CUBA
NICOLÁS GUILLÉN
(1902-89)
Biografía
Nicolás Cristóbal Guillén Batista, que más tarde firmará sus versos simplemente como Nicolás Guillén, nace en la provincia de Camagüey el 10 de julio de 1902, el mismo año en que la República de Cuba inicia su vida como país independiente, por lo que puede decirse que el poeta nace con su patria, a la que su destino y su canto estarán íntimamente ligados en sus luchas, afanes, y esperanzas. Hijo de padres mulatos, el joven Guillén llevará al nacer el mestizaje blanquinegro en sus venas, que será la síntesis de la cubanidad y que le dará, al mismo tiempo, la materia prima de su canto.
En Camagüey recibe la educación primaria de la época, profundamente marcada por el catolicismo. Esta formación devota, junto a las ideas igualitarias de su padre, senador de Camagüey por el partido liberal, serán la semilla que sembrará en su mente, desde muy joven, ese sentido de justicia y solidaridad que servirá de alimento a su poesía y a sus actos durante todas las etapas de su vida. A la edad de 15 años, y cuando se hallaba en el difícil paso de la infancia a la adolescencia, pierde a su padre, asesinado por soldados del régimen conservador durante las contiendas de la guerra civil de 1917.
El joven Guillén debe sufrir el dolor de este cercenamiento espiritual y enfrentarse a los desafíos de la vida librado a sus propias fuerzas, pero la poesía viene pronto en su auxilio. Por este tiempo cursa los estudios de secundaria en el Instituto de Bachillerato de Camagüey y asiste, al mismo tiempo, a las lecciones de preceptiva literaria que dictaba en horario nocturno el profesor Tomás Vélez, clases que le permiten ahondar en el conocimiento de los autores del Siglo de Oro español —Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Cervantes—, y le proporcionan elementos de análisis y un sentido del ritmo y del rigor formal que no lo abandonará.
A los 16 años aprende el oficio de tipógrafo y consigue trabajo como tal en el periódico El Nacional, ocupación que desempeña simultáneamente con sus estudios de bachillerato en el instituto público de su ciudad en cuyas aulas empieza a escribir sus primeros versos. Publica sus primeros poemas a la edad de 18 años en la revista local Camagüey Gráfico.
Sus creaciones pronto trascienden el ámbito provinciano y son reproducidas en la revista Castalia de La Habana cuyas páginas acogían las producciones de la más joven promoción de poetas. Esta temprana actividad literaria le permite ser incluido en la abigarrada compilación Poetas jóvenes de Cuba, que realiza el director de Castalia, Paulino G. Báez en 1923.
A los 18 años de edad termina el bachillerato y viaja a La Habana para cursar estudios de derecho, que pronto se ve obligado a abandonar por carecer de los medios económicos que le permitan mantenerse. En la capital empieza pronto a trabajar como periodista en el diario Las Dos Repúblicas y asiste los viernes por la noche a la tertulia iconoclasta del café Martí. Esta experiencia le permite entrar en contacto con las tendencias renovadoras del postmodernismo y adquirir una visión crítica diferente del quehacer poético. Su situación económica, sin embargo, se hace cada vez más precaria y, luego de dos años de estudio, se ve forzado a regresar a Camagüey.
En la provincia se dedica al periodismo y a la vida bohemia, trabaja como periodista en el diario El Camagüeyano y funda la revista de poesía Lis, de la que aparecen dieciocho números. Durante aquellos años reúne los poemas escritos hasta entonces bajo la influencia todopoderosa de Rubén Darío en un libro titulado Cerebro y corazón, que nunca llega a publicar por pudor crítico, ya que su experiencia habanera de 1921-22 le evidenciaría, de algún modo, que se habían registrado signos renovadores en la poesía cubana desde los inicios de la segunda década.
Al cabo de cuatro años obtiene el cargo de mecanógrafo en la secretaría de la gobernación y, gracias a este trabajo, logra regresar a La Habana y proseguir su actividad artística y literaria en la capital. Por aquellos años empieza a colaborar con el suplemento literario dominical de El Diario de la Marina, publicación en la que da a conocer las nuevas formas de expresión procedentes de las diversas tendencias artísticas y literarias surgidas de las vanguardias europeas que en la isla apenas empezaban a cultivarse.
