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    José Luis Giménez-Frontín (1943-2008)

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    José Luis Giménez-Frontín (1943-2008) Empty José Luis Giménez-Frontín (1943-2008)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 04 Mar 2023, 11:44

    .


    José Luis Giménez-Frontín
    (Barcelona, 1943 - íd, 21 de diciembre de 2008), fue un editor, escritor, traductor y crítico literario y artístico español.

    Biografía

    De familia con raíces aragonesas y manchegas, nació en Barcelona, aunque él siempre se consideró manchego; estudió Derecho y, tras una breve etapa como profesor ayudante, se incorporó como director de publicaciones de la Editorial Kairós, propiedad de Salvador Pániker, donde publicó autores de la contracultura de los años sesenta y textos polémicos de Terenci Moix, así como Los ocho nombres de Picasso, de Rafael Alberti, primer libro del autor gaditano aparecido en España después de 1939. Su obra poética es la de un independiente. Existe conciencia social, la participación en la lucha contra la dictadura, la exigencia de una nueva manera de entender la libertad y una última y creciente preocupación espiritual, que no dejaba de lado los infortunios colectivos. Estaba casado con Pilar Brea. Tuvo un hijo, Daniel, de su primer matrimonio con Maria-Luisa Feliu y tres nietos, Max, Léo y Oscar.

    Ha traducido a Jean Jaurès (Los orígenes del socialismo alemán), Marthe Robert (Acerca de Kafka. Acerca de Freud), Maurice Nadeau (Gustave Flaubert, escritor), Lewis Carroll (poesía incluida en la edición ilustrada Niñas), Donald Barthelme (Paraíso) y Flannery O'Connor (Los profetas), así como la versión de poemas de Werner Aspenström realizada con el poeta sueco Lasse Södeberg. También ha traducido del catalán poemas de Joan Salvat-Papasseit y Bartomeu Rosselló-Pòrcel, entre otros. Fundó el suplemento literario semanal del Tele-Expres, y colaboró en El País, ABC, Avui, El Mundo y La Vanguardia y en las revistas Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, El Urogallo, Hora de Poesía, Cuadernos del Norte, Cuadernos de Son Armadans, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera, Lateral, Turia o Cuadernos de Estudio y Cultura de la ACEC.

    Empezó a escribir poesía en 1972 y recogió toda su producción poética en 2006 con el título de La ruta de Occitania. Poesía reunida, suma de una labor lírica que había sido reconocida con el Premio de literatura Ciudad de Barcelona en 1981 (Las voces de Laye), que volvió a ganar en 1991, pero por una novela: Señorear la tierra; también escribió una novela negra, El idiota enamorado (1982), su obra más vendida y reimpresa. Sobre su estancia, como lector, en las universidades de Bristol y tres años en Oxford, escribió los memoriales de Woodstock Road en julio. Notas y diario (1996) y Los años contados (2008), última de sus obras. Fue presidente de la Associació Col.legial de Escriptors de Catalunya/Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC) desde 1980 hasta su muerte y director de la Fundació Caixa Catalunya (1987-2004), en la que desarrolló una gran labor de dinamización cultural recuperando a autores olvidados o marginados por la cultura oficial. Organizó asimismo los actos relativos al cuatricentenario de la primera parte del Quijote y medió para congraciar a las partes divididas de la cultura catalana por cuestiones lingüísticas. Esta trayectoria cultural le valió la condecoración francesa de Chevalier de l'Ordre National du Mérit y el Premio Esquío de Poesía 2006. Ha sido juez, profesor y traductor, ha organizado exposiciones y ha dirigido colecciones editoriales y revistas. También fue miembro de la ACCA (Asociación Catalana de Críticos de Arte) y de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte), y vicepresidente del Centro Español de Derechos Reprográficos. Realizó adaptaciones de clásicos para la literatura infantil: El Rey Lear (1983), El Ramayana (1984), Macbeth (1985), La tragedia de Romeo y Julieta (1985), Los siete viajes de Simbad el marino (1986) y Don Quijote (1989) y escribió él mismo algunas obras. Se le detectó un cáncer fulminante muy avanzado y falleció tres semanas después, el 21 de diciembre de 2008.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de José Luis Giménez-Frontín:


