—¿Y té?
—¡Hombre, eso…!
—Sírvete…No, espera. Voy a servirte yo. Déjalo todo en la mesa.
Inmediatamente se posesionó de su papel de anfitrión y llenó primero una
taza y después otra. Seguidamente dejó su almuerzo y fue a sentarse de nuevo
en el diván. Otra vez rodeó la cabeza del enfermo con un brazo, la levantó y
empezó a dar a su amigo cucharaditas de té, sin olvidarse de soplar en ellas
con tanto esmero como si fuera éste el punto esencial y salvador del
tratamiento.
Raskolnikof aceptaba en silencio estas solicitudes. Se sentía lo bastante
fuerte para incorporarse, sentarse en el diván, sostener la cucharilla y la taza, e
incluso andar, sin ayuda de nadie; pero, llevado de una especie de astucia,
misteriosa e instintiva, se fingía débil, e incluso algo idiotizado, sin dejar de
tener bien agudizados la vista y el oído.
Pero llegó un momento en que no pudo contener su mal humor: después de
haber tomado una decena de cucharaditas de té, libertó su cabeza con un
brusco movimiento, rechazó la cucharilla y dejó caer la cabeza en la almohada
(ahora dormía con verdaderas almohadas rellenas de plumón y cuyas fundas
eran de una blancura inmaculada). Raskolnikof observó este detalle y se sintió
vivamente interesado.
—Es necesario que Pachenka nos envíe hoy mismo la frambuesa en dulce
para prepararle un jarabe —dijo Rasumikhine volviendo a la mesa y
reanudando su interrumpido almuerzo.
—¿Pero de dónde sacará las frambuesas? —preguntó Nastasia, que
mantenía un platillo sobre la palma de su mano, con todos los dedos abiertos,
y vertía el té en su boca, gota a gota haciéndolo pasar por un terrón de azúcar
que sujetaba con los labios.
—Pues las sacará, sencillamente, de la frutería, mi querida Nastasia…No
puedes figurarte, Rodia, las cosas que han pasado aquí durante tu enfermedad.
Cuando saliste corriendo de mi casa como un ladrón, sin decirme dónde
vivías, decidí buscarte hasta dar contigo, para vengarme. En seguida empecé
las investigaciones. ¡Lo que corrí, lo que interrogué…! No me acordaba de tu
dirección actual, o tal vez, y esto es lo más probable, nunca la supe. De tu
antiguo domicilio, lo único que recordaba era que estaba en el edificio
Kharlamof, en las Cinco Esquinas… ¡Me harté de buscar! Y al fin resultó que
no estaba en el edificio Kharlamof, sino en la casa Buch. ¡Nos armamos a
veces unos líos con los nombres…! Estaba furioso. Al día siguiente se me
ocurrió ir a las oficinas de empadronamiento, y cuál no sería mi sorpresa al ver
que al cabo de dos minutos me daban tu dirección actual. Estás inscrito.
—¿Inscrito yo?
—¡Claro! En cambio, no pudieron dar las señas del general Kobelev, que
solicitaron mientras yo estaba allí. En fin, abreviemos. Apenas llegué allí, se
me informó de todo lo que te había ocurrido, de todo absolutamente. Sí, lo sé
todo. Se lo puedes preguntar a Nastasia. He trabado conocimiento con el
comisario Nikodim Fomitch, me han presentado a Ilia Petrovitch, y conozco al
portero, y al secretario Alejandro Grigorevitch Zamiotof. Finalmente, cuento
con la amistad de Pachenka. Nastasia es testigo.
—La has engatusado.
Y, al decir esto, la sirvienta sonreía maliciosamente.
—Debes echar el azúcar en el té en vez de beberlo así, Nastasia
Nikiphorovna.
—¡Oye, mal educado! —replicó Nastasia. Pero en seguida se echó a reír de
buena gana. Cuando se hubo calmado continuó—: Soy Petrovna y no
Nikiphorovna.
—Lo tendré presente…Pues bien, amigo Rodia, dicho en dos palabras, yo
me propuse cortar de cuajo, utilizando medios heroicos, cuantos prejuicios
existían acerca de mi persona, pues es el caso que Pachenka tuvo
conocimiento de mis veleidades…Por eso no esperaba que fuese tan…
complaciente. ¿Qué opinas tú de todo esto?
Raskolnikof no contestó: se limitó a seguir fijando en él una mirada llena
de angustia.
—Sí, está incluso demasiado bien informada —dijo Rasumikhine, sin que
le afectara el silencio de Raskolnikof y como si asintiera a una respuesta de su
amigo—. Conoce todos los detalles.
—¡Qué frescura! —exclamó Nastasia, que se retorcía de risa oyendo las
genialidades de Rasumikhine.
—El mal está, querido Rodia, en que desde el principio seguiste una
conducta equivocada. Procediste con ella con gran torpeza. Esa mujer tiene un
carácter lleno de imprevistos. En fin, ya hablaremos de esto en mejor ocasión.
Pero es incomprensible que hayas llegado a obligarla a retirarte la comida…
¿Y qué decir del pagaré? Sólo no estando en tu juicio pudiste firmarlo. ¡Y ese
proyecto de matrimonio con Natalia Egorovna…! Ya ves que estoy al
corriente de todo…Pero advierto que estoy tocando un punto delicado…
Perdóname; soy un asno…Y, ya que hablamos de esto, ¿no opinas que
Prascovia Pavlovna es menos necia de lo que parece a primera vista?
continuará
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Última edición por Maria Lua el Dom 17 Nov 2024, 10:50, editado 1 vez
Hoy a las 08:34 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Hoy a las 08:29 por Maria Lua
» MAIAKOVSKY Y OTROS POETAS RUSOS Y SOVIÉTICOS, 3
Hoy a las 08:27 por Pascual Lopez Sanchez
» FERNANDO PESSOA II (13/ 06/1888- 30/11/1935) )
Hoy a las 08:19 por Maria Lua
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Hoy a las 08:16 por Maria Lua
» Luís Vaz de Camões (c.1524-1580)
Hoy a las 08:11 por Maria Lua
» FRANCESCO PETRARCA (1304-1374)
Hoy a las 08:10 por Maria Lua
» VICTOR HUGO (1802-1885)
Hoy a las 08:08 por Maria Lua
» JULIO VERNE (1828-1905)
Hoy a las 07:50 por Maria Lua
» DOSTOYEVSKI
Hoy a las 07:45 por Maria Lua