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5 participantes
HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Lluvia Abril- Administrador-Moderador
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Fecha de inscripción : 17/04/2011
Edad : 63
- Mensaje n°571
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
He tardado un poco en venir, pero aquí estoy. Sigo disfrutando en cada lectura.
Gracias, Pascual
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_________________
“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
"Mafalda"
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
- Cantidad de envíos : 91120
Fecha de inscripción : 29/06/2009
Edad : 72
Localización : Murcia / Muchas veces en Mazarrón/ Algunas en Cieza ( amo la ciudad donde nací; amo su río - Río Segura_ y amo sus montes secos llenos de espartizales)
- Mensaje n°572
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Los Himnos, desde luego, merecen la pena, aunque la Introducción es más para filólogos y expertos - lo cual no es mi caso-. Pero la empecé y la terminaré antes de iniciar los Himnos en sí.
_________________
"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
- Cantidad de envíos : 91120
Fecha de inscripción : 29/06/2009
Edad : 72
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- Mensaje n°573
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
¿
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
¿
De ello qué resulta? Pues que los buscadores de
innovaciones ven aquí un uso mecánico e indebido
de la fórmula, y deducen de ello que el estadio de
dicción del himno homérico V es subépico, es decir,
posterior al de la Odisea, donde la fórmula es usada
según la norma. Llaman, pues, «innovación no
gramatical» al he del himno y se quedan tan anchos22.
Pero sucede que esto no es razonablemente así de
fácil. Una cosa es que un poeta se sirva de fórmulas y
otra distinta que no se dé cuenta, al usarlas, de si se
sirve de ellas atentando contra la lengua; yo,
francamente, leído el himno homérico V, no hallo
razón, por más técnica formular que haya en él, para
tomar a su poeta por un inepto. Me parece, al contrario,
un poeta hábil y sensible —tanto que un filólogo como
Reinhardt, muy entendido en literatura, pudo suponer23
que era el poeta mismo de la Ilíada; equivocadamente,
entiendo, pero sí se trata de un poeta de calidad
comparable. Y es el caso, además, que, aunque el griego
haya desarrollado un plural sphâs, según quedó dicho, el
anafórico he (como el reflexivo hé, con el que se
identifica) debió de servir antes, en cualquier caso que
no fuera el nominativo, para todas las personas y ser
invariable de número y género. O sea, que si en el lugar
de referencia funciona como un acusativo plural bien puede
tratarse no de que el poeta haya innovado mecánicamente
y haciendo faltas de gramática, por así decir, sino de que
la forma en cuestión sea un arcaísmo perfectamente
utilizable en una lengua tradicional como la homérica24.
La mayoría de los himnos homéricos son antiguos,
participan de la tradición homérica y están cerca de la
hesiódica. Algunos, sin embargo, son de época posterior,
incluso muy posterior. Singularmente el himno VIII, a
Ares, que no es imposible que haya sido escrito en el
siglo V d.C., quizá por el neoplatónico Proclo25. Es un
poema interesante, bien construido en su forma de
plegaria — individual: de una sola persona—; en él el
poeta pide al dios (¡de la guerra!) «valor para vivir bajo
las leyes benéficas de la paz» (w. 15-16), lo que supone
un grado de sublimación y alegorización de los antiguos
dioses que es ciertamente tardío; tampoco cabe duda
razonable sobre lo reciente que resulta que el himno
presente al dios como un astro (vv. 6-.
Lo que consuela de este himno es que está claro que es
tardío; en el caso de otros himnos de la colección que
pudieran serlo o que se ha dicho que lo eran —aunque,
desde luego, no tanto—, la cosa no resulta con mucho
tan evidente. Por ejemplo, los dos himnos a Helio y a
Selene, o sea, al Sol (el XXXI) y la Luna (el XXXII).
Puede alegarse que no son antiguos sobre la base de
testimonios como Aristófanes Paz 410-411, en que se
distingue a los griegos, que ofrecen sacrificios a los
dioses olímpicos, de los bárbaros, que los ofrecen al
Sol y a la Luna. También se ha sostenido que el verso
XXXI 7 («y el infatigable Sol, parecido a los inmortales»),
siendo así que se compone de dos hemistiquios homéricos
(Il. XVIII 239, 484, por un lado, más Il. I 265, XI 60, por
otro), no es sino una inhábil yuxtaposición de dos
elementos, el segundo de los cuales no es predicable de
un dios. Pero la verdad es que, sin ánimo de iniciar aquí
una discusión sobre este particular, no está tan claro
que los griegos tuvieran a Helio por un dios, y el mismo
lugar de Aristófanes que se ha usado para probar su
carácter tardío podría ahora usarse para demostrar que no
era tenido por tal unánimemente. Una cosa es que
personificaran al Sol y otra que le rindieran un culto estable
como a un dios, salvo en algunos lugares concretos,
como Rodas, desde luego, y Corinto. Los griegos podían
sentir, sí, el carácter divino de la acción del Sol sobre los
hombres, sobre la vida humana; no hay duda que,
popularmente, el Sol era un dios26. Pero está claro que no
figuraba entre los olímpicos y que, a pesar de sus rasgos
divinos, no era objeto de culto sino entre los bárbaros o,
por razones mítico-religiosas concretas, en unas pocas
comunidades griegas.
Nada de esto significa, entiendo, que no pudiera haber
sido objeto de un himno antiguo. Dentro de la Teogonía
hay un himno a Hécate que he recordado (vv. 411 ss.)27
y tampoco Hécate se cuenta entre los olímpicos sino que
es divinidad de antes, dejada de lado en el culto aunque
igualmente presente en el sentir popular. En una plegaria
en el canto III de la Ilíada (v. 277) invoca Agamemnón a
Helio (cf.Il. XIX 259) y la Teogonía, otra vez, se interesa
(vv. 371 ss.) por la genealogía del astro personificado.
Helio en un extremo, Selene en el otro, llenaban los dos
ángulos inferiores del frontón oeste del Partenón, en la
acrópolis de Atenas. De modo que Helio personificado,
viejo numen que había conservado su vigencia,
marginalmente, en el mundo ya sometido al orden y al
poder de los olímpicos, bien pudo haber sido objeto de
un himno antiguo.
Por lo demás, no parece que haya, en los himnos
homéricos, un orden determinado, consciente por parte
de algún recopilador. Este orden existe, por ejemplo, en
los Himnos de Calímaco, libro que empieza
programáticamente con uno dedicado a Zeus28. Y, dentro
de los homéricos, no debe considerarse mero azar que
Helio preceda a Selene ni que ambos acaben
—simétricamente; y únicos en ello entre estos himnos—
con la declaración del poeta de que va a cantar el linaje
o las gestas de los semidioses, o sea, de los héroes
(XXXI 18-19; XXXII, 18-19). Tal declaración significaría
que ambos himnos se habrían usado como preludios
para la recitación épica, según ya vimos. Pero lo que
importa destacar ahora es la relación entre ambos. Y,
yendo algo más allá, también la relación de ambos
con el anterior al de Helio, el dedicado a Ge, a la
tierra madre de todos, el XXX. El culto de esta
vieja diosa, la que todo lo da, origen antiguo de
los seres vivos, también parecía a algunos en la
Atenas clásica cosa de bárbaros: nuestro informante
no es en este caso Aristófanes sino Platón en el
Crátilo (397c-d). Lo que no quita que se haya
podido levantar el elenco de tantas veces como
la madre Tierra es invocada en latragedia29. Esta
diosa y no diosa, como Helio, era también invocada
por Agamemnón en el lugar de la Ilíada citado
(III 277 ss.) en que también lo era Helio.
El último himno, el XXXIII, está dedicado a los
Dioscuros, hermanos gemelos que también dudosamente
son dioses y aquí celebrados como protectores de los
marineros en las tormentas. Quizás el recopilador,
además de juntar a Helio y a Selene, hubiera pensado que
la vieja Tierra podía precederles y que tras ellos, al
final, no iban mal estos ayudadores de los marineros.
También los tres himnos anteriores al de Ge, el XXX,
pudieran haber sido agrupados por la afinidad de las
tres diosas a que están dedicados: Ártemis, el XXVII;
Atenea, el XXVI, y Hestia, el XXV. Las tres son, según
el himno V, a Afrodita, las únicas a quienes esta diosa «no
ha podido persuadir el ánimo ni engañar» (v. 7).
Pero, más allá de la pareja Helio y Selene, la verdad es
que es muy especulativo y arriesgado conjeturar cualquier
otro orden de los himnos que haya de responder a
una voluntad de significación, a un sentido. Incluso
himnos que parecen depender de otro himno, como
el XVIII, a Hermes, respecto del IV, al mismo dios, no
hallaron quien los colocara el uno tras el otro, como
nadie estuvo interesado en poner juntos todos los himnos
dedicados a un solo dios. Puede haber algún hecho
significativo en el orden de los himnos en la colección, pero
no, desde luego, una ordenación consciente del total.
CONT.innovaciones ven aquí un uso mecánico e indebido
de la fórmula, y deducen de ello que el estadio de
dicción del himno homérico V es subépico, es decir,
posterior al de la Odisea, donde la fórmula es usada
según la norma. Llaman, pues, «innovación no
gramatical» al he del himno y se quedan tan anchos22.
Pero sucede que esto no es razonablemente así de
fácil. Una cosa es que un poeta se sirva de fórmulas y
otra distinta que no se dé cuenta, al usarlas, de si se
sirve de ellas atentando contra la lengua; yo,
francamente, leído el himno homérico V, no hallo
razón, por más técnica formular que haya en él, para
tomar a su poeta por un inepto. Me parece, al contrario,
un poeta hábil y sensible —tanto que un filólogo como
Reinhardt, muy entendido en literatura, pudo suponer23
que era el poeta mismo de la Ilíada; equivocadamente,
entiendo, pero sí se trata de un poeta de calidad
comparable. Y es el caso, además, que, aunque el griego
haya desarrollado un plural sphâs, según quedó dicho, el
anafórico he (como el reflexivo hé, con el que se
identifica) debió de servir antes, en cualquier caso que
no fuera el nominativo, para todas las personas y ser
invariable de número y género. O sea, que si en el lugar
de referencia funciona como un acusativo plural bien puede
tratarse no de que el poeta haya innovado mecánicamente
y haciendo faltas de gramática, por así decir, sino de que
la forma en cuestión sea un arcaísmo perfectamente
utilizable en una lengua tradicional como la homérica24.
La mayoría de los himnos homéricos son antiguos,
participan de la tradición homérica y están cerca de la
hesiódica. Algunos, sin embargo, son de época posterior,
incluso muy posterior. Singularmente el himno VIII, a
Ares, que no es imposible que haya sido escrito en el
siglo V d.C., quizá por el neoplatónico Proclo25. Es un
poema interesante, bien construido en su forma de
plegaria — individual: de una sola persona—; en él el
poeta pide al dios (¡de la guerra!) «valor para vivir bajo
las leyes benéficas de la paz» (w. 15-16), lo que supone
un grado de sublimación y alegorización de los antiguos
dioses que es ciertamente tardío; tampoco cabe duda
razonable sobre lo reciente que resulta que el himno
presente al dios como un astro (vv. 6-.
Lo que consuela de este himno es que está claro que es
tardío; en el caso de otros himnos de la colección que
pudieran serlo o que se ha dicho que lo eran —aunque,
desde luego, no tanto—, la cosa no resulta con mucho
tan evidente. Por ejemplo, los dos himnos a Helio y a
Selene, o sea, al Sol (el XXXI) y la Luna (el XXXII).
Puede alegarse que no son antiguos sobre la base de
testimonios como Aristófanes Paz 410-411, en que se
distingue a los griegos, que ofrecen sacrificios a los
dioses olímpicos, de los bárbaros, que los ofrecen al
Sol y a la Luna. También se ha sostenido que el verso
XXXI 7 («y el infatigable Sol, parecido a los inmortales»),
siendo así que se compone de dos hemistiquios homéricos
(Il. XVIII 239, 484, por un lado, más Il. I 265, XI 60, por
otro), no es sino una inhábil yuxtaposición de dos
elementos, el segundo de los cuales no es predicable de
un dios. Pero la verdad es que, sin ánimo de iniciar aquí
una discusión sobre este particular, no está tan claro
que los griegos tuvieran a Helio por un dios, y el mismo
lugar de Aristófanes que se ha usado para probar su
carácter tardío podría ahora usarse para demostrar que no
era tenido por tal unánimemente. Una cosa es que
personificaran al Sol y otra que le rindieran un culto estable
como a un dios, salvo en algunos lugares concretos,
como Rodas, desde luego, y Corinto. Los griegos podían
sentir, sí, el carácter divino de la acción del Sol sobre los
hombres, sobre la vida humana; no hay duda que,
popularmente, el Sol era un dios26. Pero está claro que no
figuraba entre los olímpicos y que, a pesar de sus rasgos
divinos, no era objeto de culto sino entre los bárbaros o,
por razones mítico-religiosas concretas, en unas pocas
comunidades griegas.
Nada de esto significa, entiendo, que no pudiera haber
sido objeto de un himno antiguo. Dentro de la Teogonía
hay un himno a Hécate que he recordado (vv. 411 ss.)27
y tampoco Hécate se cuenta entre los olímpicos sino que
es divinidad de antes, dejada de lado en el culto aunque
igualmente presente en el sentir popular. En una plegaria
en el canto III de la Ilíada (v. 277) invoca Agamemnón a
Helio (cf.Il. XIX 259) y la Teogonía, otra vez, se interesa
(vv. 371 ss.) por la genealogía del astro personificado.
Helio en un extremo, Selene en el otro, llenaban los dos
ángulos inferiores del frontón oeste del Partenón, en la
acrópolis de Atenas. De modo que Helio personificado,
viejo numen que había conservado su vigencia,
marginalmente, en el mundo ya sometido al orden y al
poder de los olímpicos, bien pudo haber sido objeto de
un himno antiguo.
Por lo demás, no parece que haya, en los himnos
homéricos, un orden determinado, consciente por parte
de algún recopilador. Este orden existe, por ejemplo, en
los Himnos de Calímaco, libro que empieza
programáticamente con uno dedicado a Zeus28. Y, dentro
de los homéricos, no debe considerarse mero azar que
Helio preceda a Selene ni que ambos acaben
—simétricamente; y únicos en ello entre estos himnos—
con la declaración del poeta de que va a cantar el linaje
o las gestas de los semidioses, o sea, de los héroes
(XXXI 18-19; XXXII, 18-19). Tal declaración significaría
que ambos himnos se habrían usado como preludios
para la recitación épica, según ya vimos. Pero lo que
importa destacar ahora es la relación entre ambos. Y,
yendo algo más allá, también la relación de ambos
con el anterior al de Helio, el dedicado a Ge, a la
tierra madre de todos, el XXX. El culto de esta
vieja diosa, la que todo lo da, origen antiguo de
los seres vivos, también parecía a algunos en la
Atenas clásica cosa de bárbaros: nuestro informante
no es en este caso Aristófanes sino Platón en el
Crátilo (397c-d). Lo que no quita que se haya
podido levantar el elenco de tantas veces como
la madre Tierra es invocada en latragedia29. Esta
diosa y no diosa, como Helio, era también invocada
por Agamemnón en el lugar de la Ilíada citado
(III 277 ss.) en que también lo era Helio.
El último himno, el XXXIII, está dedicado a los
Dioscuros, hermanos gemelos que también dudosamente
son dioses y aquí celebrados como protectores de los
marineros en las tormentas. Quizás el recopilador,
además de juntar a Helio y a Selene, hubiera pensado que
la vieja Tierra podía precederles y que tras ellos, al
final, no iban mal estos ayudadores de los marineros.
También los tres himnos anteriores al de Ge, el XXX,
pudieran haber sido agrupados por la afinidad de las
tres diosas a que están dedicados: Ártemis, el XXVII;
Atenea, el XXVI, y Hestia, el XXV. Las tres son, según
el himno V, a Afrodita, las únicas a quienes esta diosa «no
ha podido persuadir el ánimo ni engañar» (v. 7).
Pero, más allá de la pareja Helio y Selene, la verdad es
que es muy especulativo y arriesgado conjeturar cualquier
otro orden de los himnos que haya de responder a
una voluntad de significación, a un sentido. Incluso
himnos que parecen depender de otro himno, como
el XVIII, a Hermes, respecto del IV, al mismo dios, no
hallaron quien los colocara el uno tras el otro, como
nadie estuvo interesado en poner juntos todos los himnos
dedicados a un solo dios. Puede haber algún hecho
significativo en el orden de los himnos en la colección, pero
no, desde luego, una ordenación consciente del total.
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- Mensaje n°574
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Que hermoso todo esto, estas obras son como una biblia de la Grecia Antigua. Fantástico Pascual, Lluvia, abrazos y gracias
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°575
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Este Foro, querido Walter, lleva tu impronta: tú nos transmitiste ilusión y pasión por la Poesía. Y con la POESÍA DE TODOS LOS TIEMPOS, nos engrandecemos individualmente... Y FORTALECEMOS AIRES DE LIBERTAD.
ABRAZOS.
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- Mensaje n°576
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
Retomando la cuestión de su cronología relativa, nada
puede asegurarse sobre los cuatro últimos, que, si han
sido agrupados al final por algún motivo, ello no implica
que hayan de ser de la misma época: el de los Dioscuros
quizá sea el más reciente, pues es etiológico de por qué
se da el nombre de los dos gemelos a los fuegos de San
Telmo de dos puntas, que salvan a los marineros y son
de buen augurio.
Tampoco es segura la época del himno XIX, a Pan,
aunque en este caso los argumentos lingüísticos nos
inclinan a considerar la posibilidad de que la versión
que podemos leer sea quizás hasta de época clásica30.
Este himno depende también del IV, a Hermes, como
el otro a Hermes, el XVIII, que le precede en la colección.
¿Forman ambos otra breve secuencia? Parece hablar en
este sentido incluso el hecho de que en su segunda
mitad el poema esté dedicado a Hermes aunque sea
como padre, precisamente, de Pan. Su materia está
dispuesta con una cierta artificiosidad y el total llevado
con cuidado y atención al efecto compositivo. Del dios,
presentado como hijo de Hermes en el primer verso,
pasa a las ninfas, «acostumbradas a la danza» (v. 3) y
que en sus danzas invocan al dios (de las ninfas pasamos
otra vez a Pan, ahora) como presente por doquier y
siempre: en todas partes, en toda ocasión (w. 8-14)
dentro de lo que ha sido definido como su ámbito, a
saber, «las colinas nevadas, las cumbres de los montes
y los senderos pedregosos» (w. 6-7). Cuando cae el día,
entonces con sus cañas produce el dios una música serena
que supera a la del ruiseñor (w. 14-18), ave emblemática
de la poesía ya en Grecia y que a menudo designa
metafóricamente al poeta. Las ninfas con sus cantos y
danzas acompañan no se sabe si a Pan o al ruiseñor
(w. 19 ss.) y el paisaje puede alegrar el corazón: una «blanca
pradera donde el azafrán y el jacinto, floridos y olorosos, se
mezclan confusamente con la hierba» (w. 25-26). El canto de
las ninfas tiene como tema a Hermes: una caja contiene dentro
otra caja. Así la segunda parte del poema presenta a Hermes
pastor en Arcadia por causa del «tierno deseo que le había
venido de unirse con una ninfa de hermosas trenzas, hija de
Dríope» (w. 33-3*4). Y de allí nos lleva de nuevo a Pan, pues
fue de los amores de Hermes con esta ninfa que nació el dios,
cuyo nombre es al final etimologizado: presentado por su padre
a los olímpicos, «le llamaron Pan porque a todos les había
regocijado el alma» (v. 47: pan quiere decir todo en griego).
Lo que había causado el regocijo de los inmortales fue el aspecto
de Pan: «caprípedo, bicorne, bullicioso, de dulce sonrisa» (v. 37),
algo tan monstruoso que la ninfa su madre en vez de
amamantarlo había echado a correr «al ver aquella faz
desagradable y barbuda» (v. 39).
Ciertas sutilezas de expresión, así como el gusto por los
contrastes, podrían abonar la impresión de que este himno,
que recuerda aspectos del modo compositivo y de la
temática de Teócrito, no puede ser muy antiguo. Pero es
sólo una impresión.
Forma, con el VII, a Dióniso, el grupo de los dos himnos de
extensión intermedia. Pero el de Pan, que cuenta el nacimiento
del dios y lo celebra en su ambiente (sólo que en orden
inverso) no es narrativo, propiamente, como lo son los himnos
mayores y como lo es también este VII, ocupado en cantar
cómo el dios, apresado por unos piratas tirrenos que se lo
llevaban cautivo en su nave, no pudo ser por estos atado (vv.
12-14), y cómo, al hacerse éstos a la mar, sucesivos prodigios
revelaron la naturaleza divina de Dióniso: el vino, primero,
«manaba en sonoros chorros dentro de la nave» (vv. 35-36),
y luego una parra se extiende por el borde superior de la vela
y de ella cuelgan racimos, y una hiedra se enrosca al mástil y
los escálamos se llenan de coronas (vv. 38-42); el dios, por
último, se convierte en león (vv. 44-48, si consideramos
interpolados los vv. 45-47; si no, además el dios hace que
aparezca también una osa). El himno VII es también
dramático: el timonel de la nave se apercibe de que han cogido
a un dios cuando sus compañeros no logran atarlo (v. 17 ss.)
y les advierte de que lo dejen en libertad. A él se opone
de inmediato el capitán, que responde al piloto que se cuide de
su trabajo y habla de lejanos puertos y de ganancia que la
presa comportará a la larga «pues un dios lo pone en nuestras
manos» (v. 31). Luego el dios, en forma de león, apresa al
capitán y los marineros se tiran aterrorizados al mar; Dióniso
tiene piedad del piloto, en cambio, que es preservado y se
convierte en un hombre afortunado que habrá visto al dios.