    De La sagrada familia (1972):


    LA SAGRADA FAMILIA, I

    Primero le mostraron la cama del abuelo
    con sus tres colchones que amortiguan la historia
    y levantan un trono sobre los aparceros:
    "La tierra, desde siempre, tuya es.
    Tuyos los muslos más largos de la costa,
    la casa modernista y el amor más profundo.
    A tu paso, brillante la mirada,
    con oro, plata y rosas en las manos,
    el mundo, agradecido,
    se rasgará como una mandarina."

    Y en invierno, desde el primer invierno,
    el más joven se inicia junto a la chimena:
    "Esta es la tia Eulalia en el Cuerno de Oro
    en viaje de novios a bordo del Kenitra,
    y este alferez que ríe es tu padre en el frente."
    Es su padre en el frente.




    De Amor omnia (1976):


    ESA MANSA LOCURA

    Todo está en calma ahora, y sigilosamente
    arden los aires un derroche de púrpura,
    se incendian las vidrieras del oriente
    y el faro pestañea cada vez más osado.

    Bajo una malla de quebrados vuelos
    el tiempo se detiene y acaricia
    el patio y sus secretos en silencio:
    los desconchados muros, las pizarras,
    entrañas de la tierra entre mis dedos,
    un almendro cansado y el agua que se aferra
    al geranio, sus yemas y colores,
    calor de pan en los bancales negros,
    y en los gatos ariscos mansedumbre.

    Esa mansa locura que todo lo penetra
    y extravía miradas y solidarias risas.
    Porque yo soy ya otro. Como el mar es extraño
    sobre la misma costa, contra el pueblo diverso
    e inmóvil en la roca. Como la luz es otra
    poco a poco, y la misma. Y es el día. Y la noche.



    A TI, QUE YA LO SABES

    Cuando el puño se cierra en el recuerdo
    de unos días de luz -fiebre añorada-
    y se vidrian los ojos que ya no ven tus ojos,
    cuando desnudo, el hombre se desnuda
    hasta de su palabra y de su voz se olvida,
    -tú ya lo sabes- para nacer de nuevo
    debe como morir el hombre en las montañas.
    Lanzar un alarido con el cuerpo.
    Un grito tan profundo y deseado
    que de boca, luego, nazcan rosas.



    HABLA EPICURO

    Una mañana, uno se sorprende
    con la vida madura entre las manos.
    Ha enterrado su infancia en ese día.
    La adolescencia sigue, y se resiste,
    y cree no morir y va muriendo
    hasta la noche en que uno se desvela,
    agobiado su lecho de recuerdos.
    Pierde la juventud en ese encuentro.
    Pero la madurez -oh donación tardía-
    ya no nos abandona, aunque queramos
    a la vejez abrirle nuestras puertas.
    Que es más veloz la muerte que la vida,
    dice Epicuro, anciano, a sus discípulos.




    De Las voces de Laye (1980):


    EL ARTISTA EN LA CIUDAD

    Atrévete -me dijo-
    Desciende a los infiernos
    por la boca de un túnel suburbano.
    Ven a matar tus muertos.
    Ven a hurgar las raíces
    de este bosque de piedra. Pulsa el nudo
    de nervios embriagados
    donde cada mañana un dardo de palabras
    te atraviesa los ojos.

    Levanta muchas losas.
    Te mostraré las Madres, las viejas dulces Madres
    cuyo seno es ciudad y antigua primavera
    -la fértil crueldad que no habrás de temer.

    Por mí conocerás todo afán en su noche
    y efímeros dominios en tu propia memoria
    -ciudadela de instintos soterrados.

    Hijo cansado, hijo fratricida.
    Ven a beber las aguas que te cruzan el rostro
    vertidas a la brisa layetana
    en un cuenco de piedra.

