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por Affelix Vie 05 Ago 2011, 08:57- & -
Echo marcha atrás en el tiempo y me pongo a exprimir la mente para recordar las amistades de María. La diferencia de edad nos hacía vivir en mundos distintos, y doy cuenta que a penas puedo citar tres o cuatro nombres de cada sexo: Petra Chesa, Gertrudis Ferro, María Boya, Matilde Sevilla... y para de contar. En Lérida se hospedaba en una residencia que estaba en la Plaza de la Sal, que creo era La Dona que Traballe, en la que estableció amistad con una hermana de Françesc Maciá, el primer presidente de la Generalitat de Catalunya. En cuanto a varones, no recuerdo ninguno, si bien en casa se barajaban nombres como probables pretendientes: el Notario de la comarca, que residía en Benasque, el hijo del Alcalde de Zaragoza, que asistía a clase con ella, en el mismo curso de la carrera de Ciencias Químicas. Pero de todos ellos destaca el hijo de un banquero de Arnedo, que inducido por el tío Juan, probablemente por necesitar de su apoyo financiero, le convenció para entablar relaciones con María. Con ese fin se presentó en Seira la familia del banquero, acompañado del tío Juan, la cual fue magníficamente agasajada por mis padres en atención al tío Juan, pero cuyos designios sufrieron un completo descalabro en lo que se refiere a ligar con María.
Lo que sí recuerdo de toda la vida, es que María es una magnífica conversadora y cuantos amigos míos la han tratado la han ponderado como el ser más agradable y simpático, con la que cabe hablar de todos los temas. Cabría aplicar en su caso la opinión del sentencioso y perspicaz Gracián: “Es la noble conversación madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.” Me viene a las mientes el amigo Lasierra, Ingeniero de Minas, Jefe del Distrito Minero de Cataluña, una de cuyas hermanas pertenecía a la Compañía del Salvador. Cuantísimas veces, al encontrarnos, me decía que iba a charlar con María, pues era una de las personas con quién mejor lo pasaba. Cuando yo estudiaba, tenía infinidad de llamadas de los amigos. Si atendía María al teléfono, se pasaba un buen rato hablando con ellos. En Madrid, María pertenecía a una asociación amiga de los museos, la cual organizaba visitas a los mismos invitando a un erudito para que disertara sobre un cuadro, pintor o escuela pictórica.. Por esa razón, uno de sus temas de conversación era sobre arte, y resultaba tan amena y docta que hasta a su hermano -que aquí informa- le dejaba embobado escuchándola.
Lo que sí recuerdo de toda la vida, es que María es una magnífica conversadora y cuantos amigos míos la han tratado la han ponderado como el ser más agradable y simpático, con la que cabe hablar de todos los temas. Cabría aplicar en su caso la opinión del sentencioso y perspicaz Gracián: “Es la noble conversación madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.” Me viene a las mientes el amigo Lasierra, Ingeniero de Minas, Jefe del Distrito Minero de Cataluña, una de cuyas hermanas pertenecía a la Compañía del Salvador. Cuantísimas veces, al encontrarnos, me decía que iba a charlar con María, pues era una de las personas con quién mejor lo pasaba. Cuando yo estudiaba, tenía infinidad de llamadas de los amigos. Si atendía María al teléfono, se pasaba un buen rato hablando con ellos. En Madrid, María pertenecía a una asociación amiga de los museos, la cual organizaba visitas a los mismos invitando a un erudito para que disertara sobre un cuadro, pintor o escuela pictórica.. Por esa razón, uno de sus temas de conversación era sobre arte, y resultaba tan amena y docta que hasta a su hermano -que aquí informa- le dejaba embobado escuchándola.
