Aires de Libertad

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    Carilda Oliver Labra (1924-2018)

    Pedro Casas Serra
    Pedro Casas Serra
    Grupo Metáfora
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    Carilda Oliver Labra (1924-2018) Empty Carilda Oliver Labra (1924-2018)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 01 Nov 2022, 06:27

    .


    Carilda Oliver Labra Poeta cubana nacida en Matanzas en 1924.
    Estudió Derecho en la Universidad de La Habana ejerciendo la profesión en su ciudad natal, donde además dictó cursos de dibujo, pintura y escultura.
    Es una de las más sobresalientes poetisas de hispanoamérica, ganadora de importantes premios literarios: Premio Nacional de Poesía en 1950, Primer Premio y Flor natural en el Certamen Nacional, ganadora del Certamen Hispanoamericano organizado por el Ateneo Americano de Washington para conmemorar el tricentenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Nacional de Literatura en 1997 y Premio Internacional José de Vasconcelos en el año 2002.
    Entre sus obras se destacan: «Al sur de mi garganta» en 1949,  «Memoria de la fiebre» en 1958, «Versos de amor» en 1963, «La ceiba me dijo tú» en 1979,  «Desaparece el polvo» en 1983, «Calzada de Tirry 81» en 1987, «Se me ha perdido un hombre» en 1993 y «Libreta de la recién casada» en 1998.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Carilda Oliver Labra, sacados de Carilda Oliver Labra. Antología poética, Visor, 1997:


    ME DESORDENO, AMOR, ME DESORDENO

    Me desordeno, amor, me desordeno
    cuando voy en tu boca, demorada;
    y casi sin por qué, casi por nada,
    te toco con la punta de mi seno.

    Te toco con la punta de mi seno
    y con mi soledad desamparada;
    y acaso sin estar enamorada;
    me desordeno, amor, me desordeno.

    Y mi suerte de fruta respetada
    arde en tu mano lúbrica y turbada
    como una mal promesa de veneno;

    y aunque quiero besarte arrodillada,
    cuando voy en tu boca, demorada,
    me desordeno, amor, me desordeno.

    1949



    CARILDA

    Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
    Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
    Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
    Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

    Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
    Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
    mirando para arriba el sol se me convierte
    en una luz redonda y celestial que canta...

    Uso la frente recta, color de leche pura,
    y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
    y tengo un novio triste, lejano como el mar.

    En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
    y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
    y sin embargo, a veces... ¡qué ganas de llorar!

    1949



    TE BORRARÉ

    Te borraré con una esponja de vinagre,
    con un poco de asco.
    Te borraré con una lágrima importante
    o con un gesto de descaro.

    Te borraré leyendo metafísica,
    con un telefonazo o los saludos
    que doy a la ceniza;
    con una tos o un cárdeno minuto.

    Te borraré con el vino de los locos,
    sacándome estos ojos;
    con un varón metido aquí en mi tumba.

    Te borraré con juegos inocentes,
    con la vida o la muerte;
    ¡aunque me vuelva monja o me haga puta!

    1955



    POESÍA

    Por poderosa sangre voy llamada
    aun latido constante de temblores.
    Me quedo en esa huída de las flores,
    con ese fin de soledad tocada.

    Y cerca de esto, que parece nada,
    me transcurre una furia de esplendores
    con ganas de vivir, como dolores
    del fondo de la vena a la mirada.

    Trasiego audaz, mandato de la estrella
    (cuando te llevo aquí casi soy bella):
    ahógame en tu rabia salvadora,

    recógeme de mí –que soy lo inerte
    y tú eres lo que vive de la muerte–
    en la pluma patética y sonora.

    1958



    JUEVES

    Cogí un recuerdo para soportar la fatiga,
    pasé la página de mi libreta
    y escribí: te amo.
    Pero era para no enseñar a todos mi puñal.
    (Váyanse a la madre que los parió,
    ustedes quieren regalarnos
    una sentencia de muerte,
    ustedes nada saben del hombre;
    métanme presa,
    no importa:
    pintaré en las paredes de la cárcel!)