    Sabrás de tus entrañas mucho antes
    de esa gran conjunción de tierra y cielo
    que fue tu primer llanto en la tiniebla
    de un nicho ciudadano.
    Sabrás de un laberinto
    de muros como sueños entrevistos
    al  sol de mediodía,
    y escucharás el eco de las muchas sombras
    rebotarte en el alma este puñado
    de estampas infantiles.

    ¿Qué mejor callejero que tu mano
    donde tiempo y espacio se entrelazan,
    o mejor luz que una palpitación de asfalto
    grabado en la memoria de la carne?

    Toda llaga es promesa y clausura de lechos
    donde amaste sin nombre.
    Cada recodo esconde una llave de fuego.

    Funde tu voluntad con mi palabra.
    Ven a matar tus muertos con la alquimia
    de unos versos prestados.

    Yo te prometo un reino de odiosas soledades
    donde amar sin rencor a quien te quiso
    reo, verdugo y hacedor de luces.



    LAS RAMBLAS, SIEMPRE

    Ávida esponja vertical y espejo,
    prieta y sensible como la mimosa,
    zoco, mendigo, carnaval, tramoya
    tanta vieja fatiga te sosiegue.

    Se nos bebe las horas esta calle
    asesina de voces y cantora,
    rosa y alpiste, catre de borracho,
    loca y meteco, ronca de banderas.

    Apagada la fiesta de sus plátanos,
    solisombra cordial, libros y fuente,
    placer de navegarla noche abajo
    y caer en sus pozos y prisiones.




    De El largo adiós (1985):


    AQUÍ Y AHORA

    Luz en la luz más sola
    que fluye con las formas
    y a mí viene
    y hacia ti está yendo:
    no cantarán los gallos
    un mañana mejor.

    Sólo el amor fugaz o estrella
    te puede reencarnar -oh dulce-
    entre sus muslos
    y tú decir: belleza.

    Un instante entre actos
    definitivos.



    TESTAMENTO EN MILETO VIII

    Que mansamente llueva.
    Perder toda memoria.
    Que afloren laberintos,
    pétalos nauseabundos.
    Que los muertos entierren
    a los muertos cumplidos,
    porque la tierra es ancha,
    olorosas las sombras,
    los minerales húmedos
    y chirriante la danza
    de los astros perdidos
    en el abismo y mustios
    como una muchedumbre.
    No desear poder.

    Obstinación ha sido
    mi único legado:
    glorioso cuerpo a cuerpo
    con un magma sin forma
    y voces incontables
    como clanes de arena.
    No embriagan las luces.
    Somos el avatar
    del único enemigo
    que, ciego, nos conforma.
    Su propia carne somos
    como trozos casuales
    de un espejo caído
    que nada reflejaba
    pero que siente y piensa.

    ¡Ah, ese velo que crea
    y seduce o abisma!
    ¡Ah, ese rostro hermosísimo,
    cuyo nombre adivino
    y moriré sin ver!

    Y ahora sólo aspiro
    a conquistar las últimas
    caricias en la noche,
    no más de tres amigos
    en el postrer banquete
    y una voz armoniosa
    que a los dioses ofrende
    toda la rebeldía,
    de una vida colmada.



    VERONA

    Dulces muchachas de Verona pasan,
    dulces sonríen, dulces pedalean
    al paso de las horas
    sus bicicletas por las nobles calles.

    Relucen los revoques en dorados cubos
    que el fiume atrapa
    con un abrazo casi de soldado.

    Una postal de amor con un lamento antiguo
    -there is no world without Verona's walls-
    transcrito de una guía.

    Hora es ésta de ausencias.
    Verdea el ángel del jardín secreto.



    PATIO DE LAS DONCELLAS

    Espacio minucioso.
    ¡Ah, la ilusión crepuscular del arco
    que se enmarca en el arco que se enmarca en el arco!
    Aquí nada es secreto,
    salvo la historia que lo deshabitó
    de labios amorosos.
    Ante la lenta llamarada o queja
    de la palma gigante,
    alféizar enyerbado de la noche
    que canta a Aldebarán
    y se cimbrea, leve,
    con ajorcas de oro.
    Panteón delicado como un sueño imposible
    de placer y concordia.

