Verso libre, verso partido, verso irregular, versículos, series rítmicas. (Sacado de “Manuel de Métrica Española, de Elena Varela Merino, Pablo Merino Sánchez y Pablo Jauralde Pou. Editorial Castalai, Madid, 2005)
Verso libre (página 54)
Para hablar del verso libre hemos de limpiar el campo de conceptos ajenos. Ante todo existió y existe un verso anisosilábico en la poesía tradicional y popular, recogida desde finales del siglo XV por poetas cultos, glosada y cantada a lo largo de los siglos XVI y XVII, renovada en las tonadillas del XVIII, las zarzuelas y sainetes del XIX, las corrientes neopopulares del XX, etc. Nótese que la interpretación musical de una poesía permite con mayor facilidad, por fenómenos como los melismas o alargamiento de las vocales, el verso irregular.
Además existió una poesía basada tan solo en la distribución de los acentos, sin absoluta dependencia de la regularidad silábica: así fueron los versos de arte mayor; las imitaciones de los versos clásicos a lo largo de los siglos siguientes y la versificación por tiradas rítmicas que iniciaron los posrománticos y modernistas.
Ninguna de estas modalidades se debe considerar, en rigor, verso libre. El versolibrismo se produce cuando poetas del último tercio del siglo XIX, de modo consciente, rompen con la tradición y escriben poemas mezclando versos de número de sílabas distinto al usual. Esos versos obedecen, en un primer momento, a los patrones rítmicos del idioma y de la tradición. Más adelante el versolibrismo alcanza la irregularidad (verso irregular) cuando aquellos versos “libres” no siempre obedecen a los patrones rítmicos de la métrica española. Y ello independientemente de que lleven rima o no y de que formen estrofas o no. Es indudable que el llamado de la libertad poética prefiere, las más de las veces, prescindir de rima y estrofa; pero son posibles todo tipo de combinaciones.
Entre la cadena rítmica y la regularidad silábica, por un lado, y el verso libre, por otro, se han producido históricamente formas intermedias: cadenas rítmicas quebradas ocasionalmente (como en Eduardo Chicharro), versículos (Vicente Aleixandre), etc. Lo mejor es no buscar definiciones para tanta posible variedad, sino atenerse a las generales -verso regular, verso libre, verso rítmico, verso irregular- y describir como variantes cada una de las que luego vayan apareciendo.
La solución se impuso, después de la ruptura de las vanguardias, por la ola de antirretoricismo -a veces prosaismo- que se adueñó de la poesía española de los cincuenta durante más de un cuarto de siglo. En efecto, la cosa se veía venir históricamente, con libertades creadoras que ya dominan en los poetas que escriben en la década de los veinte y treinta. Los primeros versos libres en español probablemente sean los de Clarín, como está investigando Mario Hernández; el novelista los escribe al mismo tiempo que algunos poetas latinoamericanos, antes de que Rubén los ensayara plenamente. Conscientemente, parecen ensayarlos un par de poemas de Juan Ramón Jiménez y Villaespesa (en 1903), antes también de que Leopoldo Lugones defendiera su uso en Lunario sentimental. Véase de este libro “El pescador de sirenas”, “Divagación lunar”, etc. Las dos muestras siguientes corresponden, cada una de ellas, a cada uno de los poemas citados:
Con el corazón y la cabeza
en incompatible matrimonio
el buen pescador / busca su testimonio
a sus frustrados sueños, / en su propia tristeza.
Su poético desvarío,
dos años ha que refresca
en el desamparo / azul del lago frío,
el injusto fracaso de tal pesca.
…...........
Amarilla y flacucha,
la luna cruza el azul pleno,
como una trucha
por un estanque sereno.
Y su luz ligera,
indefiniendo asaz tristes arcanos,
pone una mortuoria /traslucidez de cera
en la gemela nieve de tus manos.
