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por Ignacio Bellido Sáb 12 Dic 2009, 12:02Coloquemos con la mayor de las entonaciones, los objetos que nos ha sido entregados en el deambular de los tiempos, junto a las canciones de madre y las caricias de los allegados que acudieron a nosotros con el mejor de sus signos para manifestar su pertenencia al Sol.
Heme aquí de nuevo, desnudo sobre la colcha damasco de mi apartamento
y sobre los conciertos de Brandemburgo que me alivian de la longitud de tardes y de la ausencia de unas manos que me estimulen en el placer.
Al tiempo un vaso de güisqui “Four Roses” entona mi cerebro para conseguir las numerosas obnubilaciones y cambios de ritmo de esta sinfonía.
Es un pensamiento lejano el que me ocupa ahora; lejano a mi cuna, lejano a las sinfonías de madre y esperando la llegada de los astros que a veces acuden a manifestarse con sus notas y con sus requiebros sobre la vela que dejo encendida en la mesilla.
Hoy vivo ausente y con los ojos cerrados en una comunión con Bach.
No hay tiempo. Todo confluye en una melodía y los recuerdos se amalgaman, sobre la figura de bronce que trata de presidir esta angustia y condición.
Es primavera y el árbol de mi ventana acerca sus hojas . No hay ausencia.
El giro continua sin que pueda darme cuenta, desde la conciencia programada, pero mi espíritu sabe que la inmovilidad es imposible y trata de responder con sus volteos de cuna.
No hay engaño en mi ocupación de universo, sé mi lugar
y sé la escala de espera sobre las entonaciones.
No soy un ser degradado, por mas que me lo repitan las aceras por donde acudo las mañanas de trabajo pisando la nieve virgen de pensamientos.
No es tampoco la soledad una quimera que me ocupe.
La ventana muestra los hielos de invierno y el búho descansa de su noche en el rincón de cercanía.
Me gustaría volver a mi cuerpo.
Me gustaría un ascenso hacia los rayos que emite la estrella.
Tan fuerte es mi deseo que apuro la copa como una ceremonia de llamada, para que acudan todos mis cuerpos a la ceremonia de unidad.
Pero en mis limitaciones he de permanecer sabiendo que el viento se detiene junto a mi puerta, sin atreverse a entregar el mensaje de las limitaciones.
Hoy llegará de nuevo la noche. Hoy llegaran los brillos de la madrugada y he consultar si esta es la verdadera ruta.
No voy a buscar titulaciones ni el horror de una palmada en la espalda..
He de interpretar mi cuerpo como una concesión y no renunciar a sus escaras ni al giro de mis ojos ni a esos momentos en que el fango parece conformarme.
Hoy no existe la oración, ni la prebenda.
Hoy no hay alabanzas para el valle que sólo sabe entregarse al sol.
El saurio continua en su roca
Y el lago aumenta su superficie para poder mantener el espíritu de los penitentes.
No hay lugar para abluciones ,por mas que el sacerdote eleve su estola de ceremonia.
Nadie puede ocupar mi deseo, y consagro mi triunfo sobre la mirada del mirlo amigo y acepto el pan que fecunda su llegada.
He dejado que las aguas de mi pensamiento celebren la alegría de sus jardines y en este todo y compongo mi réquiem como el definitivo argumento para permanecer en los siglos.
No me busquéis para profanaciones.
Mi puerta se ha cerrado a las nieves impuras y no hay momento para la condescendencia.
Soy mortal desde vuestros preceptos.
Soy limite sobre la naturaleza,
Pero nadie puede evitar que mis manos tracen el circulo en la oferta de totalidad.
Hago pues una pausa y escucho el silencio de las calles.
Y el silencio de la escarcha de noches.
Y mi cuerpo que quiere cerrar su compromiso de presencia.
Espero el abrazo para poder continuar en esta morada sin profanar el verdadero ritmo que me espera al otro lado de mi presencia.
He aquí como Bach se integra lentamente sobre los cuadrados de mi cuerpo
Para marcar el verdadero ritmo de la sinfonía.
Sea loada esta sensación de tiempo diluido.
Y en la ausencia de luz, mantengo apartado mi cuerpo para continuar en la melodía de integración.