    Aquí, en este antiguo corazón tan fresco
    que rezuma de gozo,
    oh dulce compañera de caderas hermosas
    y corazón mimoso, hemos sido felices,
    liberados por fin de toda juventud,
    y algo nuestro perdura en armonía
    con los patios vacíos.
    Para reconocernos, sí, llegado el día,
    en el agua que fluye sin descanso, gozosa,
    y en su canto renace
    de las cenizas que el amor fundió.




    De Que no muera ese instante (1993):


    EN EL DESIERTO CLAMAN

    En el desierto claman
    vacíos de palabras
    con que nombrar la calma,
    las arenas sin nombre,
    la helada luz del alba
    o el rumor de las rosas
    de crujiente materia
    cristalizada al alba
    sin aliento ni voz.

    Cada grano de arena
    cada olvidado muerto,
    cada constelación,
    cada océano, duna
    o avalancha de muertos,
    con todos los instantes
    al alba congelados
    como rosas perfectas
    que no se mustiarán.

    ¿Por qué el clamor no alcanza
    a musitar el nombre,
    uno a uno, de todos
    los más queridos muertos
    -granos yertos de arena
    aventados al alba
    del desierto en que claman,
    vacíos de palabras,
    sosegados, sin voz?

    ¿Qué claman en desierto?
    ¿Qué no nombrado nombre
    que acaricie o escupa
    por sobre el mar de dunas
    el nombre de los muertos?

    ¡Algo que sea, exista
    y dé justo sentido
    a los hombres que fueron!

    La gloria del instante
    que los vivificó,
    antes de que uno a uno
    y todos devinieran
    mineral desolado,
    arenas inasibles,
    alba fría de muertos.

    ¡Los instantes, no el nombre!

    Los que dieron sentido
    en el gozo más ciego
    al magma donde yacen
    de regreso al origen
    que no se mustiará
    ni será recordado.

    Los instantes vividos
    en olvido perfecto.

    Rosas de piedra viva,
    inextinguibles llamas
    en las fosas del tiempo,
    los instantes que claman.



    EL LAGO

    La hoja verdinegra
    y una gota de luz
    irisada en su centro.
    Sobre el agua sombría
    brilla el cielo perfecto
    de la gota atrapada
    en la palma del mundo.

    ¿Planea todavía
    en el centro del círculo
    de azulados perfiles
    y espacios sosegados
    un águila impasible?

    Oír cree la amada
    voz que clama y que urge,
    preludiando cobijos
    en la sombra creciente.

    Es el lago y sus ecos.
    El lago incomprensible
    al que por fin regresa.
    El mundo iluminado
    en su instante más bello.

    La armonía atrapada
    en la perla flotante
    a la deriva y lenta.
    Las montañas azules.
    Y la madre que llama.



    PREMONICIÓN DEL OTOÑO

    Lanzan las gaviotas
    sus punzantes lamentos
    sobre el mar arrasado.

    Las sábanas remedan
    un oleaje crespo
    de luz irrepetible.

    Y en la sombra creciente
    los amantes se enlazan.



    EN EL JARDÍN FLOTANTE

    (Srinagar)

    El ojo se extravía
    en el jardín flotante
    y no lo habitará.

    ¡Gloria al jo sumiso!
    Que es más veraz el mundo
    del revés como un guante.
    Más nítido el encuentro
    con la forma imposible.
    Más real el instante.

    Una garza aletea
    en el azul inmóvil
    de los lotos aéreos
    y entre cumbres se mecen,
    ensoñadas, las algas.



    AMANECER EN EL GANGES

    (Benarés)

    El río es un sepulcro.
    El loto, abierta llaga.
    Dulce brasa es la lepra.
    Apariencia las llamas.
    Las miradas, recuerdos.
    Las piedras tienen alma.
    Y las viejas canciones
    de la melancolía
    carecen de principio
    como el alba y la luz.



