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    Markus Hediger (1959-  Empty Markus Hediger (1959-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 09 Abr 2022, 14:38

    .


    Markus Hediger (Zurich, 1959) es un poeta y traductor suizo. Pasó su infancia y adolescencia en Reinach, cantón de Argovia. Después de acabar la escuela secundaria en Aarau estudió literatura francesa, literatura italiana y ncrítica literaria en la Universidad de Zurich. Luego de finalizar sus estudios comenzó a traducir al alemán libros de escritores de Suiza francesa, entre ellos Nicolas Bouvier y Alice Rivaz. Por otra parte, Hediger ha escrito poesía desde siempre, no en alemán, que es su lengua materna, sino en francés. Al día de hoy, ha publicado tres libros de poesía. En 2009 publicó un ensayo literario sobre Deorges Schehadé, Les Après-midi de Georges Schehadé (Las Tardes de Georges Schehadé), en el que cuenta sus encuentros y entrevistas con el gran poeta y dramaturgo libanés en París en los años 1980. En 2011 lo invitaron al Festival Internacional de Poesía de Rosario, Argentina, en 2014 al de Medellín, Colombia, y en 2016 al Festival Internacional de poesía de Lima. Es miembro de la asociación Autoras y Autores de Suiza, a la que representó en el CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios) de 2003 a 2013.

    Bibliografía:
    Ne retournez pas la pierre, romésie (1981–1995), Éditions de l'Aire, Vevey 1996, ISBN 2-88108-437-0.
       • Là pour me souvenir / Qui per ricordare (traducción al italiano por Alberto Panaro y Grazia Regoli), Lietocollelibiri, Faloppio 2005, ISBN 88-7848-154-8.
       • En deçà de la lumière romésie II (1996–2007), Éditions de l'Aire, Vevey 2009, ISBN 978-2-88108-886-5.
       • Les Après-midi de Georges Schehadé. In: Rencontre II. Éditions de l'Aire, Vevey 2009, ISBN 978-2-88108-900-8.
       • Pour que quelqu'un de vous se souvienne, Alla Chiara Fonte, Viganello Lugano 2013.
       • L'or et l'ombre. Un seul corps, romésies I-III (1981-2016), Éditions de l'Aire, L'Aire bleue, Vevey 2017, ISBN 9782-94058-612-7.
    Traducción:
    Dar la vuelta a la piedra, antología personal (1981-2021), prólogo de Edgardo Dobry, traducción por José Aníbal Campos, Sara Cohen, Juan Goldín, Rodolfo Häsler y José Luis Reina Palazón, Animal Sospechoso Editor,4​5​ Barcelona 2021, ISBN 978-84-122786-3-7.

    (Sacado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Markus_Hediger


    *


    ALGUNOS POEMAS DE MARCUS HEDIGER de su obra No deis la vuelta a la piedra (1996):



    TAL VEZ YO HAYA SIDO, en el origen, una de esas chispas que atrapan en vuelo y llevan al cielo las gaviotas.

    Acaso es su culpa si ahora, lascivas y locuaces, distraen sin cesar el recogimiento del lago, por sentir siempre arder esa estrella de rojez imperiosa y desnuda.

    (Traducción por Juan Goldín)


    IX

    No deis la vuelta
    a la piedra con su misterio
    legado por la luna.

    No,  nada toquéis,
    el ojo sol me espantaría,
    soy ciudadano
    de Reverso, soy la cochinilla.

    (Traducción de Juan Goldín)


    XIV

    Cuando comienza a nevar
    me aferro a las sílabas
    que me arrastran a través de un pozo en ese país lento maravillado donde
    todos los caminos van a la casa de la madre.

    (Traducción de Juan Goldín)


    AL DECLINAR un día de invierno,
    a la hora infinita entre las cuatro y las cinco.

    Como antaño
    estar solo en la casa
    sentado ante la ventana,
    inclinado sobre el  libro naranja.
    Llevar en la piel
    añoranza por el país
    donde me esperaba el Mago de los tres deseos,
    a unos pasos detrás de un copo de nieve.

