POESÍA SOCIAL. PUERTO RICO
HJALMAR FLAX
TIEMPO ADVERSO
PRESENTACIÓN DE TIEMPO ADVERSO
NOTICIA DE HJALMAR FLAX
por Jorge Rodríguez Padrón *
Mi conocimiento de la persona y la obra de Hjalmar Flax es muy reciente: hace escasamente un mes que nos vimos por primera vez (unas pocas horas y en circunstancias poco favorables) en Valencia. Hacía entonces muy poco que había tenido la oportunidad de leer algunos de sus poemas. No sé qué extraña corriente de confianza y afecto (pienso que mucho tuvieron que ver en ello los "demonios" insulares) se estableció entre nosotros. Cuando me invitó a ser testigo en esta presentación de su último libro, Tiempo Adverso, no me sorprendió en lo más mínimo, y aceptar no supuso compromiso alguno por mi parte, todo lo contrario: lo hice convencido de que tenía que ser así. Y esta coyuntura me ha deparado la oportunidad de leer toda su obra hasta el presente y conocer así con detalle (no diré que exhaustivamente porque reconozco mis limitaciones) los aspectos más singulares de su poesía. Por tanto, mi presencia aquí esta tarde quiere ser -de una parte- una afirmación pública de mi empeño por dialogar abiertamente, y en igualdad de condiciones, con la literatura del otro lado del Atlántico. Diálogo que entiendo imprescindible para un mejor conocimiento y para una más acertada determinación del futuro inmediato que la literatura hispánica debe cumplir, en este momento crucial de su historia, en relación con las otras literaturas de su área cultural. Pero mi presencia aquí se justifica también -y sobre todo- no sólo por el hecho de celebrar la aparición de un nuevo libro de poesía, sino porque quiero hablar de un escritor cuya trayectoria (lo ha demostrado con suficiencia) se ha ido afirmando de manera evidente, desde su primera publicación en 1969. Una trayectoria que -como trataré de explicar sumariamente a continuación- no se ha cumplido de forma dispersa o incoherente, sino que se ajusta a una inteligente evolución unitaria tanto temática como formal.
En 1969, como decía, publica Hjalmar Flax en Puerto Rico su primera entrega: 44 poemas. Un libro (porque lo era, apesar de publicarse en un volumen conjunto) que determinaba, creo yo que como tentativa, pues su palabra manifiesta allí cierto recelo, tal vez temor a explayarse como luego lo hará. Determinaba, digo, un encuentro iniciático con la experiencia rutinaria de una vida cualquiera, de un hombre cualquiera. Pero ese encuentro no se limitaba a señalar los aspectos aparenciales de tal circunstancia, sino que se ayudaba del lenguaje para introducirse en lo que podría haber tras esas apariencias, tras esas servidumbres cotidianas de la experiencia: el poeta se atrevía a interrogar implícitamente, pero de manera frontal, a todas esas formas que la vida adopta, como prótesis y como máscaras, inconscientemente asumidas por el individuo. Y esa interrogación queda siempre -en esos primeros poemas de Hjalmar Flax- detenida en la frontera que separa ambos territorios. Quizá su originalidad estriba en que, al llegar a ese límite, se resiste a transgredirlo: apunta sólo alguna inquietante sugerencia y deja al lector (como él también ha quedado) detenido, presa de una suerte de extraña perplejidad. De ahí que, casi siempre, los finales de poema se reduzcan a uno o dos versos que contienen esa implícita interrogación o que expresan una quiebra epifonemática en el desarrollo total del texto.
