ARTÍCULO CRÍTICO SOBRE EL AUTOR ANTERIOR
Poesía renacentista en la Nueva España
Alfredo A. Roggiano
University of Pittsburgh
La poesía de procedencia y estilo ítalo-renacentistas se divulgó en el Nuevo Mundo
tan pronto como fue aclimatada en España por Boscán y prestigiada por Garcilaso de
la Vega, en la segunda mitad del siglo XVI (Obras, de .Boscán y Garcilaso, 1543;
Obras, de Garcilaso, ed. Sánchez, 1574; ed. anotada por Herrera, 1580). Un vistazo
general a las recopilaciones, silvas, florilegios, etc. de la segunda mitad del siglo XVI y
la primera del XVII, en la Nueva España y la Nueva Castilla, nos da una idea de la importancia
que esta poesía "fecha al itálico modo" tuvo en los "dominios de ultramar".
Hemos estudiado el paso y florecimiento de la visión y práctica de la poética renacentista
en los comienzos de las letras de la América hispánica en varios de nuestros
trabajos, tanto en el Virreinato de México como en el del Perú. Hay excelentes estudios
sobre la difusión de la poesía petrarquesca y de las formas renacentistas en la
Nueva Castilla (Luis Monguió, su esposa Alicia de Colombí Monguió, Alberto Tauro,
Raquel Chang Rodríguez, Aurelio Miró Quesada, por sólo nombrar los más
notables); pero la poesía renacentista en la Nueva España, a pesar de las contribuciones
de Francisco Pimentel, Alfonso Méndez Planearte, y ahora, José Pascual
Buxó, todavía ofrece amplios claros a la investigación. Pascual Buxó ha iniciado la
publicación de ediciones, rigurosamente críticas, de poetas y compilaciones de los
siglos XVI y XVII, entre las que se incluye el manuscrito de la Silva de poesía, de
Salazar de Alarcón, preparado por mí y del cual hablaré hoy. Pero antes de entrar en
el texto de esta Silva permítaseme una breve introducción que explique e interprete lo
que podríamos llamar el hecho renacentista en el Nuevo Mundo, desde los primeros
pasos de la conquista y colonización, controlados por la Corona y la Iglesia, pero que
abrió las puertas - acaso como salida intencional de España - a las formas de cultura,
poesía y arte que en la Metrópoli se estaban cuestionando. Así, mientras la España oficial
se cerraba en sí misma con decretos prohibitivos para la apertura cultural, los
dominios de ultramar se beneficiaban con lo nuevo europeo, como era el Renacimiento,
y luego, con el barroco, a tal punto de convicción que la mejor defensa de
Góngora fue hecha por Pedro de Espinosa Medrano, no de España, sino del Perú.
Es preciso reconocer que España dio a América todo lo que tenía en materia de
letras, vinieran éstas por la via oficial o de contrabando, como fue el caso de las
novelas de caballería y aun el barroco Góngora. La poesía de la Península llegó a las
tierras descubiertas en todas sus formas: las populares (coplas, cantares, romanceros,
etc., con el soldado raso) y las dos vertientes de la poética culta: la medieval
latinizante y la ítalo-renacentista, con el clérigo letrado y poetas, como Juan de la
Cueva, Hernán González de Eslava, Gutierre de Cetina, Cervantes de Salazar y
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Alfredo A. Roggiano
muchos más, que vinieron atraídos por las maravillas que se reiteraban en las cartas
de relación, crónicas, historias, etc. Estos poetas venidos desde la Metrópoli, no sólo
escribieron en estas tierras, sino que también compilaron los primeros corpus poéticos
(silvas, flores, parnasos) de la Nueva España y la Nueva Castilla, donde se instalaron
junto a los poetas nativos, como Francisco de Terrazas, por ejemplo, el primer poeta
nacido en México, de impronta totalmente renacentista. Las dos primeras y más importantes
de estas recopilaciones hechas en los comienzos de la poesía mexicana de
lengua española fueron: el Túmulo imperial (1560), de Francisco Cervantes de Salazar
y las Flores de varia poesía (1577), de autor anónimo. De ambas he hablado extensamente
en mi libro En este aire de América (México, 1966) y no deseo repetirme. Baste
con decir aquí que el Túmulo, aparte otros valores, tiene el mérito de ser la primera
presentación conjunta, aunque deficiente, de la escuela antigua (clasico-latina) y la
moderna (ítalo-renacentista), algo así como una despedida monumental, aparatosa, de
la presencia de lo medieval católico de la poesía oficial, para dar paso a la poesía individualizada,
abierta, creadora, de la modalidad lírica iniciada por Petrarca y
ciudadanizada en el mundo hispánico por Garcilaso, Fray Luis, Gutierre de Cetina,
que fue quien la trajo a América. Ya en la segunda mitad del siglo XVI el tono ideal
de la poesía novohispana, como la llama Méndez Planearte, habrá que hallarlo en la
corriente culta, humanista y renacentista, que se da en las Flores de varia poesía,
donde alternan poetas españoles y nativos de México, como el ya mencionado Terrazas.