    ¿Tres deseos? Curar
    los dolorosos
    colores de mi nacimiento.
    Adivinar
    los jardines de Burdeos y su luz amiga.

    (Traducción de Juan Goldín)


    XXII

    Toda vestida de negro, un paraguas de hombre usado a modo de sombrilla, la señorita Lydia L., decana del pueblo, pasa lentamente, el mentón sobre el pecho, atenta diríamos al susurrar de la grava gris, acaba de pasar por la calle Tourterelles.

    (Traducción de Rodolfo Häsler)


    COGIDOS de la mano
    y cara a cara habitar
    para siempre un brote
    de invierno, exento de los dardos de equinocio.

    (Traducción de Juan Goldín)


    XLVII

    Al amigo muerto
    16 VII 94

    Con paso lento, no muy seguro,
    apenas teniéndose en pie,
    me acompaña a la puerta.
    ………………………………………………………………………………….
    El otro día, por teléfono:
    -… el 27 es mi cumpleaños, quizá lo recuerdas…
    -¿Quizá? Crees acaso que olvido el día que vio tu nacimiento…
    -… sería tan feliz si pudieras bajar a Burdeos.
    Cuarenta y ocho años
    ………………………………………………………………………………….
    Algunos meses de diarreas
    (“observo el tiempo que pasa, sentado en un inodoro”)
    dejaron sin carne sus sienes,
    volvieron pálida su morena piel de moreno,
    Dios mío, Dios mío, por qué
    se hizo rapar la cabeza,
    y la masa de su bigote
    antes peinado hacia arriba,
    cosechaba las miradas en la calle,
    más ralo ahora, a lo galo,
    sus labios, finos, llagados,
    mueven palabras…

    … en Benarés o en la playa de Saint-Nicolas.
    - ¿Saint-Nicolas?
    - Claro que sí, frente al faro de Cordouan, tú sabes bien por qué…
    La playa, sí,
    y nosotros dos
    frente al faro, frente al mar, nada más que
    él y yo
    extendidos sobre la arena enana
    y desnudos, abiertos a la brisa marina,
    y su cuerpo
    tan a gusto que asumo incluso
    mi cuerpo todo nativa blancura y lancinante.
    -… ¿harías eso por mí? Parece que hay también urnas azules…
    Hay una muy pequeña
    risa en su voz, y vienen a mí los versos:
    Die Urne
    , dice el poeta,
    ist ein Behälter. Uns hält er nicht.
    Prometo que lo haré,
    sus labios entonces se estiran, ensayando
    un simulacro de sonrisa que no encuentra
    el camino de los ojos.
    En unos meses el mal mostró el reverso de su edad
    (“siento la vida escapar de mí como un hilo de agua de un grifo mal cerrado”).
    …………………………………………………………………………………...
    A través de la frescura
    sepulcral del pasillo
    me conduce al umbral,
    abro la puerta al calor
    vertical de la tarde de mayo.
    Aprieto contra mí
    su torso, encorvado, los omóplatos salidos,
    lo aprieto ni más fuerte ni
    menos fuerte que de costumbre,
    después nos besamos
    en las mejillas, izquierda, derecha, izquierda.
    Salgo a la acera, atrapado por la luz,
    el se queda a dos pasos del umbral y sonríe:
    -Te tengo al tanto.
    …………………….-Te escribo, te llamo.
    Decimos nos vemos, cuídate, hasta pronto.

    La puerta pintada de azul
    cerrada
    definitivamente.

    (Traducción de Juan Goldín)


    LIV

    Volví a ver el mar
    de Aquitania, amor mío,
    tu mar bien amado.
    Allá está el faro, frente
    al litoral, como ese
    día de fines del verano
    ¡oh! Qué lejano  ya.
    (Pero… ¿fue realmente
    aquí? La playa, ¿habría
    cambiado tanto?)
    Pisé la arena
    fresca de febrero, llevando
    en mis brazos lo poco
    que seguía siendo, tan pesado
    como momias de siemprevivas,

    y que reviviendo tu sonrisa, amor mío, vertí el corazón liviano en la pila de un viento viejo que ya no oía.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Mar 24 Mayo 2022, 04:49, editado 1 vez

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    Markus Hediger (1959-  Empty Re: Markus Hediger (1959-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 10 Abr 2022, 15:40

    .


