Aires de Libertad

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    Fabio Morábito (1955-

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    Fabio Morábito (1955- Empty Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 29 Oct 2022, 14:20

    .


    Fabio Morábito (Alejandría, 21 de febrero de 1955) es un escritor italo-mexicano, que escribe en español.​ Su obra, que incluye novelas, cuentos, poemas y ensayos, ha sido reconocida por la crítica, sobre todo sus cuentos y poemas, los cuales le han significado la obtención de varios premios.

    Vida

    A pesar de haber nacido en Egipto, debido al origen de sus padres, su nacionalidad es italiana y es en Milán, Italia, donde transcurrió su infancia. A los 15 años y sin saber apenas español, su familia emigró a México. Desde entonces ha fijado su residencia en ese país. Además, pese a ser el italiano su lengua materna, toda su obra literaria la ha producido en español.​

    Su estilo se destaca por tener como tema recurrente lo cotidiano, lo explora de una manera original para permitir al lector nuevas formas.

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Fabio_Mor%C3%A1bito )


    *


    Algunos poemas de Fabio Morábito:


    De Lotes baldíos, 1984:


    BIEN, YA TENEMOS MURO

    Bien. Ya tenemos muro;
    hay que mirarlo, ahora,
    imaginar la casa;

    es el mejor momento
    de una edificación:
    todo es limpio y posible,

    todo es un don del aire,
    todavía no hay nada
    que contar, sólo sueños.

    Quedémonos un poco
    en esta prehistoria,
    esta tierra de nadie
    donde el muro es de todos.



    SI TE REVUELCA LA OLA

    A Sandra Suter
    que se quedó nadando


    Si te revuelca la ola
    procura que sea joven,
    esbelta, ardiente,

    te dejará molido el cuerpo
    y el corazón más grande;
    cuídate de las olas

    retóricas y vejas,
    de las olas con prisa,

    y la peor de todas,
    de la ola asesina,

    la ola que regresa.



    CUARTETO DE POMPEYA

    I

    Nos desnudamos tanto
    hasta perder el sexo
    debajo de la cama,

    nos desnudamos tanto
    que las moscas juraban
    que habíamos muerto.

    Te desnudé por dentro,
    te desquicié tan hondo
    que se extravió mi orgasmo.

    Nos desnudamos tanto
    que olíamos a quemado,
    que cien veces la lava
    volvió para escondernos.

    II

    Me hiciste tanto daño
    con tu boca, tus dedos,
    me hacías saltar tan alto

    que yo era tu estandarte
    aunque no hubiera viento.
    Me desnudaste tanto

    que pronuncié mi nombre
    y me dolió la lengua,
    los años me dolieron.

    Nos desnudamos tanto
    que los dioses temblaron,
    que cien veces mandaron
    las lavas a escondernos.

    III

    Te frotabas tan rápido
    los senos que dos veces
    caí en sus remolinos,

    movías el culo lento,
    en alto, para arrearme
    a su negra emboscada,

    su mediodía perenne.
    Abrías tanto su historia,
    gritaba su naufragio…

    Nos desnudamos tanto
    que no nos conocíamos,
    que los dioses mandaron
    la lava a reinventarnos.

    IV

    Te desmentí de cabo
    a rabo devolviéndote
    a tus primeros actos,

    te escudriñé profundo
    hasta escuchar la historia
    amarga de tu cuerpo,

    pues sólo el amor sabe
    cómo llegar tan hondo
    sin molestar la sangre.

    Esa noche la lava
    mudó el paisaje en piedra.
    Tú y yo fuimos lo único
    que se murió de veras.




    De De lunes todo el año, 1992:


    ÉPOCA DE CRISIS

    Este edificio tiene
    los ladrillos huecos,
    se llega a saber todo
    de los otros,
    se aprende a distinguir
    las voces y los coitos.
    Unos aprenden a fingir
    que son felices,
    otros que son profundos.
    A veces algún beso
    de los pisos altos
    se pierde en los departamentos
    inferiores,
    hay que bajar a recogerlo:
    "Mi beso, por favor,
    si es tan amable".
    "Se lo guardé en papel periódico".
    Un edificio tiene
    su época de oro,
    los años y el desgaste
    lo adelgazan,
    le dan un parecido
    con la vida que transcurre.
    La arquitectura pierde peso
    y gana la costumbre,
    gana el decoro.
    La jerarquía de las paredes,
    se disuelve,
    el techo, el piso, todo
    se hace cóncavo,
    es cuando huyen los jóvenes,
    le dan la vuelta al mundo.
    Quieren vivir en edificios
    vírgenes,
    quieren por techo el techo
    y por paredes las paredes,
    no quieren otra índole
    de espacio.
    Este edificio no contenta
    a nadie,
    está en su época de crisis,
    de derrumbarlo habría
    que derrumbarlo ahora,
    después va a ser difícil.



