por Maria Lua Miér 06 Dic 2023, 08:48
¡Luz! ¿Dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
Aquí está la lámpara, pero ¿y el aleteo de la llama? ¿Es éste tu destino, corazón?
¡Ay, cuánto mejor fuera la muerte!
La miseria llama a tu puerta, y te dice que tu señor está desvelado, que te llama en
cita de amor, entre la sombra de la noche.
Los nubarrones cubren el cielo, la lluvia no para. ¡No sé qué es esto que se mueve
en mí, no sé qué quiere decir esto que siento!
El resplandor momentáneo del relámpago me arrolla una sombra más profunda
sobre los ojos. Mi corazón busca a ciegas por el camino que va adonde la música de la
noche me está llamando.
¡Luz! ¡Ay!, ¿dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
-Truena, y el viento se abalanza clamoroso, y la noche está negra como la pizarra.
-¡No dejes que pasen las horas en la sombra! ¡Enciende la lámpara del amor con tu
vida!
*****************
¿Dónde estás tú, amor mío? ¿Por qué te escondes detrás de todos, en la sombra?
¡Te empujan y te pasan por el camino polvoriento, creyendo que no eres nadie! Yo no
sé el tiempo que hace que te espero, cansado, con mis ofrendas para ti; y los que van y
vienen, toman mis flores, una a una, y dejan vacío mi canasto.
Pasaron mañana y mediodía. Es el anochecer, y mis ojos están caídos de sueño en
la sombra. Los hombres que vuelven a sus hogares, me miran sonriendo, y me
avergüenzan. Estoy sentada como una muchacha mendiga, con la falda por la cara. Y
cuando me preguntan qué quiero, bajo los ojos y callo.
¡Ay!, ¿cómo les voy a decir que te espero a ti, que tú me has prometido que vendrás? ¿Cómo me dejaría decir mi timidez que esta miseria mía es la dote que te
guardo? ¡Ay!, ¡cómo aprieto este orgullo contra mí, en el secreto de mi corazón!
Sentada en la yerba, miro al cielo y sueño con el súbito esplendor de tu llegada.
Llamean mil antorchas, los gallardetes de oro vuelan sobre tu carro, y los caminantes
miran boquiabiertos cómo desciendes de tu asiento y me alzas del polvo, cómo sientas
a tu lado a esta mendiguilla andrajosa, que tiembla de orgullo y de vergüenza como
una enredadera en la brisa del verano.
Pero pasa el tiempo, y no se oyen las ruedas de tu carroza. ¡Cuánta procesión va y
viene, palpitante, entre gritos y relumbrones de gloria! ¿Sólo eres tú quien tiene que
seguir en la sombra, callado detrás de todos? ¿Sólo soy yo quien ha de esperar y llorar
y gastar, en vano afán, su corazón?
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