casa. Los servicios de agua potable, de ducha y letrina los competíamos como entre ocho y diez familias. Por ese entonces, los niños de esas mismas familias jugábamos a los maestro. De ahí me vinieron las ganas de ser maestro para ayudar a que los niños no abandonaran la escuela. El hogar en donde me crié era muy humilde. Vivíamos en la colindancia con la vía del viejo tren que suspendió Muñoz Marín, según dicen, aunque me neigo a creer esa atrocidad. del él. Cuatro calles más abajo ya había terreno mojado, mangles. Papi se ganaba solo veintidós dólares semanales trabajando en el antiguo Condado Beach Hotel. Con eso levantó a sus tres hijos: a Junior (el mayor), a Delia y a Francisco. Eso sí, éramos pobres pero con mucha vergüenza. éramos muy pobres, pero con una dignidad muy férrea. Tan era así, que mi papá quien se ganaba veintidós dólares semanales por trabajar en el hotel se negaba rotundamente solicitar los siete cincuenta ($7.50) del bienestar público porque decía que él no quería que el gobierno le mantuviera los hijos. Don Florencio tenía pensamientos distintos en torno a la dependencia de las personas y sobre el ocio y cómo el sistema lo fomentaba. Un día por poco lo arrestan por decir “somos puertorriqueños” cuando pasaba una patrulla frente a su casa. Quiero traer a colación que veintisiete días después de haber nacido se dio la revuelta nacionalista en Puerto Rico y por tal razón la frase de Papi se interpretó como propia de uno de los seguidores de Don Pedro Albizu Campos. Puerto Rico vivió unos años de mordaza. Esto me forjó, porque de mi padre aprendí a trabajar y procurar siempre mi autonomía económica y mi libertad. De mi papá aprendí a no faltar al trabajo, pues en los años en que lo vi trabajar nunca faltó ni siquiera por enfermedad. A mi trabajo apenas falto, aún si me siento medio enfermo, voy. De Florencio aprendí la seriedad que pongo en mi trabajo, la responsabilidad y el querer tener mis cosas por mi propio esfuerzo. Lucho por ser libre en pensamiento y en mis acciones. Posiblemente el sistema me intenta atar, doblegar, pero proclamo constantemente una carta autonómica para vivir mi vida o echo vuelo al pensamiento para declararme libre como persona en mi dimensión material y espiritual. Por eso vivo y proclamo mis ansias de libertad como e lo dije en aquel poema escrito en la escuela: ¡Cuánto daría por querer gritar al mundo, a Puerto Rico, a mis padres, Mis ansias de poder y libertad!” Francisco hizo sus estudios primarios en la escuela Tomás Carrión Maduro, una pequeña escuela en Santurce amenazada hoy por desaparecer. En su época no había pre escolar, pero Doña Provi le pagaba medio peso a la semana a una señora que vivía al otro lado de la verja que dividía la casa de Francisco con la vía del tren para que enseñara a leer a Chuíto a quien sentaban sobre un cajón de madera para que no se mojara los pies descalzos con las aguas usadas y de mangle que pasaban por el patio donde recibía sus clases. Al poco tiempo, la familia de un niño vecino se mudó del barrio para uno de los primeros residenciales hacia donde desplazaban a las familias del arrabal. Provi supo de la baja de la escuela del niño y llevó a Francisco a la escuela para que le dieran el asiento que había quedado vacante.. Así que, fuera de semestre, Francisco entró al primer grado. En El ladrillo sobre el clavel un poema narra lo que pasó luego. Francisco tuvo que interrumpir su primer grado. “Mami enfermó de la mente. El cambio abrupto del campo a la ciudad y otras circunstancias atacaron su débil mente”. En aquella época las familias escondían a sus enfermos mentales. El abuelo de Francisco recomendó a Florencio a regresar a Provi al campo para que recuperara la salud mental. Provi no fue al arbolito. La cabecita estaba en las nubes, Las enaguas bajo el agua del río que escuchaba y no tocaba. Provi velaba desde la celda que le improvisaron la paloma del amanecer. El abuelo construyó una cuarto de madera para encerrar a Provi. Solo le abrían la puerta para darle de comer y beber. Para suavizar el encierro de Provi, se llevaron los dos niños menores con ella al campo. Provi aprovechó el encierro con Delia y Francisco – a quienes les dejaban salir a jugar- , para enseñar a leer y escribir al niño de cinco años. El encierro fue