Véase ahora un caso posterior (entre miles, desde luego), de Manuel Altolaguirre (Las islas invitadas, 1935):
Si estuvieras aquí,
frente a este mundo
de silencio y blancura,
después de recorrer con la mirada
las bajas nubes y las altas nieves,
el resumen gozoso del paisaje
encontraría en tus ojos.
Pero tu ausencia es ciega.
Los ojos que recuerdo al recordarte
a otros lugares miran.
Ni presienten ni ven esta hermosura.
Los hondos ríos, el lago, las montañas,
el clarísimo frío de mi frente,
distintos son del fuego de tus labios,
de tus ojos, del mar, de tus llanuras.
Si yo pudiera a tu recuerdo darle
vida, si pudiera al menos,
convertirme en un recuerdo tuyo,
viviendo solo donde tú me pienses.
Si fuera el cuerpo de lo invisible
y el alma lo real,
me verías siempre,
y esta luz, este cielo, estos declives
serían un blanco sueño.
El poema suena extraño rítmicamente, aunque provoquemos sinéresis -normales en verso- en algunos casos posibles, como el octosílabo encontraría en tus ojos – “en-con-tra-riaen-tus-o-jos” (y entonces, heptasílabo); el dodecasílabo los hondos ríos... -”los-hon-dos-rios-...”; y el verso final serían un blando sueño - “se-rian-un...” La tendencia clara parece ir hacia el ritmo impar. Aun así quedan residuos rítmicos estridentes. Es bastante probable que las licencias y la laxitud métrica hayan dejado a la melodía la misión de restablecer sonoridad y belleza: los versos han de leerse encareciendo su calidad de tales, señalando las pausas con claridad, saboreando su sonoridad, trazando el perfil melódico con cuidado... Luego el lector, y el crítico, nos dirán si aquellos les convence como forma del poema o si prefieren otras formas tradicionales.
Sin embargo, en el caso de versificaciones más conscientes quizá de la trama musical del verso, tales libertades vayan acompañadas de hallazgos supletorios. He aquí un excelente ejemplo de verso libre, la “Gacela V” del Diván de Tamarit, de Lorca, que se titula “Del niño muerto”, en donde, si se observa el ritmo, Lorca mantiene estructuras rítmicas semejantes a pesar de escribir versos anisosilábicos:
Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.
Los muertos llevan alas de musgo
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes / que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido
No quedaba en el aire / ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré / por las grutas del vino.
No quedaba en la tierra / ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.
Un gigante de' agua / cayó sobre los montes
y el valle fue rodando / con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra / violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, / un arcángel de frío.
La moda del versolibrismo se desarrolló sobremanera entre 1900-1920 y condujo, naturalmente, a la preferencia por grupos métricos que, en cierto modo, sustituían la regularidad silábica, como se percibe claramente en la poesía contemporánea (por lo menos desde 1920), que ha escandido poemas así con frecuencia. Extraemos el ejemplo de Persuasión de los días, de Oliverio Girondo, libro que bien pudiera ejemplificar lo que ocurre: desasido de otros valores, sin regularidad, ritmo homogéneo, etc. el poema se organiza por unidades rítmicas, y Oliverio Girondo realza casi siempre las que le presta la lengua misma, los grupos fónicos, de manera que la lectura habrá de destacarlos, con pausa de trás de cada uno de los que terminan el verso:
No lamí la rompiente,
la sombra de las vacas,
las espinas,
la lluvia;
con fervor,
durante años;
descalzo, estremecido,
absorto,
Iluminado.
Oliverio Girondo juega con ventaja, desde luego, pues está partiendo por grupos fónicos que forman heptasílabos; ese es el primer paso de tan curioso procedimiento. Pero por las mismas fechas, Lorca y otros poetas de su generación escriben sistemáticamente deliciosos poemas de verso libre, sin desbordar normalmente el cauce del heptasílabo:
No conseguirá nunca
tu lanza
heriri al horizonte.
La montaña
es un escudo
que lo guarda...
