José Manuel Caballero Bonald (1926-2021)

Gracias, por tu compañía, fundamental.
Sigo entonces.

José Manuel Caballero Bonald



EPITAFIO PARA MUSARAÑAS

LABERINTO DE FORTUNA II


Fue propenso a no ver sino halos, delicuescencias, ectoplasmas: una limitación más bien incomoda que le impidió pensar en nada que no fuera del todo inexistente. Usó del soliloquio a manera de arenga y dedicó sus últimos fervores a quemar a insurrectos en efigie. No fue recompensado, sin embargo, por más que confundiera con pericia fanática el poder y la gloria. Sus correligionarios casi nunca lo olvidan.

José Manuel Caballero Bonald


COMEDOR DE LOTO
LABERINTO DE FORTUNA II

El paisaje que miro me corrige cuando cierro los ojos por cansancio o desidia. Nunca la realidad pudo ser sustentada sin aportar su parte de ficción. ¿No es lo visible ya lo menos verosímil? La estrofa de la luz invierte mientras tanto su trayecto y en el desmemoriado litoral de la sombra acabo refugiándome como si desandará el tiempo que me queda. También quien retrocede encontrará el futuro. Renuncio en todo caso a recordar; vendo mi alma al corrector supremo de esta prueba.

"...Nunca la realidad pudo ser sustentada sin aportar su parte de ficción...."

Es inevitable pasar y no dejar un ¡S.C!

Besos.

José Manuel Caballero Bonald



UN BRUMOSO DÍA DE LEVANTE
LABERINTO DE FORTUNA II

Probablemente era la más mediterránea de las hijas de Tetis, la más feliz también de las otras nereidas censadas por Hesíodo. Fue aíre y fuego y agua, fue linfa torrencial y zarza ardiendo. Bebía dulce y lenta en la sed de ella misma resarciéndose así de lo que más gozaba, y el gozo la envolvía de un húmedo esplendor con trazas de recíproco. Tenía un halo azul como de emanación de arsénico en los pechos, a pesar de lo blanca que era lo tenía. Y allí estaba su boca finalmente, cóncava y rezumante como pulpa en que el placer común se maceraba. Blanda succión en la estrategia nocturna del levante, devolvía a la tierra el genital tributo de la tierra, y era su vientre quien magnificaba con sólo estar desnudo el magma clandestino que quedaba flotando entre la bruma. Del linaje de Aquiles, recorría exultante el olímpico tramo que había entre dos cuerpos sólo para seguir pensando que era bella y vivía. Poseerla era igual que liberarla del cerco policial a que la sometían los falsos emisarios del jardín de Academos.

José Manuel Caballero Bonald


ADAGIO MOLTO
LABERINTO DE FORTUNA II

Coágulo de música que inunda las periferias del silencio, con qué alucinatoria nitidez se equivoca de herida. Es posible que entonces una vibrante lengua de laúd lama las ingles y registre la boca del que escucha con gozo la voluble cadencia de la sangre. Si son imaginarios los acordes, también su procedencia es ilusoria. Pues nadie pone en duda que el ahíto, después de recrearse con algún quejumbroso instrumento de cuerda, será sordo al deleite que armoniza los cuerpos. Más no así quien miró fascinado el musical incendio de Gomorra y prefirió la culpa a la pureza. Un oscuro placer también supone en ciertos casos una impecable oferta de esplendor.

José Manuel Caballero Bonald



PARÉNTESIS
LABERINTO DE FORTUNA III

Algunas veces lucha tu contrario contigo. Nada más impensable que confundir la abdicación con la cobardía. No serás nunca el mismo después de haberlo hecho: serás probablemente una copia imperfecta del peor de tus otros valedores. ¿Sabes tú por ventura qué voz se contradice con la voz adversario? La hostilidad persiste en razón de sus treguas. O de esa fortuita agresión del recuerdo que arrasa filialmente tu sigilosa historia personal. Acúsate tan sólo de haberlo deseado: son los lastres, las rémoras que arrastras desde que miras, oyes, examinas a esos desconocidos con los que convives.