    MUDANZA

    A fuerza de mudarme
    he aprendido a no pegar
    los muebles a los muros,
    a no clavar muy hondo,
    a atornillar sólo lo justo.
    He aprendido a respetar las huellas
    de los viejos inquilinos:
    un clavo, una moldura,
    una pequeña ménsula,
    que dejo en su lugar
    aunque me estorben.
    Algunas manchas las heredo
    sin limpiarlas,
    entro en la nueva casa
    tratando de entender,
    es más,
    viendo por dónde habré de irme.
    Dejo que la mudanza
    se disuelva como una fiebre,
    como una costra que se cae,
    no quiero hacer ruido.
    Porque los inquilinos
    nunca mueren.
    Cuando nos vamos,
    cuando dejamos otra vez
    los muros como los tuvimos,
    siempre queda algún clavo de ellos
    en un rincón
    o un estropicio
    que no supimos resolver.



    EMIGRANTES

    Los tíos se mueren lejos,
    en medio está el Atlántico,
    los primos envejecen.
    Desde hace años
    no nos mandamos otras fotos
    que las de nuestros hijos.
    Ya no tenemos nada que decirnos.
    Qué enorme goma de borrar
    es el océano,
    con más verdad
    que todas las promesas.
    Ahora, si escribiera,
    escribiría a los que ya murieron:
    a Ettore, por ejemplo,
    o a mi tío Roberto;
    se han vuelto los parientes
    más cercanos,
    se han vuelto transparentes.
    Tal vez espero
    que los otros mueran
    para amarlos,
    para entenderlos,
    para decir
    crucé el Atlántico de veras.



    UN VIAJE A PÁTZCUARO

    A los dieciséis años,
    sin un motivo claro,
    compré un boleto para Pátzcuaro.
    Viajé toda la noche en un camión
    semivacío.
    Pude haber ido
    a Zacatecas o a Querétaro,
    o a cualquier otra parte.
    Nunca viajaba rumbo al mar,
    el mar era la meta de los viejos,
    quitaba a un viaje su heroísmo.
    Llegué al amanecer
    a Pátzcuaro,
    la plaza estaba sola,
    desiertos los portales,
    solo se oían mis pasos,
    como en un cuadro de De Chirico.
    Un primer rayo se posaba
    en la cabeza de la estatua
    de Quiroga.
    Una mujer salió a barrer
    la acera, la acera de un hotel
    que a mí me pareció de lujo
    (porque tenía dieciséis años),
    y me ofreció una habitación.
    Estaba en el segundo piso.
    Daba a la estatua,
    tenía un balcón,
    tenía una mesa hermosa
    junto a la ventana,
    era muy amplia y luminosa.
    No me atreví a tomarla.
    Y ese era el cuarto idóneo para mí,
    tenía la luz
    de mis dieciséis años.
    Tal vez ahora sería otro,
    todo sería distinto,
    no escribiría lo que escribo.
    ¿Quién volverá a ofrecerme
    en el silencio de una plaza
    un cuarto así, enfrente de una estatua?
    Tal vez no he vuelto a tener años
    desde entonces,
    soy todo lo que fui a los dieciséis
    o un poco menos.
    En otro hotel,
    oscuro y anodino,
    al que me fui a meter
    a tres o cuatro cuadras de la plaza,
    alguien gritó que me callara
    cuando empecé a tocar guitarra.
    No había balcón y la ventana
    daba a un patio gris.
    Cómo me odié despacio
    por ese viaje
    que no sabía llevar a cabo.
    ¿Por qué venir a Pátzcuaro, a Janitzio,
    por qué cargar con la guitarra
    si apenas la tocaba,
    por qué tocarla, si así
    solo apuraba mi regreso
    y todo me era indiferente?
    ¿Por qué viajar
    para volver,
    para probarse, tapándose los ojos?
    Estuve a un pelo de tener mi edad,
    tal vez,
    a un pelo de tocar el fondo sin dolor.
    ¡El viejo vicio de los míos
    de creer en la experiencia,
    no en los ojos,
    y no coger al vuelo nada,
    como un pecado!
    No estuve cuatro días en Pátzcuaro,
    solo el primer minuto,
    y solo en ese tiempo fui perfecto,
    el tiempo de dar vuelta a los poirtales
    sin nadie que me viera ni me oyera,
    como en un cuadro de De Chirico.