corto, pero Francisco estuvo fuera de la escuela desde febrero a mayo. En agosto ya “Mami estaba fuera de su encierro. La llevaban al manicomio a recibir “electro shocks” y esto parece que le ayudó a borrar su pasado. El año escolar comenzó. Mami llevó a su muchachito al salón de segundo grado de la escuela. La maestra dijo que yo no podía pasar a segundo porque no completé el primer grado. Mami insistía que me quería en segundo grado. Ya en la escuela sabían que Mami era demente, que era capaz de cualquier cosa. Mami dijo que yo sabía todo lo que le enseñaron a los niños de primero y hasta más. La maestra, Regina Sevilla, me miraba y me miraba. Y me preguntó qué yo sabía. Le dije que sabía leer y escribir y, que además, escribía en cursivo. La maestra me miraba y me miraba. Creo que porque era flaquito, muy flaquito, y porque como siempre he sido ojeroso y muy nervioso, parece que me cogió pena. La maestra me pidió, delante del grupo, que fuera a la pizarra. Tomé una tiza y en cursivo escribí la palabra “maestra”. Luego escribí también en cursivo “escuela”. Le toqué el corazón. Lo sé. La maestra se puso nerviosa, recordamos Mami y yo. La maestra me preguntó los colores, la dirección donde vivía y que contara del uno al veinte. Yo conté del uno al cincuenta y luego conté los mismos números al revés. Entonces la maestra, ahora ansiosa, ordenó al grupo” Mantengan silencio que vengo enseguidita” y nos llevó corriendo adonde la principal. Al otro día ya formaba parte del grupo de segundo”. “Lo anterior sirve” dice en el blog “para indicar porqué valoro los tratos especiales y los niños especiales. Por qué considero a las personas que padecen de sus facultades mentales, a los que las han padecido como algunos de mis veteranos en ASPIRA, a mis “clientes especiales” que atiendo en la universidad, a mis estudiantes que utilizan medicamentos recetados y no recetados, a los muchachos maltratados por el sistema. Hay que darle la oportunidad al que es distinto”. Francisco Feliciano es educador. “Soy un educador distinto y diferente. Me siento en la obligación de ser educador. Pero educar de una forma distinta. Me gusta educar además a los que educan para que aprendan a ser considerados con los estudiantes. Hay que educar a los maestros para que no sean mezquinos. Hay que enseñarlos a ser tolerantes, a ser receptivos, a no rechazar al que consume droga, al niño o niña gay, a la niña que queda embarazada, al papá infantil, al anciano que quiere completar su escuela intermedia o su cuarto año pero que es duro para enseñar, a todos los que son perseguidos y a todos los que han cometió errores. Clamo y reclamo por el respeto de los que caen, porque sueño que un día podrán levantarse. Clamo por los enfermos mentales, como fue mi Mamí, por su consideración, porque perder la mente es peor que tener un cáncer… “Prefiero mil veces tener un estudiante bajo los efectos de la marihuana en el salón de clases, a que me lo maten en la calle, a que le peguen un tiro. Paso los fines de semana nervioso en casa, pidiendo a Dios que en las noticias del domingo en la noche no me mencionen entre los muertos a tiros a ninguno de mis estudiantes. He tenido que echarles gotas VICINE
en los ojos para que me los permitan entrar al salón de clases porque los trajo rojos… Acepto en la escuela a un niño sin uniforme porque los uniformes no aprenden. Los acepto tarde, porque mejor es que lleguen a que nunca lleguen. Proclamo la autonomía. Que el niño aprenda lo que quiera, como quiera y cuando quiera. A los niños de hoy les quedan ochenta o más años para aprender”. “…Sobre los maestros de ayer y hoy digo lo siguiente. Antes los maestros no tenían mucha preparación académica formal, no tenían mayores contenidos que el aprendido por la vida y lo que aprendían en la Escuela Normal, pues no había mucho intercambio de maestros, ni Internet. La formación la daba la Universidad, que antes era una: la Universidad de Puerto Rico. Los maestros sabían inglés o al menos luchaban por aprenderlo y hasta enseñarlo, y sobretodo, dominaban el idioma vernáculo. Algunos maestros todavía estudiaban o se iban a estudiar o a viajar durante el verano para enriquecerse culturalmente… Tuve unos maestros excepcionales. Una de ellas, Dalila Rodríguez, fue muy importante en mi vida. Ella