    MEDITACIÓN Y PARADOJA DEL FLÂNEUR

    Como quien nada sabe.
    Como quien nada ansía.
    Como gata a la sombra
    o amador que dormita.
    Como Buda en sosiego
    bajo el árbol piadoso
    que alimenta el gran Ganges.
    Como quien nada espera
    de la noche en la noche.

    Ver pasar a las gentes
    diversas e imposibles.
    Ver el campo de estrellas
    girar sobre la hondura
    de su fosco silencio
    en el gesto pausado
    de descruzar las piernas
    o refrescar los labios.
    Ver reinar a las hijas
    de las jóvenes madres
    que ayer mismo acosara
    y recordar los versos
    más serenos de Horacio.
    Añorar la palabra,
    banal o luminosa,
    los abrazos más cálidos
    de mil y un reencuentros
    con amigos hoy idos
    al reino de la muerte
    y pronunciar sus nombres
    sin dolor, uno a uno.
    Recostarse en la silla,
    encender un pitillo
    y brindar al arcano
    de la noche que fluye
    arrastrando en su cauce,
    lento e irrefrenable,
    los despojos violentos
    de un afán ideal.

    Regresar al sonoro
    silencio de los santos
    sin Dios y sin fronteras,
    sin hacienda ni amo
    sobre la tierra arisca.

    Y comprender de pronto,
    mientras despierta el hambre
    -heraldo del deseo
    en la noche festiva-,
    que Rimbaud se equivoca.
    La vida verdadera
    es la que está presente,
    allí mismo, a su lado.
    La irrepetible y ciega
    ebullición que ignora
    el peso del instante
    sobre la acción cumplida.



    METAMORFOSIS DEL POEMA

    Soy el que soy. Poema
    que sin verte te escucha
    leer con el oído.
    Soy memoria avivada
    sobre pulpa aún caliente.
    Frondosidad altiva
    y recóndito nido
    donde en noches de estío
    solitario cantaba
    un pájaro cantor.
    Los dos amantes soy
    que apenas lo entreoyeron
    en el lecho del goce.
    El lecho soy y el hombre
    que modeló sus formas
    con cepillos de acero.
    Callosidades viejas
    entintadas de aceites,
    pero también acero
    y sudores de fragua
    y golpes de martillo
    o de callada hoz.
    Soy la atroz utopía
    perfecta de Procusto.
    Soy la dulce utopía.
    Soy Krishna y soy Jesús.
    Levanto las ciudades,
    los foros, las escuelas,
    las íntimas alcobas
    y el patíbulo infame.
    El alarido soy.
    Mi nombre es Francis Bacon.
    Mi reino es el de Lear.
    Me ha parido una loba
    cruzada con un soplo
    de nieve, puro y limpio.
    Soy amor traicionado.
    Soy traición por amor.
    Soy poeta futuro
    que ha de crear la gloria
    de Rama y de Odiseo.
    Papel de reciclaje.
    Signos de lengua viva
    destinada al silencio.
    Los ojos que te miran
    con las oes perfectas
    de la palabra ojo.
    La mirada y su enigma.
    La falta de sentido
    y el instante gozoso
    que me infunde sentido.

    Soy el que soy. Oh vida.
    Oh poema que acaba.







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    José Luis Giménez-Frontín (1943-2008) Empty Re: José Luis Giménez-Frontín (1943-2008)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 04 Mar 2023, 15:41

    .


    De El ensayo del organista (1999):


    ALGUIEN DE ALGUIEN, DE SÍ MISMO O DE ALGO
    SE DESPIDE

    En un hervor de sombras
    poco a poco diluye
    su ilusoria memoria
    desde porches abiertos
    a los aires verdosos.

    Vuelan altos y lentos
    los pájaros sin nombre
    como fantasmas grises
    de los cielos inciertos
    en la tarde borrosa.

    El pausado silencio
    y un estertor de plumas.
    ¡Ah la tierra cansada!
    ¡Ah dolor indoloro
    del hondo más acá!

    Ningún labio se apresta
    a enlazarse a otros labios.
    Ninguna piel desflora
    la vastedad oscura
    de otro aroma hecho cuerpo.