    MI MADRE YA NO HA IDO AL MAR

    Mi madre ya no ha ido
    al mar
    lleva una buena cantidad de años
    tierra adentro,
    un siglo de interioridad
    cumpliéndose.
    Se ha resecado de sus hijos
    y vive lejos
    de otros consanguíneos.
    Es como una escultura de sí misma
    y sólo el mar
    que quita el fárrago
    acumulado en la ciudad
    puede acercarla a su pasado,
    hacia su muerte verdadera,
    y hacer que crezca nuevamente.
    Mi madre necesita algún
    estruendo entre los pies,
    una monótona insistencia en los oídos,
    una palabra adversa
    y simple que la canse,
    y necesita que la llamen,
    oír su nombre en otros labios,
    pedir perdón
    y hacer promesas,
    ya no se tropieza
    en nada sustantivo.
    Tengo que armarme de valor
    para llevarla al mar,
    armarme de mis años
    que he olvidado,
    reunirme con mi madre en otro tiempo,
    con un yo mismo que enterré
    y que ella guarda sin decirmelo,
    tengo que armarme de valor
    para perder confianza
    en lo que sé
    y regresar al día
    en que mi risa quedó trunca
    entre las páginas de un libro,
    cerrar el libro y completar la risa,
    cerrar todos los libros y reírme,
    cerrar todos los ojos
    que abrí para que nadie me agrediera.
    Es hora de desdibujarme,
    lo que aprendí enhorabuena,
    lo que olvidé también,
    es hora de ser hijo de alguien
    y de tener un hijo
    y un esqueleto para ir al mar,
    para morir
    con cada hueso sin pedir ayuda.
    Salí hace años a rodearla a ella
    para volver al mar más solo
    o acaso fui a rodear el mar
    para ser hijo de otro modo de mi madre,
    ya no me acuerdo qué buscaba,
    mi madre ya no ha ido
    al mar,
    y no llevarla es no reconciliarme
    con el mar, no ver el mar
    como se ve después de niño,
    no ver cómo es mi madre ahora
    y no saber nada de mí mismo.



    EL TRÁFICO NO CANSA

    El tráfico no cansa,
    nos cansarían las calles
    anchas, despejadas,
    como nos cansan los sermones.

    El tráfico amalgama
    y nos libera de una cantidad
    de calles fatuas,
    sin remedio.

    Uno se deja transportar
    por otras decisiones,
    se integra a un ritmo,
    apenas se desvía de un tronco
    otro lo absorbe,
    poniéndolo al corriente.

    Nadie se queda solo
    con sus argumentos,
    nadie se pierde.

    El tráfico lo surte
    a uno de más tráfico,
    lo reconduce siempre
    aunque por poco
    al punto que dejó.

    Así era las murallas
    de otra época:
    traían de vuelta a cada uno,
    a nadie lo dejaban solo
    con sus argumentos.



    ARS POETICA


    Yo nunca tuve anhelos
    de motorización,
    es más, nunca pedí a mis padres
    un vehículo,
    hasta la bicicleta me aburría,
    me limité a mis pies,
    a mi sentido del cansancio.
    Nunca he viajado rápido,
    pero he viajado,
    mis huesos cambian de dolor
    cada cien metros
    y nadie sabe como yo qué es un kilómetro.



    A TIENTAS

    Cada libro que escribo
    me envejece,
    me vuelve un descreído.
    Escribo en contra
    de mis pensamientos
    y en contra del ruido
    de mis hábitos.
    Con cada libro
    pago un viaje
    que no hice.
    En cada página que acabo
    cumplo con un acuerdo,
    me digo adiós
    desde lo más recóndito,
    pero sin alcanzar a ir muy lejos.
    Escribo para no quedar
    en medio de mi carne,
    para que no me tiente el centro,
    para rodear y resistir,
    escribo para hacerme a un lado,
    pero sin alcanzar a desprenderme.



    SOLLOZOS

    Yo siempre llego tarde
    a los entierros,
    cuando los ojos
    de los concurrentes
    se han secado
    y algunos ya olvidaron
    la cara del difunto,
    qué edad tenía,
    de qué murió.
    Entonces llego yo
    con mi llanto anacrónico,
    con el negro de mi luto
    en todo su candor aún,
    reparto abrazos
    como incendios,
    retengo entre mis manos
    las manos de la viuda
    y de los huérfanos,
    todo el cortejo asiste
    a mi dolor,
    nadie se atreve a contrariarlo,
    la gente se avergüenza
    y vuelve a apretujarse
    alrededor del muerto,
    la viuda no resiste
    y rompe a sollozar,
    los huérfanos también
    y el llanto crece nuevamente,
    alcanza a todos,
    los que no habíamos llorado aún,
    los que andan por ahí,
    que advierten que es un llanto de reflujo,
    de envergadura,
    y entran en él,
    se olvidan de sus muertos,
    o los recuerdan con más claridad,
    y el llanto se hace caudaloso,
    arrastra llantos de otros épocas,
    se advierte su bramido de gran llanto
    que se expande
    y se desliga de los muertos,
    por eso llego tarde
    al llanto de los otros,
    vengo con otro llanto
    en la garganta
    que suelto entre los cuerpos húmedos
    y veo cómo se prende en cada lágrima,
    se enrosca,
    crepita en cada uno,
    y soy el único que sabe
    que es mi desdicha
    la que está llorando,
    que están llorando por mis muertos
    y me regalan sus sollozos.



