SONETOS SIGLO XX
CHAMPOURCIN, ERNESTINA DE
Vitoria. 1.905 – Madrid. 1.999
Ha vi vido siempre en Madrid.
Esposa del poeta Juan José Domenchina.
Exilados fijan su residencia en México. En 1.972, viuda, vuelve a España.
BIOGRAFÍA
Ernestina de Champourcín nació en Vitoria, España, en el año 1905. Desde muy pequeña fue una persona soñadora, lo que la impulsaba a inventar diversos cuentos e historias durante gran parte de su infancia. Fue criada en una familia católica y tradicionalista, adicionalmente aburguesada. Sus padres se esmeraron por brindarle una buena educación, en donde se reforzaba el conocimiento y uso de diferentes idiomas. Desde una edad temprana dominaba los idiomas inglés y francés, lo que la convirtió en una de las traductoras más grandes del siglo XX.
Su ambiente familiar era culto y aristocrático, vivía de forma privilegiada junto a sus padres y hermanos. Su padre era abogado de ideas monárquicas, con inclinación liberal y conservadora. Su nombre era Antonio Michels de Champourcín. Tenía gran estatus social, ya que poseía el título de barón de Champourcín. Con esto podría acreditar que su familia paterna tenía orígenes en la Provenza Francesa. Su madre, Ernestina Morán de Loredo Castellanos, nació en Montevideo, Uruguay. Era hija única de un militar, de ascendencia asturiano. Viajó junto a él múltiples veces al continente europeo.
Al cumplir aproximadamente diez años de edad, Ernestina de Champourcín, junto al resto de su familia, se mudó a Madrid. Allí fue inscrita en el Colegio del Sagrado Corazón, en donde recibió excelente educación por profesores particulares. Fue examinada como alumna libre de bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. Ernestina tenía grandes deseos de iniciar sus estudios universitarios, sin embargo ese deseo fue obstaculizado por su padre, quien se negaba rotundamente a dejarla asistir a la universidad, a pesar del apoyo de su madre, quien estaba dispuesta a acompañarla a clases para cumplir con la norma de mujeres menores de edad en ese entonces.
Al no poder asistir a la universidad, decidió que la literatura era el medio por el cual podría expresar sus ideas y emociones, permitiendo un mayor control de las mismas con respecto a las relaciones humanas. Su conocimiento de idiomas, además de su creatividad, la impulsaron a comenzar a escribir poesía en francés desde su juventud. Sin embargo, ella misma destruyó esas obras cuando se planteó dedicarse formalmente a la literatura.
Ernestina de Champourcín sentía un profundo amor hacia la lectura. Además, su entorno familiar con tanta cultura la puso en contacto con grandes figuras literarias, como Victor Hugo, Lamartine, Musset, Vigny, Maurice Maeterlinck, entre otros. Igualmente a temprana edad ya tenía conocimiento pleno sobre grandes figuras del castellano, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Juan Ramón Jiménez fue de gran influencia en el desarrollo de los trabajos poéticos de Ernestina. Siempre lo consideró como un maestro.
Publicó su primer libro a los 21 años de edad, llamado En silencio. Al poco tiempo comenzó a ser reconocida por varios círculos intelectuales de Madrid, sin embargo, hoy en día se considera por parte de los críticos que su libro es una obra inmadura en donde la autora no había encontrado su propio estilo todavía, siendo demasiado influenciada por la admiración que le tenía a Juan Ramón Jiménez.
Pertenencia a las vanguardias
El año que publicó su primer libro, En Silencio, Ernestina de Champourcín envió un ejemplar a Juan Ramón con la esperanza de obtener una crítica y opinión del poeta. Sin embargo, no recibió respuesta alguna. Poco tiempo después sus caminos se cruzaron y de esa manera se convirtió en su mentor. Así entró en contacto con otros compañeros de su generación: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre. Adicionalmente, gracias a su mentor conoció sobre la poesía inglesa clásica y moderna.
A partir del año 1927, la escritora inicia una etapa en la cual publica en los periódicos, particularmente en el Heraldo de Madrid y La Época. Casi siempre escribía críticas literarias para estos periódicos. En dichos artículos publicados antes de que iniciara la guerra civil, contempla temas como la naturaleza de la poesía pura y la estética de la poesía nueva, en la que trabajaban los jóvenes de la generación del 27, grupo al cual ella se integraba, pues tenían la misma concepción de poesía.