Con esta dramatización del mito, el poeta del himno nos
muestra la división creada por el dios dentro de la nave y
sabiamente va revelando despacio su manifestación como dios
a los ojos de los marineros cada vez más atemorizados. El
himno cuenta cómo Dióniso produce en una nave los conflictos
que luego la tragedia, el poema representado en el ámbito del
dios, dramatiza en la ciudad. Podría recordarse al respecto que
la nave es vieja metáfora de la ciudad entera, ya en la poesía
arcaica.
Tampoco sobre la fecha de este espléndido himno puede
aventurarse nada. Quizá tampoco sea muy antiguo, y ha
habido quien lo ha considerado helenístico. A través de la
narración, dramáticamente, el himno cala hondo en la
naturaleza del dios que causa confusión, busca
inmediatamente adeptos y lo transforma todo y a sí
mismo incluso.
Manifiesta poder y ejerce magnanimidad. El himno ilustra
el modo de ser, inquietante, convulsivo, del dios por
excelencia de la alteridad entre los griegos.
Una hija ha sido arrebatada a su madre, ha sido raptada
cuando cogía, con las hijas de Océano, flores en una
pradera. Ella ha gritado pero sus compañeras no lo han
advertido: sólo la diosa Hécate y Helio, el soberano Sol, se
han dado cuenta. La raptada es diosa e hija de diosa:
Perséfone, hija de Deméter; su raptor es un dios,
Hades o Aidoneo, y el rapto cuenta con la aquiescencia de
Zeus, padre de los dioses, pero se ha ejecutado a escondidas
de la madre, de Deméter. El himno homérico II, a esta diosa
dedicado, espléndido poema que sólo un manuscrito nos ha
transmitido íntegro31, nos presenta así, en sus treinta y
tantos primeros versos, el inicio del drama divino. La raptada
da un postrer grito que oye, ahora, su madre, y el poeta
describe entonces a ésta (vv. 42 ss.) dándose a la aflicción,
al ayuno. La gran diosa camina durante nueve días, buscando
y sola: ni dioses ni hombres le dicen nada. Hasta que Hécate
sale a su encuentro, reconoce haber oído el grito y la lleva
a la presencia de Helio. Leemos entonces la invocación y ruego
de la diosa a éste (vv. 64-73) y la respuesta de éste a la diosa
(vv. 75-87). Helio ha revelado a Deméter la verdad y cómo Zeus
estaba al tanto del rapto y lo ha permitido.
CONT.puede asegurarse sobre los cuatro últimos, que, si han
sido agrupados al final por algún motivo, ello no implica
que hayan de ser de la misma época: el de los Dioscuros
quizá sea el más reciente, pues es etiológico de por qué
se da el nombre de los dos gemelos a los fuegos de San
Telmo de dos puntas, que salvan a los marineros y son
de buen augurio.
Tampoco es segura la época del himno XIX, a Pan,
aunque en este caso los argumentos lingüísticos nos
inclinan a considerar la posibilidad de que la versión
que podemos leer sea quizás hasta de época clásica30.
Este himno depende también del IV, a Hermes, como
el otro a Hermes, el XVIII, que le precede en la colección.
¿Forman ambos otra breve secuencia? Parece hablar en
este sentido incluso el hecho de que en su segunda
mitad el poema esté dedicado a Hermes aunque sea
como padre, precisamente, de Pan. Su materia está
dispuesta con una cierta artificiosidad y el total llevado
con cuidado y atención al efecto compositivo. Del dios,
presentado como hijo de Hermes en el primer verso,
pasa a las ninfas, «acostumbradas a la danza» (v. 3) y
que en sus danzas invocan al dios (de las ninfas pasamos
otra vez a Pan, ahora) como presente por doquier y
siempre: en todas partes, en toda ocasión (w. 8-14)
dentro de lo que ha sido definido como su ámbito, a
saber, «las colinas nevadas, las cumbres de los montes
y los senderos pedregosos» (w. 6-7). Cuando cae el día,
entonces con sus cañas produce el dios una música serena
que supera a la del ruiseñor (w. 14-18), ave emblemática
de la poesía ya en Grecia y que a menudo designa
metafóricamente al poeta. Las ninfas con sus cantos y
danzas acompañan no se sabe si a Pan o al ruiseñor
(w. 19 ss.) y el paisaje puede alegrar el corazón: una «blanca
pradera donde el azafrán y el jacinto, floridos y olorosos, se
mezclan confusamente con la hierba» (w. 25-26). El canto de
las ninfas tiene como tema a Hermes: una caja contiene dentro
otra caja. Así la segunda parte del poema presenta a Hermes
pastor en Arcadia por causa del «tierno deseo que le había
venido de unirse con una ninfa de hermosas trenzas, hija de
Dríope» (w. 33-3*4). Y de allí nos lleva de nuevo a Pan, pues
fue de los amores de Hermes con esta ninfa que nació el dios,
cuyo nombre es al final etimologizado: presentado por su padre
a los olímpicos, «le llamaron Pan porque a todos les había
regocijado el alma» (v. 47: pan quiere decir todo en griego).
Lo que había causado el regocijo de los inmortales fue el aspecto
de Pan: «caprípedo, bicorne, bullicioso, de dulce sonrisa» (v. 37),
algo tan monstruoso que la ninfa su madre en vez de
amamantarlo había echado a correr «al ver aquella faz
desagradable y barbuda» (v. 39).
Ciertas sutilezas de expresión, así como el gusto por los
contrastes, podrían abonar la impresión de que este himno,
que recuerda aspectos del modo compositivo y de la
temática de Teócrito, no puede ser muy antiguo. Pero es
sólo una impresión.
Forma, con el VII, a Dióniso, el grupo de los dos himnos de
extensión intermedia. Pero el de Pan, que cuenta el nacimiento
del dios y lo celebra en su ambiente (sólo que en orden
inverso) no es narrativo, propiamente, como lo son los himnos
mayores y como lo es también este VII, ocupado en cantar
cómo el dios, apresado por unos piratas tirrenos que se lo
llevaban cautivo en su nave, no pudo ser por estos atado (vv.
12-14), y cómo, al hacerse éstos a la mar, sucesivos prodigios
revelaron la naturaleza divina de Dióniso: el vino, primero,
«manaba en sonoros chorros dentro de la nave» (vv. 35-36),
y luego una parra se extiende por el borde superior de la vela
y de ella cuelgan racimos, y una hiedra se enrosca al mástil y
los escálamos se llenan de coronas (vv. 38-42); el dios, por
último, se convierte en león (vv. 44-48, si consideramos
interpolados los vv. 45-47; si no, además el dios hace que
aparezca también una osa). El himno VII es también
dramático: el timonel de la nave se apercibe de que han cogido
a un dios cuando sus compañeros no logran atarlo (v. 17 ss.)
y les advierte de que lo dejen en libertad. A él se opone
de inmediato el capitán, que responde al piloto que se cuide de
su trabajo y habla de lejanos puertos y de ganancia que la
presa comportará a la larga «pues un dios lo pone en nuestras
manos» (v. 31). Luego el dios, en forma de león, apresa al
capitán y los marineros se tiran aterrorizados al mar; Dióniso
tiene piedad del piloto, en cambio, que es preservado y se
convierte en un hombre afortunado que habrá visto al dios.
Con esta dramatización del mito, el poeta del himno nos
muestra la división creada por el dios dentro de la nave y
sabiamente va revelando despacio su manifestación como dios
a los ojos de los marineros cada vez más atemorizados. El
himno cuenta cómo Dióniso produce en una nave los conflictos
que luego la tragedia, el poema representado en el ámbito del
dios, dramatiza en la ciudad. Podría recordarse al respecto que
la nave es vieja metáfora de la ciudad entera, ya en la poesía
arcaica.
Tampoco sobre la fecha de este espléndido himno puede
aventurarse nada. Quizá tampoco sea muy antiguo, y ha
habido quien lo ha considerado helenístico. A través de la
narración, dramáticamente, el himno cala hondo en la
naturaleza del dios que causa confusión, busca
inmediatamente adeptos y lo transforma todo y a sí
mismo incluso.
Manifiesta poder y ejerce magnanimidad. El himno ilustra
el modo de ser, inquietante, convulsivo, del dios por
excelencia de la alteridad entre los griegos.
Una hija ha sido arrebatada a su madre, ha sido raptada
cuando cogía, con las hijas de Océano, flores en una
pradera. Ella ha gritado pero sus compañeras no lo han
advertido: sólo la diosa Hécate y Helio, el soberano Sol, se
han dado cuenta. La raptada es diosa e hija de diosa:
Perséfone, hija de Deméter; su raptor es un dios,
Hades o Aidoneo, y el rapto cuenta con la aquiescencia de
Zeus, padre de los dioses, pero se ha ejecutado a escondidas
de la madre, de Deméter. El himno homérico II, a esta diosa
dedicado, espléndido poema que sólo un manuscrito nos ha
transmitido íntegro31, nos presenta así, en sus treinta y
tantos primeros versos, el inicio del drama divino. La raptada
da un postrer grito que oye, ahora, su madre, y el poeta
describe entonces a ésta (vv. 42 ss.) dándose a la aflicción,
al ayuno. La gran diosa camina durante nueve días, buscando
y sola: ni dioses ni hombres le dicen nada. Hasta que Hécate
sale a su encuentro, reconoce haber oído el grito y la lleva
a la presencia de Helio. Leemos entonces la invocación y ruego
de la diosa a éste (vv. 64-73) y la respuesta de éste a la diosa
(vv. 75-87). Helio ha revelado a Deméter la verdad y cómo Zeus
estaba al tanto del rapto y lo ha permitido.
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ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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- Mensaje n°577
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
Hemos visto a Deméter como una madre desvalida que
responde a la desaparición de su hija buscándola,
angustiada, inútilmente. Desamparada la diosa ha ido de
aquí para allá; y al enterarse por Helio de la verdad, la
diosa se siente entonces engañada. Se esconde, se
ensimisma, por así decir, se exilia lejos de los dioses:
acaba dando, como una vieja desvalida, entre los
hombres. Esto en los versos 91- 94. El efecto de tal
apartamiento, a saber, que la tierra no producía fruto, no
se nos cuenta hasta los versos 305-309. Pero para
entonces la diosa ya estará, aunque entre los hombres
todavía y «lejos de los bienaventurados dioses» (v. 304),
asentada en el templo para ella por los hombres construido.
Justo en Eleusis, es decir, donde el culto de la diosa
imperaba entre los griegos y donde podían éstos
iniciarse en sus misterios, que constituían la más
importante religión de salvación de la época. El poeta, que
ha llevado con tiento y detalle su centenar de versos que
dibujan el dolor de la madre, su humanización en la angustia
y en la búsqueda, su desengaño (ella, una diosa) de la
voluntad de los dioses, dedica en el centro de su poema
dos centenares de hexámetros a contar una historia que,
dando razón de la nueva conversión de Deméter de pobre
vieja sola en otra vez diosa, explique sobre todo el porqué
del asentamiento de su culto justamente en Eleusis32. En el
momento culminante del dolor de la diosa, en el corazón
mismo de este dolor que la ha alineado entre los humanos,
se halla, nos cuenta el poeta, la razón de por qué
hemos de morir los hombres. Así como la razón de dar culto
a Deméter.
La historia que nos cuenta es que las hijas de Celeo, rey de
Eleusis, cabe la fuente a la que habían ido a buscar agua,
toparon con la vieja, hablaron con ella y compadecidas la
recomendaron a su madre Metanira que, ya mayor, acababa
de parir a un hijo varón, de nombre Demofonte, como ama.
En calidad de tal aceptada por ésta, la diosa en figura mortal
de anciana ungía con ambrosía al niño y por la noche lo
ocultaba en el ardor del fuego, como un tizón, a escondidas
de sus padres (w. 239-240). El motivo de la frustración de la
inmortalidad del héroe es altamente tradicional. La diosa quería
dar la inmortalidad al pequeño pero Metanira, al descubrir las
prácticas de la anciana, como no sabía su intención no hizo
sino temer por la vida de su hijo. Con el resultado de que la
diosa, al punto, se revela como tal pero deja caer al niño, que
ya no será inmortal.
En un primer momento, al ser aceptada en la casa de Celeo,
quejumbrosa y triste, Deméter cambió de actitud por las
chanzas y burlas de una mujer, Yambe, la epónima del género
yámbico33, que la movió «a sonreír, a reír y a tener alegre
ánimo» (v. 204); ahora, al ser descubierta en sus prácticas
tendientes a hacer inmortal al niño, «terriblemente enojada
en su ánimo» (v. 254) se queja de la estolidez humana e
infunde, con su revelación como diosa, miedo (v. 293) a los
mortales. Les exige la construcción de un templo y, en lugar
de vivir como antes entre ellos, ahora, lejos de los demás
dioses aún, se esconde en su templo. Desde allí dentro
encerrada, la diosa hace que la simiente no se haga fruto,
según dijimos. La vida está en su raíz misma detenida.
Reconciliada con la vida por las chanzas de una vieja,
frustrada por la desconfianza de una madre, encerrada en
ella (en su templo) de nuevo, sólo Zeus podrá esta vez
hacer que deponga su actitud resentida. Pero no con
palabras. Cuando le manda a Iris, la diosa ni se inmuta.
Sólo cuando Zeus pasa a las obras y manda a Hermes
que saque a Perséfone del mundo subterráneo, sólo cuando
Hermes lleva a la hija al templo de la madre, Deméter, al
punto, corre, la abraza: ha salido de sí. E inmediatamente
vuelve a sufrir. Teme, en efecto, no haya engañado Hades a
su hija. Y sí, el dios subterráneo le ha dado a comer un grano
de granada: «contra mi voluntad y a la fuerza» (v. 413), dice
la hija. Esto tendrá sus consecuencias. Pero ahora es claro
que la diosa y su hija descansaban su espíritu de los pesares
pasados, que se relajaban y alegraban (vv. 435-437). Desde
lo alto Zeus vigilapara hallar una salida. Hades, en efecto, se
ha asegurado simbólicamente la pertenencia de Perséfone al
mundo subterráneo, pues ésta es la razón por la que le ha
dado a gustar la granada. Pero Zeus divide cada año de
Perséfone: «un tercio del tiempo en la obscuridad tenebrosa»
(v. 446) y las otras dos partes con su madre. Como antes ha
mandado a Hermes al mundo subterráneo, tampoco ahora
comunica él a Deméter lo que ha decidido, sino que se sirve
de Rea como mensajera: Rea es la madre de Deméter y ahora
la diosa madre encarna el papel de hija. «Haz que crezcan
rápidamente los frutos de que viven los hombres» (v.469):
así termina Rea su mensaje, de parte de Zeus. Y Deméter,
cuyo nombre probablemente significa tierra madre, «enseguida
hizo salir el fruto de los fértiles campos» (v. 471).
Sin duda los fieles de Eleusis vieron en el gesto incomprendido
de la diosa que quiere dar la inmortalidad a Demofonte una
promesa soteriológica. Pero en su origen la imprevisión de
Metanira explica por qué el hombre, a pesar de ser igual a
los dioses, es mortal. Es esto justamente lo que explica,
entiendo. Y que el dolor de la diosa, su separación de Perséfone,
ofrece al hombre, en contrapartida, su sustento y la riqueza: «Pluto,
que procura la riqueza a los mortales hombres» (v.489). Pluto es
tenido por hijo de Deméter en la Teogonía hesiódica (w. 969-974).
En cualquier caso, se echa de ver que el dolor, la privación, el ayuno,
son necesario trámite para el sustento, para la vida (vida y
sustento se dice igual, en griego). Vida en sentido material; vida
en sentido espiritual. Y así el himno proclama la bienaventuranza
del iniciado en los misterios, «pues el no iniciado en estos
misterios, el que de ellos no participa, no alcanza jamás una
suerte como la de aquél, ni aún, después de muerto, en la oscuridad
tenebrosa» (vv. 481-482).
Este himno a Deméter es poema que alcanza la síntesis de diversos
tonos, que va del lugar ameno del rapto a la desolación de la madre,
de la piedad de las hijas de Celeo a su miedo, de la oscuridad de lo
subterráneo a la espléndida riqueza que la tierra proporciona; los
misterios divinos están ahí y la palabra poética abre caminos de
acceso hasta ellos. Otros textos antiguos34, en gran parte
relacionados con Orfeo, hablan del rapto, del origen del sustento
humano, de la condición humana, de otros temas relacionados con
la diosa de Eleusis que constituyen misterios la iniciación en los
cuales salva. Este himno resigue desigualmente algunos de estos
temas y los dice muy humanamente, muy dispuesto a ilustrar el
misterio desde nuestro punto de vista: la diosa no está cerca
cuando ejerce en ceremonias de alto riesgo sino cuando es
presentada desvalida y angustiada, cuando ejerce de madre,
incluso después, en la alegría del reencuentro.
En cuanto al himno III, dedicado a un dios de capital
importancia en el ordenolímpico, Apolo, ha quedado ya
dicho que se ha compuesto uniendo un himno a Apolo
delio con otro a Apolo délfico. Quizás, en la fiesta del
dios, ambos himnos eran recitados con un intermedio
coral. Si caben dudas sobre la fecha de nuestro
poema entero —que sin duda ha de responder al
afianzamiento de la importancia panhelénica de Delfos—,
no es en cambio dudoso que el rapsodo los ha cosido con
cuidado, atento a las simetrías entre ambas partes y
construyendo un conjunto de alabanza al dios centrado en
su poder oracular: bajo la jurisdicción absoluta del
dios que tiene también el dominio de la lira cae la mántica,
y centro de esta divina actividad es Delfos, el santuario de Pito.
Ya en el primer himno la isla de Delos, cuando pacta con Leto
las condiciones en que se aviene a ser el lugar donde habrá
de ser Apolo parido, pide que la diosa jure «que primeramente
se construirá aquí el hermosísimo templo para que sea un
oráculo para los hombres» (vv. 80-81).
CONT.responde a la desaparición de su hija buscándola,
angustiada, inútilmente. Desamparada la diosa ha ido de
aquí para allá; y al enterarse por Helio de la verdad, la
diosa se siente entonces engañada. Se esconde, se
ensimisma, por así decir, se exilia lejos de los dioses:
acaba dando, como una vieja desvalida, entre los
hombres. Esto en los versos 91- 94. El efecto de tal
apartamiento, a saber, que la tierra no producía fruto, no
se nos cuenta hasta los versos 305-309. Pero para
entonces la diosa ya estará, aunque entre los hombres
todavía y «lejos de los bienaventurados dioses» (v. 304),
asentada en el templo para ella por los hombres construido.
Justo en Eleusis, es decir, donde el culto de la diosa
imperaba entre los griegos y donde podían éstos
iniciarse en sus misterios, que constituían la más
importante religión de salvación de la época. El poeta, que
ha llevado con tiento y detalle su centenar de versos que
dibujan el dolor de la madre, su humanización en la angustia
y en la búsqueda, su desengaño (ella, una diosa) de la
voluntad de los dioses, dedica en el centro de su poema
dos centenares de hexámetros a contar una historia que,
dando razón de la nueva conversión de Deméter de pobre
vieja sola en otra vez diosa, explique sobre todo el porqué
del asentamiento de su culto justamente en Eleusis32. En el
momento culminante del dolor de la diosa, en el corazón
mismo de este dolor que la ha alineado entre los humanos,
se halla, nos cuenta el poeta, la razón de por qué
hemos de morir los hombres. Así como la razón de dar culto
a Deméter.
La historia que nos cuenta es que las hijas de Celeo, rey de
Eleusis, cabe la fuente a la que habían ido a buscar agua,
toparon con la vieja, hablaron con ella y compadecidas la
recomendaron a su madre Metanira que, ya mayor, acababa
de parir a un hijo varón, de nombre Demofonte, como ama.
En calidad de tal aceptada por ésta, la diosa en figura mortal
de anciana ungía con ambrosía al niño y por la noche lo
ocultaba en el ardor del fuego, como un tizón, a escondidas
de sus padres (w. 239-240). El motivo de la frustración de la
inmortalidad del héroe es altamente tradicional. La diosa quería
dar la inmortalidad al pequeño pero Metanira, al descubrir las
prácticas de la anciana, como no sabía su intención no hizo
sino temer por la vida de su hijo. Con el resultado de que la
diosa, al punto, se revela como tal pero deja caer al niño, que
ya no será inmortal.
En un primer momento, al ser aceptada en la casa de Celeo,
quejumbrosa y triste, Deméter cambió de actitud por las
chanzas y burlas de una mujer, Yambe, la epónima del género
yámbico33, que la movió «a sonreír, a reír y a tener alegre
ánimo» (v. 204); ahora, al ser descubierta en sus prácticas
tendientes a hacer inmortal al niño, «terriblemente enojada
en su ánimo» (v. 254) se queja de la estolidez humana e
infunde, con su revelación como diosa, miedo (v. 293) a los
mortales. Les exige la construcción de un templo y, en lugar
de vivir como antes entre ellos, ahora, lejos de los demás
dioses aún, se esconde en su templo. Desde allí dentro
encerrada, la diosa hace que la simiente no se haga fruto,
según dijimos. La vida está en su raíz misma detenida.