logró que en cuarto grado me concedieran una beca que conservé hasta el cuarto año de escuela superior. Era una maestra dedicada y luchadora. Se convirtió en Profesora de Educación en el Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana y todavía vive. …Me preocupa cómo la escuela echa estudiantes a perder. Sacamos niñas embarazadas de las clases. Al que “habla malo y molesta” ahora lo trataremos como “buller”. ¿Y qué tratamiento tenemos para el que acosa? ¿Será botarlos de las escuelas, echar más estudiantes a la calle? Horror.” Francisco educador dice: “A veces los niños se aburren en muchas escuelas de hoy. Unos van perdiendo el gusto a la escuela y se van quedando en sus casas. Muchos maestros le prestan mayor importancia a la disciplina, y se preocupan menos por estudiar cómo es que los niños de hoy aprenden. Nos fijamos demasiado a que nuestros jóvenes se porten como nosotros llamamos bien. Pero a veces se habla de cosas que no tienen sentido para los jóvenes de hoy que son distintos, que aprenden distinto. Todavía se copia mucho de la pizarra. Muchas pizarras para estudiar… Recordemos que muchos faltan a la escuela por irse a trabajar desde jóvenes, ayudar en las casas, ayudar a los padres o sustituir padres que realmente no lo son.” Las ideas anteriores y las que siguen las recoge en la presentación de El ladrillo sobre el clavel. “…Al ver a Labra en mi memoria pienso en la misión de la escuela. La escuela tiene una función cuando las familias no pueden cumplir con su misión. No les quito obligaciones a las familias para sobrecargar la escuela de responsabilidades. En absoluto. Pero la sociedad delegó en la escuela unas funciones importantes desde hace mucho tiempo como es el mantener un código de los valores sociales comunes y que funcionen, el amor a la democracia, a la justicia y a la libertad, el amor al conocimiento y el desarrollo del gusto por la belleza a través de todas las manifestaciones del arte. ¿Quién sino la escuela si estamos inmersos en una sociedad en que los mismos padres y familias necesitan formación? La escuela es la llamada para cumplir con la formación de los hombres y mujeres de nuestra sociedad. Por eso requiere presupuestos más comprometidos. Más aún, mejor invertidos. Si la escuela no puede cumplir con su responsabilidad, o no lo quiere llevar a cabo, tenemos que buscar otras alternativas o iniciativas que eduquen, formen y cumplan con la misión de la escuela que mencionamos: trasmitir los valores, fomentar el amor a la democracia, a la justicia y a la libertad, formar seres creadores y útiles a la sociedad. La convocatoria debe abrirse más a las organizaciones comunitarias y a las mismas familias que se capaciten para formar mejor a sus hijos. También a otros organismos como museos, o institutos de arte que promuevan el desarrollo de los individuos en forma total y los haga seres pensantes, armoniosos, hacedores de paz, responsables consigo mismo y respetuosos del prójimo. La pregunta es eterna: ¿cumple la escuela con su misión? O mejora la escuela o se buscan otras alternativas.” Nos dice: Cómo hiere la memoria. Volver al dolor del crecimiento, la partición primaria de la soledad inicial. Se sienta uno al borde del camino en lo que pasa el recuerdo que tanto pesa. Clamo a veces por la crueldad del Alzheimer con tal de no recordar. Si las células de la memoria al menos se me hubiesen muerto no tendría que echar de menos lo que no tengo ahora o lo que no he podido recuperar... Hay recuerdos que es mejor dejarlos que sean solo recuerdos. Una escuela quedó sola sin matricula por dentro. Muchos corazones quedaron como las fuentes sin agua. Y olvidados. En el poema “En el tiempo” dice: Entonces trataba de aprender las matemáticas para sumar amigos o contar amores no tenidos y restar las penas de mi casa, la nostalgia perenne de Mami, el miedo a la soledad y el terror a las drogas y al alcohol. Siendo, como siempre soñé ser, una ventana sin hojas, me tuve que encerrar, con un terror a la vida, mientras se desarrollaba la salsa en las velloneras y se abrían camino Tito Puente, La Lupe, Pellín y Andy. Paul Anka bajó de un helicóptero y entró por el techo de Wolworth en la Ponce de León en la Parada 18. La educación se vive de diversas formas. En su blog Los duendes del campo, libro