LORCA
Este será un modo de composición normal en adelante.
El verso libre (página 254)
Es el verso libre una modalidad que se necesita precisar en un doble sentido: formal e históricamente.
Históricamente, porque no siempre la versificación alcanzó el grado de ajuste y norma al que luego nos acostumbraron los clásicos; la poesía de ascendencia oral y, en general, popular, no midió más que de oído y permitió, por tanto, la circulación de poesía en versos libres.
Por otro lado la poesía clásica y culta, o la que se elabora a partir del verso clásico, alcanzó un grado de desarrollo que incluía entre sus modos de expresión estéticos la transgresión de aquellos principios.
Como dice con precisión encomiable Leopoldo Lugones en el prólogo a Lunario sentimental (1909), “la justificación de todo ensayo de verso libre está en el buen manejo de excelentes versos clásicos cuyo dominio comporte el derecho a efectuar innovaciones”.
En efecto, las innovaciones para lograr esa libertad se realizan transgrediendo los aspectos constitutivos del verso español en este caso, es decir, aquellos elementos que lo configuran como tal, a saber: la igualdad o proporcionalidad silábica; la armonía o disposición tradicional de los acentos de intensidad; la pausa versal; la rima; la agrupación en unidades mayores (estrofas).
Ahora bien, veremos que el verso libre no es el resultado consciente de esa modificación de los parámetros tradicionales, sino el resultado de una actitud previa: aquella por la que el poeta se instala en un espacio creativo para el que no quiere preceptos, trabas ni modelos. He aquí un ejemplo de Ángel González:
Apoyas la mano
en un árbol. Las hormigas
tropiezan con ella y se detienen,
dan la vuelta, vacilan.
Es dulce tu mano. La corteza
del abedul también / es dulce: dulcísima.
Una agridulce plata otoñal sube
desde la raíz honda hasta ti misma.
Mojada por la luz sucia y filtrada,
peinada fríamente por la brisa,
te estás quedando así: cada momento
más sola, más pura, más concisa.
Resulta evidente que el poeta no se ha preocupado porque todos los versos lleven el mismo número de sílabas, ni siquiera porque el juego combinatorio sea de los usuales. No percibimos un juego rítmico constante que explique las variaciones versales. El poema, sin embargo, tiene ritmo, mantiene constantes sonoras cuidadas, equilibradas. Se ha encomendado el ritmo a la correcta ejecución de cada uno de los versos, que son regulares; la aparición de un tridecasílabo suele delatar la presencia del verso libre. El final, silábicamente improcedente, un decasílabo de ritmo muy marcado, a jugado a trimembrar el ritmo con secuencias léxicas semejantes. No se trata de verso irregular, sino de verso libre. El poema, por lo demás, concede una suave asonancia en los pares, en i-a.
Discuten los críticos si se puede llamar verso libre al resultado de cada una de aquellas transgresiones o a la conjunción de varias de ellas, por ejemplo: desigualdad silábica y falta de rima; desbarajuste tonal (de los acentos de intensidad) y desproporción silábica; etc. La etiqueta final quizá no sea lo más importante, sino el saber señalar en cada caso que elementos se ha deformado, en qué época y con qué finalidad. De hecho, a veces se utiliza la denominación poco comprometida de “Polimetría” para aludir al verso libre. Navarro Tomás, por ejemplo, se refiere a “versos amétricos”, que luego distribuye en “mezcla de versos”, “verso semilibre” y “verso libre”.
