Sentado frente al escenario se agrupaba todo el pueblo de Seira e infinidad de forasteros que llenaban por completo el local. Nuestra familia ocupaba los asientos de primera fila. María estaba entre las personalidades del escenario.
Abrió el acto el Presidente del Centro, que presentó al señor del Arco, el cual pronunció una magnífica conferencia sobre el significado y alcance de las bibliotecas populares, procediendo, antes de acabar su parlamento, a presentar con gran encomio al siguiente conferenciante, que no era otro, ni más ni menos, que mi hermana María. El ramalazo de emoción que sacudió a los que nos sentábamos en la primera fila fue extraordinario. En cuanto empezó a hablar María, el tío Joaquín, un hombretón alto y recio, que se sentaba a mi lado, empezó a llorar e hipar como un niño. Con once años que en aquél entonces contaba yo, la impresión que ese llanto me produjo fue inenarrable, y aún ahora lo recuerdo con un realismo impresionante, pues era la primera vez que veía llorar a una persona mayor y se me había imbuido la idea de que los hombres no lloraban. Pero no fue él sólo el que tuvo que llevarse el pañuelo a los ojos, muchos más de los asistentes fuimos presa de esa emoción. El diario de la mañana ‘LA TIERRA’ de Huesca, del 30 de julio de 1925, se hace eco del acontecimiento, en los siguientes términos:
‘A continuación, la señorita María Félix, alumna de la Facultad de Ciencias de Barcelona, donde descuellan sus extraordinarias aptitudes, hizo una breve pero magnífica disertación acerca de la biblioteca ideal para la mujer y de la educación femenina, que fue colmada de aplausos. La señorita Félix, que se reveló como oradora de empuje, sutil y persuasiva, es hija del digno jefe de la Colonia de Seira don Ramón Félix.”
Lo cierto es que María estudiaba en la Facultad de Ciencias, no para seguir por ese campo de las ciencias, sino porque la carrera de medicina que inició precisaba de esos estudios para poder superar el examen preparatorio. Los móviles que le indujeron a decantarse por la medicina, los ignoro, aunque bien pudiera ser la admiración con que mi padre hablaba de las doctoras Cuadras Bordas y del doctor Raventós, o tal vez influyese el médico que asistía al personal de la Colonia, doctor Falcó, que residía en Campo, pueblo que dista sólo doce kilómetros de Seira, y cuyos hijos nos frecuentábamos con mucha asiduidad, uno de los cuales se graduó de Dentista, estableciéndose en la calle Alfonso, de Zaragoza.. Lo que sí recuerdo es el motivo por el cual María se apartó de la medicina. Fue por causa de las bromas pesadas que se gastaban los galenos en ciernes, desde poner la mano de un muerto en el bolso de una estudiante, o sustituir el manjar del bocadillo con un riñón u otra víscera de uno de los cadáveres diseccionados. No recuerdo si a María la embromaron con alguna de estas macabras ocurrencias, pero de lo que no me cabe duda es que esas y otras bromas por el estilo fueron la causa de que abandonase los estudios de medicina, y se decidiese por la carrera de Ciencias Químicas, que cursó en la Facultad de Zaragoza, acabándola en el año 1929.
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