José Manuel Caballero Bonald




SUMARIO CERO
LABERINTO DE FORTUNA III

El decoro del homicida consiste casi siempre en reconstruir el acto de matar ante un improvisado cónclave de adeptos. Más no en todos los casos el recurso resulta irreprochable: nunca es del todo fidedigno lo que no admite dudas. Los indicios de culpabilidad ¿no se esgrimen a veces como huraños refrendos de inocencia? Nadie es capaz de desmentir a un muerto.

Lo siento, querida amiga... pero no me queda mucho tiempo para el Foro. Mis seis nietos - sobre todo Eva- reclaman mi tiempo. Y claro, se los regalo con mucho gusto. Cuando pueda me pondré al día.

Tranquilo, Pascual y sobre todo que disfrutéis, los abuelos con los nietos y seguro que ellos, lo hacen con los abuelos, así que sin prisa, porque sé que estás a pesar de todo.
Besos.

José Manuel Caballero Bonald



SANTO OFICIO
LABERINTO DE FORTUNA III

Alrededor de las persecuciones hay siempre un subrepticio vendedor de jaculatorias. Se le conoce por la cera litúrgica que destilan sus ojos, también por una herida sin cicatrizar que ostenta en el sañudo cielo de la boca. No te acerques a él, tú que acaso confundas la dirección correcta de la huida, no te dejes tentar por esa detestable incitación a la virtud. Quien persigue al liberto ¿no es siempre el más esclavo? El vendedor imparte su enseñanza con taimado escrutinio, muda de piel como el reptil en la pedriza, sólo intenta salvar al que ya se ha rendido. Su sombra engulle consagradamente la sombra cautelar del acosado. Por lo común se hace llamar el Émulo-mayor-del-único-camino.

José Manuel Caballero Bonald


VISTO PARA SENTENCIA
LABERINTO DE FORTUNA III

Hay un cuchillo apenas disuasorio, ni siquiera muy ávido, en mitad de la alcoba. No se llama Rencor ni Alevosía, se llama Afán de Nada casi siempre. Brilla como si fuera un medallón de sangre y rezuma de un modo tan acérrimo que se confunden con el charco que dejan las heridas en las sábanas. A ratos se comporta igual que un espejito de jadeante lucidez y a ratos se entumece con la misma indolencia de que se valen los deseos para ponerse opacos. ¿Comprendes ya por qué no me resigno casi nunca, a no ser que pernocte en esa edificante vecindad donde por fin Abel se venga de su hermano?

"Hay un cuchillo apenas disuasorio, ni siquiera muy ávido, en mitad de la alcoba. No se llama Rencor ni Alevosía, se llama Afán de Nada casi siempre."

Los sabios tienen enormes problemas: ¿Dicen verdades absolutas?... Eso, o estuvieron en alcobas equivocadas ( primó el deseo sobre la razón).

Gracias, Lluvia.

José Manuel Caballero Bonald


OPUS EQUIS
LABERINTO DE FORTUNA III

Hay días espasmódicos, abruptos, sucios por dentro igual que algunas obcecadas variantes de la perfección. Y hay días además tan beocios e incautos como esos libros pedagógicos que obstruyen todo posible acceso a la razón. Nada es ya compatible con las inmunidades del silencio: cualquier inclinación a la filosofía (o sucedáneos) contribuye a incubar un humillante virus que se expande después hacia el pasado. Imposible acudir al equilibrio irracional del arte, ese desvío supletorio, esa piadosa errata de la ciencia. ¿Qué hacer entonces, mientras proyecta el tedio sus más torpes tentáculos por las intempestivas redundancias del ocio? Sólo un conato de coartada: sublevarse sin más contra los mandamientos de esa abyecta invasión de bienpensantes.

José Manuel Caballero Bonald


ORADOR PUNTIAGUDO
LABERINTO DE FORTUNA III

La sed del cactus, lentamente esmaltada de tedio, trepa por entre atriles sofocantes hasta el centro más trémulo del humo, sin recurrir nunca a nada que no sea espesura de espinas, orín de arengatorio, repelente viruta occipital. Lo exuberante cubre de musgos lo deficitario, mientras un caldo de soflamas engrosa la indigencia que exudan los rastrojos, macera algún tubérculo adherido a la osamenta del desierto. No de otra forma vocifera el gárrulo de turno, replica ornamental de los infaustos buscadores de oro, ufano finalmente de poder injertar la vanagloria en la grandilocuencia.