A la edad de 27 años rompe su silencio de un lustro y publica en un semanario local sus Versos de ayer y de hoy, suerte de antología de su obra anterior y de su transitoria fase vanguardista, que le sirve de entrada a los círculos literarios habaneros. La búsqueda vanguardista de Guillén pronto va a rendir sus frutos al publicar en El Diario de la Marina en 1930 y dentro de la sección Ideales de una raza un suplemento que contenía los poemas de su primer libro, Motivos de son, versos que se convierten pronto en un verdadero acontecimiento cultural en la isla ya que con ellos se da inicio a una nueva etapa de la poesía cubana, en la que la palabra adquiere caracteres inconfundiblemente autóctonos y rasgos específicamente nacionales. En estos versos el pueblo negro, secularmente preterido, aparece retratado con su dicción y vocabulario peculiares dentro del molde rítmico folclórico del son, formando una serie de magníficas estampas que lo sitúan como protagonista fundamental e insoslayable de la cultura y el sentimiento de la isla.
Un año más tarde, y cuando Guillén aún no arribaba a los 30 de su edad, publica su segundo libro Sóngoro cosongo, que desde la onomatopeya de su título, muestra el propósito explícito del poeta de plasmar en la poesía las raíces africanas de su isla con su ritmo y con su voz. Este libro le vale el reconocimiento de la crítica como precursor de la llamada poesía negra antillana, hallazgo lírico que el poeta no abandonará en adelante pero que se irá inclinando, cada vez más, a lo social debido a los acontecimientos políticos que suceden en torno suyo.
Este cambio resulta fácilmente perceptible en su siguiente libro, West Indies Ltd., publicado cinco años más tarde, cuyo irónico título en inglés es ya una denuncia de la explotación sufrida por el archipiélago antillano. En estos versos, percutientes y sonoros, el poeta se mantiene fiel a su hallazgo de lo poético cubano pero acentuando su incursión en el dominio de lo social, de tal manera que la protesta, que apenas se esbozaba en Sóngoro cosongo, termina por transformarse en la rebeldía de la charanga de Juan el Barbero cuyo ritmo y cuya letra ya no invitan al baile sino a la lucha frontal y definitiva que ha de suprimir la injusticia secular y trazar un futuro de esperanza y libertad para la isla:
Las cañas —largas— tiemblan
de miedo ante la mocha.
Quema el sol y el aire pesa.
Gritos de mayorales
restallan secos y duros como foetes.
De entre la oscura
masa de pordioseros que trabajan,
surge una voz que canta,
brota una voz que canta,
sale una voz llena de rabia,
se alza una voz antigua y de hoy,
moderna y bárbara:
—cortar cabezas como cañas,
¡chas, chas, chas!
Arder las cañas y cabezas,
subir el humo hasta las nubes,
¡cuando será, cuando será!
Los méritos y reconocimientos alcanzados por su obra en el ámbito nacional e internacional permiten que Guillén logre obtener un trabajo en el departamento de Cultura del Municipio de La Habana, cargo en el que, sin embargo, no permanece mucho tiempo pues su vinculación con la revista Medio día, órgano de expresión de los escritores de izquierda, lo convierte en persona non grata para el gobierno, que lo destituye de su cargo e inicia un juicio en su contra en el que resulta finalmente absuelto. Este incidente solo ha de servir para que el poeta reafirme su solidaridad con los oprimidos del mundo y con la causa de la lucha obrera, cuya bandera será la suya en adelante. Esta toma definitiva de partido viene a ser ratificada por un acontecimiento internacional, la Guerra Civil española cuyo eco de dolor y muerte es sentido de manera muy honda por el poeta, quien expresa su solidaridad con la República amenazada en el poemario España. Poema en cuatro angustias y una esperanza.
En 1937 viaja a México, país en el que publica su libro Cantos para soldados y sones para turistas, texto en el que, sin descuidar el lenguaje poético, apela a la conciencia de los trabajadores convertidos en soldados que defienden intereses ajenos para que vuelvan los ojos hacia su origen proletario y se solidaricen con los intereses de su pueblo y de su clase. Estos poemas muestran cómo la poesía puede brindar testimonio de su momento histórico sin menoscabar el arte.
De México parte a España para participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, viaje que realiza en compañía, entre otros intelectuales, de Octavio Paz y de Alejo Carpentier y, luego de participar en diversos actos, prosigue con la delegación de intelectuales latinoamericanos hacia París pero retorna pronto a España para permanecer al lado de los defensores de la República. Desde Madrid publica numerosas crónicas sobre España que son reproducidas por la revista Mediodía en Cuba.