que espera publicar próximamente orienta a los niños sobre un problema mundial: “Por otro lado, tenemos el problema de las semillas. Hay muchos campesinos en el mundo que no tienen semillas para cultivar. Otras personas se han apropiado de las semillas y hasta le han puesto nombre para hacerlas suyas y venderlas. Los campesinos pobres no pueden adquirir estas semillas y por lo tanto no pueden sembrar. Si siembran, siembran menos por el costo de las semillas porque ya las semillas pertenecen a otro que es el único que las vende. Esto no es justo. Estas semillas pertenecen a los campesinos del mundo y a los países en donde las semillas se originaron que por años las han compartido con otros campesinos de distintas partes del mundo. Son de nadie.” La revista colombiana “Por el derecho a la alimentación” (Campaña Salsa, Soberanía Alimentaria, Seguridad y Autonomía) incluye un poema suyo (de Los duendes del campo) en el que denuncia la desaparición de los indígenas, ya fuera por muerte o por haberlos desplazados de sus tierras o tener que huir por tal de que no los maten con sus familias: Los que siembran ¿Dónde están? Dónde están que no es un juego. ¿Dónde están que no los veo. ¿Dónde están? Los que siembran es que se han ido? ¿O es que están desaparecidos? Dónde están, no los encuentro. Que ninguno esté ya muerto. ¿Dónde están? ¿Dónde están? A encontrarlos donde están. Francisco Feliciano además es persona agradecida por la bondad de poder criar un hijo. En su libro Me nació un ángel dice: El día en que tú naciste las nubes se echaron a un lado para dejarte pasar. Se detuvo el agua del río más caudaloso de tu tierra y se estremecieron las cuencas en la tierra mía. Tu madre debió convertirse en una constelación para dejar caer su más tibia estrella en la santidad de la noche. Yo no te sabía, entonces, como mío aunque siempre supe que padre no es quien engendra. Confieso, que hoy me asombro de lo que has hecho por mi vida. Yo no sabía lo que era arrunchar la carne de Dios, no conocía otra blancura distinta a la del nardo, no sabía otro idioma que no fuera el que emplea la palabra. El día en que tú naciste quedé mudo; el cielo se abrió en dos y los ángeles vinieron a ofrecérteme. En ese instante yo estaba ya muy lejos. El día en que tú naciste yo buscaba la unión con Dios. Como poeta en el año 2000 Francisco publicó su libro Enén: el barquito de papel, con el cual se unió a varias expresiones para llamar la atención del ex presidente Bill Clinton sobre la presencia de la marina en Vieques, la cual logró ya que recibió de Casa Blanca el acuse del recibo del libro y de la carta donde se denunciaba los daños que ocasionaban las prácticas militares en la isla municipio. La poeta Carmen Alicia Cadilla dice en el prólogo que escribe al libro Azogue: “Francisco Feliciano encuentra su identificación con Cristo y adopta el nombre de Jesús, que antepone a su nombre de pila. No hay en el poeta petulancia ni soberbia. Su actitud es de hallazgo, de reconocimiento, de entrega, de solidaridad espiritual. En su poema Cristificación, su pensamiento se acrisola hasta el punto de fusión. Vive en sí mismo, con íntimo dolor de no verla acontecida, en carne propia, la hora del ascenso y termina diciendo: Cada jueves que mueres en mi pecho busco sin hallar el madero para ascender contigo." Es hombre de fe: El corazón aletea sus pulsaciones de estrella. Mi amarillenta sonrisa se lavó en sus destellos. La mano de Dios prende la vela del día. Enjabona el cielo de luz y el suelo de calma. Bóveda y tierra parecen valva y valva de una misma concha. Allá brilla el sol, acá perlas mojadas. Lágrimas y sol empujan da noche, Hunden los sueños hasta flotar en la nada. La esperma de la madrugada abre de par en par las lilas, escarba nuevas grietas para que el río nade: hincha nuevos vientres -renuevos de vida-, humedece el surco donde el germen late. La mano de Dios derrite madrugada... ¡Ay, ay, que me hierva los pocitos de la cara! La mano de Dios Derrite madrugada... ¡Y se me quieren abrir las rendijas del alma! Sobre el amor comenta en De esta forma de amar. Busco ansiosamente mi espacio en el paredón de los amantes. No concibo quedarme ausente de esta tortura por confesar mi amor. Muy fácil es proclamar que amo lo contrario con tal de salvar pellejo