Después de su primera obra, publicó libros como Ahora, La voz en el viento, Cántico inútil, entre otros; lo que la convirtió en una de las autoras más conocidas dentro del aspecto literario de Madrid. Es evidente que surgió una evolución en sus obras desde un modernismo inicial, inspirado por Juan Ramón Jiménez, a una poesía mucho más personal, en donde destacaba la temática amorosa con un toque de sensualidad. Gracias a ello fue seleccionada por Gerardo Diego para su Antología de 1934, con Josefina de la Torre, siendo ellas dos las únicas mujeres colaborando en el trabajo.
Desde 1928 hasta 1930, estuvo durante algún tiempo intercambiando correspondencia con la poeta Carmen Conde.
Después de 1930 las cartas se fueron distanciando, sin embargo, siguieron comunicadas hasta los años ochenta, pero con menos frecuencia. Hoy en día se conservan varias de las cartas escritas por Champourcín a Conde.
En el año 1930, después de integrarse al Lyceum Femenino, el primer grupo iniciado en defensa de la mujer junto a otras intelectuales del país, conoce a Juan José Domenchina, un poeta y secretario de Manuel Azaña. Contrajo matrimonio con Domenchina el seis de noviembre del año 1936.
Antes de la ocurrencia del golpe de Estado del año 1936, Ernestina de Champourcín publicó su única novela: La casa de enfrente. Ella misma sentía rechazo hacia su libro, expresando que lo consideraba como un error de juventud. Sin embargo, para varios críticos, como Carmen de Urioste-Azcorra, esta era una obra magnífica en la que se muestra la evolución social y sentimental de una mujer durante las primeras décadas del siglo XX. Esta novela narra la historia de Elena, una joven que tratando de entender a su vecino y a su amante, se dedica a espiarlos.
Se trata de la imposibilidad de acceder al otro y el miedo que eso produce. Estos temas son comunes dentro de las demás obras de Ernestina, quien parece tener cierta nostalgia de poder tocar más no traspasar, además de la falta de entendimiento que tiene la poeta del resto de los seres humanos.
Pero la novela se trata de algo más allá que una joven nostálgica. Es una crítica a la educación burguesa y a la deficiente formación sexual de las niñas, que, por ejemplo, debían bañarse vestidas en esa época. También critica la necesidad de obediencia en el internado y habla con gran naturalidad sobre las tendencias “perversas” de la protagonista de su novela. Gracias a esta obra, Ernestina de Champourcín comienza a ser considerada como moderadamente feminista.
Guerra civil
Mientras ocurría la Guerra Civil, Juan Ramón y su esposa iniciaron una organización denominada “protección de menores”, debido a su preocupación por los niños cuyos padres no sobrevivieron y aquellos que fueron abandonados. Ernestina se unió a su causa como enfermera, sin embargo, debido a problemas con algunos milicianos, tuvo que abandonar su puesto e ingresar como auxiliar de enfermedad en el hospital regentado por Dolores Azaña.
Una de las mayores consecuencias del trabajo de su esposo como secretario político de Azaña, fue que ambos se vieron en la obligación de abandonar Madrid, iniciando un viaje que los llevó a Valencia, Barcelona y Francia. Se residenciaron en Toulouse y París hasta que fueron invitados en 1939 por el diplomático y escritor mexicano Alfonso Reyes a la casa de España en México, convirtiendo este país en el lugar definitivo del exilio de la pareja.
Aunque durante los primeros momentos de esta época la escritora continuó con su proceso creativo, escribiendo distintos versos para revistas como Romance y Rueca, su actividad se redujo de forma considerable debido a las grandes necesidades económicas que surgieron tanto para ella como para su esposo, haciendo que se concentrara más en su trabajo como traductora para el Fondo de Cultura Económica y de intérprete para la Asociación de Personal Técnico de Conferencias Internacionales.
De igual forma, su etapa en México fue una de las más inspiradoras, pues publicó distintas obras como Presencia a oscuras, Cárcel de los sentidos y El nombre que me diste. Por otro lado, su mentor trabajaba como agregado cultural en la embajada de España en Estados Unidos, al igual que otros individuos como Emilio Prados y Luis Cernuda, todos parte del grupo del 27 que se exiliaron a América. Ernestina de Champourcín no tuvo hijos durante su matrimonio.