    Algunos poemas de MARCUS HEDIGER de su obra De este lado de la luz (2009):


    VIII

    Luego levanté la piedra
    y le di la vuelta, una clara tarde
    de primavera. No hubo cochinilla
    huyendo espantada, sino el ojo húmedo,
    negro de una sombra que me miraba.

    (Traducción de José Aníbal Campos y Markus Hediger)


    XII

    -¡Ahí, en el cielo! ¡Mira!
    -Ah sí, la luna… es casi luna llena…
    -¡En medio de la tarde!
    Extraño… diríase que lleva puesta,
    ¿no?… una boina ladeada…
    Traslúcido era el rostro…
    de la luna, encima de la playa
    de Aquitania, y tan lívido,
    que a través de su cráneo creíamos ver
    su occipucio oscuro. -Ladeada…
    eso es, ladeada… Y pensar
    que pronto… Y calló. -¿Que pronto…?
    Continúa callado.
    Desde hace doce años su voz es silencio.
    Y yo, las tardes de luna
    ligera colgada del cielo,
    sueño con él, siempre, e intento
    terminar su frase: -Y pensar
    que pronto estaré ahí detrás
    y desde ahí te miraré…

    (Traducción de Sara Cohen)


    XIII

    Y esta desconocida, sentada
    en un rincón del Quick, boina burdeos
    baja sobre la frente, abrigo negro
    con forro en jirones, manos abandonadas
    sobre un plato de plástico
    con un cono de patatas fritas.
    Ha perdido sus pestañas, pero sus ojos,
    abandonados por la luz,
    van de un lado al otro de la sala.
    Habrá perdido sus dientes, a juzgar
    por la hondonada en sus mejillas,
    mas su boca de labios sin contornos
    se la ve mascar, nerviosa,
    mascar, rumiar ¿qué recuerdos,
    qué amargura clavada en su cuerpo,
    o qué imagen desde siempre
    dolorosa?
    ………..La encontrarán
    una mañana, sí. ¿Bajo qué arco
    del Sena con acidez de antigua orina,
    al pie de qué banco del parque público
    (a menos que los parques públicos
    estén cerrados de noche), sobre qué acera
    la encontrarán entonces,
    extendida a través de la rejilla
    de un pozo de aireación, mientras
    el subterráneo respirará
    suavemente con su boca?
    Y nadie quizá conocerá
    su nombre. Y nadie reclamará
    el cuerpo de la mujer de rojo y negro.

    (Traducción por José Aníbal Campos y Markus Hediger)


    XXI

    Este armario entre dos mundos
    y los otros muebles del desván,
    la abuela decía que eran
    de Rosa. El armario es de roble
    y está abierto. De él ha caído
    negrura. Mucha negrura. Faldas,
    abrigos, todo negro, sudores desvanecidos.
    Apenas queda una alusión
    de alcanfor. -Dime, ¿dónde está la tía
    Rosa? Del  baúl de la ropa, de madera
    pintada, se desborda el blancor,
    todo blancor. Camisones
    y más camisones.
    ¿acaso también una noche en blanco?
    Menos dos libros revestidos de tela
    raída, uno grande y pesado,
    uno pequeño, “Mutters Gebetbuch”.
    -¿Dónde está? ¿Donde el buen Dios?
    -No no dice la abuela está… cómo decir?…
    .  .  .
    Ella, Rosa, está allá,
    en el fondo del parque, sí, debe ser ella,
    la abuela ha dicho: -Espera aquí,
    no te muevas, voy a buscar a Rosa.
    Él espera. En un banco bajo los árboles
    espera, llovizna de luz
    entre las hojas. Y el tiempo parece
    no fundirse en esta tarde,
    ¿de verano, de primavera? ¿Cómo
    saber, cómo encontrar su huella? Han
    pasado cuarenta años. Rosa
    está allá, saliendo de un edificio
    larguísimo y blanco. Y viene,
    colgada al brazo de la abuela,
    hacia él, viene de lejos, de tan lejos
    que es del margen del mundo. Y él dice,
    tendiendo la mano, buenos días,
    mas la tía Rosa sin decir palabra pasa,
    ha pasado sin mirar, un moño apretado
    en la nuca. Y eso fue todo. Rosa
    murió en mil novecientos ochenta.