En 1938 regresa a Cuba y desarrolla hasta 1944 una intensa actividad cultural y política que incluye los cargos de redactor del diario Hoy, coeditor de la revista Gaceta del Caribe, y el puesto de miembro del Comité Nacional del Partido Comunista.
En 1945 parte a Venezuela invitado por la asociación de escritores de ese país e inicia una gira de tres años por Latinoamérica que lo llevará de Colombia a Argentina, pasando por Perú, Chile, Brasil y Uruguay. La resonancia alcanzada por su obra convierte a Guillén en una de las principales voces de la poesía viva de su tiempo y su nombre adquiere cada vez mayor presencia en el ámbito de la cultura internacional, situación que le permite prolongar su periplo por ciudades como París, Praga, Moscú, Sofía, Budapest y Nueva York.
A su regreso a Cuba es detenido y llevado a un grotesco juicio en el que se lo acusa de subversión a causa de las sátiras políticas que publicaba en el diario Hoy y en las que denunciaba, con humor e ironía, hechos y personajes concretos de la actualidad nacional e internacional. Finalmente es absuelto junto a los demás colaboradores del diario Hoy, pero el periódico es clausurado por el gobierno. Publica entonces su Elegía a Jesús Menéndez, representante de los obreros del azúcar que había sido asesinado por esbirros de la dictadura de Batista y viaja como delegado de Cuba a Santiago de Chile para participar en el Congreso Continental de la Cultura. En el país austral es sorprendido por el suceso de la toma del Cuartel Moncada que lo condena indirectamente a un largo destierro que se prolonga hasta 1959, año en que, con el triunfo de la revolución cubana, regresa al país.
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Las experiencias ganadas durante los viajes incesantes que realiza en este período son recogidas en el libro La paloma de vuelo popular, publicado en la colección Poetas de España y América, que dirigía Rafael Alberti.
En este libro los temas de la injusticia, la esclavitud y el colonialismo, simbolizados en el trabajo de los obreros en los cañaduzales, asumen un primer plano no solo por la denuncia que encierran sino porque los mismos parecen, por fin, llegar a término ante el inminente advenimiento de un reino de justicia y fraternidad. Con el triunfo de la revolución el poeta es convertido en un símbolo nacional del carácter popular que la revolución desea imprimir a su gobierno. Asume la presidencia de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) y reemprende su vida itinerante, pero ahora como embajador extraordinario del servicio de relaciones exteriores de Cuba. Durante este período visita, entre otros países, Brasil, Chile, Francia, la URSS, Checoslovaquia y Hungría.
En 1964 publica su libro Tengo, texto en que, desde su título, el poeta sigue brindando testimonio de su apoyo a la revolución, pero no para cantar como antaño sus promesas sino para festejar sus logros: «[…] Tengo, vamos a ver, / tengo el gusto de andar por mi país, / dueño de cuanto hay en él, / mirando bien de cerca lo que antes / no tuve ni podía tener. […]».
Continúa viajando por países de Latinoamérica y Europa oriental. En 1968 publica El gran zoo, libro en que Guillén parece estar de vuelta de todos los artificios y aventuras de su tiempo pues, con un estilo sucinto y juguetón, nos muestra la riquísima gama de seres maravillosos que pueblan la geografía latinoamericana —el Aconcagua, ciclón, el mar Caribe— como si se trataran de animales mitológicos enjaulados en un fantástico e imaginario jardín zoológico. Por esta época su salud empieza a verse quebrantada por su extraordinaria actividad itinerante y en 1971, cuando estaba a punto de cumplir los 70 años, sufre graves trastornos cardiacos que lo llevan a ser internado durante un largo periodo en el hospital. Como consecuencia de esta enfermedad su salud queda quebrantada y, en adelante, tendrá que llevar una vida más reposada que lo obliga a restringir su actividad diplomática y limitarse, únicamente, a la creación poética que sigue desarrollando incesantemente desde su retiro en La Habana. Al llegar a su septuagésimo aniversario recibe múltiples homenajes y la UNEAC publica el primer tomo de sus obras completas. Aparecen también los libros La rueda dentada y el misceláneo volumen El diario que a diario.
En 1978 publica Por el mar de las Antillas anda un barco de papel: poemas para niños mayores de edad. Al llegar a su octogésimo aniversario recibe el doctorado honoris causa de la Universidad de Burdeos y la Orden José Martí, máximo reconocimiento honorífico de su país. La UNEAC publica en dos volúmenes la compilación de su Obra poética completa. En 1983 recibe el Premio Nacional de Literatura de Cuba y seis años más tarde, en 1989, muere después de una larga enfermedad.
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