    Así ha pasado el jueves.
    Huí al campo,
    pero no era como lo hizo Van Gogh:
    llovía,
    los pájaros se fusilaban unos a otros;
    la tarde sirviendo qué postal estupefacta.
    En fin, no queda otro remedio
    y vine para casa.
    Aquí arden los rincones
    y no ha llegado la orden de alzamiento,
    los mosaicos de mármol forman luto,
    ponen la radio,
    no hay teléfono para comunicarse con el absurdo,
    guisan lentejas,
    me desnudo.
    Comprendo que es jueves,
    entonces salgo.
    Los ómnibus están llenos, camino
    sonambulescamente,
    fracaso en un semáforo;
    aunque eso sí me da la noche con sus astros,
    y cuando iba a sonreír
    por casualidad
    o porque Dios nos tiene siempre asco:
    apareces
    como un personaje de Deschau.
    Te articulas a mi podredumbre,
    el tedio entumece las corbatas,
    el hambre se te ha vuelto una tira ignominiosa.
    Por venganza,
    en un descuido,
    te adornas con el hueso
    de tu hombro poliomielítico.
    Verdad que es jueves,
    que hay que orinar contra las ceibas.
    Montamos el mismo cerdo de tortura,
    tenemos la exacta humildad de locos atropellados,
    te miro flamear sobre la mesa del café;
    debajo duermes.
    Ya no te pareces al as de bastos,
    tiemblo,
    nace el vino,
    das un tropiezo con mi tristeza
    y vuelves los ojos al humo sin desquite.
    (¡Amor mío: vamos a suicidarnos!)
    De pronto el crepúsculo suelta un arcoiris
    y mordemos la vida.
    No sé qué más ocurre
    aparte del jueves.
    Me pones en un automóvil
    con la misma ternura que comemos peces en el almuerzo
    y quizás me he muerto cuando das ordenes:
    llévela a su casa;
    vive en la otra cuadra de mi suerte.

    Luego se me tupe la pluma con esta lágrima.

    1958



    A LA ESPERANZA VUELVO, A LA MADERA

    A la esperanza vuelvo, a la madera
    que construyó mis días importantes,
    a la extraviada primavera
    de antes.

    A la justicia de mirarlo todo
    como si me perteneciera,
    que en fin de cuentas no hay un modo
    de abandonar el hambre de la fiera.

    1962



    DISCURSO DE EVA

    Hoy te saludo brutalmente:
    con un golpe de tos
    o una patada.
    ¿Dónde te metes,
    a dónde huyes con tu caja loca
    de corazones,
    con el reguero de pólvora que tienes?
    ¿Dónde vives:
    en la fosa en que caen todos los sueños
    o en esa telaraña donde cuelgan
    los huérfanos de padre?

    Te extraño,
    ¿sabes?
    como a mí misma
    o a los milagros que no pasan.
    Te extraño,
    ¿sabes?
    Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
    de qué cosa imprudente.

    ¿Cuándo vas a venir?
    Tengo una prisa por jugar a nada,
    por decirte: «mi vida»
    y que los truenos nos humillen
    y las naranjas palidezcan en tu mano.
    Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo
    y hallar velos
    y humo,
    que, al fin, parece en llama.

    De verdad que te quiero,
    pero inocentemente,
    como la bruja clara donde pienso.
    De verdad que no te quiero,
    pero inocentemente,
    como el ángel embaucado que soy.
    Te quiero,
    no te quiero.
    Sortearemos estas palabras
    y una que triunfe será la mentirosa.
    Amor...
    (¿Qué digo? estoy equivocada,
    aquí quise decir que ya te odio.)
    ¿Por qué no vienes?
    ¿Cómo es posible
    que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
    ¿Cómo es posible que seas austral
    y paranoico
    y renuncies a mí?

    Estarás leyendo los periódicos
    o cruzando
    por la muerte
    y la vida.
    Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
    inerte,
    desgraciado,
    entreteniéndote en una aspiración del luto.
    Y yo que te deshielo,
    que te insulto,
    que te traigo un jacinto desplomado;
    yo que te apruebo la melancolía;
    yo que te convoco
    a las sales del cielo,
    yo que te zurzo:
    ¿qué?
    ¿Cuándo vas a matarme a salivazos,
    héroe?
    ¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
    ¿Cuándo?
    ¿Cuándo vas a llamarme pajarito
    y puta?
    ¿Cuándo vas a maldecirme?
    ¿Cuándo?
    Mira que pasa el tiempo,
    el tiempo,
    el tiempo,
    y ya no se me aparecen ni los duendes,
    y ya no entiendo los paraguas,
    y cada vez soy más sincera,
    augusta...

    Si te demoras,
    si se te hace un nudo y no me encuentras,
    vas a quedarte ciego;
    si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
    voy a llamarme nunca.