Despejemos el camino señalando, en primer lugar, lo que no determina, por sí solo, la aparición del verso libre: la desaparición de la rima de modo sistemático (verso blanco) o esporádico (verso suelto) no configura un verso libre, pues el verso puede mantener su estructura silábica y tonal perfectamente al margen de la rima. La desaparición de la pausa versal (o de su indicador gráfico: el espacio en blanco a la derecha del verso, según se mira) aboca a la prosa, pues esa pausa es el último baluarte del verso, es decir, aquel aspecto formal sin cuyo mantenimiento no se produce el verso. De los dos elementos que restan, el del número de sílabas y la disposición de los acentos, diremos que se produce el verso libre cuando es desigual en número de sílabas y no es proporcional el sistema de acentos (no es una tirada rítmica como en las coplas de arte mayor o como en el “Nocturno” de José Asunción Silva). Si el número de sílabas es igual o proporcional y su sistema tonal (acentos de intensidad) ni es una tirada rítmica ni se adecua a los patrones tradicionales, los versos serán o extraños (mal logrados) o irregulares.
Todo ello se muestra en el cuadro siguiente:
Número de sílabas.....................................Igual..............Proporcional.............Distinto
Acentos..................Patrones clásicos........regular............regular......................libre
…...........................Tiradas rítmicas..........regular............regular......................regular
…...........................Otras modalidades......defectuoso.....defectuoso................irregular
…...............................................................irregular.........irregular
La crítica moderna ha añadido toda una batería de definiciones para señalar modalidades como las indicadas y aun otras menos precisas, por ejemplo cuando habla de “verso fluctuante”, “variedad de la silva”, etc. Bien está: las cuadrículas taxonómicas no siempre podrán encerrar en sus esquemas las enormes posibilidades de la versificación, por ello nos parece más acertado definir los puntos de ruptura cuando el verso no se adapta exactamente a uno de los esquemas prefijados.
Además de la modalidad de verso libre moderno existe, como decíamos al comienzo, el verso irregular en los orígenes de la historia literaria del español; y, con enorme vitalidad, el verso libre popular que, literariamente, nos ha transmitido la lírica tradicional, sobre todo desde que empezó a recogerse por glosadores y poetas cultos (a partir del siglo XV). Esos versos irregulares y fluctuantes, como a veces se los ha denominado, reaparecen cuantas veces se ha imitado el género, por ejemplo en las canciones insertadas en las comedias del Siglo de Oro, en las tonadillas del siglo XVIII, en sainetes y zarzuelas del siglo XIX, en la poesía culta de los años veinte (Antonio Machado, Alberti, Lorca...) y llega hasta nuestros días.
Así pues, el verso libre, como creación consciente y modalidad transgresora de principios métricos consagrados, va cobrando carta de naturaleza, de verso moderno, durante las dos últimas décadas del siglo XIX; se ensaya de modo sistemático y consciente a comienzos del siglo XX; y termina por quedar como una posibilidad expresiva más para el poeta que utilice el cauce versal. Particularmente en los poetas de la llamada Generación del 27 (Lorca, Alberti, Guillén, etc.) se observa ya un uso desenfadado y fluido del verso libre junto a poemas y versos de factura clásica; esa actitud se relaja aún más en los más jóvenes (como Huidobro, Cernuda, Borges...) y termina por ser adoptada por la poesía posterior, la de la segunda mitad del siglo XX. Quizá el mejor impulsor del verso libre en nuestras letras fue Vicente Huidobro, quien cristalizó el versolibrismo por extenso y de modo muy variado en varios cantos de su libro Altazor (1931).
Ejemplos de versos libre:
COPLAS
Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas:
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡Tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡Ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
Un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustentan la cal de tus huesos!
¡Carne de miseria,
gajo vergonzante, / muerto de fatiga
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trémulo,
al impuro pezón de la Vida!
GABRIELA MISTRAL
RONDA DE LOS AROMAS
Albahaca del cielo
malva de olor,
salvia dedos azules,
anís desvariador.
Bailan atarantados
a la luna o al sol,
volando cabezuelas,
tallos y color.
…......
GABRIELA MISTRAL
Solo conservo
-gracias al espejo del retrovisor-
la vaga refracción lírica
de dos manos,
que estrechadas / frente a un desafío / de tactos dispares
se hicieron amantes.
ALMUDENA GUZMÁN
(continuará)
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