Reconciliada con la vida por las chanzas de una vieja,
frustrada por la desconfianza de una madre, encerrada en
ella (en su templo) de nuevo, sólo Zeus podrá esta vez
hacer que deponga su actitud resentida. Pero no con
palabras. Cuando le manda a Iris, la diosa ni se inmuta.
Sólo cuando Zeus pasa a las obras y manda a Hermes
que saque a Perséfone del mundo subterráneo, sólo cuando
Hermes lleva a la hija al templo de la madre, Deméter, al
punto, corre, la abraza: ha salido de sí. E inmediatamente
vuelve a sufrir. Teme, en efecto, no haya engañado Hades a
su hija. Y sí, el dios subterráneo le ha dado a comer un grano
de granada: «contra mi voluntad y a la fuerza» (v. 413), dice
la hija. Esto tendrá sus consecuencias. Pero ahora es claro
que la diosa y su hija descansaban su espíritu de los pesares
pasados, que se relajaban y alegraban (vv. 435-437). Desde
lo alto Zeus vigilapara hallar una salida. Hades, en efecto, se
ha asegurado simbólicamente la pertenencia de Perséfone al
mundo subterráneo, pues ésta es la razón por la que le ha
dado a gustar la granada. Pero Zeus divide cada año de
Perséfone: «un tercio del tiempo en la obscuridad tenebrosa»
(v. 446) y las otras dos partes con su madre. Como antes ha
mandado a Hermes al mundo subterráneo, tampoco ahora
comunica él a Deméter lo que ha decidido, sino que se sirve
de Rea como mensajera: Rea es la madre de Deméter y ahora
la diosa madre encarna el papel de hija. «Haz que crezcan
rápidamente los frutos de que viven los hombres» (v.469):
así termina Rea su mensaje, de parte de Zeus. Y Deméter,
cuyo nombre probablemente significa tierra madre, «enseguida
hizo salir el fruto de los fértiles campos» (v. 471).
Sin duda los fieles de Eleusis vieron en el gesto incomprendido
de la diosa que quiere dar la inmortalidad a Demofonte una
promesa soteriológica. Pero en su origen la imprevisión de
Metanira explica por qué el hombre, a pesar de ser igual a
los dioses, es mortal. Es esto justamente lo que explica,
entiendo. Y que el dolor de la diosa, su separación de Perséfone,
ofrece al hombre, en contrapartida, su sustento y la riqueza: «Pluto,
que procura la riqueza a los mortales hombres» (v.489). Pluto es
tenido por hijo de Deméter en la Teogonía hesiódica (w. 969-974).
En cualquier caso, se echa de ver que el dolor, la privación, el ayuno,
son necesario trámite para el sustento, para la vida (vida y
sustento se dice igual, en griego). Vida en sentido material; vida
en sentido espiritual. Y así el himno proclama la bienaventuranza
del iniciado en los misterios, «pues el no iniciado en estos
misterios, el que de ellos no participa, no alcanza jamás una
suerte como la de aquél, ni aún, después de muerto, en la oscuridad
tenebrosa» (vv. 481-482).
Este himno a Deméter es poema que alcanza la síntesis de diversos
tonos, que va del lugar ameno del rapto a la desolación de la madre,
de la piedad de las hijas de Celeo a su miedo, de la oscuridad de lo
subterráneo a la espléndida riqueza que la tierra proporciona; los
misterios divinos están ahí y la palabra poética abre caminos de
acceso hasta ellos. Otros textos antiguos34, en gran parte
relacionados con Orfeo, hablan del rapto, del origen del sustento
humano, de la condición humana, de otros temas relacionados con
la diosa de Eleusis que constituyen misterios la iniciación en los
cuales salva. Este himno resigue desigualmente algunos de estos
temas y los dice muy humanamente, muy dispuesto a ilustrar el
misterio desde nuestro punto de vista: la diosa no está cerca
cuando ejerce en ceremonias de alto riesgo sino cuando es
presentada desvalida y angustiada, cuando ejerce de madre,
incluso después, en la alegría del reencuentro.
En cuanto al himno III, dedicado a un dios de capital
importancia en el ordenolímpico, Apolo, ha quedado ya
dicho que se ha compuesto uniendo un himno a Apolo
delio con otro a Apolo délfico. Quizás, en la fiesta del
dios, ambos himnos eran recitados con un intermedio
coral. Si caben dudas sobre la fecha de nuestro
poema entero —que sin duda ha de responder al
afianzamiento de la importancia panhelénica de Delfos—,
no es en cambio dudoso que el rapsodo los ha cosido con
cuidado, atento a las simetrías entre ambas partes y
construyendo un conjunto de alabanza al dios centrado en
su poder oracular: bajo la jurisdicción absoluta del
dios que tiene también el dominio de la lira cae la mántica,
y centro de esta divina actividad es Delfos, el santuario de Pito.
Ya en el primer himno la isla de Delos, cuando pacta con Leto
las condiciones en que se aviene a ser el lugar donde habrá
de ser Apolo parido, pide que la diosa jure «que primeramente
se construirá aquí el hermosísimo templo para que sea un
oráculo para los hombres» (vv. 80-81).
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- Mensaje n°578
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Mi reconocimiento a tu esplendido trabajo, Pascual.
Aquí estoy, siguiéndote y claro, disfrutando de la introducción, pero deseando lleguen los himnos.
Gracias y buen día.
Aquí estoy, siguiéndote y claro, disfrutando de la introducción, pero deseando lleguen los himnos.
Gracias y buen día.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
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- Mensaje n°579
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
GRACIAS, QUERIDA AMIGA... ESTOY EN UN DESCANSO. EN CUANTO PUEDA RETOMO. Y CUANDO ACABE CON HOMERO TERMINO CON GARCÍA MÁRQUEZ.
BESOS.
BESOS.
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°580
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
No es éste sin embargo un tema nodal en el himno a
Apolo delio, que se articula en torno al arco del dios:
con el arco, en efecto, asusta él incluso a los demás
dioses (vv. 1-4; un punto de vista muy arcaico e
influido por los dioses del Próximo Oriente) y Leto se
alegra «por haber dado a luz un hijo que lleva arco y
es belicoso» (v. 126); durante todo el himno, Apolo
es invocado como arquero o «el que hiere de lejos»
(vv. 1, 45, 56, 90, 134, 140, 177, 178)35. El himno
no entra en cómo es el dios sino que celebra que Leto
se fijara en Delos y explica el parto de la diosa; para
luego celebrar también la reunión allí, en honor del dios,
de «los jonios de rozagantes vestiduras juntamente con
sus hijos y sus venerandas esposas» (vv. 147-148).
Proclama el poder del dios, pero el himno delio no narra
sobre el dios sino las tribulaciones de su madre al haber
de darlo a luz; narra su nacimiento en Delos como causa
del amor que el dios siente por su isla.
En el himno pítico, Apolo sigue siendo el que hiere de
lejos (vv. 215, 222, 239, etc.) pero ya el principio de este
poema ha sido concebido simétrica y polémicamente
respecto al himno delio: si allí Apolo asustaba con su arco
a los dioses, ahora es «pulsando la lira» (v. 182) como se
encamina el dios a Pito y de allí al Olimpo, donde, en vez
de asustar a los dioses, éstos acuden solícitos «y enseguida
los inmortales sólo se cuidan de la cítara y del canto» (v. 188).
O sea, la lira y el canto (que ya en la parte delia el dios
mismo había pregonado como atributos suyos, ambos: v. 132)
sustituyen aquí, en la escena inicial del segundo himno, al
arco y a la belicosidad. La lira se corresponde con el arco y se
opone a él 36. En el himno a Apolo delio se ha profetizado que
se alzará en la isla un oráculo, pero la atención del poeta se ha
ido hacia otros temas. El del himno a Apolo pítico se decide
(vv. 216 ss.) por cantar cómo anduvo el dios «por la tierra,
buscando un oráculo para los hombres» (w. 214-215). Convertirá,
en efecto, la construcción deun templo que sea oráculo, tal como
la hallamos enunciada en el himno delio (w. 80-81), en hilo
conductor de su relato, de su himno (cf. w. 247-248 = 258-259;
287-288). Y el dios mismo construirá el templo (vv. 254-255;
294-295) empezándolo primero en Telfusa pero luego y
definitivamente en Pito. Como fundador, Apolo aparece primero
poniendo los cimientos y luego repoblando el lugar de cretenses:
metamorfoseado en delfín (v. 400; y delfín tiene que ver con
Delfos), les arrebata el dominio de la nave en que viajaban y los
lleva a Crisa y luego arriba, precisamente a Pito (v. 517). El dios
les precede con la lira en las manos; en el mismo lugar,
precisamente, en que ha tenido el arco en las manos para
matar a la dragona (w. 300 ss.; 356 ss.) que señoreaba antes
de la llegada del dios en aquellos lugares. Apolo ha asentado
en Delfos su oráculo sobre un lugar regido antes por fuerzas
terrestres, reptiles y monstruos (la dragona había amamantado
a Tifaón: w. 305-306). En la estructura del himno entero, estando
tales monstruos vinculados con Hera (de quien es hijo Tifaón),
la muerte de éstos responde, como compensación o
venganza, con los pesares y dolores de Leto en el difícil,
por causa de Hera, parto de Apolo, en el himno delio.
La lira cuyas cuerdas hace sonar ahora, cuando entroniza a los
cretenses que como delfín ha llevado allí,
sacerdotes de su culto y oráculo, corresponde, en el mundo ya
ordenado en que impera Apolo, al arco del dios de Delos cuyas
flechas habían sonado también en Delfos cuando el dios dio allí
muerte a la serpiente por la que aquel lugar recibió el nombre
de Pito.
Cuidadoso, detallista, conocedor del arte de la composición
poética, el rapsodo del himno pítico no tiene la sencillez, la
gracia, en definitiva, del himno delio, claramente anterior y
al que algunos antiguos habían llamado, según vimos, Homero.
Muy distintos, el himno a Apolo delio y el V, a Afrodita, se
cuentan entre los más nítidos, entre los de más alta poesía,
de la colección. Pudiera ser que ambos fueran también los más
antiguos.
El himno homérico IV, a Hermes, presenta a este dios como
un engañador de los orígenes, como un ladrón. Se mueve
entre el elogio de estas características, en Hermes divinas, y
la explicación de cómo Apolo las integra, en la medida de lo
posible, en el orden que este otro dios representa. Hermes es
el hijo pequeño: tan pequeño que ha nacido ayer. Como en los
cuentos, pero más prematuramente, ha de hacerse valer, ha
de lograr que le respeten. Porque es hijo de Zeus, como Apolo
mismo, pero parece que su madre, la ninfa Maya, ha aceptado,
con una vida regalada y rica, de diosa inmortal (w. 246-251),
una situación de apartamiento, «sin recibir ofrendas ni súplicas»
(v. 168; cf. 170-172), o sea, sin culto. Frente a esta situación el
hijo pequeño quiere, ya de entrada, el mismo honor que
corresponde a su hermano Apolo (w. 172-173). Como en los
cuentos, pues, el hijo pequeño, cuya madre vive apartada,
decide salir a ganarse lo que no tiene ni le dan. Sólo que el niño
de nuestra historia nació ayer; de acuerdo que es un dios,
pero, cuando la criatura, después de robar las vacas de los
inmortales y esconderlas, se mete «apresuradamente en la
cuna» (v. 150), un tan tierno infante que engaña y roba y mata
a dos vacas con la fuerza de sus manos resulta, desde
luego, divino, pero excesivo, exagerado, y hasta tiene, a fuerza
de desmesurado, bastante de grotesco, de cómico.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
No es éste sin embargo un tema nodal en el himno a
Apolo delio, que se articula en torno al arco del dios:
con el arco, en efecto, asusta él incluso a los demás
dioses (vv. 1-4; un punto de vista muy arcaico e
influido por los dioses del Próximo Oriente) y Leto se
alegra «por haber dado a luz un hijo que lleva arco y
es belicoso» (v. 126); durante todo el himno, Apolo
es invocado como arquero o «el que hiere de lejos»
(vv. 1, 45, 56, 90, 134, 140, 177, 178)35. El himno
no entra en cómo es el dios sino que celebra que Leto
se fijara en Delos y explica el parto de la diosa; para
luego celebrar también la reunión allí, en honor del dios,
de «los jonios de rozagantes vestiduras juntamente con
sus hijos y sus venerandas esposas» (vv. 147-148).
Proclama el poder del dios, pero el himno delio no narra
sobre el dios sino las tribulaciones de su madre al haber
de darlo a luz; narra su nacimiento en Delos como causa
del amor que el dios siente por su isla.
En el himno pítico, Apolo sigue siendo el que hiere de
lejos (vv. 215, 222, 239, etc.) pero ya el principio de este
poema ha sido concebido simétrica y polémicamente
respecto al himno delio: si allí Apolo asustaba con su arco
a los dioses, ahora es «pulsando la lira» (v. 182) como se
encamina el dios a Pito y de allí al Olimpo, donde, en vez
de asustar a los dioses, éstos acuden solícitos «y enseguida
los inmortales sólo se cuidan de la cítara y del canto» (v. 188).
O sea, la lira y el canto (que ya en la parte delia el dios
mismo había pregonado como atributos suyos, ambos: v. 132)
sustituyen aquí, en la escena inicial del segundo himno, al
arco y a la belicosidad. La lira se corresponde con el arco y se
opone a él 36. En el himno a Apolo delio se ha profetizado que
se alzará en la isla un oráculo, pero la atención del poeta se ha
ido hacia otros temas. El del himno a Apolo pítico se decide
(vv. 216 ss.) por cantar cómo anduvo el dios «por la tierra,
buscando un oráculo para los hombres» (w. 214-215). Convertirá,
en efecto, la construcción deun templo que sea oráculo, tal como
la hallamos enunciada en el himno delio (w. 80-81), en hilo
conductor de su relato, de su himno (cf. w. 247-248 = 258-259;
287-288). Y el dios mismo construirá el templo (vv. 254-255;
294-295) empezándolo primero en Telfusa pero luego y
definitivamente en Pito. Como fundador, Apolo aparece primero
poniendo los cimientos y luego repoblando el lugar de cretenses:
metamorfoseado en delfín (v. 400; y delfín tiene que ver con
Delfos), les arrebata el dominio de la nave en que viajaban y los
lleva a Crisa y luego arriba, precisamente a Pito (v. 517). El dios
les precede con la lira en las manos; en el mismo lugar,
precisamente, en que ha tenido el arco en las manos para
matar a la dragona (w. 300 ss.; 356 ss.) que señoreaba antes
de la llegada del dios en aquellos lugares. Apolo ha asentado
en Delfos su oráculo sobre un lugar regido antes por fuerzas
terrestres, reptiles y monstruos (la dragona había amamantado
a Tifaón: w. 305-306). En la estructura del himno entero, estando
tales monstruos vinculados con Hera (de quien es hijo Tifaón),
la muerte de éstos responde, como compensación o
venganza, con los pesares y dolores de Leto en el difícil,
por causa de Hera, parto de Apolo, en el himno delio.
La lira cuyas cuerdas hace sonar ahora, cuando entroniza a los
cretenses que como delfín ha llevado allí,
sacerdotes de su culto y oráculo, corresponde, en el mundo ya
ordenado en que impera Apolo, al arco del dios de Delos cuyas
flechas habían sonado también en Delfos cuando el dios dio allí
muerte a la serpiente por la que aquel lugar recibió el nombre
de Pito.
Cuidadoso, detallista, conocedor del arte de la composición
poética, el rapsodo del himno pítico no tiene la sencillez, la
gracia, en definitiva, del himno delio, claramente anterior y
al que algunos antiguos habían llamado, según vimos, Homero.
Muy distintos, el himno a Apolo delio y el V, a Afrodita, se
cuentan entre los más nítidos, entre los de más alta poesía,
de la colección. Pudiera ser que ambos fueran también los más
antiguos.
El himno homérico IV, a Hermes, presenta a este dios como
un engañador de los orígenes, como un ladrón. Se mueve
entre el elogio de estas características, en Hermes divinas, y
la explicación de cómo Apolo las integra, en la medida de lo
posible, en el orden que este otro dios representa. Hermes es
el hijo pequeño: tan pequeño que ha nacido ayer. Como en los
cuentos, pero más prematuramente, ha de hacerse valer, ha
de lograr que le respeten. Porque es hijo de Zeus, como Apolo
mismo, pero parece que su madre, la ninfa Maya, ha aceptado,
con una vida regalada y rica, de diosa inmortal (w. 246-251),
una situación de apartamiento, «sin recibir ofrendas ni súplicas»
(v. 168; cf. 170-172), o sea, sin culto. Frente a esta situación el
hijo pequeño quiere, ya de entrada, el mismo honor que
corresponde a su hermano Apolo (w. 172-173). Como en los
cuentos, pues, el hijo pequeño, cuya madre vive apartada,
decide salir a ganarse lo que no tiene ni le dan. Sólo que el niño
de nuestra historia nació ayer; de acuerdo que es un dios,
pero, cuando la criatura, después de robar las vacas de los
inmortales y esconderlas, se mete «apresuradamente en la
cuna» (v. 150), un tan tierno infante que engaña y roba y mata
a dos vacas con la fuerza de sus manos resulta, desde
luego, divino, pero excesivo, exagerado, y hasta tiene, a fuerza
de desmesurado, bastante de grotesco, de cómico.
CONT.
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- Mensaje n°581
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
El himno homérico IV, a Hermes, presenta a este
dios como un engañador de los orígenes, como un
ladrón. Se mueve entre el elogio de estas características,
en Hermes divinas, y la explicación de cómo Apolo
las integra, en la medida de lo posible, en el orden
que este otro dios representa. Hermes es el hijo
pequeño: tan pequeño que ha nacido ayer. Como en
los cuentos, pero más prematuramente, ha de hacerse
valer, ha de lograr que le respeten. Porque es hijo de
Zeus, como Apolo mismo, pero parece que su madre,
la ninfa Maya, ha aceptado, con una vida regalada y
rica, de diosa inmortal (w. 246-251), una situación de
apartamiento, «sin recibir ofrendas ni súplicas»
(v. 168; cf. 170-172), o sea, sin culto. Frente a esta
situación el hijo pequeño quiere, ya de entrada, el
mismo honor que corresponde a su hermano Apolo
(w. 172-173). Como en los cuentos, pues, el hijo
pequeño, cuya madre vive apartada, decide salir a
ganarse lo que no tiene ni le dan. Sólo que el niño
de nuestra historia nació ayer; de acuerdo que es
un dios, pero, cuando la criatura, después de robar
las vacas de los inmortales y esconderlas, se mete
«apresuradamente en la cuna» (v. 150), un tan
tierno infante que engaña y roba y mata a dos vacas
con la fuerza de sus manos resulta, desde luego,
divino, pero excesivo, exagerado, y hasta tiene, a
fuerza de desmesurado, bastante de grotesco, de
cómico.
En los cuentos de esta índole es la astucia lo que vale:
aquí la astucia sin límites, también de algún modo
hiperbólica; el engaño y la astucia son aliados del robo,
en el caso de este dios —y nunca mejor dicho— desde
la cuna. Pero este ladrón de los orígenes es también el
ingenioso inventor de la lira, que por vez primera fabricara
con el caparazón por él vaciado de una tortuga, y su
robo responde a que su padre no le da «los mismos
divinales honores» que ha dado a Apolo (w. 172-175).
El robo de Hermes no es incomparable al de Prometeo:
éste roba en efecto el fuego de Zeus ante la indefensión
de los humanos; Hermes roba las vacas por lograr
consideración, que se fijen en él y valoren su astucia y
sus engaños; en su camino con el ganado enciende fuego
(w. 108 ss.) por vez primera, y dispone las carnes de
las vacas que ha matado como para un sacrificio: fuego y
sacrificio están ahí juntos, como en la historia de Prometeo.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
El himno homérico IV, a Hermes, presenta a este
dios como un engañador de los orígenes, como un
ladrón. Se mueve entre el elogio de estas características,
en Hermes divinas, y la explicación de cómo Apolo
las integra, en la medida de lo posible, en el orden
que este otro dios representa. Hermes es el hijo
pequeño: tan pequeño que ha nacido ayer. Como en
los cuentos, pero más prematuramente, ha de hacerse
valer, ha de lograr que le respeten. Porque es hijo de
Zeus, como Apolo mismo, pero parece que su madre,
la ninfa Maya, ha aceptado, con una vida regalada y
rica, de diosa inmortal (w. 246-251), una situación de
apartamiento, «sin recibir ofrendas ni súplicas»
(v. 168; cf. 170-172), o sea, sin culto. Frente a esta
situación el hijo pequeño quiere, ya de entrada, el
mismo honor que corresponde a su hermano Apolo
(w. 172-173). Como en los cuentos, pues, el hijo
pequeño, cuya madre vive apartada, decide salir a
ganarse lo que no tiene ni le dan. Sólo que el niño
de nuestra historia nació ayer; de acuerdo que es
un dios, pero, cuando la criatura, después de robar
las vacas de los inmortales y esconderlas, se mete
«apresuradamente en la cuna» (v. 150), un tan
tierno infante que engaña y roba y mata a dos vacas
con la fuerza de sus manos resulta, desde luego,
divino, pero excesivo, exagerado, y hasta tiene, a
fuerza de desmesurado, bastante de grotesco, de
cómico.