    UN POCO DE UTOPÍA

    Ahora el circo afloja
    sus junturas, se ablanda,
    desafina su música,
    los hombres encajonan
    las bestias en los trailers,
    se va un pedazo de África,
    un poco de utopía.
    Quien queda, queda en este
    baldío sin hermosura.
    Entonces aparece un perro
    y husmea los excrementos
    dejados por las bestias,
    un perro, un simple perro,
    un perro en libertad
    como todos los perros,
    y yo lo miro indrédulo:
    un perro, ¿qué es un perro?
    Lo miro que da vueltas,
    me limpia de otras faunas,
    me redibuja hasta dejarme
    como soy: un hombre,
    un simple hombre.

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    Fabio Morábito (1955- Empty Re: Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por Amalia Lateano Sáb 29 Oct 2022, 21:42

    Mi querido Pedro:

    Muchos de mis libros los he ido comprando junto con las ediciones del periodico.
    Tanto de La Nación , como de CLARIN; cuando se es docente, esto nos da facilidad para adquirirlos.

    El diario argentino El Clarín, publicó "El idioma materno" de Fabio Morábito y por eso lo conozco.
    Es una aguda reflexión sobre las experiencias que desde temprana edad han contribuido a
    convertirle en el escritor que hoy es.

    Da cuenta en ellos del origen de una vocación.

    No conocía su Poesía.

    Muchas gracias por compartir!!
    Un beso
    Amalia

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    Fabio Morábito (1955- Empty Re: Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 30 Oct 2022, 04:56

    Gracias a ti por tu interés y por la información que aportas, Amalia.. A mi me ha llamado poderosamente la atención que muchos de los poetas hispanoamericanos que estoy descubriendo y trayendo al foro ultimamente, son descendientes de emigrantes italianos.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Fabio Morábito (1955- Empty Re: Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 30 Oct 2022, 05:54

    .


    De Alguien de lava, 2002:


    PARA QUE SE FUERA LA MOSCA

    Para que se fuera la mosca
    abrí los vidrios
    y continué escribiendo.
    Era una mosca chica,
    no hacía ruido,
    no me estorbaba en lo más mínimo,
    pero tal vez empezaría
    a zumbar.
    Un aire frío,
    suave,
    entró en el cuarto;
    no me estorbaba en lo más mínimo,
    pero no se llevaba
    con mis versos.
    Cambié mis versos,
    los hice menos melodiosos,
    quité los puntos,
    los materiales de sostén,
    las costras adheridas.
    Miré la mosca adolescente y gris,
    sin experiencia;
    no se movía del mismo punto,
    tal vez
    buscaba entrar en la corriente
    de las moscas,
    buscaba a su manera unas palabras mágicas.
    Rompí mis versos,
    a fuerza de quitarles costras
    habían quedado ajenos.
    Fui a la ventana,
    por un momento
    todo lo vi como una mosca,
    el aire impracticable,
    el mundo impracticable,
    la espera de un resquicio,
    de una blandura
    y del valor
    para atreverse.
    Fuimos el mismo adolescente gris,
    el mismo que no vuela.
    ¿Qué versos que calaran hondo
    no venían,
    de esos que nadie escribe,
    que están escritos ya,
    que inventan al poeta que los dice?
    Porque los versos no se inventan,
    los versos vienen y se forman
    en el instante justo de quietud
    que se consigue,
    cuando se está a la escucha
    como nunca.