Del libro "La estrella y sus límites"
Copyright: Ignacio Bellido.2009
Heme aquí de nuevo, desnudo sobre la colcha damasco de mi apartamento
y sobre los conciertos de Brandemburgo que me alivian de la longitud de tardes y de la ausencia de unas manos que me estimulen en el placer.
Al tiempo un vaso de güisqui “Four Roses” entona mi cerebro para conseguir las numerosas obnubilaciones y cambios de ritmo de esta sinfonía.
Es un pensamiento lejano el que me ocupa ahora; lejano a mi cuna, lejano a las sinfonías de madre y esperando la llegada de los astros que a veces acuden a manifestarse con sus notas y con sus requiebros sobre la vela que dejo encendida en la mesilla.
Hoy vivo ausente y con los ojos cerrados en una comunión con Bach.
No hay tiempo. Todo confluye en una melodía y los recuerdos se amalgaman, sobre la figura de bronce que trata de presidir esta angustia y condición.
Es primavera y el árbol de mi ventana acerca sus hojas . No hay ausencia.
El giro continua sin que pueda darme cuenta, desde la conciencia programada, pero mi espíritu sabe que la inmovilidad es imposible y trata de responder con sus volteos de cuna.
No hay engaño en mi ocupación de universo, sé mi lugar
y sé la escala de espera sobre las entonaciones.
No soy un ser degradado, por mas que me lo repitan las aceras por donde acudo las mañanas de trabajo pisando la nieve virgen de pensamientos.
No es tampoco la soledad una quimera que me ocupe.
La ventana muestra los hielos de invierno y el búho descansa de su noche en el rincón de cercanía.
Me gustaría volver a mi cuerpo.
Me gustaría un ascenso hacia los rayos que emite la estrella.
Tan fuerte es mi deseo que apuro la copa como una ceremonia de llamada, para que acudan todos mis cuerpos a la ceremonia de unidad.
Pero en mis limitaciones he de permanecer sabiendo que el viento se detiene junto a mi puerta, sin atreverse a entregar el mensaje de las limitaciones.
Hoy llegará de nuevo la noche. Hoy llegaran los brillos de la madrugada y he consultar si esta es la verdadera ruta.
No voy a buscar titulaciones ni el horror de una palmada en la espalda..
He de interpretar mi cuerpo como una concesión y no renunciar a sus escaras ni al giro de mis ojos ni a esos momentos en que el fango parece conformarme.
Hoy no existe la oración, ni la prebenda.
Hoy no hay alabanzas para el valle que sólo sabe entregarse al sol.
El saurio continua en su roca
Y el lago aumenta su superficie para poder mantener el espíritu de los penitentes.
No hay lugar para abluciones ,por mas que el sacerdote eleve su estola de ceremonia.
Nadie puede ocupar mi deseo, y consagro mi triunfo sobre la mirada del mirlo amigo y acepto el pan que fecunda su llegada.
He dejado que las aguas de mi pensamiento celebren la alegría de sus jardines y en este todo y compongo mi réquiem como el definitivo argumento para permanecer en los siglos.
No me busquéis para profanaciones.
Mi puerta se ha cerrado a las nieves impuras y no hay momento para la condescendencia.
Soy mortal desde vuestros preceptos.
Soy limite sobre la naturaleza,
Pero nadie puede evitar que mis manos tracen el circulo en la oferta de totalidad.
Hago pues una pausa y escucho el silencio de las calles.
Y el silencio de la escarcha de noches.
Y mi cuerpo que quiere cerrar su compromiso de presencia.
Espero el abrazo para poder continuar en esta morada sin profanar el verdadero ritmo que me espera al otro lado de mi presencia.
He aquí como Bach se integra lentamente sobre los cuadrados de mi cuerpo
Para marcar el verdadero ritmo de la sinfonía.
Sea loada esta sensación de tiempo diluido.
Y en la ausencia de luz, mantengo apartado mi cuerpo para continuar en la melodía de integración.
Del libro "La estrella y sus límites"
Copyright: Ignacio Bellido.2009
Última edición por Ignacio Bellido el Jue 17 Dic 2009, 11:40, editado 1 vez
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