(Hay varias excelentes ediciones y estudios de este florilegio.)
Y pasemos ya a la Silva de poesía de Eugenio Salazar de Alarcón, compilada en
México, por el autor, entre 1585 y 1595 (Salazar vivió en la Nueva España entre 1581
y 1598).
Llama la atención que este manuscrito, tan fundamental para la comprobación de la
poesía renacentista durante el primer transplante cultural de ¡a colonia, no haya sido
debidamente estudiado ni editado hasta la fecha. El florilegio yace, como dormido en
un descanso eterno, en un cartapacio de puño y letra de Salazar - de 533 páginas -, indizado
con la letra C, No. 56, 9/5477, en la Biblioteca-Archivo de la Academia de la
Historia de Madrid.
Gallardo lo dio a conocer en el vol. IV de su Ensayo (pp. 321-395), pero sólo en
una selección que lo representa en forma muy exigua, y yo lo estudié con algún
detenimiento, pero en forma parcial, en mi libro En este aire de América, hace ya
veinte años.
Eugenio de Salazar dejó ordenado, precedido de minuciosas recomendaciones, el
corpits de todas sus obras de interés literario, para que se dieran a la luz después de
su muerte, bajo el título de Silva de poesía, compuesta por Eugenio Salazar, vecino y
natural de Madrid; con lo cual quería privilegiar, creemos, su nacionalidad española,
no mexicana, y sin concesiones a su estancia en la Nueva España, cosa que desmiente
la mayor parte del texto, como veremos, mezcla de "uomo universale" renacentista y
de paisaje mexicano.
Las composiciones que integran el manuscrito son estrictamente renacentistas por
su forma: sonetos, odas, silvas, églogas, canciones, madrigales y las consabidas glosas,
que revelan a un escritor de cultura europeizada, universal. Efectivamente, Eugenio
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Poesía renacentista en la Nueva España
Salzar de Alarcón, fue escritor de educación universitaria. Sabe sus latines, conoce a
Erasmo y se ha entrenado en agudezas intelectuales y técnicas retóricas. Hombre de
casta y beneficiario de altos cargos burocráticos es, por tradición familiar y por la
frecuentación de refinados medios sociales y círculos de cultura, un burgués hogareño
con mentalidad cortesana; en cierto modo es un "clerc" que conoce su "métier" como
un renacentista y que gusta portarse como un criollo aprovechado. Personalidad cambiante,
diestra y empeñosa, todo en él hace pensar que estaba bien preparado para
resolver el conflicto estético que "tuvo que surgir cuando la raza y aun el habla de los
españoles vinieron a troquelar con su sello todos nuestros elementos nativos"; el de
la musa tradicional, impuesta por su validez histórica y como condición operativa de la
misión colonizadora, con el de la musa nativa, latente siempre en el seno de la tierra
y apenas oculta en el corazón de los hombres, dispuesta a vivir al primer soplo del
aire, un vuelo apercibido o una simple herida abierta en la corteza del tronco indígena.