y alma, fortuna y empleo, no me publiquen en la prensa y un hipócrita me deposite bendiciones. Esta forma de amarnos provoca una guerra tan fuerte que hasta Marte se ha puesto de nuestro lado. Francisco Feliciano es miembro fundador de la Asociación Caribeña de los programas TRIO en donde ha ocupado diversas posiciones y coordinado varios comités. Fue tesorero y vicepresidente en varios momentos y finalmente presidente. Hizo historia la primera marcha que organizó en la semana de los programas TRIO desde el Pabellón de la Paz hasta el Capitolio bajo la presidencia de Lillian Matos. Nos ha representado en la junta del Council for Opportunity in Education en Wáshington, donde fue del grupo original que inició los viajes de formación profesional en Europa. Recuerda que participó de varias visitas al Policy Seminar en búsqueda de apoyo para los fondos TRIO, las becas Pell y los programas de estudio y trabajo en las universidades. Francisco Feliciano es el director TRIO de mayor tiempo en sus funciones en Puerto Rico e Islas Vírgenes, y tal vez se encuentre entre el personal TRIO mayor número de años de servicio en forma consecutiva en los Estados Unidos. Entre otras labores ha dirigido en ASPIRA el Programa Upward Bound para Veteranos por más de 36 años, donde se inició como tutor y luego como orientador en 1974. En ASPIRA ha coordinado simultáneamente iniciativas como el Proyecto ENTRA dirigido a jóvenes del residencial Monte Hatillo y el proyecto ADELANTE a principios de la década del ochenta. Posteriormente fue asesor del proyecto ASPIRA a la Cima (1988), de una propuesta de tecnología auspiciada por Power Up, los Centros de Información y Tecnología auspiciados por el Departamento de Educción Federal y luego por Microsoft, del proyecto CASA -iniciativa del ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá- y actualmente de la Escuela Alternativa ASPIRA con cedes en Carolina y Mayagüez. Todas estas iniciativas van dirigidas a jóvenes y adultos que cumplen con todas las características de TRIO: escasos recursos económicos y mayormente primera generación universitaria. Actualmente modera el programa radial “Volando alto” por WKAQ 580, una colaboración entre ASPIRA y Univisión para promover el acceso de los hispanos a los estudios postsecundarios. Sobre sus pasiones dice: “Siento muy vivas dos grandes pasiones, las de maestro y las de bibliotecario creador. He tejido mil sueños entre libros de ciencias en la Universidad de Puerto Rico. La biblioteca ha sido mi templo para meditar. Abrir un libro te ofrece unas interrogantes sobre lo que está adentro y te brinda un misterio que quieres resolver. Confieso que en la biblioteca he comulgado con la poesía. En la quietud de la noche, cuando nadie habla en la Biblioteca de la Universidad y los rincones ensordecen, he pensado muchos poemas. Los repetía varias veces hasta llevarlos al papel o corría a casa desesperado para vaciarlos en la computadora.” “Nunca podré olvidar mis orígenes. Nací muy pobre, apenas unas camisetitas cubrían mi cuerpo en la infancia. Ahora quiero dar el abrigo emocional que no tienen alguno de mis estudiantes de ASPIRA, a los muchachos de la Universidad de Puerto Rico por su disidencia, a los que han perdido sus mentes en la vida. Doy el abrigo de mi corazón a mi personal tan leal en el Programa de Veteranos de ASPIRA: a Sylvia Fontánez, a Ángela Santiago, a Zoraida Toro, a Jannette Figueroa, a Héctor Santana, a la decena de tutores como Iris, Luz Llanos, Fernando, Beda. Melba, Nelly, Juana, Zoraida, Nydia, entre otros. A Doña Hilda y a Adalexis mis Directoras Ejecutivas en ASPIRA y a Giovanna, Vangie y a Julia en la Biblioteca de la Universidad donde llega la musa para mis versos. A todos los que han estado luchando conmigo, los que han estado con el pensamiento afín al mío y los que no lo han estado pero que me han puesto a pensar. A los que me acompañaron e hicieron el quórum cuando mi presidencia en la ACPT. A tantos. Un saludo desde este mi presente a la memoria de mis maestros de las escuelas públicas que hicieron tanto por mí con tan poco. Doy gracias a la estrechez que viví, porque como Puerto Rico, todavía me mantengo de pie y en actitud de lucha. Ni a Puerto Rico ni a mí nada nos rinde”
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