    Ayer soñé que mientras nos besábamos
    había sonado un tiro
    y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
    Este es un amor
    de nadie;
    lo encontramos perdido,
    náufrago,
    en la calle.
    Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
    Por eso, cuando nos mordemos,
    de noche,
    tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
    Pero no importa,
    bésame,
    otra vez y otra vez
    para encontrarme.
    Ajústate a mi cintura,
    vuelve;
    sé mi animal,
    muéveme.
    Destilaré la vida que me sobra,
    los niños condenados.
    Dormiremos como homicidas que se salvan
    atados por una flor incomparable.
    Y a la mañana siguiente cuando cante el gallo
    seremos la naturaleza
    y me pareceré a tus hijos en la cama.

    Vuelve, vuelve.
    Atraviésame a rayos.
    Hazme otra vez una llave turca.
    Pondremos el tocadiscos para siempre.
    Ven con tu nuca de infiel,
    con tu pedrada.
    Júrame que no estoy muerta.
    Te prometo, amor mío, la manzana.

    1965



    ELEGÍA

    Los besos se me han vuelto telarañas,
    la casa se ha venido abajo,
    se derrumba;
    ya está rota
    aunque tiembla entre gajos y vitrales.

    Abierta como madre
    la aluden los crepúsculos;
    es un desierto borrado por mis pies
    que no siguen a nadie.
    He claveteado estas persianas
    para que no examinen la agonía,
    el polvo es mi señor.

    Sepultada
    por gatos y papeles
    jamás sospecharán que vivo.

    1969



    UNA MUJER ESCRIBE ESTE POEMA

    Una mujer escribe este poema
    donde puede a cualquier hora de un día que no importa
    en el siglo de la avitaminosis
    y la cosmonáutica
    tristeza deseo no sabe qué
    esperando la bayoneta o el obús
    una mujer escribe este poema
    sin atributos
    a desvergüenza y dentellada
    fogosa inalterable arrepentida pudriéndose
    caemos por turno frente a las estrellas
    todos tenemos que morir
    no hay nada más ilustre que  la sangre
    una mujer escribe este poema
    qué estúpida la línea que divide sol de sombra  
    el crepúsculo pasa
    acumulándose al final de las azoteas
    supimos de pronto de una trombosis coronaria
    existe soledad
    sonó una bomba
    vean si se me han roto los lentes de contacto
    una mujer escribe este poema
    separa quince pesos para el alquiler
    mi amigo viejo
    se desprende del mediodía por la  próstata
    bailamos
    sigue la preparación combativa
    no pasarán
    una mujer escribe este poema
    como quien ha perdido el tiempo para siempre
    creo en el corazón  de Denise Darval
    hemos ganado porque morimos muchas veces
    parece que tengo un derrame de sinovia
    no hay tiempo para la poesía
    de veras que los frijoles se han demorado en  
    hervir
    te juro que mañana presentaré el divorcio
    una mujer escribe este poema
    como hay fantasmas a las siete en mi pecho  
    entablillé  una rama  a la areca  que está triste
    mamá tu no sabes la falta que me haces
    si suena  la alarma aérea
    recojan  a los niños que duermen en la cuna  
    voy a guardar este retrato del Che
    como calló el canario traje un tenor a casa
    una mujer escribe este poema
    cargada de ultimátums
    de pólvora
    de rimmel
    verde contemporánea lela
    entre el uranio
    y  
    el cobalto
    trébol de la esperanza
    convalesciente de amor
    tramposa hasta el éxtasis
    tonta como balada
    neurótica metiendo
    sueños en una alcancía
    ninfa del trauma
    novia de los cuchillos
    jugando a no perder la luz en el último tute  
    una mujer escribe este poema.

    1967



    HOMBRES QUE ME SERVISTEIS DE VERANO

    Ese que no dejó de ser mi amante
    y al que le debo siempre sepultura,
    uno a quien nunca quise lo bastante;
    aquél, obra de sueño, conjetura...

    Alguien me jugó a nada y tuvo suerte,
    otro que no ha venido de la guerra,
    éste donde converso con mi muerte
    porque me lo disputa hasta la tierra.

    ¡Salid de la memoria evocadora
    con vuestro amor, pues tengo frío ahora!
    Sabed todos que os llevo de la mano.

    Vuestras sombras estallan como un mito
    de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
    hombres que me servisteis de verano.

    1979



    CUENTO

    Yo era débil,
    rubia, poetisa, bien casada.
    Tenía deudas
    y una salud de panetela blanca.
    Hicimos una casa pobremente,
    muchas ventanas:
    para enseñar nuestros besos a las nubes,
    para que el sol entrara.

