Augusto Ferrán: El romántico olvidado
Por: Gonzalo Gragera
A ¿Por qué fue Augusto Ferrán?
Que el siglo XIX en España fue una etapa apasionante de la Historia es una afirmación que no nos trae nada novedoso. Pero cuántos nombres se han perdido en sus almanaques y sus hemerotecas. Pero cuántos nombres se han perdido en los noticiarios de los periódicos y en la ceniza del tiempo. Cuántas caras. Cuántas firmas. Cuántos secretos. Cuántos documentos desconcertantes y reveladores. Cuántas biografías consumidas al paso de las décadas. Una de estas biografías fundamentales para entender, en este caso, la cultura y la historia de la literatura en España tiene nombre: Augusto Ferrán y Forniés.
¿Por quién responde Ferrán y Forniés? Augusto Ferrán y Forniés nació en el Madrid decimonónico, el 27 de julio de 1835. Hijo de una familia de artesanos, mediana burguesía y buena posición, de padre barcelonés y madre zaragozana, mantuvo una intensa relación con las inquietudes humanistas de su tiempo. La desahogada economía familiar, un taller de molduras –cuya prosperidad le concedió a sus padres la posibilidad de abrir negocios en Cuba–, le permitió al joven Ferrán recibir una educación privilegiada. Augusto Ferrán, siempre lúcido y atento en la rama de las letras, accedió al madrileño Instituto del Noviciado, en donde comenzó a adquirir y a nutrirse de los principales movimientos literarias y humanistas del siglo XIX en Europa.
Costeado por los gastos de la casa, el por aquel entonces estudiante de Madrid, prepara la maleta y viaja por dos países que son, que fueron, epicentros de la cultura occidental y de Europa: Francia y Alemania. Aun así, a pesar de la riqueza cultural –literaria, pictórica, musical…–del París en que desembarcó en un primer momento, fue en Alemania donde Augusto Ferrán quedó atrapado por las sensibilidades estéticas de los nombres más destacados del panorama cultural alemán. En Múnich, ciudad en que se instaló para sobrevivir en este nuevo entorno, lleno de novedad y de aprendizaje, se caló hasta los huesos de la música de Schubert, Schumann y Mendelssohn. En esta ciudad alemana fue donde leyó, por vez primera según nos consta, la poesía de quien será su maestro y su influencia: Heinrich Heine. En Múnich estudia la lengua alemana y se desenvuelve en las nociones de la traducción, oficio que le permitirá vivir durante su estancia; por otra parte, la obra de Heine, le sugiere un nuevo camino estético para la literatura. Camino del que brotará, ya traído a España, un estilo y una corriente estética inédita y original.
Retorno a España: renovación, viajes y cosecha
“Al ver tu sepultura
las siemprevivas tan frescas,
me acuerdo, madre del alma,
que estás para siempre muerta”.
En 1859 fallece Rosa Forniés, madre de Augusto. Este trágico acontecimiento le trae a España, debido al dolor que le produjo la muerte de su madre. La fascinación de Ferrán por la lengua y la literatura alemana le anima a fundar, ya en Madrid como decimos, El Sábado, una publicación dedicada a la divulgación de la cultura germana. El Sábado no fue una revista que perdurara en la publicación de sus números, pero le permitió conocer nombres relevantes de la literatura madrileña y hacer amistad en los círculos literarios e intelectuales de la época. Ahí le presentaron a Julio Nombela, con quien Augusto Ferrán viajó en una ocasión a París para cerrar asuntos de la herencia de su madre, pues el padre de éste se había mudado a la capital francesa para vivir en compañía de otra familia. A pesar de su buena adaptación a los ambientes parisinos, Augusto Ferrán decido volver, de nuevo, a España, no sin una condición planteada a su amigo Nombela: que le consiguiera el contacto de un poeta español que sonaba en los ecos de las tertulias y los cafés, Gustavo Adolfo Bécquer. Una amistad fructífera en las vidas de los dos poetas.
En 1860 se inicia un trato entre Bécquer y Ferrán de admiración y generosidad. En aquel Augusto Ferrán prepara la edición de su libro de poemas La Soledad, acogido con entusiasmo por Bécquer en las páginas de El Contemporáneo, periódico en el que se ganaba el jornal como periodista. En este libro de poemas se advierten las formas y los principios estéticos que prevalecen en buena parte de la poesía española de la segunda mitad del siglo XIX: ausencia de la grandilocuencia, influencia de la música popular en el ritmo y en la rima, sencillez expresiva y una obsesión por el lenguaje claro y preciso. Este canon renovador en la poesía romántica, herencia de las obras de Heine –autor del que Bécquer universal y romántico también se inspira para fabricar su obra-, supuso un vuelco a los criterios seguidos hasta entonces.
En los primeros cinco años de la década de 1860 publica Augusto Ferrán Traducciones e imitaciones del poeta alemán Enrique Heine, con buena acogida en la crítica, y numerosos artículos en El Seminario Popular dedicados a la difusión de las obras de los autores, escritores y poetas, románticos de la Europa del XIX, desde el citado Heine hasta Lord Byron. En 1865 se traslada a Alcoy, localidad de Alicante, desde donde publicó varias obras como La fuente de Montal (1866). En los siguientes años de la década, y los restantes hasta su muerte, fueron de amplia producción literaria e importantes acontecimientos en su biografía:
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