Su esposo murió en el año 1959, pues no supo llevar de forma adecuada su vida como exiliado. Ella, sin embargo, llegó a tener grandes sentimientos hacia su nueva “patria”. En este momento la religiosidad que vivió durante su infancia se vuelve más aguda, brindando a sus obras un misticismo que había pasado desapercibido en sus trabajos hasta ese momento. En 1967 publica Hai kais espirituales, en 1968 Cartas cerradas y en 1972 Poemas del ser y del estar.
Regreso y segundo exilio
Ernestina regresó a España en el año 1972. No fue un proceso sencillo, tuve que vivir un nuevo periodo de adaptación a su país de nacimiento. Esta experiencia hizo que surgieran nuevos sentimientos dentro de su ser, los cuales plasmó en su obra Primer exilio, en el año 1978.
Los sentimientos que tuvo a partir de ese momento, causados por la soledad, vejez y la nostalgia por los lugares en los que había estado y las personas que había conocido en España antes de su exilio, inspiraron sus poemas posteriores, dentro de los cuales destacan Los encuentros frustrados, La pared transparente, Huyeron todas las islas y Presencia del pasado.
Su obra La ardilla y la rosa (Juan Ramón en mi memoria) publicada en 1981, es una selección comentada de sus cartas a la esposa de Juan Ramón, Zenobia. Fue realizada por Ernestina y por la editorial de la fundación de Zenobia y Juan Ramón, en donde llevó el título de Los libros de Fausto. Zenobia, por otro lado, publicó un pequeño libro llamado Vivir con Juan Ramón, en donde se reflejan páginas de su diario en 1916. Ernestina murió en Madrid el 27 de marzo de 1999.
Feminismo y Ernestina de Champourcín
Ernestina de Champourcín nunca creyó que las mujeres tuvieran que tener un papel obligatoriamente distinto al de los hombres dentro de la sociedad. Aunque durante sus últimos años negó la palabra feminismo, es muy cierto que sus actos y escritos inspiraron y siguen inspirando hoy en día a muchas mujeres, no sólo a escribir sino a publicar sus maravillosas obras. Algunos críticos piensan que ella fue quien impulsó el movimiento al que hoy en día llaman las Sinsombrero: María Zambrano, Concha Méndez, Josefina de la Torre, Margarita Manso, Carmen Conde, entre otras.
Todas estas mujeres se encontraban enterradas bajo aquellos sombreros, los cuales se quitaron ante todo un público como acto simbólico, en donde se liberaron del papel de madres y esposas. Ernestina de Champourcín, junto a ellas, defendió su deseo e idea de que sus poemas no fuesen considerados como literatura solamente para mujeres. Ernestina sostenía que dentro del espacio reservado en los periódicos para la poesía debían aparecer nombres de hombres y mujeres juntos.
Al mismo tiempo, criticó la primera antología de Gerardo Diego en la que había colaborado, pero el autor omitió los nombres de todas las mujeres. En el año 1926 se integró al Lyceum Club, como se mencionó anteriormente en este artículo. Esta fue la primera asociación femenina cuyo objetivo era defender a la mujer, impulsada por María de Maeztu.
Dentro de sus misiones principales se buscaba desarrollar las iniciativas en todos los campos, como ciencia, arte y caridad, siempre y cuando estos fuesen a ayudar a las mujeres. Esta lucha se mantuvo incluso cuando ella se encontraba exiliada en México, pues allí se encargó de promover todas las actividades culturales y formativas para las mujeres indígenas. Además, motivó a otras mujeres intelectuales a establecer asociaciones con los mismos objetivos del Lyceum Club o publicaciones literarias.
Sin embargo, no sólo fueron sus actos por las mujeres los que inspiraron a muchas otras. Fue su voz, ya que esa reflejó la voz de muchas otras mujeres que no podían expresarse por miedo, limitaciones u otras circunstancias que daba la época en la que se encontraban, donde la mujer no era vista con respeto ni como igual, sino como algo inferior a los hombres.