    (Traducción de José Aníbal Campos y Markus Hediger)


    XXIV

    ver que se adelanta, la garganta al aire,
    el hombre más bello, no desear amar…

    ALFONSINA STORNI

    Es el verano de mis trece años.
    El mar, el mar, es la primera vez
    que veo el mar.
    Es el final de un día, mis padres van a
    regresar al hotel: -¡Id vosotros!
    Yo me quedo un poco más…

    Sólo nosotros dos, rezagados
    en la playa. Está allí,
    de pie contra el horizonte, un hombre.
    Viste un traje de baño rojo
    y sobre el vello sombreado
    de su pecho brilla un objeto de oro.
    Tiene bucles morenos.

    ¿Cómo acercarme a él, cómo? ¿Cómo
    abordarlo y qué decir a este muchacho
    con las tres o cuatro palabras
    leídas al vuelo en un libro de lenguas?
    De repente veo coas
    moverse, justo a unos pasos de mí,
    a flor de mar gris. Mientras me inclino
    -¡Qué horror!… pero…, pero ¿qué
    son todas esas cosas?...- veo unos bichos
    salir de la arena, un bullicio
    de cangrejos, diríase. Oigo reír,
    el hombre del ceñido traje de baño ríe
    y mi corazón late enloquecido,
    de entre sus labios asciende un canto
    que cae en cascadas acariciándole
    la piel, que en el atardecer
    parece latón umbroso. -Non capisco
    La tenue luz que viene del fondo
    de sus ojos azules. Su sonrisa. -Hotel…
    albergo… genitori

    Los dos nos encogemos de hombros.
    Y dejo entonces al que debe
    no dejarme, jamás,
    a orillas del mar en el atardecer.
    Él no se dio la vuelta.

    (Traducción de José Aníbal Campos y Markus Hediger)


    XXX

    Es un atardecer. La brisa trae
    el perfume de los saúcos. Sobre un banco
    frente a su casa, Mina,
    sombrerera retirada, está sentada,
    respirando hondo. Tiene
    los ojos cerrados. Dejó
    su labor de punto y las manos reposan
    sobre el delantal. Mina,
    Mina Hirt, ése es su nombre, aspira,
    una sonrisa en sus labios que las arrugas
    ponen entre paréntesis.
    Un recuerdo, ¿quién sabe?, la visita,
    Mina corriendo con su vestido
    de verano que se infla, tiene una cita,
    es un atardecer. Y los saúcos transpiran
    al otro lado de su vida.

    Tan raro era que Mina
    se sentara en otro sitio que no fuera
    su mirador, al fondo de un gran jardín,
    ocupada en coser, en tejer…
    Y sobre sus gafas
    de carey, a lo largo de los decenios
    había espiado, detrás
    de las cortinas retenidas por los alzapaños,
    a quien pasaba por la calle. Está muerta,
    hace tiempo ya que Mina
    está muerta y su tumba es un lugar de olvido,
    y muerta, está aquí, Mina
    Hirt, en su ventana de siempre,
    y me hace señas con la mano.

    (Traducción de Rodofo Häsler)


    XXXIII

    Homenaje a Alfonsina S.,
    7 IV 05

    Se sabe que es aquí mismo
    donde el mar tan amado por ella
    depositó sus despojos
    desde ahora despojados de dolor.
    Se dice que allá, sobre el oro de la arena,
    abandonó sus zapatos
    tan pequeños y les confió un poema.
    ¿Acaso se quitó el vestido
    para mejor desposarse con el mar?
    ¿Para ser esta alba y estas espumas,
    para ser esta azucena y blanca
    y sobre todo casta?… Quizá
    caminó a lo largo de la playa,
    esa tarde de octubre, antes de alcanzar
    a su gran pez de oro que la saluda
    con un ramo de corales rojos,
    su pulpo con un guiño lleno de sonrisas…
    Y se sabe, Alfonsina,
    que tú duermes para siempre
    en una cama un poco más azul que el mar.