La 5//va de poesía se compone de cuatro partes, con el siguiente contenido: Primera
parte, donde reúne las "obras que Eugenio de Salazar hizo a contemplación de doña
Catalina Carrillo, su amada mujer", dividida en dos: a) obras pastoriles; b) sonetos,
canciones, etc. Segunda parte: "donde hay obras que el autor compuso a contemplación
de diversas personas y para diversos fines", sonetos, canciones, epístolas en
verso, etc. Es la parte que da referencia sobre la poesía en Santo Domingo y
reproduce todo lo que se relaciona con México. Tercera parte: "que contiene las obras
de devoción del autor", y está subdividida en otras tres; y la Cuarta parte: "que contiene
algunas de las cartas en prosa a muy particulares amigos suyos". En la Primera
parte hallamos una octava rima - "La perpetuación de mayo" -, con el objeto de
celebrar el aniversario de su matrimonio, en la cual Catalina de Carrillo aparece
luciendo, junto a una blanquísima azucena, "un lustroso iczotl de tierra ajena". El
verso lleva una nota marginal que explica: "iczotl es un pimpollo que hay en la Nueva
España a manera de palmito, que tiene las cabezas de las pencas blanquísimas y
lustrosísimas". Inmediatamente después sigue la Segunda parte, la cual se inicia con
un soneto "A Doña Blanca Henríquez, marquesa de Villamanrique, virreina de Nueva
España", que sirve de dedicatoria a la "Bucólica: Albár - Blanca - Descripción de la
Laguna de México". Los tercetos "Al insigne poeta Hernando de Herrera ...", y el
"Romance en voz de Catalina en una ausencia larga a Ultramar del autor siendo
desposados", son las composiciones que realmente interesan a nuestro estudio. En la
"Epístola a Herrera", lo cultural predomina sobre lo directamente experimentado. Se
ve que la misiva tiene más un carácter informante que estrictamente literario, y que,
como tal, quiere dar cuenta de todos los aspectos de la vida espiritual y civil de
México; en un plan minucioso, aunque sin detalles precisos, sin nombres ni obras que
lo ilustren, clasifica formas del saber, géneros y especies preceptísticas, ciencia,
filosofía, gobierno, religión, etc. Tan vago y dilatado resulta todo, que si no fuera por
las menciones de Moctezuma y Cortés, difícil sería adivinar que está hablando de
México. La misma entrada descriptiva es un aéreo telón mental
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y donde
Alfredo A. Roggiano
donde el cielo
en círculo llevando su grandeza
pasa sobre occidente en presto vuelo,
el sol alumbra la belleza
de los valles y montes encumbrados ...
Observa María del Carmen Millán que en Eugenio de Salazar "la dificultad consiste
en asegurar cuál era para él más realidad poética: aquélla en la que vivía por su
educación ... y por su época; o esta otra, contundente y enérgica, que le sale al encuentro".
Y en seguida surge la pregunta; ¿En qué medida logró el poeta poner la
materia novohispana en los moldes artísticos de su tiempo y cómo? Importa saber,
ante todo, lo que tuvo que abandonar de su caudal europeo, y si hubo una consciente
labor de selección para aprovechar lo adquirido en su plan de posible estratega de
nuevas conquistas. Para responder a esta pregunta será preciso que nos desplacemos a
otro plano de la visión de Salazar: el descriptivo, donde las cargas de sus conocimientos
clásicos y renacentistas, si bien le siguen presionando, ahora buscan el modo de
acomodarse a las nuevas experiencias. El mismo "aderezo retórico" se afina para
penetrar en la realidad concreta, desleírse en ella y salir en el ensamble plástico,
como en un forcejeo incómodo entre la aspereza de sus erizados aztequismos y su no
del todo abandonada "manera blanda y apacible de Garcilaso" (Menéndez y Pelayo).
Diríase que Salazar se tonifica, se robustece y viriliza en contacto con el aire y
todos los elementos naturales de la "Laguna de México", cuya descripción emprende
partiendo de lejanías mitológicas y, a paso lento, como con temor y cautela, se allega y
establece en el "fuerte pecho" del "cerro airoso" de Chapultepec (Gallardo, 306).
Salazar ha dejado atrás sus resabios eróticos y petrarquistas, la empalagosa dulzura
que todavía nos harta en la "Epístola", el desvaído eco de las "musas deleitosas", las inoperantes
"claras fuentes sonorosas", dignas de otra gloria en Garcilaso, y hasta la muy
humana y personal temática que impregnaba con "ternura conyugal" su "prosaísmo
casero" (Menéndez y Pelayo). Su facilidad y variedad de antaño se estrellan al dar con
esos "peñoles" que se llaman Tecpecíngo, Tepcapulco y Xíco; su inspiración se empapa
como de un elemento disolvente ("su elemento y su licor salado"), "por las
entrañas de la firme tierra", en "este ejido y valles tan extraños"; un estrépito de
colores y de ruido exótico le entra por los ojos, le atraviesa tercamente sus oídos y le
cuaja en las "profundas venas". Admirado asienta:
Allí está aquella población famosa:
Tenuxtitlán la rica y populosa;
aquélla donde el grande Moctezuma
tuvo su corte y su real asiento
a donde en plata y oro y rica pluma
juntaba de tributos largo cuento ...