En los cuentos de esta índole es la astucia lo que vale:
aquí la astucia sin límites, también de algún modo
hiperbólica; el engaño y la astucia son aliados del robo,
en el caso de este dios —y nunca mejor dicho— desde
la cuna. Pero este ladrón de los orígenes es también el
ingenioso inventor de la lira, que por vez primera fabricara
con el caparazón por él vaciado de una tortuga, y su
robo responde a que su padre no le da «los mismos
divinales honores» que ha dado a Apolo (w. 172-175).
El robo de Hermes no es incomparable al de Prometeo:
éste roba en efecto el fuego de Zeus ante la indefensión
de los humanos; Hermes roba las vacas por lograr
consideración, que se fijen en él y valoren su astucia y
sus engaños; en su camino con el ganado enciende fuego
(w. 108 ss.) por vez primera, y dispone las carnes de
las vacas que ha matado como para un sacrificio: fuego y
sacrificio están ahí juntos, como en la historia de Prometeo.
CONT.
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- Mensaje n°582
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
Los 183 primeros versos del himno cuentan la portentosa
precocidad del dios: su primer invento, la lira, y su primer
robo, extraordinario (se ha llevado las vacas haciéndolas
caminar hacia atrás, como acostumbran las vacas recién
nacidas), además del asunto del fuego y del sacrificio de
que se ha dicho ahora. En el 184, con la luz de la aurora,
se pone en movimiento Apolo, a la búsqueda de las vacas.
El dios acabará, naturalmente, descubriendo al autor del
robo: con la ayuda de un viejo, muy de cuento, que le da
indicios para seguir unas huellas incomprensibles, que
parecen dirigirse hacia el lugar de donde proceden, y
gracias al presagio de un ave (v. 213) que no se explica.
Llegado Apolo a la gruta de la ninfa se produce un
enfrentamiento verbal o agón entre los dos hijos de Zeus.
El mayor, ya dios prestigioso, le ordena que le revele dónde
están las vacas y le amenaza si calla. Es un enfrentamiento
aparentemente desigual: hay un contraste, que podría
parecer desmesurado, entre lo que Apolo atribuye a Hermes
y las amenazas que profiere, por un lado, y el hecho, por otro,
de que se dirija a un niño acostado en su cuna (w. 254-259).
El efecto es cómico, y a este mismo efecto contribuye la
respuesta de Hermes (w. 261-277), que se proclama niño y
hace ver lo insensato de afirmar que un niño recién nacido
haya robado las vacas. Llamándole indignado «embustero,
maquinador de engaños» (v. 282) y ladrón, Apolo se lo lleva
en brazos a la presencia de los dioses. Se nos revela entonces
otro aspecto significativo de Hermes, su insolencia escatológica,
pues el dios responde en silencio con un augurio, «obrero
atrevido del vientre, nuncio abominable» (w. 295-296), un pedo,
y estornudando. El dios ladrón, engañador, rufián precocísimo, al
inventar la lira había empezado a cantar a la manera, precisamente,
de «los jóvenes mancebos» cuando «se zahieren lanzándose
pullas unos a otros» (w. 54-56); agresiva y desvergonzadamente,
pues, al modo escóptico. Ahora, en consonancia con aquello, responde,
también, callando e indecentemente.
Ante los olímpicos tiene lugar otro agón entre los dos hijos de
Zeus. A la denuncia de Apolo (vv. 334-364) responde Hermes
negando de nuevo (vv. 368-386). Apolo ha prometido antes a
Hermes el «honor entre los inmortales» (v. 291) de ser
siempre el rey de los ladrones engañosos. Ahora lo proclama
ante los dioses «tan fullero como yo no he visto otro, ni entre
los dioses ni entre los hombres, de cuantos engañan a los
mortales sobre la tierra» (w. 338-339). Mientras miente, el
ladrón engañoso que se tira pedos y estornuda va «guiñando
los ojos» (v. 387). Con pedos y guiños Hermes inaugura, él que
es dios, un tipo de expresividad corporal que, presente en la
cultura popular, halla pocas veces lugar en la cultura
alta: ésta es poesía hexamétrica, compositiva y formalmente
como la épica, y por ella anda Hermes ventoseando,
estornudando y guiñando el ojo.
A pesar de sus mentiras, nada pasa desapercibido a Zeus, y
Zeus quiere la amistad entre sus dos hijos. Zeus manda, pues,
ambos que busquen el ganado perdido con ánimo concorde
(w. 391 ss.). Además, Zeus inviste a Hermes como mensajero
de los dioses. Consagrándolo como tal le da, sin duda, un honor
superior al prometido por Apolo, le confiere una función, por lo
demás tenida por más digna, que es la que comúnmente lo
distingue en la poesía y el arte griegos. Pero el mensajero guía,
y así Zeus le engaña, le fuerza a llevar a Apolo donde las vacas.
El resto del himno es el reparto de funciones entre Hermes y
Apolo. Éste se asegura para él el arte mántica (vv. 533 ss.) a
cambio de regalos; Hermes, que ha dado la lira a cambio del
ganado, inventa en contrapartida la siringe (v. 512) y
aprendemos que Zeus le ha concedido, además, ser el
introductor del comercio entre los hombres (vv. 516-517).
Pero asistimos al origen del dominio de Apolo, indiscutible,
sobre la poesía y la mántica37. La sombra de Delfos, de la
época de influencia de aquel santuario, la misma que cubría
el himno a Apolo pítico, se proyecta también sobre este himno
a Hermes. La gloria de este dios pasa por el reconocimiento
de su hermano, más allá del que ya tiene del propio Zeus.
Y así el propio Apolo proclama los méritos tan excepcionales
de Hermes, el dios que engaña, que actúa de noche.
A cambio de haber establecido los límites entre los ámbitos
de ambos. Y de haberse quedado él en exclusiva con mántica
y poesía.
Sin duda Hermes es, entre los dioses, quien más se parece
a Ulises entre los héroes. Con la conducta y las obras de ambos
se dibuja en la poesía más antigua una moral de la astucia,
basada en el engaño si hace falta, en responder según las
circunstancias, en crear y usar todos los medios necesarios
para lograr el fin propuesto. Así Ulises, juntamente con Diomedes,
proyecta y lleva a cabo en la Ilíada un golpe audaz, de noche,
del que resulta la muerte de Dolón. No siente el héroe ningún
reparo ante el engaño y la nocturnidad, tal como no resulta que
lo hubiera sentido Hermes cuando abandonó por primera vez la
casa de su madre, niño aún de pañales, «meditando en su mente
un golpe audaz como los que traman los ladrones durante las horas
de la negra noche» (w. 67-68). El héroe y el dios son, ambos,
maestros de una palabra agresiva y cautelosa, sonríen
sardónicamente38 o guiñan los ojos. No les importa hacer reír si
es para salirse con la suya: la risa de Zeus avala en el himno (v. 389)
el momento en que el hijo gana el corazón de su padre, obtiene honor
por su astucia y evita el castigo a pesar de ella.
FIN DE LA INTRODUCCIÓN.
HIMNOS HOMÉRICOS
INTRODUCCIÓN. CONT.
Los 183 primeros versos del himno cuentan la portentosa
precocidad del dios: su primer invento, la lira, y su primer
robo, extraordinario (se ha llevado las vacas haciéndolas
caminar hacia atrás, como acostumbran las vacas recién
nacidas), además del asunto del fuego y del sacrificio de
que se ha dicho ahora. En el 184, con la luz de la aurora,
se pone en movimiento Apolo, a la búsqueda de las vacas.
El dios acabará, naturalmente, descubriendo al autor del
robo: con la ayuda de un viejo, muy de cuento, que le da
indicios para seguir unas huellas incomprensibles, que
parecen dirigirse hacia el lugar de donde proceden, y
gracias al presagio de un ave (v. 213) que no se explica.
Llegado Apolo a la gruta de la ninfa se produce un
enfrentamiento verbal o agón entre los dos hijos de Zeus.
El mayor, ya dios prestigioso, le ordena que le revele dónde
están las vacas y le amenaza si calla. Es un enfrentamiento
aparentemente desigual: hay un contraste, que podría
parecer desmesurado, entre lo que Apolo atribuye a Hermes
y las amenazas que profiere, por un lado, y el hecho, por otro,
de que se dirija a un niño acostado en su cuna (w. 254-259).
El efecto es cómico, y a este mismo efecto contribuye la
respuesta de Hermes (w. 261-277), que se proclama niño y
hace ver lo insensato de afirmar que un niño recién nacido
haya robado las vacas. Llamándole indignado «embustero,
maquinador de engaños» (v. 282) y ladrón, Apolo se lo lleva
en brazos a la presencia de los dioses. Se nos revela entonces
otro aspecto significativo de Hermes, su insolencia escatológica,
pues el dios responde en silencio con un augurio, «obrero
atrevido del vientre, nuncio abominable» (w. 295-296), un pedo,
y estornudando. El dios ladrón, engañador, rufián precocísimo, al
inventar la lira había empezado a cantar a la manera, precisamente,
de «los jóvenes mancebos» cuando «se zahieren lanzándose
pullas unos a otros» (w. 54-56); agresiva y desvergonzadamente,
pues, al modo escóptico. Ahora, en consonancia con aquello, responde,
también, callando e indecentemente.
Ante los olímpicos tiene lugar otro agón entre los dos hijos de
Zeus. A la denuncia de Apolo (vv. 334-364) responde Hermes
negando de nuevo (vv. 368-386). Apolo ha prometido antes a
Hermes el «honor entre los inmortales» (v. 291) de ser
siempre el rey de los ladrones engañosos. Ahora lo proclama
ante los dioses «tan fullero como yo no he visto otro, ni entre
los dioses ni entre los hombres, de cuantos engañan a los
mortales sobre la tierra» (w. 338-339). Mientras miente, el
ladrón engañoso que se tira pedos y estornuda va «guiñando
los ojos» (v. 387). Con pedos y guiños Hermes inaugura, él que
es dios, un tipo de expresividad corporal que, presente en la
cultura popular, halla pocas veces lugar en la cultura
alta: ésta es poesía hexamétrica, compositiva y formalmente
como la épica, y por ella anda Hermes ventoseando,
estornudando y guiñando el ojo.
A pesar de sus mentiras, nada pasa desapercibido a Zeus, y
Zeus quiere la amistad entre sus dos hijos. Zeus manda, pues,
ambos que busquen el ganado perdido con ánimo concorde
(w. 391 ss.). Además, Zeus inviste a Hermes como mensajero
de los dioses. Consagrándolo como tal le da, sin duda, un honor
superior al prometido por Apolo, le confiere una función, por lo
demás tenida por más digna, que es la que comúnmente lo
distingue en la poesía y el arte griegos. Pero el mensajero guía,
y así Zeus le engaña, le fuerza a llevar a Apolo donde las vacas.
El resto del himno es el reparto de funciones entre Hermes y
Apolo. Éste se asegura para él el arte mántica (vv. 533 ss.) a
cambio de regalos; Hermes, que ha dado la lira a cambio del
ganado, inventa en contrapartida la siringe (v. 512) y
aprendemos que Zeus le ha concedido, además, ser el
introductor del comercio entre los hombres (vv. 516-517).
Pero asistimos al origen del dominio de Apolo, indiscutible,
sobre la poesía y la mántica37. La sombra de Delfos, de la
época de influencia de aquel santuario, la misma que cubría
el himno a Apolo pítico, se proyecta también sobre este himno
a Hermes. La gloria de este dios pasa por el reconocimiento
de su hermano, más allá del que ya tiene del propio Zeus.
Y así el propio Apolo proclama los méritos tan excepcionales
de Hermes, el dios que engaña, que actúa de noche.
A cambio de haber establecido los límites entre los ámbitos
de ambos. Y de haberse quedado él en exclusiva con mántica
y poesía.
Sin duda Hermes es, entre los dioses, quien más se parece
a Ulises entre los héroes. Con la conducta y las obras de ambos
se dibuja en la poesía más antigua una moral de la astucia,
basada en el engaño si hace falta, en responder según las
circunstancias, en crear y usar todos los medios necesarios
para lograr el fin propuesto. Así Ulises, juntamente con Diomedes,
proyecta y lleva a cabo en la Ilíada un golpe audaz, de noche,
del que resulta la muerte de Dolón. No siente el héroe ningún
reparo ante el engaño y la nocturnidad, tal como no resulta que
lo hubiera sentido Hermes cuando abandonó por primera vez la
casa de su madre, niño aún de pañales, «meditando en su mente
un golpe audaz como los que traman los ladrones durante las horas
de la negra noche» (w. 67-68). El héroe y el dios son, ambos,
maestros de una palabra agresiva y cautelosa, sonríen
sardónicamente38 o guiñan los ojos. No les importa hacer reír si
es para salirse con la suya: la risa de Zeus avala en el himno (v. 389)
el momento en que el hijo gana el corazón de su padre, obtiene honor
por su astucia y evita el castigo a pesar de ella.
FIN DE LA INTRODUCCIÓN.
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Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN.
(1) Véase la introducción a la Ilíada de esta colección, p. 21.
A él se ha atribuido el himno homérico a Apolo, en alguna
ocasión: véase W. Burkert, «Kynaithos, Polycrates and the
homeric hymn to Apollo», Arkturos. Hellenic Studies presented
to B. W. Knox, Berlín 1979, pp. 53-62.
(2) W. Burkert, «Das Lied von Ares und Aphrodite», Rheinisches
Museum 103, 1960, pp. 130-144; R. di Donato, «Problemi di
tecnica formulare a poesia orale nell'epica greca arcaica», Ann.
Scuola Norm. Superiore di Pisa 38, 1969, pp. 277 ss.
(3) Una historia de la cuestión en la tesis doctoral de A. Esteban
Santos, El himno homérico a Apolo, publicada por el servicio de
reprografía de la Univ. Complut. de Madrid, 1980.
(4) parthenos, el sustantivo que designa a una doncella, se ha
defendido que era en su origen una denominación funcional,
aplicada a quien tiene a su cargo el cuidado del hogar familiar,
esto es, la hija de la casa antes de su matrimonio (cf. L. Deroy,
«Le culte du foyer dans la Gréce mycénienne», Revue d'Histoire
des Religions, 1950, pp. 26-43). Hestia, que significa el hogar,
rechaza, pues, por esto mismo el amor. Ártemis, en cambio, lo
rechaza igualmente, pero en razón de su modo de ser agreste,
diosa que se agrada de las montañas (cf. M. Gr. Bonanno,
«Sapph. fr. 44 A(a), 5ss. Voigt», Mus. Criticum 13-14,
1978-79, pp. 91-97). Atenea, que no conoce varón, es, ello no
obstante, madre (cf. C. Miralles, «El singular nacimiento de
Erictonio», Emérita 50, 1982, pp. 263-278).
(5) Se vea al respecto sobre todo la introducción general de
F. Cássola a su edición de los himnos (Inni omerici, Milán 1975).
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN.
(1) Véase la introducción a la Ilíada de esta colección, p. 21.
A él se ha atribuido el himno homérico a Apolo, en alguna
ocasión: véase W. Burkert, «Kynaithos, Polycrates and the
homeric hymn to Apollo», Arkturos. Hellenic Studies presented
to B. W. Knox, Berlín 1979, pp. 53-62.
(2) W. Burkert, «Das Lied von Ares und Aphrodite», Rheinisches
Museum 103, 1960, pp. 130-144; R. di Donato, «Problemi di
tecnica formulare a poesia orale nell'epica greca arcaica», Ann.
Scuola Norm. Superiore di Pisa 38, 1969, pp. 277 ss.
(3) Una historia de la cuestión en la tesis doctoral de A. Esteban
Santos, El himno homérico a Apolo, publicada por el servicio de
reprografía de la Univ. Complut. de Madrid, 1980.
(4) parthenos, el sustantivo que designa a una doncella, se ha
defendido que era en su origen una denominación funcional,
aplicada a quien tiene a su cargo el cuidado del hogar familiar,
esto es, la hija de la casa antes de su matrimonio (cf. L. Deroy,
«Le culte du foyer dans la Gréce mycénienne», Revue d'Histoire
des Religions, 1950, pp. 26-43). Hestia, que significa el hogar,
rechaza, pues, por esto mismo el amor. Ártemis, en cambio, lo
rechaza igualmente, pero en razón de su modo de ser agreste,
diosa que se agrada de las montañas (cf. M. Gr. Bonanno,
«Sapph. fr. 44 A(a), 5ss. Voigt», Mus. Criticum 13-14,
1978-79, pp. 91-97). Atenea, que no conoce varón, es, ello no
obstante, madre (cf. C. Miralles, «El singular nacimiento de
Erictonio», Emérita 50, 1982, pp. 263-278).
(5) Se vea al respecto sobre todo la introducción general de
F. Cássola a su edición de los himnos (Inni omerici, Milán 1975).
CONT.
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- Mensaje n°584
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(6) Entiende, en cambio, que tal comparación es problemática
V. Casadio, «Hom. Hymn. XXV (Mus.)», Museum Criticum 13-14,
1978-1979, p. 26, n. 9.
(7) A. Gemoll pensaba (Die homerischen
Hymnen, Leipzig 1886, p. 346 ss.) que en Hesíodo procedían del
himno. Por lo genera! se piensa que al revés.
(8) Los criterios más ponderados para la detección de imitaciones
en la poesía hexamétrica antigua están, creo, en R. Janko, Homer,
Hesiod and the Hymns, Cambridge 1982, pp. 225-228. A pesar de
la posible discusión de cada uno y de algunos principios en que se
basan, este lugar puede ser un buen punto de partida para repensar
las dificultades que son del caso.
(9) Los filólogos helenísticos que editaron la Ilíada y la Odisea,
por lo general escogían entre las variantes de un mismo pasaje
que les habían llegado; en los manuscritos de origen rapsódico,
en cambio, las variantes se ponían las unas a continuación de
las otras: el rapsodo sabía a qué atenerse. De todas formas,
tampoco puede establecerse una distinción tan tajante. Se
declara a favor de un manuscrito rapsódico de los himnos
homéricos F. Cássola (introd. a la edición cit., p. 1XV); Allen y
Halliday (también en su edición: p. 1XVII ss.) entendían que la
colección que nos ha llegado procedía de un manuscrito de
himnos de Homero en circulación en el tardohelenismo. Está
claro que la síloge que reúne los himnos homéricos, los órficos
y los de Calímaco y Proclo, es de origen reciente, u obra de
Proclo mismo o de los eruditos bizantinos a partir del siglo IX.
(10) Se vea al respecto F. R. Adrados, Orígenes de la lírica griega,
Madrid 1976, pp. 65 y 113 ss.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(6) Entiende, en cambio, que tal comparación es problemática
V. Casadio, «Hom. Hymn. XXV (Mus.)», Museum Criticum 13-14,
1978-1979, p. 26, n. 9.
(7) A. Gemoll pensaba (Die homerischen
Hymnen, Leipzig 1886, p. 346 ss.) que en Hesíodo procedían del
himno. Por lo genera! se piensa que al revés.
(8) Los criterios más ponderados para la detección de imitaciones
en la poesía hexamétrica antigua están, creo, en R. Janko, Homer,
Hesiod and the Hymns, Cambridge 1982, pp. 225-228. A pesar de
la posible discusión de cada uno y de algunos principios en que se
basan, este lugar puede ser un buen punto de partida para repensar
las dificultades que son del caso.
(9) Los filólogos helenísticos que editaron la Ilíada y la Odisea,
por lo general escogían entre las variantes de un mismo pasaje
que les habían llegado; en los manuscritos de origen rapsódico,
en cambio, las variantes se ponían las unas a continuación de
las otras: el rapsodo sabía a qué atenerse. De todas formas,
tampoco puede establecerse una distinción tan tajante. Se
declara a favor de un manuscrito rapsódico de los himnos
homéricos F. Cássola (introd. a la edición cit., p. 1XV); Allen y
Halliday (también en su edición: p. 1XVII ss.) entendían que la
colección que nos ha llegado procedía de un manuscrito de
himnos de Homero en circulación en el tardohelenismo. Está
claro que la síloge que reúne los himnos homéricos, los órficos
y los de Calímaco y Proclo, es de origen reciente, u obra de
Proclo mismo o de los eruditos bizantinos a partir del siglo IX.
(10) Se vea al respecto F. R. Adrados, Orígenes de la lírica griega,
Madrid 1976, pp. 65 y 113 ss.
CONT.
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- Mensaje n°585
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(11) U. von Wilamowitz-Moellendorf, Die Ilias und Homer,
Berlín 1916, pp. 450 ss.
(12) B. Gentili, «Preistoria e formazione dell'esametro», Quad.
Urbinati di Cultura Classica 26, 1977, pp. 7 ss..
(13) Las analogías del proemio de la Teogonia (w. 1-104) con
los himnos homéricos se han señalado desde Wolf. Véase al
respecto Wilamowitz, ob. cit., pp. 463 ss.
(14) Sobre la posible reconstrucción del culto eleusinio y la
relación de éste con el himno homérico II, cf. N. J. Richardson,
The homeric hymn to Demeter, Oxford 1974, pp. 20 ss.
(15) A. Hoekstra, The sub-epic stage of the formulate tradition,
Amsterdam y Londres 1969, p. 5.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(11) U. von Wilamowitz-Moellendorf, Die Ilias und Homer,
Berlín 1916, pp. 450 ss.
(12) B. Gentili, «Preistoria e formazione dell'esametro», Quad.
Urbinati di Cultura Classica 26, 1977, pp. 7 ss..
(13) Las analogías del proemio de la Teogonia (w. 1-104) con
los himnos homéricos se han señalado desde Wolf. Véase al
respecto Wilamowitz, ob. cit., pp. 463 ss.