    (Traducción de Rodolfo Häsler)


    XXXVII

    19, rue Labat

     
    Ahí va, se ha ido. Y yo aquí solo.
    De dos en dos desciende la escalera,
    cada vez más abajo, la mano en la barandilla,
    luego el golpe seco en la puerta.
     
    He aquí el cuarto, la cama deshecha.
    –Estuvo bien –dijo poniéndose
    la chaqueta–, muy bien. Pero bueno…
    Una sonrisa, un encogimiento de hombros.
     
    Estoy bajo el edredón, está tibio,
    en torno se adensa la sombra. Un rastro
    de olor y de calor de su cuerpo.
    Murmuro a la almohada su nombre.
     
    (Traducción por José Aníbal Campos y Markus Hediger)

    XLIII

    Mientras encuentro por azar unas fotos
    mías, fotos anaranjadas
    por los años, me digo
    ……………………...mira,
    ese muchacho de cabello rojo tiene cierta
    gracia en el rostro y hasta una hebra
    de belleza en su cuerpo luminoso
    deseo del Hombre de piel canela,
    de la lengua donde se desposan
    sol y savia y sonoridad.
    Su mirada sueña y sonríe.
    Lee libros y sueña con aquellos
    que pronto escribirá, piezas
    teatrales, a los dieciséis,
    la gloria es para mañana, porque ya a los veinte
    se es viejo. Y con el amor, claro,
    sueña acariciando
    cuerpos, otros cuerpos, más cuerpos aún,
    no importa dónde, y luego se recorta
    de la niebla de un baño turco la figura
    de aquel que lo ama, y que morirá.

    Mientras veo en el espejo
    mi rostro, un rostro donde el tiempo
    abre su abanico de arrugas
    en los bordes de los ojos, me digo
    …………………………………….y bien,
    muchacho de cabello cobrizo y canoso,
    dónde están tus libros,  dónde tus piezas
    teatrales, hete aquí trasegando palabras de otros,
    hete aquí, poeta, un poco,
    al ritmo de un poema o dos por año,
    la gloria ya para otra vida,
    tal vez, porque a los cincuenta
    es otoño, fiesta de San Martín,
    a lo mejor el Día de Difuntos, pálido
    sol postrero. Y el amor ha huido,
    huido hacia allí, lejos, muy lejos de ti.

    (Traducción por José Aníbal Campos y Markus Hediger)

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    Markus Hediger (1959-  Empty Re: Markus Hediger (1959-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 11 Abr 2022, 11:55

    .


    Algunos poemas de MARCUS HEDIGER de su obra En el cenicero del tiempo (2021):


    I

    En el tranvía 3, desde mi asiento,
    veo a un hombre solo sentado detrás de
    otro hombre en sí mismo amurallado,
    y otro que, solo, delante se arrellana.
     
    Ese hombre entre rubio y blanco, de gafas,
    está inclinado sobre un libro que marca,
    lápiz en mano, con pestañas de luna
    que apenas afloran sobre el blancor
     
    de los bordes o se borran apenas.
    Al dirigirme a la salida
    veo que su lectura es de poemas
    y leo al vuelo: En el tranvía 3…
     
    (Traducción por José Luis Reina Palazón)