    PUESTO QUE ESCRIBO EN UNA LENGUA

    Puesto que escribo en una lengua
    que aprendí,
    tengo que despertar
    cuando los otros duermen.
    Escribo como quien recoge agua
    de los muros,
    me inspira el primer sol
    de las paredes.
    Despierto antes que todos,
    pero en alto.
    Escribo antes que amanezca,
    cuando soy casi el único despierto
    y puedo equivocarme
    en una lengua que aprendí.
    Verso tras verso
    busco la prosa de este idioma
    que no es mío.
    No busco su poesía,
    sino bajar del piso alto
    en que amanezco.
    Verso tras verso busco,
    mientras los otros duermen,
    adelantarme a la lección del día.
    Oigo el ruido de la bomba
    que sube el agua a los tinacos
    y mientras sube el agua
    y el edificio se humedece
    desconecto el otro idioma
    que en el sueño
    entró en mis sueños,
    y mientras el agua sube,
    desciendo verso a verso como quien
    recoge idioma de los muros
    y llego tan abajo a veces,
    tan hermoso,
    que puedo permitirme,
    como un lujo,
    algún recuerdo.



    EL VIENTO, MAS

    El viento, mas
    que yo,
    se fuma este cigarro
    entre mis dedos,
    dejándome el placer
    de sOlo tres o cuatro bocanadas,
    y el mar expropia las palabras
    que te digo,
    porque, acostada, no me oyes.
    El sol, el viento y la marea
    te ensordecen
    y cuando me levanto
    para dar dos pasos,
    viendo mis huellas que se imprimen
    en la arena,
    pienso que esas pisadas mienten,
    que ya no piso así
    desde hace no sé cuándo;
    son huellas de otro
    que sobrevive en mis pisadas; pues las mías
    son mucho menos elocuentes.
    Tú, en cambio, que me ves
    completo e indivisible,
    sabes mejor que nadie cómo soy mortal,
    cómo mis huellas en la arena me describen
    y cómo se plasma en ellas lo que soy,
    sabes mejor que nadie cómo no escucharme.



    MI PADRE SIEMPRE TRABAJÓ EN LO MISMO

    Mi padre siempre trabajó en lo mismo.
    Él tan voluble,
    que entró y salió de tantas compañías,
    toda la vida trabajó en el plástico,
    tal vez porque nació donde no había montañas,
    en un país que no era el suyo,
    y lo sedujo una materia así,
    desmemoriada de su origen,
    que sabe regresar a su contorno
    como el cuerpo
    y que se saca de lo más profundo: del petróleo,
    donde se borran los países.
    Porque mi padre aprecia,
    en las personas y las cosas,
    que sean flexibles.
    Ajeno a las verdades que se empinan
    y a los esfuerzos y rodeos
    con que la savia aprende su camino,
    poco proclive a la madera y a los credos,
    a todo lo que pierde humor
    y gana arrugas,
    nació en la orilla de un desierto
    donde la falta de relieves disuadía
    de concienzudas búsquedas del alma.
    Tal vez por eso lo sedujo el plástico,
    que viene de lo más profundo,
    del último escalón del mundo
    que alcanzamos,
    de donde sube el sueño de una vida
    adolescente y mágica,
    irrompible,
    sin esos nudos que en la superficie
    delatan un penoso crecimiento.
    Lo que nos viene
    de lo más profundo,
    nos viene como un soplo
    o como un sueño,
    y a los que me inquirían
    sobre qué hacía mi padre,
    toda la vida contesté:
    trabaja en materiales plásticos,
    como una fórmula esotérica.
    ¿Toda la vida yo también
    trabajaré en lo mismo,
    en la escritura,
    en la palabra plástica y no rígida,
    que es la palabra que se saca de lo más profundo?
    ¿De qué petróleo íntimo
    nos salen las palabras que escribimos
    y a qué profundidad
    brota el estilo sin esfuerzo?
    ¿Qué tan a fondo
    están las gotas de lenguaje
    que nos curan
    y nos redimen de la superficie
    hablada?
    Voluble como él, nacido
    donde le tocó nacer,
    busco lo mismo: una lisura que no existe,
    una materia fácil como un soplo,
    algo que dicho y repetido no se arrugue
    y vuelva exactamente a su contorno.



    YO VINE AL MUNDO

    Yo vine al mundo
    en la ciudad más prostituida,
    más circular,
    más envidiada,
    todo se deteriora
    al acercarse a ella,
    todo trabaja en su favor
    para dejarla inalcanzable.
    A lo mejor se nace siempre así,
    a lo mejor todos nacimos en Alejandría.
    Jamás he de volver a verla
    porque mi edad, mis versos
    (¿no son lo mismo?)
    se han hecho
    de esta lejanía
    no de otra cosa.
    Mi verdadero lujo
    es éste: haber nacido
    donde no he de volver jamás,
    casi no haber nacido.
    Cuando me muera,
    si he de morir,
    me moriré más lejos que ninguno.