Ya sabes, como estoy. Pero tengo tiempo - un poco- y ganas - muchas- de disfrutar de Caballero Bonald. Y de darte las gracias por el enorme esfuerzo que estás haciendo.

Besos.

Gracias, abuelo feliz, por estar pase lo que pase, en este caso, todo bueno.
Besos.

José Manuel Caballero Bonald



HÉROE EPÓNIMO DE ARGÓNIDA
LABERINTO DE FORTUNA III

No adivinó su porvenir después de haber muñido la entraña de las aves ni en augurios creyó de la ceniza. Tampoco intentó nunca descifrar los tupidos enigmas del oráculo. Oyó la voz que clama en el desierto y se dispuso a desandar el tramo de cultura que mediaba entre él y el predominio de un pasado execrable. Siguió en secreto un rastro hecho de fósiles y escorias, de expolios que el rencor dejó insepultos. Y así llegó a las puertas condenadas de Nínive, al muro funeral de Babilonia, al usurpado trono de Tartessos. ¿Truncó el destino entonces con su prueba de fuego el heroico, el invicto, el sobrehumano poder del errabundo? Abatido en el légamo, se volvió inquebrantable como el hijo de Gea. Sus hechos no figuran en ningún manual de semidioses, pero dio nombre al sitio que elegí desde siempre como mío.

José Manuel Caballero Bonald


HERMENÉUTICA
ARGÓNIDA

Para poder leer a ciencia cierta el sibilino texto, nada más razonable que adoptar bucalmente la flexible postura del que ama. También así podrán documentarse los muchos excedentes de mesura que obstruyen la ambigüedad innata de la historia. Las consecuencias, sin embargo, no siempre son del todo previsibles si el lector y el amante resultan ser el mismo.

José Manuel Caballero Bonald



MOLUSCO DE JARDÍN
LABERINTO DE FORTUNA III

Ingería una enorme cantidad de impudor mientras hablaba y una baba epicúrea le pendía del labio como un resentimiento. No se lavó las manos con motivo ninguno, a no ser para hurgar en la obscena gaveta de la gastrología con codicias de párvulo. Era más bien tentacular y frondio, voraz y discontinuo. Su frustración se le fue haciendo omnívora y acabó en autofagia. Destinado a ser pulpo, quiso llegar a más: fue muchos cefalópodos en uno. Redactaba una ingente escasez de pudor mientras comía. Mas no cejó por ello: sabe aún de condumios casi tanto como de astucia el sátrapa.

José Manuel Caballero Bonald


GUSTO ROMÁNTICO
LABERINTO DE FORTUNA III

La lujuria del luto contamina el negro corazón de los cipreses, repta por la musgosa claridad que profana los mármoles, invade el pedregal donde cohabitan los inanes espectros de la luna. Qué despilfarro de hojarasca amortaja los cuerpos, o bien, que desnudez más mortecina fluctúa por detrás del columbario. Gustoso ritual con rango de congoja, nada puede invertirse pues todo es permutable: la decadencia lóbrega del sueño, los nocturnos endriagos que flagelan la carne, el morbo ornamental donde se injertan los suspiros. Sólo se escucha al fin el estertor sincronizado de los necrófilos amantes.

Te sigo, amiga mía. Aunque a un ritmo lento.

Besos.

Lo sé, el ritmo, cada cual con el suyo, pero siempre bailando al son de la buena poesía.
Gracias y seguimos pues.

José Manuel Caballero Bonald


LIMA DE PIEDRA
LABERINTO DE FORTUNA III

Aposentada en un distrito cárdeno de la lluvia, no se movió siquiera cuando sintió en su cuerpo la araña combustible de un relámpago andino. Expelía un tibio olor animal y tenía algo de sacerdotisa purgando en las mazmorras de la noche un delito que nunca cometiera. A su lado yacían las totumas, las piedras, los exvotos que iba ofreciendo a nadie igual que si ofreciera una ignorancia laboriosamente adquirida. Impregnaba su rostro una tintura glandular y dinástica, como de coca y frailejón, de saliva de enferma y maíz fermentado. Era la arrodillada después de haber vivido genuflexa, la criatura más única que podía mirar a ningún sitio diciéndole al viandante: en su estado selvático la piedra es un jalón de fuego negro, mas después de haber sido mansamente limada le sale de lo hondo esa veta de sol ceremonial que solo comparece en el borde limeño del océano. Y allí estaba el tesoro envileciéndose entre culturas residuales, tal vez incorporado para siempre a aquel mugriento cuero que alfombraba los charcos del terrizo. El viandante cogió entonces la piedra con una inmemorial misericordia , como si aún convaleciera de algún remoto síndrome de culpabilidad. Y ya la mano se encontró propiamente con la mano: una sacrílega permuta, una moneda a cambio del secreto solar de Coricancha.