    IX

    leyendo a Vincenzo Cardarelli

     
    … donde soy, a lo largo y ancho,
    el único no inclinado sobre
    el pozo de un espejo de bolsillo
    que pulgares e índices toquetean,
    él que no arruga la gaceta
    Hojear & Tirar heredada de
    transeúntes y viajeros. Por espacio
    de una parada estoy inmerso
    en el fondo de una mirada rememorada
    en un poema.
    ……………Y yo, me vuelvo a ver
    esta tarde de finales de otoño
    y casi un tercio de siglo arriba:
    transportes públicos en hora
    punta, un libro sobre mis rodillas.
    Entonces, levantando los ojos
    en aquel tranvía, es el… ¿Pero qué es…?
    Es el Deseo que me mira
    ahí delante, que me mira
    fijamente, ahí de pie, a tres pasos
    de mí, un hombre joven de cabellos negros,
    de ojos de brillo sombrío, sombreados
    de pestañas bajadas sobre mí, párpados
    que parecen estar allí para
    no humedecer sus ojos, jamás,
    estanques gemelos que me invitan…
    Invitación a… Si yo fuera Blanche
    DuBois, me levantaría e iría
    donde tú: – Young man
    Te miraría con ojos tiernos, young, young,
    young, young – man! Has anyone ever
    told you that you look like a
    young prince out of the Arabian Nights?

    Yo no soy Blanche, oh mi
    bello desconocido, me gustaría tanto just
    once
    abrazarte softly and sweetly
    on your mouth
    … Pero… pero ¡caray! ¿Dónde
    estás? Salió. Partió. Lejos de mí…
     
    Despertado de esas miradas,
    sorprendo a otra, allá, y rápido
    me evita. Flota una sonrisa
    que querrá decir: y bien, ¿te sucede a menudo
    hablar así contigo mismo?
     
    (Traducción por José Luis Reina Palazón)


    XII

    para Mehmet Ysin

    La poesía ha tenido a bien retomarme,
    ¿hasta cuando? Me doy prisa pues en escribir
    alguna cosa: “Un domingo por la tarde
    en la ventana: dando con los talones
    en la alfombra de mi habitación, miro
    caer la lluvia y el tiempo pasar, lento,
    no pasar, pasar, lento, en Infancia”.

    Puesto que la poesía es buena conmigo,
    continúo, sentado en este café
    de Estambul, donde los camareros, todos belleza
    esbelta y juventud, circulan a mi alrededor:
    “Heme aquí en la habitación de hoy.
    He aquí el armario ancestral llegado,
    a través de olvidos y tiempos, hasta mí.
    Mi armario es museo, mausoleo,
    según. Museo guardando mitos:
    cuadernos o cuadros de los días en que yo era
    adolescente, donde de verdad
    me sentía gran dramaturgo en ciernes,
    otros cuadernos azulados de negras preocupaciones
    de mis veinte años, treinta años… -tantas penas
    de corazón, preguntas, preguntas herida
    abierta- y todo esto rumiado hasta
    la saciedad. Mausoleo encerrando momias
    sobre todo, en cada instante resucitables,
    sí, pero yo no tengo ya el valor para eso.
    Más bien mausoleo donde están apiladas,
    en algún rincón, cantidades de casetes
    de contestador, voces nunca apagadas.
    Entre otras encontraría a mi madre”.

    Ella tiene el aire de no querer abandonarme
    tan pronto, yo añado entonces rápido:
    “Mi mesa de trabajo. Bajo papeles,
    pegada, repegada, mi agenda de direcciones.
    Llena de nombres, calientes aún en mi memoria,
    rayados, marcados de cruces. Cipreses y sauces”.

    Basta. Levantar la nariz de mi cuaderno,
    dejar resbalar mis ojos sobre los rostros
    de los camareros. Cómo van y van y vienen.
    Alisar los bordes de este libro de poemas
    donde el Abuelo es olivo de dolor:
    Constantinopla ya no espera a nadie…

    (Traducción de José Luis Reina Palazón)


    XL

    Las dos alas de la puerta ventana,
    doble página donde a veces unos rostros
    olvidados o bien borrados del registro
    de los vivos por la noche sobre los cristales vienen
    a leer a escondidas sobre lo ocurrido
    aquí, a reflejarse, a reconocerse,
    sorprendidos de ser descubiertos en flagrante
    lectura, ¡oh! de ser reconocidos aún,
    mirados desde este lado de las cosas
    donde ya para nadie existen.
     
    (Traducción por Rodolfo Häsler)


    XLVII

    Nunca nos hemos hablado, usted y yo,
    lo máximo: un “Grüezi, señorita
    Lüscher”. “Grüess di wohl…”, entonces no era más
    que un chico pálido, delgado y rubio rojizo.