(14) Sobre la posible reconstrucción del culto eleusinio y la
relación de éste con el himno homérico II, cf. N. J. Richardson,
The homeric hymn to Demeter, Oxford 1974, pp. 20 ss.
(15) A. Hoekstra, The sub-epic stage of the formulate tradition,
Amsterdam y Londres 1969, p. 5.
CONT.
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- Mensaje n°586
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(16) Se vea, en definitiva, R. Janko, ob. cit., p. 200
(17) Remito aquí a la anterior nota 8. A pesar de las diferencias
entre las realizaciones concretas de la poesía hexamétrica griega,
es innegable que existe una tradición común, expresada en fórmulas,
escenas típicas, temas y sentidos compartidos.
(18) Retomando aquí la formulación de J.-P. Vernant, Moythe et
pensée chez les Grecs, París 1988 (edición revisada y aumentada),
pp. 38 ss.
(19) Vuélvase a consultar, a propósito de lo siguiente, la nota 9.
(20) G. S. Kirk, The Iliad: a commentary, vol. I, Cambridge 198S,
p. 108.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(16) Se vea, en definitiva, R. Janko, ob. cit., p. 200
(17) Remito aquí a la anterior nota 8. A pesar de las diferencias
entre las realizaciones concretas de la poesía hexamétrica griega,
es innegable que existe una tradición común, expresada en fórmulas,
escenas típicas, temas y sentidos compartidos.
(18) Retomando aquí la formulación de J.-P. Vernant, Moythe et
pensée chez les Grecs, París 1988 (edición revisada y aumentada),
pp. 38 ss.
(19) Vuélvase a consultar, a propósito de lo siguiente, la nota 9.
(20) G. S. Kirk, The Iliad: a commentary, vol. I, Cambridge 198S,
p. 108.
CONT.
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- Mensaje n°587
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(21) A. B. Lord, The singer of tales, Cambridge, Mass. 1960,
p.119.
(22) Así Hoekstra, ob. cit., p. 41.
(23) K. Reinhardt, «Zum homerischen Aphroditehymnus»,
Festschrift B. Snell, Munich 1956, pp. 1-14; Die
Ilias und ihre Dichter, Gotinga 1965, pp. 507 ss.
(24) C. O. Pavese, Studi sulla tradizione epica rapsodica,
Roma 1974, p. 68; cf. Cassola, ed. cit., p. 559, y
Janko, ob. cit., p. 159.
(25) M. L. West, «The eight homeric hymn and Proclus», Class.
Quaterly 20, 1970, pp. 300 ss
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(21) A. B. Lord, The singer of tales, Cambridge, Mass. 1960,
p.119.
(22) Así Hoekstra, ob. cit., p. 41.
(23) K. Reinhardt, «Zum homerischen Aphroditehymnus»,
Festschrift B. Snell, Munich 1956, pp. 1-14; Die
Ilias und ihre Dichter, Gotinga 1965, pp. 507 ss.
(24) C. O. Pavese, Studi sulla tradizione epica rapsodica,
Roma 1974, p. 68; cf. Cassola, ed. cit., p. 559, y
Janko, ob. cit., p. 159.
(25) M. L. West, «The eight homeric hymn and Proclus», Class.
Quaterly 20, 1970, pp. 300 ss
CONT.
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- Mensaje n°588
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(26) L. Gernet en L. G. y A. Boulanger, El genio griego en
la religión, trad. española, México 1960, p. 174.
(27) Sobre el cual M. L. West, Hesiod. The Teogony, Oxford
1966, pp. 276 ss.
(28) Se vea al respecto C. Miralles, «Para una lectura del himno
a Zeus de Calímaco», Argos 5, 1981, pp. 9 ss.
(29) Lo hizo A. P. Wagener en Trans. of American Philol.
Soc. 62, 1931
(30) En el siglo V o máximo en el IV lo ponen Allen-Halliday-Sikes,
en la página 403 de su edición (Londres19362). Lo mismo hace más
recientemente A. Andrisano (Museum Criticum 13-14, 1978-1979,
pp. 7 ss.) pero sin razones convincentes y con una valoración
inadecuada del poema. En cambio, Tanko (ob. cit., pp. 104 ss.)
piensa en una fecha más antigua, a caballo entre los siglos VI y V, y
tampoco puede esto descartarse.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(26) L. Gernet en L. G. y A. Boulanger, El genio griego en
la religión, trad. española, México 1960, p. 174.
(27) Sobre el cual M. L. West, Hesiod. The Teogony, Oxford
1966, pp. 276 ss.
(28) Se vea al respecto C. Miralles, «Para una lectura del himno
a Zeus de Calímaco», Argos 5, 1981, pp. 9 ss.
(29) Lo hizo A. P. Wagener en Trans. of American Philol.
Soc. 62, 1931
(30) En el siglo V o máximo en el IV lo ponen Allen-Halliday-Sikes,
en la página 403 de su edición (Londres19362). Lo mismo hace más
recientemente A. Andrisano (Museum Criticum 13-14, 1978-1979,
pp. 7 ss.) pero sin razones convincentes y con una valoración
inadecuada del poema. En cambio, Tanko (ob. cit., pp. 104 ss.)
piensa en una fecha más antigua, a caballo entre los siglos VI y V, y
tampoco puede esto descartarse.
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- Mensaje n°589
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(31) Un manuscrito de principios del XV descubierto en Moscú
en 1777, en un establo aunque proviniera del Archivo Imperial.
Está ahora en Leiden. Se vea N. J. Richardson, ed. cit., pp. 65-66
(32) Sobre Eleusis, el lugar y el culto, cf. G. E. Mylonas, Eleusis
and the Eleusinian Mysteries, Princeton 1961; C. Kerényi, Eleusis,
Archetipal Image of Mother and Daughter, Nueva York 1967;
W. Burkert, Homo necans, Berlín 1972 (cap. V).
(33) C. Miralles, «El yambo», Estudios Clásicos 90, 1986, pp. 11 ss.
(34) Se vea de nuevo la edición y comentario de Richardson,
pp. 74 ss.
(35) Véase F. Guida, «Apollo arciere nell'inno omerico ad Apollo
Delio», en los Studi omerici e esiodei I publicados por la Universidad
de Trieste (Roma 1972, pp. 7 ss.), que explota que el dios sea
arquero como confirmación de su origen oriental: conjetura posible,
pero que no hay modo de demostrar.
(36) Así debió de leer Calímaco el himno homérico, porque esta
correspondencia entre el arco y la lira es central en su himno a
Apolo: cf. C. Miralles, «L'arc i la lira. Aproximació a la lectura de
l'himne II de Callimac», en Athlon. Satura grammatica in honorem
F. R. Adrados, vol. II, Madrid 1987, pp. 633 ss.
(37) Miralles y J. Pòrtulas, Archilochus and the iambic poetry,
Roma 1983, pp. 83 ss.
(38) C. Miralles «Le rire sardónique», Metis 2, 1987, pp. 31 ss.
Fin de las Notas a la Introducción
A continuación viene la BIBIOGRAFÍA usada por el autor, que no vamos a poner. Si alguien tuviera interés en ella me lo puede decir y se la hago llegar.
HIMNOS HOMÉRICOS
NOTAS DE LA INTRODUCCIÓN. CONT.
(31) Un manuscrito de principios del XV descubierto en Moscú
en 1777, en un establo aunque proviniera del Archivo Imperial.
Está ahora en Leiden. Se vea N. J. Richardson, ed. cit., pp. 65-66
(32) Sobre Eleusis, el lugar y el culto, cf. G. E. Mylonas, Eleusis
and the Eleusinian Mysteries, Princeton 1961; C. Kerényi, Eleusis,
Archetipal Image of Mother and Daughter, Nueva York 1967;
W. Burkert, Homo necans, Berlín 1972 (cap. V).
(33) C. Miralles, «El yambo», Estudios Clásicos 90, 1986, pp. 11 ss.
(34) Se vea de nuevo la edición y comentario de Richardson,
pp. 74 ss.
(35) Véase F. Guida, «Apollo arciere nell'inno omerico ad Apollo
Delio», en los Studi omerici e esiodei I publicados por la Universidad
de Trieste (Roma 1972, pp. 7 ss.), que explota que el dios sea
arquero como confirmación de su origen oriental: conjetura posible,
pero que no hay modo de demostrar.
(36) Así debió de leer Calímaco el himno homérico, porque esta
correspondencia entre el arco y la lira es central en su himno a
Apolo: cf. C. Miralles, «L'arc i la lira. Aproximació a la lectura de
l'himne II de Callimac», en Athlon. Satura grammatica in honorem
F. R. Adrados, vol. II, Madrid 1987, pp. 633 ss.
(37) Miralles y J. Pòrtulas, Archilochus and the iambic poetry,
Roma 1983, pp. 83 ss.
(38) C. Miralles «Le rire sardónique», Metis 2, 1987, pp. 31 ss.
Fin de las Notas a la Introducción
A continuación viene la BIBIOGRAFÍA usada por el autor, que no vamos a poner. Si alguien tuviera interés en ella me lo puede decir y se la hago llegar.
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- Mensaje n°590
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
I
FRAGMENTOS DEL HIMNO A DIÓNISO (*)
HIMNOS HOMÉRICOS
I
FRAGMENTOS DEL HIMNO A DIÓNISO (*)
Unos dicen que Semele, habiéndote concebido de Zeus que
se complace en el rayo, te dio a luz en Drácano; otros, que
en la ventosa Ícaro; otros, que en Naxos, oh retoño divino,
Irafiota; otros, que junto al río Alfeo de profundos remolinos;
y otros afirman, oh soberano, que naciste en Tebas. Pero
mienten todos, que a ti te dio a luz el padre de los hombres
y de los dioses, lejos de los humanos, escondiéndose de Hera,
la de níveos brazos. Hay una montaña, Nisa, de gran altura,
cubierta de bosque, situada lejos de Fenicia y cerca de la
corriente del Egipto.
10 Y le erigirán muchas estatuas en los templos. Como
lo dividió en tres partes, los hombres te ofrecen constantemente,
cada tres años, perfectas hecatombes.
13 Dijo, y el Cronión bajó las negras cejas en señal de
asentimiento; los divinos cabellos se agitaron en la cabeza del
soberano inmortal, y su influjo estremecióse el dilatado Olimpo.
16 Así habiendo hablado, lo ratificó con la cabeza el
próvido Zeus.
17 Senos propicio, Irafiota, apasionado por las mujeres;
los aedos te cantamos al empezar y al terminar; y no es posible
acordarse del sagrado canto y olvidarse de ti.
20 Y así, salve tú, oh Dióniso Irafiota, con tu madre
Semele, a quien llaman Tiona.
(*) Encuentro un documento de 750 paginas que es un estudio y descripción de todos los HIMNOS MÁGICOS; pero no solamente los HIMNOS HOMÉRICOS, también los de HESIODO; ANACLEONTE... Vienen todos los himnos - es una obra de eruditos- pero no por autor, sino por temas. Y me ha sido imposible encontrar este Himno completo.
se complace en el rayo, te dio a luz en Drácano; otros, que
en la ventosa Ícaro; otros, que en Naxos, oh retoño divino,
Irafiota; otros, que junto al río Alfeo de profundos remolinos;
y otros afirman, oh soberano, que naciste en Tebas. Pero
mienten todos, que a ti te dio a luz el padre de los hombres
y de los dioses, lejos de los humanos, escondiéndose de Hera,
la de níveos brazos. Hay una montaña, Nisa, de gran altura,
cubierta de bosque, situada lejos de Fenicia y cerca de la
corriente del Egipto.
10 Y le erigirán muchas estatuas en los templos. Como
lo dividió en tres partes, los hombres te ofrecen constantemente,
cada tres años, perfectas hecatombes.
13 Dijo, y el Cronión bajó las negras cejas en señal de
asentimiento; los divinos cabellos se agitaron en la cabeza del
soberano inmortal, y su influjo estremecióse el dilatado Olimpo.
16 Así habiendo hablado, lo ratificó con la cabeza el
próvido Zeus.
17 Senos propicio, Irafiota, apasionado por las mujeres;
los aedos te cantamos al empezar y al terminar; y no es posible
acordarse del sagrado canto y olvidarse de ti.
20 Y así, salve tú, oh Dióniso Irafiota, con tu madre
Semele, a quien llaman Tiona.
(*) Encuentro un documento de 750 paginas que es un estudio y descripción de todos los HIMNOS MÁGICOS; pero no solamente los HIMNOS HOMÉRICOS, también los de HESIODO; ANACLEONTE... Vienen todos los himnos - es una obra de eruditos- pero no por autor, sino por temas. Y me ha sido imposible encontrar este Himno completo.
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- Mensaje n°591
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER
1 A Deméter de hermosa cabellera, veneranda diosa,
comienzo a cantar; a ella y a su hija de anchos tobillos,
que fue raptada por Aidoneo —por concesión del tonante
largovidente Zeus y a hurto de Deméter, la de áurea hoz
y espléndidos frutos— mientras jugaba con las hijas del
Océano, las de profunda cintura, y cogía flores en un
blando prado, a saber: rosas, azafrán, hermosas violetas,
espadillas, jacintos y aquel narciso que la tierra produjo
tan admirablemente lozano, por la voluntad de Zeus, con
el fin de engañar a la doncella de cutis de rosa y complacer
a Hades que a muchos recibe; y al verlo se asombraron así
los inmortales dioses como los mortales hombres.
Cien capullos brotaron de su raíz y, al esparcirse su olor
suavísimo; sonreían todo el alto y anchuroso cielo, la tierra
entera y la hinchada y salobre agua del mar. Ella, admirada,
tendió los brazos para coger el hermoso juguete; pero
entonces se abrió la tierra, de anchos caminos, en la llanura
nisia, y surgió el soberano Polidegmón, hijo famoso de
Cronos, llevado por sus corceles inmortales. Y arrebatándola
contra su voluntad en carro de oro, se la llevó mientras
lloraba y gritaba con aguda voz, invocando a su padre Cronida
altísimo y poderosísimo. Pero ninguno de los inmortales ni de
los mortales hombres escuchó su voz, ni tampoco sus
compañeras de espléndidas muñecas: sino que solamente la
oyeron la hija de Perseo, la de tiernos pensamientos, desde
su cueva, Hécate, la de luciente diadema, y el soberano Sol,
hijo de Hiperión, cuando la doncella invocaba a
su padre Cronida; pues éste se hallaba, lejos de los dioses,
en un templo de muchos suplicantes, donde recibía hermosos
sacrificios de los mortales hombres. Contra su voluntad, pues,
por el consejo de Zeus, se la llevó su tío paterno con los
caballos inmortales, aquel que sobre muchos impera y a
muchos recibe, el hijo famoso de Cronos. Mientras la diosa no
perdió de vista la tierra, el cielo estrellado, el impetuoso oleaje
del ponto abundante en peces y los rayos del sol, aún confiaba
que vería a su augusta madre y las familias de los sempiternos
dioses; y entre tanto la esperanza acariciaba su gran ánimo,
aunque estuviese afligida: su voz divina resonaba en las
cumbres de las montañas y en las profundidades del ponto,
y la oyó la veneranda madre. Sintió ésta que un agudo dolor le
traspasaba el corazón, destrozó con sus manos la cinta que
sujetaba su cabellera inmortal, echóse sobre los hombros un
cerúleo manto, y salió presurosa, como un ave, a indagar por
tierra y por mar; pero ninguno de los dioses ni de los mortales
hombres quiso revelarle la verdad, ni ave alguna se le presentó
como verídico mensajero. Durante nueve días vagó por la tierra
la veneranda Deo, que llevaba teas encendidas en sus manos; y,
angustiada, ni una sola vez probó la ambrosía ni la suave bebida
del néctar, ni metió su cuerpo en el baño. Mas cuando le apareció
por décima vez la resplandeciente Aurora, salió a su encuentro
Hécate con una luz en lamano y, para darle noticias, le dirigió la
palabra diciendo:
54 —¡Veneranda Deméter, que nos traes los frutos a su
tiempo y nos haces espléndidos dones! ¿Cuál de los númenes
celestiales o de los mortales hombres te robó a Perséfone,
contristando tu corazón? Oí sus gritos, pero no vi con mis ojos
quién fuese el raptor. Me apresuro a decirte toda la verdad.
59 Así habló Hécate. Y la hija de Rea, la de hermosa
cabellera, no le contestó con palabras; sino que al punto echó
a correr con ella, llevando teas encendidas en sus
manos. Y llegándose al Sol, atalaya de dioses y hombres, se
detuvieron ambas ante sus corceles y preguntó la divina entre
las diosas:
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER
1 A Deméter de hermosa cabellera, veneranda diosa,
comienzo a cantar; a ella y a su hija de anchos tobillos,
que fue raptada por Aidoneo —por concesión del tonante
largovidente Zeus y a hurto de Deméter, la de áurea hoz
y espléndidos frutos— mientras jugaba con las hijas del
Océano, las de profunda cintura, y cogía flores en un
blando prado, a saber: rosas, azafrán, hermosas violetas,
espadillas, jacintos y aquel narciso que la tierra produjo
tan admirablemente lozano, por la voluntad de Zeus, con
el fin de engañar a la doncella de cutis de rosa y complacer
a Hades que a muchos recibe; y al verlo se asombraron así
los inmortales dioses como los mortales hombres.
Cien capullos brotaron de su raíz y, al esparcirse su olor
suavísimo; sonreían todo el alto y anchuroso cielo, la tierra
entera y la hinchada y salobre agua del mar. Ella, admirada,
tendió los brazos para coger el hermoso juguete; pero
entonces se abrió la tierra, de anchos caminos, en la llanura
nisia, y surgió el soberano Polidegmón, hijo famoso de
Cronos, llevado por sus corceles inmortales. Y arrebatándola
contra su voluntad en carro de oro, se la llevó mientras
lloraba y gritaba con aguda voz, invocando a su padre Cronida
altísimo y poderosísimo. Pero ninguno de los inmortales ni de
los mortales hombres escuchó su voz, ni tampoco sus
compañeras de espléndidas muñecas: sino que solamente la
oyeron la hija de Perseo, la de tiernos pensamientos, desde
su cueva, Hécate, la de luciente diadema, y el soberano Sol,
hijo de Hiperión, cuando la doncella invocaba a
su padre Cronida; pues éste se hallaba, lejos de los dioses,
en un templo de muchos suplicantes, donde recibía hermosos
sacrificios de los mortales hombres. Contra su voluntad, pues,
por el consejo de Zeus, se la llevó su tío paterno con los
caballos inmortales, aquel que sobre muchos impera y a
muchos recibe, el hijo famoso de Cronos. Mientras la diosa no
perdió de vista la tierra, el cielo estrellado, el impetuoso oleaje
del ponto abundante en peces y los rayos del sol, aún confiaba
que vería a su augusta madre y las familias de los sempiternos
dioses; y entre tanto la esperanza acariciaba su gran ánimo,
aunque estuviese afligida: su voz divina resonaba en las
cumbres de las montañas y en las profundidades del ponto,
y la oyó la veneranda madre. Sintió ésta que un agudo dolor le
traspasaba el corazón, destrozó con sus manos la cinta que
sujetaba su cabellera inmortal, echóse sobre los hombros un
cerúleo manto, y salió presurosa, como un ave, a indagar por
tierra y por mar; pero ninguno de los dioses ni de los mortales
hombres quiso revelarle la verdad, ni ave alguna se le presentó
como verídico mensajero. Durante nueve días vagó por la tierra
la veneranda Deo, que llevaba teas encendidas en sus manos; y,
angustiada, ni una sola vez probó la ambrosía ni la suave bebida
del néctar, ni metió su cuerpo en el baño. Mas cuando le apareció
por décima vez la resplandeciente Aurora, salió a su encuentro
Hécate con una luz en lamano y, para darle noticias, le dirigió la
palabra diciendo:
54 —¡Veneranda Deméter, que nos traes los frutos a su
tiempo y nos haces espléndidos dones! ¿Cuál de los númenes
celestiales o de los mortales hombres te robó a Perséfone,
contristando tu corazón? Oí sus gritos, pero no vi con mis ojos
quién fuese el raptor. Me apresuro a decirte toda la verdad.
59 Así habló Hécate. Y la hija de Rea, la de hermosa
cabellera, no le contestó con palabras; sino que al punto echó
a correr con ella, llevando teas encendidas en sus
manos. Y llegándose al Sol, atalaya de dioses y hombres, se
detuvieron ambas ante sus corceles y preguntó la divina entre
las diosas:
CONT.
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- Mensaje n°592
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
64 —¡Oh Sol! Hónrame a mí que soy diosa, si alguna
vez he regocijado con palabras u obras tu corazón y tu ánimo;
y también a la hija que di a luz, dulce retoño, famosa por su
hermosura, cuya voz de angustia he oído a través del éter,
cual si fuese violentada, aunque no lo vi con mis ojos. Pero tú,
que con tus rayos contemplas desde el divino éter toda la tierra
y el ponto, dime sinceramente, si es que en alguna parte viste
a mi hija amada, cuál de los dioses o de los mortales hombres
se la ha llevado, cogiéndola a viva fuerza, contra su voluntad
y durante mi ausencia.