    No visita el misterio
    brisa viajera alguna.
    Todo deriva inmóvil
    hacia la noche abierta
    como entraña de parto.

    ¡El silencio! ¡El silencio!
    ¿Cuándo empezó el silencio?
    ¿Cómo pudo borrarse
    la memoria más clara
    de un instante feliz?

    Sólo la vastedad oscura
    de las plantas crecientes
    en la tierra que duerme,
    que se exalta o que pesa
    como sombra obstinada.

    Recuerdos de otra vida
    más enraizada y lenta.



    EL GRAN MISTERIO

    No se oculta en la clave numérica de unos textos sagrados
    ni en el arcano hermoso de las piedras sillares.

    No frecuenta la retorta alquimista.

    No se expresa en los dogmas, ni con versos oscuros, ni con músicas claras, ni con palabra conocida alguna se formula.

    No busca ser creído, no busca intermediarios.

    El gran Valmiki dice:

    Quien vive enamorado,

    quien venera a los muertos, quien con amor se entrega a sus enfermos, sus ancianos, sus niños o a los prodigios vivos de la tierra, los aires y las aguas fecundas,

    quien a su hora siembra, quien danza o canta por cantar y danzar,

    quien finalmente apura su solitaria, prodigiosa muerte, no piensa en el misterio.

    Así la luz del día no se abrasa a sí misma, ni la noche se abruma en su honda tiniebla.

    Ni el loto deslumbrante fue nunca más perfecto que la humilde retama que se inflama a la espera, sedienta, del desierto.




    De Zona cero (2003):


    ZONA CERO

    (Diciembre de 2002 en N.Y.)

    Desde muy alto cae esa nieve primera en el bajo Manhattan alto sediento agujero

    Esos tímidos copos sobre el tráfico oscuro que apenas se resisten en su abismo distante como hombrecillos lentos

    Y todo ocurre lejos las llamas la humareda en su abismo distante que la pantalla encuadra y la nieve en silencio

    Como hombrecillos lentos que apenas se resisten agitando los brazos agitando las piernas sobre el sediento agujero

    Irreales sin cuerpo desde el piso setenta en su lenta blancura eos primeros copos del Diciembre primero

    Reducidos en vida en cámara lentísima a la esencia indefensa y tamaño irrisorio de los cuerpos sin cuerpo

    Agitando los brazos apenas consistentes sobre el bajo Manhattan en lo alto muy lejos los celebrados muertos

    De grado cero espasmo blanco sediento agujero de lejanos horrores en el constante infierno y muertes aplaudidas
    De su muerte culpables sin rostro conocido en el constante nferno grado cero augural de todo grado cero

    Y en eloscuro margen donde aplauden los vivos el clamor es la prueba y del todo culpables de su muerte los muertos



    ALGUNAS POCAS COSAS DE LAS QUE
    ESTOY SEGURO

    Color de sol primero,
    florece la mimosa
    con tímidos racimos.
    Desnuda todavía,
    trenzando va la higuera
    Con lentitud de siglos
    sus curvados fractales.
    Se demoran las sombras.
    Las sombras redimidas
    por la mujer que acoge
    sobre el vientre antiquísimo
    a dos gatos enfermos
    rondados por la muerte.



    LOS POEMAS

    Con la humildad creciente
    de estrellas que titilan
    en un helado albor
    -ese frágil hilillo
    que aún me ata a la vida.