    La casa era tan bella
    que tú nunca dormías.
    Ya no eras abogado ni poliomielítico
    ni nada.
    Nunca dije:
    ¿cuándo vas a poner esa demanda?
    porque yo tampoco
    cocinaba.

    Fueron días
    como no quedan otros en las ramas.
    Yo me empeñaba en sembrar algo en el patio:
    tus gatos lo orinaban,
    pero era tan feliz que no podía
    decir malas palabras.
    Ay, una tarde...
    (Septiembre tomó parte en la desgracia),
    Ay, una tarde
    (Dios estaría sacando crucigramas);
    ay, una tarde
    pusiste tantas piedras en mi saya
    que desde entonces
    ando inventándome la cara.
    El cuchillo
    tenía la forma de tu alma;
    yo quería ser otra, hablar de las estrellas...
    (sobraron noche y cama).
    Yo me empeñaba en sembrar algo en tu pecho:
    tus gatos lo orinaban,
    y era tan infeliz que no podía
    decir buenas palabras.

    Tarde en otoño.
    Miré las sábanas amargas,
    el jarro de la leche,
    las cortinas,
    y el crepúsculo me convirtió en su mancha.
    (Yo era un clavel podrido de repente,
    un canario botado).
    Con empujones que lo gris me daba,
    entre temblores,
    volví a la falda
    de mi madre.

    Pasaron tantas cosas
    mientras yo me bebía la soledad a cucharadas...

    Un viernes
    —un viernes en que tu olvido me enterraba—
    llegué a la esquina
    deja casa.
    Estaba allí como una tumba diferente,
    se veía otra luz por las ventanas.
    Tuve miedo de odiar...
    (Ya era hasta mala).

    Pasaron tantas cosas;
    el tiempo fue cosiendo mi mirada.

    Ahora no pueden asustarme con los truenos
    porque la luz me alza.
    Ahora no pueden confundirme con un libro.
    Soy la palabra recobrada.

    ¡Ríanse,
    agujas que en mi carne se desmandan;
    ríanse,
    arañas que me tejen la mortaja;
    ríanse,
    que a mí, también, carajo, me da gracia!



    ELEGÍA EN ABRIL

    Andaba yo volando por el suelo,
    sin zapatos,
    sin mi traje de nube de las nubes;
    sola para tus manos,
    patética,
    inviolada,
    pobre,
    sola para tus manos,
    sola,
    y me empinaba hasta rozarte el ángel.
    Andaba yo
    —noche sobre la noche—
    distraída en tu voz de inconfundibles dalias;
    andaba yo como entre acosos de belleza,
    clásica,
    lírica,
    absoluta,
    y en las paredes profanadas por otros sin el sueño
    rebotaban lejanías, pedazos de palabras,
    besos
    que guardaré mañana.
    Mi boca dio en la tuya
    como un ave de paso.
    Pensé en abril
    y en que las noches de amor son breves como fósforos negros
    De qué serán los versos sino de aquella sombra
    que hicimos sobre el lecho?
    Su enredadera me arroja en la inocencia
    y otra vez soy la misma
    que demoraba su salud de novia.

    Me he preguntado hoy si tú entendías la media luz
    si hallaste el todo,
    si te faltaba piel, no quiero, entraña, como a mí.
    Me he preguntado si asumes la ternura de memoria,
    si odias tu trabajo, los relojes, mi ómnibus,
    el alba fiera, insobornable...
    ¡Ay, tantas cosas...
    (¡Qué trastorno hace aquí si te recuerdo,
    qué venas tengo nuevas si me ayudas
    a duplicar el alba
    otra vez en mi frente!)
    Y las preguntas pasan inalterables, con verano,
    ayer, ahora, siempre,
    siempre, ahora, ayer,
    y quedo muda sobreseyendo un pájaro,
    la fiebre, el mar,
    la arena que debe estar contigo,
    todas las soledades,
    el desayuno triste como un acuerdo impronunciado.
    ¡Ay, qué palabra diré para ignorarte,
    en cuál silencio no hablaré tu nombre
    que ya supe!
    Mira, te quejas y el amor instala
    la agonía,
    el tiempo,
    la casa extraña donde empecé tu carne
    hecha de estalactitas y misterios.
    Mira, te quejas,
    y yo me acojo a un zumo de azucenas porfiadas,
    a niños que desean intervenir mi vientre.
    Mira, te quejas,
    y estoy yo sola con tu voz
    —nelumbio, amarillez, cauto cristal—
    viviendo el alarido de la noche muerta
    que resucito en el poema.