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Poesía renacentista en la Nueva España
Y no puede menos que reconocer
a la bella ciudad, donde se cierra
de verdes cerros llenos de hermosura,
una espaciosa y muy gentil llanura.
La laguna de México y el cerro de Chapultepec se le vienen encima con implacable
dominio. Para recobrarse del asalto invoca a Neptuno, a Júpiter, al viejo Nereo, a
dríadas, delfines y tritones, al mismo Dios Pan, el Tan Eterno que es uno y trino"
calderoniano; pero pronto se libra de toda esa fanfarria decorativa y empieza a vestirse
con el "color local y americano", en versos de fluida limpidez:
Alrededor de la laguna clara
por todas partes sale y hermosea
el verde campo, donde se repara
y repasta el ganado y se recrea.
Aquí el mastín despierto no lo ampara,
ni hay en este lugar para qué sea;
que no le sale el lobo, ni le trata,
ni del aquí el ganado se recata.
Chapultepec se llama el cerro airoso;
y en forma de un montón grande está puesto,
tosco a la vista; empero muy hermoso,
de tosca piedra al parecer compuesto;
mas entre aquellas piedras muy vistoso
de árboles silvestres entrepuesto,
que visto da a los ojos gran contento
desde su calva hasta su cimiento
(Jbid, 365-366)
Verdad que en estas descripciones, como ha notado la doctora Millán, "se observa
la intervención constante de la escuela clásica" - o, más bien, la tonalidad bucólica del
renacimiento -; y es posible que "quizá en Salazar no se advierta ningún sentimiento
que demuestre francamente un intento de identificación con nuestro ambiente
(seguimos citando a la doctora Millán), pero sí resulta significativa la intervención de
palabras (que en realidad son objetos, cosas presentes) que por sí solas nos colocan
en un medio ambiente americano". El poeta se encuentra con algo diferente: sobre
todo plantas que no están en la memoria del lector de Garcilaso - ni, por supuesto,
en el repositorio de su lengua -, como el "tule", la "milpa", el "chile", el "ají"; los ve
como son y los califica mezclando las percepciones directas con las reminiscencias
literarias: "milpas bellas", "verde tul", "bermejo chile", "naranjado ají", junto a la "fresca
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Alfredo A. Roggiano
juncia", por ejemplo. En esta naturaleza "extraña" no debe sorprendernos que un
poeta cargado de mitologías nos haga recorrer la laguna mexicana, en un viaje
fantástico, montado "en una gran ballena" - "rica silla de limpio nácar" -, junto al "Rey
a quien se humilla / el mar soberbio, el que es obedecido / de los peces más fieros y
espantosos /, y de los vientos bravos y furiosos". Lo que importa es la fusión de lo
"literario" con la vivencia que, en el impacto de las sensaciones, torna sensible y
delicada la materia tosca que levanta. El pasaje que mejor ejemplifica ese ensamble
es el siguiente, por demás citado por lo obvio.
Allí el bermejo chile colorea,
y ei naranjado ají no muy maduro;
allí el frío tomate verdeguea,
y flores de color claro y oscuro,
y el agua dulce entre ellas que blanquea
haciendo un enrejado claro y puro
de blanca plata y variado esmalte,
porque ninguna cosa bella falte.
En los tres primeros versos la enumeración no pasa de un inventario vegetal - anticipo
lejano de los de Bello, según A. Reyes -, con sus accidentes naturales, que expresa
en adjetivaciones necesarias y poco variadas (cuando no superfluas
repeticiones); pero lo concreto y minucioso se quiebra de pronto y se dispersa en
juego de colores, como la luz que pasara por un prisma, "haciendo un enrejado claro y
puro / de blanca plata y variado esmalte", con un sentido plástico y de "poesía en sí",
que dan la medida de sus posibilidades creadoras. Frente a éstas y a otras transformaciones
coloristas que matizan el idilio de Albár y Blanca con que termina la
"Bucólica", Alfonso Reyes no ha resistido a la tentación de suponer "una sinfonía de alburas,
preludio a los motivos monocromáticos que Gautier inspirará al modernismo
de Gutiérrez Nájera y de Rubén Darío".