74 - Así dijo. Y el Hiperiónida le respondió con estas
palabras:
75 —¡Hija de Rea, la de hermosa cabellera, soberana
Deméter! Tú lo sabrás, pues te venero mucho y me apiado de
ti al verte acongojada a causa de tu hija de hermosos tobillos:
ninguno de los inmortales es culpable sino Zeus, que
amontona las nubes, el cual se la dio a Hades, su propio
hermano, para que la llamara su floreciente esposa; y Hades,
raptándola, se la llevó en su carro a la oscuridad tenebrosa,
mientras ella profería recios gritos. Pero, oh diosa, cese tu
gran llanto: ninguna precisión tienes de sentir sin motivo esa
cólera insaciable, pues no es unyerno indigno de ti, ante los
inmortales, tu propio hermano Aidoneo que sobre muchos
impera y es de tu mismo linaje; a quien le cupo en suerte,
cuando en un principio se efectuó la división en tres partes,
ser señor de aquellos entre los cuales mora.
88 - Habiendo hablado así, gritó a los caballos; y éstos,
con la increpación, arrastraron rápidamente el veloz carro con
las alas extendidas a manera de aves; mientras a ella un pesar
más terrible y más cruel le llegaba al alma. Irritada contra el
Cronida, el de las sombrías nubes, desamparó el ágora de los
dioses y el vasto Olimpo y se fue hacia las ciudades y los pingües
cultivos de los hombres, afeando su figura durante mucho tiempo:
ninguno de los hombres ni de las mujeres de profunda cintura la
reconoció al contemplarla, hasta que llegó a la morada del
belicoso Celeo, que entonces era rey de la perfumada Eleusis.
Afligida en su corazón, sentóse cerca del camino, en el pozo
Partenio, adonde iban por agua los ciudadanos, a la sombra, pues
en su parte alta había brotado un frondoso olivo: semejaba una
vieja nacida antaño que ya no es apta para dar a luz ni para gozar
de los presentes de Afrodita, amante de las coronas, cuales son
las mujeres que se dedican a criar los hijos de los reyes que
administran justicia o tienen el cargo de despenseras de los palacios
sonoros. Viéronla las hijas de Celeo Eleusínida que venían por agua,
fácil de sacar, para llevarla en vasijas de bronce al palacio de su
padre; eran cuatro, tales como dioses, en la flor de la juventud:
Calídice, Clisídice, Demo la amable y Calítoe, la mayor de todas; y no
la conocieron pues los dioses difícilmente se dejan ver de los mortales.
Y acercándose a ella, le dijeron estas aladas palabras:
113 — ¿Quién y de dónde eres, anciana que naciste con los
hombres de antaño? ¿Por qué permaneces lejos de la ciudad y no te
acercas a sus casas? Allí, en los umbríos palacios, hay mujeres tan
viejas como tú y otras más jóvenes que te acogerán con palabras y
acciones benévolas.
118 - Así dijeron. Y la veneranda entre las diosas les respondió
con estas palabras:
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
64 —¡Oh Sol! Hónrame a mí que soy diosa, si alguna
vez he regocijado con palabras u obras tu corazón y tu ánimo;
y también a la hija que di a luz, dulce retoño, famosa por su
hermosura, cuya voz de angustia he oído a través del éter,
cual si fuese violentada, aunque no lo vi con mis ojos. Pero tú,
que con tus rayos contemplas desde el divino éter toda la tierra
y el ponto, dime sinceramente, si es que en alguna parte viste
a mi hija amada, cuál de los dioses o de los mortales hombres
se la ha llevado, cogiéndola a viva fuerza, contra su voluntad
y durante mi ausencia.
74 - Así dijo. Y el Hiperiónida le respondió con estas
palabras:
75 —¡Hija de Rea, la de hermosa cabellera, soberana
Deméter! Tú lo sabrás, pues te venero mucho y me apiado de
ti al verte acongojada a causa de tu hija de hermosos tobillos:
ninguno de los inmortales es culpable sino Zeus, que
amontona las nubes, el cual se la dio a Hades, su propio
hermano, para que la llamara su floreciente esposa; y Hades,
raptándola, se la llevó en su carro a la oscuridad tenebrosa,
mientras ella profería recios gritos. Pero, oh diosa, cese tu
gran llanto: ninguna precisión tienes de sentir sin motivo esa
cólera insaciable, pues no es unyerno indigno de ti, ante los
inmortales, tu propio hermano Aidoneo que sobre muchos
impera y es de tu mismo linaje; a quien le cupo en suerte,
cuando en un principio se efectuó la división en tres partes,
ser señor de aquellos entre los cuales mora.
88 - Habiendo hablado así, gritó a los caballos; y éstos,
con la increpación, arrastraron rápidamente el veloz carro con
las alas extendidas a manera de aves; mientras a ella un pesar
más terrible y más cruel le llegaba al alma. Irritada contra el
Cronida, el de las sombrías nubes, desamparó el ágora de los
dioses y el vasto Olimpo y se fue hacia las ciudades y los pingües
cultivos de los hombres, afeando su figura durante mucho tiempo:
ninguno de los hombres ni de las mujeres de profunda cintura la
reconoció al contemplarla, hasta que llegó a la morada del
belicoso Celeo, que entonces era rey de la perfumada Eleusis.
Afligida en su corazón, sentóse cerca del camino, en el pozo
Partenio, adonde iban por agua los ciudadanos, a la sombra, pues
en su parte alta había brotado un frondoso olivo: semejaba una
vieja nacida antaño que ya no es apta para dar a luz ni para gozar
de los presentes de Afrodita, amante de las coronas, cuales son
las mujeres que se dedican a criar los hijos de los reyes que
administran justicia o tienen el cargo de despenseras de los palacios
sonoros. Viéronla las hijas de Celeo Eleusínida que venían por agua,
fácil de sacar, para llevarla en vasijas de bronce al palacio de su
padre; eran cuatro, tales como dioses, en la flor de la juventud:
Calídice, Clisídice, Demo la amable y Calítoe, la mayor de todas; y no
la conocieron pues los dioses difícilmente se dejan ver de los mortales.
Y acercándose a ella, le dijeron estas aladas palabras:
113 — ¿Quién y de dónde eres, anciana que naciste con los
hombres de antaño? ¿Por qué permaneces lejos de la ciudad y no te
acercas a sus casas? Allí, en los umbríos palacios, hay mujeres tan
viejas como tú y otras más jóvenes que te acogerán con palabras y
acciones benévolas.
118 - Así dijeron. Y la veneranda entre las diosas les respondió
con estas palabras:
CONT.
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- Mensaje n°593
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
119 — ¡Hijas amadas, cualesquiera que seáis de las débiles
mujeres, salud! Yo os hablaré, que no es inconveniente revelaros
la verdad a vosotras que venís a hablarme. Mi nombre es Doso,
que tal fue el que me impuso mi venerada madre. Ahora he venido
de Creta, sin que yo lo deseara, por el ancho dorso del mar; pues
unos piratas se me llevaron fatal y violentamente, contra mi
voluntad. Éstos, yendo en su nave veloz, aportaron a Tórico,
donde las mujeres saltaron juntas a tierra, mientras ellos
disponían la cena junto a las amarras del buque; pero mi ánimo no
apetecía la agradable cena, y lanzándome secretamente por la
oscura tierra, huí de mis soberbios señores para que no me
vendieran —¡a mí, que nada les había costado!— y se lucraran con
el precio. De esta manera, errante, vine aquí; y no sé qué tierra
es ésta, ni quiénes la habitan. A vosotras, todos los que poseen
olímpicas mansiones os concedan alcanzar juveniles maridos y tener
hijos cuales los desean los padres; pero, apiadaos de mí, doncellas,
sedme benévolas, hijas amadas, hasta que entre en la casa de unos
esposos para trabajar gustosamente por ellos, haciéndoles cuantas
faenas son propias de una mujer anciana: podría llevar en brazos y
criar con esmero un niño recién nacido, guardar la casa, aparejar el
lecho de los señores en lo más recóndito de la sólida habitación, y
enseñar labores a las mujeres.
145 Así habló la deidad. Y al momento le respondió Calídice,
doncella libre aún y la más hermosa de las hijas de Celeo:
147 — ¡Ama! Lo que nos deparan los dioses hemos de sufrirlo
necesariamente los humanos, aunque estemos afligidos; pues aquellos
nos aventajan mucho en poder. Pero voy a informarte claramente de
esas cosas y a nombrarte los varones en quienes reside aquí la honra
del supremo mando; los cuales sobresalen en el pueblo y defienden
las almenas de la ciudad con sus consejos y rectos fallos. Las esposas
de todos éstos —del prudente Triptólemo, de Dioclo, de Polixeno, del
irreprensible Eumolpo, de Dólico, y de nuestro esforzado padre
— llevan el gobierno de sus moradas; y ninguna, en cuanto te vea, te
alejará de su casa, menospreciando tu aspecto; sino que todas te
admitirán, pues eres semejante a una diosa. Y, si quieres, aguarda,
mientras nos llegamos a la morada de nuestro padre y referimos
detalladamente todas estas cosas a nuestra madre Metanira, la
de profunda cintura, por si acaso te manda que vayas a nuestra
casa y no busques las de los demás. Pues le ha nacido en la vejez
el último hijo muy deseado y recibido con júbilo, el cual se le cría
en el palacio bien construido. Si lo criaras tú, y él llegara a la
época de la pubertad, cualquiera de las débiles mujeres te
envidiaría al verte: tan grande recompensa te daría por la crianza.
169 - Así dijo, y ella asintió con la cabeza. Las doncellas
llenaron de agua las resplandecientes vasijas y se las llevaron
ufanamente. Presto llegaron a la espaciosa morada de su padre
y al momento contaron a su madre lo que habían visto y oído,
y ésta les mandó que fueran enseguida a llamarla, ofreciéndole
un inmenso salario. Como las ciervas o las becerras retozan por
el prado en la estación primaveral, después de saciarse de forraje;
así las doncellas, cogiéndose los pliegues de sus lindos velos, se
lanzaron por el cóncavo camino de carros, y alrededor de sus
hombros flotaban las cabelleras que parecían flores de azafrán.
Hallaron a la gloriosa deidad cerca del camino, donde antes la
dejaran; y acto continuo la condujeron a la grata mansión de su
padre: ella seguía detrás, acongojada en su corazón y cubierta
desde la cabeza; y el cerúleo peplo ondulaba en torno de los
ágiles pies de la diosa. Pronto llegaron a la morada de Celeo,
alumno de Zeus, y penetraron en el pórtico donde la
veneranda madre estaba sentada, cerca de la columna que
sostenía el techo sólidamente construido, con el niño, su nuevo
retoño, en el regazo. Las doncellas corrieron hacia su madre y la
diosa transpuso con sus pies el umbral, rozó con su cabeza la
viga del techo y llenó las puertas de un resplandor divino. El
respeto, la admiración y el pálido temor se apoderaron de
Metanira, que le cedió el asiento y la invitó a sentarse. Pero
Deméter, que nos trae los frutos a su tiempo y nos hace
espléndidos dones, no quiso sentarse en el vistoso sillón, sino
que permaneció callada y con los bellos ojos hincados en tierra,
hasta que Yambe, la de castos pensamientos, puso para ella una
fuerte silla que cubrió con blanca pelleja. Habiéndose sentado
allí, con sus manos se echó el velo: largo tiempo estuvo sentada
en la silla, sin voz, afligida, sin dirigirse a nadie ni con palabras ni
con acciones; y así, sin reírse y en ayunas de comida y de bebida,
continuó sentada consumiéndose por la soledad de su hija de
profunda cintura, hasta que Yambe, la de castos pensamientos,
bromeando mucho, movió con sus chistes a la casta señora a
sonreír, a reír y a tener alegre ánimo; por lo cual, en adelante, le
fue siempre grata por sus modales. Entonces Metanira le
presentó la copa que había llenado de dulce vino; pero ella la
rehusó —alegando que no le era lícito tomar el rojo vino— y
mandó que le diera para beber harina y agua mezcladas con poleo
tierno. Aquélla preparó la mixtura y se la ofreció a la diosa, como
ésta lo ordenara; y la muy venerable Deo, habiéndola aceptado
de conformidad con el rito
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
y entre ellas Metanira, de profunda cintura, comenzó a decir:
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
119 — ¡Hijas amadas, cualesquiera que seáis de las débiles
mujeres, salud! Yo os hablaré, que no es inconveniente revelaros
la verdad a vosotras que venís a hablarme. Mi nombre es Doso,
que tal fue el que me impuso mi venerada madre. Ahora he venido
de Creta, sin que yo lo deseara, por el ancho dorso del mar; pues
unos piratas se me llevaron fatal y violentamente, contra mi
voluntad. Éstos, yendo en su nave veloz, aportaron a Tórico,
donde las mujeres saltaron juntas a tierra, mientras ellos
disponían la cena junto a las amarras del buque; pero mi ánimo no
apetecía la agradable cena, y lanzándome secretamente por la
oscura tierra, huí de mis soberbios señores para que no me
vendieran —¡a mí, que nada les había costado!— y se lucraran con
el precio. De esta manera, errante, vine aquí; y no sé qué tierra
es ésta, ni quiénes la habitan. A vosotras, todos los que poseen
olímpicas mansiones os concedan alcanzar juveniles maridos y tener
hijos cuales los desean los padres; pero, apiadaos de mí, doncellas,
sedme benévolas, hijas amadas, hasta que entre en la casa de unos
esposos para trabajar gustosamente por ellos, haciéndoles cuantas
faenas son propias de una mujer anciana: podría llevar en brazos y
criar con esmero un niño recién nacido, guardar la casa, aparejar el
lecho de los señores en lo más recóndito de la sólida habitación, y
enseñar labores a las mujeres.
145 Así habló la deidad. Y al momento le respondió Calídice,
doncella libre aún y la más hermosa de las hijas de Celeo:
147 — ¡Ama! Lo que nos deparan los dioses hemos de sufrirlo
necesariamente los humanos, aunque estemos afligidos; pues aquellos
nos aventajan mucho en poder. Pero voy a informarte claramente de
esas cosas y a nombrarte los varones en quienes reside aquí la honra
del supremo mando; los cuales sobresalen en el pueblo y defienden
las almenas de la ciudad con sus consejos y rectos fallos. Las esposas
de todos éstos —del prudente Triptólemo, de Dioclo, de Polixeno, del
irreprensible Eumolpo, de Dólico, y de nuestro esforzado padre
— llevan el gobierno de sus moradas; y ninguna, en cuanto te vea, te
alejará de su casa, menospreciando tu aspecto; sino que todas te
admitirán, pues eres semejante a una diosa. Y, si quieres, aguarda,
mientras nos llegamos a la morada de nuestro padre y referimos
detalladamente todas estas cosas a nuestra madre Metanira, la
de profunda cintura, por si acaso te manda que vayas a nuestra
casa y no busques las de los demás. Pues le ha nacido en la vejez
el último hijo muy deseado y recibido con júbilo, el cual se le cría
en el palacio bien construido. Si lo criaras tú, y él llegara a la
época de la pubertad, cualquiera de las débiles mujeres te
envidiaría al verte: tan grande recompensa te daría por la crianza.
169 - Así dijo, y ella asintió con la cabeza. Las doncellas
llenaron de agua las resplandecientes vasijas y se las llevaron
ufanamente. Presto llegaron a la espaciosa morada de su padre
y al momento contaron a su madre lo que habían visto y oído,
y ésta les mandó que fueran enseguida a llamarla, ofreciéndole
un inmenso salario. Como las ciervas o las becerras retozan por
el prado en la estación primaveral, después de saciarse de forraje;
así las doncellas, cogiéndose los pliegues de sus lindos velos, se
lanzaron por el cóncavo camino de carros, y alrededor de sus
hombros flotaban las cabelleras que parecían flores de azafrán.
Hallaron a la gloriosa deidad cerca del camino, donde antes la
dejaran; y acto continuo la condujeron a la grata mansión de su
padre: ella seguía detrás, acongojada en su corazón y cubierta
desde la cabeza; y el cerúleo peplo ondulaba en torno de los
ágiles pies de la diosa. Pronto llegaron a la morada de Celeo,
alumno de Zeus, y penetraron en el pórtico donde la
veneranda madre estaba sentada, cerca de la columna que
sostenía el techo sólidamente construido, con el niño, su nuevo
retoño, en el regazo. Las doncellas corrieron hacia su madre y la
diosa transpuso con sus pies el umbral, rozó con su cabeza la
viga del techo y llenó las puertas de un resplandor divino. El
respeto, la admiración y el pálido temor se apoderaron de
Metanira, que le cedió el asiento y la invitó a sentarse. Pero
Deméter, que nos trae los frutos a su tiempo y nos hace
espléndidos dones, no quiso sentarse en el vistoso sillón, sino
que permaneció callada y con los bellos ojos hincados en tierra,
hasta que Yambe, la de castos pensamientos, puso para ella una
fuerte silla que cubrió con blanca pelleja. Habiéndose sentado
allí, con sus manos se echó el velo: largo tiempo estuvo sentada
en la silla, sin voz, afligida, sin dirigirse a nadie ni con palabras ni
con acciones; y así, sin reírse y en ayunas de comida y de bebida,
continuó sentada consumiéndose por la soledad de su hija de
profunda cintura, hasta que Yambe, la de castos pensamientos,
bromeando mucho, movió con sus chistes a la casta señora a
sonreír, a reír y a tener alegre ánimo; por lo cual, en adelante, le
fue siempre grata por sus modales. Entonces Metanira le
presentó la copa que había llenado de dulce vino; pero ella la
rehusó —alegando que no le era lícito tomar el rojo vino— y
mandó que le diera para beber harina y agua mezcladas con poleo
tierno. Aquélla preparó la mixtura y se la ofreció a la diosa, como
ésta lo ordenara; y la muy venerable Deo, habiéndola aceptado
de conformidad con el rito
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
y entre ellas Metanira, de profunda cintura, comenzó a decir:
CONT.
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- Mensaje n°594
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
213 — Salve, mujer, pues no creo que tus padres sean
viles, sino nobles: el pudor y la gracia brillan en tus ojos
como si descendieras de reyes que administran justicia.
Lo que nos deparan los dioses hemos de sufrirlo
necesariamente los humanos, pues su yugo está sobre
nuestro cuello. Ahora, puesto que has venido acá,
tendrás cuanto tengo yo misma. Críame este niño que
los inmortales me han dado tardía e inesperadamente,
después de reiteradas súplicas. Si tú lo criaras y él llegara
a la época de la pubertad, cualquiera de las débiles mujeres
te envidiaría al verte: tan grande recompensa te daría por
la crianza.
224 Respondióle a su vez Deméter, la de bella corona:
225 — Salve también tú y mucho, oh mujer, y que
los dioses te colmen de bienes. Gustosa recibiré tu hijo, como
me lo mandas, y lo criaré; y espero que nunca lo dañará
ningún sortilegio ni el hipotamno, por imprudencias del ama,
pues conozco un antídoto mucho mejor que el hilótomo y sé
un remedio excelente contra el funestísimo sortilegio.
231 Habiendo hablado así, cogió con sus manos
inmortales al niño y se lo puso en el fragante seno; y la
madre se alegró en su corazón. Así ella criaba en el palacio
al hijo ilustre del prudente Celeo, Demofoonte, a quien
había dado a luz Metanira, la de bella cintura; y el niño
crecía, semejante a un dios, sin comer pan ni mamar la
leche de su madre. Deméter lo frotaba con ambrosía,
cual si fuese hijo de una deidad, soplándolo suavemente
y llevándolo en el seno; y por la noche lo ocultaba
en el ardor del fuego, como un tizón, a escondidas de sus
padres, para los cuales era gran maravilla que creciera tan
floreciente y con un aspecto tan parecido al de las deidades.
Y así le hubiera librado de la vejez y de la muerte; pero,
espiándola durante la noche, lo vio desde la cámara nupcial
Metanira, la de hermosa cintura; la cual sollozó, se golpeó
ambos muslos, temiendo por su hijo, y cometió una gran
falta en su corazón, pues, lamentándose, dijo estas aladas
palabras:
248 — ¡Hijo Demofoonte! La forastera te esconde en un
gran fuego, y me causa llanto y funestos pesares.
250 Así dijo gimiendo; y la oyó la divina entre las diosas.
Irritada contra ella, Deméter, la de bella corona, sacó del fuego
al niño amado, al que inesperadamente había dado a luz
Metanira en el palacio, y con sus manos inmortales lo apartó de
sí, dejándolo en el suelo. Y terriblemente enojada en su ánimo,
dijo al mismo tiempo a Metanira, la de hermosa cintura:
256 — ¡Hombres ignorantes y sin juicio para prever el
bien o el mal que el hado nos ha de traer! También tú, con tus
imprudencias, has cometido una falta grandísima. Sépalo, pues,
el agua implacable de la Estix, juramento de los dioses: hubiera
librado de la muerte y de la vejez por todos los días a tu hijo
amado, otorgándole imperecedero honor; y ahora ya no le será
posible evitar la muerte y las Parcas. Mas el imperecedero honor
le acompañará siempre, porque subió a mis rodillas y durmió en
mis brazos. Cuando, transcurriendo los años, llegue a la edad
madura, los hijos de los eleusinios trabarán mutuos combates y
terribles luchas todos los días. Yo soy la venerada Deméter, que
representa la mayor utilidad y alegría así para los inmortales como
para los mortales. Mas, ea, lábreme todo el pueblo un gran templo
con su altar al pie de la ciudad y de su alto muro, sobre el
Calícoro, en la prominente colina; y yo, en persona, os enseñaré
los misterios para que luegoaplaquéis mi mente con santos
sacrificios.