Ernestina hablaba con firmeza, no demostraba esa feminidad frágil y dependiente de los hombres que la sociedad deseaba ver; al contrario, ella demostraba y entendía que ser mujer no implicaba tener un papel fijo e inevitable. Es decir, sólo por ser mujer no tenía la obligación de ser madre o esposa. Su voz fue la voz de muchas porque se atrevió a decir lo que otras no podían, así defendiendo y marcando un hito en la historia de los derechos de las mujeres.
En donde se puede observar mayormente la fuerza de Ernestina de Champourcín es en sus poemas amorosos. Entre sus versos se puede notar toda esa fortaleza, su papel protagonista y activo, en donde una mujer seduce y escoge, lo cual no era común en esa época. Recientemente, el Grupo de Investigación en historia de la Universidad de Navarra, convocó el premio Ernestina de Champourcín, con el fin de promover los estudios sobre la mujer.
Como mencionamos anteriormente, a pesar de que Ernestina no se calificaba a sí misma como feminista, fueron sus actos los que hicieron que hoy en día se la reconozca como una importante figura dentro de este movimiento. Ella vivía en constante preocupación e intentos de que se reconociera el gran valor de las mujeres dentro del aspecto intelectual y cultural. Su labor a favor del feminismo fue constante desde que era muy joven, hasta que murió.
Autores como José Ángel Ascunce impulsaron a Ernestina a luchar desde muy temprano en su vida por la dignidad de la mujer, y sus opiniones al respecto se reflejan en su libro Poesía a través del tiempo. De igual manera, durante una entrevista realizada por Edith Checa a la escritora en el año 1997, se negó rotundamente a ser calificada como feminista en el sentido general de la palabra, pues ella sólo se consideraba una poeta.
Siempre tuvo su propio interés por escribir poesía dentro de la misma categoría de los hombres. Adicionalmente, brindó su colaboración en varios periódicos, buscando que no fuese en páginas dedicadas a las mujeres, en donde se solían publicar la mayoría de las colaboraciones femeninas, por no decir todas. A su vez demostró gran valentía cuando se atrevió a reseñar los trabajos de otros poetas. De hecho, en sus poemas ilustra a la mujer como activa, que toma iniciativa y no se deja llevar.
Dentro de sus poemas, las mujeres eran como ella deseaba: dueñas de sus vidas.
Dentro de sus poemas y su forma de ilustrar a la mujer se encontraba un proceso de liberación. Este puede encontrarse desde su novela La casa de enfrente, en donde se hace referencia al acto de amar del que es capaz una mujer. En dicha obra, Ernestina de Champourcín se pregunta por qué los hombres no quieren igual que las mujeres. “Yo en cada ocasión hago mucho más de lo que él espera, pero él no hace nunca las cosas que yo me atrevo a esperar”, decía.
Igualmente, en sus obras demuestra un evidente rechazo al matrimonio y normas sociales que se le exigían a las mujeres dentro de él y dentro de las relaciones amorosas en general, como ser recatada, fingir desinterés o frialdad, esconder sus sentimientos o no entregarse a la persona que aman porque eso haría que sea vista con menos respeto.
Sin embargo, sus ideales se expresaban más allá del ámbito amoroso.
Ernestina de Champourcín también cautivó a muchas personas por demostrar sin miedo alguno el erotismo femenino. Por ejemplo, en su única novela escribió sobre disfrutar de su propio cuerpo, declarando quedarse desnuda unos instantes para poder poseerse mejor. A la vez rechaza el papel sumiso que debía tener la mujer dentro del plano sexual. No estaba de acuerdo en limitarse, como otras mujeres, a ser un objeto pasivo ante el amor. Incluso llega a integrar esa idea con deseos masoquistas al revelar el placer que le causa estar atada y depender de lo que ella llama una “voluntad escondida”.
Todos los ejemplos mencionados muestran que Ernestina de Champourcín rompía todos los moldes y convenciones morales a los que se veían sometidas las mujeres burguesas de la época en la cual vivió.
La gran cantidad de atención que Ernestina dedicó a su esposo durante los últimos años de su vida, además del giro que dio hacia una religiosidad más profunda, provocó que algunos autores pensaran que se trataba de un retroceso en cuanto a sus ideales feministas, por los que había luchado tanto tiempo. Sin embargo, para ella, este cambio era el fruto de su capacidad de decisión como mujer, de poder tener el control sobre su vida, además de su entrega hacia lo que creía justo.
