BLANCA DE BORBÓN
ACTO PRIMERO
ESCENA IV
BLANCA, LEONOR, ENRIQUE, embozado.
LEONOR
Entrad, propicia
Nos es la suerte: si mi padre llega,
Yo al punto advertiré.
(Vase.)
ENRIQUE
¡Dichoso día!
Al fin te encuentro, idolatrada Blanca.
BLANCA
¡Enrique! ¡Oh Dios! ¿Y tú te sacrificas
Generoso por mí? ¿Qué intento ahora
Pudo traerte hasta mi cárcel misma
A aumentar mi inquietud? ¿Acaso, Enrique,
No conoces tu riesgo?
ENRIQUE
Tranquiliza,
Blanca, tu corazón: mi único intento
Es salvarte o morir: toda mi dicha,
Mi ventura mayor cifro en salvarte.
Salvarte, sí, para que Enrique viva.
Este déspota atroz, ese inhumano
Tigre, que en ti furioso se encarniza,
Salva de su furor, libre ha de verte
Cuando mas en sus garras te imagina.
Prófugo, en mi destierro yo he llevado
Siempre tu imagen en mi mente fija,
Y entregada al dolor, en triste cárcel,
Contino ante mis ojos te veía;
Por ti, gozoso en el mayor peligro
Me lanzaba con ávida codicia,
Por ti, contra mi rey, contra mi hermano,
Fiero empuñé la espada vengativa,
junté guerreros, me arrojé al combate,
Luché con él en desigual porfía:
La suerte en las batallas caprichosa,
Mostróse a mis valientes enemiga.
Entonces, ¡ah!, mis odios, mi venganza,
Mi rabia, cual jamás sentí encendida
Roer mi corazón, no me es bastante.
El nombre de traidor que me designan
Es para mí un blasón. ¡Ah! Si es forzoso
Para salvarte arrebatar su vida,
Quiero añadir al nombre de rebelde
El título también de fratricida.
BLANCA
¡Cielos, Enrique! ¿Adónde despeñado
La cólera te arrastra? Tú deliras:
Huye, Enrique, por Dios. ¡Ah! No conoces
Cuánto se arriesga hasta mi vida misma
Si el rey descubre tu imprudente arrojo.
¿Quién sabe si ahora mismo cien espías
Te han conocido ya, siguen tus pasos,
Te cercan, oyen, si pendiente brilla
Sobre tu propio corazón la daga
Que a asesinar a entrambos se destina?
ENRIQUE
Primero yo la enclavaré en el suyo.
Oyeme, Blanca: mi dolor respira
Sólo venganza; la ternura, el fuego
En que otro tiempo el corazón me ardía,
Esta insaciable sed los ha trocado
Ya en desesperación. ¡Ah! ¿Tú creías
que era sólo por ti? ¿Tal vez pensabas
Que esta pasión que el alma me domina
Me la inspirabas tú, tú únicamente?
No, Blanca, no, que por venganza gritan
Madre y hermanos por mi hermano muertos,
Y el seno dejan de la tumba fría,
Sombras inexorables: mis furores
No has encendido tú; la saña mía,
Horror tan negro, tan funesta llama...
Es imposible, no, tú no la inspiras.
BLANCA
Basta, Enrique, no mas: yo le idolatro:
Yo a mi pesar le adoro, aunque me oprima
Y me desprecie y me abandone.
ENRIQUE
¿Acaso
Yo te hablaba del rey? ¡Oh, Dios! ¡Qué ira!
Un astro mismo, sí, cuando nacimos,
Blanca, tú y yo, sin duda presidía.
Feroz el rey te oprime, te abandona;
A una ramera vil te sacrifica...
Y tú le adoras, y su nombre odioso
Está y su imagen en tu pecho escrita...
Y yo, entre tanto, que doquier me vuelvo
En torno al mundo la anhelante vista
Un solo punto en todo el universo
Encuentro para mí: yo, que mi vida
Cifrara en poseerlo; yo, arrojado
Lejos de allí y opreso de codicia,
Como un segundo Tántalo, a mis labios
Llegó apenas el agua apetecida.
BLANCA
Sí, Enrique, sí, es verdad; los dos nacimos
Para ser infelices: destruida
Nuestra esperanza está; nunca yo he visto,
Desque a tu hermano amé, lucirme un día
De ventura y quietud. La blanda calma,
Los dulces juegos, la inocente risa,
Placer de los amantes venturosos,
No halagarán jamás el alma mía.
¡Desdichada de mí! Si acaso busco,
Durante el curso de mi corta vida,
Momentos de placer, sólo me quedan
Tristes memorias de los breves días
de mi infancia feliz, tristes memorias
Que, acaso más, mi pecho martirizan.
Y tú también sin esperanza, Enrique,
Por un mísero amor, cual yo, suspiras.
ENRIQUE
¿Y tú lloras por mí? Blanca, tu llanto
Es regalado bálsamo que alivia
Mi amargo padecer: jamás mi pecho,
Jamás sintió tan plácida alegría.
Yo no soy infeliz; yo soy dichoso;
La más dulce esperanza me reanima,
Yo puedo liberarte, hacer que vuelvas
Al seno de tu patria, a las delicias
De tu primera edad: tu alma inocente
Allí tal vez reposará tranquila.
Los años vuelan y el pesar con ellos;
Allí se trocará en melancolía,
En recuerdo pacífico y sensible,
Ese dolor que el corazón te agita.
Yo puedo liberarte. Óyeme, Blanca:
Aún tengo amigos; Aragón, Castilla,
Sevilla misma, auxiliarán mi empresa;
Mil descontentos de su rey me brindan
Con todo su poder; Lara, Manrique,
Sólo esperan mi voz, todos me animan
A volver a lidiar... Guerra y venganza
Contra mi hermano en su poder respiran.
Hoy mismo, cuando salgan del torneo,
vendrán conmigo a concertar el día
Que debemos romper.
BLANCA
¿Y qué...? ¿Mi esposo...?
ENRIQUE
Si es necesario...
BLANCA
¡Enrique, me horrorizas!
ENRIQUE
Si es necesario, morirá. Es forzoso
Que tú seas libre; ante las aras mismas,
Sobre la hostia lo juré. Esta tarde,
Al declinar el sol, cuando sombría
Tienda la noche su estrellado manto,
Yo volveré a avisarte la hora fija
En que libre has de ser. Tú, a alguna reja
De las que al Betis sobre el margen miran,
Atenta esperarás, y cuando un barco
Atraviese las aguas cristalinas,
La voz del trovador y el son del arpa
Te anunciarán cantando mi venida.
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