Esos cuarenticuatro poemas, escritos desde la primera persona, resumen los gestos -a veces meditados, a veces inconscientes- de un individuo que tiende hacia la realidad en busca de respuestas y sugestiones. Pero al final esa gestualidad se resume siempre en el vacío y en la soledad. El poema no es más que el signo del drama existencial, de la denodada voluntad con que se pretende iluminar y reconocer la propia identidad. El contexto en el cual se halla inscrito ese individuo resulta manifiestamente hostil: (la tarde cierra / sus portones opacos), calles y habitaciones vacías o cerradas (en esta sala de concreto y vidrio), construidas con materiales fríos y duros, negadores de cualquier temblor humano, por mínimo que sea. Hablo, pues, de una poesía de contactos iniciales, de descubrimientos primarios del contorno; pero es forzoso añadir que también se preocupa Hjalmar Flax (ya desde estos poemas primeros) por conjugar esa gestualidad iniciática con instantáneas reflexiones, con intencionadas réplicas intelectuales referidas a esos instantes, a esas situaciones reveladoras. Pero de esa forma el escritor no celebra su descubrimiento, o esa capacidad alumbradora que encuentra en su lenguaje, sino que radicaliza mucho más su dramático testimonio, como lo hace en este breve pero intenso poema que titula "Quaere":
¿De qué me escapo yo?
El pensamiento juega con jugarlo todo,
(el tiempo, etc.). Sobre un codo heroico
medito el no ganar.
Pero no temas,
no tengo vicios peligrosos.
La escritura se va ajustando perfectamente a esa intención; el orden del texto también produce, con su fragmentación y con su concentración estrófica, sorpresa o perplejidad: siempre inquietud. Los enlaces elididos y la valoración de los silencios contribuyen a crear una intencionada síncopa en la anécdota o una alteración irónica del discurso coloquial (incorporado, por otra parte, sin traumas al texto), y el lector se ve obligado por ello a mantener un estado de alerta constante y una predisposición interrogativa con respecto a todo lo que el poeta dice y -muy especialmente- a cómo lo dice.
Hasta 1978 no publica Hjalmar Flax su segundo libro: Los pequeños laberintos. Y el comienzo de este libro, una serie de poemas amorosos bajo el título significativamente irónico de Pas de deux , nos remite inmediatamente a algunos de los poemas finales de la entrega anterior: nos remite a aquellos textos donde el yo, tan radical y gesticulante entonces, se encuentra -en esa tentativa en pos de su identidad- frente al tú que le descubre el amor. Pero no el amor en tanto que sentimiento, sino como una imagen inquietante de una soledad compartida precisamente en aquella frontera abierta a la incertidumbre y al vacío. En consecuencia, Pas de deux será, como estadio siguiente de la evolución interna de la poesía de Hjalmar Flax, el testimonio de un nuevo conflicto descubierto entonces y desarrollado ahora: el dramático enfrentamiento entre amor y ausencia o entre solidaridad y soledad que tan oportunamente constituye el eje temático de este segundo libro. El amor es entonces una ficción, y por demás fugaz, de la perfecta realización deseada, de aquella plenitud buscada. No por casualidad, y como desarrollo complementario de esta idea, se recogen en Los pequeñas laberintos poemas dedicados (sólo en apariencia de forma circunstancial) a personajes marginales o vapuleados por la vida.
Pero en ese amor como ficción, como revelación fugaz, confirma implacable la monotonía y el cerco anuladores que la realidad exterior estrecha cada vez más en torno al escritor. Así se justifica el título de la segunda parte, En el acuario, y comprendemos cómo, dentro de esta cárcel cósmica / donde el espacio / apesta, el poema es una voz que pide ayuda o que trata de avisarnos del peligro, en una última pirueta gestual. Pero, ¿en qué deriva esta nueva actitud, más compleja sin duda? Pues en un explícito escepticismo: una vez que el poeta sabe, una vez que ha podido traspasar - siquiera parcialmente- aquella frontera, aquel deseo inicial se atempera y la ironía crece; también la capacidad agresiva de su palabra:
¿Tanto hay que decir?
¿Verdaderamente, hay tanto?
Lo dudo.