José Manuel Caballero Bonald



AGENTE DOBLE
LABERINTO DE FORTUNA III

Era tan joven como yo no recordaba haberlo sido nunca. Llevaba en la cartera prontuarios y fichas en lugar de abalorios, tretas en vez de ungüentos. Disponía de ojos disciplinadamente adustos y achinados, manos organizadas con premuras de arenga y algo como una discordancia clandestina en la módica ejecución de su ternura. Tan joven y aún tan desdeñándolo, parecía el remedo de una farsa apenas compatible con el otro armamento de su vida.

José Manuel Caballero Bonald



RECADO A CIORÁN O
DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO
LABERINTO DE FORTUNA III

Entre usted y ese inculto autor del Apocalipsis, caben holgadamente (según cálculos no siempre minuciosos) algo así como veinte siglos de fracasos, incurias, malandanzas. Es otro inconveniente, desde luego. Tantas desgarraduras ¿sólo sirven acaso como suplencias de la cobardía? No sin notoria incertidumbre somos capaces de reducir a escombros los espacios impuros del pasado. ¿Por qué entonces no se suicida usted un poco, al menos hasta que acabe el ciclo natural de nuestra podredumbre y resulte más fácil elegir otra historia a partir de la Historia?

José Manuel Caballero Bonald



NINFA EGERIA
LABERINTO DE FORTUNA III

Durante muchos años repitió sin rebozo una misma palabra: aquella que reduce de facto a la unidad las acepciones todas de asesino. La iba grabando a fuego en panoplias y palios, en lujosas insignias de pergamino secular, para luego ensartarla con esmero senil en un collar de perlas vitalicias. Pero una inesperada regresión de blasfemos, la ya por siempre impía rapacidad de los desahucios, modificó sus preces y ornamentos. Nunca más apuntó con su cetro en dirección a esa palabra. Las joyas convertidas en ajuar funerario prolongan en el polvo el consejo final de su mudez.

José Manuel Caballero Bonald





BLOQUE GENÉTICO
LABERINTO DE FORTUNA III

Las personas en cuyo organismo se detectan apreciables cantidades de oriol, suelen estar justamente capacitadas para ingresar en el martirologio o seguir la carrera de las armas. No se conocen casos de incertidumbres electivas o defecciones netas. Sólo en último extremo acceden determinados individuos a esa gloria no efímera que encumbra por igual a petimetres, atletas, locutores, caciques. Pero es poco probable: una herencia de fámulos asegura también el galardón adicional de la obediencia ciega.

José Manuel Caballero Bonald


DEMASIADAS PREGUNTAS
LABERINTO DE FORTUNA III

Algún día no menos improbable que otros, cuando la petulancia ceda su turno a la apatía, podré saber quién soy. Pero tal vez entonces ya no quiera saberlo. Para qué voy a querer saberlo si quizás ese día no haya conmigo nadie que se parezca a mí. ¿En qué espejo que el tiempo habrá estragado se mirará mi semejante? Sólo se reconoce quién se olvidó de pronto de sí mismo. Aún convive el recuerdo enemistado con la historia.

"Algún día no menos improbable que otros, cuando la petulancia ceda su turno a la apatía, podré saber quién soy. Pero tal vez entonces ya no quiera saberlo. Para qué voy a querer saberlo si quizás ese día no haya conmigo nadie que se parezca a mí. ¿En qué espejo que el tiempo habrá estragado se mirará mi semejante? Sólo se reconoce quién se olvidó de pronto de sí mismo. Aún convive el recuerdo enemistado con la historia."

La belleza suele ir de la mano de la sabiduría.

Gracias, Lluvia.