    LA RUTA DE OCCITANIA

    No más ruta occitana para mis solsticios.
    No más antiguo miedo en aquella frontera
    de ejércitos al alba,
    o en dirección contraria, ligeros de equipaje,
    de judios suicidas con la memoria a cuestas
    de mil cultas barbaries.
    No más vagón nocturno que el mistral azotaba
    -Carcasonne invisible, Avignon ignorada-
    aún con sangre reseca de poetas secretos
    en un sucio lavabo.
    Esa devastación, esa torpe escritura
    por la que fui elegido
    y anualmente aspirado
    por el cordón umbilical de un hijo.
    Colina arriba luego las sombras más canallas
    de Marsella al acecho,
    espacios destemplados y sabor a metal.
    Apenas clareaba, y otro tren, otro día
    hacia ramblas y calles
    de pronto iluminadas de cortesía antigua,
    placentera ciudad de sanadoras aguas
    que Giacomo alabó.
    Meses, años después, la misma ruta
    bajo un sol estruendoso de retama y viñedos,
    humildes carreteras sombreadas
    de plátanos al óleo y cigarras constantes,
    en el coche más lento, por entre pastizales
    con caballitos blancos
    que el rayo de un poema cruel fulminará.
    Y la intuición del mar trazado a tiralíneas,
    siempre recomenzado,
    lamiendo un cementerio.
    O en coche más brioso
    por rutas ensanchadas para grandes transportes
    de las huertas del sur con banderas pintadas,
    veloz, hacia la boda de aquel niño crecido
    con la novia más blanca,
    y un excitado paje que a sus piernas se aferra
    y la llama mamá.
    Arenga tricolor. Viento travieso.
    Se santigua una dama y bendice la mesa.
    La bisabuela luce su pamela gloriosa,
    exhibe una boquilla, pide fuego galante.
    Los jóvenes se besan. Van trenzando las noches,
    las semanas, los años.
    La ruta de Occitania se transmuta
    en aéreo viaje sobre el mar blanquecino
    apenas entrevisto tras un aro que zumba
    con traslúcidas palas, y barcos de juguete
    que con tesón costean
    la incansable embestida de la tramontanada.
    Y porque ahora es tiempo de las nuevas semillas
    poco apoco son ellos los que vienen a mí:
    los míos, las retamas, los trenes, los caballos,
    el asfalto, los vientos, las vides, las marismas,
    los muros de cipreses, las amables ciudades
    de las cortes de amor, palacios tolerantes
    con los intolerantes puritanos de Albania,
    ciudades arrasadas por la peste y la guerra,
    las canciones salobres,
    las nieves entrevistas en las cumbres
    clericales del sur,
    las bañistas desnudas,
    los borrachos festivos recién desembarcados
    de pequeños laúdes
    y el recuerdo de luminosos dioses.
    Pues va asomando el día
    en que emprenden sin mí la ruta de Occitania,
    rumbo al hondo silencio de todos los naufragios,
    esta devastación fraterna,
    este texto inconcluso,
    esta larga alegría
    por la que fui elegido
    y que ahora viene a mí.


    JOSÉ LUIS GIMÉNEZ-FRONTÍN, La ruta de occitania. Poesía reunida (1972-2006), Igitur, 2006.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 14 Abr 2023, 01:11

    EN EL DESIERTO CLAMAN

    En el desierto claman
    vacíos de palabras
    con que nombrar la calma,
    las arenas sin nombre,
    la helada luz del alba
    o el rumor de las rosas
    de crujiente materia
    cristalizada al alba
    sin aliento ni voz.

    Cada grano de arena
    cada olvidado muerto,
    cada constelación,
    cada océano, duna
    o avalancha de muertos,
    con todos los instantes
    al alba congelados
    como rosas perfectas
    que no se mustiarán.

    ¿Por qué el clamor no alcanza
    a musitar el nombre,
    uno a uno, de todos
    los más queridos muertos
    -granos yertos de arena
    aventados al alba
    del desierto en que claman,
    vacíos de palabras,
    sosegados, sin voz?

    ¿Qué claman en desierto?
    ¿Qué no nombrado nombre
    que acaricie o escupa
    por sobre el mar de dunas
    el nombre de los muertos?

    ¡Algo que sea, exista
    y dé justo sentido
    a los hombres que fueron!

    La gloria del instante
    que los vivificó,
    antes de que uno a uno
    y todos devinieran
    mineral desolado,
    arenas inasibles,
    alba fría de muertos.

    ¡Los instantes, no el nombre!

    Los que dieron sentido
    en el gozo más ciego
    al magma donde yacen
    de regreso al origen
    que no se mustiará
    ni será recordado.