En consecuencia, su escritura se hace abierta desmitificación de lo sentimental, se convierte en una defensa irónica ante los embates de la experiencia, tan anuladora; y los poemas se construyen como unidades de dos caras que manifiestan el contraste, la inesperada contestación entre una y otra. Queda en evidencia entonces, sin ambages, una saludable falta de respeto hacia el lenguaje, una voluntad destructora del mismo que, en muchos casos, acentúa los rasgos irónicos para desembocar en un corrosivo humor: el lenguaje como óptica capaz de mostrar el revés de las cosas; el lenguaje como criatura que debe ser poseída placenteramente, que se entrega para ello. Por eso, el recurrente erotismo de la poesía de Hjalmar Flax no se detiene en las lindes de lo anecdótico, sino que la palabra, desnuda y ofrecida, llega a ser poseída en atrevidas posturas y con una explícita intención lúdica. Es ejemplar en este respecto el poema Octubre doce: recordando el descubrimiento:
Descubre tu américa,
tu nuevo mundo salvaje y selvático
como una pantera negra.
Déjame contemplar la cuenca de tu amazonas.
Enséñame el delta de tu orinoco.
Al menos tu quebrada. En inglés
"your creek".
En esta noche histórica.
Por otra parte, lo emotivo se contradice por medio de las características síncopas de la anécdota y el ritmo, por la recurrente fragmentación estrófica de los textos, o por la constante culminación del poema en unos pocos versos epifonemáticos que, ahora ya, tienden hacia una expresión más descarnada y explícita del desengaño, antes que a los sugestivos interrogantes de los poemas iniciales: un final inútil, cuya rigurosa expresión confirma la dramática sabiduría conseguida por el poeta en su obsesiva búsqueda: A pesar de todo / nada quedará. , reza el Último poema. Ya decía que la palabra se ha hecho más agresiva, que ha perdido la timidez, aquel recelo, iniciales; pero es que también se propone como un juego para el lector que pueda cambiar o violar, en una lectura participativa, la imagen propuesta por el poeta, y hasta los derroteros de su propio discurso.
Entre Los pequeños laberintos (1978) y este Tiempo adverso (1982) que hoy nos convoca existe también un nexo evidente que se adecúa a esta progresiva madurez alcanzada por la obra de Hjalmar Flax. Me refiero a los poemas reunidos, en el libro de 1978, bajo el epígrafe Miramar 709, que es el domicilio del escritor en Puerto Rico (Santurce). Poemas éstos que manifiestan un deseo urgente de comunicación consigo mismo y con su pasado, porque se reconoce la fugacidad, la instantaneidad de unos alumbramientos capaces de mitigar la radical soledad del individuo, tan intensamente padecida. Esa misma fugacidad, ese mismo sentimiento de pérdida consciente, de paso anulador del tiempo, constituyen el tema central de este último libro. Una obra que se carga así de mayor densidad y que expresa, de forma mucho más contundente por lo profunda, el desengaño ya visto en Los pequeños laberintos:
Sólo hay un tiempo.
No se repetirá
para nosotros.
Tiempo adverso es el libro de la sabiduría final; por eso sus poemas son menos precipitados, también menos frívolos; por eso, la ironía, que ya se ha establecido en la escritura de nuestro poeta como característica fundamental, resulta mucho más sutil, funciona ahora dejándonos ver el lado opuesto de la realidad, no para hacer explícito el contraste entre dos realidades. En cierto modo, el poeta ha llevado su proceso indagador hasta más allá de los límites que lo detenían en la interrogante perplejidad del principio. Su palabra se ha hecho, como digo, más sabia y se ofrece cargada de mayores recursos (he escrito varias veces "cargada" no por casualidad: quiero destacar ese sentido agresivo y peligroso que ha ido adquiriendo la palabra de Hjalmar Flax). El amor y la memoria personal; la existencia cotidiana y los encuentros habituales siguen siendo sus temas básicos; pero el amor ya no será encuentro o corroboración del drama presencia/ausencia, sino que se expresa como una soledad cíclica y reiterativa que gira imparable ante la incapacidad del individuo para detener su dramática carrera de desaste, muerte y renacimiento. La memoria personal se ofrece como especulación reflexiva, más meditada y contenida, porque también la seguridad del escritor es mayor: observa el mundo y el tiempo desde una perspectiva donde lo sentimental y lo próximo se han sustituido por una más cuidada objetivación textual de la experiencia. Veamos este poema, La hora del té, dedicado como Metafísica, en el libro anterior, a Josefina Guarch:
Tu ausencia es el eco de un recuerdo.