El amor tan profundo que sentía por su marido fue lo que la impulsó a cuidarlo cuando la necesitara, pues poco tiempo antes de que él muriera, la angustia por la situación política en España y la tristeza por no poder retornar a su país nativo, lo dejaron en una increíble desesperanza. Por otro lado, Ernestina plantea su redescubrimiento de Dios como algo liberador a través de su poesía religiosa. Para ella, la religión llenó de sentido y plenitud su vida cotidiana, además de hacerla sentir aquella necesidad de comenzar a escribir nuevamente tras años de silencio poético.
Ernestina de Champourcín murió a los 94 años de edad en el año 1999. A pesar de su larga carrera como artista, fue reconocida apenas diez años antes de su muerte, cuando se le otorgó el Premio Euskadi de Literatura en castellano, en su categoría de poesía, en el año 1989. También recibió el Premio Mujer Progresista, una nominación al premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1992 y la Medalla al Mérito Artístico del Ayuntamiento en Madrid en 1997. Sin embargo, incluso teniendo todos estos reconocimientos, no hay información sobre ella en los libros de texto y tampoco figura en la memoria de la cultura española.
De igual forma, el hecho de no tener el reconocimiento que merecía nunca fue algo que le incomodara. Al contrario, le causaba alivio, pues de esa forma hermetismo no corría peligro en ese estado. Durante sus entrevistas expresaba mayor molestia por el reconocimiento que por el olvido. Ella no veía la poesía como una forma de comunicarse con los demás, pues pensaba que la comunicación humana era incierta y casi imposible. Defendía a la poesía como un acto totalmente personal y sumamente íntimo.
Fue ese intimismo, justamente, lo que sedujo a tantos amantes de poesía al descubrirla. En una de sus últimas entrevistas, en 1996, unos estudiantes le preguntaron cómo se sentía con respecto a la falta de reconocimiento. Ella expresó que era natural el no ser conocida, pues no iba por ahí hablando, ofreciendo o presentando sus libros en concursos. Se casó durante la guerra y se dedicó completamente a su marido y su poesía durante 34 años fuera de España, así que no esperaba gran reconocimiento.
Así la poesía de Ernestina de Champourcín se convirtió en un templo secreto, que a pesar de su muerte sigue en pie, intocable y alejado del mundo exterior. En él se encuentran las voces sagradas de mujeres que luchan por la libertad y cantan a la rebeldía. Su poesía es un refugio que nos acerca a nosotros mismos. Al percibir la poesía como algo íntimo, Ernestina intentó alejar su propio templo de la sociedad, pues era como su habitación propia. Tenía miedo que este dejara de ser un refugio y se convirtiera en una especie de atracción turística.
Con el pasar del tiempo, el mundo era más molesto para ella y sólo encontraba paz dentro de sus propios versos, y quería que así se quedara, por eso le molestaba el reconocimiento y prefería pasar desapercibida.
Obras
La poesía de Ernestina de Champourcín tiene un estilo profundo, ligero, suave y contundente. Sus versos son sencillos de leer y a la vez muy agradables para el lector. La autora supo expresar de forma clara y precisa la intensidad dentro de su alma. Es por eso que sus obras llaman la atención y son muy diferentes a las de otros autores contemporáneos a ella.
En parte de su obra se hace memoria a la poesía de grandes figuras literarias como Santa Teresa y San Juan de la Cruz. En Presencias oscuras, publicada en 1952, hace uso de sonetos, décimas, romances y otras estrofas tradicionales de la poesía barroca.
Es muy común que, al hablar de Ernestina de Champourcín como poeta de la generación del 27 se haga especial énfasis en sus obras anteriores a la guerra. Esto lleva la atención a su radical cambio, el cual se dio durante el exilio, llevándola hacia la poesía religiosa. Sin embargo, en pocas ocasiones se menciona su última poesía, la que escribió durante su retorno a España. Según muchos críticos, allí se encuentra lo mejor de su obra, pues conjuga la contemplación retrospectiva sin dejar de tener una evidente mirada hacia el futuro, el cual enfrenta con lucidez y valentía.