275 Habiendo hablado así, la diosa mudó de estatura y
forma, arrojó la vejez y espiró belleza por todas partes: sus
perfumados peplos esparcieron agradable olor, brilló hasta lejos
la claridad que despedía el cuerpo inmortal de la diosa, flotaron
sobre sus hombros los rubios cabellos, y la sólida casa se llenó
de un resplandor parecido al relámpago. Entonces salió de la sala,
y al punto desfallecieron las rodillas de Metanira, que estuvo largo
tiempo sin voz y sin acordarse en absoluto del hijo que le había
nacido en la vejez, para levantarlo del suelo. Pero la voz
lastimera del niño fue oída por sus hermanas, que saltaron de los
lechos de hermosas colchas: una de ellas levantó al infante con
sus manos y se lo puso en el seno, otra encendió fuego, y otra
acudió ligera moviendo las tiernas plantas para que su madre se
alzara del flagrante tálamo. Reunidas alrededor del niño, que
estaba palpitando, lo lavaron y acariciaron; pero no se le aquietó
el ánimo, porque lo tenían unas amas y nodrizas muy inferiores.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
213 — Salve, mujer, pues no creo que tus padres sean
viles, sino nobles: el pudor y la gracia brillan en tus ojos
como si descendieras de reyes que administran justicia.
Lo que nos deparan los dioses hemos de sufrirlo
necesariamente los humanos, pues su yugo está sobre
nuestro cuello. Ahora, puesto que has venido acá,
tendrás cuanto tengo yo misma. Críame este niño que
los inmortales me han dado tardía e inesperadamente,
después de reiteradas súplicas. Si tú lo criaras y él llegara
a la época de la pubertad, cualquiera de las débiles mujeres
te envidiaría al verte: tan grande recompensa te daría por
la crianza.
224 Respondióle a su vez Deméter, la de bella corona:
225 — Salve también tú y mucho, oh mujer, y que
los dioses te colmen de bienes. Gustosa recibiré tu hijo, como
me lo mandas, y lo criaré; y espero que nunca lo dañará
ningún sortilegio ni el hipotamno, por imprudencias del ama,
pues conozco un antídoto mucho mejor que el hilótomo y sé
un remedio excelente contra el funestísimo sortilegio.
231 Habiendo hablado así, cogió con sus manos
inmortales al niño y se lo puso en el fragante seno; y la
madre se alegró en su corazón. Así ella criaba en el palacio
al hijo ilustre del prudente Celeo, Demofoonte, a quien
había dado a luz Metanira, la de bella cintura; y el niño
crecía, semejante a un dios, sin comer pan ni mamar la
leche de su madre. Deméter lo frotaba con ambrosía,
cual si fuese hijo de una deidad, soplándolo suavemente
y llevándolo en el seno; y por la noche lo ocultaba
en el ardor del fuego, como un tizón, a escondidas de sus
padres, para los cuales era gran maravilla que creciera tan
floreciente y con un aspecto tan parecido al de las deidades.
Y así le hubiera librado de la vejez y de la muerte; pero,
espiándola durante la noche, lo vio desde la cámara nupcial
Metanira, la de hermosa cintura; la cual sollozó, se golpeó
ambos muslos, temiendo por su hijo, y cometió una gran
falta en su corazón, pues, lamentándose, dijo estas aladas
palabras:
248 — ¡Hijo Demofoonte! La forastera te esconde en un
gran fuego, y me causa llanto y funestos pesares.
250 Así dijo gimiendo; y la oyó la divina entre las diosas.
Irritada contra ella, Deméter, la de bella corona, sacó del fuego
al niño amado, al que inesperadamente había dado a luz
Metanira en el palacio, y con sus manos inmortales lo apartó de
sí, dejándolo en el suelo. Y terriblemente enojada en su ánimo,
dijo al mismo tiempo a Metanira, la de hermosa cintura:
256 — ¡Hombres ignorantes y sin juicio para prever el
bien o el mal que el hado nos ha de traer! También tú, con tus
imprudencias, has cometido una falta grandísima. Sépalo, pues,
el agua implacable de la Estix, juramento de los dioses: hubiera
librado de la muerte y de la vejez por todos los días a tu hijo
amado, otorgándole imperecedero honor; y ahora ya no le será
posible evitar la muerte y las Parcas. Mas el imperecedero honor
le acompañará siempre, porque subió a mis rodillas y durmió en
mis brazos. Cuando, transcurriendo los años, llegue a la edad
madura, los hijos de los eleusinios trabarán mutuos combates y
terribles luchas todos los días. Yo soy la venerada Deméter, que
representa la mayor utilidad y alegría así para los inmortales como
para los mortales. Mas, ea, lábreme todo el pueblo un gran templo
con su altar al pie de la ciudad y de su alto muro, sobre el
Calícoro, en la prominente colina; y yo, en persona, os enseñaré
los misterios para que luegoaplaquéis mi mente con santos
sacrificios.
275 Habiendo hablado así, la diosa mudó de estatura y
forma, arrojó la vejez y espiró belleza por todas partes: sus
perfumados peplos esparcieron agradable olor, brilló hasta lejos
la claridad que despedía el cuerpo inmortal de la diosa, flotaron
sobre sus hombros los rubios cabellos, y la sólida casa se llenó
de un resplandor parecido al relámpago. Entonces salió de la sala,
y al punto desfallecieron las rodillas de Metanira, que estuvo largo
tiempo sin voz y sin acordarse en absoluto del hijo que le había
nacido en la vejez, para levantarlo del suelo. Pero la voz
lastimera del niño fue oída por sus hermanas, que saltaron de los
lechos de hermosas colchas: una de ellas levantó al infante con
sus manos y se lo puso en el seno, otra encendió fuego, y otra
acudió ligera moviendo las tiernas plantas para que su madre se
alzara del flagrante tálamo. Reunidas alrededor del niño, que
estaba palpitando, lo lavaron y acariciaron; pero no se le aquietó
el ánimo, porque lo tenían unas amas y nodrizas muy inferiores.
CONT.
Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Lun Jun 28, 2021 5:17 am, editado 1 vez
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"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
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ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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- Mensaje n°595
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Qué bien, llegaste a los himnos y aquí estoy para ir disfrutándolos como bien merecen.
Eres incansable y eso es de agradecer.
Voy a concluir la lectura de la introducción, que por cierto, es muy interesante, y comienzo a pasear los himnos.
Gracias de nuevo, Pascual.
Eres incansable y eso es de agradecer.
Voy a concluir la lectura de la introducción, que por cierto, es muy interesante, y comienzo a pasear los himnos.
Gracias de nuevo, Pascual.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
"Mafalda"
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°596
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
292 Éstas, temblando de miedo, apaciguaron durante
toda la noche la gloriosa deidad; y, al descubrirse la Aurora,
refirieron verazmente al poderoso Celeo lo que había mandado
la diosa Deméter, la de bella corona. Celeo, habiendo
convocado al numeroso pueblo para que se reuniera en el
ágora, ordenó que se erigiera un rico templo y un altar a
Deméter, la de hermosa cabellera, en la prominente colina. Muy
pronto le obedecieron, escucháronle atentos mientras les hablaba
y, tal como se lo mandó, labraron un templo que fue creciendo por
la voluntad de la diosa.
Después que lo acabaron y cesaron de trabajar, se fueron para
volver a sus respectivas casas; y la blonda Deméter se estableció
en él y allí se quedó, lejos de los bienaventurados todos,
carcomiéndose de la soledad que sentía por su hija, la
de profunda cintura. E hizo que sobre la fértil tierra fuese aquel
año muy terrible y cruel para los hombres; y el suelo no produjo
ninguna semilla, pues las escondía Deméter, la de bella corona.
En vano arrastraron los bueyes muchos corvos arados por los
campos e inútilmente cayó en abundancia la blanquecina cebada
sobre la tierra. Y hubiera perecido por completo el linaje de los
hombres dotados de palabra a causa del hambre feroz, privándose
a los que poseen olímpicas moradas del honor de las ofrendas y de
los sacrificios, si Zeus no lo hubiese notado y considerado en su
ánimo. Primeramente incitó a Iris, la de áureas alas, a que
llamara a Deméter, la de hermosa cabellera y aspecto amabilísimo.
Así se lo recomendó; y ella, obedeciendo a Zeus Cronión, el de las
negras nubes, recorrió velozmente con sus pies el espacio intermedio.
Llegó a la perfumada ciudad de Eleusis, halló en el templo a Deméter,
la del cerúleo peplo, y hablándole le dijo estas aladas palabras:
321 — ¡Deméter! Te llama el padre Zeus, conocedor de
lo eterno, para que vayas ado están las familias de los sempiternos
dioses. Ve, pues, y no sea ineficaz mi palabra que procede de Zeus.
324 Así dijo, rogando; pero el ánimo de aquélla no se
dejó persuadir. Seguidamente Zeus le fue enviando todos los
sempiternos bienaventurados dioses, y éstos se le presentaban
unos en pos de otros, y la llamaban y le ofrecían muchos y
hermosísimos dones y las honras que ella quisiera entre los
inmortales dioses; pero ninguno pudo persuadir la mente y el
pensamiento de la que estaba irritada en su corazón y rechazaba obstinadamente las razones. Porque afirmaba que no subiría al
perfumado Olimpo ni permitiría que saliesen frutos de la tierra
hasta que con sus ojos viera a su hija, la de lindos ojos.
334 Cuando esto supo el tonante largovidente Zeus, envió
al Érebo al Argifontes, el de la áurea varita, para que, exhortando
a Hades con suaves palabras, sacara a la casta Persefonea de la
oscuridad tenebrosa y la llevara a la luz, a los dioses, con el
fin de que la madre la viera con sus ojos y depusiera la cólera.
Hermes no desobedeció; sino que, dejando su morada del Olimpo,
se echó veloz a las profundidades de la tierra. Y halló a aquel rey,
que estaba dentro de su casa, sentado en un lecho con su veneranda
esposa; y a ésta, muy contrariada por la soledad de su madre, que
a lo lejos revolvía en su mente algo contrario a los intereses de los bienaventurados dioses. Y, en llegando a su presencia, dijo el
poderoso Argifontes:
347 — ¡Hades de cerúlea cabellera, que reinas
sobre los muertos! Padre Zeus me manda sacar del Erebo
la gloriosa Persefonea y llevársela a ellos; a fin de que la
madre, viéndola con sus ojos, deponga la ira y la terrible
cólera contra los inmortales. Porque ella maquina este grave
propósito: destruir la débil raza de los terrígenas hombres,
escondiendo la semilla dentro de la tierra y acabando así con
los honores de los inmortales. Y, encendida en terrible cólera,
no se junta con los dioses; sino que se sienta aparte, dentro
de un perfumado templo, imperando sobre la escarpada
ciudad de Eleusis.
357 Así dijo. Sonrióse, moviendo las cejas, el rey de
los infiernos, Aidoneo, y no desobedeció el mandato del
soberano Zeus; pues enseguida dio esta orden a la
prudente Persefonea:
359 — Ve, Perséfone, con ánimo y corazón apacibles,
a encontrar a tu madre de cerúleo peplo; y no te acongojes en
demasía, ni mucho más de lo que se acongojaría otro cualquiera.
Hermano como soy de tu padre Zeus, no seré un esposo indigno
de ti, entre los inmortales; y tú, quedándote aquí, serás dueña
de cuanto vive y se mueve, y disfrutarás de las mayores honras
entre los dioses. Y habrá siempre, todos los días, una pena
señalada para los delincuentes que no aplacaren tu ánimo con
sacrificios, ofrendándotelos santamente y ofreciéndote los
debidos presentes.
370 Así dijo. Alegróse la prudente Persefonea y enseguida
saltó de júbilo; mas él, atrayéndola a sí, le dio a comer
misteriosamente un dulce grano de granada, para
que no se quedase siempre allá, al lado de la veneranda Deméter,
de cerúleo peplo.
Acto continuo Aidoneo, que sobre muchos impera, enganchó los
inmortales corceles a la parte delantera y baja del áureo carro;
subió aquélla; y el poderoso Argifontes, puesto a su lado, tomó
en sus manos las riendas y el látigo y aguijó a los caballos
hacia el exterior de la casa; y ellos volaron gozosos. Con gran
rapidez acabaron el largo camino; y ni el mar, ni el agua de los
ríos, ni los valles herbosos, ni las cumbres contuvieron el ímpetu
de los corceles inmortales; sino que éstos, pasando por cima,
cortaban el denso aire mientras andaban. Hermes, que guiaba
el carro, lo paró delante del perfumado templo donde residía
Deméter, la de bella corona, y ésta, al advertirlo, salió corriendo
como una ménade que baja por una montaña cubierta de bosque.
Perséfone, a su vez, en cuanto vio los bellos ojos de su madre,
dejando el carro y los caballos, saltó, se puso a correr y echándose
a su cuello la abrazó. Mas a Deméter, cuando aún tenía entre sus
brazos la hija amada, el corazón le presagió algún engaño y la hizo
temblar horriblemente. Y dejando de acariciar a su hija, la interrogó
con estas palabras:
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
292 Éstas, temblando de miedo, apaciguaron durante
toda la noche la gloriosa deidad; y, al descubrirse la Aurora,
refirieron verazmente al poderoso Celeo lo que había mandado
la diosa Deméter, la de bella corona. Celeo, habiendo
convocado al numeroso pueblo para que se reuniera en el
ágora, ordenó que se erigiera un rico templo y un altar a
Deméter, la de hermosa cabellera, en la prominente colina. Muy
pronto le obedecieron, escucháronle atentos mientras les hablaba
y, tal como se lo mandó, labraron un templo que fue creciendo por
la voluntad de la diosa.
Después que lo acabaron y cesaron de trabajar, se fueron para
volver a sus respectivas casas; y la blonda Deméter se estableció
en él y allí se quedó, lejos de los bienaventurados todos,
carcomiéndose de la soledad que sentía por su hija, la
de profunda cintura. E hizo que sobre la fértil tierra fuese aquel
año muy terrible y cruel para los hombres; y el suelo no produjo
ninguna semilla, pues las escondía Deméter, la de bella corona.
En vano arrastraron los bueyes muchos corvos arados por los
campos e inútilmente cayó en abundancia la blanquecina cebada
sobre la tierra. Y hubiera perecido por completo el linaje de los
hombres dotados de palabra a causa del hambre feroz, privándose
a los que poseen olímpicas moradas del honor de las ofrendas y de
los sacrificios, si Zeus no lo hubiese notado y considerado en su
ánimo. Primeramente incitó a Iris, la de áureas alas, a que
llamara a Deméter, la de hermosa cabellera y aspecto amabilísimo.
Así se lo recomendó; y ella, obedeciendo a Zeus Cronión, el de las
negras nubes, recorrió velozmente con sus pies el espacio intermedio.
Llegó a la perfumada ciudad de Eleusis, halló en el templo a Deméter,
la del cerúleo peplo, y hablándole le dijo estas aladas palabras:
321 — ¡Deméter! Te llama el padre Zeus, conocedor de
lo eterno, para que vayas ado están las familias de los sempiternos
dioses. Ve, pues, y no sea ineficaz mi palabra que procede de Zeus.
324 Así dijo, rogando; pero el ánimo de aquélla no se
dejó persuadir. Seguidamente Zeus le fue enviando todos los
sempiternos bienaventurados dioses, y éstos se le presentaban
unos en pos de otros, y la llamaban y le ofrecían muchos y
hermosísimos dones y las honras que ella quisiera entre los
inmortales dioses; pero ninguno pudo persuadir la mente y el
pensamiento de la que estaba irritada en su corazón y rechazaba obstinadamente las razones. Porque afirmaba que no subiría al
perfumado Olimpo ni permitiría que saliesen frutos de la tierra
hasta que con sus ojos viera a su hija, la de lindos ojos.
334 Cuando esto supo el tonante largovidente Zeus, envió
al Érebo al Argifontes, el de la áurea varita, para que, exhortando
a Hades con suaves palabras, sacara a la casta Persefonea de la
oscuridad tenebrosa y la llevara a la luz, a los dioses, con el
fin de que la madre la viera con sus ojos y depusiera la cólera.
Hermes no desobedeció; sino que, dejando su morada del Olimpo,
se echó veloz a las profundidades de la tierra. Y halló a aquel rey,
que estaba dentro de su casa, sentado en un lecho con su veneranda
esposa; y a ésta, muy contrariada por la soledad de su madre, que
a lo lejos revolvía en su mente algo contrario a los intereses de los bienaventurados dioses. Y, en llegando a su presencia, dijo el
poderoso Argifontes:
347 — ¡Hades de cerúlea cabellera, que reinas
sobre los muertos! Padre Zeus me manda sacar del Erebo
la gloriosa Persefonea y llevársela a ellos; a fin de que la
madre, viéndola con sus ojos, deponga la ira y la terrible
cólera contra los inmortales. Porque ella maquina este grave
propósito: destruir la débil raza de los terrígenas hombres,
escondiendo la semilla dentro de la tierra y acabando así con
los honores de los inmortales. Y, encendida en terrible cólera,
no se junta con los dioses; sino que se sienta aparte, dentro
de un perfumado templo, imperando sobre la escarpada
ciudad de Eleusis.
357 Así dijo. Sonrióse, moviendo las cejas, el rey de
los infiernos, Aidoneo, y no desobedeció el mandato del
soberano Zeus; pues enseguida dio esta orden a la
prudente Persefonea:
359 — Ve, Perséfone, con ánimo y corazón apacibles,
a encontrar a tu madre de cerúleo peplo; y no te acongojes en
demasía, ni mucho más de lo que se acongojaría otro cualquiera.
Hermano como soy de tu padre Zeus, no seré un esposo indigno
de ti, entre los inmortales; y tú, quedándote aquí, serás dueña
de cuanto vive y se mueve, y disfrutarás de las mayores honras
entre los dioses. Y habrá siempre, todos los días, una pena
señalada para los delincuentes que no aplacaren tu ánimo con
sacrificios, ofrendándotelos santamente y ofreciéndote los
debidos presentes.
370 Así dijo. Alegróse la prudente Persefonea y enseguida
saltó de júbilo; mas él, atrayéndola a sí, le dio a comer
misteriosamente un dulce grano de granada, para
que no se quedase siempre allá, al lado de la veneranda Deméter,
de cerúleo peplo.
Acto continuo Aidoneo, que sobre muchos impera, enganchó los
inmortales corceles a la parte delantera y baja del áureo carro;
subió aquélla; y el poderoso Argifontes, puesto a su lado, tomó
en sus manos las riendas y el látigo y aguijó a los caballos
hacia el exterior de la casa; y ellos volaron gozosos. Con gran
rapidez acabaron el largo camino; y ni el mar, ni el agua de los
ríos, ni los valles herbosos, ni las cumbres contuvieron el ímpetu
de los corceles inmortales; sino que éstos, pasando por cima,
cortaban el denso aire mientras andaban. Hermes, que guiaba
el carro, lo paró delante del perfumado templo donde residía
Deméter, la de bella corona, y ésta, al advertirlo, salió corriendo
como una ménade que baja por una montaña cubierta de bosque.
Perséfone, a su vez, en cuanto vio los bellos ojos de su madre,
dejando el carro y los caballos, saltó, se puso a correr y echándose
a su cuello la abrazó. Mas a Deméter, cuando aún tenía entre sus
brazos la hija amada, el corazón le presagió algún engaño y la hizo
temblar horriblemente. Y dejando de acariciar a su hija, la interrogó
con estas palabras:
CONT.
_________________
"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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- Mensaje n°597
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
393 — ¡Oh hija! ¿Por ventura es cierto que, estando
abajo, no probaste ningúnmanjar? Habla; no me ocultes lo
que piensas, para que ambas lo sepamos. Si así fuere,
fuere, habiendo subido de junto al odioso Hades, morarás
desde ahora conmigo y con el padre Cronión, el de las
oscuras nubes, honrada por todos los inmortales. Pero si
no, volarás de nuevo a las profundidades de la tierra y
habitarás allí la tercera parte de las estaciones del año, y
las otras dos conmigo y con los demás inmortales. Cuando
la tierra lozanee con toda suerte de olorosas flores
primaverales, ascenderás nuevamente de la oscuridad
tenebrosa, como un prodigio para los dioses y los mortales
hombres. Mas, ¿con qué fraude te engañó el poderoso
Polidegmón?
405 Respondióle a su vez la hermosísima Perséfone:
406 — Pues yo te diré, oh madre, toda la verdad.
Cuando se me presentó el benéfico Hermes, nuncio veloz,
de parte del padre Cronión y de los demás dioses celestiales.
para sacarme del Erebo, a fin de que, viéndome con tus ojos,
pusieras término a tu ira y a tu terrible cólera, enseguida
salté de júbilo; mas él me hizo tragar misteriosamente un
grano de granada, dulce alimento, y contra mi voluntad
y a la fuerza me obligó a gustarlo. Diré ahora cómo,
habiéndome raptado por oculto designio del Cronida, mi padre,
fue a llevarme a las profundidades de la tierra; y te lo referiré
todo, conforme lo pides. Todas nosotras —Leucipe, Feno,
Electra, Yante, Melita, Yaque, Rodía, Calirroe, Melóbosis, Tique,
Ocírroe de cutis de rosa, Criseida, Yanira, Acaste, Admeta,
Ródope, Pluto, la deseable Calipso, Estix, Urania, Galaxaura
amable, Palas, que aviva el combate, y Ártemis, que se complace
en las flechas— jugábamos en el ameno prado y cogíamos con
nuestras manos agradables flores, mezclando el tierno azafrán,
las espadillas y el jacinto, y los capullos de rosa y los lirios
—¡encanto de la vista!— y aquel narciso que produjo la vasta
tierra cual si fuese azafrán. Y mientras yo las cogía con alborozo,
abrióse la tierra y de ella salió el poderoso rey Polidegmón; y se
me llevó a mí, muy contrariada, adentro de la tierra en su carro
de oro; y yo gritaba con recia voz. Todas estas cosas que te
cuento, aunque estoy angustiada, son verdaderas.