El reflejo de contadas tardes
en el patio florido de la casa.
El brillo de tus canas bien peinadas.
La transparente copa de cognac
en tu mano
frágil.
La existencia cotidiana y el contacto con los otros que no son el tú de la amada, se tiñen en este libro de conotaciones morales, se traduce en referencias existenciales que contribuyen a dilucidar la propia identidad del escritor.
En resumen: el yo se manifiesta como pasado e historia que ya no está, una vez consumidos por el tiempo eso otro lugar y esa otra imagen que se evocan obsesivamente; el tú representa una expectativa de futuro nuevo y liberador, pero se convierte en final inexorable: el amor -como se ha descubierto- no es más que un círculo vicioso donde la esperanza nunca se realiza de forma total y absoluta. ¿Qué queda, pues? El título mismo nos lo advierte: la palabra, el poema; los signos dispersos y fragmentarios de una escritura testimonial; los silencios tan llenos de significación como la palabra misma; la abierta predisposición del lenguaje poético para integrar lo emotivo y lo patético, lo irrisorio y lo vulgar, sin que por ello se resienta la eficacia alumbradora; la notable capacidad de síntesis para cargar de sensualidad a esta palabra esencialmente reflexiva:
Llegas y te confundes
con aquello que estaba donde estás
ahora. Beso
la diferencia.
Jorge Rodríguez Padrón
18 de marzo de 1983
Ateneo de Madrid
________________
* Jorge Rodríguez Padrón nació en 1943 en Las Palmas de Gran Canaria, donde ejerció de catedrático de Lengua y Literatura Españolas. Fue periodista y redactor de la revista de Gran Canarias, Fablas, y ha desempeñado una amplia labor crítica en las principales revistas españolas e hispanoamericanas. Entre sus libros publicados deben destacarse los de ensayo: Domingo Rivero, poeta del cuerpo (Madrid, 1967), Tres poetas contemporáneos: Valery, Pavese, Paz (Las Palmas, 1973), así como el de Poesía, Geografía e Historia (Las Palmas, 1968); y también algunos de los ensayos publicados en "Cuadernos Hispanoamericanos": Juan Carlos Onetti, desde el ámbito de la fábula (octubre-diciembre 1974), El tiempo hecho cuerpo repartido (enero-marzo 1979) Lectura en tres tiempos (octubre-diciembre 1979), y Juan Ramón Jiménez - Luis Cernuda: un diálogo crítico (octubre-diciembre 1981).
Ayer a las 20:38 por Maria Lua
» LITERATURA LIBANESA - POESÍA LIBANESA
Ayer a las 20:37 por Maria Lua
» LA POESÍA PORTUGUESA - LA LITERATURA PORTUGUESA
Ayer a las 20:31 por Maria Lua
» CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO
Ayer a las 15:00 por cecilia gargantini
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Ayer a las 14:43 por Maria Lua
» FERNANDO PESSOA II (13/ 06/1888- 30/11/1935) )
Ayer a las 14:40 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Ayer a las 14:34 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Ayer a las 14:32 por Maria Lua
» Clara Janés (1940-
Ayer a las 14:28 por Pedro Casas Serra
» Antonio Gamoneda (1931-
Ayer a las 14:23 por Pedro Casas Serra