    LOS ÁRBOLES NO SON DE MADERA

    Los árboles no son de madera
    y no tocamos madera cuando tocamos un árbol.
    Un árbol,
    cuando ha exprimido el canto de sus ramas,
    se recuesta en su tumba de madera,
    toca madera y deja de ser árbol.
    La madera de una silla no es madera muerta
    y los árboles no son madera viva;
    los árboles son árboles
    y la madera es madera,
    y los árboles muertos
    son madera de pie,
    madera con ramas y pájaros,
    y no se sabe si los pájaros
    los toman como árboles
    o como lo que son: sillas silvestres,
    madera para descansar que anhela que la quemen.
    Los árboles se mueren de madera,
    y el fuego,
    que compendia en un minuto años de pájaros,
    años de hormigas por las ramas,
    conoce sólo un idioma: la madera,
    y no sabe nada de los árboles.



    TENGO UN PERRO INVISIBLE

    Tengo un perro invisible,
    llevo un cuadrúpedo por dentro
    que saco al parque
    como los otros a sus perros.
    Los otros perros,
    cuando al doblarme
    lo dejo en libertad
    para que juegue y corra, lo persiguen,
    solo sus dueños no lo ven,
    tal vez tampoco a mí me vean.
    Se ha ido dando a fuerza de paseos,
    anima e inquieta a la perrada
    y entre los dueños cunde la inquietud
    y llaman a sus perros
    para que no se forme la jauría.
    Tal vez tampoco a mí me vean,
    sentado en una banca,
    doblado un poco
    por el esfuerzo de dejarlo libre,
    y aunque no pueden verlo,
    tal vez sí ven al perro
    que invisible, como el mío,
    llevan dentro,
    la bestia que no sacan nunca,
    el perro que reprimen
    llevando de paseo a sus perros.



    HAY HERMANOS QUE NO APRENDEN

    A mi hermano

    Hay hermanos que no aprenden
    con la edad a caminar parejos,
    a nivelar sus años en la calle.
    Uno se apura y se adelanta,
    y el otro, pisando
    el surco abierto por su hermano,
    se ensimisma,
    tomando el surco como propio,
    aligerando la tarea del que abre paso,
    de modo que el favor es mutuo:
    el de adelante se hace cargo del trayecto
    y deja al otro libre de soñar
    y especular,
    quizá de ver más lejos,
    y el soñador, al emular
    los pasos del hermano que se apura,
    los absorbe
    para que el otro sienta cada paso propio envuelto
    en otros pasos que lo siguen,
    que lo disculpan
    y lo exoneran de pisar,
    que borran cada paso suyo
    para que vuele y no camine.



    VENTANAS ENCENDIDAS, MI TORMENTO

    Ventanas encendidas, mi tormento.
    Gente solo visible en esta hora.
    De día los edificios son triviales,
    de noche la fragilidad de su interior me hechiza.
    Se espía buscando desnudeces,
    pero también por hambre de poesía,
    hambre no de la piel del otro,
    sino de su manera de gastar latidos,
    de ver cómo transcurre un corazón ajeno.
    Por eso morbo y poesía andan juntos.
    Falta de prosa, mi tormento.
    Lo que se espía,
    siempre nos roe la duda
    de si lo vimos o fue un sueño,
    como ese día, hace años,
    que a escasos cinco metros
    vi a dos desnudos que se amaban.
    No habían corrido por la prisa las cortinas.
    Creí que estaba viendo una película.
    Oscuramente con sus besos me enterraban,
    me hundían en una ciénaga,
    porque el que espía se hace de lava,
    vuelve a las bóvedas rojizas,
    al fuego de las fraguas donde viven
    los cíclopes coléricos de un ojo,
    la vista fija en el metal que aplanan.
    Tal vez la intimidad de dos se basa
    en la derrota de un tercero
    que, expulsado, los espía,
    alguien de lava con la vista fija.
    Tal vez dos se desean porque un tercero
    lleva el recuento de sus labios
    y se intimida con el oro que despiden.
    Tal vez dos nunca existen,
    o dos afloran porque existe
    alguien de lava, un cíclope, un hundido.
    Ventanas encendidas, yo soy ése,
    y sólo quiero, mientras veo, ser visto,
    o al menos presentido
    por esos que, en su espacio limitado
    y con la luz prendida,
    sabiéndose espiados, lo agradezcan,
    y cada noche, sin decírselo,
    dejen por mí su vida descorrida;
    ser el oscuro atrás del vidrio,
    la brasa que persiste,
    la brisa que revuelve
    el estancado aire de sus días,
    el interior viciado por su aliento,
    oscuro y necesario como la escritura,
    que es brasa que también,
    con calculada lentitud, se enfría.