    Yo me pregunto hoy cómo aplacar el cisne,
    lo inefable de tu tedio,
    la marca de mi alma,
    esto que no es morirme aunque me muero.
    Y sigo oscura, oscura, oscura,
    por gusto derramada,
    como esos sauces que nos dicen llantos
    que no oímos,
    como esas olas que se acaban tan cerca y no miramos,
    como esos cánceres horribles que ni duelen,
    como esa luz que aunque es la luz porque es la luz
    nos deja ciegos...

    Yo me pregunto,
    llama que no se dijo,
    cerrada puerta,
    óxido,
    hueso maldito,
    sed;
    yo me pregunto cómo saberte a toda la sorpresa,
    a vino,
    a adolescencia,
    a naufragio por fin,
    a vértigo,
    a imposible;
    cómo salir de pronto a condenar tu sangre,
    a dividirte en truenos,
    a ser otra
    metida en tus gavetas de estudiante.
    Pregunto,
    y me socorren todos los incendios del mundo
    y vuelvo sola,
    y sola vuelvo
    y vuelvo sola.
    No sé qué tengo. Digo que es jueves
    y me asesina un miércoles.
    Llega el frío.
    Paseo entre callados árboles
    sin otro aviso
    que el que me traen las horas que nos vieron.



    ESTA MEMORIA

    Esta memoria
    que se cierne como los gorriones
    en la rama más alta de mí misma,
    este escuchar la noche
    cuando hace sombra y el perfume
    persiste en su influencia,
    esas costumbres tuyas
    en la casa,
    húmeda del ensueño y la porfía.

    La casa donde amabas tu inocencia
    sigue guardando
    esos primores de ceniza,
    sigue con tu respiración flotando. A cuestas
    trae los fantasmas pensativos:
    está mi padre
    rodando entre las cosas
    (quería decirme: ¡hija,
    al fin nos conocimos!...)
    Y han vuelto algunos pétalos
    que de un botón remoto habían caído.
    Ha vuelto todo el tiempo
    que borramos,
    en este instante en que repite tu nombre
    y sin embargo no es latido.
    Telarañas me enseñan donde tengo
    olvidada la nuca.
    Está sin sábanas el lecho,
    en un sillón florece el frío.
    ¿Cuál es el mago que te trae ahora
    y te pone a bruñirme las orejas,
    cuál es el rico
    que me da tu cuerpo?
    Ya no es posible hallarte en remolinos,
    la sorpresa sería
    comerte con los ojos.

    La casa,
    la casa enorme con soledades y heliotropos,
    lúgubre, vacía,
    la casa centenaria sigue goteando
    sobre mis heridas.

    Arrancaré el azogue de todos sus espejos
    buscándote.
    Arrancaré las cenefas, los umbrales,
    buscándote.
    Arrancaré los muebles, los mosaicos,
    el sol,
    la selva que en el patio ha dado un solo paso,
    mi insomnio de leona enternecida;
    arrancaré el recuerdo
    buscándote,
    y he de encajar de nuevo en tus costillas.

    Arrancaré los rincones de la casa,
    la casa,
    sí,
    la casa donde nos podrimos.
    Ha de quedar algún pedazo tuyo entre raíces,
    alguna vibración de tus entrañas,
    algún cabello que cayó de pronto
    y luego fue un hilo de agonía,
    el dejo de tu voz entre las horas:
    ha de quedar el giro de tu mano, al fin, llamando:
    algo espantoso y bello.
    Y yo sabré quien eres,
    yo te reconoceré
    de rodillas ante el grifo del agua,
    yo te reconoceré
    aunque sea por el gusto del fango;
    y te daré por muerto entonces
    devastado este reino;
    pero tranquila,
    en orden,
    porque tendré el consuelo
    de imaginarte a salvo de los hombres.



    GUÁRDAME EL TIEMPO

    Vuelves a renovarme el don perpetuo.
    Otra vez eres ése
    que me enseñó las señales del alba,
    el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

    Vuelves para pedirme que reúna
    la corte de los gatos,
    que te ampare de aquel golpe en la nuca,
    que te dé mi tristeza como un sorbo,
    que te recorte alguna uña,
    que me moje de ti,
    que te alcance el café,
    que no oscurezca,
    que me case contigo esta noche otra vez.

    Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
    Necesitamos una cita,
    porque
    ¿a quién le doy tantas caricias
    que sobraron,
    aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
    ¿A quién le cuento
    que he planchado, creyendo que era tela,
    tu perfil de muchacho?

    ¿A quién convido ahora con mis piernas
    y le enseño el jazmín que nació anoche,
    y le pongo una abeja a que lo pique,
    y le saludo la inocencia?

    ¿A quién le miento y juro,
    a quién le tiro un pan contra la oreja,
    a quién le digo que lo odio,
    y luego, que lo amo?
    ¿A quién le digo hijo,
    y me lo paso por dentro como un trapo?

    Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
    que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
    que observas desde los retratos,
    que te has caído hoy contra mi pecho
    y para que seamos uno solo
    hasta este propio corazón
    me lo has parado;
    sé que estoy muerta
    soñando que te busco por el cuarto.

    Guárdame el tiempo.
    Guárdamelo.
    Estoy segura de que puedes.
    Así no ha de caer la luna
    ni tendrás que morirte en la mañana
    y el jueves será eterno
    y te besaré siempre como el veinticuatro
    de septiembre
    de mil novecientos ochenta y uno.
    Guárdame el tiempo,
    guárdamelo.

    ¡Qué no pase ni un minuto,
    que nada ciego nazca,
    que no se invente un aparato de tortura
    ni estalle otra contienda contra el hombre;
    que no cacen más pájaros,
    que no se malogre la pureza,
    que vuelvas
    a ser
    y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
    a mis harapos!

    Guárdame el tiempo,
    guárdamelo.

    Te lo pido con rabia,
    con ternura,
    con todo lo que no es palabra.
    Para que siempre seamos lo estupendo:
    hombre y mujer
    girando,
    nueva especie del mundo;
    ya casi un milagro.
    Pues me han salido en la cara tus ojos
    y a ti en el rostro mi boca,
    y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
    ni cuando tú me besas
    si soy yo quien te ha besado.



    CON DESDÉN Y ORO

    Voy a verle
    en cualquier sitio,
    él pedirá un ron para mezclarlo con mis pupilas;
    yo, el crepúsculo.
    y me traerán una lágrima.

    Voy a verle:
    a las seis de la tarde,
    cuando los combatientes repasan sus fusiles
    y los adúlteros se acuestan con mariposas;
    a las seis de la tarde,
    sin luna,
    cuando por los cines naufragan las divorciadas
    y los obreros comienzan a bañarse.
    A las seis,
    con temblor y relente,
    con bochorno,
    ciega como leche y sed,
    voy a verle.
    Azogue en su mano,
    una extraña,
    qué poco de suerte,
    subterráneo para reírme a carcajadas.
    Con un traje amarillo como si renunciara a la tristeza
    voy a verle.

    Tendré cuidado
    no sea, que, al abrirme, estalle el sollozo
    Y comprenda que delinco.

    Seré cauta,
    debo mentir: «adiós, alguien espera».
    y al levantarme con desdén y oro
    crecerán los pulmones donde le respiro
    y para que no muera del todo
    lo atraparé en mi verso.

    Voy a verle
    —he dicho en la hermosura—
    mientras recupero el ala que no sirve
    y llueven los nísperos,
    divagan las márgenes rumorosas:
    voy a verle
    y nos desbaratábamos a besos
    y el libro se quedaba a medias
    y luego quién creía en los relojes
    si aquí se olvidó su boca del binomio de Newton.


    CARILDA OLIVER LABRA, Carilda Oliver Labra. Antología poética, Visor, 1997


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 12 Nov 2022, 08:57, editado 1 vez


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    Carilda Oliver Labra (1924-2018) Empty Re: Carilda Oliver Labra (1924-2018)

    Mensaje por Amalia Lateano Vie 11 Nov 2022, 18:21

    Mi querido Pedro:

    Me he detenido la tarde en la lectura.

    Cuánta buena Poesía.

    Qué maravilloso empleo de recursos.

    Me has alegrado el alma.

    Besos
    Amalia
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    Carilda Oliver Labra (1924-2018) Empty Re: Carilda Oliver Labra (1924-2018)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 12 Nov 2022, 09:00

    Me alegra saberlo, Amalia. Esta poeta -Carilda Oliver Labra- he leído que escandalizó a la sociedad de su época por la libertad con que, siendo mujer, hablaba del amor, en este sentido fue una avanzada del feminismo.

    Un abrazo.
    Pedro


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