A lo largo de su carrera, sus obras fueron divididas en tres etapas distintas, haciendo alusión a las distintas épocas de su vida y sus diferentes fuentes de inspiración. A continuación, te brindamos información sobre cada una de ellas.
Primera etapa
En la primera etapa de esta autora que tiene como título poesía del amor humano, abarca cuatro libros que fueron publicados antes de la guerra civil, comenzando con la obra En silencio (1926) hasta el Cántico inútil (1936). En estas obras, Ernestina de Champourcín se evidencia la evoluciona radical que presenta, desde orígenes tardorrománticos y modernistas hasta una poesía pura, que se considera muy similar a la de Juan Ramón Jiménez, quien se convirtió en su mentor al leer una de sus obras.
Segunda etapa
La segunda etapa, poesía del amor divino, se separa de la anterior por un período de escasa producción de poesía por parte de la autora, pues se encontraba en los primeros años de su exilio en México. Esto se debe a que debía enfocarse totalmente en su trabajo, pues junto a su esposo, tenían una gran necesidad económica.
Esta etapa se inicia con Presencia a oscuras, publicada en 1952. Esta obra implica el inicio de un nuevo tiempo dentro de su poesía. En la primera etapa se centraba en el amor humano, en cambio, ahora pasa a enfocarse en el amor divino. Es sencillo observar que la protagonista de otras de sus obras, como El nombre que me diste, Cárcel de los sentidos, Hai kais espirituales, Cartas cerradas y Poemas del ser y del estar, tienen gran inquietud en cuanto al ámbito religioso.
Tercera etapa
La tercera y última etapa, denominada poesía del amor sin sentido, inicia en 1974 y encuentra su final pocos años antes de la muerte de la autora, en 1991. Se inicia con su regreso del exilio, en donde nacen nuevos problemas e inquietudes dentro de Ernestina. Le cuesta adaptarse a la España a la que regresó, pues es totalmente distinta en la que había vivido antes de irse a México.
Se encuentra en lugares y tiempos irreconocibles, llena de nostalgia por los lugares que visitó y las personas que conoció anteriormente. Recuerda diferentes tiempos y lugares. Sus libros finales, como Huyeron todas las islas, son una recopilación de poesía que es trascendente y al mismo tiempo intimista.
Reconocimiento
Para uno de los catedráticos de sociología de la Universidad Complutense y sobrino de Ernestina de Champourcín, Emilio Lamo de Espinosa, consideró que la principal razón que generó la falta de reconocimiento de las obras de esta gran escritora era su mística. Plantea que el intimismo de sus obras y a la vez el ascendente peso de la poesía religiosa causó que no se le tuviera en cuenta. Ni sus poesías ni sus grandes acciones por la sociedad, o su compromiso a la causa republicana, ni su incansable lucha por los derechos de las mujeres a ser tratadas con igualdad.
Por otro lado, podría considerarse que la autora ha padecido la mala suerte de las “terceras vías”, pues nunca estableció claramente en la derecha o en la izquierda. Por ejemplo, Ortega y Gasset, quien fue rechazado por algunas personas por ser ateo y por otras personas por ser elitista. Emilio Lamo de Espinosa también plantea que la posición de Ernestina se debía, principalmente, a su propio carácter, su independencia de criterio y su deseo de no ser categorizada o cosificada por la sociedad.
Aunque pueda considerarse a esta autora como la única mujer que durante esa época realmente encontró una situación de igualdad con el resto de los poetas de la generación del 27, su reconocimiento en su país de origen no sucedió hasta 1989, cuando ganó el Premio Euskadi de literatura en castellano.
Premios
Como mencionamos anteriormente en este artículo, el reconocimiento de esta autora comenzó unos diez años antes de su muerte, cuando se le concedió el Premio Euskadi a la literatura. Adicionalmente, durante el resto de su carrera después de dicho premio, ganó los siguientes:
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• Premio mujeres progresistas, en el año 1991.
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• Medalla al mérito artístico del ayuntamiento en Madrid, año 1997.
Esta autora fue evidentemente subestimada. Aunque no le interesara el reconocimiento, hoy en día con toda la información que podemos aprender sobre ella, sabemos que lo merecía. Fue una de las personas más importantes durante el progreso del movimiento feminista y sus obras fueron unas de las mejores durante su época.
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