434 Así entonces, dotadas una y otra de iguales
sentimientos, alegraban durante todo el día su corazón y su
ánimo, abrazándose con ternura; y su espíritu descansaba
de los pesares. Ambas, pues, se causaban y recibían mutuos
gozos. Acercóseles Hécate, la de luciente diadema, y abrazó
muchas veces a la hija de la casta Deméter, cuya servidora y
compañera fue de allí en adelante dicha reina. Mas el tonante
largovidente Zeus envióles como mensajera a Rea, a de
hermosa diadema, para que las hiciera volver a las familias de
las deidades; prometió dar a Deméter las honras que ella
quisiera entre los inmortales dioses; y asintió con la cabeza a
que, en el transcurso del año, su hija pasara un tercio del tiempo
en la oscuridad tenebrosa y los otros dos con su madre y los
demás inmortales.
448 Así dijo; y la diosa no desobedeció el mandato de Zeus.
Lanzóse veloz desde lascimas del Olimpo y llegó a Rario, que
anteriormente había sido ubre fecunda de la tierra; que entonces
no era fértil, pues se hallaba inactiva y sin hojas, y escondía la
blanquecina cebada por decisión de Deméter, la de hermosos
tobillos; y que luego, entrada ya la primavera, había de cubrirse
rápidamente de largas espigas, y los pingües surcos del suelo
cargarse de mieses, y éstas ser atadas en manojos. Allí fue
donde primero descendió Rea desde el éter estéril. Viéronse las
diosas y se regocijaron en su corazón. Y Rea, la de luciente
diadema, dijo así a Deméter:
460 — ¡Ven acá, hija! Te llama el tonante largovidente
Zeus para que vayas a las familias de las deidades; prometió
darte las honras que quisieras entre los inmortales dioses; y
asintió con la cabeza a que, en el transcurso del año, tu hija
pase un tercio del tiempo en la oscuridad tenebrosa y los otros
dos contigo y con los demás inmortales. Así dijo que se cumpliría
y lo ratificó con un movimiento de su cabeza. Mas ve, hija mía,
y obedece. No te irrites demasiada e incesantemente
contra el Cronión, el de las sombrías nubes, y haz que crezcan
rápidamente los frutos de que viven los hombres.
470 Así dijo; y no desobedeció Deméter, la de bella
corona, que enseguida hizo salirfruto de los fértiles campos.
Toda la ancha tierra se cargó de hojas y flores; y la diosa
fue a mostrar a los reyes que administran justicia
—a Triptólemo, a Diocles, domador de caballos; al fuerte
Eumolpo y a Celeo, caudillo de pueblos— el ministerio de las
cosas sagradas; y a todos —a Triptólemo, a Polixeno y además
a Diocles— les explicó los venerandos misterios, que no es
lícito descuidar, niescudriñar, ni revelar, pues el gran respeto a
los dioses corta la voz. Dichoso, entre los hombres terrestres,
el que los ha contemplado; pues el no iniciado en estos
misterios, el que de ellos no participa, no alcanza jamás una
suerte como la de aquél, ni aun, después de muerto, en la
oscuridad tenebrosa.
483 Mas después que la divina entre las deidades dio
a conocer todas estas cosas, partieron ambas para dirigirse
al Olimpo, a la junta de los demás dioses. Allí moran,
augustas y venerables, junto a Zeus que se complace en el
rayo. Muy dichoso es, entre los hombres terrestres, aquel a
quien ellas aman benévolamente; pues enseguida le envían
a su gran casa, como protector del hogar, a Pluto, que procura
la riqueza a los mortales hombres.
490 Mas, ea, tú que posees el pueblo de la perfumada Eleusis,
y Paros, cercada por las olas, y Antrón rocosa; oh venerable, que
nos haces espléndidos dones y nos traes los frutos a su tiempo,
soberana Deo; tú y tu hija, la muy hermosa Persefonea: dadme,
benévolas, una vida agradable como recompensa de este
canto. Y yo me acordaré de ti y de otro canto.
FIN DE HIMNO II A DEMÉTER
HIMNOS HOMÉRICOS
II
A DEMÉTER. CONT.
393 — ¡Oh hija! ¿Por ventura es cierto que, estando
abajo, no probaste ningúnmanjar? Habla; no me ocultes lo
que piensas, para que ambas lo sepamos. Si así fuere,
fuere, habiendo subido de junto al odioso Hades, morarás
desde ahora conmigo y con el padre Cronión, el de las
oscuras nubes, honrada por todos los inmortales. Pero si
no, volarás de nuevo a las profundidades de la tierra y
habitarás allí la tercera parte de las estaciones del año, y
las otras dos conmigo y con los demás inmortales. Cuando
la tierra lozanee con toda suerte de olorosas flores
primaverales, ascenderás nuevamente de la oscuridad
tenebrosa, como un prodigio para los dioses y los mortales
hombres. Mas, ¿con qué fraude te engañó el poderoso
Polidegmón?
405 Respondióle a su vez la hermosísima Perséfone:
406 — Pues yo te diré, oh madre, toda la verdad.
Cuando se me presentó el benéfico Hermes, nuncio veloz,
de parte del padre Cronión y de los demás dioses celestiales.
para sacarme del Erebo, a fin de que, viéndome con tus ojos,
pusieras término a tu ira y a tu terrible cólera, enseguida
salté de júbilo; mas él me hizo tragar misteriosamente un
grano de granada, dulce alimento, y contra mi voluntad
y a la fuerza me obligó a gustarlo. Diré ahora cómo,
habiéndome raptado por oculto designio del Cronida, mi padre,
fue a llevarme a las profundidades de la tierra; y te lo referiré
todo, conforme lo pides. Todas nosotras —Leucipe, Feno,
Electra, Yante, Melita, Yaque, Rodía, Calirroe, Melóbosis, Tique,
Ocírroe de cutis de rosa, Criseida, Yanira, Acaste, Admeta,
Ródope, Pluto, la deseable Calipso, Estix, Urania, Galaxaura
amable, Palas, que aviva el combate, y Ártemis, que se complace
en las flechas— jugábamos en el ameno prado y cogíamos con
nuestras manos agradables flores, mezclando el tierno azafrán,
las espadillas y el jacinto, y los capullos de rosa y los lirios
—¡encanto de la vista!— y aquel narciso que produjo la vasta
tierra cual si fuese azafrán. Y mientras yo las cogía con alborozo,
abrióse la tierra y de ella salió el poderoso rey Polidegmón; y se
me llevó a mí, muy contrariada, adentro de la tierra en su carro
de oro; y yo gritaba con recia voz. Todas estas cosas que te
cuento, aunque estoy angustiada, son verdaderas.
434 Así entonces, dotadas una y otra de iguales
sentimientos, alegraban durante todo el día su corazón y su
ánimo, abrazándose con ternura; y su espíritu descansaba
de los pesares. Ambas, pues, se causaban y recibían mutuos
gozos. Acercóseles Hécate, la de luciente diadema, y abrazó
muchas veces a la hija de la casta Deméter, cuya servidora y
compañera fue de allí en adelante dicha reina. Mas el tonante
largovidente Zeus envióles como mensajera a Rea, a de
hermosa diadema, para que las hiciera volver a las familias de
las deidades; prometió dar a Deméter las honras que ella
quisiera entre los inmortales dioses; y asintió con la cabeza a
que, en el transcurso del año, su hija pasara un tercio del tiempo
en la oscuridad tenebrosa y los otros dos con su madre y los
demás inmortales.
448 Así dijo; y la diosa no desobedeció el mandato de Zeus.
Lanzóse veloz desde lascimas del Olimpo y llegó a Rario, que
anteriormente había sido ubre fecunda de la tierra; que entonces
no era fértil, pues se hallaba inactiva y sin hojas, y escondía la
blanquecina cebada por decisión de Deméter, la de hermosos
tobillos; y que luego, entrada ya la primavera, había de cubrirse
rápidamente de largas espigas, y los pingües surcos del suelo
cargarse de mieses, y éstas ser atadas en manojos. Allí fue
donde primero descendió Rea desde el éter estéril. Viéronse las
diosas y se regocijaron en su corazón. Y Rea, la de luciente
diadema, dijo así a Deméter:
460 — ¡Ven acá, hija! Te llama el tonante largovidente
Zeus para que vayas a las familias de las deidades; prometió
darte las honras que quisieras entre los inmortales dioses; y
asintió con la cabeza a que, en el transcurso del año, tu hija
pase un tercio del tiempo en la oscuridad tenebrosa y los otros
dos contigo y con los demás inmortales. Así dijo que se cumpliría
y lo ratificó con un movimiento de su cabeza. Mas ve, hija mía,
y obedece. No te irrites demasiada e incesantemente
contra el Cronión, el de las sombrías nubes, y haz que crezcan
rápidamente los frutos de que viven los hombres.
470 Así dijo; y no desobedeció Deméter, la de bella
corona, que enseguida hizo salirfruto de los fértiles campos.
Toda la ancha tierra se cargó de hojas y flores; y la diosa
fue a mostrar a los reyes que administran justicia
—a Triptólemo, a Diocles, domador de caballos; al fuerte
Eumolpo y a Celeo, caudillo de pueblos— el ministerio de las
cosas sagradas; y a todos —a Triptólemo, a Polixeno y además
a Diocles— les explicó los venerandos misterios, que no es
lícito descuidar, niescudriñar, ni revelar, pues el gran respeto a
los dioses corta la voz. Dichoso, entre los hombres terrestres,
el que los ha contemplado; pues el no iniciado en estos
misterios, el que de ellos no participa, no alcanza jamás una
suerte como la de aquél, ni aun, después de muerto, en la
oscuridad tenebrosa.
483 Mas después que la divina entre las deidades dio
a conocer todas estas cosas, partieron ambas para dirigirse
al Olimpo, a la junta de los demás dioses. Allí moran,
augustas y venerables, junto a Zeus que se complace en el
rayo. Muy dichoso es, entre los hombres terrestres, aquel a
quien ellas aman benévolamente; pues enseguida le envían
a su gran casa, como protector del hogar, a Pluto, que procura
la riqueza a los mortales hombres.
490 Mas, ea, tú que posees el pueblo de la perfumada Eleusis,
y Paros, cercada por las olas, y Antrón rocosa; oh venerable, que
nos haces espléndidos dones y nos traes los frutos a su tiempo,
soberana Deo; tú y tu hija, la muy hermosa Persefonea: dadme,
benévolas, una vida agradable como recompensa de este
canto. Y yo me acordaré de ti y de otro canto.
FIN DE HIMNO II A DEMÉTER
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"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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- Mensaje n°598
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
A salto de mata, como decimos por aquí, pero voy disfrutando a ratitos de los himnos de Homero.
Una maravilla, amigo mío.
Gracias y besos.
Una maravilla, amigo mío.
Gracias y besos.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
se acaba la diversión”.
se acaba la diversión”.
"Mafalda"
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°599
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
Espero poder retomarlos después.
Gracias, Lluvia.
Besos.
Gracias, Lluvia.
Besos.
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- Mensaje n°600
Re: HOMERO (c.928 a.C.-?). Grecia Clásica.
HOMERO
HIMNOS HOMÉRICOS
III
A APOLO
1 Me acordaré y nunca me he de olvidar de Apolo,
el que hiere de lejos, a quien temen los mismos dioses
cuando anda por la morada de Zeus; pues tan pronto
como se acerca y tiende el glorioso arco, todos se
apresuran a levantarse de sus sitiales. Leto es la única
que permanece junto a Zeus, que se huelga con el rayo:
ella desarma el arco y cierra la aljaba; con sus mismas
manos quita de las robustas espaldas el arco y lo cuelga
de áureo clavo en la columna de su padre; y enseguida
lleva a su hijo a un trono para que en él tome asiento.
El padre, acogiendo a su hijo amado, le da néctar en
áurea copa; se sientan enseguida los demás númenes, y
alégrase la veneranda Leto por haber dado a luz un hijo
que lleva arco y es vigoroso.
14 Salve, bienaventurada Leto, ya que diste a luz
hijos preclaros: al soberano Apolo y a Ártemis, que se
complace en las flechas (a ésta en Ortigia y a aquél en la
áspera Delos), reclinada en la gran montaña y en la colina
cintia, muy cerca de la palmera y junto a la corriente del
Inopo.
19 ¿Cómo te celebraré a ti, que eres digno de ser
celebrado por todos conceptos? Por ti, pues, oh Febo, en
todas partes han sido fijadas las leyes del canto, así en el
continente, criador de terneras, como en las islas. Te
placen las atalayas todas, y la punta de las cimas de las
altas montañas, y los ríos que corren hacia el mar, y los
promontorios que hacia éste se inclinan, y los puertos del
mismo. ¿Cantaré cómo primeramente Leto te dio a luz a
ti, regocije de los mortales, reclinada en el monte Cinto,
en una isla áspera, en Delos cercada por el mar? A uno y
a otro lado, la ola sombría saltaba sobre la tierra, empujada
por vientos de estridente soplo. Salido de allí, reinas ahora
sobre cuantos mortales contiene Creta, y el pueblo de
Atenas, y la isla Egina, y Eubea célebre por sus naves, y
Egas, e Iresias, y la marítima Pepareto, y el tracio Atos, y
las cumbres más altas del Pelión, y la tracia Samos, y las
umbrías montañas del Ida, y Esciro, y Focea, y el excelso
monte de Autócane, y la bien construida Imbros, y Lemnos
de escarpada costa, y la divina Lesbos sede de Mácar
Eolión, y Quíos la más fértil de las islas del mar, y el
escabroso Mimante, y lascumbres más altas de Córico, y la
espléndida Claros, y el alto monte de Eságea, y Samos
abundante en agua, y las altas cumbres de Mícale, y Mileto,
y Cos, ciudad de los méropes, y la excelsa Cnido, y la
ventosa Cárpato, y Naxos, y Paros, y la peñascosa Renea: a
tantos lugares se dirigió Leto, al sentir los dolores del parto
del que hiere de lejos, por si alguna de dichas tierras quería
labrar un albergue para su hijo. Pero todas se echaban a
temblar y experimentaban un gran terror; y ninguna,
por fértil que fuese, se atrevió a recibir a Febo, hasta que la
veneranda Leto subió a Delos y la interrogó, dirigiéndole estas
aladas palabras:
51 — ¡Oh Delos! ¡Ojalá quisieras ser la morada de mi hijo,
de Febo Apolo, y labrarle dentro de ti un rico templo! Pues ningún
otro se te acercará jamás, lo cual no se te oculta; y no me figuro
que hayas de ser rica en bueyes ni en ovejas, ni producir uvas, ni
criar innumerables plantas. Si poseyeres el templo de Apolo, el
que hiere de lejos, todos los hombres te traerán hecatombes,
reuniéndose aquí; y siempre se elevará en el aire un inmenso
vapor de grasa quemada; y mantendrás a los que te conserven
libre de ajenas manos, ya que tu suelo no es productivo.
61 Así habló. Alegróse Delos y, respondiéndole, dijo:
62 — ¡Oh Leto, hija gloriosísima de Ceo el grande! Gustosa
recibiría tu prole, el soberano que hiere de lejos; pues en verdad
que tengo pésima fama entre los hombres, y de esta suerte llegaría
a verme muy honrada. Pero me horroriza, oh Leto, este oráculo
que no te ocultaré. Dicen que Apolo ha de ser presuntuoso en
extremo y ha de ejercer una gran primacía entre los inmortales y
también entre los mortales hombres de la fértil tierra. Por esto temo
mucho en mi mente y en mi corazón que, en cuanto vea por vez
primera la luz del sol, despreciará esta isla porque es de áspero
suelo; y, trabucándola con sus pies, la sumergirá en el piélago
del mar. Allí la gran ola me bañará siempre y abundantemente la
cabeza; él se irá a otra tierra que le guste, para erigirse un templo y
bosques abundantes en árboles; y los pólipos harán en mí sus
madrigueras y las negras focas sus moradas, descuidadamente, por
la falta de hombres. Mas, si te atrevieras, oh diosa, a
asegurarme con un gran juramento que primeramente se construirá
aquí el hermosísimo templo para que sea un oráculo para los hombres
y que después
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
sobre todos los hombres, puesto que será muy celebrado.
CONT.
HIMNOS HOMÉRICOS
III
A APOLO
1 Me acordaré y nunca me he de olvidar de Apolo,
el que hiere de lejos, a quien temen los mismos dioses
cuando anda por la morada de Zeus; pues tan pronto
como se acerca y tiende el glorioso arco, todos se
apresuran a levantarse de sus sitiales. Leto es la única
que permanece junto a Zeus, que se huelga con el rayo:
ella desarma el arco y cierra la aljaba; con sus mismas
manos quita de las robustas espaldas el arco y lo cuelga
de áureo clavo en la columna de su padre; y enseguida
lleva a su hijo a un trono para que en él tome asiento.
El padre, acogiendo a su hijo amado, le da néctar en
áurea copa; se sientan enseguida los demás númenes, y
alégrase la veneranda Leto por haber dado a luz un hijo
que lleva arco y es vigoroso.
14 Salve, bienaventurada Leto, ya que diste a luz
hijos preclaros: al soberano Apolo y a Ártemis, que se
complace en las flechas (a ésta en Ortigia y a aquél en la
áspera Delos), reclinada en la gran montaña y en la colina
cintia, muy cerca de la palmera y junto a la corriente del
Inopo.
19 ¿Cómo te celebraré a ti, que eres digno de ser
celebrado por todos conceptos? Por ti, pues, oh Febo, en
todas partes han sido fijadas las leyes del canto, así en el
continente, criador de terneras, como en las islas. Te
placen las atalayas todas, y la punta de las cimas de las
altas montañas, y los ríos que corren hacia el mar, y los
promontorios que hacia éste se inclinan, y los puertos del
mismo. ¿Cantaré cómo primeramente Leto te dio a luz a
ti, regocije de los mortales, reclinada en el monte Cinto,
en una isla áspera, en Delos cercada por el mar? A uno y
a otro lado, la ola sombría saltaba sobre la tierra, empujada
por vientos de estridente soplo. Salido de allí, reinas ahora
sobre cuantos mortales contiene Creta, y el pueblo de
Atenas, y la isla Egina, y Eubea célebre por sus naves, y
Egas, e Iresias, y la marítima Pepareto, y el tracio Atos, y
las cumbres más altas del Pelión, y la tracia Samos, y las
umbrías montañas del Ida, y Esciro, y Focea, y el excelso
monte de Autócane, y la bien construida Imbros, y Lemnos
de escarpada costa, y la divina Lesbos sede de Mácar
Eolión, y Quíos la más fértil de las islas del mar, y el
escabroso Mimante, y lascumbres más altas de Córico, y la
espléndida Claros, y el alto monte de Eságea, y Samos
abundante en agua, y las altas cumbres de Mícale, y Mileto,
y Cos, ciudad de los méropes, y la excelsa Cnido, y la
ventosa Cárpato, y Naxos, y Paros, y la peñascosa Renea: a
tantos lugares se dirigió Leto, al sentir los dolores del parto
del que hiere de lejos, por si alguna de dichas tierras quería
labrar un albergue para su hijo. Pero todas se echaban a
temblar y experimentaban un gran terror; y ninguna,
por fértil que fuese, se atrevió a recibir a Febo, hasta que la
veneranda Leto subió a Delos y la interrogó, dirigiéndole estas
aladas palabras:
51 — ¡Oh Delos! ¡Ojalá quisieras ser la morada de mi hijo,
de Febo Apolo, y labrarle dentro de ti un rico templo! Pues ningún
otro se te acercará jamás, lo cual no se te oculta; y no me figuro
que hayas de ser rica en bueyes ni en ovejas, ni producir uvas, ni
criar innumerables plantas. Si poseyeres el templo de Apolo, el
que hiere de lejos, todos los hombres te traerán hecatombes,
reuniéndose aquí; y siempre se elevará en el aire un inmenso
vapor de grasa quemada; y mantendrás a los que te conserven
libre de ajenas manos, ya que tu suelo no es productivo.
61 Así habló. Alegróse Delos y, respondiéndole, dijo:
62 — ¡Oh Leto, hija gloriosísima de Ceo el grande! Gustosa
recibiría tu prole, el soberano que hiere de lejos; pues en verdad
que tengo pésima fama entre los hombres, y de esta suerte llegaría
a verme muy honrada. Pero me horroriza, oh Leto, este oráculo
que no te ocultaré. Dicen que Apolo ha de ser presuntuoso en
extremo y ha de ejercer una gran primacía entre los inmortales y
también entre los mortales hombres de la fértil tierra. Por esto temo
mucho en mi mente y en mi corazón que, en cuanto vea por vez
primera la luz del sol, despreciará esta isla porque es de áspero
suelo; y, trabucándola con sus pies, la sumergirá en el piélago
del mar. Allí la gran ola me bañará siempre y abundantemente la
cabeza; él se irá a otra tierra que le guste, para erigirse un templo y
bosques abundantes en árboles; y los pólipos harán en mí sus
madrigueras y las negras focas sus moradas, descuidadamente, por
la falta de hombres. Mas, si te atrevieras, oh diosa, a
asegurarme con un gran juramento que primeramente se construirá
aquí el hermosísimo templo para que sea un oráculo para los hombres
y que después
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
sobre todos los hombres, puesto que será muy celebrado.
CONT.
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NETANYAHU ASESINO
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