    Los instantes vividos
    en olvido perfecto.

    Rosas de piedra viva,
    inextinguibles llamas
    en las fosas del tiempo,
    los instantes que claman.


    ¡S.C!

    Un abrazo.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 14 Abr 2023, 04:04

    Gracias por tu interés, Pascual.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 17 Mayo 2024, 11:39

    Dos poema más de José Luis Giménez-Frontín:


    De Amor Omnia (1976):


    LOS AMANTES DE WENDY

    La señora Gentil está ya muerta y olvidada.
    La niña Wendy desarrolló sus senos,
    ensanchó sus caderas, conocidas caderas
    por jóvenes banqueros, licenciados, expertos
    en tablas input-autput, los que antaño volaron
    a su lado y que ahora,
    al penetrar su sexo,
    siguen llamándola, desde su sexo,
    ............................................................Madre.
    ¡Ah Simplón! ¡ah Gemelos! ¡ah los niños restantes!
    Pulcras sonrisas algunas madrugadas
    heladas ante un sueño vagamente insistente:
    un puñal desgarrando las carnes del amigo
    -entre la cuarta y la quinta costilla del amigo-,
    un pirata sangrando, su agonía,
    y el monstruo de las aguas, implacable,
    con uñas de los dedos del primer comandante
    quizá entre los dientes.
    ¡Qué feroces los lobos de la isla
    -vuestra isla y sus mares
    donde estábais dispuestos a luchar frente a Garfio!
    Mas fuisteis rescatados.
    ............................................Y al retirar los labios
    de los labios, jadeantes, de Wendy,
    ¿invocáis un fantasma? ¿rechazáis un fantasma?
    odiáis las dependencias, tan tibias, de este lecho?
    a pobres camaradas ahora londinenses,
    nunca -jamas recobraréis el nombre
    que pudo ser el vuestro en otra historia
    en donde Pan creciera
    ........................................Y vosotros amarais.



    AUTORRETRATOS

    Me coloco enfrente del espejo y en seguida
    me crece mucho pelo. ¡Bienvenido
    hombrelobo! Desaparece el marco del espejo
    y veo un tótem señor de las tinieblas
    con tres cabezas negras fundidas por la nuca.
    Se mueve el tótem, elástico se acerca.
    Pantera negra es y me miro con odio.
    Sólo los ojos amarillos brillan
    y escapan vahos y rugidos sordos
    de mi boca maligna y peligrosa.
    ¡Me tengo miedo, dios, aparta el cáliz
    que el veneno rezuma y no es un juego!
    Mas ahora soy un viejo que me mira
    tan entrañablemente que adivino
    intenta darme ánimos desde una geografía
    que un día alcanzaré si aún estoy vivo.
    El viejo es una vieja. La vieja es un risueño
    muchacho que ahora empieza
    a reír sin motivo de sí mismo.
    Muchacha que sonríe sin motivo
    o que encierra un secreto hermafrodita.
    No es muchacha, que es príncipe valiente
    cubierto con las pieles de su caza.
    Cubierto con su manta de colores
    se convierte en un indio de mirada
    sosegada y serena, frente altiva
    en cuya sienes palpita el universo.
    Pero no, sus plumas se retuercen
    en renegridas greñas que resaltan
    la frente roma y la bestial quijada
    de un origen lacustre y cavernario.
    Mas todo era una broma, una careta
    infantil de cartón para unos juegos
    peligrosos al alma timorata.
    ¿No más que una careta? Pero ahora
    quizá va a deslevarse una respuesta:
    es el desierto en esa hora incierta
    en que las sombras reviven a La Esfinge.
    La Esfinge que sonríe levemente
    ironías de piedra frente al tiempo.
    La Esfinge que insinúa: "Lo que has visto
    y muchísimo más, ésa soy yo,
    somos tú y yo, tú si lo prefieres,
    preguntó José Luis ante el espejo."


    JOSÉ LUIS GIMÉNEZ-FRONTÍN, Joven poesía española, Cátedra, 1993.


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