    Yo la veía, la miraba
    venir de lejos, con pasos menudos y lentos,
    yo la esperaba en la calle.
    Usted pasaba. Vestida de negro y con guantes
    de hilo, toda de luto, pero ¿de duelo por quién?
    a fin de cuentas era usted Fräulein Lydia Lüscher,
    su paraguas abierto apoyado
    en el hombro, a media tarde,
    caminaba derecho, bajo el cielo
    azul de un día soleado -era verano,
    siempre verano-, caminaba usted,
    doblada por el fardo de treinta
    mil y algunos miles de días más,
    única sombra entre las casas espaciadas.
    Se acercaba usted, sus pasos siempre haciendo
    susurrar la gravilla gris y seca.
    Estaba usted ahí, ante mí, de perfil,
    mentón pegado, clavado en el pecho,
    pasaba usted. Yo la miraba pasar
    y bajo su paraguas en umbela
    paso a paso la veía alejarse, desaparecer.

    Muerta, enterrada en el pueblo.
    Poco visitada, o nunca, su tumba
    con la cruz de madera negra
    es el sitio de encuentro de las hierbas
    (que en los demás jardincillos
    se observan con el ceño fruncido)
    y con un poco de musgo para Todos los Santos.
    Lejos de ser eterno,
    el gran sueño de la señorita
    Lydia L., una mañana le dicen:
    -¡Ey, usted, allá abajo! ¡Levántese,
    vaya a donde quiera, se acabó!
    Y así hace, y así camina
    ella bajo el sol haciendo crepitar
    la grava a lo largo de un poema.

    (Traducción de José Luis Reina Palazón)


    L

    Aquella tarde de noviembre, en la esquina de la calle
    bajo mi casa, caída la noche,
    me detengo a mirar ese casi
    nada de las tres viejas robinias
    eutanasiadas esa misma tarde,

    mientras que otra, en el cementerio
    del pueblo, un reclamo pasa de una urna a la otra:
    -¿Arthur? ¿Qué es ese rumorcillo, Arthur?
    ¿No lo oyes? -Sí, sí, lo oigo,
    Emma… Diría que es un rayar
    de cerillas. -¡Ah, es cierto…! Entonces debe ser
    él, ¿sabes…? ¿Cómo se llama…? Viene
    de lejos lejos para poner velitas,
    porque quién sabe si no sea nuestra fiesta…
    el tres de octubre, el veinticinco,
    Todos los Santos, el Día de… Ése, ya sabes…

    Esta mañana de mayo, en el pequeño jardín
    frente a mi casa, los castaños han encendido
    por fin sus candelabros en sus pantallas
    blancas, mientras en el patio
    el saúco, justo bajo mi ventana,
    abre delicadamente su primera umbela,

    y tres cuatro colinas más allá,
    a pocos pasos de un árbol, bajo las flores,
    se reinicia de un vaso al otro el diálogo:
    -¿Emma? ¿Qué es ese rumor infernal, Emma?
    -Son los destripadores, los vaciadores de tumbas,
    están aquí para trasladarnos, sí,
    ha sonado la hora, por última… -Emma,
    están destrozando nuestra piedra,
    entonces destrozarán también nuestras… nuestras…
    -Nada quedará de nosotros, o poca cosa.
    -¿Querrás decir apenas un soplo de aire desvanecido?

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    Markus Hediger (1959-  Empty Re: Markus Hediger (1959-

    Mensaje por cecilia gargantini Miér 14 Jun 2023, 14:51

    XIV

    Cuando comienza a nevar
    me aferro a las sílabas
    que me arrastran a través de un pozo en ese país lento maravillado donde
    todos los caminos van a la casa de la madre.

    Un autor muy interesante, con abordajes muy originales!!!!!!!! Gracias Pedro por traerlo!!!!
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    Markus Hediger (1959-  Empty Re: Markus Hediger (1959-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 20 Jun 2023, 07:34

    Gracias a ti por tu interés, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro


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