    De Delante de un prado una vaca, 2011:


    ENTRE TÚ Y YO JAMÁS HA HABIDO

    Entre tú y yo jamás ha habido
    un círculo, aunque sea tenue, de plata
    o de oro, una mínima
    presión en uno de tus dedos
    que le recuerde a tu circulación
    que existo. Hay quienes no conciben
    que dos se quieran
    sin un anillo de por medio.
    Confían que no perdura amor
    si no lo alumbra un aro.
    Los tuyos, con sus historias turbias, me intimidan.
    ¿Dónde cabría mi anillo en una mano tan completa?
    ¿Qué añadiría su brillo a tanto imperio?
    La mía, entre tus sortijas, sería una intrusa,
    y si alguien cree que apenas nos queremos
    al ver que nada mío amordaza tus huidas,
    que falta el lazo que declare nuestro vínculo,
    la argolla que sujeta el barco
    y nuestras manos siguen vírgenes, casi ajenas,
    mostrémosle, en vez de anillos, las heridas
    que desde hace tanto nos hicimos,
    las cicatrices que no brillan
    porque su resplandor es de otra índole.



    HA VUELTO A TEMBLAR

    Ha vuelto a temblar
    anoche, tan despacio,
    que nos quitó el rezo de la boca.

    Nos hemos dormido
    sin oración en los labios,
    la boca libre de Dios.

    Que cada noche temblara
    así de suave,
    como oración en los huesos,

    y los labios fueran libres
    de no creer en nada
    porque es creyente el cuerpo.



    ¿POR QUÉ ESA VENTANA

    ¿Por qué esa ventana
    está siempre encendida?
    ¿Qué enfermedad,
    insomnio o miedo
    impiden a sus dueños apagarla?
    Todas las noches,
    como un faro sobre un risco traicionero,
    alumbra como quien aleja,
    no como quien invita.
    Ventana que ni siquiera apaga el día.
    Adelantándose al crepúsculo,
    apresurándolo
    (somos la calle que anochece más temprano),
    se mimetiza entre las otras luces;
    después conforme sólo queda el alumbrado
    y todos duermen,
    extrae su espada muy despacio.
    Tú me comprendes, dice,
    sabes quién soy,
    y yo, su cómplice de enfrente,
    su velador cautivo,
    me llevo su recuadro horrendo
    debajo de los párpados
    que cierro sólo por costumbre,
    envenenado hasta la médula.


    YO, QUE HE OLVIDADO LAS PALABRAS

    Yo, que he olvidado las palabras
    de los rezos,
    enciendo el purificador de aire
    por la noche
    y su zumbido
    da un toque lírico a los muros de mi cuarto.
    También quien reza,
    me imagino,
    reforma el aire de su cuarto con su rezo,
    lo pasa por un filtro,
    pero prefiero este zumbido neutro,
    que es fe en estado puro,
    a las palabras de los rezos,
    que circunscriben una fe
    y estrechan el espíritu.
    Porque rezamos para recrear
    la combustión del fuego
    alrededor del cual nacieron
    los primeros círculos
    y las palabras son apenas un pretexto,
    un vehículo.
    Con el murmullo de los labios
    regresa otra murmullo
    que le dio forma a nuestro oído.
    Nuestras plegarias son el eco
    del trabajo de las llamas
    que levantaban de la nada un muro,
    un muro vivo, el único
    capaz de hacer a nuestro alrededor un templo.
    Enciendo el purificador de aire
    con el mismo desamparo de esas noches,
    de esas cuevas,
    enciendo mi plegaria absurda, atea,
    porque los labios ya no me responden.



    BENDITAS PUERTAS CREADORAS

    Benditas puertas, creadoras
    de la penumbra
    y del habla en voz baja,
    que fue la creadora a su vez
    de la escritura.
    Benditos goznes que nos separan
    de las bestias.
    Es fácil hoy decir malditas puertas,
    malditos libros,
    maldita la postura erguida.
    Haber bajado de los árboles
    fue la primera puerta que se abrió
    y se nos olvidó cerrarla.
    ¿Fue una omisión o una genialidad
    dejarla abierta por las dudas?
    El bosque nos persigue
    en nuestra prosa y nuestros versos,
    y toda puerta que abrimos,
    la abrimos todavía sobre un claro,
    y cada puerta que cerramos,
    aun la más inocua,
    pergeña una penumbra y un secreto.
    No terminamos de bajar al suelo,
    nuestra mayor herida,
    y a base de puertas lentamente
    nos curamos.



    LEO SIN QUERER LOS LABIOS

    Leo sin querer los labios,
    como si no creyera en mis oídos.
    Sería mejor, quizá, volverse sordo.
    Cotejo el movimiento de las bocas
    con el sonido que profieren,
    sin entregarme ni a la vista ni al oído,
    siempre a caballo entre los dos,
    enfermo de una exceso de habla
    y no de su carencia, como los sordomudos.
    Atiendo a la palabra articulada
    y a la palabra oída, que jamás se acoplan,
    y en desconfiar de ambas se me va la vida.