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Cierto que con María, como convivir, hemos convivido muy poco a lo largo de nuestra dilatada vida. Pero entre los dos ha existido en todo momento un nexo indefinible que nos une con la fuerza que entraña una presencia continuada. En mi caso no hace falta que ella este presente, para sentirla viva en mi derredor. Y quiero creer que a ella le ocurre lo mismo, pues sus muestras de cariño así lo patentizan sin dejar lugar a dudas. Tal vez este fenómeno ocurra como consecuencia de que el trato con ella en mi tierna infancia fue filial más que de hermanos, ya que yo la miraba con el respeto que inspira toda persona que tiene sobre uno la facultad de imponer conductas y castigos. Y a la madre de uno, es bien sabido, que esté donde esté, en el ánimo del hijo siempre está presente.
Ese hacer didáctico para conmigo lo ejerció hasta siendo yo mayor, con mi flamante titulo de abogado en el bolsillo, y en disposición de prestar a la Patria la ofrenda de mi vida. Altisonante predisposición al sacrificio heroico, que me dicta mi creativa imaginación para no caer en la vulgaridad de limitarme a decir que estaba prestando el servicio militar en Villa Carlos (Menorca), en el regimiento de artillería. En prueba de cuanto digo, véase, como muestra, la copia de la carta que desde Madrid me escribió el 6 de febrero de 1936 :
“Lee buenos libros que en esto está la clave de las ideas luminosas.
“El secreto de la elegancia en el decir y de las originalidad y fondo de enormes conocimientos de Ramiro de Maeztu está precisamente en los libros que lee : pocos pero bien seleccionados. Luis Vives, Balmes, Lulio, San Agustín, San Isidoro, San Crisóstomo y otros tantos de nuestros clásicos, que enfocaron los problemas sociales, que por ser humanos, no han perdido actualidad y que constituyen por su cultivadísima inteligencia y señor de si mismo un valor intelectual al que tenemos que acudir en busca de la luz, pues lo moderno, en plena decadencia, sólo nos ofrece confusión, amaneramientos, conceptos huecos y contribuyen en gran manera a la atrofia de la inteligencia y a la de la vida de la voluntad. Hay que sacudir el sopor que invade a la sociedad actual y hay que valorar a los Maestros del Pensamiento lógico y verdadero. Nuestra España los tiene y muy grandes. Tú eres joven ; puedes llegar a ser un espíritu selecto, pero para ello te es necesaria la formación de escogidísimas lecturas : pocas pero buenas y una buena dirección por este camino de formar un carácter y un entendimiento ... ... ...”
Ese hacer didáctico para conmigo lo ejerció hasta siendo yo mayor, con mi flamante titulo de abogado en el bolsillo, y en disposición de prestar a la Patria la ofrenda de mi vida. Altisonante predisposición al sacrificio heroico, que me dicta mi creativa imaginación para no caer en la vulgaridad de limitarme a decir que estaba prestando el servicio militar en Villa Carlos (Menorca), en el regimiento de artillería. En prueba de cuanto digo, véase, como muestra, la copia de la carta que desde Madrid me escribió el 6 de febrero de 1936 :
“Lee buenos libros que en esto está la clave de las ideas luminosas.
“El secreto de la elegancia en el decir y de las originalidad y fondo de enormes conocimientos de Ramiro de Maeztu está precisamente en los libros que lee : pocos pero bien seleccionados. Luis Vives, Balmes, Lulio, San Agustín, San Isidoro, San Crisóstomo y otros tantos de nuestros clásicos, que enfocaron los problemas sociales, que por ser humanos, no han perdido actualidad y que constituyen por su cultivadísima inteligencia y señor de si mismo un valor intelectual al que tenemos que acudir en busca de la luz, pues lo moderno, en plena decadencia, sólo nos ofrece confusión, amaneramientos, conceptos huecos y contribuyen en gran manera a la atrofia de la inteligencia y a la de la vida de la voluntad. Hay que sacudir el sopor que invade a la sociedad actual y hay que valorar a los Maestros del Pensamiento lógico y verdadero. Nuestra España los tiene y muy grandes. Tú eres joven ; puedes llegar a ser un espíritu selecto, pero para ello te es necesaria la formación de escogidísimas lecturas : pocas pero buenas y una buena dirección por este camino de formar un carácter y un entendimiento ... ... ...”
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