AUGUSTO FERRÁN Y FORNIER. (1835 - 18880)
OBRAS COMPLETAS (FTE. BVMC)
UNA INSPIRACIÓN ALEMANA
ÉPOCA SEGUNDA
V
Una hermosa niña, tan joven como hermosa, entró en la cervecería próxima a la Universidad de Heidelberg. Lleno de gente el salón, lleno de humo y de bullicio, nadie reparó en la hermosa niña.
¡Y en verdad que era hermosa! Parecía su rostro el de una de esas antiguas esfinges que van a revelar un enigma incomprensible. La niña entró, y mirando tímidamente en torno suyo, se adelantó por entre las mesas del salón.
No recuerdo qué canto sonoro brotó de sus labios trémulos; no recuerdo qué extraña melodía resonó, sin imponer silencio, en aquel recinto bullicioso; únicamente sé que algunos, muy pocos, se callaron, y que la pobre niña entonó una canción vieja al parecer y en el fondo siempre nueva.
¡Ay de mí, que olvidé la canción triste y alegre, pero que tiene ecos de tristeza nunca apagados, la canción que hablaba de amor, de celos, de goces, de tormentos, de ensueños en la vigilia soñados! ¡Ay de mí, que sólo recuerdo confusamente tan misteriosas palabras, misteriosas porque en la memoria quedan interrumpidas, y una melodía tan conocida y siempre nueva, que resonaba como el lejano recuerdo que antes de acabarse muere en el corazón!
¡Ay de mí! La hermosa niña cantaba... yo no sé lo que cantaba... cantaba, ahora lo voy recordando, que el amor principia en la muerte y se aumenta en la eternidad, donde el amor es ambición, y gloria, y virtud y eterno deleite; que tiene a todos los pesares por esclavos sumisos y por humildes servidores. Cantaba que no hay dicha real en la tierra, porque la dicha es un sueño que dura tanto como la vida, del cual nos despierta en silencio la muerte, voluble pero prudente.
Cantaba que la verdad de ayer es hoy mentira, que la verdad de hoy será mentira mañana, y que los pesares y los tormentos son únicamente el principio de la felicidad suprema.
Cantaba la niña con voz juvenil y sonora, aunque no vibrante. Y la hermosa niña, en verdad puesto que tales cosas cantaba, concluyó su canción, y a través de la gente se adelantó pidiendo muy quedo una limosna o una recompensa.
Y llegó a una mesa y tendió la mano a un extranjero que la miraba fijamente. Ella, sin conocerlo, se estremeció, cerrando casi los ojos. Él, ofreciéndole una limosna, la habló con un lenguaje extraño que ella no parecía comprender:
-Yo te amo, porque estás sola y eres humilde. Yo te amo, hace ya mucho tiempo, porque, obligada a cantar entre los hombres el amor, entornas al cantar los ojos, para oscurecer su brillo ardoroso, y cierras de vez en cuando los labios para ahogar el fuego de tus palabras.
»Yo te amo a ti, libre y a la vez esclava de ti misma, porque ninguna he visto, y visto a muchas, que te supere en humildad, en temor, en silencio que, a pesar tuyo, interrumpes con tus cantares enamorados.
»Todo el amor espontáneo que puse en otras, quiero ahora ponerlo en ti. He nacido muy lejos de Alemania, lejos de Francia; más allá de los Pirineos; en una aldea desconocida de los alemanes y casi de los españoles.
»Yo te amo con todo mi corazón, y si no te vienes conmigo, me moriré de dolor lejos de mi patria. -La pobre niña, rechazando la mano que en su mano quería depositar la rica limosna, respondió suavemente, en medio de la multitud:
-En verdad que no comprendo todas vuestras palabras; pero el sentido de algunas de ellas lo comprendo, porque estoy enamorada. Yo amo, aunque no sé lo que amo. Yo deseo y no sé lo que deseo. ¿A qué burlaros de mi deseo y de mi amor?...
-¿Se sabe algo más de la humilde cantadora y del extranjero desconocido? Muy poco se sabe. Ella abandonó su patria; y, como una flor trasplantada, se fue marchitando lentamente.
Él, que era acaso sin saberlo el espíritu del mal, la abandonó en la tierra extraña. Ella, pobre y solitaria siguió cantando en lejanas tierras, hasta que la muerte cerró por piedad sus labios. Y al morir cantaba:
«Yo amo, y ya sé lo que amo. Yo deseo algo y ya sé lo que deseo. Yo busco lo que al fin he de encontrar. Mi corazón sufre, pero suavemente y sin latir. Mi voz se apaga. ¡Yo me muero enamorada de la muerte!»
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