    VEO A MI PADRE ASOMADO A LA VENTANA

    Veo a mi padre asomado a la ventana.
    Sentado en el suelo del cuarto,

    miro su espalda ancha. Camino apenas.
    Qué hermoso es un padre

    cuando, asomado a una ventana,
    su espalda se recorta para el hijo.

    Le deja impreso su mejor recuerdo.
    Padre que encara el mundo,

    primera puerta que nos da la infancia,
    primer atisbo de que no todo es pecho.



    ESE BOMBERO ERA MAGNÍFICO

    Ese bombero era magnífico,
    dijo uno de los sobrevivientes
    de las Torres Gemelas,
    y se le quebró la voz.

    En medio de los gritos y el humo,
    mientras todos bajaban las escaleras,
    el joven bombero subía
    hacia los pisos del desastre.

    Se encontraron a la mitad
    del edificio,
    el hombre camino a la vida,
    el otro camino al infierno.

    Subía de dos en dos
    los escalones sin equivocarse,
    fue lo que dijo el hombre en la televisión,
    y se le quebró la voz.

    Todos lo estamos viendo
    subir de dos en dos los escalones
    a contracorriente de la vida,
    hacia el centro ardiente de las cosas,
    el magnífico bombero
    camino a la licuefacción.

    El verdadero infierno siempre queda arriba
    y sólo alguien magnífico
    puede subir de dos en dos
    los escalones hacia él,

    como ese otro joven que hce tiempo
    subió y subió hasta derretirse
    después de abandonar todos los muros.



    MIS DIENTES

    Un mal cuidado
    a lo largo de los años
    ha afectado el hueso que los sostiene.
    Tres piezas se perdieron
    y otras cuatro
    están en grave peligro.
    A mis cincuenta y pico,
    en buena forma física,
    tengo los dientes de un anciano.
    Cada mes reviso con mi dedo cada diente
    y tiemblo del terror de hallar uno que baile.
    Si aún creyera en Dios
    le pediría que me conserve
    mi dentadura como está,
    ni un diente más ni un diente menos.
    Pero, ¿por qué
    por unos dientes molestar a Dios?
    Más bien habría que prepararse
    para cosas harto peores
    que su caída prematura.
    Desde hace tiempo al fin y al cabo
    he renunciado a masticar en plenitud,
    a reírme a todo lo ancho
    y besar a lo salvaje.
    Todavía estoy presentable,
    el deterioro está ahí,
    pero llevado dignamente,
    y sin embargo la pérdida de hueso me ha golpeado,
    sin duda por ser algo irreversible;
    se sabe: los injertos de hueso no sirven,
    el hueso no es tan tonto como se creía,
    al hueso no lo engañan con más hueso,
    no se incrementa como un capital,
    la provisión de hueso es dada de una vez
    por todas,
    la provisión de vida igual,
    que cada quien cuide la suya como pueda
    y que al parejo de los dientes
    se caiga Dios, el peor injerto.



    SIEMPRE ME PIDEN POEMAS INÉDITOS

    Siempre me piden poemas inéditos.
    Nadie lee poesía
    pero me piden poemas inéditos.
    Para la revista, el periódico, el perfomance,
    el encuentro, el homenaje, la velada:
    un poema, por favor, pero inédito.
    Como si supieran de memoria lo que he escrito.
    Como si estuvieran colmados de mi poesía
    y ahora necesitaran algo inédito.
    La poesía siempre es inédita, dijo el poeta en un poema,
    pero ellos lo ignoran porque no leen poesía,
    sólo piden poemas inéditos.


    FABIO MORÁBITO, Ventanas encendidas. Antología poética, Visor, 2012-

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    Fabio Morábito (1955- Empty Re: Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por cecilia gargantini Mar 01 Nov 2022, 15:11

    Su estilo se destaca por tener como tema recurrente lo cotidiano, lo explora de una manera original para permitir al lector nuevas formas.

    Impecable Pedro la definición de su estilo. Creo que de eso no queda demasiado por decir.
    Yo conocía textos de este autor, pero no su poesía, que me ha sorprendido gratamente. Así que una vez más, te digo Besosssssssss y graciassssssssssss
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    Fabio Morábito (1955- Empty Re: Fabio Morábito (1955-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 02 Nov 2022, 11:43

    De nada, Cecilia. Celebro que te haya gustado.

    Un abrazo.
    Pedro


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