No creemos que sería ir demasiado lejos si reconocemos en la poesía de Salazar
tres elementos que deben ser potenciados como ingredientes de futuras realizaciones
en la poesía mexicana: a) la fusión cultural de motivos y formas europeas (mitología,
visión de la realidad, actitud humana, modos de expresión) con experiencias nuevas
en contacto directo con la materia novohispana. Ejemplo: en los pasajes ya citados y
en otros que citaremos, la ficción del mito clásico, que hace posible la entrada de Neptuno
en la "Laguna de México" mediante la construcción de "un acueducto secreto",
"calando el monte y cerro y dura sierra", y así, "se pusiese por vistoso objeto a la bella
ciudad" (la de Tenoxtitlán "rica y populosa", poco antes descripta). Terminado el viaje
a través del acueducto, empieza Neptuno - "cauto Capitán que va cubierto / a tomar
fuerza por secreta mina" -, a recorrer la laguna y el cerro, con feliz acogida de éstos al
verse honrados por tan ilustre visitante:
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Poesía renacentista en la Nueva España
Y ya llegando al deseado puerto,
salió con gracia y majestad divina
por la clara laguna dando lustre
al agua y campo, y a aquel pueblo ilustre.
Hizo su entrada en una gran ballena
que las heladas hondas va hendiendo,
[adviértase el símil de la ballena asimilando a la canoa indígena, que pocos versos
más adelante va a ser mencionada con su propio nombre]
de resplandor y claro lustre llena,
del agua en su gran boca recogiendo,
y la ciudad y largos campos llena
de espadañadas della, que esparciendo
iba amorosamente y rociando
los comarcanos pueblos admirando.
Versos en los cuales cabe simbolizar la expansión de la lata prosapia cultural de Occidente
sobre la rústica naturaleza del Nuevo Mundo como una acción de beneficio,
pero también por esa confesada admiración a los "comarcanos pueblos". De inmediato
el Dios se humaniza y, ya identificado con el medio, aparece más terreno, en una
descripción de nobleza patriarcal:
Con grave aspecto y rostro muy sereno,
barba de plata que le cubre el pecho,
largo cabello enriquecido y lleno ...
El nuevo reino hallado por el extraordinario visitante, por su parte, y gracias a ese
contacto dichoso, se personifica en el "Sur ufano", que desea servirle y va a mostrarle
las bellezas del contorno:
Cerca del iba el rico Sur ufano
con gana de servirle y agradarle,
el agua sacudiendo con la mano
de la mojada barba; y a mostrarle
el bello puerto y lago tan galano
que había hecho para recrearle,
con los campos y cerros del contorno
y grandes pueblos del vistoso adorno.
La unión de ambos mundos se va haciendo cada vez más efectiva. La intervención
del sabio mensajero hace posible la confrontación y separación del agua dulce y la
salada (la de los lagos de Xochimilco y de Texcoco), para que la primera sirva al
regadío y la fecundación. Resultado: el cuadro de legumbres ya citado. El encuentro
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Alfredo A. Roggiano
ha sido encantador, pacífico, ampliamente fructífero. Se proclama "que ésta ha de ser
laguna de contentos", y, subiendo a la parte más alta del cerro, se declara su posesión:
Aquesta laguna tan preciada
a mi deidad la dejo consagrada.
La alegoría mitológica termina aquí, para dar paso a la escena bucólica en que
Albár y Blanca (o sea el virrey Alvaro Manrique y su esposa Blanca Henríquez)
manifiestan, entre confesiones de amor al modo pastoril, la infinita complacencia de
vivir en el nuevo paraíso americano, no sin echar de menos la lejana meseta castellana.
La confesión de Albár puede sintetizar ese simbolismo a que hemos venido
aludiendo:
Así, Blanca, tú eres sola y una
la que en Hispano y en Indiano suelo
eres la luna que me está alumbrando.
b) La segunda aportación de Salazar es ese sentido de la interioridad lírica, que
presta delicadeza, discreción y melancolía a cuanto escribe. Los mismos colores adquieren
significados anímicos y se aplican a cualidades humanas ("blanca honestidad",
por ejemplo). Casi al final de la "Bucólica", Blanca expresa sus sentimientos entrañada
en el paisaje, como si ella fuera ya parte del alma de las cosas, con una ternura, que
deja muy atrás cualquier convencionalismo de escuela:
Por valle y monte sigo
ganosa tus pisadas,
y los secos rastrojos
son flores a mis ojos,
si por tu senda van enderezados:
que cuando amor afierra,
llana se hace la fragosa tierra.
Confesión y felicidad que termina en ajustada "intencionalidad significativa" de no
poca eficacia poemática:
Albár, cuando se ríe
el Alba, y luego veo
de ésa tu cara la encarnada albura,
el Alba no me envíe
otra gala ni arreo:
albo me es todo, y alba mi ventura,
albea en tu figura
la alba y fresca rosa;
albea tu prudencia,
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Poesía renacentista en ¡a Nueva España
albea tu conciencia,
albea tu piedad maravillosa.
Mi Albár: ¡Nunca Dios quiera
halle el Alba sin ti a tu compañera!
c) Por este camino del juego de colores, las transposiciones líricas, los matices expresivos
y las significaciones simbólicas, Salazar abre rumbos y da pautas a lo que hoy
llamamos "poesía pura". Un soneto, poco menos que desconocido, puede tomarse
como ejemplo de esta aspiración del poeta: la de identificar su alma con la belleza
pura. El soneto se titula "Vidrio de rosas". La flor que sirve de símil no es una
novedad introducida por Salazar en la poesía española, pero sí en América, donde hallará
acabadas aplicaciones en Sor Juana y poetas más modernos. Dice así:
¡Oh lozanico vaso vidrioso!
Oh agua clara, fresca, dulce y pura!
¡Oh rosas delicadas, en quien dura
un ser suave, lindo y oloroso!
El claro cielo, empíreo glorioso,
¡Oh limpio vidrio!, en ti se me figura
y en esa tu agua dulce la dulzura
que hinche aquel lugar tan deleitoso.
Las colorodas rosas que en ti veo
las gloriosas almas representan
que gozan del bien sumo y alegría.
Divinas esperanzas me sustentan:
Padre del cielo, ¡cumple mi deseo!
Que sea rosa tal el alma mía.
En el "Romance en voz de Catalina en una ausencia larga a ultramar del autor, siendo
desposados" (Gallardo, IV, columnas 371-374) se dan unidos los tres elementos
antes mencionados. Además, el inventario vegetal de la "Bucólica" (que en mucho nos
recuerda lo que después hará, antes que Bello, el interesantísimo autor de la "Silva
cuabana", ¡Rubalcaba?), se completa con enumeraciones de pájaros cantores (¿Debo
admitir que no sólo se anticipa a Balbuena sino también, por supuesto, a Lugones y al
propio Neruda?), en una sinfonía de color y sonido que hace pensar en las "bachianas"
de Villalobos. Un par de ejemplos para cerrar estos comentarios:
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Alfredo A. Roggiano
Cuando la bermeja Aurora
dejaba el cielo helado,
a Titón su anciano amigo
que fue en beldad extremado ...
(elemento mitológico)
Cuando los corrientes ríos
de arboledas adornados,
muestran de bruñida plata
sus licores y bordados:
su claro cristal descubren
y sus cursos dilatados,
lavando los limpios guijos,
las arenas blanqueando:
cuando los montes y valles
y los extendidos prados
manifiestan sus colores
verde, blanco y naranjado,
azul, prieto y amarillo,
rojo, pardo y encarnado,
turquesco, color de cielo,
lo morado y lo leonado:
cuando de la blanca rosa
se abre el pabellón morado,
y brota entre puntos verdes
el bel clavel colorado,
la azucena y el jazmín
descubren su lustre blanco,
y la morada violeta
con el alhelí morado;
y los campos hacen muestra
de sus galas a lo claro
obradas con mil matices
y rocío aljofarado ...
(color, matiz, inventarios vegetales)
Y el suave ruiseñor
y el cenqontle están cantando,
de pies en las verdes ramas
del árbol verde y lozano:
y el canario y sirguerico
700
Poesía renacentista en la Nueva España
y calandria levantando
al cielo sus dulces voces ...
¡Ah tiempo triste y pesado!
En mi favor no te mueves,
en mi daño vas volando.
¡Ah, cómo tardas, amado!
Saliste por pocos días,
detiéneste muchos años:
temo que por mi desdicha
el mar se haya cuajado
(inventario de pájaros)
(interioridad lírica)
En conclusión: Eugenio Salazar de Alarcón merece ser editado y mejor conocido,
porque su producción poética tiene particular interés como integrador poético en los
comienzos de la poesía mexicana y porque es un ejemplo cabal de la poesía renacentista
novohispana.
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